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EL PENSAMIENTO LINEAL: OTRA PATOLOGÍA DEL PENSAMIENTO ÚNICO

EL PENSAMIENTO LINEAL: OTRA PATOLOGÍA DEL PENSAMIENTO ÚNICO

Alberto BUELA

 

   Cuando se aplican en un solo sentido las duplas bueno-malo; progresista-reaccionario; izquierda-derecha; democrático-antidemocrático; popular-populista; tolerante-totalitario; relativista-absolutista; civilización-barbarie y tantas otras como se les puedan ocurrir a cada lector, se puede, entonces, hablar de un pensamiento lineal, sin matices, o esquematizado. Y esto es lo que sucede con el pensamiento único y políticamente correcto. Lo bueno es progresista, de izquierda, democrático, popular, tolerante, relativista y civilizado, mientras que lo malo es reaccionario, de derecha, antidemocrático, populista, totalitario, absolutista y bárbaro.

 

   Así funciona una de las tantas patologías del pensamiento único, como pensamiento lineal, ni transversal ni oblicuo ni nada. La realidad no pinta gris sobre gris como afirmara Hegel, sino que está pintada en blanco o negro. Pero la gran paradoja, la falacia sustancial de este pensamiento es que no se presenta a sí mismo como lineal o absoluto sino como su contrario, transversal y relativo. Es imposible, por más esfuerzos dialécticos que se hagan,  hacerles comprender a estos nuevos "policías del pensamiento" que la dupla izquierda-derecha es falsa de toda falsedad. Hace más de medio siglo ya lo denunciaron en nuestro país Perón, Jauretche y tantos otros (ellos la van a seguir usando siempre); que reaccionario es estrictamente el hombre reactivo, que reacciona ante la homogeneización cultural en donde la identidad está definida: por la de todos por igual.

   Que antidemocrático se dice con relación a la democracia formal o procedimental y no ante la democracia participativa; que populista significa hacer lo que el pueblo quiere; que totalitario porque se tiene una visión de conjunto del hombre, el mundo y sus problemas, que absolutista porque se sostiene algún principio como inconmovible, en definitiva, que bárbaro por rechazar y vivir de otra manera a lo postulado por la civilización occidental y cristiana ad modum neo eboracensis (en criollo: al modo yanqui).

   Pero este pensamiento lineal, como es además progresista, no acaba nunca. Y así como su meta está siempre más allá de la meta, su progresismo se transforma entonces en la "religión civil de la modernidad". Su método es la vanguardia y su drama no parecer antiguo. Dentro del nihilismo de la vida en la sociedad de  consumo,  la única trascendencia que aceptan a raja tabla los policías del pensamiento, es la del progreso.

   Hace unos días nomás me llegó un artículo de un gurú de la izquierda nacional que terminaba afirmando: "Y sólo a los pueblos expoliados y maltratados corresponderá la tarea de devolver a occidente a la conciencia del desafío verdadero y a reconectarse con las corrientes del cambio que lo recorrieran, con grandes contradicciones e inevitables avances y retrocesos, desde la Revolución Francesa en adelante". Enrique Lacolla. Y un día después el publicitado Robert Redeker, vendido como filósofo por La Nación diario también afirmaba en sus páginas que: La falta de libertad de pensamiento se debe a la ausencia en la historia del Islam de un Siglo de las Luces o de un momento filosófico como el de Spinoza" (26-9-06 p.2)

   ¿Y esta es la conciencia nacional que tenemos que recuperar, la de Occidente a partir de la revolución francesa? ¿Comienza Occidente recién en 1789, se puede reducir su significado a apenas dos siglos? ¿O acaso podemos pensar la liberación a partir de Baruch Spinoza? Seamos serios.

   Esta afirmación es la quintaesencia del liberalismo progresista del siglo XIX. ¿Y este tipo de razonamiento es el remedio que ofrece la izquierda nacional a los males terribles engendrados por la modernidad? En el fondo es una forma vergonzante de pretender recuperar la modernidad en nombre de la revolución nacional que así, nacería bastarda.

   Esta relación ambivalente con la modernidad se da en forma clara en dos corrientes de pensamiento: Una, la izquierda nacional que busca a partir de la idea de Estado-nación laico y neutro, la reivindicación de la modernidad. En una palabra, con una idea moderna intenta reivindicar la modernidad. Y otra, el progresismo cristiano que busca la recuperación de la modernidad a través de una vía no-ilustrada. No existe una vía moderna no ilustrada, salvo que se piense el barroco como moderno, pero esta corriente fue derrotada por la Ilustración que hizo prevalecer en Occidente sus creaciones políticas y culturales. El  producto de esta corriente no pudo ser otro que un catolicismo moderno que dejó de ser universal para pasar a ser ecuménico, esto es, un hierro de madera.
   Para el pensamiento nacional y popular (en Argentina el peronismo)  la única alternativa válida es la superación de la modernidad con un anclaje premoderno, específicamente en el barroco americano que fue la expresión cultural más propia y específica de la América Indoibérica, por lo menos para recuperar todo aquello que tiene de religioso la idea de nación e intentar a partir de allí su proyección postmoderna. Sobre todo en América donde la modernidad llega como una tardomodernidad y los vínculos telúricos no fueron desechos como en Europa.

 

   En una palabra, la patología del pensamiento único como pensamiento lineal encuentra en su lectura del sentido de la historia su pretendida justificación, pues la historia es para ellos la sucesión progresiva y evolucionada que como en el positivismo de Comte pasaba de una edad teológica  a una edad metafísica y de allí concluir en una edad positiva que es la de ellos hoy día.[1] Todo lo que huela a incienso y azufre debe ser descartado, rechazado de plano. Ni qué decir sobre un planteo serio acerca del hombre, el mundo y sus problemas.

   La profunda confusión metafísica de estos progresismos (el cristiano, el marxista, el socialista, el demócrata, el tecnócrata) consiste en que quieren ser a la vez filosofías del progreso y del orden. Y esta contradicción se explica así: el progreso está tomado por ellos como superación constante de límites y en ese sentido va en contra de la idea de orden que no puede establecerse sino poniendo límites. El lema "orden y progreso" de la bandera de Brasil tomado del positivismo, es un hierro de madera, una contradicción en los términos.

   La confusión del pensamiento único es que carece de una metafísica y su error en este campo es que confunde, no tiene claro el concepto de límite. Tomó y adoptó en forma acrítica  el principio de Baruch Spinoza (1632-1677) omnis determinatio est negatio (toda determinación es negación) de modo tal que todo limite coarta la libertad individual, todo límite es perverso, todo límite es alienante, todo límite es represivo. De ahí que todas las variantes tengan como base de sus razonamientos y hablen siempre de: progreso ilimitado.

 

   Pero si tuviera el pensamiento único un mínimo de sentido crítico (se llenan la boca hablando de pensamiento crítico con miles de libros al respecto) se apercibiría a poco de estudiar, de detenerse, que el límite es aquello que constituye la cosa, es aquello que la define en lo que es. Pero al mismo tiempo el límite nos indica las posibilidades reales de la cosa. Pues el ser, es lo que es más lo que puede ser. Es un conflicto de potencia y acto. Así la noción e idea de límite es aquella que nos permite,   en un todo de relaciones como es la vida social y política, existir, ser. Y así se puede entender la idea de orden como variedad de partes, limitadas cada una en lo suyo y propio, que tienden a un fin. 

   Por último y a manera de cota debemos decir que no se puede, seriamente, hacer o sostener una filosofía del progreso ilimitado (como en el orden económico hace el capitalismo y en el orden cultural el progresismo) pues el concepto de progreso es esencialmente relativo, puesto que depende de la opinión profesada por aquél que habla sobre la escala de valores que se dice progresar.

 

   Planteado desde un realismo político el sentido de la historia no es ni cíclico como en los griegos y romanos que no concebían la idea de creación del mundo por un dios, ni es lineal como lo entiende el progresismo, sino que el sentido de la historia es helicoidal, pues en la medida en que se desenvuelve va pasando por ciertas situaciones, casos, hechos y acontecimientos que ocurrieron in illo tempore de manera análogamente similares al presente, pero que no son los mismos como pretende la versión cíclica de la historia y no son radicalmente nuevos como pretende la versión progresista y liberal. Esta versión en forma de espiral del sentido de la historia, le reserva a esta disciplina un lugar de privilegio en el estudio de las cosas humanas.

 

 


[1] Si alguno de estos progresistas hubiera leído al menos a Vico (1668-1744) cuando sostiene que los pueblos pasan por tres edades: la de los dioses, la de los héroes y la de los hombres, que se corresponden a tres formas de gobierno: la teocracia, la monarquía y el democracia, al menos se hubieran hechos demócratas convencidos y hubieran podido superar la democracia procedimental de origen  norteamericana de la mano de John Rawls, que es la que han adoptado como propia sin ninguna crítica. ¡Son un hato de burros!, gritó el paisano cuando escuchó el rebuzno.

EL CORCET DE LOS INTELECTUALES CORRECTOS Y SUS SPONSORS

EL CORCET DE LOS INTELECTUALES CORRECTOS Y SUS SPONSORS

Alberto BUELA

            

                  (Nadie puede dar lo que no tiene)

 

   Muchos nos preguntan hoy cómo uno puede coincidir en parte y a veces en todo con autores tan disímiles como Alasdair MacIntayre, Slavoj Zizek, Michel Maffesoli, Massimo Cacciari o Alain de Benoist para hablar de los extranjeros. Es que estos son los intelectuales que llevan hoy adelante el mundo de las ideas. Son de los pocos que están pensando sobre lo que es y existe, tal como se da en nuestros días. Y no simplemente copiando y diciendo "más de lo mismo".

    Al acabarse una visión totalizadora del hombre, el mundo y sus problemas, y acá nos referimos a la cosmovisión ilustrada que se desarrolló a partir del siglo XVII, al hacerse más complejas y complicadas las relaciones del hombre con su medio social, político, económico y cultural, estos pocos pensadores nos brindan hoy hilos conductores, siempre parciales, pero que de alguna manera nos permiten reconstruir una cierta visión holística de lo que es y existe. Hay que agregar además que se acabó, por estéril e incompleta, la autoridad de los grandes capitostes del pensamiento universal. Los grandes y promocionados autores que forman lo que se ha dado en llamar la policía del pensamiento, ej. Eco, Grass, Savater, Argullol, Rorty, Fuentes, Vargas Llosa, capotaron. Se quedaron sin un mensaje válido. Es puro esteticismo literario y político sin ningún contenido sustancial. Venden sí, porque existe esa máquina extraordinaria de fabricar imbéciles que es el circuito publicitario massmediático. Pero sus ideas carecen de encarnadura ante los problemas que plantea nuestro tiempo.

