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Bitácora PI

Fe y Razón

LA CONMOCIÓN DE UNA CITA

LA CONMOCIÓN DE UNA CITA

Alberto BUELA

 

   Cualquiera que escribe sabe que las citas son, o bien para apoyar lo que afirmamos  o bien para fundamentar lo que criticamos. No existen las citas neutras, salvo en los bodrios académicos que se escriben como compendios de citaciones. Pero esos escritos nadie los toma en serio, ni quienes los escriben ni quienes los leen, pues es sabido que forman parte del sistema de simulacro científico-intelectual para justificar los sueldos del Estado que se cobran puntualmente a fin de mes.

   Pero cuando se intenta hablar y escribir de verdad, en forma comprometida, la finalidad de las citas es para apoyar aquello que decimos o para criticar lo que no queremos hacer directamente nosotros. Y en general, aquel que se siente criticado saca la cita de contexto para radicalizar su sentido y provocar así una reacción en contrario a la buscada. Y esto fue lo que sucedió con el discurso del Benedicto XVI en la Universidad de Ratisbona, donde el Papa citando al emperador de Constantinopla Manuel II afirmó  que en el Corán  en un primer momento (segunda Sura) se afirma que no se puede imponer la religión compulsivamente, mientras que luego a medida que el Islam se expandía por Asia, Africa y Europa, se incorpora la conversión a través de la violencia.

   Benedicto XVI apoyado en Manuel II condena esta práctica y las respuesta del mundo musulmán es la quema de iglesias cristianas y el asesinato de una monja. En tanto los líderes religiosos a través del jefe de la Unión Mundial de Ulemas (sabios islámicos) llamaba a crucificar al Papa.

 

   Una cita sacada de contexto provocó una conmoción mundial, ¿por qué?. Porque la dijo el Papa y la Iglesia católica, como afirmara Vittorio Messori, "junto con los fumadores y los cazadores, son una de las tres categorías que no están protegidas por lo políticamente correcto, y de las que, por tanto, se puede hablar mal libremente" y porque los que hoy dirigen el Islam no son los sufíes (sus místicos, como lo fue el filósofo converso René Guenón) sino los ulemas fanáticos que controlan las masas y sus reacciones.

 

   El Papa no dijo nada que de hecho no haya ocurrido en los países musulmanes:

   a) en 1992 decapitaron en Arabia Saudita a un ministro cuando se descubrió que era cristiano.

   b) en Argelia fueron asesinados, no hace mucho, una veintena de curas, monjes y monjas por el hecho de ser cristianos.

   c) en Sudán se han producido masacres tremendas de cristianos en el genocidio de Dafour.

   d) en Nigeria se produjo el genocidio de Biafra, matando todo un pueblo.

   e) en la isla Skri Lanka (Ceilán) los musulmanes asesinan sistemáticamente a los cristianos.

   f) en Filipinas la guerrilla musulmana elimina por método a los cristianos.

   g) hace tres años ante Indonesia, Portugal tuvo que rogar por la vida de los habitantes cristianos de Timor que los estaban cazando como moscas. En una palabra, y siguiendo estos ejemplos, vemos como sigue vigente aquel juicio del emperador Manuel II: "La orden de Mahoma es difundir la fe por medio de la espada en aquellos lugares donde el Islam es poder".

 

   Sin ir más lejos, Argentina en la época de Menem cambió la construcción de una plaza en los suburbios de Ryad, por una majestuosa mezquita en el centro de Buenos Aires, porque en Arabia Saudita no existe la libertad religiosa y ni siquiera se permite practicar las variantes chiita o sunnita del Islam, sino sólo el wahabismo oficial.

 

   Esta cita del Papa y la conmoción mundial que ha provocado, dio al traste con un falso concepto de diálogo que la Iglesia viene manejando desde hace casi medio siglo, pues puso al descubierto por la reacción provocada en el mundo musulmán que no existe diálogo inter religioso  entre cristianos y musulmanes. Ni los sufies ni los santos están invitados a ello, sólo los burócratas del espíritu. Pues, como afirmara lúcidamente hace unos días Luis María Bandieri: "Un diálogo, esto es - a través del logos- supone que los dialogantes tiene una identidad, que no ocultan. Y esa identidad tiene que estar en claro, porque, si no, ¿con quién estoy hablando? ¿Con un agente encubierto? La clarificación de la identidad permite el respeto mutuo. De otro modo hay ocultamiento y simulación" [1].

 

   Y para ello la Iglesia tiene que terminar con el consenso como metodología de acción política para fijarlo como meta, en una palabra, debe dejar de utilizarlo como método. La Iglesia tiene que volver a plantearse como disidente ante el orden mundial reinante dentro del cual está, y formando parte activa, el mundo musulmán fanático y anticristiano.

   Es que es sólo a partir del disenso que se puede fundar un verdadero diálogo, y de allí intentar llegar a un consenso. Pues, como  hemos dicho en otro lugar: "Nada más lejos de él, que el parloteo - hablar por hablar y discutir por discutir- y que la jovial disposición a un compromiso que no compromete a nada. Tal suele ser el tan celebrado consenso" [2].

 

   El progresismo cristiano que está metido hasta el tuétano dentro del orden moderno, que si busca un cambio lo busca a partir del proyecto moderno aunque con premisas no ilustradas (es la única diferencia con el mundo laico, liberal e ilustrado), ha quedado mudo ante la conmoción de la cita papal. La dirigencia de Occidente ha guardado un silencio vergonzante ante la reacción desmesurada del mundo musulmán que magnificó y desvirtuó una cita para ser utilizada como pretexto para justificar asesinatos futuros.

   Es que la actual dirigencia Occidental de cristiana tiene solo la etiqueta. Piénsese en lo que pudiera ser la reacción de un Zapatero, un Prodi, un Fox, Chirac, o un Lula. Nada; carecen de reacción. Es que al carecer de convicciones lo único que cuenta es el respeto a las formalidades jurídicas. Y como no existe ninguna instancia jurídica que condene el asesinato de los cristianos en los países musulmanes, guardan respetuoso y vergonzante silencio ante la cita del viejo Papa.


 


[1] Bandieri, Luis María: Cuando el diálogo es puro verso, en internet

[2] Buela, Alberto: Teoría del disenso, Buenos Aires, Ed. Cultura et Labor, 2004, p. 7

PENSADORES CATOLICOS POPULARES (y 2)

PENSADORES CATOLICOS POPULARES (y 2)

Alberto BUELA

 

   Sabíamos de antemano que este espinoso asunto iba a traer cola. Y si bien la mayoría de las recepciones fueron laudatorias hubo tres o cuatro que hicieron observaciones críticas, de las cuales la más profunda fue la del jesuita Horacio Bojorge que me escribió: "Creo que no es del todo justo plantear esas tres alternativas como equidistantes o equivalentes. Creo que merecen un tratamiento diferencial porque no distan del mismo modo de lo que usted desea señalar como auténtico". Y tiene razón, el hombre. No distan de igual manera de lo que nosotros intentamos señalar como lo genuino del pensamiento católico.

   Es dable aclarar que la intención de mi pequeño artículo ha sido exponer en forma esquemática, cómo todas estas corrientes se dirigen, incluso a pesar de ellas, al extrañamiento del pensamiento genuinamente católico. Con ello no pretendo alzarme "yo mismo" como juez. Simplemente intenté relatar algo que "está ahí", a la mano y a la vista. En cuanto a los autores citados, lo son por ser los públicamente más conocidos, y nada más.

 

   Volviendo a la aguda observación que me plateara el padre Bojorge, veamos cómo podemos aclarar el asunto.

   En primer lugar, si nos atenemos como fenomenólogos simplemente "a lo que aparece", la invariante del pensamiento católico clásico está más cerca del pensamiento católico popular en su aspecto doctrinario, habida cuenta que como afirma Ernst Robert Curtius: "La formación de un canon contribuye a afianzar una tradición. Y a lado de la tradición literaria de la escuela están la jurídica del Estado y la religiosa de la Iglesia, que son las tres potencias universales de la Edad Media: studium, imperium, sacerdotium". El apego a la tradición entendida como apego al canon de la Iglesia es un rasgo típico de esta corriente. Claro está, que en muchos casos esta tradición se confunde con lato conservadorismo; esto es, la valoración de las cosas por el solo hecho de ser viejas o la valoración del pasado, sólo por ser pasado. Cuando en realidad la tradición debe entenderse como transmisión de una cosa valiosa de una generación a otra. Como transmisión de bienes, que no son más que cosas que tienen insertos valores. El pensamiento católico clásico se aleja de lo popular en cuanto deudor de la segunda escolástica que despliega sus raíces a través del racionalismo wolffiano (1679-1754) y su heredera, la manualística filosófica de los siglos XIX y XX. Como agudamente me acaban de observar:"Parten de un «deber ser» formado como pre-juicio absolutamente racionalista, y como es obvio, lo que «es» no coincide con ellos, por eso nunca entienden las formas en que se expresa un pueblo".

 

   En cuanto al pensamiento católico liberal, que en Argentina tiene en la revista Criterio su fiel representante, busca el entrelazado del mundo moderno y el mundo católico. Hay un esfuerzo constante - que si bien nace con Felicité de Lammenais y su revista L´Avenir (1830) se consolida con Marc Sanguier y su movimiento de Le Sillon a principios del siglo XX- que busca y sostiene al mismo tiempo un discurso católico y moderno, con lo cual se transforma en liberal en política y economía, mientras que lo católico queda reducido al culto privado. Se acepta, de hecho, la derrota de la contrareforma católica, al abdicar en la defensa de lo católico como culto público. De ahí, al rechazo de las formas cultuales populares no media ninguna distancia.

 

   Tenemos finalmente, la tercera de las invariantes que recorre el pensamiento católico durante la segunda mitad del siglo XX: la socialcristiana, hoy progresista. Esta corriente que nace al calor de la liberal se revela contra ella como un hijo díscolo. Y si bien acepta su discurso moderno rechaza su falta de encarnadura popular. Este carácter bicéfalo generó por un lado la teología de la liberación de neto corte marxista (ideología también moderna como el liberalismo) y por otro, la teología de la liberación de carácter popular. Y en este último aspecto intentó penetrar los movimientos populares en la cabeza de sus dirigentes. Acción en la que fracasó. Es que en muchos casos se aceptó el discurso socialcristiano pero se fracasó rotundamente en la conversión (metanoia) de las almas de los agentes políticos y sociales. Lo que mostró una vez más que el cristianismo es, antes que nada, un saber de salvación que lleva por añadidura un mensaje social. Al invertir los términos, al poner el carro delante del caballo, se quedaron sin agentes ejecutores.

