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A PROPÓSITO DEL PROTRÉPTICO DE ARISTÓTELES

A PROPÓSITO DEL PROTRÉPTICO DE ARISTÓTELES

Alberto BUELA

 

   Existe un principio de orden práctico que aconseja: hablar mucho de las cosas, poco de los otros y nada de uno, pero en esta ocasión no puedo tenerlo en cuenta porque nadie sobre este  tema va a hablar de nosotros. Se trata de nuestra traducción del Protréptico de Aristóteles llevada a cabo en 1981 como addenda de nuestra tesis de doctorado en la Université de Paris IV-Sorbonne bajo la dirección del erudito Pierre Aubenque. Ese texto nuestro que tuviera a bien revisar la eximia profesora de griego clásico de la Universidad de Buenos Aires, y profesora nuestra, María Celina Griferos. Autora de múltiples traducciones de clásicas obras griegas y que fuera juzgado en el jury del doctorado por Bertrand Dumoulin, traductor él también del Protréptico al francés, fue publicado por la revista "Nao" de Buenos Aires en texto bilingüe griego-castellano en 1983. La segunda edición se realizó en 1993 por la editorial Cultura et Labor de Buenos Aires. Ese mismo texto y su comentario lo presenté en el XVII Congreso Mundial de Filosofía- Montreal,Canadá- organizado por la Federación Internacional de Sociedades de Filosofía, comunicación sobre Le Protreptique: Esquisse de lecture sur l‘idée d‘ordre naturel (21 al 27-8-83). En la época que en los congresos internacionales de filosofía no se podía utilizar el castellano, cosa que se logró por la intervención de un filósofo argentino, mi tocayo, Caturelli.

 

   Todo esto para decir que me acabo de enterar tarde, finales del 2009, y gracias a una revista mejicana, no solo de filosofía sino de pensamiento, que un tal Megino Rodríguez sacó en España una traducción del Protréptico afirmando que es la primera en castellano. Claro está, se comió cinco lustros de estudios sobre el tema. Además por el comentario que leemos solo existen para Megino comentaristas ingleses y alemanes (y él, por supuesto).

   Así están las cosas con el mundo bolita. Seguimos con los espejitos de colores. Uno se rompe el traste para que venga un gallego y lo ningunee sin que le tiemble un pelo. No sé cómo será la traducción de Megino, pero sí conozco a su comentador el profesor Carlos Mc Cadden de la ITAM, excelente investigador de la filosofía práctica de Aristóteles, especialmente de la economía. Pero lo cierto es que flaco favor se hace un investigador cuando presenta un trabajo en donde el autor, en este caso Megino, como el zorro en el monte borra sus huellas con la cola.

   Por lo que dice el profesor Mc Cadden, Megino no aporta nada nuevo al tema en lo que hace a toda la historia del texto y la autenticidad o no, de tales o cuales fragmentos. Pues nada dice acerca del concepto de Phronesis (fundamental para entender el Protréptico y que nosotros nos tomamos el trabajo de traducir por sapiencia defendiendo la riqueza infinita del castellano por sobre el francés de Dumoulin que sólo podía traducir el término por sagesse practique).[1]

   Sólo el concepto de sapiencia o saber sapiencial, ése que los viejos paisanos practican a diario luego de acumular sabiduría de vida puede resolver adecuadamente aquello que Aristóteles propone al final del Protréptico: O hay que filosofar o no hay que filosofar. Si hay que filosofar; hay que filosofar y si no hay que filosofar, hay que filosofar (para demostrar que no hay que filosofar). De modo que siempre hay que filosofar. Nosotros desde el 83 estamos tratando de filosofar, nos hemos transformado en una especia de arkeguetas, es decir de eternos comenzantes según gustaba decir Platón y ese gran filósofo que fue Nimio de Anquín y que seguramente Megino también ignora.

 

   Esto de filosofar en el mundo boli es más difícil que miccionar en un frasquito, sobre todo teniendo en cuenta que lo poco que podemos producir es ignorado supinamente. Esta tara "gallega" es la que marca la capitis diminucio con la cual estos se aproximan a los estudios clásicos. Sin ir más lejos el año pasado fue rechazado un proyecto presentado por la muy buena filósofa catalana Margarita Mauri de investigación sobre la filosofía práctica de Aristóteles porque,"el grupo solicitante no acredita publicaciones en espacios internacionales reconocidos (léase: revistas inglesas o alemanas) en torno a los estudios aristotélicos... los participantes en el proyecto no han optado por los espacios de discusión aristotélica más consolidados (revistas internacionales, etc)." afirmó el Comité de selección del Ministerio de Ciencia e Innovación de España. Tuvo que aparecer una carta del profesor norteamericano de la Northwestern University para que "los gallegos" del comité de selección aceptaran el proyecto.

 

   Esta actitud indigna para con la propia ecúmene cultural hispanoamericana es la antítesis de aquel apotegma grandioso que fijara José Vasconcelos de una vez y para siempre "por mi raza hablará el espíritu". O acaso no sabe el Comité de Selección que los ingleses se citan a sí mismos, al igual que los alemanes y los franceses. Sólo algún investigador italiano tiene la gentileza de citar a "los otros". Al respecto es interesante recordar a propósito de la reseña del libro del inglés Scott Meikle sobre el pensamiento económico de Aristóteles que fuera revisado por el mencionado McCadden, el juicio del profesor José Barba Martín:"excepto en siete u ocho casos maneja exclusivamente bibliografía germánica y anglosajona" [2]

   Megino, fiel a "tara gallega" en el caso comentado del Protréptico hizo lo mismo que el Comité de selección del Ministerio de ciencia e innovación de España, prefirió y valorizó toda la bibliografía no española, por sobre la realizada en castellano, salvo sus propios artículos, ignorando todo lo que se ha venido produciendo en estos últimos 25 años desde el mundo bolita.

   Estos son los investigadores en filosofía que supimos conseguir, especialistas de lo mínimo, máquinas rentadas por el Estado de estéril producción. Espejos opacos, que imitan pero mal debido a su propia opacidad.

 


[1] Así decíamos sobre el tema comentando el fragmento IV: "La aparición por primera vez del término phrónesis, capital para la interpretación jaegerdiana del Protréptico, nos obliga a justificar nuestra traducción del vocablo. Hemos optado por traducir phróneseos por sapiente y phrónesis por sapiencia por dos motivos. Primero porque nuestra menospreciada lengua castellana (no se aceptaban comunicaciones en castellano en los congresos internacionales de filosofía en la época)es la única de las lenguas modernas que, sin forzarla, lo permite. Y segundo, porque dado que la noción de phrónesis implica la identidad entre el conocimiento teorético y la conducta práctica, el traducirla por "sabiduría" a secas, tal como se ha hecho habitualmente, es mutilar parte del concepto. Ello implica in nuce una interpretación platónica del Protréptico, mientras que "sapiencia o saber sapiencial", implica no sólo un conocimiento teórico sino también su proyección práctica "Op.cit. p. 44

[2] Revista Estudios-UTAM Nº 90, México, otoño 2009, p.103

NOTAS SOBRE LA AMISTAD

NOTAS SOBRE LA AMISTAD

Alberto BUELA

A mis amigos en este tiempo postoperatorio

"Amigo es uno mismo en cuero ajeno" (Atahualpa Yupanqui) 

 

   En un trabajo anterior titulado Sobre la virtud y su funcionalidad política  afirmábamos que un filósofo de la altura del escocés Alasdair MacIntyre (1929-) en un libro liminar como es Tras la virtud (1981) luego de estudiar detalladamente este proceso (el tema de la virtud en política) va a afirmar que. "Lo que me enseña la educación en las virtudes clásicas es que mi bien como hombre es el mismo que el bien de aquellos otros que constituyen conmigo la comunidad humana" (op.cit. p.281). Pero al mismo tiempo "la tradición de las virtudes discrepa con ciertos rasgos centrales del orden económico moderno y en especial con su individualismo, con su afán adquisitivo y su elevación de los valores del mercado al lugar social central" (op.cit. p. 312). Y así puede responderle tanto a J.Rawls como a R. Nozick, dos de los más significativos teóricos del pensamiento liberal contemporáneo, que la justicia no está dictada ni  "por el agente racional situado tras un velo de ignorancia"  ni "por el principio de igualdad respecto al derecho"  sino que es la amistad=filía aristotélica, la forma fundamental y más justa de relación humana en bienes que se comparten.

