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MANIFIESTO POR LA DEROGACIÓN DE LA "LEY DE MEMORIA HISTÓRICA"

MANIFIESTO POR LA DEROGACIÓN DE LA "LEY DE MEMORIA HISTÓRICA"

FORO HISTORIA EN LIBERTAD

 

   Cuatro años después de su promulgación, el “Foro Historia en Libertad” quiere hacer un llamamiento público para conseguir la derogación de la llamada “Ley de Memoria Histórica” (Ley 52/2007, de 26 de diciembre, por la que se reconocen y amplían derechos y se establecen medidas a favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la Guerra Civil y la Dictadura).

 
   Sin responder a una verdadera necesidad en su origen, estimamos que el efecto de dicha medida ha sido ahondar las diferencias entre los españoles, resucitar odios ya caducados y reabrir unas heridas que estaban cicatrizadas hace mucho tiempo. Todo ello porque su espíritu está presidido por un afán de revancha que falsifica el proceso histórico en sintonía con necesidades políticas que nada tienen que ver con la Historia.
 
   Como no pueden elevarse a “verdad histórica” —a través del BOE— cuestiones que están sujetas a la opinión de los profesionales de la materia, el Foro Historia en Libertad rechaza por principio que cualquier parlamento u organización ajena a las instancias históricas o intelectuales se atribuya competencias sobre la materia. Tampoco podemos compartir las presiones que se han dirigido hacia instituciones de esta naturaleza como la Real Academia de la Historia.
 
   A diferencia de otras posiciones que no compartimos, no es nuestra intención prescribir el olvido como actitud de los españoles ante el pasado. Bien al contrario, pretendemos que se recuerde la Historia, eso sí, con dos puntualizaciones necesarias: que ésta se asuma íntegramente, y no desde una perspectiva de parte; y que el pasado no forme parte del debate político sino que permanezca en los términos que corresponden a su naturaleza.
 
   El anterior Gobierno y sus socios parlamentarios crearon la ficción de que el sistema político vigente enlaza con la presunta legalidad de la II República, soslayando el verdadero origen de la presente situación. Y en algún aspecto se lograron reproducir determinados caracteres sectarios y totalitarios de dicho régimen republicano que han amenazado con renovar alguno de los más desgraciados episodios de nuestra historia contemporánea.
 
   Zanjada dicha pretensión en las urnas el pasado 20 de noviembre, estimamos que no habrá regeneración posible ni España logrará salir de la profunda crisis en que se encuentra (y que va mucho más allá de lo económico) si —entre otras medidas— no se procede a la puesta en marcha de los cauces parlamentarios que permitan la inmediata derogación de la mal llamada Ley de Memoria Histórica.
 

   Además, para evitar una continua inercia en los criterios aplicados en este terreno, proponemos que se den los pasos necesarios para que los usos públicos de la historia sean objeto de una legislación de acuerdo con lo que ocurre en los países de nuestro entorno, de manera que las iniciativas gubernamentales al respecto queden al margen de las consignas de los partidos y no se permita una restricción a las libertades públicas que vaya más allá de la protección de los derechos de la verdad y del honor.


Foro Historia en Libertad
historiaenlibertad@hotmail.es

EQUIDAD (epieikéia), LA EXCEPCIÓN ANTE LA LEY

EQUIDAD (epieikéia), LA EXCEPCIÓN ANTE LA LEY

Alberto BUELA

 

   Cuando algo no se tiene claro en filosofía lo primero que se recomienda es comenzar por la cuestión del nombre, el quid nominis, qué es lo que significa el término.

   Equidad, una palabra cada vez más en desuso, proviene del latín aequitas que es la traducción del término griego epiéikeia. Vocablo constituido por el prefijo épi= alrededor de, sobre, acerca de, y el verbo éiko= semejar, ser conveniente, estar bien, cuyo participio presente eikós significa: parecido, semejante, conveniente, razonable, natural verosímil, vemos entonces como todos estos conceptos se pueden resumir en el término “equitativo”.

   Aristóteles, siempre Aristóteles, fue el primero que se detuvo a pensar sobre la equidad, y en su principal obra sobre el obrar humano, La ética nicomaquea, afirma: “Lo equitativo es una corrección de lo justo legal= tò  nomikón” (1137 b 13). Y en  La Retórica lo confirma cuando sostiene que: “Lo equitativo es aquello justo que está más allá de la ley escrita= parà tón gegramménon nómon” (1374 a 28).

 

   Como la ley considera lo que se da las más de las veces, el legislador busca encontrar una expresión universal pero sabiendo va a haber excepciones a la ley, ya sean errores o casos no contemplados, porque no es posible abarcar todos los casos en su singularidad; entonces interviene la equidad.

   Ahora bien, la equidad no surge por una falencia de la ley o un error del legislador, sino que está fundada en la naturaleza de la cosa, pues así es la materia concerniente a las acciones de los hombres. Es que el obrar humano se mueve en el plano de lo verosímil, de lo plausible, de la contingencia y no podemos exigirle a él la exactitud matemática, sino a lo sumo el rigor moral de hacer el bien y evitar el mal.

   La equidad viene a socorrer a la ley y corregir su omisión en los casos singulares. “Y ésa es la naturaleza de lo equitativo: ser corrección de la ley en tanto que ésta incurre en omisiones a causa de su índole general” (1137 b 26-27).

   Así lo equitativo siendo lo justo es mejor que lo justo “relativamente”, en la aplicación de los casos particulares, pero no es mejor que lo justo “absolutamente”. Lo justo es aplicable al género mientras que lo equitativo a cada una de sus especies.

   Como todo no se puede legislar, existen infinidad de cosas y situaciones que no se pueden someter a la ley. Para ello los gobiernos cuentan con los “decretos”, que a diferencia de la ley= nómos, que es de carácter general, se aplican a una situación o caso singular. El hombre equitativo, el spoudaios, no se atiene a la rigidez de la ley sino que va más acá o más allá y cede en orden al castigo fijado por la ley,  buscando la indulgencia y diferenciando entre el error, el acto desafortunado y el acto injusto, pero teniendo siempre “a la ley como defensora” (1138 a 2). La equidad no deroga la ley, sino que aprovecha el propio pliegue o resquicio no contemplado por la universalidad de la ley. Es un correctivo a la justicia legal.