 

   Desde el punto de vista politológico profano donde nos situamos, y no eclesial, fue una consecuencia más del concilio Vaticano (1963-1965) que se constituyó sobre el presupuesto ideológico del socialismo como potencia geográficamente activa. Hablando en criollo, la Iglesia le jugó unos porotos al socialismo. Su consecuencia natural fue el paso del proyecto de la democracia cristiana de Pio XII al socialcristianismo de Paulo VI.

   Filosóficamente hablando, la Iglesia intentó llevar a cabo una contradictio in terminis, la reconstrucción del proyecto moderno pero bajo premisas no ilustradas. Heidegger diría: un hierro de madera.

   Abreviando, todo esto va políticamente al traste con Juan Pablo II y la caída del Muro, aunque como invariante del pensamiento católico sigue en nuestros días pero, ahora alejada ya de los movimientos populares, se inserta en los aparatos de poder de la institución Iglesia; es por eso que Guzmán Carriquiry (uruguayo y funcionario vaticano) puede definir a la Iglesia en forma descarada e impropia en su último libro, y con la presencia convalidante del cardenal primado de Argentina, como institución del consenso.

   Así, para la quintaesencia del progresismo católico, la Iglesia, signo de contradicción, palabra de vida eterna, testimonio irrecusable de la muerte de Cristo en la cruz, termina siendo con el aplauso entusiasta de casi todo el episcopado argentino, una oficina de las Naciones Unidas, siempre lista, como boy scout laico, a sentarse en la "mesa del consenso" que convocan los gobiernos de turno.

PENSADORES CATÓLICOS POPULARES

PENSADORES CATÓLICOS POPULARES

Alberto BUELA

A Julio Piumato, que de esto sabe

 

   Me vienen pidiendo desde hace algún tiempo que escriba sobre este tema, que es tan urticante como escribir acerca de los judíos; lo único que se logra son más enemigos de los que uno ya tiene.
   En este asunto hay, volens nolens, tres invariantes clásicas. Por un lado los pensadores católicos a secas, en general profesores universitarios que no son proclives a estar cerca del pueblo. Son nacionalistas vinculados más bien a una elite conservadora. Otra, es la corriente de pensadores católicos liberales, que se mueven dentro del statu quo reinante, en donde el pueblo está limitado al formalismo democrático de la elección. Y en tercer lugar encontramos a los pensadores católicos para quienes el cristianismo es más bien un saber social que un saber de salvación. Y aquí se nuclean  los demócratas cristianos, los socialcristianos, los cristianos progresistas, en fin, todos aquellos que Perón definió magistralmente como: pececitos colorados que nadan en agua bendita.

 

   En los tres grupos se presentan múltiples matices, pero en general y acercándonos al tema sine ira et studio, podemos decir que en el primer grupo por ser un pensamiento dirigido a educar una elite, el pueblo está ausente, sea porque no se lo tenga en cuenta (vgr. José María de Estrada) o se lo niegue expresamente por un antiperonismo visceral (vgr. Antonio Caponetto). En el segundo grupo aparece el pueblo pero como requisito de la democracia procedimental (vgr. Mariano Grondona). Y por último, en la tercera invariante el pueblo se presenta como parodia o simulacro, pues es un pensamiento, en definitiva, ilustrado en donde se incorpora al pueblo “como sí” existiera, pero todo su discurso va dirigido a la hipotética dirigencia (política y sindical) de ese pueblo (vgr. Guzmán Carriquiry).
   En todos los casos la vinculación con la jerarquía eclesiástica es fluida y permanente, unos con unos obispos y otros con otros, más afines. No hay que olvidar que desde el punto de vista profano-politológico la Iglesia ha sido definida magistralmente como complexio oppositorum = conjunto de opuestos. Lo que en criollo se entiende que hay de todo y para todos los gustos.

 

   Así planteado el asunto: ¿hay lugar para un pensamiento católico popular? ¿Ha habido ejemplos en ese sentido?

   El catolicismo es popular en Nuestra América no tanto como planteo teológico (que está siendo reemplazado por el protestantismo o la New age) sino como un saber de salvación imbricado con las creencias ancestrales de América. Su mérito ha sido, aquí en nuestra tierra como lo fue en Europa antes, el saber incorporar la simbología de la sacralidad pagana a su mensaje. Esta religiosidad popular en su manifiesta heterodoxia es la mejor defensa en orden a las identidades nacionales. Va más allá de los planteos teoréticos y está más acá en la apreciación de los valores vitales por parte del hombre iberoamericano.
   El pensamiento católico liberal, por ilustrado, odia visceralmente este tipo de religiosidad popular que, con su existencia, desarma todo el andamiaje racional que viene desarrollando desde Lamennais (1782-1854); Sangnier y Maritain hasta hoy. El pensamiento católico a secas, desprecia esta religiosidad como algo menor perteneciente al “mundo bolita” y el pensamiento católico progresista o socialcristiano la toma a cuenta de inventario, para usarla y decodificarla en los moldes de sus categorías de pensamiento que son siempre centro europeas como hizo, en su momento, la teología de la liberación o en la Iglesia como “institución del consenso” según hoy día proponen Carriquiry et alii (1)

 

   El auténtico pensador católico popular, y hay que decirlo con todas las letras, es antes que nada anticlerical, pues sabe “desde el vamos”, que la trahison des clercs, el espíritu de logia y la reacción mujeril, es la moneda corriente del clericalismo ya sea seglar, jesuítico o de “la obra”. Después distingue claramente entre el mensaje cristiano como saber de salvación personal y colectivo (por aquello del cuerpo místico) y la doctrina social de la Iglesia, siempre acomodaticia a los tiempos en que van saliendo las sucesivas encíclicas papales. Denuncia las acciones reales (y no las que él se imagina) del imperialismo y de los poderes indirectos y ocultos (la sinarquía, diría Perón) que se realizan en orden a la explotación y el extrañamiento de sí mismo y de nuestros pueblos. Rechaza la anfibología por principio, porque el decir de los pueblos es simple, como bien decía Goebbels (2) : “su idioma es sí o no”. “Al pan, pan y el vino, vino” nos enseñaron a nosotros. Sin ir más lejos el mismo Cristo recomienda: “Sea vuestro idioma sí, sí; no, no.”

   Esto último lo aleja años luz del pensamiento católico ilustrado y su elucubración en el vacío, ya sea en su versión liberal, ya en la progresista. La contrapartida es que se queda sin recipiendarios dentro de la “institución Iglesia”. Y como todo lo que se recibe al modo del recipiente es recibido y hoy no hay quien reciba al pensamiento católico popular en el seno de la Iglesia, porque ella misma a través de sus corrientes principales se mueve dentro del pensamiento único y políticamente correcto. Su discurso es un poco al ñudo.

 

   En cuanto al pensamiento, que denominamos, católico a secas, no busca ni pretende ninguna proyección política y social, se encuentra reducido y autolimitado a las cátedras de las sedicentes universidades “católicas”;  a los manuales y libros de enseñanza. Es una especie de rémora escolar salpicada con citas de autores contemporáneos, en su gran mayoría, y aquí la inconsecuencia, provenientes de tradiciones filosóficas no-católicas. Y verdadero disparate, un desatino intelectual.
   Si, por lo que vemos, el pensamiento católico popular no tiene lugar dentro de la Iglesia, ya que esas tres invariantes históricas tienen su proyección política como gorilas (Caponetto), oficialistas (Grondona) y oportunistas (Carriquiry)(3), el pensamiento católico en tanto pensamiento popular está obligado a plantearse como disidente respecto de lo que dice y hace, la Iglesia como institución del consenso: que niega el hecho de tener enemigos y se pretende alzar como “instancia neutra de las partes en pugna”. Una especie de amorfo “estado bodiniano”. Y en este sentido tanto liberales como progresistas coinciden con la versión de la Iglesia como institución del consenso porque ellos, por principio, niegan la relación amigo-enemigo y no piensan sobre la realidad tal como es y se da. Sino a través de sus preconceptos y prejuicios al estricto modo iluminista.

   Por el contrario, el pensamiento católico popular, no niega la existencia del enemigo sino que lo que niega es su vigencia. No lo rige a él, el enemigo  ni con su mundo categorial, ni con su mundo de valores, ni con su mundo de fines. “Es que el disenso, hemos afirmado en otro lugar, que se manifiesta como negación, tiene distinto sentido en el  pensamiento popular que en el culto o ilustrado. En este último, regido por la lógica de la afirmación, la negación niega la existencia de algo o alguien, en tanto que en el pensamiento popular lo que se niega no es la existencia de algo o alguien, sino su vigencia. La vigencia puede ser entendida como validez, como sentido.
El disenso niega el monopolio de la productividad de sentido a los grupos o lobbies de poder, para reservarla al pueblo en su conjunto, más allá de la partidocracia política.
La alternativa hoy es situarse más allá de la izquierda y la derecha. Consiste en pensar a partir de un arraigo, de nuestro genius loci dijera Virgilio. Y no un arraigo cualquiera sino desde las identidades nacionales, que conforman las  ecúmenes culturales o regiones que constituyen hoy el mundo. Con esto vamos más allá incluso de la idea de Estado-nación, en vías de agotamiento, para sumergirnos en la idea política de gran espacio y cultural de ecúmene
(4).
   Un ejemplo paradigmático de expresión del pensamiento católico popular ha sido el caso del ensayista Vittorio Messori en un trabajo titulado: "El anticatolicismo ha sustituido al antisemitismo" en donde afirma, entre otras cosas, que: "los católicos junto con los fumadores y los cazadores, son una de las tres categorías que no están protegidas por lo políticamente correcto, y de las que, por tanto, se puede hablar mal libremente”. (5)

   Y ¿a qué católicos se refiere? Ciertamente que no a los pensadores católicos a secas, que viven cómodamente apoltronados en las cátedras de los Estados anticatólicos, ni a los católicos liberales, que viven de acuerdo con el régimen de turno ni a los católicos progresistas que insisten en la construcción del proyecto católico y moderno a la vez. A los que se refiere Messori, es a los pueblos católicos y sus convicciones profundas que han sido dejados de lado y nadie los defiende.
¿No llama acaso la atención que mientras que en el mundo hay Estados oficialmente  declarados laicos (Francia), musulmanes (Arabia Saudita), y judíos (Israel) no exista ningún Estado oficialmente católico? ¿Y que ni católicos liberales, progresistas, ni académicos propugnen la instalación de gobiernos explícitamente católicos que gobiernen en sintonía con el núcleo espiritual de nuestros pueblos?