 

   Las modas y sobre todo las modas literarias y filosóficas pasan y muy rápido. Lo que quedan son los clásicos y los pensamientos que se transforman en clásicos, esto es, aquellos que siempre tienen una respuesta adecuada para los temas de nuestro tiempo. Para poner un ejemplo francés, nación que desde hace 200 años tiene la hegemonía cultural en el "mundo bolita". ¿Quién lee hoy a León Robin,  Brunschwig, Jankélévitch, Levinas, Levy-Bruhl y tantos otros que ocuparon por años las cátedras de la Sorbona? Nadie. ¿Quién lee seriamente desde la filosofía a los actuales Derrida, Henry-Levy, Grucksman o Finkielkraut, a pesar de la masiva publicidad que reciben sus obras? Nadie.

   Ni que hablar del ámbito local (1) el panorama es desolador. Las fuentes de información exclusiva son los dos grandes diarios y lo que no aparece en ellos no existe.

   Y así hablando de los franchutes, ¿quién sabe en nuestro medio de la existencia de Pierre Boutang, la contraparte de Sartre, autor de cientos de trabajos de la mejor y más profunda índole, o de Jean Cau, Gibert Comte, Pierre Gripari, Claude Karnoouh, Jean Sévillia, Claude Rousseau, incluso de Simone Weil o Gustave Thibon? Casi nadie.

 

   Y como nadie puede dar lo que no tiene. ¿Qué pueden darnos nuestros sedicentes pensadores como Lanatta, Grondona, Caparrós, Aguinis, Kovaldoff, si como dice el tango: "vos tenés el mate lleno de infelices ilusiones"? Nada. Confusión y más de lo mismo. Si hablamos de historia contemporánea tenemos que pensar como "se piensa". Es imposible cuestionar, por ejemplo, un tema demonizado como la función de las cámaras de gas en los campos de concentración. Cuando está requeteprobado, por propios investigadores judíos como Norman Finkelstein en La industria del holocausto (2003) que existieron las cámara de gas pero que el gas ziklon B mata piojos pero no al hombre y que los nazis mataron a los judíos y gentiles en los campos de concentración con un tiro en la nuca. Esta es la realidad que mostraron los registros alemanes devueltos por los rusos a Alemania en el 2001.

   Si hablamos de política y cuestionamos la democracia formal que impera en nuestros países, donde todos somos iguales pero algunos más iguales que otros,  inmediatamente, somos tildados de antidemocráticos y fascistas.

   Si hablamos de cultura y cuestionamos la doctrina del multiculturalismo propuesta desde los centros de producción de sentido por el imperialismo yanqui para mantenernos más divididos de lo que estamos en el "mundo boli" nos cuestionan por hegemónicos. Aun cuando nosotros postulemos un interculturalismo para Suramérica.

   Si hablamos de ideología de los derechos humanos contraponiéndola a "los derechos de los pueblos" nos tildan de populistas.

   Y así todo, y sigue y sigue. A cada relato políticamente correcto se le puede oponer una visión y versión alternativa. Y esto es lo que no se acepta. Y no permite el corcet del pensamiento políticamente correcto.

 

   Pongo un ejemplo personal, aun cuando el consejo nos dice que en la vida hay que hablar mucho de las cosas, poco de los otros y nada de uno. Lo hago porque el caso nos viene como anillo al dedo. Quiero aclarar que si critico a estas personas es para remediar el mal que ocasionan, porque no es de mi intención  utilizar el mal como pretexto para desahogarme. 

   Entré a trabajar el año pasado (2005) en el Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires porque alguna autoridad del Instituto me reconoció el mérito de hablar de Suramérica y no de Sudamérica, galicismo evidente. Mi tarea fue, cosa que hice, intentar pensar la identidad bonaerense y perorar por toda la provincia en ese sentido. Algo habremos dicho porque los materiales salieron publicados en Madrid.

   Cambiaron las autoridades y, sin agua va ni agua viene, me dejaron cesante sin más. Consulto, y el actual presidente es un peronista progresista que se dice de izquierda, lo que se llama un funcionario políticamente correcto y formando parte del pensamiento único. ¿Qué se puede esperar de semejante demócrata? Un acto totalitariamente democrático. Me dejó sin laburo y sin mediar ninguna explicación... porque sí. Claro está, este pequeño hombre ruín, la única persecución que sufrió en su vida fue cuando su mamá, en su Olavarría natal, lo corría para que tomara el café con leche. Nadie puede dar lo que no tiene.

 

   Está claro que estos personajes no son verdaderos intelectuales pero eso sí, son gestores de intelectuales y aquí nace el problema. La culpa no es del chancho sino de quien le da de comer, y este tipo de personajes son quienes les dan de comer a los intelectuales. ¿Pero a cuáles? A los que ellos eligen. Y ahí estamos fritos, forfai diría un reo.

   Porque: nadie puede dar lo que no tiene.

 

   Este es el  background  político cultural que le ofrecen desde la provincia de Buenos Aires al presidente. Algo lamentable. Pero Kirchner, será lo que sea pero no come vidrio. Este paquete no se lo venden. Ni hablemos del dinero que le salen estos cambios al erario público de la provincia  con tantas idas y vueltas.

   Vemos entonces cómo el maridaje entre políticos políticamente correctos y pensamiento único, consolida el relato de la policía del pensamiento que nos viene a decir cómo, cuándo y dónde debemos pensar y sobre todo: qué debemos pensar y responder.

   Así el poder político a través de sus gestores (los agentes políticos) al carecer de conciencia política soberana, autónoma y nacional se transforma en el sponsor principal del pensamiento políticamente correcto.

   A su vez, el intelectual correcto, le es útil por dos: a) no sólo no lo cuestiona los chachuyos de los funcionarios, porque está cobrando, sino que b) justifica ese tipo de poder vicario y dependiente de decisiones que, en general,  nos vienen tomadas desde afuera. Se produce así este corcet o brete que se retroalimenta a sí mismo conformado por agentes políticos que no pueden preguntarse más allá de lo dado e intelectuales que vienen a justificar el statu quo reinante.

Así, el cambio el cambio es lo único en lo que no pueden pensar. Renace de sus cenizas el viejo y conocido gatopardismo: Hacer como que cambia algo para que, en definitiva, nada cambie.

 

 

 

(1).- Recuerdo cuando yo era muchacho y comenzaba a estudiar filosofía León Dujovne y Risieri Frondizi (que es de la misma cofradía) eran los  marajás de Capurtala de la carrera. Con los años se apagó su estrella, sea porque se descubrió que Frondizi copió sus tesis de E. Gilson, sea porque los trabajos de Dujovne eran todos un refrito. Aparecieron luego los Barilko, los Jalfen, los Madanes, los Klimosky que se terminaron cociendo en su propia salsa. Hoy tenemos los Kovaldoff, los Abraham, los Feimann, los Heller, los Aguinis, los Rotzinger, etc,etc.  Todo un esfuerzo de publicidad inútil sólo para engrupir a los otarios. La gilada es la consumidora de cultura, en Argentina, a través de los diarios La Nación, Clarín y su hijo putativo Página 12.

   Ciertamente que ellos "logran vigencia" por estar publicitados semana tras semana, día tras día, en los grandes medios gráficos, pero lo que no logran es permanencia. Y éste es su drama, gastan dinero e influencias en su promoción y publicidad y terminan apagándose como la luz de un fósforo en el momento mismo de su muerte. ¿Quién puede proponer hoy, sin caer en el ridículo y la burla, un congreso de filosofía para estudiar el pensamiento de León Dujovne o Jaime Barilko?

   Es que en el orden filosófico y específicamente metafísico es un pensamiento absolutamente inconsistente. Nadie puede dar lo que no tiene.

ALGUNAS NOTAS DISTINTIVAS ENTRE ESPÍRITU Y ALMA

ALGUNAS NOTAS DISTINTIVAS ENTRE ESPÍRITU Y ALMA

Alberto BUELA

                              

                    A Alberto Wagner de Reyna, in memoriam (*)

                                              

   Algo sobre el espíritu

 

   Comúnmente, en la vida cotidiana, los conceptos de espíritu y alma se tornan intercambiables, así se puede decir en forma admirativa: ¡qué alma que tiene fulano! o ¡qué espíritu que tiene mengano! Con lo cual queremos manifestar muchas cosas pero en realidad no decimos casi nada.

   El término espíritu proviene del latín spiritus que significa: soplo de aire, aliento, emanación. Los griegos tenían el vocablo nouV (nous) que se tradujo por mens-mentis = mente, inteligencia, pero también el de logoV (lógos). Esta palabra presenta tantos problemas que se han encontrado setenta y dos acepciones distintas.

   El término empleado en las sagradas escrituras fue to pneuma (pneuma) viento leve, hálito. A diferencia con (nous), más vinculado al mundo del sujeto, (pneuma) posee una connotación cósmica. Vemos entonces como ya en la aproximación etimológica espíritu quiere significar dos cosas: tanto soplo vivaz, vigoroso, despierto; como inteligencia, mente o inspiración.

   Según la más antigua tradición filosófica, el espíritu es caracterizado como el portador del yo, entendido este en dos niveles: como yo primordial = Dios y como yo personal. El espíritu fue interpretado, a su vez, como reflexión, como conocerse a sí mismo. Así el  yo primordial, no creador como en la cosmovisión cristiana posterior, pero sí causa motriz del mundo, fue definido como pensamiento que se piensa a sí mismo;   h nohsiV  nohsewV   nohsiV (hé nóesis noéseos nóesis) (1) . Mientras que a nivel del yo individual se manifestó en el precepto del oráculo de Delfos: conócete a ti mismo= gnvsqi seauton= gnosti seautón.

   Tenemos así el primer rasgo del espíritu: la conciencia o conocimiento de sí y esto lo logra por la reflexión, por su capacidad de poder reflejarse= reflexio a sí mismo. Y esto lo logra a través de la especulación speculum = espejo que es la función de la inteligencia=intus legere, cuando ejercita toda su capacidad: lee adentro, como indica su etimología. Vemos como se imbrincan los dos significados de espíritu en la descripción de su naturaleza y actividad.

    El segundo rasgo del espíritu, a nivel del yo primordial, es la libertad, que está implicada originariamente en la conciencia de sí y la autodeterminación del espíritu. Mientras que a nivel del yo individual va a estar definida por los actos determinados de querer del individuo, el libre albedrío.

