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Bitácora PI

Pensamiento

LA CEGUERA COMO SISTEMA

LA CEGUERA COMO SISTEMA

Arturo ROBSY

 

   A veces, en medio de la confusión de épocas que es hoy el mundo, es necesario preguntarse por lo que se ha hecho sobrevivir de las otras: por su utilidad, por su oportunidad y por su eficacia. Dan ganas de preguntarse si el siglo XIX fue el antepasado del XX, o el XX el antagonista del XIX.

   Alguna mente superior siempre descubre -varias veces a la semana- el método dialéctico y encaja la Historia en él. Si el XIX fue el siglo liberal, el de la idea del imperio liberal y de la nación, y el XX, en cambio, fue el del socialismo y, entrambos, los doscientos años más belicosos y asesinos, ¿no parece indicarse que tras la tesis liberal del XIX y la antítesis socialista del XX, el XXI ha de ser la síntesis del socialcomunismo con el liberalismo? Pero cuando se usa el intelecto no se puede tolerar que se atribuyan inteligencia y método -características del ser humano vivo- a una teoría de la historia política. No piensa la Naturaleza como no piensa la tabla de multiplicar. No piensa la Historia, como no lo hace la lista de los Reyes Godos. Muy al contrario, todos hacen pensar y de ahí salen tristes borradores del Universo; verdades "pretàporter" que tranquilizan o marean a esa cosa casi insobornable que es, en el hombre, la necesidad de entender y entenderse.

 

   Hay que imaginarse a un intelectual serio, o sea, uno de cuando no se podía decir cualquier cosa en la seguridad de que colaría, explicando la relación exacta entre el Universo y el hombre, para lo que sería necesario dar la composición inapelable de la aparición y el funcionamiento de ambos. Camino de la omnisciencia. Y, hecho esto, que el prestigioso intelectual precisara que lo dicho por él es la única verdad posible y él la única razón acertada. Pues semejante egocentrismo, semejante soberbia intelectual, la pretensión de conocerlo todo y saber lo que hacer ante cualquier cosa, incluso prever lo que será la historia futura, ha sucedido varias veces: en las vísperas de la revolución americana, o de la francesa, y en la de las revoluciones comunista y fascista, por señalar sólo tres hitos, las "Tres Vías" del hombre hacia la sociedad libre y justa. También se sabe, con seguridad en esto, que entre las tres cosmologías se desataron las mayores matanzas que ha conocido la humanidad. Guerras que su ciencia no previó o causó ex-profeso, y sociedades -todas- profundamente injustas e infelices.

   Entre nosotros perviven, tras aniquilar, unidas, a la tercera, dos de esas cosmologías, convertidas hoy en dogma casi frenético, o sea, tras renunciar a la explicación racional de sus evidentes resultados. Malos, pero convertidos en equilibrio inestable, con el mundo humano -la sociedad- a punto de volcar no importa en qué dirección.

   Asombra que gentes actuales puedan considerar posible que los conceptos actúen como si fueran seres vivos pensantes y se obstinen en encajar "lo que hay" en en la teoría, antes de hacer una buena teoría con "lo que hay". "La Naturaleza -nos dicen- se rebela contra la contaminación humana". "La Naturaleza estuvo probando modelos de seres, simios y todo, hasta constuir los mejor dotados para la supervivencia". ¿Supervivencia en cuál de las muy distintas eras geológicas?

 

   Asombra el egocentrismo de las teorías que dicen ser y postularse como las verdaderas. Que dicen, sin reparo, constituir la solución perfecta para la sociedad y el individuo. Para el niño y la niña. Pero los resultados, en cambio, no son asombrosos con sólo tener un mínimo conocimiento del alma humana: no es posible, ni lo será, que dos egocéntricos concuerden. No es posible que dos sociedades egocéntricas vivan en paz: provocarán guerras o revoluciones, traiciones y conspiración, palabra prohibida aunque constituye el noventa por cien de la historia política antigua y actual. No saber cómo es el universo ni cómo el hombre es una característica fundamental de las doctrinas moribundas que se llamaron ideologías, tendencias de una ortodoxia brutal predicada ex-cáthedra y nunca demostrada. El devenir de la humanidad es un rosario de muertes inútiles y de atribuciones necias.

   Muchos hombres, que deseaban buscar la verdad, han acabado creyendo que no es necesario, ya que la poseen y es única. Por disimulo han articulado una falsedad en la que no creen: que cada uno tiene su verdad y que todas son respetables. Esto, además de ser imposible en lógica, es sumamente imprudente para la especie: si ya no se buscan la verdad ni la justicia, porque se afirma tenerlas, todo queda a punto para la actividad sectaria y, en consecuencia, se irá hacia nuevas guerras y nuevas crisis. Más la natural subversión entre las dos convicciones actuales. No se puede esquivar el hecho de que se vive en una organización social liberal que en muchos lugares, como España, está dirigida por sus contrarios naturales: los socialismos ya fracasados pero que convierten el sistema democrático en algo infructuoso al emplear a la vez, y en situaciones parecidas, las dos ideas del Universo.

   Las ideologías, evolucionadas ahora hasta el estado de cáscara nominal, sólo contienen intereses corporativos, toman el aspecto de religiones idólatras y adoran al Ciudadano o al Hombre-recurso: eso hace posible identificar la doble raíz de las últimas guerras y de las venideras: como expansión de los intereses comerciales y, a la vez, la imposición de la verdadera fe que racionaliza y legitima esos intereses.

   Los árabes no lo ignoran: una república al estilo occidental y tutelada por ex-cristianos, convertirá, obligatoriamente, su religión en mito, en beneficio de una de esas nuevas religiones que necesitan fieles que imaginen que ellas son la respuesta a todas las preguntas que contiene la creación, hombre incluido.

   Del mismo modo que sucedió con nuestras dos repúblicas occidentales, la una liberal en 1873 y la otra socialista, en 1931, que acabaron en catástrofe. Repetir las experiencias, como parece pretenderse al mezclarlas con oportunismo, sería un imperdonable caso de testaruda estupidez.

   Desengáñese el español: es imposible que el Sr. Rajoy y el Sr. Zapatero, con independencia de sus inteligencias, lleguen a una cooperación o entendimiento. A los efectos, pertenecen a mundos distintos. Son las puntas de unos egocentrismos más antiguos que ellos y ellos han formado un problema irresoluble en nuestro tiempo: el vicio de creer en lo que no hay y de intentar explicar un universo que no existe a unos hombres que tampoco. Todo es otra cosa.

No es cuestión de decir a las personas lo que deben creer: eso lo hacen las ideologías. Pero es justo advertir que situaciones así no se resuelven si no es con guerras. La segunda o la milésima tanda de Guerras de Religión.

XI UNIVERSIDAD DE VERANO DE LA FUNDACIÓN JOSÉ ANTONIO PRIMO DE RIVERA

XI UNIVERSIDAD DE VERANO DE LA FUNDACIÓN JOSÉ ANTONIO PRIMO DE RIVERA

"LOS JOSEANTONIANOS Y LA TRANSICIÓN POLÍTICA"

(con la colaboración de Plataforma 2003)

Madrid, 22 y 23 de Septiembre de 2007

Director: D. Francisco J. Castro-Villacañas

 

   Se han cumplido treinta años desde que tuviera lugar el hecho historio conocido como «la transición» española. Tras la muerte de Francisco Franco los españoles tenían claro que había de producirse un cambio de las estructuras sociales, una transformación en el ejercicio de la política, unos ajustes de las instituciones, unos acoplamientos a un tiempo distinto pues la andadura había de realizarse en un escenario diferente. Eso lo tenían claro todos los españoles y lo enfocaron con ánimo de acertar, con la esperanza de hallar en paz el nuevo camino, escapando de moldes en cierta medida envejecidos para tallar otros nuevos en unos espacios de vida distintos. Y lo hicieron con alegría, sabiendo que dejaban un tiempo de sacrificios, de prosperidad, de paz, de avance social como España nunca había conocido anteriormente.

   La Universidad de Verano de la Fundación José Antonio, en su XI edición, se enfrenta en esta ocasión con el hecho de la transición, pues hay mucho qué hablar al respecto, y conviene hacerlo antes de que se pierda la memoria.

 

PROGRAMA

   Sábado 22 de Septiembre

   10´00 horas Inauguración de la Universidad a cargo del Director

   10´15 horas La Ley de Reforma Política de 1977

   Ponente: D. Jaime Suárez Álvarez

   Comentarista: D. Manuel Brants Reyes

   11´45 horas La ponencia constitucional.

   Ponente: Dña. Consuelo Martínez de Sicluna.

   Comentarista: D. Francisco Díaz.

   16´30 horas El papel de la cultura.

   Ponente: D. Javier C. Montero de Espinosa

   Comentarista: D. Miguel Ángel Loma Pérez

   18'00 horas Los azules en las elecciones generales de 1977

   Ponente: D. Pedro Conde Soladana

   Comentarista: D. Carlos J. Galán Gutiérrez

   19´30 horas Novedades bibliográficas en 2007. Tertulia con autores, investigadores y críticos literarios

   Moderador: D. Enrique de Aguinaga

   Participan: D. Norberto Pico Sanabria, D. José María García de Tuñón, D. Eduardo López Pascual, D. Rafael Ibáñez Hernández, D. Miguel Ángel Vázquez y D. Arnaud Imatz.

   Domingo 23 de Septiembre

   10´00 horas Falangistas en la oposición

   Ponente: D. Gustavo Morales Delgado.

   Comentarista: D. Rafael Ibáñez Hernández

   12´00 horas Lo joseantoniano para la sociedad del siglo XXI

   Ponente: D. Manuel Parra Celaya

   Comentarista: D. Arnaud Imatz

   13´30 horas Clausura de la Universidad a cargo del presidente de la Fundación José Antonio; D. José Gárate Murillo

 

   MATRÍCULAS

  • El precio de la matrícula del curso es de 15 € a abonar en el mismo lugar de la celebración. El precio es independiente del número de sesiones a las que se asista. Están exonerados del pago de matrículas los asociados a la Plataforma 2003.
  • Para realizar la matrícula es necesario enviar un correo electrónico a través de la página www.fundacionjoseantonio.es con los siguientes datos: Nombre, número de DNI y dirección postal.
  • El número de inscripciones está limitado por la capacidad del aforo.

   LUGAR DE CELEBRACIÓN

  • Sede social de Plataforma 2003. C/ Alonso Cano nº 66, Sot. 2, Pta. 5. 28003 Madrid. Tel: 91 536 24 34

METAPOLÍTICA DE LO SOCIAL

METAPOLÍTICA DE LO SOCIAL

Alberto BUELA

 

   El fenómeno de lo social es estudiado por las denominadas ciencias sociales - sociología, derecho, economía, política, etc.- las que rara vez se preguntan por la naturaleza de lo social. Hace más de medio siglo Ortega y Gasset en El hombre y la gente hacía notar esta observación. Así Augusto Comte, el padre de la sociología moderna, en su voluminosa obra de más de cinco mil páginas no alcanza a llenar una hoja sobre el tema. Lo mismo sucede con los Principios de filosofía de Spencer. Otro tanto pasa con el Curso de Sociología de Durkeim. En una palabra, no ha sido suficientemente estudiada la naturaleza de lo social. "Es que las circunstancias especiales -histórico político, filosóficas- que enmarcaron el nacimiento de la sociología contribuyeron a privar de claridad a la mente sobre la esencia de la sociedad: de un lado el positivismo, preconizador de que la única fuente de conocimiento es la experiencia, engendró las corrientes naturistas que quisieron hacer de la sociología una mera ciencia de la naturaleza (parecida a la física, la geografía o la botánica); y, por otro lado, las direcciones romántica y hegeliana, a cuyo calor se produjeron también importantes conatos de sociología que intentaron concebir la sociedad como una realidad substante e independiente de los seres humanos que la integran tratando de explicarla como un alma colectiva de naturaleza psicológica (tal la tesis romántica) o como un espíritu objetivo a manera de sistema dialéctico de ideas (según pretendió Hegel)" (1), ha sostenido ese gran pensador del derecho y la sociología que fue Recasens Siches. Vemos cómo la aproximación al fenómeno sólo se puede realizar válidamente desde la filosofía y más específicamente desde la metapolítica, pues la sociología no puede preguntarse por su fenómeno originario sino haciendo filosofía. Y entonces, alguno preguntará: ¿desde cuál filosofía o corriente filosófica?. Desde el realismo crítico que está apoyado en la ontología clásica y desde la metapolítica como disciplina específica, por ser ésta aquella que estudia en sus fundamentos las grandes categorías que condicionan las acción social y política de los hombres en comunidad.