 

   Los pensadores populares católicos van a insistir una y mil veces en la incorporación de “lo católico” como elemento antropocultural y no simplemente confesional en la constitución de la identidad de los pueblos de la América indoibérica. Van a insistir en la crítica a la representatividad formal y al logro de la representación orgánica por parte de nuestros pueblos. A la sociedad civil regida por el contrato y el negocio van a oponer la comunidad regida por valores compartidos. Es que el pueblo no delega su poder en las instituciones del Estado, porque estas en su versión demoliberal, no alcanzan a expresar las demandas auténticas de los pueblos. El pueblo tiene que crear sus propias instituciones.
   Pero, claro está, recuperar lo católico como datum antropocultural es develar la vigencia de lo que “está ahí”, al alcance de la mano pero cubierto por una maraña de sinsentidos y disvalores. Y para ello hay que ocuparse en serio del otro, que generalmente, en nuestras tierras del sur de América, es el pobre y el desvalido. Y tomarlo en serio es, antes que nada, presentarse uno seriamente, tal como uno es. Evitando la parodia de dar la impresión que uno es bueno y piadoso. Decir cuales son nuestras verdades, aquellas que le dan sentido a nuestra existencia y entonces, recién entonces, preguntarle al otro por él. Poner antes las cartas sobre la mesa, porque el que más tiene más debe dar.

 

   ¿De qué le sirve al pueblo argentino que su cardenal primado (junio de 2006) aparezca arrodillado en un escenario haciéndose bendecir por un pastor protestante? De nada. Es un acto de ilustrados para conformar sus vanidades o pero aún, su propias urgencias. Para el pueblo es una burla, una mueca burda, de gente que en la vida está al ñudo. Un cambalache al decir del gran Discepolín.

   Los pueblos quieren y aman aquello que les es propio y son felices cuando pueden mostrar sus diferencias: el tango, el mate, el fútbol, la taba, las cuadreras, los bailes y cantos populares. Para los pueblos como para todo hombre de bien, la amenaza a la identidad, tanto personal como colectiva, no es la “identidad del otro”, sino que su identidad no sea reducida a la de todos por igual.

 

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NOTAS:

 

1.-  Guzmán Carriquiry: "Una apuesta por América latina", San Pablo, 2006.-
2
.-  Lo cito a propósito, para que se espanten los policías del pensamiento como los Presman y Yomal de Radio Cooperativa, conocida como “la radio de Verbisky”, que utilizan su programa de radio como “nuevos Wiesenthal”, cazando brujas que no coincidan con el ideario de periódico Nueva Sión del que son escribas. (Ver: http://bitacorapi.blogia.com/2006/061002-wiesenthal-en-radio-cooperativa.php)
3
.-  Esta corriente es hoy la mayoritaria, y dado su oportunismo connatural gira hoy alrededor del cardenal Begoglio, y si no nombro a más autores es para no seguir ganándome enemigos.
4
.-  Buela, Alberto: "Ni izquierda ni derecha: pensamiento popular", http://www.arbil.org/(82)buel.htm, 2004. También en revista Tierra y Pueblo N°8, Valencia, abril 2005.-
5
.-  Messori, Vittorio: op.cit. Roma, 21 de octubre 2004.-

BENEDICTO XVI: CRÓNICA DE 26 HORAS EN ESPAÑA

BENEDICTO XVI:  CRÓNICA DE 26 HORAS EN ESPAÑA

Jorge GARCÍA-CONTELL

 

   La clausura del V Encuentro Mundial de las Familias ha llevado a Benedicto XVI a visitar la ciudad española de Valencia los días 8 y 9 de julio de 2006. Apenas veintiséis fugaces horas de viaje han llevado a este Papa a uno de los países occidentales donde su mensaje más contrasta con la realidad social.

 

   El gobierno de Rodríguez Zapatero es el autor de la reforma legislativa conocida como "divorcio express"; la oposición conservadora rehuye la polémica sobre dicha cuestión y, por tanto, la asume como propia mientras la Iglesia Católica, por boca del Sumo Pontífice, insiste en la indisolubilidad natural del vínculo conyugal. El progresismo gobernante ha igualado jurídicamente el matrimonio con la cohabitación homosexual, el Partido Popular dice no estar conforme pero supedita su criterio y decisiones futuras a la mera resolución de un Tribunal Constitucional mediatizado por el Parlamento y sumiso al Ejecutivo. Por su parte Benedicto XVI, el sábado y el domingo pasados, reiteró por enésima vez que sólo la unión estable y fiel de una mujer con un hombre sustenta la familia y ésta a su vez es el pilar fundamental de toda sociedad. Las estadísticas sobre abortos provocados en España crecen sin que se vislumbre límite, habiéndose registrado un espectacular aumento durante los ocho años de gobierno conservador (Ver: http://bitacorapi.blogia.com/2006/040501-el-aborto-en-cifras.-comparativa-historica-psoe-pp.php). La Iglesia no vacila en calificar el aborto como "crimen abominable", de igual forma que la manipulación de embriones humanos que se inició en España auspiciada por el Partido Popular y actualmente impulsa y promociona el Partido Socialista.

 

   Si damos por cierto el axioma liberal del mandato representativo, no cabe duda del respaldo popular a todas estas iniciativas políticas. Una abrumadora mayoría del cuerpo electoral ha votado a los dos principales partidos españoles, cuyas diferencias en política familiar - como en cualquier otra materia - son de matiz o intensidad y en ningún caso sustanciales. Pero dicho axioma, que tan cuestionable resulta desde un punto de vista estrictamente teórico, parece quebrarse en ocasiones como la del pasado fin de semana en Valencia. Inmersa la sociedad española en una formidable campaña mediática e institucional de desprestigio y desgaste de cuanto guarde relación con el cristianismo, una sedicente plataforma cívica convocó una campaña de protesta contra la visita de Benedicto XVI. Distribuían los convocantes pancartas con la inscripción "Yo no te espero" que los ciudadanos habrían de colgar de sus balcones y ventanas y, como no podía ser de otra forma, resultó todo un éxito: centenares de ellas adornaban los edificios de la ciudad. Pero, contra todo pronóstico, comenzaron a surgir por doquier ventanas de las que pendían banderas del Vaticano y de España: miles, decenas de miles como de ello dan fe la prensa local y sus reportajes gráficos, tiñeron la ciudad de blanco y amarillo hasta convertir el descubrimiento de las colgaduras de protesta en tarea más que difícil. Con franqueza reconozco que no salgo de mi asombro ante el clamoroso triunfo de una iniciativa de signo católico enteramente popular y sin respaldo de ninguna clase.

   Por otra parte, la asistencia a los actos del fin de semana ha superado las previsiones más optimistas. El viernes 7 de julio los organizadores del V EMF convocaron al rezo del rosario junto a la playa de la ciudad. Recurriendo a las estimaciones de varias cadenas de televisión, una cifra comprendida entre 200.000 y 250.000 personas respaldó la iniciativa. No hubo obsequios para los asistentes, no se sortearon vehículos de lujo ni cruceros por el Caribe; ni siquiera el acto contó con el imán mediático del Papa. Así y todo, un cuarto de millón de personas, en su inmensa mayoría habitantes de la propia ciudad, se congregó para llevar a cabo algo tan aparentemente retrógrado, irracional y por supuesto premoderno como rezar el rosario. La vigilia del sábado 8 rebasó el millón de participantes y la Misa del domingo 9 estuvo cerca de contar con dos millones de fieles. Muchos extranjeros, ciertamente, pero en su mayoría lógicamente españoles. Algo no cuadra en todo esto: Posiblemente los católicos en España constituyan la confesión religiosa (e incluso el grupo social) más entusiasta y de mayor capacidad de movilización aunque, simultáneamente, aparentan ser la colectividad sociocultural de mayor incongruencia en el momento de emitir su voto.

   Concluyo esta crónica con el relato de una anácdota de orden menor. Hace meses la Vicepresidenta del Gobierno, Mª Teresa Fernández de la Vega, protagonizó un ridículo suceso al presentarse de improviso en el Vaticano con la imperiosa exigencia de entrevistarse con Benedicto XVI al objeto de "explicar" los propósitos del Ejecutivo que chocaban con el rechazo de la Conferencia Episcopal Española. Tras ver desestimada frontalmente su petición, hubo de conformarse con una brevísima entrevista con el Cardenal Secretario de Estado, Angelo Sodano, quien explicó a doña Mª Teresa que en la Santa Sede se estaba perfectamente al corriente de los objetivos y el programa del Gobierno español y que, en lo sucesivo, debería de abstenerse de recurrir a tan atípicos procedimientos y canalizar sus requerimientos a través de los cauces previstos ante el episcopado español. Una lección de diplomacia, muy próxima a la humillación, que jamás olvidará. Por su parte, el Presidente Rodríguez Zapatero porfió durante meses en su propósito de asistir a la Eucaristía del 9 de julio con el propósito de compartir siquiera una porción del protagonismo en prensa y televisión. Finalmente, cambió prudentemente de opinión ante la posibilidad cierta de sufrir el más colosal abucheo del que exista constancia histórica. Aun así, ambos esclarecidos estadistas fueron recibidos en una audiencia de veinte minutos por el Romano Pontífice en la sede archiepiscopal de Valencia... habiendo de soportar a la entrada y a la salida una sarta de improperios - que me resisto a reproducir aquí - procedentes de la multitud congregada ante el palacio. Todo cuanto obtuvieron a cambio fue un delicado rosario para la Vicepresidenta y un par de fotografías en las que el inefable Presidente figura luciendo su ya célebre sonrisa protocolaria, más falsa que el beso de Judas. Sinceramente, para estos individuos me parece escaso trofeo pero, claro está, yo no soy progresista y estimo en mucho más que ellos mi palabra, mis principios y mi propia imagen.

EL FUTURO DEL CATOLICISMO

EL FUTURO DEL CATOLICISMO

Javier VEGA

 

   Lo que no logró el cisma entre las Iglesias de Oriente y Occidente fue capaz de hacerlo la Reforma protestante. El antiguo cisma no solo no perjudicó a la Iglesia de Roma sino que reafirmó su primacía, el catolicismo creció y se multiplicó expandiéndose por los cuatro confines, mientras los ortodoxos se mantenían confinados en sus antiguos territorios orientales con la importante adicción de Rusia. Pero el auge del protestantismo tuvo, a la larga, un efecto devastador para los católicos. El triunfo de la revolución burguesa que traería consigo la modernidad y la democracia, de clara raíz protestante, puso al catolicismo a la defensiva. A finales del siglo XIX el apogeo del protestantismo y la crisis del catolicismo parecían imparables.