 

   Esto nos hizo pensar en aquella frase del General: "tenemos que crear una generación de amigos para fundar una comunidad organizada". Frase que nos lleva a preguntarnos desde la filosofía qué es un amigo.

   Para el tema antes que nada y nada mejor que partir de Aristóteles quien ha tratado en la antigüedad en forma más extensa y profunda el asunto. Muchos lo han designado como el filósofo de la amistad. El concepto es estudiado largamente en dos libros de su Ética Nicomaquea (VIII y IX) y en el extenso libro VII de la Ética Eudemia. Además sobre este tema han escrito casi todos aquellos estudiosos que a lo largo de la historia se aproximaron a leer Aristóteles. El último gran tratadista fue nuestro maestro en la Sorbona, Pierre Aubenque: L´Amitie chez Aristote, reproducido como apéndice en su libro La Prudencia en Aristóteles, París, Puf, 1962.

   Hechas estas aclaraciones vayamos al grano. Se pueden distinguir en el hombre tres tipos o clases de amistad: a) la que deriva de la mutua utilidad, b) la que deriva del mutuo placer y c) la que deriva de una preocupación común por los bienes que son de ambos amigos. Es esta última la que funda la ciudad =polis. Y éste es el rasgo que en definitiva distingue a los griegos de los bárbaros que se organizan en tribus y  carecen de polis, porque ignoran las relaciones políticas que se fundan en la  antiphilía u honestas amicitia o recíproco afecto.

 

   En las amistades fundadas en un bien útil o un bien placentero, nuestra amistad se dirige a los caracteres accidentales que, circunstancialmente, vuelven a tal o cual hombre útil o agradable. El amigo no es elegido por sí mismo sino por lo atractivo de su presencia. Los amigos por interés o por placer buscan alcanzar un bien para sí mismos. La amistad de utilidad "se encuentra sobre todo en los viejos, (edad en la cual no se persigue ya el placer sino el provecho)"(1), mientras que "la amistad de los jóvenes parece tener por motivo el placer"(2)Es en estos dos tipos inferiores de amistad que se da la amistad entre y con los malos. Así la amistad entre los ruines o perversos es siempre accidental pues se da sólo cuando coinciden momentáneamente en el logro de tal utilidad o tal placer.

   Incluso entre los animales se observan estos dos tipos de amistad, pero sólo la amistad como antiphilía (afecto recíproco) es exclusivamente humana y gracias a la cual y a partir de ella, el hombre se puede manifestar plenamente como un zoon politikon, como un animal político. La amistad genuina es entonces aquella que comparte bienes (agradables, útiles, vitales, espirituales, religiosos, científicos, etc.) con los amigos, pero no por los bienes sino por el amigo, por el bien "del otro de sí mismo"(3), tal la definición de amigo. Es por ello que la genuina amistad se construye en un madurar juntos. Exige una mutua reciprocidad afectiva, ser probada en la adversidad, un tiempo que consolida la confianza, en definitiva, exige familiaridad y sobre todo, intimidad.

 

   En estos tres tipos de amistad se nota cierta igualdad, pero cuando la amistad se da entre el jefe que manda y el súbdito que obedece o entre el que está en una posición superior y una inferior esta igualdad ya no es numérica sino proporcional. En este género de amistad se incluyen las relaciones entre padre e hijo, bienhechor y favorecido, etc. La norma es que al superior se den más honores y al necesitado más provecho, pero hay recordar que "los verdaderos amigos son aquellos entre los que existe la igualdad"(4).

   La amistad entre pares es uno de los dos casos que la filosofía nos permite hablar en sentido estricto de igualdad entre los hombres sin caer en ideología y el otro es el de la dignidad. Así los hombres son ontológicamente diferentes y distintos, y solo son iguales en dignidad (por el hecho de ser personas: ser único, singular e irrepetible). Si existiera la comunidad perfecta podríamos, por derivación de la genuina amistad, hablar de igualdad política entre los hombres pero sabemos que eso no es cierto; no existe ni existió.

 

   En un estadio menor a la amistad  pero al mismo tiempo como una fuente de ella se encuentra la benevolencia que se da cuando uno hace o busca hacer un bien a otro pero no existe, de parte del otro, reciprocidad. Debe de haber entonces recíproca benevolencia para que haya amistad. Mutua benevolentia decían los latinos.

 

Amistad y política

 

   La relación entre amistad y política se ha degradado hasta tal punto en la sociedades postmodernas y postindustriales que vivimos que es sinónimo de negociado, peculado, cohecho, estafa a los intereses ciudadanos y apropiación de los bienes públicos. Hoy los cargos políticos no se logran por compartir convicciones o principios sino por compartir intereses, y de los más espurios. La democracia no sólo ha sido reducida a una partidocracia con sus oligarquías partidarias sino además a una cleptocracia.

   Sin embargo no siempre fue así, ni tiene porqué seguir siendo de esta manera actual. Las cosas pueden cambiar y es de esperar y hay que trabajar para que así sea. Es que la realidad no es solo lo que es sino además lo que puede ser. Es cierto que existe una primacía ontológica del acto sobre la potencia pero ello no nos exige negar esta última. En principio hay que trabajar en la concepción para después poder pasar a la acción. Y esto es lo que vamos a hacer.

   Dice Aristóteles hablando de la relación entre amistad y política que "La obra de arte de la política consiste sobre todo en generar amistad entre los miembros de la comunidad "(5). Esto lleva a la concordia interior de las sociedades que es "la amistad política por excelencia" (6). No se puede gobernar una nación en forma jacobina, esto es, privilegiando el interés de los grupos de presión o poder enquistados en tal o cual sociedad. Hay que hacerlo de forma tal que se logre la concordia interior entre el mayor número de sus habitantes.

   Un polemólogo y politólogo como Julien Freund (1921-1993) agudo observador de lo político en nuestras sociedades contemporáneas no duda en afirmar tajantemente que: el objeto concreto de todo gobierno es asegurar la concordia interior y la seguridad exterior del Estado que administra.

 

   La amistad como antiphilia, (afecto recíproco) es el fundamento último de la comunidad política lo que viene a explicar la enigmática frase del Perón tantas veces repetida: "tenemos que crear una generación de amigos para fundar una comunidad organizada".

 

 

Las paradojas de la amistad

 

   Enseña Aristóteles que: "La amistad perfecta es la de los hombres de bien y semejantes en virtud, porque estos amigos se desean parejamente el bien los unos a los otros por ser ellos buenos y son buenos por sí mismos. Los que desean el bien a sus amigos por su propio respecto, son los amigos por excelencia" (7).