 

   La tarea de revisión crítica en sociología respecto de la definición de lo social la inició en el siglo XX el alemán Georg Simmel (1858-1918) para que se terminara con el vago enciclopedismo que había dominado hasta su época y propuso su teoría de la interacción de las formas sociales. Vino luego la máxima figura de la sociología europea Max Weber (1864-1920) con su teoría del obrar social, pero poco suministró al esclarecimiento de la naturaleza de lo social.

   Lo siguieron a él durante todo el siglo XX sociólogos de la talla de Talcott Person, Robert  Mac Iver, Pitirim Sorokin, Francisco Ayala y nuestro Alfredo Poviña entre otros, que si bien, buscaron distintas aproximaciones al tema, siempre quedó latente la necesidad de revisión crítica sobre los supuestos y fundamentos, objeto, método y alcances de las ciencias que se ocupan de lo social. Éste es el hecho cierto y sobre el que vamos a intentar telegráficamente una respuesta desde la metapolítca, esto es, desde la metafísica de la política, la sociología y la economía.

 

     La ontología de lo social

 

   Así tituló nuestro viejo maestro en filosofía don Diego Pro (1915-2000) un trabajo suyo sobre el tema (2) pues es desde el punto de vista ontológico que nos vamos a preguntar qué clase de ser es eso que llamamos lo social.

   Es sabido que existen diversas regiones o dominios del ser y que el ser se dice de muchas maneras. Así está lo inorgánico, lo orgánico, lo psíquico, lo espiritual, lo trascendente y que al mismo tiempo el ser se dice tanto de la sustancia o sujeto como de los accidentes que lo acompañan.

   El término ser no significa lo mismo si se aplica a Dios, a la mesa, al hombre o a la sociedad. Son dominios diferentes del ser, si se quiere de lo real. Así podemos decir que Dios es "el que es", el ser absolutamente expresado con ese término, la mesa un ser corpóreo de naturaleza artificial pues fue necesario la intervención de un carpintero como causa eficiente y de la madera como causa material, el hombre un ser psicofísico y lo social un ser en relación de unos con otros.

   Y así como existen diversos dominios del ser como acabamos de ver, también sabemos que el ser propiamente dicho se dice en muchos sentidos (3), y con ello queremos significar que existen varias categorías en cada dominio del ser, y que esta categorías son la de sustancia y sus múltiples accidentes. Entre los diez considerados, aquellos a los cuales se pueden reducir los demás son: la cantidad, porque sigue a la materia,  la cualidad que sigue a la forma y la relación que se tiene con respecto a otro. La filosofía ha deducido las categorías por el modo de predicación.

   Destaquemos a través de un ejemplo la relación entre la sustancia y los accidentes, tomemos el caso de un sombrero  del que se puede decir que es,  y que es de tal color y que es distinto a otro sombrero. Entre las tres acepciones del término es, aplicadas al sombrero en sí, al color y a la desigualdad, hay diferencias abismales. El es del sombrero indica el carácter de sustantivo, de sustancia, es decir, algo con existencia propia que no necesita de otro para ser, en cambio el es del color está apoyado sobre otra cosa, en este caso el sombrero, es una cualidad. Y finalmente, el es de la desigualdad es algo que existe entre dos cosas (los dos sombreros comparados), no es ni una sustancia, ni una cualidad sino una relación.

   La primera conclusión a que arribamos desde la metapolítica acerca del ser de lo social es que éste se expresa a través de la categoría de relación.

 

   Detengámonos ahora para analizarla un poco más detenidamente. Es difícil explicar la naturaleza de la relación porque de todas las categorías es la que posee el mínimo de entidad, pues su ser es referirse a otro. Prós ti la denominaban los griegos y ad aliud se habere los romanos. Ella expresa el sentido del orden que encontramos en la naturaleza y en el cosmos. Sirvió a la teología católica para explicar el misterio de la Santísima Trinidad mediante términos de relación: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Mientras que para el idealismo alemán la relación primaba sobre el ser, pues la posibilidad de ser no consistía en otra cosa que en el acto de pensar. Lo cierto es que la relación al ser, como un puro "referirse a", caracteriza en forma adecuada el fenómeno de lo social, donde hay un orden de una institución a otra y de unos hombres a otros.

   Gracias a la relación podemos explicar lo propio del hombre, es decir, aquello que tiene carácter de permanente y regular como lo es el appetitus societatis de donde nacen la familia, la comunidad, las asociaciones, las costumbres y creencias. Porque la relación nos da y nos explica la razón de orden de esta variedad de partes que tienden a un fin en la constitución de lo social.

   Esta meditación nuestra ofrece un mentís claro y contundente a todas aquellas teorías sostenidas por muchos sociólogos del siglo XIX y algunos del siglo XX que pensaron la sociedad como un ser sustancial ya sea como un organismo gigante, como un alma nacional o como un espíritu objetivo. El fracaso de todas estas invenciones sustancializadoras de lo social- sobre todo el Estado concebido como algo substante- y los zafarranchos sociales que se han llevado a cabo en su nombre han sido en el siglo XX innumerables y desastrosos. Ello nos obliga a tratar de pensar lo social sobre bases más serias y profundas como las que nos devela el estudio de la metapolítica.

   Concluyamos esta especulación teórica afirmando que la categoría en que se expresa lo social es la de relación, aquella de entre todas las categorías del ser la menos sustancial, que tiene su ser en la vinculación de unos con otros expresado en el sentido antropológico de las instituciones o asociaciones.

 

 

[1] Recasens Siches, Luis: La definición de lo social, Buenos Aires, Ed. Lumen, 2000, p.11

[2] Pro, Diego: La ontología de lo social, Mendoza, Revista Cuyo 1985/86

[3] Es Aristóteles el que enseñó de una vez para siempre en el libro E de la Metafísica: to on to aplwV legomenon, legetai pollacwV..

QUÉ ES LA NACIÓN ESPAÑOLA

QUÉ ES LA NACIÓN ESPAÑOLA

Luis SUÁREZ FERNÁNDEZ

 

   Éste es un tema que se están planteando hoy Rajoy y Zapatero, y parece que no encuentran respuesta, porque disienten en sus opiniones y dejan en pie una pregunta que es la que yo mismo me he planteado: ¿Qué es la Nación española?

   Curiosamente tendríamos que empezar diciendo que España, como América, es un territorio descubierto; descubierto por fenicios, por griegos, por romanos, y transformado después en una entidad que constituye en sí misma una unidad.

   Probablemente ahora estaríamos muy dispuestos a cantar las alabanzas de Viriato. Pues yo no. Mi agradecimiento a Roma es tan profundo que me siento más romano que otra cosa. Como Séneca, como Trajano, como Teodosio. De tal manera que Roma, de toda esa población dispersa que la península albergaba, y que tenía orígenes muy distintos –unos africanos y otros no europeos: estrimios por una parte, celtas por otra, íberos por otra–, hace una unidad al otorgar a España uno de los elementos fundamentales de su conciencia histórica: el ser humano es una persona que se mueve dentro de un iux, y ambos términos, persona y iux son términos latinos que no aparecen en ninguna de las otras lenguas prerromanas que se estaban dispersando pobremente por la península.

 

   Llega un momento, a finales del siglo III, en que el emperador Diocleciano se da cuenta de que el imperio romano no es otra cosa que una suma de entidades. Y entonces él escoge una palabra que nosotros hoy tendríamos que traducir por nación: diócesis, es decir, comunidades para la convivencia. En occidente hay únicamente seis unidades para la convivencia: África, Hispania que tenía tres provincias extrapeninsulares (la Baleárica, la Tincitana –el norte de África– y las Islas Afortunadas, que es lo que constituyen hoy las Canarias y debieran constituir todos los archipiélagos), Italia, Galia, Britania y Germania. Con el tiempo, una de estas diócesis, de estas naciones, África, se pierde. Primera causa de la invasión de los vándalos, que no de la invasión musulmana. España estuvo un tiempo perdida, pero se recuperó.

   Una de las primeras cosas que nos llama la atención es por qué de estas cinco naciones que constituyen occidente hay tres que cambian de nombre: Galia se convierte en Francia, Britania en Inglaterra, Germania en Deutchland, y hay dos que conservan el suyo. España nunca se llama Gotia, sigue utilizando el nombre que dieron los romanos y que nosotros no somos capaces de saber de dónde lo extrajeron, cuál es la razón de que lo emplearan. Pero es una donación romana. Y surge una leyenda que repiten los cronistas medievales: la de decir que hay una transmisión de legitimidad desde Roma a la monarquía visigoda.

   El año 418 (esto es una falsificación, no lo olvidemos, pero en la que cree mucha gente a lo largo de los siglos centrales de la Edad Media) hubo una transmisión legítima del poder sobre España, de la autóritas sobre España, desde un emperador romano, Constancio, el segundo marido de Gala Placidia, y el rey Valia de los visigodos. Luego España no es otra cosa que la supervivencia en occidente del espíritu romano. Y esto sí es verdad. Porque a diferencia de lo que estaba ocurriendo en otras partes, aquí no se introdujo el nombre de Gotia. Se habla de los godos, se habla de visigodismo, se habla de muchas cosas, incluso decimos que un arte medieval es el arte gótico para indicar algo de su propia naturaleza, pero el gótico es España. Y España nace, en realidad, el año 589, con dos decisiones que son las que marcan el futuro: la primera es el III Concilio de Toledo, en donde se decide romper la división que se había introducido dentro del cristianismo, eliminando la desviación arriana, y estableciendo, en cambio, el principio esencial romano.

   A partir de este momento España va a defender, a lo largo de su historia, que el ser humano, esa persona de la que luego hablaremos, criatura de Dios, tiene una capacidad para la trascendencia, no se agota en sí mismo, no vive en un mundo inmanente, sale fuera de sí, hacia el prójimo, hacia el mundo entorno, y en definitiva hacia Dios. Por eso aquí no caben los racismos. El racismo en España es antinatural. Cuando España va a América reconoce en los aborígenes de aquellas tierras como otros seres humanos iguales a ellos, y no está dispuesta a aceptar una diferenciación exclusivista como introducirán, por ejemplo, los anglosajones. Para nosotros el indio es otro yo. Habrá abusos, lógicamente. Pero también los había entre españoles. Todo el que puede ejercer el poder trata de abusar de aquellos que le están sometidos, y todo el que tiene posibilidades de enriquecerse, trata también de hacerlo, entonces y ahora. Pero el reconocimiento del derecho de la persona humana es tan completo que cuando tenemos que hablar de Méjico yo no sé si hacer referencia a Hernán Cortés o a Marina, porque los historiadores estamos hoy convencidos de que mucha más importancia tuvo Marina que don Fernando. Hernán Cortés fue derrotado, pero Marina consiguió que se creara una confederación de indios descontentos del sistema azteca, y por consiguiente son las tropas de indios las que toman Tenoctitlan y dan origen a todo esto. Primer elemento fundamental en la constitución de la nacionalidad española, del modo de ser.

 

   Pero hay otro fenómeno no menos importante. Pocos años más tarde, el propio rey Recaredo, que ha tomado la decisión del Concilio de Toledo, establece el principio fundamental, que es lo que comúnmente conocemos bajo el nombre de lex romana visigotorum. Entiéndase bien: no es lex gótica romanorum, no es la ley de los godos que los romanos han adoptado, sino es la ley romana que los godos van a defender. Esta lex romana visigotorum, que es la copia del Código de Teodosio II adaptado, desde luego, a las nuevas circunstancias, va a ser la base de toda la jurisprudencia posterior. El Fuero Juzgo, las Leyes aragonesis, los Usatges de Cataluña no son otra cosa sino la adaptación a los tiempos que se van sucediendo de aquel principio fundamental.

   Tenemos, así, los dos elementos fundamentales que constituyen la esencia de la nacionalidad española. De una parte el catolicismo, el cristianismo romano, y de otra parte el derecho, la jurisprudencia, que es también derecho romano. Sobre esta base se elabora a lo largo del siglo VII todo un pensamiento. Un pensamiento que va a llegar a Europa, que va a permitir explicar las cosas, pero un pensamiento que empieza a profundizar en ciertos aspectos que nos importan mucho recordar y reflejar en estas «Conversaciones».

