IZQUIERDAS Y DERECHAS
Juan V. OLTRA
Cartas a mis hijos (III)
Queridos capitanes:
Ojala cuando estas líneas lleguen a vosotros esos conceptos decimonónicos y periclitados de "izquierda" y "derecha" estén ya largo tiempo enterrados y olvidados. Pero lo dudo, y a no ser que me traicione el subconsciente dentro de pocas líneas os explicaré el porqué.
Una de las primeras preguntas que cualquiera se hace cuando conoce a alguien es, más allá de cómo piensa, cuál es su color político. Craso error del que ya os he hablado, pero al que no me resisto a volver a condenar. Aun más, con un criterio pervertido por la manipulación de los medios de descomunicación, que otra cosa no son, se tiende a polarizarlo todo en dos poses únicas y diferenciadas: izquierda o derecha. O, con ese neoidioma para idiotas, socialistas y liberales, produciendo la cacofonía perversa con lo social y la libertad, cuando no hay nada más alejado de lo social que el socialismo ni nadie que dé menos grados de libertad que un liberal.
Izquierdas y derechas, me vais a permitir que sea directo, no tienen sentido hoy. Escasamente lo tenían los términos cuando se parieron en ese frontón francés que separaba así geográficamente a Girondinos, Jacobinos y otros más de trescientos semovientes sin adscripción reconocida. Desde entonces, del siglo XVIII, parece que mucho ha llovido pero aparentemente no lo bastante como para limpiar toda esa porquería, desde entonces nos viene este falso andamiaje intelectual.
Os dirán que cuando alguien niega ser de izquierda o de derecha en realidad es porque es de extrema derecha, y yo niego la mayor. No se puede ser extremo de algo que uno repudia. Generalmente quien entona esa tontería suele ser alguien muy bien parapetado en el sistema, o, en todo caso, un tonto útil de este: alguien engañado por la nueva cloaca máxima del imperio, la televisión, que se convierte en defensor de aquello que le oprime y castiga. Y es que lo que no es sano, nunca, es dejarse oprimir... y eso es lo que hacen las llamadas izquierdas y derechas.
Porque la realidad, queridos, no os engañéis, es clara: aquí mandan los de siempre y si nosotros, la gente de la calle, los españolitos de infantería, no hacemos nada para remediarlo, seguirá así. Y ése era el motivo que al principio de esta carta me hacía dudar de la desaparición de esta gran y doble mentira. Partidos políticos y sindicatos mamporreros esconden su verdadera función: apuntalar un sistema que sigue apretando a la gente de bajo, que sigue engordando las arcas del capital mientras que la fuerza de trabajo es cada vez más pobre y tiene menos poder de gestión en lo público. Si a eso sumamos que tanto a izquierdas como a derechas parece importarles una higa que la formación, la educación de sus ciudadanos se degrade cada vez más, vemos que vamos hacia una nueva edad media, aunque esta vez intencionada y sin conventos donde se pueda refugiar la cultura clásica para sobrevivir. Hacia una gran masa de la población inculta y sin poder hacer más que sobrevivir, mientras unos pocos viven del sudor de la frente de los demás con unos privilegios ofensivos para el sentido común. Y dicen, que esto es progreso: vivir con el sudor del de enfrente.
Claro que ese progreso que defienden tanto los progresistas profesionales de "la hoz y el martini", en afortunada expresión de mi amigo Eduardo García Serrano (si os suenan sus apellidos es porque las obras de su padre reposan en mis anaqueles), como los liberales que sueñan con que nada cambie, al menos a mejor... es un falso progreso, es cartón piedra, una ficción del establishment.
Para que sirva de pantalla de humo que oculte la tragedia de la situación real. Y no interesa que cambie, ya os lo anticipaba, para que los ricos sigan siendo cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres. Vaya pues mi condena por delante para ambos, aunque más dura y directa para las izquierdas que, a sabiendas en muchos casos, luchan en contra de lo que dicen defender.
Y es que... ¿qué son las izquierdas, o qué son las derechas? ¿Fue de izquierdas Mussolini por su política social? ¿Fue de derechas Stalin por su demoníaca represión? Con esta idea en la cabeza, un día imprimí dos textos en dos caras distintas de un folio y lo repartí a mis alumnos preguntándoles que texto era de izquierdas y cual era de derechas, aprovechando el Pisuerga de una asignatura de marketing y la relación con el marketing político. El texto que salió mayoritariamente de izquierdas era parte de la Carta del Lavoro, de la Italia fascista de 1927, y el que salió como indudablemente de derechas procedía de la constitución soviética de 1936. Esclarecedor.
No quiero extenderme. Creo que me basta con acudir a Ortega y decir con él que ser de la izquierda es, como ser de la derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil: ambas, en efecto, son formas de la hemiplejia moral. Y es que los problemas no se pueden atajar por la derecha o por la izquierda, sino mirándolos de frente.
No puedo dejar esta carta sin traer al recuerdo una anécdota que Juan quizá recuerde. Juan, quizá comido por su entorno, apuesta más por una de las marionetas del sistema que por la otra. Y me preguntó si me gustaba más el PSOE o el PP. Como colecciono monedas, se me ocurrió una idea para dejárselo claro de forma gráfica: saqué una pieza, un as romano de Jano Bifronte, con su mítica figura con dos caras, una mirando a izquierda, otra mirando a derecha. Recordarás, Juan, que te dije que en realidad me preguntabas cuál de esas dos caras me gustaba más, y yo le di la vuelta a la moneda y te dije "yo, siempre me quedo con la cruz". Y te amplio, os amplio... que la luz, termina viniendo siempre de Roma.
Os quiere:
Papá.
1 comentario
Robsy -
Tu esperanza -casi desesperación- de que derechas e izquierdas dejen de existir, al menos como cortocircuito, me incitan a decir algo absolutamente realista y, por lo tanto, condenable:
Todo lo que no sea facilón para la mente será prohibido una y otra vez. De modo que nosotros también lo estamos.
A ver si subsidian a los malos corderos como lo harán con los malos estudiantes.