 

   El espíritu definido como portador del yo, (teológicamente definido como: ego sum qui sum) o mejor aún, cuya centralidad es el Yo, tiene dos rasgos fundamentales: la conciencia de sí y la libertad. Ahora bien, lo característico del espíritu es que se contrapone al mundo, aun cuando éste es un producto transformado por el espíritu. En primer lugar el espíritu rompe con el mundo de los sentidos y desdeña las comidas, las bebidas, lo erótico. Se opone, estrictamente hablando, no al mundo sino a la mundanidad del mundo, pues: el reino del espíritu no es de este mundo.

   En un segundo momento el espíritu se eleva sobre el mundo, o mejor, sobre su mundanidad. Así se aleja, en la experiencia exclusiva de la santidad, en el momento en que se produce su éxtasis espiritual, luego de haber pasado por la noche oscura según cuenta San Juan de la Cruz. De ese modo se eleva, se abre a todos los vientos y despega de las cosas del mundo en el fenómeno de la levitación tomado habitualmente como muestra sensible de santidad.

 

   El espíritu no debe confundirse con el yo individual, pero cuando éste se liga al espíritu se produce el verdadero desapego de los intereses personales y de las cosas de este mundo, de la mundanidad del mundo. Ello explica que históricamente haya sido la ascesis monástica, con sus reglas, la que le ha brindado al hombre el mejor camino a la vida del espíritu. Todos los otros métodos de acceso a la vida del espíritu son espurios, al menos si tenemos en cuenta sus frutos. Aun cuando  los Beatles busquen en los gurús de la India, que Madonna lo haga en la Cábala hebrea, que Victoria Ocampo lo busque en Rabindranat Tagore o que los ricachones occidentales lo hallen en el Dalai Lama, todo esto lo único que muestra, es que también el espíritu se puede mundanizar y se puede perder. Entre las cosas valiosas que Occidente ha olvidado y el mundo ha perdido, una de ellas es la ascética católica en su versión medieval. Así los pocos monjes que hay, han quedado reducidos - merced al turismo cultural- a la exterioridad del canto gregoriano, ignorándose por completo que dicho canto nace de la mayor y más profunda ascesis monacal. Sin esto por debajo, hasta el canto gregoriano nos ata a los sentidos y viene a cumplir una función contraria a la propuesta.

 

   Ya sé, no va faltar quien me reproche: ¿pero esto no es democrático? ¿Ud. les niega acceso a la vida del espíritu a las otras religiones o cultos?. El espíritu, su vida y su acceso no son democráticos. La relación es siempre jerárquica pues implica mayor o menor plenitud y además es personal, esto es: única, singular e irrepetible.

   Es sabida la respuesta de Santa Teresa cuando se le preguntó acerca de qué es el Cielo y cómo se van a relacionar los hombres allí, a lo que respondió: "el Cielo es la felicidad y plenitud de cada uno en su máxima medida. Lo imagino como un mundo de copas llenas al tope, pero cada una según su capacidad, así las habrá grandes, chicas y medianas".

 

   El pluralismo religioso, sano y bueno para la vida del mundo, donde la religión es un gran naranjal donde cada uno recoge la naranja que más le place, no nos asegura el acceso a la vida del espíritu. Cualquiera que se haya detenido un poco a estudiar las distintas ascesis reconoce rápidamente que la única prueba histórica, el único método enseñable y que además respeta la libertad del hombre es la ascesis católica medieval. El resto, en el mejor de los casos, produce una higiene mental en el yo individual, siempre útil, pero no suficiente. Y si no alcanza lo anquilosa, lo detiene y finalmente lo hace retroceder, de allí el principio por excelencia de la más profunda mística: en la vida espiritual el que no avanza, retrocede.

 

   Es que en orden a la vida del espíritu no basta, no alcanza, con que aquellos que profesan una creencia crean en lo que dicen creer, porque la verdad de la fe no es algo subjetivo como la opinión, pues como afirma un pensador de las postrimerías como Wagner de Reyna en su último trabajo: "Lo que se cree por la fe no depende del acto de creer sino de aquello que éste muestra"(2) .

 

   Algo sobre el alma

 

   Es sabido que cuando se desea introducir en el estudio de algo que se desconoce hay que hacerlo, primero, a través de la investigación sobre los términos básicos y sus prístinas significaciones.

   Nuestro término alma viene del latín anima = soplo, aire, aliento. Que a su vez proviene del griego anemoV = viento. Y en griego alma se dice yuch =soplo, aliento de vida. Vemos como tanto en griego como en latín el término alma quiere indicar la idea de soplo o aliento vital.

   Así, como vimos que espíritu se dice en griego: o nouV y to pneuma (el espíritu o lo espiritual), alma se dice: h yuch (la alma). El carácter de femenino, pasivo y lunar del alma (que nuestra lengua perdió) se conserva en las expresiones como "me duele el alma", "tormentos del alma", "angustias del alma". El alma es lo interno natural mientras que el espíritu es lo externo, o mejor excéntrico. El alma está vinculada con la oscuridad, con la oquedad, en tanto que el espíritu con la luz, es lo solar, lo masculino. 

 

   Los filósofos griegos y cristianos que fueron los grandes pensadores sobre el alma la definieron como: forma corporis, como forma del cuerpo. De alguna manera rompieron con el organicismo romántico de la época heroica de relacionar el alma antes que nada con el espíritu y lo hicieron con el cuerpo. La doble paradoja que se plantea es la siguiente: el alma como eidos = forma significa lo visto, pero al mismo tiempo psyché = alma es no visible. Y por otra parte, el cuerpo humano es tanto visible como vidente, pues es el mismo cuerpo quien es visto y quien ve, como observó Merleau-Ponty. Esta doble paradoja viene a mostrar que no podemos estudiar el cuerpo como una cosa cualquiera del mundo, pues no hay aquí dualidad sino unión indisoluble, y al mismo tiempo que el alma humana que se toca con el espíritu y se transforma en alma espiritual y de este modo se abre a que trascienden al mundo. Y se hace también : el alma humana pertenece tanto al tiempo como a la eternidad.

  

   A su vez, el pensamiento cristiano crea una nueva categoría, la de persona, que es la que se va a relacionar con la de espíritu, dejando la de alma  para relacionarla con el cuerpo. Así la persona va a ser entendida como el centro activo en que el espíritu se manifiesta. Sea la persona divina o la persona humana. Y este espíritu y esta persona va a ser entendida como acto puro (Dios) y plexo de actos (el hombre). La singularización del hombre, aquello que lo diferencia sustancialmente del animal es que el hombre es persona, porta espíritu y con él sus rasgos de: autoconciencia y libertad.

   El alma va a representar el elemento de la vida, va a ser el principio vital, sea vegetativa, sensitiva o racional. Ella va a animar al cuerpo,  mover al cuerpo, cuando éste deja de moverse decimos que está muerto, que el alma se fue, deja de darle forma al cuerpo y entonces el hombre, el animal o la planta se desforman, pierden la forma y mueren.

   Ahora bien, como es sabido el alma no está localizada en ningún punto del cuerpo como pretendían los filósofos modernos (poca ciencia aleja de Dios, mucha acerca) con Descartes a la cabeza, en contra de lo sostenido por los filósofos medievales que simple y profundamente afirmaban que era: forma corporis.

   El alma volvió, en el siglo XX, a ser entendida como forma del cuerpo, en el sentido de que el hombre constituye una unidad psicofísica sustancial. Lo que plantea no ya una cuestión filosófica, stricto sensu, sino teológica, y es la siguiente: ¿Si el sentido del alma es informar a un cuerpo, es un sin sentido pensar un alma separada de un cuerpo como ocurre con la muerte?.

   Esto ha desvelado a las más lúcidas cabezas del siglo, pues el alma a través de su cuerpo tiene una relación real con el universo material, entonces ¿el alma pierde en la  separación de su cuerpo su relación con el mundo material?. A lo que el teólogo Karl Rahner responde: "Si la respuesta es afirmativa la muerte convertiría al alma en un ser acósmico, trascendente al mundo... y si es negativa el alma se abre a una relación pancósmica con el mundo(3).

   La segunda respuesta es la que da Max Scheler cuando va a sostener que: la vida psicofísica es una para todos.. y no existe el menor motivo para distinguir al hombre del animal por su vida psíquica... ni atribuir al alma del hombre un destino especial como hace el creacionismo"(4), cayendo en un panpsiquismo cosmológico al final de su brillante carrera de filósofo.

 

   Lo cierto es que como la relación del alma con su cuerpo es trascendental, es decir, una relación identificada con el alma misma en su ordenación a un cuerpo, esta relación permanece después de la separación del alma y el cuerpo, lo que indica que la reinformación del alma respecto a su cuerpo es inmediata. Así la identidad del cuerpo resucitado con el anteriormente informado no sólo es idéntica sino inmediata.

 


 

   (*) El eminente filósofo  peruano acaba de fallecer en París a los 92 años el 9 de agosto de 2006. Su última carta, escrita en dos días 22 y 23 de julio, es sobre este tema en donde ante una consulta nuestra nos responde:

   Querido Tocayo: Muy interesante su articulo y muchas gracias por amable mención de mi ultimo trabajo. Tiene usted razón: es arduo el tema y especialmente , por ello nunca me he aventurado a tratarlo de frente.
Algunas consideraciones sobre su articulo:
Etimologías. - Deja usted de lado PNEUMA (hálito, leve viento benévolo=spiritus) empleado en las sagradas Escrituras. No indica que viene de y que ANEMOS significa precisamente y que PSYCHE se refiere, en primer termino, a la respiración, aliento, como vida. (Anecdóticamene le contare que el AD 1935 asistí en Berlín a todo un semestre universitario de Nikolai Hartmann sobre el espíritu. Lo dividia en tres: Subjetivo (en alma individual), objetivo (del pueblo) y objetivado (obra de arte). El primero esta inmerso en el segundo y ambos se expresan en el tercero).
Continuación mañana...........................

 

   Nuestra respuesta:

 

   Muchas gracias querido Profesor y Tocayo: Esto era lo que quería de Ud.: que me fuera haciendo estas sabrosas y medulares observaciones, que es lo que me faltaba. Por favor, sígame escribiendo así, por etapas y en la medida en que esté con "animus", de modo que yo mismo lo pueda ir completando el trabajito. Un abrazo. Alberto Buela

   Segunda carta 23 de julio de 2006

 

   Continuación.
   Creo que ha visto usted muy bien el asunto. El alma es el EIDOS (forma) del hombre, y con ello de su cuerpo. (Aquí hay una paradoja, pues EIDOS significa y el alma (PSYCHE) no es visible!!!!) Es la cúspide natural del hombre, visto desde el mundo (órganos, pasiones, situación, etc.) que se toca con el espíritu (alma espiritual) y de este modo se abre a que trascienden al mundo. Y se hace también : el alma humana pertenece tanto al tiempo como a la eternidad.
   Con el Cristianismo, el hombre, si es cristiano, se inclina mas hacia el lado trascendente: es el ANTHROPOS PNEUMATIKOS, de que habla san Pablo.
Si tiene usted tiempo e interés en el alma en Aristóteles, le recomiendo leer: Alberto Wagner de Reyna: El concepto de verdad en Aristóteles (Segunda parte) en Revista de Estudios Clásicos de a Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, Tomo VII, 196O, pág. 1 -79. Encontrara allí un comentario al libro tercero DE ANIMA que incide en la problemática de su articulo, que me parece - como le dije - muy interesante y valiente.
El calor es sofocante. Los años pesan sobre la salud. ¡Lo que Dios quiera!
 