   El primero se refiere al ser humano. ¿Qué es el ser humano? España hace la síntesis de la herencia que el imperio  había llegado a recibir como un patrimonio desde tres lugares distintos: la herencia griega, que es antropocéntrica: el hombre es el centro del universo; la herencia judía, que es trascendente: Dios no es el primer motor de la historia, es el absoluto trascendente que crea todo a través de su espíritu; y la jurisprudencia propia del ser romano, que determina que la libertad no es otra cosa que la conciencia del cumplimiento del deber dentro de unas leyes.

   En medio de esto se plantean unas cuestiones sumamente importantes: san Isidoro y san Ildefonso se lo plantean. San Isidoro se hace la pregunta: Entonces, ¿qué es el saber? ¿Es una penetración en la realidad únicamente? ¿Es algo que se transmite por vía oral como habían pensado los filósofos griegos? No, es algo más. Es un patrimonio, es un capital que el hombre va construyendo poco a poco, pero que va reflejando en los libros. Luego el saber es la biblioteca. San Isidoro crea la primera biblioteca del mundo. Al principio se llamaba así porque era el armario para guardar las Biblias, pero en realidad pronto es el gran salón en donde el libro, además, deja de ser el rollo (que es lo que significa libro) para convertirse en el códice que es más duradero, más permanente. Ese saber se transmite, se debe transmitir. ¿Cómo? Siguiendo la pauta que unos sabios italianos ya habían marcado unos años antes, Isidoro afirma: todo el saber humano constituye una unidad, no es un instrumento para hacerme dueño del mundo. Es verdad que puedo utilizarle como tal. Es, sobre todo, una revelación acerca del mundo, un conocimiento de lo que Dios ha hecho a través de la creación. Saber es para ser más grande. Cuanto más sepa más habrá crecido mi espíritu. Y esto es una de las cosas que la Iglesia va a recibir como una tradición heredada, y a la que Juan Pablo II se refería muy recientemente repitiendo el pensamiento de uno de los mayores filósofos españoles, don José Ortega y Gasset. Progresar no es tener más, progresar es ser más, es decir, crecer. San Isidoro lo vio muy claro, es a través de escuelas, a través de centros de enseñanza. Shola era un término que ya había empleado Diocleciano para la formación de los funcionarios que después irían a gobernar el imperio. La Shola sería el modo de transmitir a la gente todo ese saber humano que a fin de cuentas puede agruparse en siete disciplinas que son el trivium y el cuatrivium: la formación y la instrucción en reglas sucesivas.

   Pero san Ildefonso va más lejos todavía. llega a descubrir, releyendo el Concilio de Éfeso del año 451, uno de los secretos fundamentales de la existencia: ¿Qué es más importante, el hombre o la mujer, el varón o la hembra? Y llega a una tremenda conclusión que necesitaría siglos para que alguien lo admitiera: la mujer es la más perfecta de las criaturas. A fin de cuentas, Jesucristo no es una criatura, no podemos colocarle el primero entre ellas porque es Dios encarnado; por consiguiente, la Virgen María es la más excelsa de las criaturas. Por eso no es extraño que a lo largo de los siglos la nación española haya defendido todo aquello que se refiere a María y todo lo que está en su torno, como no es extraño que España sea el primer país del mundo que entregó el poder absoluto a una mujer: Isabel la Católica. Fue la primera reina que reinó de verdad, no desde un segundo plano (porque las mujeres saben mandar mucho también de otro modo). La ley sálica es incompatible con la naturaleza de la nación española. Uno de los grandes errores cometidos por Felipe V (de los muchos que cometió y que estamos pagando todavía) fue precisamente introducir en España este capítulo que no tenía razón de ser. No cabe duda de que en ese momento, en el siglo VII, España era, podríamos decir, uno de los elementos fundamentales de esa nueva cristiandad que, sustituyendo al Imperio Romano, se estaba construyendo.

   Eso crea una cierta soberbia interna, es decir, crea la idea de que somos como un pueblo elegido, como el otro Israel, como si el dedo de Dios que en un momento determinado sacó al pueblo de Israel, o en otro momento determinado sacó al pueblo hispano para que fuera en occidente... Eso es lo que se le escapa a san Isidoro en ese Laudes Hispaniae que algunas veces nos hace sonreír, o reír francamente, por las exageraciones que contiene. Pero hay conciencia de que somos una tierra en la que mana leche y miel y un pueblo especial.

 

   Ahora bien, ¿qué ocurrió? Ocurrió una catástrofe. Uno de esos hechos que se producen de cuando en cuando en la historia y que no entendemos muy bien. Los políticos –que Dios les perdone–, en un momento determinado, para llegar al poder, no ven cosa mejor que pedir a los musulmanes, que ya están en el norte de África, que vengan a ayudarles. Naturalmente, vienen a ayudarles y acaban con el sistema, y una vez causada la ruina, se quedan con él. A este acontecimiento, que tiene lugar el año 711, al que se refiere Beda el Venerable el año 713 cuando habla de Europa y está pensando en que debemos prescindir ya de la herencia romana para entrar en una nueva herencia germánica, que eso es lo que significa Europa. Europa, la hija de Cadmo es la no griega, la que Zeus robó, pero no dentro del mundo griego, no como una Afrodita, sino como un ser extraño que no puede producir otra cosa que el Minotauro, el Laberinto, Creta y todo lo que eso significa. Y eso es lo que Beda el Venerable recoge diciendo: hemos cambiado ya de mundo, la herencia romana ha terminado, no tiene nada que hacer con nosotros, y vamos a entrar en la nueva herencia germánica, a la Europa la no latina.

   El término de Europa aparece en tres escritos de esta época, lo cual demuestra la importancia que llegó a tener. Uno es lo que refería de Beda. Otro es un monje mozárabe, que vive en las afueras de Córdoba, cuyo nombre desconocemos, que emprende escribir la continuación de la Crónica de san Isidoro para darnos una nueva explicación y, al hablar de la batalla de Poitiers dice: «los europenses han vencido al Islam y son la esperanza. Nosotros tenemos que poner el acento en esa Europa, en esos europenses». Y la tercera son los cronistas de Carlomagno, uno de los cuales es un godo, que se llamaba Witiza y cambió de nombre, que llama a Carlomagno señor de Europa, emperador de Europa.

   Pero ese anónimo monje mozárabe nos da una lección todavía más importante. Cuando habla de los acontecimientos del 711, no habla de la caída de la monarquía visigoda, pues considera que se lo han ganado, que han hecho todo lo malo que se puede hacer y naturalmente Dios les ha castigado. De lo que él habla es de «la pérdida de España». España se ha perdido. ¿Definitivamente? El monje dice: no, no puede ser definitivamente. Él, que está escribiendo el año 748, piensa que tiene que haber una esperanza de recuperación. Mas lo que verdaderamente se ha perdido es esa herencia patrimonial española que los musulmanes nunca la quisieron restablecer, nunca la invocaron. Ellos abandonan el nombre de España e inventa otro, el Atlántico al-Andalus, que es lo que significa, es decir, las tierras del extremo del Atlántico, y ni siquiera ocupan toda la península, no entienden que la península pueda formar la unidad. Establecen su frontera aquí mismo. Aquí estamos ahora pisando el suelo de la frontera. Ese monte que hay ahí arriba era el límite máximo al que aspiraban. Entre otras razones porque para el musulmán la tierra que no produce el vino, el aceite y el naranjo no tienen interés ninguno. El vino, el aceite y el naranjo es esencial para ellos.

 

   Y se produce como un intento de recuperación. También aquí la leyenda aparece mezclando las cosas. De niños nos han enseñado que Pelayo era un noble godo que había estado al servicio del rey Rodrigo, etcétera. Pero cuando llegamos a un autor musulmán más próximo a los sucesos, curiosamente nos hace una importante revelación: a Pelayo le llama «el romano»: belay el rumí. Y el historiador enseguida se da cuenta. Pelaquius es un nombre romano, no es un nombre godo, no es Alfonso… De modo que la primera reacción de resistencia debió de nacer (no estamos excesivamente seguros de ello) de la propia entraña del pueblo, de lo que había quedado en pie del sueño profundo de esa España que era ciencia, antropocentrismo, catolicismo y derecho romano. Después las cosas cambian. ¿Por qué? Hay que intentar una recuperación. Al principio sólo una defensa. Una defensa dentro de qué: de Europa.

   Así como los musulmanes rechazan la idea de Hispania y convierten su territorio en al-Andalus, tampoco los primeros cronistas del norte hacen una gran referencia a España como una entidad. Para ellos todo aquello está más cerca de Europa. El gran creador de la primera monarquía que merece ese nombre, Alfonso II de Asturias, es presentado como uno de los satélites de Carlomagno. Y lo era. Hace una expedición a Lisboa, captura un gran botín, y le envía la décima parte a Carlomagno en un símbolo de obediencia. Convoca Carlomagno un Campo de Marte en Touluse y Alfonso II envía sus procuradores para que estén presentes ahí. Y en el otro extremo de la situación de defensa, al territorio que al sur del Pirineo se está conformando se le llama la Marca Hispánica, es decir, forma una parte de Europa, y eso ya no se perderá.

 

   ¿Cuándo vuelve la conciencia de que España puede reconstruir su unidad política, no conformarse con ser una nación superviviente en un trozo de territorio? Yo diría en el siglo XI, es decir, en el momento en que se reconquista Toledo. No sé si nos damos cuenta de la significación que tiene el hecho de que el mismo día que las tropas de Alfonso VI están desfilando por las estrechas calles de Toledo muere en Salerno Gregorio VII, el que había soñado con la Europa nueva, el que había intentado construir la Europa nueva. Y esto es lo que aquí se va a tratar de hacer también. Se restablecen las leyes, se suprime de esas leyes la condenación de los judíos, con el aplauso del Papa; es lo que hace Fernando I y lo que renueva Alfonso VI cuando en Toledo da las disposiciones que permiten la convivencia (ahora van a hablar de una convivencia entre las tres religiones; coexistencia bien, de convivencia poco, porque llevarnos nos llevábamos bastante mal unos con otros). Todo esto es lo que está creciendo dentro de una herencia patrimonial.

 

   España es la tierra de las bibliotecas. Cuando en el año 989, Gerberto de Orellac se plantea el problema de rehacer la arquitectura de las matemáticas, ¿qué es lo que hace? venir a España, venir a buscar, en alguna de las bibliotecas de los monasterios. Y anda de uno en otro y al final le hablan de un monasterio en San Juan de la Peña, a donde los moros nunca llegaron porque estaba muy perdido, y allí encuentra las obras de al-Guarismí y puede hacer a Europa el enorme regalo de los signos que sirven para marcar los números sin tener que aplicar las letras que traían consigo una confusión. Esos signos, que se llaman por esta causa guarismos, de al-Guarismí, o cifras por una influencia judía, contienen uno, el «cero». España ha regalado a Europa el «cero».

 

   La batalla para la reconquista, que dura mucho tiempo, puede decirse que no empieza hasta el año 1035 y prácticamente acaba el año 1254, después de la toma de Huelva. Queda una reserva musulmana, pero dentro de la corona de Castilla; ya no hay un régimen de ocupación que obliga a una operación militar muy compleja. No es posible hacer la guerra formando una unidad. Eso lo saben muy bien los grandes estrategas porque no se puede arriesgar que una batalla se pierda y con ello se pierda todo.

   Los musulmanes tienen la superioridad y esa misma superioridad no puede ser combatida mas que abriendo frentes diversos para que sea una tremenda batalla de desgaste lo que se libre, que es lo que se está haciendo. Algunas veces se consiguen victorias, como la de Simancas, pero pocas veces. Normalmente es más una batalla de desgaste, un derrumbar al enemigo, un resistir a Almanzor hasta que Almanzor se hunda, se caiga por su propio peso, no pueda con sus propias deudas, no pueda con sus mercenarios extranjeros; pero, entretanto, esto obliga a establecer unas diferencias administrativas. Hasta que llega un día, 1212, en que las cosas pueden cambiar: todos juntos, formando una unidad, ganamos «la batalla». Los documentos medievales no lo dicen de otra manera, dicen «la batalla»; nosotros decimos la Batalla de Tolosa; en el tiempo fue simplemente «la batalla». El Islam ha sido vencido, en pocos años todo se viene abajo, la reconquista termina, y en ese momento empieza la nueva nación.