 

   Para la jurisprudencia romana, la aequitas  era la moderación del rigor de la ley por causas éticas, políticas o culturales, mientras que para la patrística cristiana era la  moderación por causas o motivos de caridad y misericordia.   

   Para la teólogos escolásticos medievales era la justicia supralegal, sobre lo especial y excepcional. Retoman, en cierta medida, la visión griega clásica con el adagio: summun ius, summa inuria, mientras que para la ciencia jurídica moderna, es la interpretación de la ley, caracterizada por un máximo de libertad y flexibilidad.

   Para el denominado iusnaturalismo contemporáneo, es la justicia natural, o derecho justo, mientras que para la jurisprudencia anglosajona, la equidad, es un cuerpo especial de la norma jurídica consuetudinaria.

   La equidad es una virtud,  que como tal, es considerada como un término medio entre dos extremos opuestos, sea por exceso o sea por defecto. Así por exceso desemboca en la permisividad y por defecto, no tiene nombre ese vicio. Pero como toda virtud moral no se encuentra en un término medio matemático, la equidad se encuentra más inclinada hacia la permisividad que hacia el rigor. “Ser indulgente con las cosas humanas es también de equidad”  (Retorica, 1374 b 11).

 

   En el 2002 el máximo representante de los liberals norteamericanos, John Rawls, publicó un libro titulado Justicia como equidad en donde responde a las críticas a su libro Teoría de la justicia de 1971. Allí sostiene que sólo el socialismo democrático o liberal pueden constituir una sociedad equitativa, el resto de las opciones contemporáneas violan elementos o principios de justicia. “Los individuos bajo un velo de ignorancia eligen el principio de igual trato” (sic).

   El esfuerzo teórico de Rawls, si bien loable, no supera la ideología del igualitarismo liberal nacido hace doscientos años y que se resuelve en una vacía formalidad de ordenanzas y decretos, que nos recuerdan “el como sí” de la máxima kantiana.

   La equidad no se funda en la igualdad de trato, ni en la igualdad de oportunidades ni en la igualdad ante la ley, sino que tiene su fundamento en el spoudaios, en el hombre íntegro, noble y cabal que como tal se alza como norma del obrar humano, incluso sobre la ley misma en aquello que falla. Y es en la formación de este tipo de hombre en que radica la mayor y mejor equidad de nuestras sociedades.

 

   Surge aquí una vez más la clara distinción entre aquellos, como Rawls y Kant que privilegian el deber sobre el bien, y así para ellos el hombre es bueno o equitativo (en este caso) cuando realiza actos buenos, esto es, actos que debe realizar. En cambio para otros, aquellos que privilegian el bien, el hombre realiza actos buenos porque ya es bueno, este hombre no obra por deber sino por inclinación de su propia índole, que se fue formando a través de su tiempo de vida, principalmente en la niñez y juventud. (Siempre hay que recordar el viejo dicho criollo: Burro viejo, no agarra trote).

 

   La pregunta por el bien es más amplia que la pregunta por el deber, puesto que no podemos saber qué hacer si no sabemos qué es el bien. Así como posee mayor jerarquía moral un “hombre bueno” que un “buen hombre”, pues este último hace lo que debe hacer, mientras que aquél va más allá del deber y la justicia.

   Esta disyuntiva fatal se nota en forma evidente en la vida espiritual cuando erróneamente se exige a todos igual capacidad de sacrificio y privaciones, por el deber de realizarlas. Cuando en realidad, en la vida del espíritu cada uno tiene su tope o maximum y no se le puede exigir más pues, de lo contrario, fracasan y terminan abandonando la tarea propuesta y malográndose personalmente. Cuántas vocaciones laudables se han fracasado por un rigorismo moral inadecuado a la naturaleza del postulante. Y cómo ello ha funcionado como fuente del resentimiento espiritual que, en la práctica, no tiene cura.

   En la vida del espíritu es donde más y mejor se nota la desigualdad entre los hombres. Es donde se pone de manifiesto que, no sólo somos personas: seres singulares e irrepetibles, morales y libres, sino que además tenemos distintas jerarquías. La plenitud de uno puede ser mínima pero es plenitud (una copa pequeña pero llena hasta el tope) y la plenitud de otros puede ser mediana o máxima pero es plenitud (copas más grandes pero hasta el tope). De lo contrario se fracasa por exigencia en exceso.

   Esto está magníficamente reflejado en el grito desesperado de Salieri, aquel oscuro músico que se comparaba con el genio de Mozart cuando arrojando el crucifijo al fuego, grita: “Toma, por qué me has dado la vocación y no los talentos”.

   El hombre equitativo es el que aúna en sí: talento y vocación para llenar el vacío que dejo la universalidad de la ley en el caso singular. Funciona así como criterio de los actos para los cuales la ley es insuficiente.

 

   Para aquellos que privilegian el deber, el hombre es bueno cuando realiza actos buenos, esto es, los actos que debe realizar. En cambio para los otros, los que privilegian el bien, el hombre realiza actos buenos porque es bueno, este hombre no obra por deber sino por inclinación de su buena índole.

   Al respecto, alguna vez comentando el mito platónico de Giges hemos sostenido que: “Esta teoría (la de la justicia, la del obrar por deber) tiene una limitación, y es que muchas veces y en muchas ocasiones, el hombre honrado para ser justo, para seguir siendo “buen hombre” debe ir más allá de la justicia, hecho no contemplado por John Rawls. Así por ejemplo, quien se deja calumniar sin defenderse para no traicionar la confianza de un amigo. Quien no vuelve la espalda a un hombre injustamente perseguido y la da cobijo. Quien da consejo en una disputa familiar a riesgo de ser odiado por ambas partes. Quien paga una deuda de un hermano o de un amigo sin tener obligación de hacerlo. En todos estos casos, aquel “buen hombre” se transforma en un “hombre bueno”.” [1]

   Este ejemplo nos muestra objetivamente cómo la pregunta por el bien es más amplia que la pregunta por el deber, puesto que no podemos saber qué hacer si no sabemos qué es el bien.