   La primera de las paradojas que presenta la amistad es:

   a) que el spoudaioV, el hombre digno, de valor, virtuoso,  a la manera de Dios no tiene necesidad de amigos porque se basta a sí mismo, es autosuficiente. Sin embargo el sabio griego no es el sabio oriental de la quietud eterna, sino que él es, en última instancia: norma del obrar. La felicidad no es un estado sino una realización.

   b) Otra paradoja surge respecto de la primacía entre la verdad y amistad, "pero si los amigos y la verdad nos son igualmente queridos es para nosotros un deber sagrado dar preferencia a la verdad" (8). Es que la verdad no depende del uso que de ella se haga, depende y vale solo por sí. Es un lugar común en la política cotidiana ocultar la verdad pensando en el uso que puede hacer el adversario.

   c) Si el hombre "en tanto que individuo es uno e irrepetible que se desea y se ama siempre a sí mismo" (9) y "es bueno que el individuo desee su propio bien" (10) y entonces cómo puede amar a otro. Es que el amor de sí mismo se funda en la preservación del ser y no en el egoísmo como comúnmente se cree, mientras que la amistad supone dos seres separados y distintos.

   Una cosa es la preservación de nuestro propio ser en lo que es y otra es la realización de ese ser, y aquí entra necesariamente la amistad.

   d) Si el origen de la amistad como el del amor se apoya en el apotegma de Empédocles de Agrigento según el cual "lo semejante llama lo semejante"  la amistad cuando se lleva a su máxima expresión queriendo y otorgando lo mejor de lo mejor al amigo. Cuando éste entra en la posesión de estos bienes y no retribuye se rompe la igualdad que es el principio que rige la amistad. Es que "la amitié parfait se détruit a elle-même" (11).

 

Función y sentido de la amistad

 

   La condición humana es tal que el hombre conoce y sabe mucho más de los otros que de sí mismo. El hombre es complaciente consigo mismo. No al ñudo Sócrates afirmaba que la finalidad de la filosofía era conocerse a sí mismo (Γνῶθι σεαυτόν - conócete a ti mismo). Y solo podemos conocernos acabadamente cuando podemos mirarnos saliendo de nosotros, y esto solo lo podemos realizar a través del otro de nosotros mismos, esto es, del amigo.

   Así "hay que tomar conciencia de la existencia del amigo" (12) porque el amigo con sus observaciones nos va a permitir tomar mejor conocimiento y conciencia de nosotros mismos.

   Los griegos que carecieron de la idea de creación vieron en la amistad el auxilio ideal para la plena realización del hombre. Como ellos no tuvieron acceso a un Dios creador, trascendente, salvador, amigo, misericordioso propia del mundo cristiano posterior, encontraron en la amistad la apertura a la trascendencia intramundana.

   Es que la amistad, como agudamente sostuvo nuestro viejo maestro, "introduce en el mundo sublunar un poco de esa unidad que Dios no pudo hacer descender hasta él" (13). Pues es sabido que el mundo no es un universo como pretendió la Ilustración en su época y el pensamiento único actualmente, sino más bien un pluriverso.

 

   Así podemos afirmar que la función, la consecuencia práctica máxima de la amistad es la construcción de una comunidad justa, de ahí que la política haya sido considerada por los griegos la actividad más noble. En cuanto al sentido, su consecuencia existencial es transformar al hombre en un spoudaioV, en un ser digno, valioso y virtuoso como tal.

   Vemos cómo la amistad cumple una doble tarea en la vida práctica del hombre pues le permite conocerse a sí mismo más acabadamente y puede llegar construir una comunidad justamente organizada.

 


 (1) Ética Nicomaquea. 1156 a 24

 (2) EN. 1156 a 32

 (3) EN. 1170 b 6

 (4) Ética Eudemia. 1239 a 4

 (5) EE. 1234 b 33.

 (6) EE. 1241 a 33.

 (7) EN. 1156 b 6-10

 (8) EN. 1096 a 16

 (9) EE, 1240 b 20

 (10) EE. 1240 b 5

 (11) Aubenque, Pierre: op.cit p.180

 (12) EN. 1170 b 10

 (13) Aubenque, Pierre: op. cit. p.183

IZQUIERDAS Y DERECHAS

IZQUIERDAS Y DERECHAS

Juan V. OLTRA

   Cartas a mis hijos (III)

   Queridos capitanes:

 

   Ojala cuando estas líneas lleguen a vosotros esos conceptos decimonónicos y periclitados de "izquierda" y "derecha" estén ya largo  tiempo enterrados y olvidados. Pero lo dudo, y a no ser que me traicione el subconsciente dentro de pocas líneas os explicaré el porqué.

   Una de las primeras preguntas que cualquiera se hace cuando conoce a alguien es, más allá de cómo piensa, cuál es su color político. Craso error del que ya os he hablado, pero al que no me resisto a volver a condenar. Aun más, con un criterio pervertido por la manipulación de los medios de descomunicación, que otra cosa no son, se tiende a polarizarlo todo en dos poses únicas y diferenciadas: izquierda o derecha. O, con ese neoidioma para idiotas, socialistas y liberales, produciendo la cacofonía perversa con lo social y la libertad, cuando no hay nada más alejado de lo social que el socialismo ni nadie que dé menos grados de libertad que un liberal.

   Izquierdas y derechas, me vais a permitir que sea directo, no tienen sentido hoy. Escasamente lo tenían los términos cuando se parieron en ese frontón francés que separaba así geográficamente a Girondinos, Jacobinos y otros más de trescientos semovientes sin adscripción reconocida. Desde entonces, del siglo XVIII, parece que mucho ha llovido pero aparentemente no lo bastante como para limpiar toda esa porquería, desde entonces nos viene este falso andamiaje intelectual.

   Os dirán que cuando alguien niega ser de izquierda o de derecha en realidad es porque es de extrema derecha, y yo niego la mayor. No se puede ser extremo de algo que uno repudia. Generalmente quien entona esa tontería suele ser alguien muy bien parapetado en el sistema, o, en todo caso, un tonto útil de este: alguien engañado por la nueva cloaca máxima del imperio, la televisión, que se convierte en defensor de aquello que le oprime y castiga. Y es que lo que no es sano, nunca, es dejarse oprimir...  y eso es lo que hacen las llamadas izquierdas y derechas.

 

   Porque la realidad, queridos, no os engañéis, es clara: aquí mandan los de siempre y si nosotros, la gente de la calle, los españolitos de infantería, no hacemos nada para remediarlo, seguirá así. Y ése era el motivo que al principio de esta carta me hacía dudar de la desaparición de esta gran y doble mentira. Partidos políticos y sindicatos mamporreros esconden su verdadera función: apuntalar un sistema que sigue apretando a la gente de bajo, que sigue engordando las arcas del capital mientras que la fuerza de trabajo es cada vez más pobre y tiene menos poder de gestión en lo público. Si a eso sumamos que tanto a izquierdas como a derechas parece importarles una higa que la formación, la educación de sus ciudadanos se degrade cada vez más, vemos que vamos hacia una nueva edad media, aunque esta vez intencionada y sin conventos donde se pueda refugiar la cultura clásica para sobrevivir. Hacia una gran masa de la población inculta y sin poder hacer más que sobrevivir, mientras unos pocos viven del sudor de la frente de los demás con unos privilegios ofensivos para el sentido común. Y dicen, que esto es progreso: vivir con el sudor del de enfrente.