 

   De alguna manera deberíamos conseguir una unidad política. ¿Cómo lograrla? Porque durante el tiempo de «la batalla» hemos tenido que dividir el frente y por consiguiente hemos tenido que dividir las responsabilidades que lleva consigo el poder. La fórmula es más o menos la que Alfonso XII empieza a pensar. Por eso él busca que le titulen emperador; no pensó nunca en ir a vivir a Alemania, sino en que alguno de los reinos de alguna manera tuviera como el vínculo de la superioridad, la capacidad absoluta de reunir a los demás. Y es entonces cuando empieza a surgir en los tomistas la conciencia de que todos, en realidad, formamos una sola cosa, formamos España. Hay un cronista del siglo XIII que se dedica a escribir un poema, el Poema de Fernán González, en el que llega a la conclusión de que de toda España Castilla es lo mejor. Y a renglón seguido, un monarca aragonés, que vive en Barcelona, hace la réplica escribiendo una crónica en la que dice: ¡qué dice usted!, Cataluña es la mejor tierra de España. Este es el tema fundamental que se está tratando.

   ¿Cómo rehacer esto? Hay tres caminos que son los que se van empleando sucesivamente para volver otra vez al ser de España. Primer camino, el jurídico, lo que Alfonso X piensa: cojamos el derecho romano, cojamos las costumbres que se han ido arraigando y de todo ello hagamos una doctrina –Las Partidas no son una ley, no son un código de leyes, son una doctrina jurídica– y comprometámonos todos en delante de que las leyes se sujetarán a esta doctrina que no es otra cosa que la herencia patrimonial –y lo va diciendo constantemente: la costumbre hispana, la costumbre española indica que esto se haga así, de esta manera o de esta otra–, una base, una unificación que sea, más que jurídica, como una conciencia de las relaciones de la persona humana con el mundo exterior.

   Otro camino es el establecimiento de la monarquía. La monarquía no es un régimen político, una forma de Estado. La monarquía es una estructura que se basa en la conciencia en la que hay dos ejes de los cuales no se puede prescindir. Primero, que entre rey y reino hay un pacto, pactis dicen los catalanes abiertamente. Y eso se lo recuerdan a Pedro IV en Valencia de una manera muy clara: «cuidado, Señor, que cada uno de nos somos tanto como vos, pero todos juntos mucho más que vos». Es decir, pactismo, porque entre rey y reino hay un pacto cuyo texto son las leyes, los usos, las costumbres del reino. Y se introduce la norma de que un rey tiene que contar con dos legitimidades: la de origen, que es la que da Dios por la vía del nacimiento, es decir, yo tengo derecho a ser rey, eso no es nada en sí; y la de ejercicio, que no comienza hasta el momento en que el reino, a través de las Cortes –que es el gran invento español, el Parlamento lo inventan los españoles y lo copian después los otros europeos– prestan el recíproco juramento, y el rey tiene que pronunciar estas palabras textuales: «Juro cumplir las leyes, fueros, privilegios, cartas, buenos usos y buenas costumbres, que son las libertades del reino». Y si el rey no cumple entonces pierde esa legitimidad de ejercicio. No estamos hablando de una mera teoría, se aplicó en diversas ocasiones en España. Pedro el Cruel –ahora tratan de llamarle el justiciero– fue una de las víctimas; Alfonso IV de Portugal, pasó por el mismo procedimiento; se intentó aplicar a Juan II de Aragón y también con Enrique IV de Castilla, aunque no se pudo llevar a cabo porque intervinieron entretanto los reyes Católicos. La monarquía es una forma de Estado, que al establecer este pactismo, hace depender la libertad, el ejercicio de la libertad, del cumplimiento del deber y no de la reclamación del derecho. Porque de nada sirve a mi libertad tener reconocido en un papel todos los derechos que les dé la gana si después los demás no cumplen esas normas y no me respetan a mí. Este es el gran tema.

 

   La creación de una cultura, y luego, sobre todo, la ordenación de la Iglesia de una manera distinta. A partir de 1372 España inicia una reforma religiosa mucho más importante de lo que fue el luteranismo, pero sin ese relieve porque no fue en contra sino a favor del Papa, inspirada por Santa Catalina de Siena, cuyas obras fueron adaptadas en España por uno de sus fundamentales discípulos. Esta reforma española reconoce el protagonismo esencial del ser humano, es decir, las obras en el ser humano son las que procuran la salvación y por consiguiente hay una posibilidad de alcanzar la presencia de Dios, a través de la vida contemplativa, como dicen los místicos, pero sobre todo por la vía ética que consiste en el cumplimiento de los deberes, de las obligaciones del orden ético que, establecido por Dios, lleva consigo. En ese sentido, se hace un centro de lo que es la persona humana, la naturaleza humana; el ser humano, dentro de esta nueva concepción religiosa, adquiere un gran protagonismo, es decir, si se ejercita puede llegar a desarrollar todas sus virtudes. Lo mismo que a un cantante no le basta con tener buena voz,  sino que tiene que hacer ejercicio, no es suficiente tener buenas disponibilidades para la lucha, hay que ejercitarse en la guerra, como hay que ejercitarse en los negocios, o como hay que ejercitarse en la ciencia, también la vida del espíritu lleva consigo ejercicios. Un monje benedictino, que vivió en la época de los Reyes Católicos, Fray García Jiménez de Cisneros –que no tiene nada que ver con el cardenal Cisneros–, puso esto en un libro, que llamó el Libro de las ejercitaciones espirituales. La novedad era tan grande que se sintió en la obligación de ir a Roma para hablar con el papa y enseñarle el libro para saber si era correcto o no. Y cuando vuelve de Roma se encuentra una carta de Fernando el Católico con un correo especial diciéndole: «No vuelva usted a Valladolid, le necesito. Acabo de rescatar Montserrat y quiero que vaya usted ahí con unos cuantos monjes vallisoletanos y me reconstruya la comunidad monástica». Entonces Fray García Jiménez de Cisneros, con su libro bajo el brazo, sube la montaña donde san Jorge había expulsado al único dragón que se atrevió a cruzar la frontera española –en España nunca hubo dragones, esos quedaban por Dinamarca u otros lugares–, monta la nueva comunidad benedictina (estamos aquí en una de sus consecuencias) y un día llega a Montserrat Iñigo López de Recalde, que está pensando en un viaje a Tierra Santa, está pensando en abandonar su vida, está pensando en despojarse de todo, hasta del nombre: dejará de llamarse Iñigo para llamarse al modo romano Ignacio (Iñigo e Ignacio no son nombres equivalentes). Allí descubre la necesidad de ejercitarse en las cosas del espíritu y en Manresa predica por primera vez los Ejercicios Espirituales. Esa es una de las señales propias de la nación española.

   Cuando el año 1412, a consecuencia del cisma, se reúne el Concilio de Constanza, la primera pregunta que se hacen los reunidos es, ¿pero qué es la Cristiandad? Y la respuesta que dan es bien clara: la cristiandad es la suma de cinco naciones –volvemos a la tesis inicial de Diocleciano–, y esas cinco naciones van por este orden: seamos humildes, primero Italia, porque allí está Roma, donde todo tuvo su origen y todo tiene su presencia; la segunda es Alemania, porque es el reino del emperador, del cabeza de Europa; la tercera es Francia, porque en ella estuvo en un momento el imperio; la cuarta es España porque legítimamente nació del Imperio Romano; la quinta es Inglaterra y no hace falta explicar más. Esto coincide además con el hecho de que hay un rey, Fernando I, el de Antequera, quien en ese momento prácticamente es la primera autoridad de España. Rey de la Corona de Aragón, regente de la Corona de Castilla, padre de quien va a ser el rey de Navarra y prácticamente administra. Sólo queda fuera Portugal con quien las relaciones se mantienen de una manera bastante más difícil, pero una de sus hijas llegará a ser reina de Portugal. Él lanza la idea de un paso adelante en la idea de que esa unificación que todos deseamos (estoy hablando del siglo XV no del siglo XX ó XXI) está en la vía de los matrimonios, de tal manera que, uniéndose entre sí los miembros de las familias reales españolas, llegaría un momento (ha llegado ya, dice Fernando I) en que seamos una sola dinastía. ¿Quién gobierna en Portugal? Mi primo. ¿Quién gobierna en Navarra? Mi hijo. ¿Quién gobierna en Castilla? Mi sobrino. ¿Quién va a gobernar en la Corona de Aragón? Mi hijo también. Es decir, si continuamos esta línea política, ¿qué puede ocurrir? Lo que ocurrió en 1469 cuando Isabel la Católica tomó la decisión frente a los nobles que lo que querían era dispersar todo aquello y cerrar el camino, dividir, como después pretenderían con Felipe el Hermoso al que gracias a Dios se lo llevó por delante muy pronto, porque si no el daño que habría hecho habría sido tremendo. Pero cuando Isabel la Católica afirma: «yo me caso con Fernando y no con otro alguno», aquí está ya la unidad española.

 

   De modo que la obra de los Reyes Católicos no es un punto de partida, es un término de llegada. Eso lo ve muy bien un cronista, el bachiller palma, que era además profesor en la Universidad de Salamanca, cuando redacta un libro en el que llega a decir que vio en España un reino, una nación grande. El término de llegada. Aquello que se había perdido el año 711 y que se había empezado a recuperar relativamente pronto, en torno al año 900, ahora ha llegado a su conclusión, ahora ya España es un reino, es un principado, es una unidad. Esa unidad es la que se mantiene.

   Ahora bien, los Reyes Católicos pensaron en esta fórmula política como una asociación de elementos que conservasen las estructuras jurídicas heredadas, para no cambiarlas. Había una soberanía absolutamente indivisible, pero había una administración, que venía de atrás, y que no tenía que ser cambiada. Así hasta finales del siglo XVI, hasta 1700. Hay una entrevista capital, que nos explica estas cosas, entre sor María Jesús de Ágreda y Felipe IV, en el momento en que el rey va hacia Cataluña, que ha sido dominada después de la rebelión de 1648, y sor María Jesús de Ágreda recomienda al rey no modificar el sistema. Felipe IV dice: no, yo no lo voy a modificar; vamos a mantener esa unidad mediante la conservación de la fuerza que da la soberanía, que da la cultura, que da la lengua, que da todo esto, pero no la vamos a cambiar. Felipe V lo cambia. Trata de implantar en España el modelo francés porque le parece superior. ¿Fue un error? Yo no me atrevería a decir tanto. Pero no cabe duda de que a partir de este momento empezó un enfrentamiento entre dos ideas de España que se ha ido agudizando poco a poco con el tiempo, y que llegó a tomar la forma de un enfrentamiento civil a partir de 1808. No nos engañemos, en 1808 no se produce una guerra por la independencia, ni es una guerra civil: es una guerra entre la gran mayoría de los españoles que estaban reclamando una permanencia de los valores que constituían aquello, y una minoría que seguía todavía dentro del modelo francés, convencida de que sólo el modelo francés podía aproximar a Europa. Esa guerra ya no se detuvo. Ya es después las Guerras Carlistas, ya es después el enfrentamiento de la I República, ya es después también una guerra civil, y ya es después el enfrentamiento de la II República y la Guerra Civil de 1936, y ahora nos estamos asomando a una nueva concepción de una España, dicen que plural, en donde el sistema de unidad que todos tenemos saltaría por los aires.

 

   Lo más grave, cuando uno lee los proyectos de estatuto que ahora se están manejando, no está tanto en los aspectos externos políticos, sino en los internos, en las novedades que se van reconociendo a través de esos documentos, que son, en gran medida, un atentado firme contra la dignidad de la persona humana: la eutanasia, el aborto, la falta de libertad, y tantas y tantas cosas que están en ellos presentes, en la letra pequeña, que como todos sabemos muy bien, es la importante en los contratos cuando estos son contratos difíciles.

   ¿Qué nos aguarda? Yo no lo sé. Pero a mí me gustaría volver a la mentalidad de aquel monje mozárabe, de nombre desconocido, que escribe el año 748: lo que hay que salvar es España, lo que hay que salvar es el ser de España. No importan tanto las estructuras políticas y qué partido va a gobernar o ha dejado de gobernar. Lo que importa es que este patrimonio que hemos dado al mundo no se pierda. No nos damos cuenta de que quien inventó el Parlamento fue España; quién hizo ley fundamental los derechos humanos fue España; quién organizó la ocupación de un enorme continente sin llamarlo colonia, convirtiéndolo en reinos, y dando origen a nuevas naciones fue España. Los errores que hayamos podido cometer en el pasado no deben ocultarnos todo eso. Es curioso pensar que en 1788 las Cortes Españolas habían tomado, en relación con América, una decisión que si no hubiera venido la Revolución Francesa se hubiera llevado a cabo: la creación de un mundo común con reinos prácticamente autoadministrados, enviando, en lugar de Virreyes, Infantes, para que al menos se mantuviera lo que es esencial, la unidad, aunque se hubieran introducido diferencias administrativas o independencias desde el punto de vista territorial. Eso es lo que a los seres humanos de nuestro tiempo, a los españoles de nuestro tiempo nos importa más reclamar y defender. No sé si lo lograremos, pero en ello estamos.