 

 

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[1] Buela, Alberto: Los mitos platónicos vistos desde América, Ed. Theoría, Buenos Aires, 2009, p. 28

 

DESDE LAS PÁGINAS DE "LA GACETA" SE INSULTA A LOS VOLUNTARIOS DE LA DIVISIÓN AZUL

DESDE LAS PÁGINAS DE "LA GACETA" SE INSULTA A LOS VOLUNTARIOS DE LA DIVISIÓN AZUL

Francisco TORRES GARCÍA (*)

 

   En su edición del domingo seis de noviembre, el diario del grupo Intereconomía, La Gaceta, que dirige el periodista Carlos Dávila incluía un artículo a toda página dedicado a la División Azul firmado por el profesor José Luis Rodríguez Jiménez, bajo el ya de por sí insultante título de “Ni Azul ni de Voluntarios”. Todo ello después de que La Gaceta, como otros medios, ignorara el reciente Congreso Internacional de Historiadores celebrado en la Universidad San Pablo-CEU, en el que participaron todos los expertos, a excepción de Rodríguez Jiménez, nacionales o extranjeros, que han investigado o están investigando sobre la presencia de los voluntarios españoles en el frente ruso.

    En la inauguración de dicho Congreso el general Agustín Muñoz-Grandes, hijo del primer jefe de la División Azul, afirmó que aun peor que una mentira es una verdad a medias y que, por tanto, es preciso denunciarla y evitar que se extienda. Parece como si Carlos Dávila, director de La Gaceta, le hubiera oído pero no escuchado aprestándose a poner su medio al servicio de esa “verdad a medias” o “mentira con algunas dosis de verdad” que practican autores como Martínez Reverte o Rodríguez Jiménez.

   A nadie que conozca la bibliografía existente sobre la División Azul le pueden sorprender las tesis de Rodríguez Jiménez, autor de un libro de escasa difusión, que ha acabado en los mercadillos de saldo, significativamente titulado “De héroes e indeseables. La División Azul”. Texto lleno de errores, prejuicios, desenfoques, desconocimiento y manipulación de las fuentes que más debiera causarle sonrojo que orgullo pero que, a buen seguro, le permitió escalar posiciones académicas.

    ¿Por qué La Gaceta, diario que blasona de representar a quienes se sienten “orgullosos de ser de derechas”, según reza la propaganda de Intereconomía, encargó un artículo sobre la División Azul a un escritor cuyas tesis mejor cuadrarían en las páginas de Público? ¿Por qué La Gaceta, diario “orgulloso de ser de derechas”, ha cedido sus páginas para difundir las tesis de la izquierda y vituperar de paso a miles de españoles? No lo sé, pero me consta que más de un divisionario o un familiar de los mismos sintió ganas de vomitar cuando leyó el artículo de La Gaceta. Periódico que, a buen seguro, alguno ha dejado de comprar.

 

   Para el artículo publicado en La Gaceta, la División Azul no estuvo compuesta por falangistas/derechistas voluntarios; alguno hubo –nos ilustra- pero fueron una minoría. Por el contrario, lo que sí abundó, según tan docta opinión, fueron los jóvenes de clase baja (¿de dónde ha sacado este dato el articulista?¿qué estudio socioeconómico ha realizado para establecer tal aserto?) obligados a ir por el Ejército, reclutados a la fuerza en los cuarteles, desafectos al régimen, hijos de fusilados o de prisioneros republicanos recién liberados… Eso sí, José Luis Rodríguez Jiménez ha tenido cuidado a la hora de no reproducir su tesis de que los mandos militares fueron a Rusia por ambición, para ganar ascensos y pasta, no fuera a ser que por eso no pasara La Gaceta. Y, sólo veladamente, nos ha dicho que los voluntarios fueron a Rusia para ganar dinero. Con ello pretende ocultar algo fundamental: la existencia, en aquellos años, de una poderosa y fuerte ideología anticomunista que consideraba al comunismo como el enemigo natural de la civilización occidental y cristiana, como un régimen antihumano que era preciso eliminar. Y es que para la mentalidad progresista no es admisible que existieran jóvenes que voluntariamente quisieran ir a luchar y morir para poner punto final al comunismo. Precisamente eso es lo que molesta de la División Azul.

   El artículo de José Luis Rodríguez Jiménez, que es preciso contestar y denunciar, está lleno de verdades a medias. Esas “verdades” que acaban falsificando y manipulando la historia. Pongámoslas en evidencia y juzgue el lector el grado de colaboración de La Gaceta en esa falsificación y en el menosprecio o el desprecio que sobre la División transmite el autor en las páginas de dicha publicación:

 

a) Comienza el articulista menospreciando o despreciando a la unidad militar española, cuando por el volumen de efectivos que poseía y por su propia estructura se aproximaba más a un Cuerpo de Ejército que a una División, tal y como ha demostrado con profundidad y documentación el profesor Carlos Caballero.

 

 b) Nos dice a continuación, extendiendo la insidia del menosprecio, que la División no participó en “ninguna de las rupturas del frente” siendo utilizada por “el mando alemán en pequeñas escaramuzas ofensivas”, y “sobre todo en la defensa de un frente estacionario”, entre 1941 y 1942.  Lo único que revela tamaña interpretación es lo ayuno que está Rodríguez Jiménez en lo referente al análisis militar de las operaciones en los sectores de los frentes de Leningrado y el Voljov. No conoce la historiografía soviética donde esas “escaramuzas ofensivas” se convierten en la “ofensiva/batalla Tikhvin-Volkhov”, que se saldó con la derrota alemana y que salvó a Leningrado de caer en diciembre de 1941, por que lo mínimo que se puede pedir a un “historiador” es  que conozca en líneas generales la consideración que los soviéticos dan a estas operaciones en su oficial historia de la Gran Guerra Patria. En esas operaciones la División Azul fue una de las puntas de lanza de la ofensiva general del Grupo de Ejércitos en que se encontraba integrada. Siete días después de llegar al frente, la unidad española ya participaba en esta gran operación. Es evidente que Rodríguez Jiménez desconoce también lo que en realidad fue la continuada batalla que se libró en torno a la ciudad entre 1941 y 1943 y no ha leído las obras del máximo experto en esos combates, David M. Glantz. Lo que desde aquí le recomiendo que haga.