 

   La historia, sin embargo, estaba lejos de estar escrita; hoy, menos que nunca. Cuando a principios del siglo XX se produce la primera gran quiebra de la civilización burguesa, sorprende al protestantismo mal pertrechado para hacerla frente. La quiebra del sistema burgués es, en más de un sentido, la quiebra de los principios protestantes que lo fundamentan. Se hace preciso, como señala Claudio Magris (siempre entre los más lúcidos pensadores de nuestro s. XX), recurrir a una tradición más antigua y profunda «capaz de abrirse a la comprensión y expresión de la crisis contemporánea, posmoderna, al mundo incierto, fragmentario y tentacular nacido de las ruinas de la totalidad moderna». Ahí se encuentra la tradición católica, muy anterior al Estado-nación y la democracia.

   El catolicismo se caracterizó, desde sus inicios, por propugnar una obediencia a la autoridad espiritual más allá y por encima de la autoridad terrenal; los sistemas políticos modernos, particularmente el sistema democrático, nunca pudieron aceptar esta dualidad. El moderno poder público no solo se arroga el derecho a ingerirse y ordenar cualquier aspecto de la esfera privada que le resulte problemático, sino que hace de ello la columna vertebral de su concepción del Estado. La Iglesia Católica, por su parte, nunca se ha resignado a ser relegada a la estricta esfera privada, vindicando su papel de guía moral y espiritual. Es más, reivindica que los poderes públicos se limiten a la promulgación y ejecución de las leyes, cuya inspiración cristiana corresponde sancionar a la Iglesia.

 

   La Iglesia, pues, nunca ha estado muy conforme con la ideología moderna del Estado, menos aún con la formación de la conciencia privada a fin de convertir al individuo en ciudadano. La conciencia de los individuos siempre ha sido para ella terreno sagrado donde cultivar los principios cristianos. La posición del protestantismo fue más ambigua: al formular el principio de 'según su príncipe, su religión' se mostró dispuesto a subordinarse y apoyar los fines del Estado, cuya ingerencia culmina en el Estado democrático. No es casual que en EE UU, país precursor de la moderna democracia, llegara a instituirse una religión civil como consecuencia de la participación activa de las confesiones protestantes en la formación patriótica de sus feligreses.

   En este sentido el nacional-catolicismo sería fruto del intento de aplicar el mismo principio por parte de un sector de la Iglesia, si bien en pro de un nacionalismo no democrático.

 

   Pero hete aquí que entretanto entraron en crisis fundamentales principios protestantes: la consagración al trabajo, la rectitud y el prestigio social, el decoro que exige poner por delante las razones de interés y conveniencia, la prosperidad como máxima expresión de la virtud... El derecho a la felicidad, sentimiento insaciable que da pábulo a un desear sin límites, fue el ácido corrosivo del sistema. Y lo primero que disolvió fue esa vida sana y banal que el protestantismo proponía como modelo. La cosa no termina ahí, para seguir citando a Magris: La ideología democrática del compromiso y el progreso que absorbe al individuo, penetrando hasta el interior de su conciencia y ahogando la peculiaridad de su persona y sus sentimientos, lleva a reemplazar la verdad por la opinión, el dialogo errabundo por el debate y la firma de manifiestos.

   Ante este individuo que siente su vida vacía, que por no perder el tiempo ha desperdiciado la vida y solo le queda la nostalgia, el protestantismo parece haberse quedado sin mensaje. No sería justo reducir todo el protestantismo a las confesiones evangélicas, pero resulta muy llamativo que sea el evangelismo, su rama más sólida e hipertrófica, una concepción religiosa que pone el énfasis en el milenarismo, en las emociones, en las prácticas piadosas, soñando con un mundo idílico de buenos vecinos y pequeñas comunidades que va en dirección contraria al devenir histórico.

 

   El catolicismo, que siempre fue pesimista -o sea, realista- respecto a la capacidad de los individuos para realizar el Plan de Dios, y escéptico respecto a la idea de un Dios mucho más intervencionista en las acciones de los hombres, ha desarrollado a través de los siglos una filosofía de la vida que hoy puede servir a los creyentes para comprender y expresar esta crisis. El catolicismo está en una posición privilegiada para ofrecer una explicación y contribuir a la recomposición de este mundo incierto y fragmentario en un nuevo proyecto de sociedad. En ninguna parte como ahí veo yo el futuro católico. Ahora bien, eso no va a conseguirse con emulaciones del evangelismo como en su día con el nacional-catolicismo.

   No es extraño que la Iglesia experimente hoy la misma confusión que la sociedad en general, se escuchen propuestas distintas y se observen actitudes divergentes; aunque resulta preocupante verla adoptar posturas de Iglesia perseguida y recurrir al victimismo (ni siquiera la Iglesia parece librarse de esta plaga). Una Iglesia a la defensiva no es la mejor predispuesta a comprender y explicar, ni esa actitud es la más apropiada para trasmitir su mensaje. Y, sin embargo, el mensaje central de la Iglesia tiene hoy más vigencia que nunca. Cuestión ésta que merece capítulo aparte. La Iglesia nunca ha estado muy conforme con la ideología moderna del Estado, menos aún con la formación de la conciencia privada a fin de convertir al individuo en ciudadano

HOMILÍA EN LA MISA POR LOS CAÍDOS EN MALVINAS (15-VI-2006)

HOMILÍA EN LA MISA POR LOS CAÍDOS EN MALVINAS (15-VI-2006)

Mons. Antonio Juan BASEOTTO, obispo castrense de la Argentina 

 

   Nos reunimos en esta celebración para expresar comunitariamente lo que proclamamos en la profesión de fe cristiana: "Creo en la comunión de los santos, creo en la resurrección de la carne, en la vida eterna".
   Oramos por nuestros difuntos: aquellos que dieron su vida en la gesta de las Malvinas, o como consecuencia de la misma, por aquellos que con el correr del tiempo han culminado su etapa de peregrinación y han llegado a la meta. Oramos para que hayan llegado felizmente: que participen con plenitud y felicidad de la vida eterna: la vida que es la culminación, la coronación de nuestro pasaje por la tierra.
   Pedimos al Padre por Jesucristo que participen de la resurrección ya que creyeron en quien venció la muerte al resucitar al tercer día y que vivo, vive para siempre: que compartan su vida.
   Nuestra presencia en esta celebración es la expresión de nuestra Fe en estas verdades. Y según ellas queremos enfrentar los avatares de nuestra existencia. Por el Bautismo que un día recibimos, hemos sido santificados. No nos ha hecho moralmente santos. Esa es tarea nuestra que debemos emprender y continuar toda la vida, con la ayuda de Dios. Pero somos santos por estar incorporados a Cristo, quien es santo. Y por esa "comunión de los santos" oramos los unos por los otros, oramos por la patria, oramos por los camaradas, por nuestras instituciones fundantes. Oramos porque estamos unidos en la misma fe y por el mismo bautismo.

 

   La sociedad argentina no ha asimilado todo lo que significó la gesta de las Malvinas. La historia interpretada de manera parcial, no ha valorado suficientemente los valores que se pusieron en juego y los rasgos humanos que le dieron un relieve propio. Hasta tenemos la impresión que lo han valorado más el eventual enemigo que los mismos ciudadanos argentinos.
   Es verdad que una guerra nunca es deseable. Optamos por la paz. Pero el enfrentamiento también es un aprendizaje del que hay que saber sacar rédito moral separando la paja del trigo. Quiera Dios que por lo menos aprendamos a estar más unidos: concretar el "Creo en la comunión de los santos".

 

   Las lecturas que nos ofrece hoy la liturgia indudablemente nos ofrecen un mensaje que nos debe llamar a reflexión. Elías exhorta al pueblo elegido desafiándolo a que no ande claudicando entre Dios y Baal (el dios babilonio sin exigencias morales). Está él solo frente a 450 sacerdotes de Baal. Y Dios demuestra ante el pueblo que Él es el Señor y que Elías como profeta, lo representa con fidelidad. Está diciendo: no teman al número ni al poder, respeten y obedezcan al único Dios verdadero.
   Y el Maestro -Jesús el Señor- en el sermón del monte (donde no vino a abolir la ley y los profetas sino a llevarlos a la plenitud) da ese paso de perfeccionamiento humano del "ojo por ojo" al "amen a sus enemigos y ruegan por sus perseguidores".

 

   La reconciliación es el único camino válido para llegar a la paz, para llegar a la unidad de los argentinos. Ese sentido de unidad que experimentamos, aunque no fuera más que por breve tiempo, durante la gesta de las Malvinas. En mis largos años nunca tuve la experiencia de sentir al pueblo argentino unido tras un ideal como el vivido entonces.
   Quiera Dios que aprovechemos la lección para unirnos tras ideales altos que nos lleven a vivir en la realidad el "creo en la comunión de los santos". Es escuchar con los oídos del corazón la oración de Jesús en la última cena: "Padre: esto te pido: que sean uno como yo y Tú somos uno".

EL ISLAM HUMILLA LA LIBERTAD RELIGIOSA DE LOS CRISTIANOS

EL ISLAM HUMILLA LA LIBERTAD RELIGIOSA DE LOS CRISTIANOS

Samir KHALIL SAMIR, S.J.

 

  El caso del afgano Abdul Rahman, común a tantos otros de conversos islámicos, evidencia el problema de la violación sistemática de los derechos humanos en el islam. Si la sharía mata a un hombre que cambia de religión, debe ser condenada y no se puede poner como principio inspirador de leyes, en cuanto destruye todo ideal de convivencia y se contradice con la declaración de los derechos humanos de la ONU, aprobada en 1948 por casi todos los países musulmanes.
  Abdul Rahman, el afgano que se convirtió del islam al cristianismo, ha sido excarcelado con un “truco” jurídico: se le ha considerado demente y, por lo tanto, incapaz de seguir el juicio. Ha podido así evitar la pena de muerte que la sharía reserva a los apóstatas. Pero su caso es sólo uno entre las decenas de miles cada año. Sólo en Egipto cada año hay al menos 10.000 musulmanes que se convierten al cristianismo. Al mismo tiempo, hay al menos 12.000 que se convierten en musulmanes.

 

  El fenómeno de las conversiones al cristianismo desde el islam inunda todo el Medio Oriente y el mundo. La violencia fundamentalista que caracteriza el mundo musulmán actual empuja a muchos de ellos a preguntarse: ¿viene realmente de Dios una religión tan violenta? ¿Pero qué situación les espera a estos ex-musulmanes? La fuga, el escondite, la inmigración.
  Un amigo mío que ha querido bautizarse tuvo que huir de sus amigos universitarios porque un día se dieron cuenta de que tenía un evangelio de bolsillo en su habitación. Cuando empezaron a amenazarlo de muerte huyó, dejando sus estudios universitarios.
  La solución encontrada en Afganistán es la mejor solución, pero de compromiso. Debe servirnos para hacernos una pregunta radical: ¿qué tiene prioridad en el islam, los derechos humanos, reconocidos internacionalmente, o la sharía islámica? ¿Y si la sharía está en contra de los derechos humanos, no es hora de que la comunidad internacional la condene? Y si la sharía está inscrita -como dicen los fundamentalistas- en el Corán, es que hay dos alternativas: o el Corán niega los derechos humanos, o se debe volver a leer para limpiarlo de las incrustaciones falsas y violentas.