   Claro que ese progreso que defienden tanto los progresistas profesionales de "la hoz y el martini", en afortunada expresión de mi amigo Eduardo García Serrano (si os suenan sus  apellidos es porque las obras de su padre reposan en mis anaqueles), como los liberales que sueñan con que nada cambie, al menos a mejor... es un falso progreso, es cartón piedra, una ficción del establishment.

   Para que sirva de pantalla de humo que oculte la tragedia de la situación real. Y no interesa que cambie, ya os lo anticipaba, para que los ricos sigan siendo cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres.  Vaya pues mi condena por delante para ambos, aunque más dura y directa para las izquierdas que, a sabiendas en muchos casos, luchan en contra de lo que dicen defender.

 

   Y es que... ¿qué son las izquierdas, o qué son las derechas? ¿Fue de izquierdas Mussolini por su política social? ¿Fue de derechas Stalin por su demoníaca represión? Con esta idea en la cabeza, un día imprimí dos textos en dos caras distintas de un folio y lo repartí a mis alumnos preguntándoles que texto era de izquierdas y cual era de derechas, aprovechando el Pisuerga de una asignatura de marketing y la relación con el marketing político. El texto que salió mayoritariamente de izquierdas era parte de la Carta del Lavoro, de la Italia fascista de 1927, y el que salió como indudablemente de derechas procedía de la constitución soviética de 1936. Esclarecedor.

   No quiero extenderme. Creo que me basta con acudir a Ortega y decir con él que ser de la izquierda es, como ser de la derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil: ambas, en efecto, son formas de la hemiplejia moral. Y es que los problemas no se pueden atajar por la derecha o por la izquierda, sino mirándolos de frente.

 

   No puedo dejar esta carta sin traer al recuerdo una anécdota que Juan quizá recuerde. Juan, quizá comido por su entorno, apuesta más por una de las marionetas del sistema que por la otra. Y me preguntó si me gustaba más el PSOE o el PP. Como colecciono monedas, se me ocurrió una idea para dejárselo claro de forma gráfica: saqué una pieza, un as romano de Jano Bifronte, con su mítica  figura con dos caras, una mirando a izquierda, otra mirando a derecha. Recordarás, Juan, que te dije que en realidad  me preguntabas cuál de esas dos caras me gustaba más, y yo le di la vuelta a la moneda y te dije "yo, siempre me quedo con la cruz". Y te amplio, os amplio... que la luz, termina viniendo siempre de Roma.

 

   Os quiere:

   Papá.

NOTAS SOBRE LA TÉCNICA Y LA SUERTE

NOTAS SOBRE LA TÉCNICA Y LA SUERTE

Alberto BUELA

 

   Hace ya muchos años un helenista de la talla de Conrado Eggers Lan nos llamaba la atención acerca de la relación entre téchne (tècnica) y týche (fortuna) en los griegos mientras nosotros la dejábamos pasar como con tantas otras enseñanzas de la otrora famosa Universidad de Buenos Aires.

   El hombre, ese ser careciente del que nos habla A. Ghelen, ocupa en la escala de lo real un molesto e incordioso lugar intermedio entre la divinidad, las criaturas puramente espirituales y los procesos necesarios y regulares de la naturaleza. No somos ni dioses ni bestias, somos esta realidad "mistonga" que se mueve, por un lado, entre el deliberar y el hacer en función de un plan y metas a lograr y, por otro, el suceder ajeno a él de fuerzas fuera de su control. No pertenecemos totalmente al reino de la contingencia (lo que puede ser siempre de otra manera) pero tampoco totalmente al reino de la necesidad (lo que es regularmente siempre así).

 

   El azar, la fortuna, la suerte, la týche es lo casual, aquello que no tiene causa racional sino una causa irracional y por ende accidental. Es ajena a la intención y a la responsabilidad. Sus categorías son el encuentro y el suceso. Se festeja el encuentro un tesoro o el suceso de un descubrimiento. Su emblema es Pandora, la frívola.

   La técnica, la investigación, la téchne  es una causa racional y por ende sustancial. Está vinculada a la deliberación y el sujeto es responsable de sus consecuencias. Sus categorías son la búsqueda y la conclusión. Busco una causa y al hallarla concluyo el trabajo. Su emblema es Prometeo, el liberador trabajoso.

   Los antiguos griegos representaban a la fortuna como una mujer cautivante a través de los rasgos de inestabilidad, irracionalidad, seducción vinculada al engaño, ambivalencia y todos estos rasgos juntos Hesíodo se los atribuye a Pandora. Recordemos que ésta, esposa de Epimeteo y cuñada de Prometeo, es tentada por Zeus cuando le ofrece la famosa caja para perjudicar indirectamente a su cuñado que se había mostrado más astuto que Zeus mismo (1), y ella frívolamente la abre desoyendo los consejos de su prudente marido y deja escapar todos los males que son los que vienen a quebrar el orden originario de la Edad de Oro ocasionando la desdicha del género humano hasta hoy. Posteriormente Prometeo tendrá que robar el fuego, elemento con el que el género humano iniciará las tèchnai. Así, en adelante el hombre tendrá que hacer uso de su phrónesis, su sabiduría práctica o sapiencia expresada en la téchne para con trabajo y esfuerzo alimentarse y poder vivir.

 

   A partir de ello surgen dos posturas clásicas ante la relación de téchne y týche, una la de aquellos que afirman que pueden someter a la fortuna a través del poder de la razón. Es la vía de la modernidad que incluso anula a la suerte o fortuna y le otorga el monopolio al hacer sobre el suceder. Surge así el homo faber. Y otra distina, es la de aquellos que sostienen que no pueden dominarla totalmente y que como Ortega van a sostener que "el hombre es una isla racional rodeada de un mar de irracionalidades". Son los sostenedores de la imperfecta y careciente condición humana.

   Hoy rescatar la týche, la suerte  es una tarea más a favor del logro de una mayor y mejor visión del hombre, el mundo y sus problemas. Recatarla como hecho raro y accidental no intentado sino "que sucede" y que como tal viene a mostrar el carácter de provisorio de la existencia humana y de la vida del hombre de todos los días.

   En un primer análisis descriptivo podemos decir que la fortuna es el encuentro por accidente de varias causas independientes unas de otras. Se produce un cruce de causas que no podemos explicar pero que están allí y han producido tal o cual suceso. El ejemplo clásico es el del encuentro del tesoro, donde se cruzan dos causas independientes: la del hombre rico que esconde por temor un tesoro en un campo abandonado y el pobre labrador que no teniendo dónde arar lo hace en ese campo y lo encuentra.

   En un segundo y más profundo nivel de análisis observamos que la fortuna o suerte introduce la novedad en la naturaleza y genera la prosperidad necesaria a la felicidad. Los pobres han sido y son siempre los más recurrentes a la týche con la esperanza que ella le provea aquel quantum de prosperidad que la vida de todos los días le niega. Ella es un constitutivo de la felicidad pero que escapa no solo a la virtud sino a la voluntad, a la capacidad de dominio del hombre. Ella nace de la contingencia operativa del obrar humano que cuando es perfecto consiste en obrar de un modo regular aunque variado, no siempre igual. Pero cuando es imperfecta es cuando falla y no se logra el fin perseguido. La existencia de la fortuna, el azar, la suerte o la týche muestra que los hombres no somos ni dioses ni bestias.

 

   La filosofía moral moderna que se presenta como autónoma con Kant a la cabeza busca dominar todo con la razón, entre otras cosas busca la certeza en los juicios éticos. En tanto que los planteos éticos premodernos, ej. Aristóteles, están guiados por la idea de verosimilitud donde entra a jugar, entre otros, el concepto de fortuna. La idea de probabilidad alimenta la ética antigua en oposición al ideal de certeza deductiva típica de la modernidad.