EE.UU.: AUMENTA EL NÚMERO DE POBRES

EE.UU.: AUMENTA EL NÚMERO DE POBRES

Renato VILACIS 

 

   Muchos factores influyen para que el abismo entre los estadounidenses que tienen y los que no tienen asuma proporciones cada vez más marcadas, y en ese proceso, aumenta la proporción de quienes caen en la extrema pobreza, ahora a niveles nunca antes en los últimos 32 años, según la prensa de la Unión.

   Los McClatchy Newspapers, sobre la base de las estadísticas del último Censo (2005), encontraron 16 millones de ciudadanos en la extrema pobreza, definida como una familia de cuatro personas con ingreso anual de menos de 9.903 dólares. En igual sentido son considerados aquellos individuos con ingresos por debajo de 5.080 al año. El Censo 2005 reveló que la extrema pobreza había crecido un 26% desde 2000 hasta entonces y ahora representa un 43% de los 37.000.000 de pobres.

   Los incrementos de personas en extrema pobreza fueron notables en 65 de 215 condados grandes y en 28 de los 50 estados. Los estudios indican que la pobreza extrema no crece sólo en áreas urbanas y se extiende a las rurales y los suburbios. Por paradoja, la economía estadounidense se ha expandido y la productividad creció a cámara rápida desde la recesión de 2001, pero los salarios y los empleos se han quedado atrasados.

 

   En los últimos cinco años, el ingreso medio de las familias con edad laboral ajustado por la inflación ha tenido una caída sostenida y, desde 2000, los ciudadanos extremadamente pobres aumentaron más que cualquier otro segmento de la población. "Lo que vemos es un crecimiento dramático de la extrema pobreza", declaró Steven Wolf, de la Virginia Commonwealth University, uno de los autores de un estudio sobre el tema en la American Journal of Preventive Medicine.

   Estos datos reflejan "cuán difícil es para los trabajadores de baja calificación salir de la pobreza en un mercado laboral inestable que favorece a los adiestrados y educados", señaló un artículo de McClatchy Newspapers. ¿Quiénes son los pobres en extremo? Las estadísticas señalan que uno de cada tres es un joven de menos de 17 y que dos tercios son mujeres. Las familias encabezadas por una mujer con hijos acaparan una parte considerable de este sector.

   Los blancos representan 67% con 10.300.000 de pobres en extremo, pero entre los negros (4.300.000) y los hispanos (3.700.000) el resultado es desproporcionado. Los negros son tres veces más propensos a la extrema pobreza y los hispanos dos veces. Washington DC tiene el 10,8% de concentración de pobreza extrema, la mayor nacional, incluso por encima de áreas devastadas por los huracanes como Mississippi (9,3%) y Louisiana (8,3%).

   En términos territoriales, según el Buró del Censo, la pobreza extrema se concentra en California ( 1.900.000 de personas), Texas (1.600.000), Nueva York (1.200.000), Florida (943.670) e Illinois (681.786). La lista del Censo sobre los 10 más afectados se completa con Ohio (657.415), Pennsylvania (618.229), Michigan (576.428), Georgia (562.014) y Carolina del Norte (523.511).

   En 2006, la línea de pobreza para un individuo fue trazada por las autoridades federales en 5.244 dólares anuales y quienes la padecen tienen que residir en barrios con altas tasas de criminalidad y con cupones de alimentos y ayuda de sus familiares. David Jones, presidente de Community Service Society de la Ciudad de Nueva York, subrayó que en el grupo de personas de pobreza extrema hay muchos que apenas tienen habilidad para trabajo pesado.

   Esta condición es más aguda mientras más cerca se está de la frontera con México y en algunas áreas del Sur, con 6.500.000 de personas, aunque también hay un auge en el Medio Oeste y el Nordeste. Para Michael Tanner, director de Estudios de Salud y Bienestar del Instituto Cato, considera que "lo que parece ocurrir es que, a largo plazo, se tiene una subclase permanente significativa que no recibe el impacto de las políticas contra la pobreza".

   Pero Arloc Sherman, del Centro de Presupuesto y Prioridades Políticas, piensa que "lo que dicen las estadísticas es que más y más madres solteras pierden sus empleos y no caen en una red de seguridad". Se trata -puntualizó Sherman- de alrededor de 1.100.000 familias en las que se cuentan por lo menos 2.100.000 niños inmensamente pobres.

 

   Más personas en Estados Unidos viven con 8.000 dólares anuales por encima o debajo de la línea de pobreza y que los ven disminuir en lo que ha dado en llamarse "efecto vertedero", debido a diversos factores, entre ellos, las secuelas de los huracanes. La Encuesta del Buró del Censo sobre Ingreso y Participación en Programas apunta que en un mes dado, apenas el 10% de los estadounidenses en extrema pobreza recibieron la Asistencia Temporal para Familias Necesitadas en 2003, el último año disponible. Paralelamente, sólo el 36% recibieron estampillas de alimentos y, aunque estas reducciones pudieran indicar cansancio o frustración, otros índices de la extrema pobreza como la violencia, la falta de salud y educación.

   En Estados Unidos se registran las más elevadas tasas de pobreza para niños, adultos individuales y familias entre 31 estados industrializados, según el Estudio de Ingresos de Luxemburgo. Esas investigaciones comenzaron hace 23 años y, desde entonces, la Unión ha sido el país de peor actuación entre esos 31 países, como lamentó Timothy Smeeding, ahora al frente del Centro para Investigación de Política de la Universidad de Rochester.

   Mark Rank, de la Universidad de Wisconsin, afirma que uno tercio de los estadounidenses experimentará un año completo de extrema pobreza en algún momento de su vida adulta y, cuando la edad se limita a 20-75, la proporción es del 58%. Cuando se trata de personas de 20 a 65, quienes acuden a un programa de asistencia pública llegan a dos tercios y de ellos, el 40% los necesitarán por cinco años o más, y eso sin contar a los inmigrantes. Rank escribió hace poco, según McClatchy Newspapers, que "al parecer para la mayoría de los estadounidenses el problema no es si padecerán pobreza sino cuándo. En resumen, la pobreza se ha convertido en una rutina". Y precisó que "si esos patrones continuarán durante toda la primera década de los 2000 y más allá es difícil de decir. Pero hay pocas razones para pensar que la tendencia se invertirá pronto". Aunque los neoconservadores pretextan que el problema no es tan grave, expertos como Sherman aseguran que los muy pobres tienen grandes problemas para pagar sus cuentas, "otra señal de que el asunto es real y preocupante". El profesor de la San Jose State University, Scott Myers-Lipton, en su libro "Soluciones Sociales a la Pobreza", presenta una serie de propuestas y programas de las bases a las elites para resolver el problema de que la nación más rica tenga la mayor pobreza. Esa tasa, en la actualidad, se calcula oficialmente en el 12,5%, pero pudiera ser mucho mayor y tocar a unos 50 millones de ciudadanos estadounidenses y, si se olvida la historia, es probable que se repitan los altos costos de la pobreza. Myers-Lipton aporta material muy útil, pero limitado a Estados Unidos y no aborda otros programas contra la pobreza, como el Grameen Bank para micro-créditos, que le valió el Premio Nobel de la Paz en 2006 a su creador Muhammed Yunus, de Bangladesh.

 

   Tampoco hay referencias a países nórdicos, Cuba, Venezuela, Japón, y otros lugares cuyas experiencias han sido positivas para reducir o eliminar los peores ángulos de la pobreza o algunas dentro de Estados Unidos mismo. Todas ellas, proponen los expertos, deben ser estudiadas y puestas en vigor adecuadamente tan pronto como sea posible, para librar a la humanidad del flagelo de la pobreza.

EL RETO DE LA BIOQUÍMICA AL PARADIGMA DARWINISTA

EL RETO DE LA BIOQUÍMICA AL PARADIGMA DARWINISTA

Santiago COLLADO

 

   El dominio del darwinismo en la explicación de la evolución ha sido discutido, con especial fuerza, a partir de la aparición en los años noventa del movimiento del "Intelligent Design" (ID). Desde un punto de vista que quiere ser estrictamente científico, y sobre la base de las aportaciones de la bioquímica, los defensores del ID advierten la existencia de un diseño en la naturaleza y niegan que algunos sistemas complejos puedan haberse formado de manera gradual. En EE.UU. y en Holanda el debate ha llegado a la organización de la escuela. (*)
   Los argumentos esgrimidos por los integrantes de este movimiento han conseguido renovar una vieja polémica que se mantiene viva en EE.UU. casi desde la misma aparición de la teoría de la evolución de Darwin. Originalmente pugnan entre sí dos teorías rivales: el creacionismo y el evolucionismo. Ahora el enfrentamiento ofrece muchos más matices. Los componentes del ID no se presentan como alternativa al evolucionismo desde la autoridad de la Sagrada Escritura, sino que sostienen que sus argumentos tienen un carácter estrictamente científico.
   La persona que consiguió catalizar el movimiento del ID fue Phillip E. Johnson, que en los años ochenta había alcanzado gran prestigio como abogado y daba clases de Derecho en la Universidad de Berkeley. Su figura se hizo muy popular entre los defensores del creacionismo a raíz de un enfrentamiento dialéctico que mantuvo con Stephen Jay Gould (ver Aceprensa 79/02), que entonces era ya también un prestigioso y conocido biólogo evolucionista y agnóstico declarado.

 

     ¿Teoría científica o filosófica?

 

   A finales de los ochenta Johnson era profesor visitante en el University College de Londres, donde leyó la polémica obra de Richard Dawkins "El relojero ciego". Después de un estudio atento del libro, llegó a la conclusión de que los argumentos expuestos por Dawkins no podían considerarse legítimamente científicos; más bien parecían argumentos del tipo de los empleados en las defensas judiciales con las que tan familiarizado estaba Johnson. Impulsado por esta idea, siguió trabajando sobre los libros más populares de entonces sobre la evolución. Como resultado de este estudio publicó en 1991 un libro titulado "Darwin on Trial" (Juicio a Darwin), en el que hacía una dura crítica al darwinismo acusándolo de no ser una teoría científica sino una filosofía materialista. El libro alcanzó una gran difusión e hizo más famoso aún a su autor.
   A lo largo de los años noventa, en gran parte por el eficaz impulso de Johnson (1), el movimiento ID se fue consolidando desde diversos puntos de vista. En los últimos noventa consiguieron también que distintas personalidades de prestigio en el mundo académico y científico entraran en diálogo con ellos. A lo largo de esa década también consiguieron aumentar notablemente el número de científicos y estudiantes interesados en trabajar para el ID. Dos de las incorporaciones más importantes fueron Michael Behe y William Dembski, que han desempeñado un papel decisivo en el desarrollo y difusión del ID.

   Michael Behe, bioquímico y profesor de la Universidad de Lehigh, comienza a ser un miembro destacado del movimiento ID en 1992. Cuatro años más tarde expuso sus ideas bien ordenadas y desarrolladas en un libro de divulgación científica titulado "La caja negra de Darwin" (ver Aceprensa 68/01). El libro fue un gran éxito editorial. Recibió también, junto con multitud de críticas a favor y en contra de las tesis defendidas, el reconocimiento de la mayor parte de los especialistas en estas áreas, por la calidad del trabajo. Posiblemente haya sido el libro que más ha contribuido a hacer creíble el "Diseño Inteligente" y a hacerle ganar terreno en el ámbito académico.

 

     La caja negra de Darwin

 

   Es claro que en el mundo natural, el que nos presenta nuestro conocimiento ordinario de la naturaleza, encontramos una extraordinaria complejidad. Dicha complejidad hace difícil la explicación de la evolución de las especies desde la perspectiva darwinista, es decir, aquella que se alcanza sólo con modificaciones casuales –sin ningún propósito especial– y selección natural. Una de las consecuencias lógicas de esta doctrina es que la evolución se produce de una manera gradual.
   Michael Behe, en "La caja negra de Darwin", comienza su crítica al darwinismo con un ejemplo que es uno de los preferidos por los creacionistas: el escarabajo bombardero. Este animal posee un sofisticado sistema defensivo cuyo esquema incluso ha sido estudiado como posible método de propulsión de cohetes. Como ocurre en otros muchos ejemplos de la naturaleza que el autor podría haber elegido, la complejidad que manifiesta este pequeño animal hace muy difícil explicar su aparición siguiendo el esquema darwiniano. A la complejidad que se resiste a ser explicada por el evolucionismo de tipo darwinista, Behe la llama irreductible.