 

Islam: ¿política o religión?

 

  Según la ley afgana, Abdul Rahman tenía que ser ejecutado porque es un apóstata. La sharía está basada en el Corán y en la tradición islámica de los hadices (los dichos y los hechos de Mahoma). En el Corán se habla en 14 versos de aquél que reniega de la fe islámica. En siete no hay una alusión al castigo; en los otros siete se alude a un castigo, pero no durante la vida presente, sino en el más allá. En uno se habla del fuego eterno; en otro de la maldición de Dios, de los ángeles y de los hombres; en otro de los casos se habla de un castigo “doloroso”. Sólo en un verso del Coran (llamado “del arrepentimiento”, 9,74) viene prescrito un castigo doloroso.
  Según los juristas musulmanes, para decretar la pena de muerte se requiere la decisión (instrucción) explícita del Corán (la hudud). Si no se encuentra en el Corán, se puede basar en los hadices. Uno de estos hadices, uno de estos dichos de Mahoma - uno solo - afirma que se debe ejecutar a una persona por tres tipos de pecado, uno de los cuales es la apostasía.
  Históricamente hablando, el término “apostasía” se usa por primera vez, de modo ambiguo, después de la muerte de Mahoma. Algunas tribus árabes ya sometidas (islamo, en árabe) a la nueva fe, se “echaron atrás” (irqed, el mismo verbo que apostasía). Abu Bakú, el primer sucesor, intenta detenerlas, y con el temor de que otras tribus se “echen atrás”, las combate. Muchos de los compañeros del profeta estaban en contra de esta decisión. Pero después de que Abu Bakú devolviera las tribus rebeldes al seno del islam, todos la aprobaron. Desde entonces, este término ambiguo, “echarse atrás, volver atrás”, se aplica a todos aquellos que intentan abandonar la familia del islam.
  En el Corán hay algunos versos (cap. II, v. 191-193) que todos usan para estos casos, uno en especial con palabras muy peligrosas: “Matad a los enemigos de Dios dondequiera que los encontréis, expulsadlos de donde os han expulsado a vosotros. Ya que -y aquí viene la palabra peligrosa- la sedición o la subversión es peor que la misma ejecución”. Y en el v.193: “Combatidlos hasta que no haya más subversión o sedición y la religión sea aquella de Dios”. Esta palabra clave, “subversión” (en árabe fifnah), es la palabra usada en todos los casos para justificar la ejecución. En Irán se usa también para combatir a los homosexuales. Ejecutar a un subversivo es considerado “un mal menor” frente a la “subversión” que, difundiéndose, puede llegar a ser un fenómeno peligroso.

 

  Muhammad Chalabi, el jefe de Al Ahzar, decía en los años 50: “No obligamos al apóstata a volver al islam para no contradecir la palabra de Dios que prohíbe cualquier obligación en la fe. Pero les dejamos la oportunidad de volver voluntariamente. Si no vuelve, tiene que ser ejecutado porque es un instrumento de sedición (fifnah) y abre la puerta a los paganos para atacar al islam y para sembrar la duda entre los musulmanes. El apóstata está entonces en guerra declarada contra el islam aunque no levante la espada frente a los musulmanes”. En el islam éste es el pensamiento habitual.
  La semana pasada en El Cairo, hablaba con algunos musulmanes del caso de Abdul Rahman. Y ellos me respondían que también los occidentales hacen lo mismo. “Supongamos -decían- que uno de vosotros se haya pasado al enemigo y haya comunicado secretos de estado al enemigo. ¿No lo matáis? ¿No se merece un castigo radical? ¡El apóstata ha traicionado a la comunidad!”. Yo respondía: lo que estáis diciendo tiene que ver con el ámbito político, no con el religioso. Además, nosotros, los cristianos, no estamos muy a favor de la pena de muerte. Mis amigos musulmanes acababan: “La umma (comunidad) se defiende de los ataques contra el islam”. Yo respondía: “Pero Abdul Rahman no ha hecho daño a nadie. Es un hombre pacífico”. Ellos respondían con las mismas palabras que el jefe de Al-Ahzar: “Aunque no levante la espada, el apóstata es un subversivo”.

 

  Vale la pena señalar:
  a) El islam se presenta como un camino con un sentido único: se puede entrar pero no se puede salir.
  b) En el mundo islámico la cuestión de la libertad de conciencia no importa para nada.
  c) El islam se concibe a sí mismo en términos políticos.

 

  Pero aquí se abre una cuestión enorme: si el islam es un proyecto político, un movimiento que usa también la violencia más extrema, entonces debe combatirse de modo político. Y sobre todo, haría falta no llamarlo más religión -un movimiento espiritual que ayuda al hombre a tener paz. De hecho, en el islam hay una gran ambigüedad que sale a relucir cada vez que los musulmanes hablan en términos espirituales (“islam” significa paz (salam), convivencia, tolerancia, etc.,) y al mismo tiempo actúan de un modo político, justificando decisiones violentas.

 

La sharía está en contra de los derechos humanos

 


  Si la sharía ejecuta a un hombre que cambia de religión, entonces debe ser condenada y no se puede poner como base de constituciones nacionales. Si se pone la sharía como principio inspirador de las leyes, se destruye todo ideal de convivencia, y más aún si se pone en contradicción con la declaración de los derechos humanos de la ONU, aprobada en el 1948 por casi todos los países musulmanes. El artículo 18 de esta declaración dice: “Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia o de religión”. Y se precisa: “Tal derecho incluye la libertad para  cambiar de religión o credo y la libertad de manifestar individualmente o en comunidad, en público o en privado, la propia religión o el propio credo en la enseñanza, las prácticas, en el culto o en la realización de los ritos”.
  Y bien, observemos las noticias que nos llegan de los países musulmanes: todos los días se viola este artículo. En Indonesia se destruyen las iglesias; en Argelia se prohíbe manifestar en público la fe; en todos los países musulmanes se condena a muerte a quien invita a otro a dejar el islam. El mundo occidental se felicita por el éxito obtenido en el caso de Abdul Rahman, pero el acuerdo conseguido oculta el problema efectivo: las raíces de la violencia en contra del apóstata se encuentran en el Corán y en la tradición islámica, tanto que se puede hablar de incompatibilidad entre los derechos del hombre y los derechos previstos por el Corán.
  La conclusión es que ante el mundo islámico es necesaria una decisión: o decir que los textos de la tradición y del Corán son inaceptables, contrarios a la dignidad humana; o bien se tiene que interpretar el Corán eliminando aquellos aspectos de violencia ligados a las situaciones antiguas. No podemos seguir callados, o continuar hablando del islam de modo ambiguo, definiéndolo como una religión que “habla de paz y de tolerancia”, escondiendo los versos que empujan a la violencia y a las ejecuciones brutales. Tal actitud ambigua es vergonzosa para quien la tiene y para quien se mantiene callado.

 

Occidente no debe callarse

 

  Digo esto por afecto y simpatía hacia los musulmanes. Muchos amigos musulmanes tienen dificultades con los textos del islam y no saben qué decir. Si osan criticar los textos, los acusan rápidamente de apostasía y blasfemia. En el mundo árabe e islámico hay decenas de miles de casos: Salman Rushdie, Taslima Nazrin, Sarag Foda (egipcio que murió asesinado por ser un agnóstico que había criticado el islam); Naguib Mahfuz, que se arriesgó a ser ejecutado en el 95 por apóstata; tanto que debió retractarse. Después está el caso de Nasr Abu Zaid, al cual le han quitado la cátedra universitaria e incluso la mujer, que se ha visto obligada a divorciarse, porque él, condenado como apóstata, no podía tener ya una mujer musulmana. Ambos se han refugiado después en Holanda.

 

  No podemos cubrir todas estas aberraciones diciendo: ¡paciencia, el islam nació muchos siglos después del cristianismo, tiene que hacer aún mucho camino...! ¡Es como decir que el islam es una religión de tontos! En cambio entre los musulmanes hay grandes personalidades, científicos, intelectuales. En realidad, para Occidente ha llegado el momento de decir la verdad para salvar a los mismos musulmanes. Occidente cita cada día los derechos humanos, pero cuando se encuentra con casos como éstos, donde está en juego la ofensa máxima a los derechos humanos, la vida y la libertad de conciencia, los gobiernos occidentales se callan. El caso más típico es el de Arabia Saudí, que viola todos los derechos humanos, incluso los de su pueblo, y nadie dice nada.
  Occidente en el mundo islámico ha perdido tanta credibilidad por culpa de actos contra los derechos humanos como las guerras preventivas, las injusticias económicas, la inmoralidad de leyes occidentales, etc... Ha llegado el momento de una decisión: si hay una incompatibilidad entre los derechos humanos y los derechos del Corán, entonces -me sabe mal decirlo- hace falta condenar el Corán; o se debe decir: nuestra comprensión del Corán se enfrenta a los derechos de la persona y de la conciencia, y entonces hace falta cambiar la interpretación. Una cosa es cierta: no podemos quedarnos callados más tiempo. Es precisamente de estos días la decisión de los obispos europeos de dedicar el año próximo al estudio de los problemas del islam en Europa y en el mundo, a las relaciones de la Unión Europea con los países de mayoría musulmana, bajo el aspecto de la justicia internacional y de la reciprocidad. Pero si los países europeos se quedan callados, la “reciprocidad” nunca podrá ser demandada.