 

 c) No contento con el desprecio o el menosprecio nos precisa que la División Azul se dedicó en el frente de Novgorod a buscar y capturar guerrilleros rusos.  No cabe mayor insulto a la sangre derramada, al heroísmo de los españoles. Precisemos: tras la derrota alemana en Tikhvin los soviéticos tenían como objetivo recuperar Novgorod, la ciudad defendida por los españoles, lo que se encargó al 52º Ejército soviético. Muñoz Grandes se comprometió a defender sus posiciones hasta la muerte y demostró que estaba dispuesto a realizarlo. El tanteo realizado por los soviéticos sobre las posiciones españoles se saldó con un fracaso para el Ejército Rojo por lo que el asalto no se produciría directamente sobre la División Azul sino en sus flancos. La División Española, pese a sus bajas, era un 30% más potente que cualquier unidad alemana. Los españoles cedieron fuerzas, una y otra vez, a las unidades germanas próximas o acudieron en socorro de las mismas solventando situaciones tácticamente graves. Ni era, como con ignorancia afirma Rodríguez Jiménez, un frente estático ni los españoles se dedicaban a cazar partisanos.

El intento soviético se saldaría también con una derrota. La penetración del Ejército Rojo, iniciada a mediados de enero de 1942 chocará con la resistencia española en Kretschewizy (un regimiento español frena a la 125ª División de fusileros) y después los españoles acuden en socorro de los alemanes en Mal Samoschje; por esta acción el II Batallón del 269º Regimiento español obtendrá la Medalla Militar Colectiva (el profesor Rodríguez Jiménez y La Gaceta deben repasar lo que eso significa). Los españoles, al norte de sus líneas, van a participar en lo que se conoce como “la bolsa del Voljov” que permitirá el aniquilamiento de 9 Divisiones de Infantería, 6 Brigadas de Infantería y parte de una Brigada blindada, con pérdidas de unos cien mil hombres para los soviéticos. Probablemente una “operación sin importancia” para el autor del artículo.

 

d) Concluye Rodríguez Jiménez su síntesis bélica, que tiene como objetivo mostrar la irrelevancia militar de a División Azul, diciéndonos que después de “cazar partisanos”, la mandaron a uno de los sectores del asedio de Leningrado. Se olvida otra vez de contarnos que se envió a la División a un punto clave de ese frente; con la misión de ser punta de ruptura en el asalto final a la ciudad diseñado por von Manstein. Sector clave también para los soviéticos que lo considerarán punto de ruptura de su ofensiva. Ofensiva a la que se enfrentarán los españoles en Krasny Bor. Pero esto no cuadra en las tesis de Rodríguez Jiménez y por eso lo oculta.

 

e) Nos dice Rodríguez Jiménez que la División no fue azul -con mala y confusa redacción por cierto- porque, entendemos al leer, sólo una cuarta parte de los efectivos tenían un “ideario fascista”. ¿Cómo llega a tan curiosa conclusión? Dejemos a un lado que, en su libro, madre del artículo, Rodríguez Jiménez no nos explica de dónde saca tan curioso dato y cómo ha medido la identidad ideológica de los voluntarios. Ningún estudio global -imposible hacerlo de 45.000 voluntarios- ni local –a excepción del que yo mismo he realizado- ha entrado en tan fundamental cuestión. Vayamos a la documentación. Lo único que el profesor Rodríguez Jiménez sabe es que las Jefaturas de la Falange facilitaron un total de 23.442 hombres. Aplicando la matemática elemental no son el 25% sino, en realidad, algo más del 58% del total, porque tenemos que descontar a los jefes, oficiales y la mayoría de los suboficiales, pero no es necesario recordar que muchos de ellos también eran falangistas. Cierto es que no todos podían ser falangistas o derechistas, pero sí en volúmenes que podrían situarse, como mínimo, entre un 80% y un 90%. Ahora bien, si a ello sumamos a los excombatientes del Ejército Nacional o a los posteriores afiliados a la Hermandad de la División Azul podríamos situarnos en cifras superiores al 95%. Pero es que, además, en los cuarteles, haciendo la mili, también estaban miles de falangistas/derechistas que se alistaron para ir a Rusia por efecto del mismo impulso que hizo alistarse a los que estaban fuera de los cuarteles. Estos datos parciales, no los generales, salen del estudio de una muestra de más de mil divisionarios, los del profesor Rodríguez Jiménez de la especulación. Es más, lo que nos dicen los expedientes de los divisionarios es que muchos de los que no encontraron plaza en 1941 se fueron desde un cuartel militar al incorporarse al servicio militar los reemplazos de 1942 y 1943.

 

f) Nos dice el profesor Rodríguez Jiménez, sin aportar en su estudio más documentación que la anécdota,  que al faltar los voluntarios, el Ejército presionó a los cuarteles para que forzaran a la tropa a ir. Sin embargo, lo que nos dice la documentación militar de la Comandancia General de Baleares y de la Capitanía General de Sevilla es que las unidades remitían, sin mayor problema, los partes diciendo “no hay voluntarios para la División”. Lo que revela el estudio, que Rodríguez Jiménez no ha realizado, de los Batallones de Marcha (compuestos por los voluntarios que partieron hacia el frente entre 1942 y 1943), es que la composición es muy diversa y que no se puede afirmar que la Milicia dejara de aportar hombres, porque lo hizo de forma similar o superior al Ejército en muchos de los Batallones, incluyendo los últimos. Lo que también nos dice ese estudio es que en la inmensa mayoría de las unidades militares, en los cuarteles, se trata de alistamientos individualizados o de muy pocos voluntarios que desmienten las fábulas de compañías enteras enviadas a Rusia o de procedimientos como elegir a uno de cada tres o cinco de formación. Tesis que La Gaceta avala porque ha entresacado y destacado del texto la frase: “las plazas no cubiertas por voluntarios las ocupaban soldados elegidos a dedo”. Lo que el profesor Rodríguez Jiménez ignora es que los cupos dejaron de existir a partir de marzo-abril de 1942. Lo que el profesor Rodríguez Jiménez ignora, porque no ha revisado la documentación, es que en fechas tan tardías como marzo de 1943 (la División se retiró en octubre de ese año) muchas de las Jefaturas de la Milicia falangista rechazaban a aquellos voluntarios que no ofrecían suficientes garantías, pero lógicamente, no en todos los casos, dada el escaso lapso de tiempo que tenían podían comprobar la idoneidad de todos los voluntarios.