 

     Complejidad irreductible

 

   En el sistema anterior y en otros de complejidad semejante o mayor, la explicación gradualista es difícil de refutar o de defender. Esto es debido a que se argumenta a partir de elementos que ya, de por sí, son complejos. Lo que se dice en esa situación, afirma Behe, se parece a decir que para construir un aparato de música estéreo basta con unir dos altavoces, un amplificador también estéreo, un reproductor de CD y un sintonizador. Lo que se ha dicho no es mentira, pero realmente es muy poco. La explicación parte de bloques que ya son ellos mismos difíciles de explicar.
   La pregunta que se hace el autor de "La caja negra de Darwin" es, precisamente, si existe algún sistema biológico que permita afirmar con certeza científica que posee complejidad irreductible, es decir, que no se ha podido alcanzar de una manera gradual: cambios pequeños que supongan ventajas competitivas y selección natural. Es una pregunta que de tener respuesta afirmativa iría directamente contra el núcleo de la teoría darwiniana (2). En este punto del discurso conviene precisar, así lo hace el autor, lo que él entiende por sistema irreductiblemente complejo: "Con esta expresión me refiero a un solo sistema compuesto por varias piezas armónicas e interactuantes que contribuyen a la función básica, en el cual la eliminación de cualquiera de estas piezas impide al sistema funcionar". Es clave en la argumentación que hace Behe admitir que esas "piezas" son realmente elementales: como los tornillos y las tuercas del coche en relación con su fabricación. La solución de la casualidad múltiple para dar razón de la aparición de dichos sistemas en la Naturaleza no es aceptada ni por los actuales darwinistas más beligerantes (3).

   En los artefactos es muy sencillo determinar si es aplicable la definición de complejidad irreductible. Behe se sirve, para exponer sus ideas, del análisis de un artefacto en el que es fácilmente aplicable su definición y en el que podemos determinar, por tanto, si se trata de un sistema irreductiblemente complejo. El artefacto es la clásica trampa para cazar ratones. En ella se sabe perfectamente su función, atrapar ratones, y cuáles son los elementos básicos, "las piezas", que la componen. Es patente con sólo ver la trampa que para conseguir realizar adecuadamente su función es necesario que funcionen todas las piezas y tengan la forma y características necesarias. Si falta sólo una, o no está como debe, o no tiene el tamaño requerido, etc., la trampa no funciona. Se trata de un sistema de complejidad irreductible. Es también claro que un sistema que, como éste, sea irreductiblemente complejo no puede alcanzarse de una manera gradual: o está todo o no tenemos trampa; una trampa que no tiene muelle, o cualquier otra pieza, no sería capaz de ejercer su función mínima: cazar el ratón.
   Podremos aplicar estas nociones a sistemas biológicos, o sistemas naturales en general, sólo si somos capaces de aplicarles la definición de complejidad irreductible, es decir, si podemos "enumerar las partes del sistema y reconocer una función". Las partes, como hemos dicho anteriormente, deben ser elementales. Para Behe, en la actualidad estamos en condiciones de abordar ese problema: la ciencia que lo permite se llama bioquímica.

 

     Sistemas bioquímicos y diseño

 

   La bioquímica moderna nos ha permitido, según Behe, llegar hasta los ladrillos con los que están formados todos los seres vivos. Lo anterior equivale a descubrir qué hay en el interior de la "caja negra", poder desvelar los "mecanismos" mediante los cuales dichas "piezas" se relacionan entre sí sosteniendo las distintas funciones que nos presenta nuestra experiencia ordinaria.
   Para ilustrar las palabras anteriores, el autor de La caja negra de Darwin va pasando revista a un conjunto de sistemas de los que se puede decir que sabemos su composición desde el nivel atómico. Asume que los ladrillos de dichos sistemas son básicamente los aminoácidos, con los cuales se forman las proteínas, y que estas son maravillosas y diminutas máquinas moleculares (motores, trasportadores, cortadoras, replicadoras, etc.) que pueden alcanzar un grado de complejidad asombroso, que tienen funciones perfectamente definidas y cuyo funcionamiento, al menos en un buen número de casos, conocemos con suficiente detalle. Cada uno de estos ejemplos en los que es aplicable su definición permiten concluir que, asombrosamente, ostentan complejidad irreductible.
   Behe ha estudiado con suficiente detalle diversos ejemplos de sistemas bioquímicos (el cilio o flagelo bacteriano, la coagulación de la sangre, la estructura de los distintos subsistemas de una célula eucariota, el sistema de transporte de proteínas, etc.).
   El análisis detallado de estos ejemplos, y el hecho de que se conozca su estructura hasta el nivel molecular, llevan a Behe a afirmar en ellos la evidencia de diseño. Del mismo modo que en el caso de la trampa para ratones, por ser un sistema de complejidad irreductible, todos estamos de acuerdo en afirmar que ha sido diseñada y fabricada, en los sistemas estudiados es necesario afirmar sin ningún miedo a equivocarse que son sistemas diseñados. Esto es lo que afirma Behe. Se entiende por diseño la intervención de un actor inteligente que ha dado forma a dichos sistemas. No se presupone ni quién es el actor ni cuando ejerció su actividad creativa.
   El hecho de afirmar la existencia de diseño tampoco impide a Behe aceptar la evolución e incluso, en una cierta medida, el darwinismo. Lo que niega categóricamente es que los sistemas que poseen complejidad irreductible puedan haberse formado de una manera gradual, según explica el neodarwinismo.

 

     No por leyes naturales

 

   Behe también niega que estos sistemas hayan podido surgir como consecuencia de unas leyes naturales que, contando con el tiempo, han dado lugar a esos organismos. Lo que defiende Behe, y así lo ha confirmado en escritos en los que responde a diversas críticas, es que el diseñador ha actuado creando estructuras que no son explicables desde las leyes naturales. Él llama a este tipo de diseño "diseño en sentido fuerte", es decir, el mismo tipo de intervención que es necesaria en la fabricación de un artefacto como la ratonera. La naturaleza de los elementos que componen este último sistema artificial, no da explicación de cómo se han combinado en orden a poder realizar la función que cumplen.
   Como la probabilidad de que la unión de sus elementos sea una coincidencia múltiple resulta despreciable, hay que concluir que la causa que los ha unido es externa a los mismos elementos y, además, que dicha causa es el diseño previo a su construcción de acuerdo con esos planes. Es obviamente necesaria la intervención de un agente capaz de materializar dicho diseño.
   Otro personaje destacado del ID es William A. Dembski, que ha realizado trabajos de postgrado en Matemáticas en el MIT, en Física en la Universidad de Chicago y en Ciencias de la Computación en Princeton. Su empuje, junto con la amplitud de su formación matemática, filosófica y teológica, le han facilitado asumir el liderazgo dentro del movimiento a partir de los últimos noventa. En sus múltiples publicaciones defiende que el diseño se puede detectar científicamente y explica cómo hacerlo.
   El problema principal que se plantea es: ¿cómo descubrir que en la naturaleza existe diseño y que, por tanto, no todo se reduce a azar y necesidad? Dembski responde a esta pregunta de una manera tajante afirmando que el diseño se puede inferir, y propone un algoritmo para hacerlo.

 

     Reacción frente al Intelligent Design

 

   El libro "La caja negra de Darwin" alcanzó una gran difusión después de su publicación en 1996. El ID avivó el fuego del debate entre los que Johnson ha calificado como naturalistas, y los que podemos calificar con toda la generalidad posible antinaturalistas. La realidad es que las cosas no son tan sencillas como para verlas en blanco o negro y, por ejemplo, no solamente son críticos del ID los materialistas (4), con los cuales los defensores del movimiento tienden a identificar a los naturalistas. Hay científicos de reconocido prestigio, que admiten su fe – no exenta de razones – en un universo fruto de la creación divina y, por tanto, partidarios de un cierto tipo de diseño, que plantean serias objeciones a las tesis defendidas por el mismo Behe y, por supuesto, del resto de los integrantes de su movimiento.
   Uno de estos objetores es el biólogo Kenneth R. Miller. Este científico, que defiende en gran medida el gradualismo neodarwinista, emplea también el ejemplo de la ratonera para argumentar de una manera darwiniana y dar una posible explicación de estos tipos de sistemas que entonces no poseerían verdadera complejidad irreductible. Las críticas contra el ID son mucho más encendidas entre los que son abierta y declaradamente materialistas, como los científicos y divulgadores Richard Dawkins, Peter Atkins o, de un modo distinto, el filósofo Elliot Sober.

 

     Tintes ideológicos y ciencia

 

   El nacimiento del ID tiene lugar en un escenario que está claramente marcado por una polémica que, al menos en parte, tiene tintes ideológicos y no se ha desarrollado exclusivamente en el ámbito científico. Para empezar, lo que se cuestiona y se defiende es el carácter científico tanto del ID como del darwinismo.
   Hay por parte de los defensores del ID un recurso constante a apoyarse en la experiencia de diseño que tenemos en relación con los artefactos. En sus argumentos se utiliza lo que ocurre con los artefactos como ejemplos. Hay una equiparación del mundo artificial con el mundo natural que en algunos argumentos puede ser legítima, pero que también suscita la sospecha de que los presupuestos intelectuales en los que se mueven son próximos al mecanicismo. En este punto y, por las mismas razones, también el darwinismo resulta sospechoso de mecanicismo. Aclarar hasta qué punto son verdaderas estas sospechas puede contribuir a iluminar el debate.
   La crítica que el ID hace contra el darwinismo parece tener suficiente entidad (noción de complejidad irreductible).
 
_________________________
 
   Santiago Collado, licenciado en Física y doctor en Filosofía, es profesor de Filosofía de la Naturaleza en la Universidad de Navarra.

   (*) Este artículo es una versión resumida de un texto más amplio publicado en el seminario del Grupo de Investigación Ciencia, Razón y Fe de la Universidad de Navarra.

 

   (1) Johnson afirmó que el "Intelligent Design" era como una "cuña" con la que sería capaz de romper la monolítica cultura materialista, sólidamente instaurada hasta ese momento en el ámbito científico.
   (2) Behe reproduce en la página 60 de su libro la afirmación de Darwin siguiente: "Si se pudiera demostrar la existencia de cualquier órgano complejo que no se pudo haber formado mediante numerosas y leves modificaciones sucesivas, mi teoría se desmoronaría por completo".
   (3) El siguiente texto de Richard Dawkins también es reproducido por Behe: "Es muy posible que la evolución no sea siempre gradual. Pero debe ser gradual cuando se usa para explicar el surgimiento de objetos complejos que al parecer tienen un diseño. Como los ojos. Pues si no es gradual en estos casos, deja de tener capacidad explicativa. Sin gradualismo en estos casos, regresamos al milagro, que es simplemente un sinónimo de ausencia total de explicación".
   (4) Empleamos aquí el calificativo de materialista para designar a aquellos que defienden la imposibilidad de encontrar otras causas en la realidad física distintas a la misma materia. Esta sería la causa primera y última de toda la realidad.

PENSADORES NACIONALES IBEROAMERICANOS

PENSADORES NACIONALES IBEROAMERICANOS

Alberto BUELA

 

En 1993 el filósofo argentino Alberto Buela publicó su obra "Pensadores nacionales iberoamericanos (en sus textos)", editada en dos volúmenes por la Biblioteca del Congreso de la Nación (Buenos Aires). Actualmente dicha obra se encuentra agotada y es oportuno acercar a una lectura masiva, al menos, su texto introductorio habida cuenta que acaba de crearse la Biblioteca del Pensamiento Nacional.  

 

     Llevar a cabo un trabajo sobre los pensadores nacionales iberoamericanos no es algo fácil, pues muchos son los riesgos y pocos los réditos. En cuanto a los beneficios, si hipotéticamente el trabajo fuera acabado en plenitud como aporte a la historia del pensamiento, sabemos, de antemano, que poco y nada significaría a los ojos de los pensadores ubicados en los centros del poder mundial. ¿Y ello por qué? Porque los centros son tales en la medida en que se reservan la productividad de sentido. Esto es, tienen sentido las cosas, acciones o pensamientos a los cuales ellos otorgan reconocimiento. Y la mayoría de los pensadores recogidos en este trabajo no han sido reconocidos.