   Para los griegos no se podía buscar el mismo tipo de rigor para razonamientos matemáticos como para los morales. Estos últimos se caracterizaban por el uso de la expresión "por lo general = hos epí to polý ". Así el hombre en la vida práctica delibera sobre los medios y en particular sobre aquello que "por lo general" acontece de cierta manera. Allí aplica la téchne (técnica) pero sabe que allí también puede converger la týche (fortuna).

   Pero, ¿dónde o quién da la pauta de cómo se debe obrar?. Para la ética racionalista moderna son las normas o leyes generales del obrar humano resumidas en el principio formal kantiano de: obra de tal forma que la máxima de tu acción se transforme en ley universal"  y esta norma "hay que cumplirla",  en tanto que para la ética premoderna se apoya en el ejercicio de la virtud y ésta solo puede desarrollarse o perderse (en la vida espiritual el que no avanza retrocede van a enseñar los grandes monjes medievales) y la pauta va a estar dada por el hombre prudente, el spoudaios, como juez último de la rectitud de los actos.

   El hombre digno, el spoudaios, el hombre de valor va a enseñar Aristóteles es el que enjuicia todas las cuestiones de la filosofía práctica y desvela lo verdadero. "El hombre digno y de valor difiere sobre todos los demás por ver lo verdadero en cada cuestión, como si fuera la norma y la medida de ellas" (Eth. Nicomaquea, 1166 a 12-29).

 

 


 (1) Recordemos que el problema entre Zeus y Prometeo nace cuando, carneado un toro, Prometeo arma dos sacos de cuero, en uno de los cuales coloca la grasa y los huesos a sabiendas que iba a ser el más grande y en otro la pulpa de la carne. Llegado Zeus le dio a elegir y su angurria lo llevó más grande. A partir de ese momento hasta nuestros días los dioses comen grasa, la que se les ofrece en forma de cirios o velas encendidas para su honra. Al percatarse Zeus que Prometeo (etimológicamente: el que ve antes) previó su ambición desmedida y lo engañó a partir de un defecto suyo, preparó su venganza utilizando a la frívola Pandora, su cuñada. ¡Cuidado con la aproximación indirecta del enemigo!.

LA AMISTAD

LA AMISTAD

Juan V. OLTRA

 

Cartas a mis hijos (II)

 

   Queridos capitanes:

   En esta segunda entrega, esta segunda carta que espero no tenga que ser puesta sobre vuestro tapete de juego, que el Sumo Hacedor me conceda el tiempo como para ser yo quien os hable y no exista la necesidad de recurrir a este negro sobre blanco, quisiera abordar un tema que, a pesar de ser inmenso y aparentemente inabarcable en unos cuantos renglones torcidos, no puede quedar escondido  en la cartera de mi corazón: la amistad.

   Y como, aunque difícil, hay que ir viendo por dónde se colocan cercos a este campo, os anticipo que tan solo voy  a abordar uno cuantos matices de este cuadro infinito: de quién ser amigo, y qué puede esperar un amigo de otro.

 

   Tendemos todos a pescar en nuestro río, y eso provoca que nuestros amigos coincidan con nosotros bien por vivir en las mismas coordenadas geográficas, bien por compartir creencias, ideologías o sentimientos, bien por cualquier otro tipo de concurrencia. Lo que damos en llamar vida moderna, y que para cuando vosotros leáis esto quizá no sea más que un vestigio del pasado, nos depara sin embargo oportunidad de conocer a gentes con una enorme disparidad de criterios y orígenes, lo que la red de redes y sus posibilidades han venido a elevar al cubo.

   A pesar de esto último, tendemos a encerrarnos en nuestras posturas y discriminamos, cribamos con un rasero no doble, sino a veces triple, a la gente por cuestiones en ocasiones de aparente entidad y otras de clara trivialidad, como sin ir más lejos su aspecto físico: tendemos a preferir amigos y amigas  (en especial estas últimas, siendo varones, y de ahí que emplee el femenino) cuanto más guapas, altas, atléticas, bien proporcionadas y vestidas. Aun libres de esa estúpida restricción, que no por extendida deja de ser menos tonta, lo que es difícil es no caer en la tentación de juzgar a las personas que nos rodean por lo que piensan... o por lo que dicen que piensan.

   A un querido amigo, Eduardo Arias, con el que hace algún año que no coincido (valga esto para deciros que aunque la amistad cuando no se emplea se oxida, la consideración de tal no debe ser desteñida por el paso del tiempo), le escuché una noche en uno de esos programas majaderos que poblaban la televisión (hablo en pasado con la esperanza de que ese invento del maligno mejore en el tiempo que separa la escritura de ésta, con vuestra lectura, aunque sinceramente lo dudo y  mucho) una frase que me impactó, y que os transcribo como un regalo: "Se puede ser liberal en ideas y dogmático en actitudes o dogmático en ideas y liberal en actitudes".

   Como toda generalización, sí, es injusta. Pero me da pie para hablaros de lo que me interesa: la eliminación de barreras mentales a la hora de seleccionar vuestros amigos. Sabéis, porque lo habéis visto, y porque os lo habrán  contado amigos y enemigos, que en determinados aspectos soy catalogado como lo que popularmente se diría un intransigente, un catolicarra. Con sentido del humor os dirán que vivo, o vivía, en la caverna, y sin él que soy una especie a extinguir o directamente a exterminar. Al tiempo, sabéis también que hago gala de tener amigos, no conocidos, sino amigos, en los más diversos puntos del entramado político y con las más pintorescas creencias. Ahí tenéis a Álvaro, a quien en las pocas ocasiones en que Juan ha coincidido con él (Luis no ha tenido esa fortuna a la hora de redactar esto) le llamaba sin ningún tipo de ambages tío. Álvaro es lo que podríamos llamar un separatista irredento, que defiende la idea de que Galicia es algo totalmente extraño a la idea de España... y yo, ya sabéis, soy un defensor a ultranza de la unidad de España. Y no es el único caso: Julián, Toni, Enric... a años luz de mis coordenadas ideológicas. Una de mis más apreciadas amigas que haría parecer que Santiago Carrillo está a la derecha de Blas Piñar (os ruego que recurráis a la humilde biblioteca que os lego para saber quiénes eran estas dos persona; me temo que la deformación mediática provoque que cuando seáis mayores y deseéis saber quiénes eran estos, os lleguen absolutamente  deformados sus perfiles), y con ella comparto horas de charla gratificante en la que el respeto mutuo prima sobre cualquier otra consideración.

 

   Volviendo a la frase que citaba de Eduardo, también os tengo que decir que esto son flores blancas que uno va encontrando después de pincharse los dedos en  los cactus que aparecen en el camino. Que cuanto más defensor de las libertades alguien se proclama oficialmente, generalmente podréis estar seguros de que su ciénaga mental es profunda y que en ella podéis ahogaros. Dime de qué presumes y te diré de qué careces, reza nuestro sabio refranero. Pero no es menos cierto que también  he ido encontrándome gente que decía pensar como yo y que han demostrado ser, diciéndolo de forma suave, cabrones con pintas, lo que destaca entre tantas personas fenomenales y de una hondura espiritual y humana entrañables encontradas en mis mismas coordenadas: Arturo, Rafael, Juan Jesús, Guillermo o Jorge, quien dará difusión si cree oportuno a estos párrafos y a quien cargo el mochuelo de, caso de que desaparezca de este valle de lágrimas, me sirva de batallón de reserva con la misión de hacéroslas llegar.