 

g) Ni en su estudio ni en su artículo el profesor Rodríguez Jiménez documenta, más allá de la anécdota, la existencia de esos obligados sacados de las cárceles, recién liberados de las prisiones, hijos de fusilados, etcétera que él pretende convertir en tipología del voluntario. Sin base documental sus deducciones son pura especulación: “como en 1943 se liberó a muchos presos pues se alistaron a la División”, nos viene a decir. ¿Dónde están los listados? ¿Dónde está el estudio en el que se basa esa afirmación? Porque Rodríguez Jiménez y quien esto suscribe hemos manejado, teóricamente, la misma documentación.

 

h) El articulista, como tantos otros autores, lo que hace es proyectar sus prejuicios y evaluar a los voluntarios según su código. Así, por ejemplo, en su libro insiste en la aparente condena moral por la existencia de casos de enfermedades venéreas (tener este tipo de enfermedad hacía a un voluntario “indeseable” para la misma). Y vuelve a manejar la condena moral esgrimiendo unas listas sobre indeseables que confunde y sobredimensiona porque el que suscribe se ha tomado la molestia de revisarlas y sus conclusiones distan de las de Rodríguez Jiménez. Precisemos y expliquemos, que es lo que no hace Rodríguez Jiménez: el término “indeseable”, militarmente hablando, es la constatación de que un soldado no tiene las condiciones idóneas para cumplir con la misión encomendada a la unidad. Así se podía, de hecho lo era, ser válido para estar en la Legión y no para estar en la División Azul. Precisemos: la División Azul estableció, sorprendentemente, “el derecho de admisión” y devolvió a todos aquellos voluntarios que no consideraba idóneos. Y en ese grupo, los que Rodríguez Jiménez denomina “desafectos” eran una minoría muy minoritaria, una individualidad y no una generalidad.

 

i) Yo he revisado la misma documentación que el profesor Rodríguez Jiménez y ni su número es correcto ni su interpretación es exacta. Cualquiera que ojee, sin profundizar mucho, la documentación observará, por ejemplo, que para ser “indeseable” bastaba con que alguien escuchara a un voluntario que se tira días y días hacinado en un tren para llegar hasta el campamento base en Alemania protestar; o, simplemente, que alguien pusiera en duda, en 1943, la posible victoria alemana, por no hablar de aquellos que fueron rechazados o devueltos por tener malas referencias morales (un caso se refiere por ejemplo a que convivía con una mujer sin estar casado) o los que en el informe se anota como nota desfavorable que blasfema o que bebe. Y es que los mandos de la División eran muy exquisitos a la hora de admitir voluntarios. Pero vayamos a la intrahistoria ilustrando al lector, y al profesor Rodríguez Jiménez, con algunos casos:

 - César, un “vago incorregible” de la División originaria. Nos vamos a su expediente y nos encontramos con un joven falangista, que en “zona roja” es movilizado y tiene que ir al Ejército Republicano, que en cuanto puede se pasa a las filas nacionales, que hace toda la guerra, que gana numerosas condecoraciones, entre ella la Medalla de Sufrimientos por la Patria. Un “indeseable” para Rodríguez Jiménez.

-Jesús, Guardia de Asalto en la zona republicana, alistado en un cuartel en octubre de 1943, cuando la División prácticamente iba a ser retirada. Aparentemente uno de los “republicanos” alistados a la fuerza según Rodríguez Jiménez. En realidad Vieja Guardia de la Falange.

-Ginés, un agricultor, afiliado a la UGT, voluntario durante la guerra civil en las milicias socialistas que se fue voluntario al frente tras desempeñar funciones de retaguardia y que -¡sorpresa!- se pasa a las filas del Ejército Nacional y gana la Cruz Roja, la Cruz de Guerra y una herida en el ojo izquierdo de consideración. En febrero de 1942, con sus medallas y heridas como recomendación, dejando mujer e hijo de corta edad en España, se alistó en la División Azul.

-Juan, un joven, con antecedentes de estafa y, probablemente, estraperlo (ganar dinero en el mercado negro) se alista. Está claro que es un “indeseable” según Rodríguez Jiménez. He aquí que cuando escarbamos nos encontramos a un falangista hermano de un Vieja Guardia que dejará su vida peleando heroicamente en Rusia.

 

   Alguien debería recordar que, luchando en la División Azul, cinco mil españoles dejaron su vida en los campos de Rusia. Españoles que, según Rodríguez Jiménez en su artículo en La Gaceta, ni existieron, porque en realidad estuvieron de vacaciones en un “frente estático” dedicados a perseguir partisanos y participar en escaramuzas. ¿Y por qué no existen en el artículo? ¿Por qué el menosprecio a su actuación como fuerza de combate? Por una razón elemental, porque una unidad como la española, que realizó hazañas increíbles, entre ellas una de las más bellas y heroicas de las II Guerra Mundial; que se desangró en el Voljov, en la Intermedia, en Sinyavino y en Krasny Bor; que combatió en condiciones durísimas y que tuvo un número inexplicablemente bajísimo de desertores; que según los datos de su sección jurídica fue altamente disciplinada, difícilmente hubiera alcanzado el prestigio y la gloria militar que se deriva de sus condecoraciones sin tener una alta moral de combate. Moral que no hubiera tenido jamás una unidad compuesta, como nos quiere transmitir Rodríguez Jiménez con la bendición de Carlos Dávila, por indeseables, voluntarios forzados y mercenarios.