Fuerte abrazo. Alberto.



 (1) Aristóteles: Metafísica 1074 b 33.-

 (2) Wagner de Reyna, Alberto: Verdad y Fe, Roma-Segni, IVE, 2006, p.47. Este venerable filósofo peruano nos cuenta en carta del 22-7-06 a propósito del tema: "Anecdóticamente le contare que el AD 1935 asistí en Berlín a todo un semestre universitario de Nikolai Hartmann sobre el espíritu. Lo dividía en tres: subjetivo (en alma individual), objetivo ( del pueblo) y objetivado (obra de arte). El primero esta inmerso en el segundo y ambos se expresan en el tercero".

 (3) Rahner, Karl: Sentido teológico de la muerte, Barcelona, Herder, 1969, pp 21 y 22.-

 (4) Scheler, Mac: El puesto del hombre en el cosmos, Buenos Aires, Losada, 1967, pp.103 y 104.-

LA ISOSTENIA CULTURAL: PATOLOGÍA DEL PENSAMIENTO ÚNICO

LA ISOSTENIA CULTURAL: PATOLOGÍA DEL PENSAMIENTO ÚNICO

Alberto BUELA

 

   Quisiera dejar en esta breve meditación si no una idea original (que lo es sin duda), al menos originaria (pues se origina en nosotros y no es copia de nadie). Este es el concepto de isostenia cultural. Con la inauguración de este concepto lo que pretendemos es trabajar en la descripción  del pensamiento único y políticamente correcto.
   El termino proviene del griego isoV (igual), y  stenoV (estrecho), que se traduce por similar consideración. La noción quiere indicar la existencia de gustos, actitudes, normas, estimaciones y expresiones artísticas, contradictorias entre sí, pero de igual valoración cultural. Ello hace imposible una valoración jerárquica de los productos culturales al mismo tiempo que nivela todos por el mismo rasero. No se distingue lo bueno de lo malo y se intentan borrar todas las diferencias entre la cursilería y la maestría, lo lícito y lo ilícito, lo sagrado y lo profano, lo cotidiano y lo festivo.
   Así, la televisión basura está al mismo nivel que el más exquisito de los pintores y los grandes textos literarios, perdiendo su valor en sí, son sólo pre-textos para otros textos. El reinado de la mediocridad desea justificar su propia incapacidad nivelando todo por lo bajo. La época de la nivelación que llamara Max Scheler.
   La imposición del concepto de isostenia, (debida en primer lugar a los antropólogos sociales noramericanos según los cuales no existe ninguna cultura superior a otra, desde Franz Boas para acá) al ámbito reducido de las expresiones artísticas y culturales personales logró en nuestra época postmoderna relativizar toda expresión cultural en donde lo más vulgar, burdo y plebeyo es equiparado en valor a lo más noble, fino y profundo que produce el hombre.

 

  Pero no termina allí la funcionalidad de la isostenia, sino que llevado el concepto a dominios más amplios, que aquellos de la persona, ha reemplazado a las culturas populares por la vulgaridad más chata y mercantil. Así, la denominada bailanta – mezcla de cumbia, chebere, salsa y mal gusto – sustituyó la música popular. Y no faltará el estulto que iguale y equipare lo popular con lo masivo, lo popular con lo homogéneo, lo popular con la carencia de matices. El grave problema que se plantea hoy día a las identidades nacionales y personales no es la identidad de los otros, sino la identidad entendida de todos por igual.

   En realidad el concepto de isostenia cultural, que se aplica de igual manera al arte, la filosofía, la literatura, la política, la historia, la música, la arquitectura es producto de la razón calculadora de la modernidad en donde el hombre aparece por primera vez definido como una res extensa, como una cosa mensurable. Y si lo podemos medir, se preguntaron, lo podemos etiquetar y encorsetar en un modelo único y de validez universal siguiendo el modelo de la mathesis matematica.

 

   La isostenia tiene su proyección en el campo político a través del concepto de lo políticamente correcto en donde el consenso massmediático va reemplazando a los partidos políticos. De allí que con agudeza se haya hecho notar que hoy, el discurso político, que hemos caracterizado como “un compromiso que no compromete”, se encuentre dirigido no al pueblo sino a los mass media.
   Largas horas pasan nuestros políticos hoy explicando en los medios sus propias declaraciones a los medios, mientras que la realidad sigue su curso que no es, casualmente, gobernado por ellos sino por los poderes indirectos que son a la postre, entre otras cosas, los dueños de los medios. Hoy la instalación política de cualquier candidato es antes que nada mediática y luego, pero lejos, se resalta su capacidad de ejecución y gestión.

 

   El concepto de isostenia cultural al sostener por principio el relativismo cultural y el escepticismo filosófico limita la crítica a la esfera de la reflexión, dejando de lado toda proyección de ésta (la mera crítica cultural) al campo de la vida social y política. Es por ello que sus intelectuales orgánicos pertenezcan a la izquierda progresista y sus variantes socialdemócratas carecen de pensamiento político crítico, pero se llenan la boca acerca de la creación de un pensamiento crítico. Son simples agentes del simulacro, del “como si” kantiano, que es uno de los signos de nuestro tiempo.

   La isostenia cultural rechaza de plano lo diferente y su expresión: el disenso, porque significa y exige otra cosa distinta de lo vigente, de lo dado. El disenso funda la alternativa real y exige de suyo un paso que va más allá de la crítica meramente teórica, porque el disenso es ruptura con la opinión, que en las sociedades de masas y de consumo es siempre y sólo opinión publicada, y no ya más opinión pública.

   La isostenia cultural es, en definitiva, la patología propia del pensamiento único y políticamente correcto, que ha devenido en nuestros días la consecuencia más evidente del fracaso por los errores filosóficos del liberalismo y del marxismo en sus concepciones sobre el hombre, el mundo y sus problemas. Como gustaba decir don Miguel Angel Virasoro, uno de nuestros máximos filósofos.

EL RENACIMIENTO Y SU HERENCIA

EL RENACIMIENTO Y SU HERENCIA

Alberto BUELA

 

   El gran historiador del período baja Edad Media- Renacimiento, el holandés Johan Huizinga (1872-1945), afirma que: “El desarrollo del concepto Renacimiento es uno de los ejemplos más claros de la falta de autonomía de la disciplina histórica, de la relación que es al mismo tiempo su debilidad y su gloria: su indisoluble vínculo con la vida contemporánea(1). El holandés se equivoca y acierta al mismo tiempo. Yerra cuando presupone que el concepto Renacimiento debe de ser estudiado por la historia, cuando, los conceptos los estudia la filosofía. Y acierta cuando vincula la historia a la vida contemporánea. Nosotros acá vamos a estudiar dónde “erró el vizcachazo”.

 

   Es sabido que existe una correspondencia entre lo que pasa en las altura de la vida espiritual y el fondo de la vida material de las sociedades y eso es lo que sucedió con el Renacimiento, las fuerzas humanas se desprendieron de su centro o su fondo espiritual y pasaron a la superficie. Así,  la pintura, la escultura y la arquitectura fueron las primeras en manifestarse como anotó Lorenzo Valla en el prefacio de su Elengantiae linguae latinae. Esta frescura pensada como un retorno, de ahí Renacimiento, a las fuentes de la sabiduría y de la belleza, este volcarse al descubrimiento de la naturaleza, esto fue “el desarrollo de este concepto”.  Y en este sentido afirma el filósofo existencialista ruso Nicolás Berdiaeff (1874-1948) que: “El Renacimiento basado sobre el humanismo descubrió las fuerzas creadoras del hombre, no como ser espiritual sino como ser natural. Pero el hombre natural arrancado del hombre espiritual, no posee fuentes inagotables para su creación(2).

 

   Pero el Renacimiento no fue como comúnmente se cree y se divulga una ruptura con la Edad Media, un tirar por la borda lo que había hecho el hombre durante mil años. Afirmar ello es una versión errónea, cuando no interesada de lo que hoy se llama el pensamiento anticristiano, o mejor aun anticatólico.
   La Edad Media, y sobre todo “el otoño de la Edad Media”, según el hermoso título de otro trabajo de Huizinga, había preparado el florecer del primer Renacimiento, en que el catolicismo no solamente conducía al hombre al cielo sino que exaltaba la belleza y la gloria sobre la tierra. Jacobo Burckhart en La cultura del Renacimiento en Italia e incluso Votaire, anticristiano declarado, reconocen que fue la libertad y riqueza de las ciudades medievales la matriz del Renacimiento. Todo lo que tuvo de auténtica grandeza el Renacimiento estuvo vinculado al ordo christianorum. Los tipos humanos más emblemáticos de esta unidad entre el medioevo y el Renacimiento son: Giovani Pico, príncipe de Mirándola e Concordia: “En el hombre que nace el Padre colocó semillas de toda clase; según lo que cultive cada uno darán sus frutos. Si son vegetales será planta, si sensible será bestia, si racional se convertirá en animal celestial y si son intelectuales, será ángel e hijo de Dios(3). Y Erasmo de Rotherdam, quien en carta a León X dice:  “Este nuestro tiempo, que promete ser una edad de oro, en el cual veo restaurarse, bajo vuestros felices auspicios y gracias a vuestros sagrados consejos, tres de las bendiciones principales de la humanidad: Primero, aquella auténtica piedad cristiana que cayó en decadencia; segundo, el saber de la clase superior hasta aquí en parte desdeñado y en parte corrompido y tercero, la pública y perdurable concordia de la Cristiandad, fuente y origen de la Piedad y de la Educación(4). Como vemos, nada más ortodoxamente católico en ambos. Es más, hasta algunos Papas apoyaron el Renacimiento y su espíritu se manifiesta con fuerza en el Vaticano como cualquier turista puede ver. No hay una contradicción como erróneamente y popularmente se afirma entre Renacimiento y Edad Media sino una continuidad, y eso se ve sobre los pueblos mediterráneos con el apego estético al culto, que el Renacimiento enaltece.
   Aquello que deslumbra al hombre del Renacimiento es la adquisición de saber científico (el surgimiento de la máquina) y así la naturaleza comienza a sustituir a Dios, pero esto no se produce, como afirma la versión “ilustrada y progresista” del Renacimiento, como un sublevación contra el pasado religioso y espiritual de la Edad Media. No. El Renacimiento es la secuencia natural de una acumulación de saberes de mil años. Lo que ha sucedido fue que: “el Renacimiento fue traicionado en su espíritu por la época posterior(5). Así podemos decir que tuvo dos corrientes que lo continuaron: a) Una legítima y fiel al espíritu de renacentista, que no predominó: el barroco y b) Una ilegítima, que fue quien con el tiempo dominó: la ilustración.