   Me vienen a la cabeza un par de anécdotas que ilustran este último párrafo con luz meridiana. Por una parte, en una discusión reciente, y en razón de su inmediatez la traigo aquí, en un foro público sobre un tema irrelevante para esta carta, un defensor de las libertades, laico rampante que asume que la educación y el buen criterio sólo pueden estar en su orilla, mermados sus argumentos, dispara una procacidad cargada de un machismo digno de las tabernas más oscuras y sucias del barrio chino de la más podrida villa, para común sorpresa del respetable, que no mía. Otra, de la que al querer dar luz a estos párrafos aún se encuentra sub judice y por tanto no puedo dar más que referencias veladas, cuenta cómo un querido, muy querido, amigo colombiano tuvo que dejar su trabajo por razón de una trifulca con un defensor profesional de las libertades. Éstos tuvieron una diferencia, a lo que al parecer el tono fue subiendo hasta que mi compatriota hispanoamericano (sabéis que considero a todo hispanoamericano como compatriota, sin más matices, por nuestro pasado y tronco común) escuchó cómo le decían que ningún mono de la selva vendría a decir aquí lo que había que hacer. Cuando su respuesta lógica, tras pedir disculpas y no recibirlas, fue atizar un mamporro a quien así parecía demandarlo, las cañas se tornaron lanzas y pagó el pato Pocarropa (como es costumbre inmemorial en nuestra piel de toro). Como veréis, el decir que se defienden unas ideas con aparentes implicaciones buenistas tan solo quiere decir eso. Que se dice que se defienden, pero nada más. Nada que deba predisponeros hacia ellos de por sí.

 

   En cuanto al aspecto físico, internet viene en vuestra ayuda. En muchos casos llegaréis a conocer a alguien por dentro, antes de saber cómo es por fuera. Os daréis cuenta de cómo podéis llegar a ser amigos, más que amigos, con gente que posee un físico que os llegue a repugnar... y no os importará, porque ya sabéis lo que lleva dentro, que a fin de cuentas es lo que prima. Os pido que intentéis extrapolar esto siempre, que busquéis en el interior. Y que, obvio resulta el remarcarlo, no juzguéis a nadie por cómo dice que piensa, siente o cree, sino por cómo actúa. Por sus obras les conoceréis, vaya. Debería deciros, remedando a la Biblia, que no juzguéis si no queréis ser juzgados, pero esto es tan, tan difícil de conseguir que no aspiro a tanto. Yo al menos confieso que no logro cumplirlo, así que no estoy en posición moral de pedíroslo.

 

   Queda la segunda parte: ¿qué puede esperar un amigo de otro? Evidentemente la palabra amigo es muy amplia, un baúl donde cabe todo, desde el simple conocimiento, el saludo por la escalera, hasta la camaradería más profunda, el saberse espalda en la batalla y que, ante una situación de riesgo, las vidas de ambos son perfectamente permutables. Uno daría sin dudar la vida por el otro. Eso sí, no hablo en absoluto de amor, del amor entre un hombre y una mujer, que eso es harina de muy otro costal y para el que me reservo una futura carta.

   Así, os diré que a fuer de ser considerado extremista, pienso que la verdadera amistad es esta última. El no abandonar a los tuyos ni ante la muerte. Ni después de ella, que no es el final. Por un amigo se da todo lo que se tiene y lo que aún no se tiene y, aunque os digan que eso no debe ser así, y que es una frase con única intención propagandística, llego a invocar a Millán Astray y a su "con razón o sin ella", pues aun equivocado el amigo no deja de serlo.

   En nuevo resumen, a la amistad la veo como una especie de sacerdocio, donde incluso cuando un amigo te traiciona, quizá porque la balanza de la amistad en su caso se decantaba unos cuantos grados en defecto de vuestro fiel, el impulso debe ser el de averiguar qué ha pasado e intentar recomponer lo roto. Dicen que un amigo, es un tesoro y perder un tesoro, siempre es doloroso. Pero ya sabéis que en el fondo no soy más que un romántico impenitente.

 

   La vida, vuestra vida, os irá matizando todo lo que aquí os digo. Os endurecerá, lo sé. Pero llegará un momento en que vuestra propia dureza se os clave como una costra dolorosa, y ése punto es el que, quizá inútilmente, deseo evitaros.

   Muchas cosas me dejo en el tintero en este domingo en el que la primavera trata de reír tras el cielo nublado, cruel metáfora sobre la que algún día, también os escribiré, y entonces, sí, ahondaré en los términos amistad y camaradería que en algún punto de esta carta dejo vacante.

   Como siempre, os quiere:

   Papá.

NOTAS SOBRE LA DELIBERACIÓN

NOTAS SOBRE LA DELIBERACIÓN

Alberto BUELA

 

A Margarita Mauri, que se acordó

       

   Si hay algo que está de moda en estos últimos diez o quince años son los seminarios de gerenciamiento también llamados de management  a donde concurren selectos hombres de negocios y que a través, incluso de teleconferencias, por cierto muy costosas, cuando el afamado expositor no puede trasladarse al lugar de exposición, se les explica el mecanismo de toma de decisiones a los gerentes y administradores de grandes empresas, holdings o grupos inversores. Hace un tiempo tuvimos ocasión de consultar los tan caros materiales que se entregan como base de los seminarios o cursos, en donde a lo más que se llega es a recorrer los lugares comunes de una psicología barata de venta de productos y administración empresarial, pero nada se dice acerca de la elaboración de las decisiones, meollo del promocionado curso.

   Los clásicos son aquellos antiguos que tienen respuestas para los temas actuales y en este sentido los viejos pensadores griegos son grandes clásicos. Es por ello que el más significativo filósofo inglés del siglo XX Alfred Whitehead (1861-1947) ha podido sostener que la filosofía occidental no es más que una serie de notas de página a las obras de Platón y Aristóteles. Y es este último quien con más detenimiento se ocupó del tema de la deliberación como paso previo a la decisión, de modo que siguiendo sus pasos vamos a desarrollar esta breve meditación que, por otra parte, nos sirve para ir sacándole punta al lápiz de la erudición por una invitación que recibimos en estos días, desde la Universidad de Barcelona, para participar en un seminario sobre la filosofía práctica del Estagirita.

 

   De las funciones intelectuales todo hombre realiza, básicamente, dos: especula y delibera. Así, piensa y filosofa sobre los fines, los grandes y los pequeños, y delibera sobre los medios. La sabiduría expresada en la meditación e investigación filosófica y científica se ocupa de lo necesario y lo universal que es aquello sobre lo que puede haber ciencia, mientras que la deliberación, la estimación y el cálculo versan sobre lo contingente, lo que puede ser de una u otra manera.

   La deliberación se ocupa de aquellos pasos, procedimientos o instrumentos que necesita realizar el hombre para conseguir o lograr la diversidad de fines con pluralidad de medios, que a diario le presenta la vida. La característica de la deliberación es que se aplica no sobre cosas o asuntos que son necesarios, que no pueden ser de otra manera como los temas de la ciencia (en matemática dos más dos son cuatro y no hay deliberación posible) o de la naturaleza (al día sigue la noche), sino sobre aquellos asuntos que son contingentes, que pueden ser realizados de otra forma. Incluso se delibera en aquellos asuntos que bien pueden suceder la mayor parte de las veces pero no siempre así.