   No figuran en esta antología ni los Bello, Sarmiento, de Hostos, Montalvo, Gallegos, Arciniegas, Vargas Llosa, Borges, Arguedas, Paz, Bilbao, Vaz Ferreira, Ingenieros, Machado de Assis, etc., aquellos que han sido ponderados desde los centros de productividad de sentido.

   Lo hemos hecho adrede por dos motivos: primero y principalísimo, para dar a conocer autores, algunos de los cuales son completamente ignotos o silenciados por los poderosos mass media. Y segundo, porque los próceres intelectuales de Nuestra América casi no se han ocupado de nosotros. No se los permitió su actitud mimética respecto de Europa o los Estados Unidos. Motivo por el cual estos centros de productividad de sentido los han reconocido como próceres nuestros. Como podemos apreciar el círculo hermenéutico funciona aquí a la perfección. Quebrar esta inercia interpretativa es uno de los motivos de la presente publicación.

 

   Si lo que antecede son los réditos, ¿qué queda para los riesgos? El primero y fundamental es que no hayamos logrado un elenco de autores y textos que tengan significado. Sea porque pasamos por algo autores importantes, sea porque hayamos elegido mal los textos expuestos.

   Así han quedado en el camino, entre otros muchos Vicente Sáenz (Costa Rica); Guillermo Toriello (Guatemala); Fernando Ortiz o Alejo Carpentier de Cuba; Víctor Andrés Belaunde (Perú); Joao Cruz Costa (Brasil); Pablo Antonio Cuadra (Nicaragua); Jorge Ortiz Mercado (Bolivia); Luis Alberto Herrera (Uruguay); José Antonio López (República Dominicana); Leopoldo Lugones o  Leonardo Castellani de Argentina; Carlos Montenegro (Bolivia); Samuel Ramos (México); Pedro Albizu Campos (Puerto Rico); Eliécer Gaitán o Luis Corsi Otálora de Colombia.

   Se ahonda nuestra preocupación cuando vemos que no existen manuales ni libros de fácil acceso que nos sirvan de guía u orientación. Son contados los estudios sobre el tema, y los pocos que existen responden al tinte político del humillo culturoso. Hace ya medio siglo decía Zum Felde al respecto: "el problema de la cultura americana que aquí tratamos se nos presenta desprovisto de toda huella didáctica extranjera, carente de la santa escritura de los Doctores, sin normativas, casi sin bibliografía" (Cfr: El problema de la cultura americana, p. 29). Aunque, a fuer de sinceros, reconocemos que tres publicaciones nos han sido de mucha utilidad: la llevada a cabo por la Colección Panamericana, Editorial Jackson, Buenos Aires- Nueva York, 1946; la realizada por la Biblioteca de Ayacucho, Caracas, a partir de 1976, y los Cuadernos de Cultura Latinoamericana de la Universidad Nacional Autónoma de México, publicados a partir de 1978.

 

   El segundo riesgo de este trabajo es que no versa sobre una disciplina específica, sea filosofía, historia, política, sociología, literatura sino que se ocupa de autores que han cultivado disciplinas diversas. Podríamos decir con justicia que el espectro autoral es multidisciplinario. Políticos, filósofos, historiadores, literatos, educadores, poetas, sociólogos, son los títulos que ostentan los autores publicados.

 

   Introduciéndonos ahora en el trabajo mismo debemos determinar, en primer lugar, el título Pensadores nacionales iberoamericanos (en sus textos). La categoría de pensador es muy amplia, casi diríamos indeterminada. Pensador puede ser tanto un metafísico: Antonio Gómez Robledo, como un autodidacta: José Luis Torres. Pero hemos optado por "pensadores" con la intención de romper el corsé intelectual de las disciplinas estancas que nos impuso el enciclopedismo iluminista, lo que derivó en nuestros días en "especialistas de lo mínimo,  tan especializados que ignoran el todo sobre el que se especializan" Cfr. nuestro trabajo: Filosofía Alternativa).

 

   El concepto de nacionales es porque esto autores otorgan una primacía a la nación por sobre los demás asuntos. Y la nación vista no con la óptica fascistoide a que nos tienen acostumbrados los nacionalistas de fronteras cerradas, sino nación en grande. Esto es la Nación Hispanoamericana como marco de pertenencia a partir del cual nos damos los hombres de estas latitudes un lugar en el mundo. Pues, ¿qué significa en el mundo Ecuador sólo o Argentina sola, o cualquiera de nuestras repúblicas aisladas? Simplemente, nada. Nosotros adquirimos sentido por nosotros y no de prestado, cuando formamos parte de una ecúmene político-cultural propia. Y en nuestro caso, esta es la Iberoamericana.

 

   Preferimos utilizar el término iberoamericanos, primero porque el mismo incluye inequívocamente al Brasil y su tradición portuguesa, y segundo porque aún cuando es intercambiable con el término hispanoamericanos, nos aleja, en la intención, de un hispanismo exagerado. Y lo preferimos al de latinoamericanos porque este último tiene no sólo un origen espurio- lo creó Napoleón III para justificar su aventura en México- sino porque además la latinité se limita a la humanitas, se cierra a la trascendencia, en tanto que lo hispano se abre a lo cristiano-católico y encuentra su expresión en lo luso-castellano. Rasgos estos distintivos de nuestra tradición.

 

   Por último tenemos el subtítulo "en sus textos", con lo que pretendemos que los autores hablen por ellos, no por boca de un comentador. Ello sería caer en el error que criticamos.

 

   Cabe ahora pasar a los autores tratados. La primera observación que recogemos es su movilidad a través de nuestros diferentes países. En general se trata de hombres que han sufrido el exilio o la confabulación del silencio en sus respectivas patrias. Tamayo, Francovich, Ribeiro, Ugarte, Figueres, Vasconcelos, Arévalo, González, Henríquez Ureña, Picón Salas y demás.

   Otros han viajado mucho dentro de Hispanoamérica. Zea, Darío, Zaldumbide, Chocano. Así este conocimiento in situ, impuesto o querido, pareciera otorgarles la experiencia para escribir con mayor profundidad sobre nosotros mismos. Ello explicaría, en parte, el porqué de la expresión generalmente existencial de sus trabajos. Ellos se encuentran implicados en el objeto de  su estudio.

   A medida que llevábamos a cabo el trabajo se fue constituyendo una paradoja digna de mención. Por un lado, ya lo dijimos, la mayoría de los autores son desconocidos, no solo por los divulgadores de novedades sino también por las cátedras académicas y universitarias. Nosotros mismos, en tanto avanzábamos en la investigación, fuimos descubriendo a algunos de ellos. Y por otro, al mismo tiempo, pudimos constatar como ellos entre sí, ciertamente se conocen. Lo prueban las citas cruzadas que abundan por doquier. Así Jauretche cita a Da Cunha, Domínguez Caballero a Alfonso Reyes, Ribeiro a Freyre, éste a Da Cunha, Rodó a Chocano, éste a Darío, Hernández Arregui a Chocano, J.L.Torres a Tamayo, éste a Rodó; Arévalo a Ugarte, Ugarte a Martí y los casos se multiplican.

   Todo ello nos dice que estamos ante una línea de tradición de pensamiento. Esto es, un pensamiento que se pasa la posta, entendida ésta como algo valioso, que va de generación en generación. Y todo ello, además, a pesar de ser un pensamiento no divulgado o, mejor dicho, silenciado por los mass media nacionales e internacionales.

 

   Ahora bien, el hecho de que el pensamiento nacional iberoamericano no se encuentre institucionalizado pues no existen academia ni universidad que enseñe a pensar en nacional, lo hace sospechoso de falta de rigor intelectual o científico, y si a ello le sumamos el hecho de que varios de sus cultores más representativos como Zum Fede o José Luis Torres son autodidactas, la lógica consecuencia es que aquel trabajo que se ocupe de tal pensamiento no obtendrá ningún reconocimiento ni académico, ni publicitario, ni de ninguna índole. Trabajar sobre estos temas es, a sabiendas, como tocar una sinfonía en el medio del desierto. La sensación de hacer un trabajo al ñudo está siempre presente, y máxime cuando el mismo se queda sin encuadre político-social. Es decir, no se realiza en función de un partido político ni para aprovechar una coyuntura social.

 

   En nuestros países ni el campo liberal ni el campo conservador, al ser epígonos del pensamiento europeo, otorgan ningún crédito al pensamiento nacional. En el mejor de los casos los lobbies conservadores pueden tolerar a los nacionalistas y los liberales a los socialdemócratas, pero en cuanto a reconocer algún mérito al pensamiento nacional, ello es absolutamente imposible. Lo máximo que se acepta es cierto pintoresquismo de algunos pensadores nacionales, producto ello, de hombres acostumbrados a vivir contra la corriente.

   ¿Qué son estos pensadores nacionales si no son socialistas ni conservadores? Son eso: nacionales. Lo cual les permite incluso ser socialistas y conservadores pero... nacionales. Esto es, hombres a los que preocupa prioritariamente la Patria y su destino, y aquélla entendida como Patria grande iberoamericana.

 

   Observe el lector atento a qué interesante conclusión hemos llegado: el término nacional posee mayor universo de discurso que el partidocrático de socialista o conservador, o que el cultural de progresista o reaccionario, aun cuando estos pares de categorías tiene una proyección planetaria.

   Si lo nacional determina a este pensamiento, todos los temas que trate el mismo se llevarán a cabo bajo este signo. Así tenemos en este somero intento de presentación de los pensadores nacionales iberoamericanos, producciones de denuncia como la de Pío Víquez y José Luis Torres; sobre la colonización cultural, con Euclídes  Da Cunha, Arturo Jauretche, Franz Tamayo o Gonzalo Zaldumbide; intentos de recuperación cultural con Leopoldo Zea y Guillermo Francovich; sobre nuestra expresión poética, con Rubén Darío, J. Santos Chocano, Miguel Antonio Caro; sobre la alienación política, con Florencio del Castillo, Juan José Arévalo, José Figueres, Natalicio González; sobre nuestra expresión filosófica y literaria, con Augusto Salazar Bondy, Leopoldo Lugones; sobre nuestros proyectos de unidad política y cultural, con Manuel Ugarte, Darcy Ribeiro, Benjamín Carrión, Fernando Ortiz, Alberto Masferrer, José Cecilio del Valle, Ramón Rosa, José Vasconcelos, Augusto Sandino,  Justo Arosemena, José Mariátegui, Simón Bolivar, Mariano Picón Salas, Pedro Henríquez Ureña; en definitiva, sobre nuestra mismidad, con J.J. Hernández Arregui, J.E.Rodó, Alberto Zum Felde, Antonio Pedreira, Ernesto Mayz Vallenilla. Este somero enunciado de nombres y apellidos responde, de suyo, de manera afirmativa a la cuestión sobre si existe un pensamiento nacional iberoamericano. Muchas veces hemos discutido o vimos planteada la cuestión, pero en la medida en que pasan los años se nos hace más clara la respuesta: aquellos que sostienen que no existe un pensamiento nacional iberoamericano sino iberoamericanos que piensan, sostienen una perogrullada, porque ello es obvio. Pues los hombres por el hecho de ser tales piensan en toda latitud donde se encuentren, El problema es que posean un pensamiento arraigado, genuino, no mimético, autónomo, en definitiva, verdadero. Esto es, que el pensamiento se conforme con la realidad.

 

   Y aquí está el misterio "de ser". Uno puede ser erudito, chipeante, sagaz, educado, formal, burdo, pero lo más importante es que sea genuino, lo que supone la condición de verdadero. Y en este sentido, el pensamiento nacional iberoamericano, posee este carácter respecto de nosotros. Ello no quiere decir que genuino se agote o limite a lo telúrico, pues si ello fuera así bastaría con fundar asociaciones gauchas, llaneras, jíbaras, montubias, charras o huasas para encontrarnos con nosotros mismos. Pero ya hemos dicho en ocasión de meditar sobre La hispanidad vista desde América (1987), que: "explicar un pensamiento a través del arquetipo de hombre que supone, es doblemente falso; por un lado, los arquetipos se encuentran limitados a un espacio y tiempo determinados y, por otro, ellos no son representativos de todos los miembros de la sociedad que pretenden representar. Aunque para ser sinceros, hay que decirlo aunque les duela a algunos, el arquetipo humano más genuino que Hispanoamérica ha dado, ha sido el criollo, bajo la denominación típica de cada región".