 

  Por sí solos los musulmanes no consiguen cambiar. Si Afganistán fuese un estado aislado, sin relaciones con Occidente, Abdul Rahman hubiese sido ejecutado. Los musulmanes con un conocimiento profundo de los derechos humanos son una minoría. El grupo de Amnistía Internacional en Egipto, por ejemplo, edita dos revistas mensuales en árabe, pero no consigue contrarrestar la tendencia fundamentalista. Es necesario que la comunidad internacional intervenga con presiones desde el exterior. En el caso de los derechos humanos no es para nada una intrusión. Hace falta llegar a tomar medidas serias: excluir de la ONU a quien no respeta la carta de los derechos humanos, hacer un boicot económico, etc... Quizás con el boicot algunos países al principio se pondrán aún más duros, pero al final se podrán salvar países y centenares de miles de personas de una terrible opresión.
  El problema de los derechos humanos en el mundo islámico no está ligado sólo a la apostasía. También personas que quieren seguir viviendo en el islam son sometidas a presiones sociales inauditas. Un ejemplo: muchas chicas que viven en Egipto hoy se cubren con el velo. Se dice que lo hacen voluntariamente. Pero la presión social es tal que si una chica sale sin velo, todos los vecinos de la casa empiezan a decir: ¿no os avergonzáis? Vuestra hija es una chica sin pudor. Así incluso las mujeres cristianas al final dicen: ¡preferimos ponernos el velo con tal de que nos dejen en paz! La apostasía es la punta del iceberg de un problema enorme: aún hoy en el mundo islámico hay un millar de personas encerradas en una prisión ideológico-religiosa; que les niega sus derechos humanos fundamentales. Esta tortura está alejando a mucha gente de la fe islámica. En Teherán los jóvenes se alejan cada vez más del islam, buscando la verdad en otras religiones: no soportan más esta justificación de la violencia. Quizás es por esto que en Irán los sitios cristianos son censurados u ocultados.
  El sufrimiento en el mundo islámico ha crecido con la globalización de la información. Gracias a la televisión, a la radio y a Internet, las ideas de libertad sobre los derechos humanos se difunden y esto aumenta el deseo y la frustración de los musulmanes, que no ven ningún futuro para ellos y para sus familias. Tiene que pasar que quien viva en los países islámicos no sólo encuentre el pan, sino también los derechos humanos. Si Europa no trabaja por esto, todos los discursos sobre la globalización son sólo palabras sin sentido. Callar es una injusticia cometida contra millones de personas. Ha llegado el momento de la denuncia, no para agredir, sino por amor.

CÓDIGO DA VINCI. ¿PARTE REALIDAD Y PARTE FICCIÓN?

CÓDIGO DA VINCI. ¿PARTE REALIDAD Y PARTE FICCIÓN?

P. Ariel BUSSO

 

  No tengo la plena seguridad de que esta conferencia sea realmente útil. Sí, así de simple. La posible utilidad fue el motivo que medió para el largo intervalo que llevó a decidirme a escribir estas líneas. Pero fue menos de lo que me llevó leer la novela.

  Confieso que no sentí menoscabada la cultura si me hubiera privado de leer ese libro. Y así es: no aumentó la cultura, pero confieso que hizo bien a la virtud de la paciencia.

  Había bajado por internet The Times, de Londres, el 21 de junio de 2003 y un párrafo del famoso comentarista de ese medio, Peter Millar, decía: “Este libro es, sin dudas, el más tonto, inexacto, poco informado, estereotipado, desarreglado y populachero ejemplo del pulp fiction que he leído”. Un crítico del New York Times, citado en el diario La Razón de España, calificaba a la obra como “insulto a la inteligencia”. La periodista Cynthia Grenier, en el Weekly Standard del 22 de septiembre de 2003, exclamaba: “Por favor, alguien debería dar a este hombre (refiriéndose al autor) y a sus editores clases básicas sobre la historia del cristianismo y un mapa”.

  Todo esto mantuvo lejos de mi lectura a esta novela. Pero la insistencia de mucha gente que pretendía una aclaración y la persistente presencia en el primer lugar de ventas del libro me llevó a leerlo. Y estos dichos, estos escritos, estos hechos terminaron por convencerme a hablar de este libro. Quizá a destiempo, pero creo que es mejor, porque las novedades pasan, las cosas nuevas no: son siempre viejas porque son vigentes. La novela será un recuerdo vago de aquí a un par de años (para nosotros, no para el autor ciertamente, ni mucho menos para sus editores –más de 30 millones de ejemplares vendidos, traducida a más de 30 idiomas y con los derechos en manos de Columbia Pictures, con la dirección de Ron Howard y a Russel Crowe de protagonista; se trata de una verdadera cultura de masas y dólares-). En cambio nuestro conocimiento seguirá actual.

 

LA NOVELA

 

  Se trata de una novela policial, cuyo tema principal es la búsqueda de muchas verdades tras el asesinato macabro de un hombre en el museo del Louvre. A partir de ese momento, y en sólo una noche, los protagonistas, un hombre norteamericano y una mujer francesa, persiguen la solución del misterio a través de los vericuetos de reales e irreales símbolos. 
   La novela mezcla algunos pocos hechos reales, muchas leyendas, recopila teorías, rumores e interpretaciones dudosas, de una manera increíblemente libre de complejos. El resultado es una obra de ficción que por momentos suena verosímil al que conoce poco de esto. Al que nada sabe, este libro no tiene trascendencia alguna: es una novela y nada más.  Pero para todos nosotros, el resto del mundo ¡Tenemos que quedar pasmados ante la revelación fabulosa de que hemos sido engañados durante mucho tiempo, en la conspiración desenmascarada por El Código Da Vinci, nada más ni nada menos que hace dos mil años!
   Y si no sabemos nada del arte renacentista italiano del siglo XV y nunca hemos oído hablar de los evangelios gnósticos hallados en Nag Hammadi, si identificamos borrosamente a María Magdalena con la pecadora pública, y Constantino resuena sólo como un nombre de vagas reminiscencias de la historia de Roma, esta novela puede generarnos muchas dudas. O lo que es peor, ninguna duda, y sólo asombro ante el tamaño del engaño que se ha desarrollado ante nuestros ojos ingenuos y los de tantos hombres y mujeres durante siglos.
   Los Templarios, el Priorato de Sión, el Opus Dei, las Cruzadas, los grandes genios de la pintura, la literatura y la música, varios Papas, y hasta el mismísimo Walt Disney se pasean por las muchas páginas de la novela, apareciendo y desapareciendo por los pasadizos de la trama a voluntad de su autor, y siempre tratando de dejar atrás un eco de misterio. Como la sonrisa de la Mona Lisa. Todos saben algo que nosotros no sabemos.

 

   ¿Qué es verdad? ¿Qué es ficción de todo esto? En medio de la controversia, surgen lugares, hechos, personas indiscutiblemente reales. El mismo autor dedica el comienzo del libro para dejar asentados los hechos, señalando explícitamente que “Todas las descripciones de obras de arte, edificios, documentos y rituales secretos que aparecen en esta novela son veraces”. Si esto fuera indiscutible, si todos los hechos fueran verdad y no ficción, ¿Entonces también podría ser verdad la solución del enigma según Dan Brown?

 

EL MENSAJE

 

   El mensaje que transmite la novela es básicamente el siguiente:

 

1. Jesús no es Dios: ningún cristiano pensaba que Jesús es Dios hasta que el emperador Constantino lo deificó en el concilio de Nicea del 325.
2. Jesús tuvo como compañera sexual a María Magdalena; sus hijos, portadores de su sangre, son el Santo Grial (sangre de rey = sang real = Santo Grial), fundadores de la dinastía Merovingia en Francia y, a su vez, antepasados de la protagonista de la novela en cuestión.
3. Jesús y María Magdalena representaban la dualidad masculina-femenina (como Marte y Atenea, Isis y Osiris); los primeros seguidores de Jesús adoraban "el sagrado femenino"; esta adoración a lo femenino está oculta en las catedrales construidas por los Templarios, en la secreta Orden del Priorato de Sión -a la que pertenecía Leonardo Da Vinci- y en mil códigos culturales secretos más.
4. La “malvada” Iglesia Católica, inventada por el emperador Constantino en el 325, persiguió a los tolerantes y pacíficos adoradores de lo femenino, matando millones de brujas en la Edad Media y en el Renacimiento, destruyendo todos los evangelios gnósticos que no les gustaban y dejando sólo los cuatro evangelios que les convenían bien retocados. En la novela, el maquiavélico grupo Opus Dei, trata de impedir que los héroes saquen a la luz el secreto: que el santo Grial, no es el cáliz de Cristo que buscaban los caballeros medievales, sino los hijos de Jesús y la Magdalena y que el primer dios de los "cristianos" gnósticos era femenino.

 

   Pero veamos algunas de estas cuestiones.

 

   1.- ¿Inventó Constantino el cristianismo?

 

   Toda la base "histórica" del autor descansa sobre una fecha: el concilio de Nicea del año 325. Según su tesis, antes de esta fecha, el cristianismo era un movimiento muy abierto, que aceptaba "lo divino femenino", que no veía a Jesús como Dios, que escribía muchos evangelios. En este año, de repente, el emperador Constantino, un adorador del culto -masculino- al Sol Invicto se apoderó del cristianismo, desterró a "la diosa", convirtió al profeta Jesús en un héroe-dios solar y montó una redada a la manera stalinista para hacer desaparecer los evangelios que no le gustaban.
   Para cualquier lector con algo de cultura histórica, esta hipótesis resulta absurda porque: Existen textos que demuestran que el cristianismo antes del 325 no era como dice la novela. La Patrística es rica heredera del mundo cultural griego y romano y sin embargo dejan claras pruebas del Cristianismo positivo. Ignacio de Antioquia a fines del siglo I y comienzo del II, por ejemplo; san Irineo de Lyon en Adversus Haeresis (S. II).
   Incluso si Constantino hubiese querido cambiar así la fe de millones ¿Cómo habría podido hacerlo en un concilio sin que se diesen cuenta no sólo millones de cristianos sino centenares de obispos que acudieron al concilio? Muchos de los obispos de Nicea eran veteranos supervivientes de las persecuciones de Diocleciano, y llevaban sobre su cuerpo las marcas de la prisión, la tortura o los trabajos forzados por mantener su fe. ¿Iban a dejar que un emperador cambiase su fe? ¿Acaso no era esa la causa de las persecuciones desde Nerón: la resistencia cristiana a ser asimilados como un culto más? De hecho, si el cristianismo antes del 325 hubiese sido tal como lo describen los personajes de Brown y muchos neognósticos actuales, nunca habría padecido persecución ya que habría encajado perfectamente con tantas otras opciones paganas. El cristianismo fue siempre perseguido por no aceptar las imposiciones religiosas del poder político y proclamar que sólo Cristo es Dios, con el Padre y el Espíritu Santo.
   Además está la lógica ¿Cómo podrían haberse dejado matar miles de personas por un alguien del cual no creían que era Dios?

 

   2.- ¿Los cuatro evangelios fueron obligatorios recién desde la época de Constantino?

