HOMILÍA EN LA MISA POR LOS CAÍDOS EN MALVINAS (15-VI-2006)
Mons. Antonio Juan BASEOTTO, obispo castrense de la Argentina
Nos reunimos en esta celebración para expresar comunitariamente lo que proclamamos en la profesión de fe cristiana: "Creo en la comunión de los santos, creo en la resurrección de la carne, en la vida eterna".
Oramos por nuestros difuntos: aquellos que dieron su vida en la gesta de las Malvinas, o como consecuencia de la misma, por aquellos que con el correr del tiempo han culminado su etapa de peregrinación y han llegado a la meta. Oramos para que hayan llegado felizmente: que participen con plenitud y felicidad de la vida eterna: la vida que es la culminación, la coronación de nuestro pasaje por la tierra.
Pedimos al Padre por Jesucristo que participen de la resurrección ya que creyeron en quien venció la muerte al resucitar al tercer día y que vivo, vive para siempre: que compartan su vida.
Nuestra presencia en esta celebración es la expresión de nuestra Fe en estas verdades. Y según ellas queremos enfrentar los avatares de nuestra existencia. Por el Bautismo que un día recibimos, hemos sido santificados. No nos ha hecho moralmente santos. Esa es tarea nuestra que debemos emprender y continuar toda la vida, con la ayuda de Dios. Pero somos santos por estar incorporados a Cristo, quien es santo. Y por esa "comunión de los santos" oramos los unos por los otros, oramos por la patria, oramos por los camaradas, por nuestras instituciones fundantes. Oramos porque estamos unidos en la misma fe y por el mismo bautismo.
La sociedad argentina no ha asimilado todo lo que significó la gesta de las Malvinas. La historia interpretada de manera parcial, no ha valorado suficientemente los valores que se pusieron en juego y los rasgos humanos que le dieron un relieve propio. Hasta tenemos la impresión que lo han valorado más el eventual enemigo que los mismos ciudadanos argentinos.
Es verdad que una guerra nunca es deseable. Optamos por la paz. Pero el enfrentamiento también es un aprendizaje del que hay que saber sacar rédito moral separando la paja del trigo. Quiera Dios que por lo menos aprendamos a estar más unidos: concretar el "Creo en la comunión de los santos".
Las lecturas que nos ofrece hoy la liturgia indudablemente nos ofrecen un mensaje que nos debe llamar a reflexión. Elías exhorta al pueblo elegido desafiándolo a que no ande claudicando entre Dios y Baal (el dios babilonio sin exigencias morales). Está él solo frente a 450 sacerdotes de Baal. Y Dios demuestra ante el pueblo que Él es el Señor y que Elías como profeta, lo representa con fidelidad. Está diciendo: no teman al número ni al poder, respeten y obedezcan al único Dios verdadero.
Y el Maestro -Jesús el Señor- en el sermón del monte (donde no vino a abolir la ley y los profetas sino a llevarlos a la plenitud) da ese paso de perfeccionamiento humano del "ojo por ojo" al "amen a sus enemigos y ruegan por sus perseguidores".
La reconciliación es el único camino válido para llegar a la paz, para llegar a la unidad de los argentinos. Ese sentido de unidad que experimentamos, aunque no fuera más que por breve tiempo, durante la gesta de las Malvinas. En mis largos años nunca tuve la experiencia de sentir al pueblo argentino unido tras un ideal como el vivido entonces.
Quiera Dios que aprovechemos la lección para unirnos tras ideales altos que nos lleven a vivir en la realidad el "creo en la comunión de los santos". Es escuchar con los oídos del corazón la oración de Jesús en la última cena: "Padre: esto te pido: que sean uno como yo y Tú somos uno".
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