 

 

(*) Francisco Torres García es Catedrático de Instituto, profesor de Geografía-Historia, autor de "La División Azul. 50 años después", y en colaboración con Ángel Salamanca la obra "Esclavos de Stalin. El último combate de la División Azul". En breve aparecerá su obra "Las Lágrimas Azules. El frente y la retaguardia de la División Azul". 

EL IMPERIO PERDIDO

EL IMPERIO PERDIDO

José Luis ONTIVEROS

 

   “¡Maldito el día en que renegamos de España y nos entregamos a los yanquis!”,  frase profética de Don Lucas Alamán y de los mexicanos patriotas que vieron en la fratricida, sanguinaria, estúpida, interminable, falsa guerra de independencia, la mejor manera de autodesintegrar el poder del virreinato de Nueva España, la joya de la corona de los reinos de América.

       Y hay que aclarar tanto mi radical repudio a celebraciones fratricidas como mi rechazo a la actual España depredadora de las trasnacionales, de la banca, mendiga-otanesca y mono de loseurópidos.

      La historiografía liberal-fracmasónica, que ha sido rasgo en una tiranía del pensamiento único, ha construido una mitologización sobre la independencia, mejor dicho de dependencia hacia Estados Unidos, y la figura portentosa y visionaria de su Majestad Imperial Agustín I.

          Por principio, es mejor formar parte del  Imperio español que ser una colonia bananera como es el caso patético de la aldea Tenochca, sumida en ritos antropófagos. Y si bien es cierto que prefiero, y con mucho, el arquetipo femenino español que las regordetas mexicanitas tragadoras de tacos, la postura sobre el proceso de absorción, mal llamada independencia, hacia EU, en una serie de degradaciones sucesivas que costaron el despojo por EU de más de la mitad de la parte más rica del territorio en 1847 y la imposición política -en el colmo de la abyección de sus instituciones- afán  plasmado en aquello de “Estados Unidos Mexicanos” gringadera mayor, lo importante es analizar cómo Don Lucas Alamán, malqueriente del gran Iturbide, advierte que la guerra de castas, la imitación servil de la Ilustración que practicó el vejete de Hidalgo, quien en Guadalajara se hizo nombrar “Alteza Serenísima”, rodeado de criollos privilegiados, todos los cuales juntos no formaban un solo cerebro, iba a provocar una larga carnicería de debilitamiento y desastre, sin tener un plan político que pudiese dar cohesión al “Águila del Septentrión”, al poder imperial de México, fundador de Filipinas, explorador de Alaska, defensor hispánico en las Antillas de la piratería británica y francesa, factor decisorio en Perú, logro máximo de la arquitectura, centro de cultura, pintura, música, bibliotecas conventos, caminos, metrópoli de América del Norte que sería destruido por unos falsos independentistas miméticos que babeaban con la Ilustración y seguían “las luces” de Nueva  Orleans, a falta de las “mariposas equivocadas” de Nueva York.

 

   Don Lucas Alamán previó que la falsa guerra de independencia sería terrible y demoledora, que a sus rasgos de crueldad inaudita, que activaron los atavismos prehispánicos y sus ritos de sevicia, tendría como fruto podrido un único resultado: la precipitada pérdida del poder imperial y el ser subsumidos por EU, al punto de perder toda originalidad.

            Argumenta Alamán que la tradición prehispánica es monárquica y que ésta es la “forma natural y armoniosa de organización social entre los mexicanos”, y que cada pueblo deber marcar su propio genio. En tal sentido no es conveniente aplicar fórmulas extranjeras que dispersen la unidad y nos enfrenten en facciones como ocurriría en el s.XIX. Su Majestad Imperial Agustín I fue la única figura que pudo rescatar a la independencia de su potencial destructor con el Plan de Iguala, obra de articulación política, pero su sangre bendita fue derramada en Padilla, y como advirtió Don Lucas Alamán: “no se extrañen de ver ondear en el Palacio de los virreyes la bandera yanqui: es el castigo que merecemos por  nuestra falsa independencia”.

DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA Y ORDEN ECONÓMICO

DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA Y ORDEN ECONÓMICO

Mario MENEGHINI

 

   Nos corresponde reflexionar sobre la Doctrina Social de la Iglesia (DSI), que es, según el Cardenal Martino, “el secreto mejor guardado de la Iglesia Católica”[1]; precisamente, Renato Martino preside el  Pontificio Consejo Justicia y Paz que redactó el  Compendio de esta rama de la teología moral.

   El Compendio dedica su capítulo séptimo a la Vida Económica, que comienza señalando las dos posturas del Antiguo Testamento frente a los bienes económicos y la riqueza[2]: la primera, considerando una bendición de Dios la disposición de los bienes materiales necesarios para la vida; la segunda, condenando los bienes económicos y la riqueza cuando hay mal uso. En consonancia con el antecedente bíblico, la DSI enseña que la economía posee una connotación moral, en lo que se diferencia sustancialmente con las teorías contemporáneas más conocidas.

   Es que, desde el Renacimiento, la ética dejó de vincularse con la economía, en un proceso que llega a expresar, con Keynes: Por tanto, después de todo, las tasas reales de ahorro y gasto totales no dependen de la precaución, la previsión, el orgullo o la avaricia. La virtud y el vicio no tienen nada que ver con ellos[3].

   En una conferencia, el entonces Cardenal Ratzinger,  criticó la perspectiva  de Adam Smith de que: “cualquier acción moral voluntaria contradice las reglas del mercado[4]. Por el contrario, las reglas sólo funcionan cuando existe un consenso moral que las sostiene. Pues si el individuo carece de una regulación moral adecuada, tiende a subordinar a sus intereses egoístas el uso de los bienes que posee. Este egoísmo -alentado por el individualismo- trae aparejada toda clase de abusos e injusticias. Quien posee tiende a imponer condiciones injustas a quienes no poseen bien alguno, con el objeto de aumentar las propias ganancias, como lo atestigua la historia.