 

   El autor sostiene que Constantino hizo destruir ochenta evangelios por ser contrarios al pensamiento religioso del emperador. De este modo sólo quedaron cuatro y bastante corregidos que son los que hoy conocemos: Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Para el neófito esto le despierta un interrogante ¿Tendrá algo de razón?
   El estudio de la historia y de la exégesis bíblica, demuestra que es muy diferente a lo que propone la novela. En el siglo II ya conocían a los cuatro evangelios que eran llamados así: “los cuatro evangelios”. A los otros que circulaban ya en el siglo II (nótese la fecha cercana al tiempo del Redentor) se les llamaban apócrifos.
   Ya Irineo de Lyon, uno de los Padres de la Iglesia, escribió a fines del siglo II: “Los evangelios no pueden ser sino cuatro (Juan, Lucas, Mateo, Marcos)... Un evangelio en cuatro formas... siendo así las cosas, dan muestra de vanidad, ignorancia y atrevimiento, aquellos que destruyan la forma del evangelio, y que aumentan o disminuyen el número de los evangelios: algunos lo hacen para presumir de haber encontrado algo más de la verdad, otras para condenar las Economías de Dios” (Contra las herejías, III, II, 8-9).

  Aquellos evangelios de fines del siglo II son exactamente como los que leemos hoy.  No hay ningún cambio ni retoque. Existe gran cantidad de copias y traducciones que lo atestiguan. Claro está que lo saben los estudiosos de la creencia bíblica, a los que no tuvo en cuenta el autor para elaborar esta parte de la novela. O sí. ¡Quien sabe!

 

   3.- ¿Jesús es Dios?

 

   En la novela, el personaje del historiador inglés Teabing, afirma que en Nicea se estableció que Jesús era "el Hijo de Dios". Un repaso a los evangelios canónicos, escritos casi 250 años antes de Nicea, muestra unas 40 menciones a Jesús como Hijo de Dios. Brown lo que está haciendo es copiar de uno de los libros pseudohistóricos que más ha plagiado para hacer su best-seller, Holy Blood, Holy Grial, en el que se afirma que "en Nicea se decidió por voto que Jesús era un Dios, no un profeta mortal".
   La verdad es otra. Los cristianos siempre han creído que Jesús es Dios desde el principio, y así figura en los evangelios y en escritos cristianos muy anteriores a Nicea. Por ejemplo, y para disgusto de mormones, testigos de Jehová o musulmanes (tres credos actuales que niegan que Jesús era Dios) podemos leer cómo Tomás dice al ver a Jesús resucitado:  [Juan 20,28] Ho Kurios mou ho Theos mou (Mi Señor y mi Dios). O en Romanos 9,5; carta dictada por San Pablo a Tercio en casa de Gayo, en Corinto, en el invierno del 57 al 58 d.C: "de ellos [los judíos] son los patriarcas, y como hombre ha surgido de ellos el Cristo, que es Dios, y está por encima de todo". O en Tito 2,13: "esperamos que se manifieste la gloria del gran Dios y salvador nuestro Jesucristo". O en 2Pedro1,1: "Simón Pedro, sirviente y apóstol de Jesucristo, a aquellos que por la justicia de nuestro Dios y salvador Jesucristo han recibido una fe tan preciosa como la nuestra".

 

   Hay muchas otras citas que demuestran que los cristianos tenían clara la divinidad de Cristo mucho antes de Nicea: [Carta a los efesios de San Ignacio de Antioquía, c.35-c.107 d.C]. [Diálogo con Trifón, San Justino Mártir, c.100-c.165 d.C]. [Contra los herejes, libro 3, San Ireneo de Lyon, c. 130 -200 d.C]. [Exhortación a los griegos, de San Clemente de Alejandría, 190 d.C]. [El alma 41:3, por Tertuliano, año 210 d.C]. [Las doctrinas fundamentales 1:0:4; por Orígenes, c.185-c.254 d.C.].
   Entre los años 111 y 113, Plinio el joven, gobernador de Bitinia, en la actual Turquía, le pregunta en una carta al emperador Trajano, qué hacer con un grupo que “se reunía en un día fijo antes del alba y cantan coros alternativos a un Cristo como a un dios...” (Carta 10,96). De hecho, en Nicea el debate era sobre las enseñanzas de Arrio, un sacerdote herético de Alejandría que desde el 319 enseñaba que Jesús no era Dios. De unos 250 obispos, sólo dos votaron a favor de la postura de Arrio, mientras que el resto afirmaron lo que hoy se recita en el Credo, que el Hijo de Dios fue engendrado, no creado y que es de la misma naturaleza (substancia, homoousios) que el Padre, es decir, que Dios Hijo es Dios, igual que Dios Padre también es Dios, un mismo Dios pero distintas Personas. Pese a esta unanimidad de los padres conciliares, el historiador Teabing en la novela dice que Cristo fue "designado Dios" ¡por un estrecho margen de votos!

 

   4.- En el libro hay también errores históricos

 

   Por ejemplo:

 

  • Los discos solares egipcios se convirtieron en halos de santos católicos.
    El arte cristiano expresa conceptos bíblicos, como las caras luminosas de Moisés (en el Sinaí) y Jesús (en la Transfiguración). Para ello usan un recurso común, los halos o nimbos que ya usaba el arte griego y el romano. Los emperadores romanos, por ejemplo, aparecen en las monedas con cabezas radiantes. Nada que ver con los discos solares egipicios.
  • Los pictogramas de Isis amamantando a su milagroso bebé Horus fueron el modelo para las imágenes de la Virgen María con el Niño Jesús.
    La imagen de una madre amamantando es común a egipcios, romanos, aztecas, mayas, chinos, hindúes o filipinos cualquier otra cultura que represente la maternidad. Isis, en los primeros siglos de nuestra era, ya no era una diosa popular de la agricultura egipcia, sino un culto mistérico de tipo iniciático para élites greco-romanas, culto que, por cierto, no incluía rituales sexuales que tanto gustan al autor. Los artistas cristianos, a la hora de representar a María con Jesús (una madre con un niño), usaron los modelos artísticos de la sociedad en la que estaban.
  • La mitra episcopal, el altar, la doxología y la comunión fueron tomados directamente de religiones mistéricas paganas anteriores.
    En primer lugar la mitra que usan los obispos no está inspirada en religiones mistéricas antiguas. No aparece en Occidente hasta mediados del s. X y en Oriente no se usa hasta la caída de Constantinopla en 1453. Más bien tiene su origen en la usanza sacerdotal del Antiguo Testamento, que bien lejos estaba de lo mistérico.
    Luego, el altar es - como el cristianismo mismo - de origen judío, no pagano. Hay 300 referencias a altares en el Antiguo Testamento. El altar de los sacrificios del Templo de Jerusalén es el punto de referencia del judaísmo antiguo y del simbolismo cristiano. Nada que ver con cultos paganos. Basta leer el libro de los Macabeos en la Biblia, o a las luchas de Esdras y Nehemías para restaurar el templo y el altar profanados.
    La Doxología (doxa=gloria; logos=palabra) no es más que la oración del Gloria: "Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres; te alabamos, te bendecimos, te adoramos..." usa lenguaje puramente cristiano, con conceptos trinitarios y utilizando continuamente pasajes del Nuevo Testamento. Nada que ver con cultos mistéricos paganos. Lo mismo para la doxología después de la plegaria eucarística que se usa en la Misa.
    Además, la comunión y "comer a Dios": parece ser que en los niveles superiores del culto a Mithras existía una comida sagrada de pan y agua o pan y vino. No hay datos que indiquen que los mitraístas consideraran que en esa comida "comían un dios" ni nada similar. De nuevo, el origen de bendecir y compartir el pan es judío, como explica con detalle Jean Danielou en su estudio “La Biblia y la liturgia”. Jesús instituyó la Eucaristía cristiana durante una chabourá, una comida sagrada judía. La lectura exegética de la Ultima Cena nada sugiere de misterico.
  • El domingo, día sagrado cristiano, fue robado a los paganos.
    Desde el principio, los cristianos vieron el día después del sabbath, es decir, el día primero de cada semana, como el más importante, día de su reunión. Ya lo hacían en época de San Pablo (ver Hechos 20,7: "y en el primer día de la semana, cuando estábamos reunidos para partir el pan...", o 1 Cor 16,2, cuando Pablo pide reunir las colectas y diezmos el primer día de la semana). Danielou, en “La Biblia y la Liturgia”, dedica todo su capítulo 16 a hablar de "El octavo día", con citas de Ignacio de Antioquía, de la Epístola de Barnabás, de la Didajé, todos autores de finales del.s.I y principios del s.II. Todos hablan del "dies domenica" (día del Señor). San Justino, hacia el 150 d.C es el primer cristiano en usar el nombre latino de Día del Sol para referirse al primer día de la semana.
    Ya en el concilio de obispos hispanos de Elvira, en el 303 d.C se proclamó: "si alguien en la ciudad no viene a la iglesia tres domingos seguidos será excomulgado un tiempo corto, para que se corrija". Sólo 20 años después, en 321, Constantino declara oficialmente el domingo como día de descanso y abstención del trabajo. O sea, que el domingo es un "invento" cristiano, que posteriormente adoptó la sociedad civil, y no una fiesta pagana robada por cristianos, justo lo contrario de lo que dice la novela de Brown.
  • También al dios hindú Krishna, recién nacido, se le ofreció oro, incienso y mirra
    Esta afirmación es extraída, al parecer, del libro [Los 16 salvadores del mundo crucificados] escrito por Kersey Graves en 1875. Graves no da nunca documentación de sus afirmaciones. Ésta del oro, incienso y mirra parece simplemente un invento. En la literatura hindú no salen estos elementos por ningún sitio. Pero además, si era Oriente ¿por qué no podría tener elementos comunes estas civilizaciones?. Esto ni menoscaba ni exalta alguna teoría a favor o en contra.

 

HISTORIAS SIN HISTORIA...

 

   Sandra Miesel, una periodista especializada en literatura moderna popular, no puede evitar hacer un listado de errores misceláneos del libro, como ejemplo de su "impecable" documentación.