   La deliberación  que siempre apunta a una finalidad práctica sigue la siguiente secuencia: primero se determina el fin y luego se delibera sobre la manera de conseguirlo. La deliberación tiene lugar en el domino de la "racionalidad práctica" y su virtud está expresada en el viejo término castellano de "sapiencia", que es la sabiduría aplicada y existencial a que se llega con los años y el tiempo gastado en las múltiples y variadas deliberaciones sobre lo realizable que exige la vida del hombre sobre la tierra. Sapiencia que llega con los años y la práctica también de los oficios y profesiones más diversas. Llega tanto al mecánico, al médico o al ingeniero como al más refinado asesor espiritual.

   Como vemos hay una diferencia entre sabiduría y sapiencia, la primera supone y exige un conocimiento teorético en tanto que la segunda  expresa un conocimiento vinculado a la práctica. Muchos han traducido el término griego "phrónesis" por  "prudencia" pero ello fue una desvirtuación moralizante del concepto que significó, stricto sensu, sapiencia (1) o sabiduría práctica y aplicada a las cosas y los actos que dependen del hombre.  

   Solamente en la medida en que algo es realizable y que lo podemos alcanzar de varias maneras a través de nosotros y no por naturaleza, necesidad o suerte, es que podemos hablar de deliberación.

 

   Deliberar en griego se dice bouléo que significa tomar consejo, luego pasó al latín como deliberatio que está compuesto de- librare que viene de libra  que significa pesar, pasar por la balanza o libra, sopesar y ello es lo que hace la correcta deliberación, sopesar con tiempo las distintas variantes y condiciones para llegar a buen término. El acento puesto en lo práctico por la deliberación cubre dos aspectos: el del hacer que se da en el producto tal cual lo realiza la técnica y otro  el del obrar, en llevar a cabo una acción determinada y así se delibera cuando no está claro cómo alcanzar un fin determinado.

    La deliberación en tanto que razonamiento sobre los medios supone también un tipo de investigación y análisis, pero con la salvedad que esta investigación y análisis no está dirigida a descubrir la verdad teórica del objeto o la acción  sino más bien a  encontrar las relaciones entre las partes del asunto tratado.

   Es dable notar que el análisis y la investigación en los griegos no es como el análisis moderno - racionalista e ilustrado - que ha sido pensado como descomposición y desmenuzamiento de todas las partes del asunto estudiado, lo que produjo el gran mal intelectual contemporáneo con la aparición de los "especialistas de lo mínimo", sino que para los griegos el análisis y la investigación consistía en poder captar las relaciones de las partes con el todo estudiado. Ya Platón afirma al respecto "dialéctico, o sea filósofo o científico, es el que ve el todo, y el que no, no lo es" (República, 537c 10-15).

   Y como el que delibera está en la misma deliberación investigando y analizando, sucede entonces que: lo  último en el análisis es lo primero en la ejecución (Ética Nicomaquea 1112 b 24). Esta misteriosa frase de Aristóteles nos muestra el corazón de la deliberación y su paso a la decisión. Expliquémosla.

   El último término de la consulta, del análisis, de la investigación llevada a cabo por la deliberación va a ser el primer factor causal que, por un lado, es la causa más alejada cronológicamente, porque es la última que se descubre pero que, en el momento del descubrimiento, es la causa más próxima que está inmediatamente en poder del agente. Y es entonces a partir de esta causa que toma la decisión de actuar.

   Sapiente es quien sabe deliberar y la sapiencia consistirá en una repetición de actos  prácticos verdaderos, acompañados de razón sobre las cosas buenas y malas para el hombre.

 

   Incluso del sapiente se observa que posee dos rasgos que no son del todo racionales pues, por un lado, tiene la capacidad no solo de ver acabadamente las cosas que le conciernen sino también su saber práctico, y esto le otorga una cierta capacidad de prever las cosas que atañen a la vida. Es sabido que la prognósis, y no la esperanza como comúnmente se ha traducido, es el único de los dones que quedó encerrado en la caja de Pandora cuando Zeus se la envió para, por vía indirecta, perjudicar a Prometeo. Sin embargo, el sapiente al poseer la síntesis entre apetito recto y razonamiento verdadero (orthé horéxis kai alethés lógos dice Aristóteles) puede darse ese lujo que pocos hombres se dan.

   Y el segundo de los rasgos no racional es que ser sapiente supone un cierto don natural, algo que está en nosotros por naturaleza como una disposición por nacimiento y que gracias al uso permanente y constante de la racionalidad perfecciona a grados superiores del común de los mortales. "Porque un hombre de buen natural si alcanza inteligencia habrá diferencia en su acción y el buen hábito que trae de nacimiento será entonces virtud propiamente dicha". (E. N. 1144 b 13).

 

   Desembocamos así sin quererlo en la tesis ética fundamental del pensamiento antiguo que va a sostener de mil modos y de expresiones diversas que un hombre es bueno (sapiente) no porque realice por deber actos buenos, sino que realiza actos buenos porque es bueno, por eso es imposible ser uno sapiente sin ser bueno (E.N. 1144 a 37). Vemos pues, la circularidad hermenéutica del acto moral que implica recíprocamente las nociones que lo caracterizan y que son inseparables en la unidad de la vida ética.

   El sapiente nos viene a decir que no basta con conocer teóricamente la virtud, (y los saberes que implican el hacer y el obrar) como puede suceder con un sabio o un hombre ilustrado, sino que es necesario esforzarse para practicarla y poseerla en sentido propio.

 


(1) Hace ya muchos años en 1981, cuando realizamos la primera traducción del Protréptico, sostuvimos que lo correcto era traducir phrónesis por sapiencia y no por sabiduría práctica. Por supuesto que salvo nuestro director de tesis, Pierre Aubenque y miembros del jurado como Pierre Thillet y Pierre Boutang nadie tuvo en cuenta nuestra propuesta. Y menos aún en "el mundo bolita" donde en estos 37 años pasados se han escrito varios artículos sobre el tema, pero todos prefirieron copiar y comentar "las genialidades anglosajonas" y nos ignoraron en forma supina. Nadie es profeta en su tierra.

NOTAS SOBRE LA AUTORIDAD

NOTAS SOBRE LA AUTORIDAD

Alberto BUELA

 

   Uno de los puntos débiles del pensamiento políticamente correcto es el obviar, ignorar o no considerar ciertos temas de todos los días como es el caso del dolor, el envejecimiento, la muerte, la jerarquía, el orden, la autoridad.

   Respecto de este último tema sabemos que desde la Ilustración (siglo XVIII) hasta el progresismo de nuestros días se ha producido la negación sistemática de la autoridad para remplazarla por los criterios que brinda la sola razón. Sin percatarse que no puede existir ningún tipo de conocimiento libre de la autoridad pues ella es elemento constitutivo de él. Si bien la autoridad no puede reemplazar al juicio propio ello no excluye que la autoridad sea fuente de verdad. Por otra parte, ningún  hombre puede pensar  a partir de "su sola razón" sino que comienza a pensar dentro de una determinada tradición de pensamiento o cultura. Todo hombre nace dentro de grandes ecúmenes culturales que son las que condicionan su sentido de ser en  el mundo.

 

   Cualquiera que escucha el término autoridad inmediatamente lo asocia con la figura del que manda y su correlato aquel que obedece. La relación mando-obediencia se impone de entrada como la dupla a partir de la cual comenzamos a entender aquello que menta el concepto de autoridad. Esta última la podemos caracterizar en una primera definición como la imposición de la voluntad de un hombre sobre otro. Pero a poco que nos detengamos a pensar vemos que esta determinación no es del todo suficiente porque nos habla más bien de la consecuencia del ejercicio de la autoridad y no de la autoridad misma. Y las definiciones para ser completas y acabadas tienen que encerrar la esencia de aquello que se quiere definir y no sólo su finalidad.

