EL CORCET DE LOS INTELECTUALES CORRECTOS Y SUS SPONSORS
Alberto BUELA
(Nadie puede dar lo que no tiene)
Muchos nos preguntan hoy cómo uno puede coincidir en parte y a veces en todo con autores tan disímiles como Alasdair MacIntayre, Slavoj Zizek, Michel Maffesoli, Massimo Cacciari o Alain de Benoist para hablar de los extranjeros. Es que estos son los intelectuales que llevan hoy adelante el mundo de las ideas. Son de los pocos que están pensando sobre lo que es y existe, tal como se da en nuestros días. Y no simplemente copiando y diciendo "más de lo mismo".
Al acabarse una visión totalizadora del hombre, el mundo y sus problemas, y acá nos referimos a la cosmovisión ilustrada que se desarrolló a partir del siglo XVII, al hacerse más complejas y complicadas las relaciones del hombre con su medio social, político, económico y cultural, estos pocos pensadores nos brindan hoy hilos conductores, siempre parciales, pero que de alguna manera nos permiten reconstruir una cierta visión holística de lo que es y existe. Hay que agregar además que se acabó, por estéril e incompleta, la autoridad de los grandes capitostes del pensamiento universal. Los grandes y promocionados autores que forman lo que se ha dado en llamar la policía del pensamiento, ej. Eco, Grass, Savater, Argullol, Rorty, Fuentes, Vargas Llosa, capotaron. Se quedaron sin un mensaje válido. Es puro esteticismo literario y político sin ningún contenido sustancial. Venden sí, porque existe esa máquina extraordinaria de fabricar imbéciles que es el circuito publicitario massmediático. Pero sus ideas carecen de encarnadura ante los problemas que plantea nuestro tiempo.
Las modas y sobre todo las modas literarias y filosóficas pasan y muy rápido. Lo que quedan son los clásicos y los pensamientos que se transforman en clásicos, esto es, aquellos que siempre tienen una respuesta adecuada para los temas de nuestro tiempo. Para poner un ejemplo francés, nación que desde hace 200 años tiene la hegemonía cultural en el "mundo bolita". ¿Quién lee hoy a León Robin, Brunschwig, Jankélévitch, Levinas, Levy-Bruhl y tantos otros que ocuparon por años las cátedras de la Sorbona? Nadie. ¿Quién lee seriamente desde la filosofía a los actuales Derrida, Henry-Levy, Grucksman o Finkielkraut, a pesar de la masiva publicidad que reciben sus obras? Nadie.
Ni que hablar del ámbito local (1) el panorama es desolador. Las fuentes de información exclusiva son los dos grandes diarios y lo que no aparece en ellos no existe.
Y así hablando de los franchutes, ¿quién sabe en nuestro medio de la existencia de Pierre Boutang, la contraparte de Sartre, autor de cientos de trabajos de la mejor y más profunda índole, o de Jean Cau, Gibert Comte, Pierre Gripari, Claude Karnoouh, Jean Sévillia, Claude Rousseau, incluso de Simone Weil o Gustave Thibon? Casi nadie.
Y como nadie puede dar lo que no tiene. ¿Qué pueden darnos nuestros sedicentes pensadores como Lanatta, Grondona, Caparrós, Aguinis, Kovaldoff, si como dice el tango: "vos tenés el mate lleno de infelices ilusiones"? Nada. Confusión y más de lo mismo. Si hablamos de historia contemporánea tenemos que pensar como "se piensa". Es imposible cuestionar, por ejemplo, un tema demonizado como la función de las cámaras de gas en los campos de concentración. Cuando está requeteprobado, por propios investigadores judíos como Norman Finkelstein en La industria del holocausto (2003) que existieron las cámara de gas pero que el gas ziklon B mata piojos pero no al hombre y que los nazis mataron a los judíos y gentiles en los campos de concentración con un tiro en la nuca. Esta es la realidad que mostraron los registros alemanes devueltos por los rusos a Alemania en el 2001.
Si hablamos de política y cuestionamos la democracia formal que impera en nuestros países, donde todos somos iguales pero algunos más iguales que otros, inmediatamente, somos tildados de antidemocráticos y fascistas.
Si hablamos de cultura y cuestionamos la doctrina del multiculturalismo propuesta desde los centros de producción de sentido por el imperialismo yanqui para mantenernos más divididos de lo que estamos en el "mundo boli" nos cuestionan por hegemónicos. Aun cuando nosotros postulemos un interculturalismo para Suramérica.
Si hablamos de ideología de los derechos humanos contraponiéndola a "los derechos de los pueblos" nos tildan de populistas.
Y así todo, y sigue y sigue. A cada relato políticamente correcto se le puede oponer una visión y versión alternativa. Y esto es lo que no se acepta. Y no permite el corcet del pensamiento políticamente correcto.