 

   La Iglesia siempre ha defendido, con energía, que la propiedad privada de los bienes materiales es un derecho natural de la persona, cuyo respeto y protección es fundamental para la paz y la prosperidad sociales. En efecto, si el hombre es un ser racional, libre y responsable, la primera proyección de su naturaleza en el campo de los bienes económicos, de los cuales ha de servirse para vivir y alcanzar su plenitud, es precisamente la propiedad privada y personal sobre tales bienes.

   No obstante lo señalado, el derecho de propiedad es un derecho secundario o derivado. De la tendencia natural a nuestra conservación, deriva el derecho de todo hombre a la libre disposición de los bienes necesarios a dicha subsistencia; este derecho es anterior al derecho de propiedad privada sobre los mismos. Esta reflexión pone de manifiesto la gravedad del error liberal, según el cual la propiedad no admite limitación alguna so pena de verse destruida en los hechos. Por el contrario, el orden natural señala que este derecho no es un derecho absoluto sino subordinado a otro aún más fundamental y anterior (MM, 43).

 

   Si el liberalismo fue sensible al hecho de que si se traba la iniciativa privada, no habrá producción abundante de bienes económicos, las corrientes socialistas reivindicaron otra verdad parcial, a saber, que el uso de los bienes ha de ordenarse a las necesidades sociales. El error de ambos planteos, es haber desconocido que ambas afirmaciones no son excluyentes sino absolutamente complementarias.

 

   Tales situaciones parten del desconocimiento de la función social de la propiedad. Este concepto complementa y equilibra la función personal antes explicada. Siendo la propiedad un derecho derivado, su ejercicio efectivo ha de ordenarse no sólo a la satisfacción de las necesidades individuales, sino también al bien común de la sociedad política. Los bienes de los particulares deben contribuir a solventar todas aquellas actividades y servicios de utilidad común, que son indispensables a la buena marcha de la sociedad. Ello requiere una justa distribución de los ingresos, cuyo arbitraje supremo deberá ser ejercido por la autoridad política. Por eso, Juan Pablo II, en el discurso inaugural de la Conferencia Episcopal de Puebla (1979), afirmó que sobre toda propiedad privada grava una hipoteca social.

 

   En el orden nacional, el Estado deberá cuidar que todos los miembros de la comunidad reciban y puedan obtener con facilidad, los bienes necesarios. Y sobre los superfluos, podrá orientarlos cuando vea que la distribución no se hace con la debida facilidad, a través de la aplicación por parte de los mismos propietarios, al fin social. Cuando el propietario descuida el compartir sus bienes o la discreción en el uso de los mismos, la sociedad tendrá derecho a intervenir en defensa de la destinación universal de los bienes. De aquí nace la función rectificadora del Estado acerca de la propiedad privada.

 

   No basta, por cierto, reconocer jurídicamente el derecho de propiedad, sino se verifica en la realidad el derecho a la propiedad (MM, 113). Hoy, más que nunca, existe la posibilidad de difundir la propiedad, pues los recursos técnicos y el mayor dominio de los recursos naturales, lo permite, si se aplica una adecuada política económica y social (MM, 115). Pues las relaciones económicas no surgen de hechos fortuitos, sino como resultado de la conducta humana. No hay fatalidad en la economía. Si bien la ciencia económica, posee sus propias leyes y métodos, la economía como actividad humana debe estar subordinada a la política y a la moral, para que sea posible un recto Orden Económico. Recordemos que ordenar es disponer las cosas a un fin; es una operación de la inteligencia, no de la voluntad.

   Desde una perspectiva doctrinaria, podemos mostrar las alternativas que puede presentar un orden económico, según el enfoque intelectual y político que se elija. Seguimos de cerca la clasificación del Prof. Palumbo[5]:

 

i) Algunos consideran que el Orden Económico surge sólo, por interacción de los factores. Es la hipótesis liberal de la “mano invisible”, que va disponiendo las cosas de tal modo que se produce un equilibrio de intereses en el mercado.

     La Iglesia rechaza esta hipótesis, que no se ha verificado nunca en la historia. Por el contrario, considera que:

   “No se puede confiar el desarrollo ni al solo proceso casi mecánico de la acción económica de los individuos ni a la sola decisión de la autoridad pública. Por este motivo hay que calificar de falsas tanto las doctrinas que se oponen a las reformas indispensables en nombre de una falsa libertad como las que sacrifican los derechos fundamentales de la persona y de los grupos en aras de la organización colectiva de la producción.” (GS, 65)

 

ii) Cuando el Orden Económico es diseñado por el Estado y realizado por él mismo, se cae en el estatismo. El párrafo citado anteriormente explica los motivos del rechazo de esta posición, por parte de la Iglesia. La experiencia histórica demuestra que una economía estatizada anula la libertad de los ciudadanos y de los grupos sociales, además de resultar ineficiente en el largo plazo.

 

iii) El Orden Económico diseñado por el Estado, pero realizado por los particulares, con la mayor libertad posible, es el promovido por la Iglesia.

   No corresponde al Estado “hacer” en materia económica, sino “ordenar y coordinar”. La justicia impone los límites a la libertad de los particulares en este campo, así como las cargas que puede imponer la autoridad pública. En efecto:

   “Toca a los poderes públicos escoger y ver el modo de imponer los objetivos que hay que proponerse, las metas que hay que fijar, los medios para llegar a ellas, estimulando al mismo tiempo todas las fuerzas agrupadas en esta acción común. Pero han de tener cuidado de asociar a esta empresa las iniciativas privadas y los cuerpos intermedios. Evitarán así el riesgo de una colectivización integral o de una planificación arbitraria que, al negar la libertad, excluirá el ejercicio de los derechos fundamentales de la persona humana.” (PP, 33)

 

   La economía es principalmente una relación del hombre con las cosas. Pero con un determinado tipo de cosas únicamente, que son las cosas escasas y útiles. Escasez y utilidad, son necesarias para que las cosas tengan valor económico. De esta relación, surge una ley fundamental de la economía que es la Ley de la oferta y la demanda.

   Una cosa, en la medida en que es más necesitada o es más escasa tiende a aumentar su valor, y tiende a disminuirlo en la medida en que es más abundante.