 

   Este tipo humano que despertó toda una literatura en derredor de él - el criollismo- que hizo observar aun agudo pensador, como lo fue don Pedro Henríquez Ureña que estábamos en camino de lograr nuestra expresión más propia. Este tipo humano desapareció paulatinamente a partir de la segunda mitad del siglo XIX. El avance inconmensurado de la técnica, con su correlato, la industrialización, tornó ineluctable su desaparición.

   Pero si bien es indubitable la desaparición del criollo bajo la forma del gaucho, el jíbaro, el llanero, el montubio, el charro, o el huaso, ello no nos permite, de ninguna manera, afirmar la desaparición de los valores que alentaron a este tipo de hombre. En una palabra, que desaparezca la forma, en tanto que apariencia, no nos autoriza a colegir que murió su contenido; esto es, el alma gaucha.  Muy por el contrario, lo que se tiene que intentar es plasmar bajo nuevas apariencias o empaques los valores que sustentaron a este arquetipo de hombre, como lo son: a) el sentido de la libertad, b) el valor de la palabra empeñada, c) el sentido de jerarquía y d) la preferencia de sí mismo. No existe ningún pensador nacional iberoamericano, más allá de las disímiles posiciones políticas, que no sostenga estos cuatro principios fundamentales del alma hispanoamericana.

 

   La lectura de estos textos breves nos muestra un substrato común a todos los países que conforman la comunidad iberoamericana: el humanismo hispano, que se caracteriza por una igualdad esencial de todos los hombres, en medio de las diferencias de las posiciones que ocupan, por las obras que hacen. Esta igualdad en dignidad, funda la jerarquía hispánica como necesidad del inferior respecto del superior. "Repara, hermano Sancho, le dice Don Quijote, que nadie es mas que otro si no hace más que otro". Apreciamos en esta proposición,  primero, la igualdad esencial (hermano Sancho: los hombres son iguales en dignidad, porque son hijos de un mismo Padre) y, segundo, como el fundamento de la jerarquía estriba en las obras realizadas. La jerarquía no se funda en el tener, como sucede en la sociedad opulenta contemporánea, sino en el nivel del obrar y del hacer.

   A la igualdad esencial que, dicho sea de paso, se funda en la trascendencia de un Dios creador y no en la mera inmanencia de la igualdad ante la ley como sostuvo el humanismo latino, se suma la libertad esencia, que se caracteriza no sólo como poder ser libre de, sino sobre todo como poder ser libre para. Esto es, el humanismo hispano exige en este aspecto la anulación de cualquier tipo de condicionamientos y la obligación del arraigo, entendido éste, como el darse un lugar en el mundo en donde el hombre sea  él mismo, es decir, que adquiera un sentido.

 

   En la obra Doña Bárbara se sintetiza en un breve párrafo mejor que en mil disquisiciones la igualdad y libertad esenciales de las que venimos hablando: "Mire, doctor, -replicó Pajarote rascándose la cabeza- peón es peón y le toca obedecer cuando el amo manda, pero permítame que le recuerde: el llanero es peón sólo en el trabajo. Aquí y en la hora y el punto en que estamos, no habemos un amo y un peón, sino un hombre que es usted, y otro hombre que soy yo".

   Vemos pues, cómo la igualdad y la libertad esenciales sólo pueden conquistarse en los términos propios de nuestra ecúmene cultural iberoamericana, específicamente diferente de las otras ecúmenes que componen la totalidad del orbe. Y, en la afirmación de nuestra identidad, como una particularidad entre otras - la interculturalidad en que vivimos y no la multiculturalidad que nos quieren imponer- es que podremos transformar el universo en un pluriverso.

NOTAS SOBRE GRIEGOS Y CRISTIANOS (para que alguno más entendido agregue algunas otras)

NOTAS SOBRE GRIEGOS Y CRISTIANOS (para que alguno más entendido agregue algunas otras)

Alberto BUELA

 

   Hoy, el hombre de nuestros días se encuentra con una disposición de medios casi infinita para su conocimiento pero, parece ser, que cada vez se extraña más de sí mismo. Esto lo decía muy bien el filósofo italiano Augusto del Noce (1910-1989): La característica de nuestra época es aquella singular unión entre la máxima perfección en los medios y la máxima confusión respecto de los fines [1].

   Se nos preguntará: ¿para qué queremos hablar a comienzos del siglo XXI sobre las diferencias más notables entre griegos clásicos y cristianos? Para buscar el esclarecimiento a través de los fines.

 

   El gran filólogo de la primera mitad del siglo veinte Wilamowitz [2] ha hecho notar que la palabra theós que sirve para designar el concepto de Dios en los griegos "tiene primordialmente un valor predicativo". Es decir, los griegos no afirmaban primero la naturaleza y existencia de Dios como van a hacer luego los cristianos, cuando enunciaban sus atributos afirmando: Dios es amor, Dios existe o Dios es bueno. Para los griegos, por el contrario, al tener el término theós antes que nada un valor predicativo, afirmaban: El amor es theós, es decir, el amor es un dios o la victoria es un dios.

   Lo que querían significar cuando afirmaban que  el amor es un dios, es que hay cosas más que humanas no sujetas a la muerte, es decir, eternas. Y además, al sostener que el amor es un dios están los griegos afirmando que lo divino no puede revelarse sino a través de una experiencia. "Experiencia, aquí significa, que los dioses no pueden ser objeto de una invención, ni de una creación del espíritu ni de una representación" aclara Friedrich Georg Jünger en su prólogo al libro de Walter Otto: El espíritu de la religión griega antigua [3].

 

   La segunda gran distinción entre griegos y cristianos es la relación entre Dios y el mundo. Para los griegos, que son politeístas, los dioses no trascienden el mundo. Habitan y viven en la naturaleza y sus hábitos son similares a los hombres. Sus luchas y amores inmortalizados por Homero, Hesíodo y los grandes clásicos del teatro griego nos lo muestran de continuo. Por el contrario, el Dios cristiano es uno, son monoteístas, y además transcendente al mundo. Dios y mundo son antitéticos. Dios tiene en grado eminente las mejores virtudes de los hombres, así si el hombre es bueno, Dios es la bondad. Si el hombre es amante, Dios es amor.

   Esta trascendencia infinita la salva la teología cristiana introduciendo la noción de participación, así el hombre participa de la naturaleza divina a través de su alma, que es lo divino en él y lo que lo constituye: anima forma corporis. Aparece acá la aguda observación del filósofo español Zubiri cuando afirma: "Para el griego existen el cielo y la tierra; para el cristiano, el cielo y la tierra son el mundo, sede de esta vida: frente a ella la otra vida. Por esto, el esquema cristiano del universo no es el dualismo "cielo-tierra", sino "mundo-alma"  [4].

 

   La tercera de las diferencias entre griegos y cristianos se da en orden a las fuentes.

   Así, la religión griega no es la religión de la doctrina correcta. No tiene ningún libro sagrado cuya adecuada interpretación fuese el saber de los sacerdotes [5], como sucede con la religión cristiana que posee el Antiguo Testamento que comparte con los judíos y el Nuevo testamento, que le pertenece particularmente. Al no tener la religión griega un libro sagrado, lo que hace la ilustración griega con la crítica del mito, no es ninguna oposición real a la tradición religiosa. Lo que realiza es una reinterpretación a través de la filosofía, su invención más genuina, a partir del siglo VI. Esto explica porqué en Platón se mezclan la filosofía y la tradición religiosa.

   La vieja verdad (los mitos religiosos) y la nueva comprensión (la filosofía) son una sola cosa. El paso del mito al logos no es algo traumático sino una consecuencia natural del propio desarrollo histórico político cultural del pueblo griego.

   La religión griega tiene su esencia en el culto público y la tradición mítica. La religión cristiana perdió el culto público a partir de la Reforma y el Iluminismo para quedar reservada a culto privado. En tanto que la tradición hermenéutica sólo es respetada en parte, y sólo en parte, por el catolicismo, cuando acepta el magisterio de la Iglesia.

 

   La cuarta diferencia la encontramos en el sentido de la historia. Así para los griegos ésta es circular mientras que para los cristianos es lineal. La circularidad griega con su eterno retorno de lo mismo se manifiesta en la teorías de la mnemtenpsicosis o transmigración de las almas- limitada a los seres vivos- o como en la del aión, referida al mundo y su acontecer. Es interesante notar cómo los términos aión y iuvenis, eternidad y juventud tienen la misma raíz (ayu-yu), que expresa la eternidad como una perenne juventud, como movimiento cíclico. El eón griego es una gran unidad no normalizada de tiempo que indica una plenitud completa.

   Para el cristiano, por el contrario, el eón es Cristo, como plenitud del hombre. Para el griego la inmortalidad se logra cuando, al decir de Aristóteles "un hombre engendra a un hombre" en tanto que para el cristiano la plenitud se logra en la salvación por Cristo. La salvación y por ende la inmortalidad para el cristiano es personal, en tanto que para el griego la inmortalidad, en el mejor de los casos, es de la especie. Tal como afirma el Estagirita.

 

   El sabio del mundo griego, el sophós, detiene su mirada en el espectáculo de la totalidad y se detiene asombrada sobre ella, para luego dar una explicación. La admiración (taumázo) es el principio del saber, y su sabiduría consiste en vivir conforme a la Naturaleza (homologoumenos tee physei zeen).

   El sabio del mundo cristiano, el santo, que tiene mucho de oriental, interpreta el sentido profundo de los acontecimientos a la luz del datum revelado. Su sabiduría consiste en ir más allá de la naturaleza, en sobreelevarla. De todas maneras existe una profunda diferencia entre el santo y el sabio oriental, pues este último funda su sabiduría en el presagio y aquél no.

 

   La quinta diferencia se da en torno a la muerte y es un poeta alemán Theodor Däubler (1876-1934) quien nos recuerda el rasgo típico de asunción de la muerte para los griegos cuando nos dice: Las plantas nos enseñan el morir suave de los paganos. Los estoicos y su idea del suicidio como un sacramento laico y humanista es la que mejor la representa.

   Por su parte la muerte para los cristianos es el final de la vida como peregrinación terrena y consecuencia del pecado original y su sentido último es "estar con Cristo" (Flp.1,23). Los cristianos envueltos en formas sacramentales consideran a la vida como una donación de Dios que debe ser conservada para su honor y salvación. El cristiano es administrador, no propietario de la vida, y por lo tanto no puede disponer de ella. El suicidio no le está permitido.

 

   La sexta, y última gran diferencia, se da en el  concepto de logos. Es sabido que este término tiene en el Liddell-Scott, el más prestigioso diccionario de griego clásico, setenta y dos acepciones, lo que hace arriesgada una afirmación unívoca del concepto de logos en los griegos. No obstante lo cual, podemos afirmar sin temor a equivocarnos que el logos es, antes que nada, para los griegos razón y palabra, y que al ubicarse y moverse más allá del mundo sensible, permite la definición del hombre como el animal que posee logos (zoon logos éjon). Por el contrario para el cristiano el logos es Dios quien se encarnó bajo la condición de hombre: "Y el logos se hizo carne" (Juan, I, 14). Un verdadero sin sentido para la mente griega. La idea de un "logos encarnado"  a la que se confería, además, poder de salvación era incompresible para la mente griega, de allí se explican las burlas en el Areópago de Atenas que sufre San Pablo. El genio cristiano, como muy bien hace notar el mejicano Ramón Kuri es que "Los Padres de la Iglesia van a confiar a los conceptos griegos la compresión de la verdad más antigriega,... al captar la verdad del cristianismo en su afirmación más desconcertante: la de la Encarnación"[6]. Así se presenta la paradoja que el lenguaje griego está presente en el Nuevo Testamento, pero lo que ya no está presente es el logos griego sino el logos cristiano.

 


[1] del Noce, A.: Agonía de la sociedad opulenta, Pamplona, Eunsa, p.11.-

[2] Wilamowitz-Moellendorff, Ulrich von (1848-1939) quien fue conocido en el ambiente filosófico a través de su escrito La filología del futuro, en donde realiza una acérrima crítica al libro de Nietszche sobre El origen de la tragedia

[3]  Otto, W.: L´Esprit de la religion grecque ancienne(theopania), Paris, Berg Intenational, 1995.-

[4] Zubiri, X.: Naturaleza, historia y Dios, Madrid, Editora nacional, 1974, p. 162.-

[5] Gadamer, H.: Cfr. Mito y Razón, (1954).-

[6]  Kuri, Ramón: Logos griego y logos cristiano, en revista Logos N° 100, México DF, enero-abril 2006.-