 

   El barroco no aceptará jamás la visión pesimista del hombre que el protestantismo encierra en su doctrina. A la salvación del hombre por la sola gracia agregará los méritos de las obras debidas a su libertad y responsabilidad. Y la dignidad del hombre no estará dada entonces dada por el éxito predestinado por Dios, sino que el hombre barroco fincará su dignidad en la calidad y magnificencia de sus obras. Va a defender frente al mundo protestante la autonomía del hombre a los ojos de Dios. El hombre barroco no es otra cosa que el hombre católico. Vitoria, Suárez, Vico son sus mejores representantes. Pero, paradójicamente, encuentra su mejor y mayor expresión en Nuestra América en el denominado barroco americano, esa imbricación entre lo telúrico y lo arribeño, entre lo indio y lo católico, entre colonizador y conquistado, que produjo esta ecúmene indoibérica y un tipo humano: el criollo, que se expresa en este nosotros que somos: ni tan español ni tan indio, como gustaba decir Bolívar.

 

   Digresión argentina. Este espíritu del Renacimiento anclado en el núcleo espiritual de la Edad Media es el que llega a Nuestra América de mano de los conquistadores que aquí se expande y se ensambla, paradójicamente, en Argentina de una manera casi perfecta con el espíritu del romanticismo europeo o segundo renacimiento que se produce sobre todo en Alemania y en el norte de Italia a principios del siglo XIX (Hegel, Schiller, Schlegel, Pestalozzi, Capponi, el padre Girard, y que traen las masas de inmigrantes, sobre todo  italianos, franceses y alemanes. Esto es lo que explica el misterio del “crisol de razas o melting pot ” argentino. Un fruto casi perfecto entre inmigración e integración realizada más allá de dirigencia política y social.

 

   La otra corriente, la Ilustración, que fue la que históricamente primó. La que, en definitiva, se volvió contra el espíritu del Renacimiento creó un instrumento contundente para su triunfo: inventó el Estado. La idea de Estado es ajena a la mentalidad renacentista que se manejaba con un sistema señorial anclado en la idea mayor de ecúmene que proviene del corazón de la edad media, expresada con el término de Cristiandad. Esto es, la organización social y política al modo cristiano.
   El Estado, invento político máximo de la Ilustración, se alza como una instancia neutra entre católicos y protestantes, reduciendo la religión a un uso privado. Esta idea del Estado es tan fuerte, nuclea en sí tanto poder, que en la Ilustración, incluso las iglesias protestantes se identificarán con el Estado. Tanto la luterana-anglicana como la calvinista. Y la que será marginada, por el sistema dominante, será la Iglesia católica, quien seguirá insistiendo en la representación política orgánica del hombre, en contra de la impuesta representación formal, numeral o mecánica del Estado liberal. Es sabido que cuando las potencias humanas salen del estado orgánico, quedan inevitablemente sujetas al estado mecánico.

 

   El Renacimiento comenzó en el sur, en Italia y los pueblos mediterráneos, y asumió un humanismo creador (su máximo fruto fue América); por el contrario en el mundo germánico asumió, ante todo, la forma religiosa en una rebelión contra la Iglesia católica como lo fue la Reforma. “El Renacimiento, ha sostenido el citado Berdiaeff, ha sido el punto de partida de los tiempos modernos. Pero la Reforma, las luces de la Ilustración, la Revolución francesa, el positivismo del siglo XIX, el socialismo, el anarquismo, todo eso, es la descomposición del Renacimiento, la revelación de las contradicciones intrínsecas del humanismo profano, y el empobrecimiento progresivo de las potencias creadoras del hombre(6).

 

NOTAS

1.- Huizinga, Johan: Hombres e ideas, Bs.As., Fabril Editora, 1960, p.216.-         
2.- Berdiaeff, Nicolás:
La nueva edad media, Bs.As., Club de Lectores, 1946, 21.-
3.- Della Mirandola, Pico:
Discurso sobre la dignidad del hombre, UNCuyo, Mendoza, 1974, p.42.-
4.- Erasmo:
Carta al Papa León X, en 1517.-
5.-Gelati, Bruno:
Reflexiones acerca del Renacimiento, México, Itam 53, 1998, p.56.-
6.- Berdiaeff, Nicolás:
op.cit. p.28.-

EDUCACIÓN DIFERENCIADA: UNA OPCIÓN DE LIBERTAD

EDUCACIÓN DIFERENCIADA: UNA OPCIÓN DE LIBERTAD

Fernando RUIZ RETAMAR

 

  Las escuelas diferenciadas están aumentando en los países más desarrollados. En Estados Unidos republicanos y demócratas unieron fuerzas para revisar la legislación educativa, y en 2002 lograron derogar la ley federal que imponía la enseñanza mixta en el sistema público; en 2004 se anunciaba un proyecto de ley que obliga al sistema público a ofrecer proyectos de educación diferenciada por sexo.

   En 2004, los socialistas y los verdes de Alemania, con el apoyo de los movimientos feministas, consiguieron que se autorizasen clases diferenciadas por sexo en algunas asignaturas. Sus colegas austriacos y suecos los siguen de cerca. En Australia, en un solo año, crecieron las solicitudes de plaza para centros diferenciados en un 50%.

   El auge de la educación diferenciada en estos países responde a la experiencia y a investigaciones que demuestran que "la escuela diferenciada beneficia el proceso de aprendizaje, ayuda a un mejor desarrollo de la personalidad de los alumnos y consigue mejores resultados académicos" (1). Según algunos estudios, este modo de organización escolar está en mejores condiciones para superar los estereotipos de género y para mejorar las actitudes de respeto hacia el otro sexo.
   En un primer momento, las investigaciones se centraron preferentemente en las ventajas de esta educación para las chicas, y sus conclusiones provocaron un cambio de postura de gobiernos, partidos políticos y movimientos feministas. Luego, se han valorado también las ventajas para los chicos, especialmente desde la publicación del estudio "The fragile male" por S. Kraemer, que inició un gran debate científico sobre "la vulnerabilidad masculina".

 

UNA MIRADA ATRÁS

 

   Hasta mediados del siglo XX, la educación separada para chicos y chicas era la regla general en toda Europa. En la década de los 60, empieza a generalizarse la escuela mixta porque parecía un modo de responder, con facilidad y rapidez, a la gran demanda de plazas escolares que había provocado la llegada masiva de estudiantes al sistema educativo, a causa de la elevada natalidad en los años precedentes y por la generalización de la enseñanza obligatoria. España seguirá esta tendencia a partir de 1970, pero será en la década de los 80 cuando la enseñanza mixta se imponga como modelo único en la escuela pública, y cuando las presiones políticas a la escuela concertada lleven a generalizar ese modelo, salvo contadas excepciones.

   La escuela mixta ofrecía ventajas para atender con rapidez la demanda en determinadas zonas, con un coste presuntamente menor. A esto se añadieron las presiones ideológicas de algunos grupos feministas, pero no hubo una investigación previa serena y rigurosa que avalase la validez pedagógica y formativa de la enseñanza mixta. Simplemente se aceptó como un postulado que no necesitaba demostración.

 

LA FUERZA DE LOS HECHOS

 

   Las investigaciones recientes han comparado determinados parámetros en escuelas mixtas y diferenciadas, y han constatado que en la escuela mixta es más difícil atender a la diversidad de los alumnos, son más frecuentes los problemas de disciplina y de absentismo escolar, y más altas las tasas de fracaso escolar (2). La presencia de alumnos y alumnas en la misma aula genera dificultades de atención (3) y, sorprendentemente, las aulas mixtas refuerzan los estereotipos de género (4), cuando los partidarios de la coeducación señalaban su eliminación como un postulado de la escuela mixta.

 

Tres razones avalan el valor pedagógico de la educación diferenciada:

 

   1. ATENDER MEJOR A CADA ALUMNO

   Ser hombre y ser mujer son dos modos diferentes de ser persona. La idéntica dignidad de cada ser humano se realiza de modo diferente en cada sexo, incluso desde antes de nacer (5). Este hecho es aceptado hoy por un amplio sector del feminismo, como muestran declaraciones de personas tan señaladas como Cristina Hoff Sommers, Christa Meves, Heidi Simons, Hillary Clinton o Rosa Montero.

   Los padres tienen claro que los ritmos de maduración personal son diferentes en niños y niñas. Las chicas adelantan su madurez en la educación secundaria y, en las aulas coeducativas, suelen acaparar los primeros puestos. Esto provoca con frecuencia que los chicos renuncien a una estimulante competencia, al reducir sus aspiraciones intelectuales. Como reacción a esta percepción de inferioridad, los chicos suelen reaccionar con excesos de violencia y actitudes sexistas (6). Esta situación se acentúa por el hecho de que el 90% de los docentes no toma en cuenta las diferencias de sexo (7) exigiendo lo mismo y del mismo modo a niños y niñas, lo cual no beneficia a nadie.
   En ese marco no es infrecuente que los chicos sean castigados por comportarse como chicos: rebosantes de vitalidad, inquietos, desordenados. El axioma de la identidad de los sexos provoca, en ocasiones, que algunas conductas completamente normales se interpreten como síntomas patológicos e, incluso, se lleguen a tratar médica mente sin necesidad, como se ha llegado a comprobar en el 20% de la población escolar masculina de algunos distritos de Estados Unidos (8). Por el contrario, no faltan los casos en que los chicos acaparan la atención de los profesores, en detrimento de la atención que reciben las chicas (9).

    Las investigaciones señalan que las chicas educadas en colegios femeninos tienen una actitud menos estereotipada, más elevado autoconcepto y mejor control interno. En estas escuelas les resulta más fácil adquirir capacidad de liderazgo y establecer relaciones más sólidas con las compañeras y el profesorado.