   La versión autoritaria de la autoridad la vincula con la obediencia "por principio" ciega o mecánica. De hecho esta concepción de la autoridad ha estado vinculada a las órdenes militares o religiosas sobre todo en el período de formación de sus miembros.  Autoritario es aquel que ejerce su poder para obtener la obediencia de otro. Pero, como dijimos, la naturaleza de la autoridad no se agota en la obediencia sino que hay que buscarla a partir del acto de reconocimiento de un saber superior en cualquier aspecto de la vida que un hombre realiza de otro. La superioridad del saber del otro sobre el de uno mismo es el origen de la autoridad.

   La autoridad no se recibe sino que más bien es concedida por un hombre a otro. Es concedida por aquel que reconoce en el otro un saber o conocimiento superior al que él posee en la materia o tema determinado de que se trate. Nadie es autoridad en todo; se es siempre autoridad en algún orden de cosas, dominios o disciplinas, aunque ninguno de nosotros está libre de "los todólogos". La única tuttología aceptable es aquella de los padres que se ocupan de sus hijos y sólo hasta los seis o siete años.

 

   La autoridad se funda en el saber reconocido de alguien y en la necesidad que ese conocimiento genera. El centenario filósofo Hans Gadamer (1900-2002) escribió: "La autoridad correctamente entendida tiene que ver no con la obediencia, sino con el conocimiento". El hombre desde el momento en que reconoce a otro como autoridad confía en que lo que dice es cierto, es verdadero. Es por ello que la autoridad presupone el conocimiento o saber de aquel que la ejerce, mientras que la obediencia manifiesta el poder, nos está indicando el ejercido concreto de la autoridad de aquel que la ejerce.

   Así la autoridad que como ejercicio se manifiesta en el plano político-social pudo ser definida muy acertadamente por el filósofo escéptico Giuseppe Rensi (1871-1941) en su libro Filosofía de la autoridad (1920) como: "el acto que determina lo que de hecho vale como justicia y moral.....entre opuestas verdades teóricas racionalmente posibles es la autoridad la que decide lo que de hecho debe valer como si fuese la justicia, el bien, la verdad"  (1)

    La objeción nace desde la politología y la sociología, al observar que en nuestras sociedades no todas las autoridades dicen la verdad, pues existen autoridades que infunden conocimientos falsos para manipular el control de las personas, objeción que también puede aplicarse al control y manejo de grupos sociales menores. Esta objeción es difícil de remontar. Hay que hacer la distinción entre potestas y auctoritas. La autoridad en tanto es entendida como poder puede mentir y de hecho miente para logar la obediencia, pero la autoridad en tanto auctoritas, es decir, en sí misma se funda en la verdad. Pues conocimiento es siempre verdadero, un falso conocimiento es un desconocimiento. Si bien la autoridad genera obediencia, ella no es obediencia, ésta es la consecuencia del ejercicio de la autoridad. Pero, ¿la autoridad tiene por finalidad sólo el logro de la obediencia o busca o puede logar algo más?

 

   Una vez más tenemos que aplicar el viejo principio metodológico de la filosofía clásica  distinguere ut iungere (distinguir para unir) y así discriminar entre bienes externos e internos. La autoridad en el campo de los bienes externos puede en una práctica mal hecha (una pseudoinvestigación) lograr prestigio, fama y dinero. Hay tantísimos académicos de pacotilla que padecemos hoy día. Pero, por el contrario la autoridad en los bienes intrínsecos solo se puede afirmar realizando bien la práctica en cuestión. Los bienes internos a determinada práctica solo se pueden obtener realizando bien esa práctica.

   Así, ha podido afirmar ese gran filósofo escocés Alasdair MacIntayre (1929- ) que la virtud (analógicamente la autoridad) solo puede ser definida en relación con las prácticas y con sus bienes internos. Y estos bienes internos no son sólo para el que los realiza sino bienes para toda la comunidad. Una autoridad, aun la más aislada,  es siempre una autoridad socialmente reconocida. Así el pseudoinvestigador del ejemplo, estos especialistas de lo mínimo del Conicet y las academias, usurpadores de becas, prestigios y canonjías podrán tener un curriculum abultado y ganar buen dinero, pero aquello que nunca tendrán es la satisfacción de haber podido ampliar los conocimientos de sus disciplinas metodológicamente garantizados por la práctica de investigar y la autoridad que los guía.

 

   Vemos entonces cómo la naturaleza o esencia de la autoridad se nos muestra a dos puntas: por un lado en el reconocimiento del superior por el inferior y por otro el servicio del superior al inferior para el logro de una práctica bien hecha. La finalidad última de la autoridad sería el progreso existencial de aquellos que la acatan. Se da por cumplido así el último sentido etimológico de auctoritas que los romanos entendían como reconocimiento, respeto y aceptación, que deriva del sustantivo auctor= creador, autor, instigador, a su vez derivado del verbo augere que significa aumentar, hacer progresar.

 


(1) Renzi, Giuseppe: Filosofía de la autoridad, Bs.As., Ed. Deucalion, 1957, pp. 159 y 182

RESEÑA DE LA XII UNIVERSIDAD DE VERANO. 2008

RESEÑA DE LA XII UNIVERSIDAD DE VERANO. 2008

J.C.

 

   Se ha celebrado en Madrid los pasados días 20 y 21 de Septiembre, la decimosegunda edición de la Universidad de Verano organizada por la Fundación José Antonio. El programa, bajo el título "Reformas constitucionales en el bicentenario de la Guerra de la Independencia. Lecciones y desafíos", contó con la participación de prestigiosos ponentes y comentaristas que a lo largo de dos días desarrollaron una interesantísima serie de ponencias en torno a la temática anunciada en el título.

   La Universidad de Verano de la Fundación José Antonio consolida su trayectoria tras estos doce años de ininterrumpida convocatoria. A lo largo de estos años por su tribuna han desfilado destacadas figuras del mundo político, cultural y académico, de España y de otros países, que han prestigiado estos encuentros.

   La edición recién celebrada ha sido un éxito en cuanto al nivel de las ponencias y los debates suscitados por las mismas. El numeroso público presente, entre los que se encontraban relevantes figuras de la vida política y cultural española, ha participado, como viene siendo tradicional, con sus aportaciones y comentarios a los debates, con intervenciones de gran nivel, desde diversos puntos de vista y posiciones ideológicas, en un exquisito clima de cordialidad y tolerancia, un verdadero foro de personas con inquietudes por aportar ideas sobre el pasado, el presente y el futuro de España.

   Tras treinta años de promulgación de la vigente Constitución española, se han analizado, a la luz de la actual situación social y política de nuestro país, la vigencia de la misma, su posible reforma y sus recursos para afrontar cuestiones que preocupan a los españoles de hoy, como la educación, la deriva autonómica, la vigencia del sistema monárquico, la necesidad de una reforma electoral y otras cuestiones de interés.

El análisis de la Transición y la Constitución de 1978, ha sido completado con una visión de antecedentes de nuestra Carta Magna, como la Constitución elaborada en 1812 por las Cortes de Cádiz. A la luz de la conmemoración de nuestra Guerra de Independencia, se han tratado cuestiones muy interesantes que enlazan La Ilustración y los acontecimientos históricos del siglo XIX español y europeo con nuestra Historia más reciente.