 

  • Se dice que el planeta Venus se mueve dibujando un pentagrama, el llamado "pentagrama de Ishtar", simbolizando a la diosa (Ishtar es Astarté o Afrodita). Al contrario de lo que dice el libro, la figura no es perfecta y no tiene nada que ver con las Olimpiadas. Las Olimpiadas se celebraban cada cuatro años y en honor de Zeus, nada que ver con los ciclos de Venus ni con la diosa Afrodita.
  • El novelista dice que los cinco anillos de las olimpiadas son un símbolo secreto de la diosa; la realidad es que cuando se diseñaron las primeras olimpiadas modernas el plan era empezar con uno e ir añadiendo un anillo en cada edición, pero se quedaron en cinco.
  • En la novela presentan la larga nave central y hueca de una catedral como un tributo secreto al vientre femenino, con las nervaduras como pliegues sexuales, etc... Está tomado del libro de pseudohistoria The Templar Revelation, donde se afirma que los templarios crearon las catedrales. Por supuesto es falso: las catedrales las encargaron los obispos y sus canónigos, no los templarios. El modelo de las catedrales era la iglesia del Santo Sepulcro o bien las antiguas basílicas romanas, edificios rectangulares de uso civil y mucho antes en el tiempo que los templarios que el autor identifique catedral con el arte gótico constituye una básica equivocación. Catedral es el templo donde está la silla (cátedra) del Obispo y donde tiene su sede para enseñar, regir y santificar. No tiene nada que ver con el tamaño o el arte del edificio. En el mundo hay miles de templos más antiguos y más amplios que algunas catedrales. En la zona de los Abruzzos, en Italia, aún se conservan intactas catedrales románicas, anteriores al medioevo del que pretende describir Dan Brown. Y no son góticas.
  • El Priorato de Sión realmente existe. Se trata de una asociación francesa registrada desde 1956, posiblemente originada tras la II Guerra Mundial, aunque clamen ser herederos de masones, templarios, egipcios, etc... No es creíble la lista de Grandes Maestres que da la novela: Leonardo Da Vinci, Isaac Newton, Victor Hugo...
  • La novela dice que el tetragramaton YHWH, el nombre de Dios en letras hebreas, viene de "Jehová, una unión física andrógina entre el masculino Jah y el nombre pre-hebreo de Eva, Havah". Al parecer, nadie ha explicado a Brown que YHWH (que hoy sabemos que se pronuncia Yahvé) empezó a pronunciarse "Jehová" en la Edad Media al interpolarse entre las consonantes las vocales de "Adonai". El alfabeto hebreo no escribe vocales.
  • Las cartas del tarot no enseñan doctrina de la diosa; se inventaron para juegos de azar en el s.XV y no adquirieron asociaciones esotéricas hasta finales del s.XVIII. La idea de que los diamantes de la baraja francesa representan pentáculos es un invento del ocultista británico A.E. Waite. ¿Qué dirán los esotéricos de la baraja española con sus copas (¿símbolos sexuales femeninos?) y sus espadas (¿símbolos fálicos, quizá como los garrotes...?)
  • El Papa Clemente V no eliminó a los templarios en un plan maquiavélico ni echó sus cenizas al Tíber. El Tíber está en Roma y Clemente V no, porque fue el primer papa que vivió en Avignon, Francia. Toda la iniciativa contra los templarios fue del rey francés, Felipe el Hermoso seguido por miles de oportunistas codiciosos.
  • Mona Lisa no representa un ser andrógino, sino a Madonna Lisa, esposa de Francesco di Bartolomeo del Giocondo. Mona Lisa no es un anagrama de los dioses egipcios Amón e Isa (Isis). Parece ridículo, pero allí está como una afirmación impecable.
  • En La Última Cena de Leonardo, no aparece el cáliz que se describe. Aparece el joven San Juan, el discípulo amado. La novela dice que el joven guapo en realidad es María Magdalena y que ella es el Grial, el cáliz. La verdad es que no sale el cáliz porque el cuadro está describiendo la Última Cena tal como sale en el Evangelio de San Juan, sin institución de la Eucaristía, más concretamente cuando Jesús avisa "uno de ustedes me traicionará..." en el cap. 13,21.
  • La novela habla de que Leonardo recibió muchos encargos de la Iglesia y "cientos de lucrativas comisiones vaticanas". En realidad Leonardo pasó poco tiempo en Roma y apenas le mandaron algún encargo. Además no existía el Vaticano, ya que éste nació en 1929. Ni siquiera los Papas estaban en la colina Vaticana mucho tiempo. Habitualmente residían en el palacio de Letrán.
  • La heroína de la novela, Sophie Neveu, usa el cuadro de Leonardo La Madonna de las Rocas como un escudo y lo aprieta tanto a su cuerpo que se dobla: Pero esto es asombroso, porque se trata de una pintura sobre madera, no sobre lienzo, y de casi dos metros de alto. ¿Cómo podrá “doblar” la madera? ¿Y de 2 metros de alto? ¡Imposible!
  • El sexo como ritual y “camino hacia Dios” no existe en la tradición hebrea. Todo lo contrario. Las hieródulas o sacerdotisas sagradas, no existían entre los judíos. Sólo la tradición cananea las contaba entre ellos y esta costumbre es reprobada hasta con la muerte por los profetas y otros justos del período real hebreo.
  • Según los protagonistas de la novela, "durante trescientos años la Iglesia quemó en la hoguera la asombrosa cifra de cinco millones de mujeres". Ésta es una cifra repetida en la literatura neopagana, wicca, new age y otras, aunque en otras se habla de 9 millones. ¿Los neopaganos necesitan una "shoah" propia?. Cuando acudimos a historiadores serios se calcula que entre 1400 y 1800 hubo en Europa unos 50.000 procesos por brujería. Claro que no todas fueron quemadas y no todas eran mujeres. Y la mayoría no murieron a manos de oficiales de la Iglesia, ni siquiera de católicos. La mayoría de víctimas fue en Alemania, coincidiendo con las guerras campesinas y protestantes del s.XVI y XVII. Cuando una región cambiaba de denominación, abundaban las acusaciones de brujería y la histeria colectiva. Los tribunales civiles, locales y municipales eran especialmente entusiastas, sobre todo en las zonas calvinistas. De todas formas, la brujería ha sido perseguida y castigada con la muerte también por los egipcios, griegos, romanos, vikingos, etc... El paganismo siempre mató brujos y brujas. La idea del neopaganismo feminista de que la brujería era una religión feminista precristiana no tiene base histórica de ninguna clase.
     

 

¿ALGO MÁS?

 

   Y se podría seguir diseccionando los errores, sin referirnos para nada a su calidad literaria que no es la finalidad de esta conferencia, porque tampoco soy competente.
   Pero ¿Vale la pena tanto esfuerzo por una novela? La respuesta es afirmativa para miles de jóvenes y adultos poco informados, porque esta novela será su primer, quizá el único contacto con la historia antigua de la Iglesia, una historia regada por la sangre de los mártires y la tinta de evangelistas, apologetas, filósofos y Padres. Muy poca gente ha hecho un curso de Historia de la Iglesia o se ha internado en la seriedad de historiadores como Jedin, Hertling o Villoslada, que han dedicado su existencia a la investigación y a la escritura. No sería digno de los cristianos del s. XXI ceder sin lucha ni respuesta ante una nueva forma de paganismo, el espacio que los cristianos de los primeros siglos ganaron con su fidelidad comprometida a Jesucristo.

 

   Pero hay algo más. En la página 11 el autor Dan Brown afirma: “Todas las descripciones de obras de arte, edificios, documentos y rituales secretos que aparecen en esta novela son veraces”.
   Ya se habían usado historias de amor sobre temas eclesiásticos, como “El pájaro canta hasta morir” o en forma de policial medieval, como ribetes de Ágata Christie en “El nombre de la rosa” del ocurrente Humberto Ecco, por nombrar a dos conocidos contemporáneos. Más atrás en la historia también Diderot inventó algún sarcasmo en “La religieuse” o se tomó en solfa algunas costumbres clericales en “Los cuentos de Canterbury” de Chaucer o en “El Decameron” de Bocaccio. Pero eran eso, no pretendieron ser más que eso. Pero en esta novela, el autor pretende ser científico. Aprovecha la fascinación de lo misterioso, con apariencia científica.
   Si no hubiera tenido tanta difusión y tantos comentarios, esta novela hubiera pasado desapercibida. Pero a muchas personas les despertó un interrogante, a otros los ofendió, a muchos los llamó a silencio aunque con el precio de la duda. Y para tantos otros sólo fue una novela más.
   La gran mayoría sólo sabe de la novela su título y los comentarios que de ella se hicieron.
   ¿Hablar de la novela, no es darle más publicidad? No lo sé. La meta es otra: como sacerdote recibí infinidades de consultas acerca de este libro, de los que lo leyeron con detenimiento hasta los que sólo escucharon hablar de él. Es tedioso y a veces poco didáctico contestar a todas y a cada una de las consultas. Por eso poco importa si esto constituye o no otra forma de marketing del libro, porque la verdadera finalidad es pastoral. Tan simple como eso.

 

LO POSITIVO

 

   Atención. El cristiano no tiene un interés fijo sobre un capital adquirido de una vez para siempre. A él le viene solicitando el mundo aspectos del conocimiento que deberá mantenerlos vivos o actualizados siempre.

   Nos encontramos con cristianos adultos que están convencidos de haber aprendido todo el saber en el catecismo de Primera Comunión. Más de una vez habrán sentido el peso de la pereza y la inercia del cristiano mediocre. Está convencido que sabe todo ¿Qué más le podrán enseñar? San Ambrosio de Milán decía que “sólo el que lee mucho y comprende lo que lee, puede volcar en los otros la sobreabundancia de la comprensión de los misterios de Dios”.

   “La ignorancia es el peor enemigo de la fe”, decía Juan Pablo II en un discurso en Buenos Aires. En este campo, en el de la constante búsqueda de la verdad, es necesario tener en cuenta una serie de consideraciones:

 

   1-     Es necesario estar personalmente convencidos de que esta búsqueda de la verdad es indispensable para ser fieles. La pereza y la inercia a no esforzarse por saber más de nuestra fe, conduce a la tibieza espiritual y esclerosis en la fe.

   2-     La instrucción en la verdadera fe (verdadera no sólo de la conciencia del que cree, sino en la verdadera fe. Ése era el trabajo del Cardenal Ratzinger antes de ser Benedicto XVI). Hay que tener pasión por la verdad, verdadero sentido de la propia pequeñez e ignorancia.
   El cristiano no está exento de contagiarse del analfabetismo que produce la cultura del eco y la sombra de otro lenguaje que no es el suyo. Sólo un constante deseo de instrucción lo salvará de la parálisis de la inteligencia, causa infalible de las parálisis de la fe.

 

   “La Sabiduría busca por todas partes a los que son dignos de ella, se les aparece con benevolencia en los caminos y les sale al encuentro en todos sus pensamientos. El comienzo de la Sabiduría es el verdadero deseo de instruirse, querer instruirse, es amarla; amarla, es cumplir sus leyes, observar sus leyes, es garantía de incorruptibilidad, y la incorruptibilidad hace estar cerca de Dios: así, el deseo de la Sabiduría conduce a la realeza”.

 

   Con más conocimiento y formación, la novela “El Código Da Vinci” sólo hubiera sido eso: una novela, donde Dan Brown, el autor, señala a un profesor de simbología de la Universidad de Harvard metido en un problema de asesinato y mito.
   ¡Ah! Y algo más: en la Universidad de Harvard no existe ni siquiera una cátedra de simbología...