 

   2. MEJORAR EL PROCESO DE SOCIALIZACIÓN

   Una de las misiones fundamentales de la escuela es ayudar a las familias a enseñar a los chicos a vivir en sociedad. Dado que la vida es mixta, una teoría afirma que la coeducación resultará más eficaz a estos efectos; sin embargo, algunos estudios señalan lo contrario: la conducta de los chicos suele ser más agresiva en centros mixtos, a pesar del pretendido efecto moderador que supondría la presencia de las chicas.
En los centros diferenciados, los chicos se encuentran más cómodos para escoger asignaturas o carreras "típicamente de chicas" (arte o literatura) y lo hacen en mayor proporción. De modo similar ocurre a las chicas con asignaturas "masculinas", como ciencias o ingeniería.

   Por otro lado, los jóvenes necesitan ver personas adultas que les sirvan como modelo. Cada persona necesita modelos de su mismo sexo, especialmente si han crecido en hogares monoparentales, y los centros diferenciados suelen ofrecer una mayor proporción de profesores que pueden servir de punto de referencia a los alumnos, con los que es posible un diálogo natural, profundo y enriquecedor.

 

   3. MEJORAR EL RENDIMIENTO ACADÉMICO

 

   Cuando hay niños y niñas en el aula, el profesor ha de elegir, porque con un método ellas se aburren, mientras que con el otro los chicos se pierden. Probablemente ésta sea una de las causas del mejor rendimiento académico de los alumnos de escuelas diferenciadas, junto al diferente ritmo de maduración de chicos y chicas. Como muestra de los muchos estudios que se han realizado, podríamos citar:

   El Australian Council for Educational Research siguió durante seis años a 270.000 alumnos escolarizados en ambos tipos de centros. El informe publicado en 2001 señala que las escuelas diferenciadas habían obtenido entre un 15 y un 22% mejores resultados.

   Los resultados del General Certificate of Secundary Schools indicaban en 2002 que el 60% de los colegios públicos mejor clasificados en Inglaterra y Gales no eran mixtos. En los resultados de los últimos cinco años del estudio Top Independent schools, publicado por Financial Times, las 25 mejores escuelas ofrecían enseñanza diferenciada.

   Lee y Bryk investigaron una muestra de 75 High Schools de los Estados Unidos y constataron que los alumnos de centros diferenciados obtenían mayor rendimiento académico y manifestaban aspiraciones más altas (10).

   El informe correspondiente a 2003 sobre las escuelas de Ontario (Canadá) manifiesta que diez de los dieciséis centros con mejores resultados ofrecen enseñanza diferenciada.

 

UN MODELO EDUCATIVO NO DISCRIMINATORIO

 

   La libertad de enseñanza, reconocida por el artículo 27 de nuestra Constitución, ha de ser interpretada "de conformidad con la Declaración Universal de los Derechos Humanos y los tratados y acuerdos internacionales sobre las mismas materias ratificados por España" (11).

   En 1960, la UNESCO indicó expresamente que "no es discriminatorio mantener centros de enseñanza separados para los alumnos de sexo masculino y para los de sexo femenino", siempre que se ofrezcan a chicos y chicas iguales oportunidades en las escuelas separadas, con un nivel de calidad semejante. En 1999, el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de la ONU recordó la plena vigencia de este artículo.
   Sin salir de nuestras fronteras, la Audiencia Nacional sentenció en 1999 que "el hecho de que en un centro docente se impartan enseñanzas sólo a niños o a niñas no puede considerarse que suponga una discriminación por razón de sexo". Anteriormente, el Tribunal Constitucional había declarado que la Constitución "no prohíbe toda diferencia de trato en el ejercicio de los derechos y libertades: la igualdad sólo es violada si la desigualdad está desprovista de una justificación objetiva y razonable". La educación diferenciada no discrimina a los alumnos, sino que pretende atender mejor a la diversidad natural de chicos y chicas en aulas diferentes, siempre con "una educación de igual calidad, con idénticos contenidos, pero de la forma más adecuada a las capacidades de cada uno”. (8)

 

UNA OPCIÓN DE LIBERTAD

 

   La Declaración Universal de los Derechos Humanos en su artículo 26.3 establece que "los padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que se dará a sus hijos". La Constitución Europea en su artículo 74 consagra "el derecho de los padres a garantizar la educación y la enseñanza de sus hijos conforme a sus convicciones religiosas, filosóficas y pedagógicas" .

   Un modelo único, sea el que sea, atenta contra los derechos de la persona. En una sociedad democrática y plural, los poderes públicos deben asegurar que todos los padres puedan elegir el modelo educativo que prefieren para sus hijos y garantizar la gratuidad de la enseñanza obligatoria, independientemente del modelo que cada cual haya escogido.

 

Notas

 

1 "La educación diferenciada", COFAPA, 2004,
2 CONLON, R.W. "Teaching boys. New research on masculinity and gender strategies for schools", Teachers College Reeords, 98. 1996.
3 Fisher and Potter (1977), Sarah et alii (1980), Barba ft Cardinale (1991), etc.
4 Lenskyj 1990, entre otros.
5 RHOAOS, Steven. Taking sex differences seriously, 2004.
6 MOSCONI, Nicole. Effets et limites de la mixité seo/aire, 2004.
7 WOLCOTT, Jennifer en The Christian Science Manitor ; 25-10-2004.
8 CALVO CHARRO, María: "Todos iguales pero diferentes, El derecho a una educación diferenciada". 2004.
9 American Association of University Women: How Schools Shortchange Gir/s. Washington 0:0:, 1992,
10 LEE, V,E. ft BRYK, A.S: "Effects of single-sex secondary schools on students achievements and attitudes", Journal or Educational Psychology, 78, 1986,
11 Constitución Española. Artículo 10.2,

LA FILOSOFÍA COMO RUPTURA CON LA OPINIÓN, O EL EJERCICIO DEL DISENSO

LA FILOSOFÍA COMO RUPTURA CON LA OPINIÓN, O EL EJERCICIO DEL DISENSO

Alberto BUELA

                                                                                            

   Aun cuando desde los presocráticos se viene sosteniendo la escisión entre filosofía y opinión por aquello de  Heráclito de Éfeso cuando afirmaba que “El vulgo como los asnos prefiere la paja al oro”, es ciertamente Platón quien  plantea en forma específica el tema de la filosofía como ruptura con la opinión. Para el hombre de espaldas anchas la contraposición entre doxa y episteme; doxa y sophia es total, el ejemplo clásico es la alegoría de la línea en la República.
 
   En general puede decirse que esta caracterización de la filosofía ha sido adoptada por los verdaderos filósofos que en el mundo ha habido, desde Platón hasta Ciorán. Por el contrario los profesores, los que viven de la filosofía han sido siempre propensos a pensarla como justificación de lo que se hace y piensa en ese momento. La filosofía de la universidad o de la academia hoy, para poner por caso J. Habermas,  es coincidente con la opinión publicada. Para ellos pensar es consensuar, para los genuinos filósofos,  pensar es disentir.

   El disenso es lo que permite crear teoría crítica, tanto en ciencias sociales como en filosofía. Y hoy, la mediocridad de ambas disciplinas radica en esta incapacidad de pensar críticamente. O lo que es lo mismo, explica la vigencia de un pensamiento único.

 

   Así el pensamiento consensual por boca de los gurús de turno nos dice que la crisis de representatividad política radica en la corrupción de los políticos. Y así propone múltiples mecanismos para purificarlos: eliminación de las listas sábanas, no repetición de los mandatos, declaraciones juradas de bienes, etc.,  mecanismos que no son de suyo malos, pero que no llegan al meollo profundo del problema, pues son pensados desde un pensamiento no- crítico, desde el pensamiento conformista.
 Por el contrario pensar desde el disenso implica caracterizar la crisis de representatividad política no como una falla de los medios para hacerla, lo cual no es falso pero no es suficiente para especificarla, sino por que lo que está en juego es la anulación de la política dado que ha cesado el principio de soberanía de las naciones.

   La sola mención del principio de soberanía transforma cualquier pensamiento en políticamente incorrecto. Pues el concepto de soberanía es considerado por la opinión publicada pasado de moda, inactual, no vigente. 
   Propongamos otro tema: el del imperialismo, para que se pueda apreciar aún más las diferencias. Para el pensamiento único, en su versión socialista, el imperialismo es la madre de todos los males y se ubica en Wall Street, y en su versión liberal no existe. Sólo existen empresas exitosas.
   Por el contrario, para el pensamiento no conformista el  imperialismo no está localizado en un lugar sino que se maneja en un espacio abierto de flujos de capitales sin codificar y desterritorializado. El verdadero poder está ejercido por los poderes indirectos o indeterminados que bloquean ciertos canales y facilitan otros, ejerciendo el gobierno por condicionamiento de respuestas y no directamente.
 
   Como puede apreciarse, en un caso se continúa caracterizando al imperialismo con las categorías socialistas del siglo XIX y en el otro, se lo describe más bien como imperio de la especulación dineraria o república usurocrática mundial, al decir de Ezra Pound. ¿Se aprecia la diferencia de caracterización de las nociones de crisis política e imperialismo para el pensamiento consensual y para el disidente? Bueno, esto mismo pasa en todos los ámbitos y planteos.

 

   Hace ya muchos años un filósofo alemán, Nicolai Hartmann, daba algunos simples consejos para constituir un buen pensamiento crítico. “El fenómeno, dato primario de la realidad, formula espontáneamente una interrogación; el problema resulta suscitado por la conciencia del sujeto en virtud de esa interrogación; la teoría es la respuesta que da el hombre a la pregunta por el fenómeno(1).Así, primero había que describir sin  preconceptos el fenómeno, esto es ir a las cosas mismas. No llegar a la realidad a través de la opinión o una idea preconcebida. Esto que hoy se llama ideologizar. En segundo lugar poner a la vista todos los problemas que esa realidad nos plantea, dejando para el final la elaboración de la teoría crítica que  los explique y resuelva. Si se resuelven hay un desarrollo del saber, de lo contrario, quedan como problemas abiertos que son los que muestran la existencia de un algo inaccesible en el fondo del ser.

   Es interesante notar que el pensamiento consensual  al no ser crítico, aunque piense que lo es, adopta  la vanguardia como método, la ciquiricata de los suyos como expresión y el silencio para los que no piensan de igual manera. El pensamiento disidente debe hacer un doble esfuerzo, primero poder ser aceptado como pensamiento por la opinión publicada que como hemos dicho forma parte del pensamiento consensual y, en segundo lugar, elaborar teoría crítica y no simplemente  teoría de demonización como hace el pensamiento conformista.

   ¿Qué filósofo europeo o yankee lee a Nimio de Anquín o a Jorge  Voglio? Ninguno. Porque sus nombres carecen de sentido para ellos, dado que sus centros de producción de sentido de  las cosas, acciones y  pensamientos no los consideran filósofos. Y eso que, el primero hizo escuela y el segundo llegó a vicepresidente de su país.