Pongo un ejemplo personal, aun cuando el consejo nos dice que en la vida hay que hablar mucho de las cosas, poco de los otros y nada de uno. Lo hago porque el caso nos viene como anillo al dedo. Quiero aclarar que si critico a estas personas es para remediar el mal que ocasionan, porque no es de mi intención utilizar el mal como pretexto para desahogarme.
Entré a trabajar el año pasado (2005) en el Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires porque alguna autoridad del Instituto me reconoció el mérito de hablar de Suramérica y no de Sudamérica, galicismo evidente. Mi tarea fue, cosa que hice, intentar pensar la identidad bonaerense y perorar por toda la provincia en ese sentido. Algo habremos dicho porque los materiales salieron publicados en Madrid.
Cambiaron las autoridades y, sin agua va ni agua viene, me dejaron cesante sin más. Consulto, y el actual presidente es un peronista progresista que se dice de izquierda, lo que se llama un funcionario políticamente correcto y formando parte del pensamiento único. ¿Qué se puede esperar de semejante demócrata? Un acto totalitariamente democrático. Me dejó sin laburo y sin mediar ninguna explicación... porque sí. Claro está, este pequeño hombre ruín, la única persecución que sufrió en su vida fue cuando su mamá, en su Olavarría natal, lo corría para que tomara el café con leche. Nadie puede dar lo que no tiene.
Está claro que estos personajes no son verdaderos intelectuales pero eso sí, son gestores de intelectuales y aquí nace el problema. La culpa no es del chancho sino de quien le da de comer, y este tipo de personajes son quienes les dan de comer a los intelectuales. ¿Pero a cuáles? A los que ellos eligen. Y ahí estamos fritos, forfai diría un reo.
Porque: nadie puede dar lo que no tiene.
Este es el background político cultural que le ofrecen desde la provincia de Buenos Aires al presidente. Algo lamentable. Pero Kirchner, será lo que sea pero no come vidrio. Este paquete no se lo venden. Ni hablemos del dinero que le salen estos cambios al erario público de la provincia con tantas idas y vueltas.
Vemos entonces cómo el maridaje entre políticos políticamente correctos y pensamiento único, consolida el relato de la policía del pensamiento que nos viene a decir cómo, cuándo y dónde debemos pensar y sobre todo: qué debemos pensar y responder.
Así el poder político a través de sus gestores (los agentes políticos) al carecer de conciencia política soberana, autónoma y nacional se transforma en el sponsor principal del pensamiento políticamente correcto.
A su vez, el intelectual correcto, le es útil por dos: a) no sólo no lo cuestiona los chachuyos de los funcionarios, porque está cobrando, sino que b) justifica ese tipo de poder vicario y dependiente de decisiones que, en general, nos vienen tomadas desde afuera. Se produce así este corcet o brete que se retroalimenta a sí mismo conformado por agentes políticos que no pueden preguntarse más allá de lo dado e intelectuales que vienen a justificar el statu quo reinante.
Así, el cambio el cambio es lo único en lo que no pueden pensar. Renace de sus cenizas el viejo y conocido gatopardismo: Hacer como que cambia algo para que, en definitiva, nada cambie.
(1).- Recuerdo cuando yo era muchacho y comenzaba a estudiar filosofía León Dujovne y Risieri Frondizi (que es de la misma cofradía) eran los marajás de Capurtala de la carrera. Con los años se apagó su estrella, sea porque se descubrió que Frondizi copió sus tesis de E. Gilson, sea porque los trabajos de Dujovne eran todos un refrito. Aparecieron luego los Barilko, los Jalfen, los Madanes, los Klimosky que se terminaron cociendo en su propia salsa. Hoy tenemos los Kovaldoff, los Abraham, los Feimann, los Heller, los Aguinis, los Rotzinger, etc,etc. Todo un esfuerzo de publicidad inútil sólo para engrupir a los otarios. La gilada es la consumidora de cultura, en Argentina, a través de los diarios La Nación, Clarín y su hijo putativo Página 12.
Ciertamente que ellos "logran vigencia" por estar publicitados semana tras semana, día tras día, en los grandes medios gráficos, pero lo que no logran es permanencia. Y éste es su drama, gastan dinero e influencias en su promoción y publicidad y terminan apagándose como la luz de un fósforo en el momento mismo de su muerte. ¿Quién puede proponer hoy, sin caer en el ridículo y la burla, un congreso de filosofía para estudiar el pensamiento de León Dujovne o Jaime Barilko?
Es que en el orden filosófico y específicamente metafísico es un pensamiento absolutamente inconsistente. Nadie puede dar lo que no tiene.
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