   Ante esta realidad es dable rescatar la función moral del disenso que consiste aquí en expresar la opinión de los menos, de los diferentes ante el discurso homogeneizador de la ética discursiva o comunicativa que sólo otorga valor moral al consenso. Pues este pensamiento consensual – discursivo e ilustrado - viene en tanto que discursivo  como un nuevo nominalismo a zanjar las diferencias con palabras y no a través de la preferencia o postergación de valores, como lo hace el disenso. Y en tanto que ilustrado, sólo permite la crítica de aquellos pensamientos, los llamados políticamente no correctos, o situaciones sociales que no encarnen los ideales ilustrados de igualdad y democracia(2). Así, la crítica nunca va dirigida a los modelos socialdemócratas sino a los que decididamente no lo son, como en Iberoamérica, Castro o Chávez.

 

   Pensar, y sobre todo pensar desde América, es disentir. Disentir ante el pensamiento único y políticamente correcto, pero disentir también ante la normalidad filosófica impuesta por el pensamiento europeo.

   El esplendor del mundo, el sentido prístino de mundus  es el de nítido o limpio, consiste en la diversidad étnica y cultural que lo constituye como un pluriverso y no como un simple universo como pretendió el pensamiento ilustrado. Este pluralismo cultural no debe ser entendido como un multiculturalismo en tanto relativismo cultural que conduce simultáneamente a la exclusión de otras culturas, sino que el pluralismo debe ser entendido como un interculturalismo donde cada identidad se piensa entre otras pero a partir de su diferencia. 
   El multiculturalismo se dirige a la defensa y preservación de la identidad cultural limitando los intercambios, porque su presupuesto filosófico es el democratismo cultural que acepta que todas la culturas valen por igual. Es en el tema la última expresión del pensamiento moderno: el totalitarismo relativista de la decadente antropología occidental.

   El interculturalismo viene a sostener que las identidades culturales se constituyen viviendo con y entre otras, pero esta convivencia se hace a partir del respeto a la diferencia específica de cada una de ellas. El mundo no es una mezcolanza. Su presupuesto filosófico es que las culturas valen distinto, en tanto que producen significaciones de mayor o menor valor universal. Esto no quiere decir que se pueda establecer una toponimia geométrica de cada cultura, sino simplemente que las diversas ecúmenes culturales ante idénticos fenómenos producen expresiones de mayor jerarquía y superioridad unas respecto de otras.  
 
   Esta posición, enraizada en el disenso, es la que permite la quiebra del relativismo cultural contemporáneo.


1. - Hartmann, Nicolai: Metafísica del conocimiento, Buenos Aires, Ed.Losada, volumen I, 1957, pág.174.-
2.
- Cfr.Buela, Alberto: Ensayos de Disenso, prólogo de A.Wagner de Reyna, Barcelona, Ed.Nueva República, 1999, pág.84.

LA EVOLUCIÓN DEL PENSAMIENTO OCCIDENTAL A TRAVÉS DEL ARTE, O VICEVERSA

LA EVOLUCIÓN DEL PENSAMIENTO OCCIDENTAL A TRAVÉS DEL ARTE, O VICEVERSA

Arturo FONTANGORDO 

 

Introducción

 

  He tenido oportunidad de acceder a un breve, pero interesantísimo, texto de mi buen amigo el arquitecto José María Rubio Anaya, que lleva por título “Aproximación al Anticlasicismo Gótico”. Forma parte este trabajo de su tesis doctoral “La experiencia espacial en el claustro medieval”.

  Se trata de unas páginas realmente sugerentes sobre filosofía del arte. En ellas, se enfoca el problema de la “ruptura” con el equilibrio clásico por parte del arte gótico como una consecuencia lógica del pensamiento medieval, teocéntrico y escolástico, enmarcándola en la búsqueda de la belleza. Cuestión esta de la belleza que trasciende las formas sensibles para acercarse, en sentido platónico y aristotélico, a la Belleza identificada con el Bien, y a la Belleza suprema con el Bien supremo, es decir, con el Acto puro, con Dios, en un ascenso intelectual hacia la Verdad, cuya tendencia está marcada en el alma del hombre.

  A la luz de esta reflexión, la armonía clásica griega aparece con un claro carácter antropomorfo, a la medida del hombre, mientras que el desequilibrio vertical gótico sería una manifestación de la impotencia material del artista para plasmar en su obra el verdadero orden de las cosas, que es reconocido por su alma. Al hombre de hoy, impregnado, en el mejor de los casos (sobre esto volveré luego), de espíritu clásico, este desequilibrio le llega a resultar incomprensible, pues ciertamente lo es si se prescinde de la cosmovisión que lo alumbra. Precisamente al hilo de esto, justifica el autor la relación íntima que existe entre el gótico y la obra de Gaudí, erróneamente interpretada cada vez que se obvia su condición de católico, y su intención de poner su obra al servicio de su fe.

Sirva esta pequeña introducción para resumir el contenido del texto citado y para dar pie a las reflexiones personales que éste me sugirió. Reflexiones que se siguen de la tesis que intitula la primera parte del texto de José María Rubio: “El Arte como proyección del hombre”, el arte concebido y estudiado como un reflejo fiel de las vibraciones de la cuerda espiritual de su época.

 

2. La Antigüedad clásica

 


  Como decíamos, el arte clásico griego, y, por extensión, el de Roma, es una manifestación de armonía, equilibrio y proporción. Naturalmente, sabemos que estamos haciendo una tremenda simplificación con esta afirmación tan general; hubo una evolución y una serie de estilos a lo largo de los más de 1.000 años que cubre este período, pero podemos considerar que el espíritu que los alentaba era muy similar, por más que su decadencia en la época helenística y en los últimos siglos del Imperio fuese evidente.

  La práctica religiosa en esta Edad Clásica está más relacionada con el orden social que con una verdadera búsqueda de la divinidad. Los hombres sabios, los filósofos, respetaban las creencias tradicionales politeístas más por los beneficios que, según ellos, aportaban a la polis y al Estado que porque tuviesen una fe auténtica. Es así que Aristóteles llega donde llega en sus investigaciones sobre el Primer Motor Inmóvil... El paso del mito al logos se había realizado ya, con todo lo que ello implicaba.

  Considerado desde esta óptica, el equilibrio clásico proporciona a la razón humana una sensación de paz y de grandeza “autocomplacida”. Autocomplacencia que se debe a que se concibe al intelecto como exento de su parte más espiritual, a la razón sin relación alguna con el alma inmortal. Efectivamente, la experimentación de la “belleza” proviene de la analogía con la Belleza suprema, pero el artista clásico no es consciente de esta relación, y construye su obra de acuerdo con una forma aferrada al canon humano de perfección, a la satisfacción sensible. La grandeza del templo clásico es una grandeza sospechosa del mismo antropomorfismo que denunciaba Jenófanes respecto al panteón griego; cabría admitir, visto así, la objeción nietzscheana, cuando califica al espíritu apolíneo como “demasiado humano”. El clasicismo es, pues, el triunfo de la razón ajena a la Revelación, plenamente justificado en este caso dada su condición precristiana.

  El cristianismo, con fuerza social real a partir del Edicto de Milán, a principios del siglo IV, no llega a tener tiempo de modificar estas concepciones artísticas dándoles continuidad, al producirse un cambio de era: llegan los bárbaros y arranca la Edad Media.

 

3. El Medievo

 

  Si hablamos de pensamiento en la Edad Media, necesariamente hemos de hablar de Teología, de la ciencia suprema como entonces bien se concebía, a la que sirven las demás, incluyendo a la Filosofía. La Edad Media, pues, abarca desde la etapa última de los Santos Padres hasta el fin de la hegemonía de la escolástica.

  La cosmovisión cristiana, por mor de la conversión progresiva de los pueblos bárbaros, imperó sobre la herencia grecolatina y sobre el propio paganismo prefilosófico de los invasores. El perfeccionamiento de los desarrollos teológicos guarda una exacta correspondencia con la evolución del arte medieval:
   a) Primero, los diferentes artes prerrománicos, como el visigótico, el mozárabe o el asturiano en el caso de España. Más o menos toscos, intentan entroncar con escasos medios con la difuminada imagen del clasicismo que perduraba en el “subconsciente colectivo”, y se llegaban a ver influenciados en cierta medida por “culturas superiores”, como la bizantina.
   b) Segundo, el románico del arco de medio punto y del contrafuerte, de los muros gruesos y las ventanas chicas, del alma recia y las proporciones modosas. Representa la solidez de los cimientos, pero, a la vez, la aparición de algo realmente nuevo y con unidad de espíritu, coherente en sí mismo. Aún sin alcanzar la plenitud, es condición de posibilidad de lo que luego llegue; una especie de adolescencia necesaria.
   c) Por último, el arte gótico, el arte teológico por antonomasia. El arco ojival, apuntando hacia arriba, las etéreas arquivoltas sosteniendo el entramado constructivo, las vidrieras que llenan los templos de una fantasía luminosa, y las torres, esbeltas, lanzadas más que levantadas, que a punto parecen de despegar del suelo. El arte de la desproporción entre lo horizontal terrestre y lo vertical celestial; el punto de encuentro de la naturaleza caída con su Creador, hacia quien quiere elevarse. Cuando uno entra en una catedral gótica, ciertamente experimenta la sensación de alejarse del mundo. No es sólo la impresión física de grandiosidad; es un auténtico movimiento espiritual, que parece llevar al alma a cotas impensables cuando, minutos atrás, el cuerpo cruzaba un paso de peatones. ¡Qué bien se reza en una catedral gótica!

 

  Es así el gótico el consecuente lógico y natural de las formas anteriores. El gótico se “asienta” en el románico, algo que es literalmente cierto en muchas construcciones, donde, lo dilatado de su construcción, hizo combinar los estilos.

  Su explosión en el siglo XIII coincide con el período de mayor esplendor de la escolástica, una de las mayores cimas del pensamiento humano, cuando los sabios cristianos fueron capaces de dejar perfectamente dibujado para la historia el camino filosófico en el que se aunaban, como piezas del mismo rompecabezas que son, Fe y Razón.

  Llegados a este punto, no se extrañará el lector si afirmamos que no encontramos que sea meramente casual la coincidencia en el tiempo del declive gótico con el ocaso escolástico del siglo XV. Ambos fenómenos van de la mano; ambos gigantes sucumben ante una nueva cosmovisión que supone un giro copernicano respecto al mundo medieval.

 

4. La Edad Moderna: Renacimiento, Barroco y Neoclásico

 

  A partir del Quattrocento italiano, el veneno del antropocentrismo se instala en las conciencias de las clases cultas de una parte importante de Europa. No es éste el lugar de profundizar en las causas y manifestaciones externas de este cambio radical. Durante los siglos XV y XVI, España fue prácticamente la única nación europea que, gracias al excepcional celo de sus católicos monarcas, conservó íntegramente su Fe, y mantuvo las escuelas de pensamiento en Teología, Derecho, Filosofía, etc., plenamente conformes a la doctrina de la Iglesia.

  Sigue, por ende, sin ser casualidad, que la edificación y, en general, el arte religioso en España continuase siendo clarísimamente preponderante sobre el civil (lo que no sucedía en la Italia de los mecenas y condottieri), y que las influencias renacentistas pasasen prácticamente desapercibidas, sustituidas por estilos autóctonos, como el gótico flamígero, el herreriano o, incluso, el colonial en América. ¡Cuántas veces hemos oído despreciar estas formas artísticas como fruto del retraso español a la hora de recoger las “modas” europeas! Si hablamos de un siglo en el que España era el centro del mundo, ¿qué sentido tiene afirmar una falacia tan bobalicona?

 

  El humanismo y el erasmismo generaron el caldo de cultivo, en Europa, que hizo posible el retorno a las formas clásicas, como consecuencia del retorno al hombre como medida de todas las cosas, como ombligo de las investigaciones especulativas. Para muchos de aquellos pensadores, la Fe en la que fueron bautizados dejó de ser el centro de sus vidas, para adoptar el papel de mero árbitro social que tenía el paganismo antiguo. Tirando del hilo, se llega a la Reforma protestante, al desgarro de la Iglesia, y a la herida abierta y supurante que sufre Occidente desde hace 500 años.

   Sin embargo, en Trento tiene lugar la reacción. La Reforma católica o Contrarreforma, iluminada por el Concilio y ejecutada con precisión militar por los seguidores del Capitán de Loyola, planta cara y combate de tú a tú con la nueva posición intelectual mayoritaria. En el plano militar, el combate lo mantiene España frente a la entente de potencias protestantes y a la doblez de la católica Francia.

 

  En cuanto al arte, el siglo XVII ve nacer un nuevo estilo católico, pedagógico y de lucha contra los herejes: el barroco. Supera al gótico en muchas facetas, en la escultórica y pictórica, sobre todo, como es lógico atendiendo a los progresos técnicos habidos en tres siglos, y a la preponderancia que se concederá a la representación de los santos y de escenas relacionadas con los dogmas recién definidos.

  Pero, entre tanto, el racionalismo, heredero del humanismo de Erasmo, Petrarca y Castiglione, se había ido consolidando con Descartes, Spinoza, Leibniz y la mecánica de Newton, que, al quedar ya definida al margen de la Teología, como una cuestión “técnica”, escapa a su control y ejerce una insana influencia en las clases educadas, que estaban siendo progresivamente dominadas por las tesis racionalistas.

  Así, el siglo XVIII es el siglo de la “Ilustración”; el siglo de Voltaire, Rousseau y Montesquieu; el siglo de la masonería deísta y presuntamente filantrópica; el siglo de la Enciclopedia frente a la Iglesia “oscurantista”; el siglo que culmina con la Revolución Francesa entronizando a la diosa Razón en Nôtre-Dame. El siglo XVIII es el siglo del neoclásico, el siglo de vuelta generalizada a la concepción antropocéntrica, con el imperativo categórico de Kant como telón de fondo de la nueva moral autónoma, que renuncia a la ley objetiva.

 

  El deseo de fidelidad a los modelos antiguos se vio alentado por los descubrimientos arqueológicos que a mediados del siglo XVIII asombraron a Europa, principalmente las ruinas de Pompeya y Herculano. La voluntad arcaizante se expresa sobre todo en una arquitectura civil (e incluso religiosa, como el caso de la Iglesia de la Madeleine de París) de líneas rectas y proporciones clásicas, que recupera los cinco órdenes arquitectónicos empleados por los romanos, y por unos motivos en escultura y pintura que, abandonando casi por completo la temática religiosa, vuelven a representar principalmente escenas mitológicas paganas. Entre tanto, por cierto, en España se seguía haciendo barroco, una vez más.

  El afán de recuperación de la Antigüedad se llegó a plasmar en los símbolos políticos: no es tampoco casual que los revolucionarios franceses reclamasen para sí la herencia estética de la República romana, ni que Napoleón hiciese lo propio con el Imperio (romano a secas; ni sacro, ni romano-germánico, que, históricamente, le quedaba mucho más cerca). Con las guerras napoleónicas, entramos en la última división histórica que plantearemos: la Edad Contemporánea.

 

5. La hidra de cien cabezas: el arte contemporáneo

 

  Intentar una descripción sistemática del arte de los últimos doscientos años resulta tan complicado como abordar una historia de la filosofía de ese mismo período. ¿Qué nos encontramos al estudiar el pensamiento contemporáneo? El último sistema filosófico propiamente dicho, el de Hegel, y, a partir de ahí, un totum revolutum de idealismo y materialismo extremos, de positivismo, voluntarismo, nihilismo, irracionalismo, utilitarismo, psicologismo y existencialismo... Desde luego, no menos “ismos” de los que se encuentran en arte, hasta que ya ni siquiera con “ismos” se puede catalogar esta “hidra de cien cabezas”, como ocurre a día de hoy.

  Quizás, para abordar la crítica de este período no merezca la pena entrar en el detalle de desglosar cada movimiento artístico y cada línea de pensamiento, y convenga más un examen del “espíritu de la época”, del común denominador que subyace debajo del revoltijo informe. Es, posiblemente, la única manera de forjar interiormente una idea clara, una visión general, un “aroma” de lo que es el mundo de hoy y el de nuestros abuelos: el hombre como centro, el leitmotiv de los diversos retornos al clasicismo, pero ya consolidado y llevado hasta sus últimas consecuencias.

 

  Decía al principio que el hombre moderno está, en el mejor de los casos, impregnado de espíritu clásico. Es decir, en el mejor de los casos, aún no ha pervertido su gusto como para admitir las “propuestas” de los “artistas” de hoy, que buscan “la sorpresa y no la belleza”. Tengo a veces la impresión de que, con el arte contemporáneo, pasa lo mismo que con el retablo de las maravillas de Cervantes, que, por vergüenza, nadie se atreve a decir lo que todo el mundo ve, o sea, que se trata de un bodrio sin sentido. Pero estoy convencido de que aún hay una amplísima mayoría de intelectos que sigue encontrando lo bello en lo proporcionado y lo armonioso, en lo clásico; es natural que así sea.

  Este párrafo induce dos consideraciones. La primera, en la que coincidimos plenamente con José María Rubio, es que el hombre contemporáneo encuentra muchísimas dificultades para comprender e interpretar el gótico y el arte medieval en su conjunto. Dificultades que se deben a su formación, a su estructura mental, que es ajena a las categorías que guiaban las cabezas de aquellos artistas. Obviamente, si le es difícil entender, absolutamente imposible le será crear de acuerdo con aquella concepción, salvo excepciones, como la ya comentada de Antonio Gaudí.

  La segunda es que, pese a su aparente oposición diametral, en el fondo, el espíritu clásico y el espíritu moderno tienen el mismo origen: la ausencia de Dios. El primero, al buscar conscientemente la belleza, y al estar, originalmente, justificado por la falta de la Revelación, podría identificarse con la religión natural. Sin embargo, cuando dos mil años nos separan ya del Calvario, cuando contamos con dos mil años de Teología católica, y encontramos que el hombre renuncia voluntariamente a Dios como centro del Cosmos, abandonarse al clasicismo es sólo el primer paso antes de la degeneración.

 

  Es útil aquí hacer un alto en el discurso y confrontar estas afirmaciones con algunas realidades artísticas contemporáneas:
   a) El Romanticismo, que, en cierta medida es una vuelta al medioevo y al gótico, no conlleva, en absoluto, una restauración del pensamiento, sino que se trata de un mero esteticismo de raíz sentimentalista, alejado de la especulación racional. En el fondo, y a pesar de su apariencia externa, sigue formando parte del “espíritu moderno”, tanto en su versión artística como en la política, que admite intrínsecamente la soberanía popular y es el origen remoto del supuesto “derecho de auodeterminación” de los pueblos.
   b) El arte en los tres totalitarismos del siglo XX:

  • El caso del comunismo es la realización práctica del racionalismo que olvida la trascendencia, llevado hasta sus últimas consecuencias: ¿para qué buscar la belleza, si no es útil, si no sirve para nada? En definitiva, el último paso del materialismo.
  • En el nacionalsocialismo encontramos la paradoja de una doctrina reconocidamente irracionalista, de una mística pagana, combinada con una estética sublime, considerada desde un punto de vista clásico, de la armonía de la línea, de la grandiosidad apabullante, del ansia de perfección. Paradoja que exterioriza la identificación íntima entre lo clásico, lo pagano y lo irracional, cuando la razón humana ya no tiene excusa para dejar al margen a Dios, Uno y Trino.
  • La democracia liberal, donde todo vale, de la que nos ocuparemos retomando la línea argumental.

 

  Cerrado el paréntesis, continuamos. Lógico fue que, al bascular por última vez el centro de gravedad filosófico hacia el hombre, primeramente se retomase la estética clásica. Una vez afianzado el cambio en las conciencias, empero, la evolución hacia el Modernismo (la suma y compendio de todas las herejías, como bien aleccionaba San Pío X) es absolutamente evidente. Si se parte del hombre como centro, del hombre como medida de las cosas, se termina necesariamente en el relativismo moral y político, es decir, en el modernismo religioso y en el liberalismo.

  De ese relativismo, de ese espíritu moderno, las consecuencias estéticas son exactamente las que hoy padecemos: todo vale, el arte es la “expresión emocional” del artista, no hay belleza y proporción objetivas, no hay ningún canon que respetar. El verso chirriante sustituye al soneto; el heavy metal y la música experimental a la sinfonía; los engendros del Guggenheim a Murillo; los “performances” a la danza y al teatro; las agrupaciones de chatarra a Miguel Ángel. Y, arquitectónicamente, la nueva teología se plasma en las iglesias planas, camufladas con el ambiente, asamblearias, sin vocación ascendente; en todas esas nuevas iglesias de los barrios de las ciudades, que tan poco ayudan al alma orante.

 

  Impertérritas, contemplándonos desde lo más alto de sus torres, las catedrales góticas parecen preguntarse, o preguntarnos a nosotros: ¿cuándo nos volveremos a entender?

 

  Arbil