   Lo aberrante del liberalismo no consiste en defender esta ley natural y espontánea de las relaciones económicas, sino pretender que esa tendencia funcione fuera de todo encuadramiento y subordinación a leyes superiores. Que esta ley sea espontánea en la economía, no quiere decir que no se pueda hacer un ordenamiento inteligente de esa tendencia natural.

 

   Existe una segunda ley fundamental de la economía que es la Ley de Reciprocidad en los Cambios, que tiene por virtud ordenar las tendencias espontáneas del mercado al Bien Común, siendo por eso, al mismo tiempo, una ley política. La ley de reciprocidad en los cambios, es la condición o supuesto previo para que la ley de la oferta y la demanda funcione regularmente sin deformar y desequilibrar la economía de una sociedad.

   Esta ley fue expuesta por Aristóteles en el libro V de la Ética a Nicómaco, donde sostiene que debe haber un valor equivalente entre lo que se da y lo que se recibe. Porque si alguien “da más y recibe menos, desaparece su razón para vivir en sociedad[6].

   Por eso, las dos leyes fundamentales de la economía deben funcionar necesariamente juntas, representando: la ley de la oferta y la demanda, la espontaneidad, la vitalidad y la libertad de los intercambios económicos; y la de reciprocidad en los cambios, la armonía de la estructura económica, la justicia social, y el crecimiento sostenido de la economía, libre de dependencias y condicionamientos exteriores.

 

   La Encíclica “Centesimus Annus” considera justo rechazar un sistema económico que asegura el predominio absoluto del capital respecto a la libre subjetividad del trabajo del hombre, y no garantiza el bien común mediante un sólido contexto jurídico. Cuando el capitalismo asume este enfoque, se considera inaceptable.

   Promueve, por el contrario, una sociedad basada en el trabajo libre, en la empresa -entendida como comunidad de hombres- y en la participación. Este tipo de sociedad, acepta el mercado como un instrumento eficaz para colocar los recursos y responder a las necesidades, pero exige que sea controlado por las fuerzas sociales y por el Estado, de manera que garantice la satisfacción de las exigencias fundamentales de toda la sociedad. Cuando el capitalismo responde a esta descripción, se considera aceptable.

 

   La distinción, contenida en el párrafo 42 de la encíclica, no resulta ambigua, pues se encuadra en la diferencia que los especialistas han formulado, entre dos tipos de capitalismo: el anglosajón y el renano[7]. La primera parte del párrafo, señala el capitalismo anglosajón, que, en líneas generales, coincide con el concepto de neoliberalismo. La segunda parte, describe lo que se conoce como capitalismo renano.

   En otra parte de la encíclica (p. 19), el pontífice destaca el esfuerzo positivo que realizan algunos países para: “evitar que los mecanismos de mercado sean el único punto de referencia de la vida social y tienden a someterlos a un control público que haga valer el principio del destino común de los bienes de la tierra.” Luego detalla los aspectos positivos:

 

► una cierta abundancia de ofertas de trabajo;

► un sólido sistema de seguridad social;

► la libertad de asociación y la acción incisiva del sindicato;

► la previsión social en casos de desempleo.

 

   Esta caracterización corresponde, precisamente, al capitalismo renano, que es el sistema económico que tiene vigencia en varios países, en especial: Alemania, Italia y Japón. La mención de este antecedente es importante para que no se tome a la enseñanza social de la Iglesia como a una “utopía” -lugar que no existe-, sino que, al menos parcialmente, coincide con experiencias concretas de la realidad.

 

   Capítulo clave de la doctrina social en materia económica, lo constituye la necesidad de la participación del Estado (CA, p. 15), que debe actuar:

   A) Indirectamente, según el principio de subsidiariedad, pues el orden económico debe estar a cargo de los particulares, salvo en situaciones excepcionales. No corresponde al Estado “hacer”, en materia económica, sino “ordenar” la actividad para que los particulares ejecuten. La acción del Estado debe consistir en: fomentar, estimular, ordenar, suplir y completar, la actividad de los particulares.

La interpretación neoliberal que atribuye al Estado poder actuar sólo por delegación de los particulares, es insuficiente. Lo correcto es que el Estado actúe siempre como gestor del bien común, orientando la economía y, en casos excepcionales, realizando directamente actividades que no pueden ser ejecutadas por los particulares.

 

   B) Directamente, según el principio de solidaridad, para:

► corregir abusos: usura - monopolio, etc., pudiendo usar el instituto jurídico de la expropiación;

► redistribuir la riqueza: aplicando la ley de reciprocidad en los cambios. Mediante, por ejemplo, la política impositiva y la seguridad social.

 

   No es suficiente reconocer el deber de intervención estatal en la economía, es necesario también limitar esa intervención. Pues la regulación estatal no debe anular o afectar gravemente la propiedad y la libertad individuales. Advierte el Papa que “se olvida que la convivencia entre los hombres no tiene como fin ni el mercado ni el Estado, ya que posee en sí misma un valor singular a cuyo servicio deben estar el Estado y el mercado.” (CA, p. 49)

 

   Por eso, la Doctrina Social de la Iglesia no acepta:

   Ni la no- intervención de la autoridad pública en materia económica

   Ni la intervención total.

 

   La doctrina social parte de una actitud realista, que conoce la lucha eterna entre el bien y el mal a que está sometido el hombre, y por ello “valiéndose de todas las aportaciones de las ciencias y de la filosofía, se propone ayudar al hombre en el camino de la salvación.” (CA, p. 54). Como definió Pío XII esta doctrina está fijada definitivamente en sus principios fundamentales, pero se adapta a las situaciones variables a las que debe aplicarse (Aloc. 29-4-1945). Por ello, desde Populorum Progressio hasta la última encíclica social, Caritas in Veritate, ha hecho hincapié en el concepto de desarrollo humano. El desarrollo es algo más que simple crecimiento económico; “es el paso, para cada uno y para todos, de condiciones de vida menos humanas, a condiciones más humanas” (PP, 20). La economía debe estar al servicio del hombre, teniendo en cuenta sus necesidades materiales y espirituales.

 

   Juan Pablo II (CA, 35) advirtió sobre la necesidad de un sistema económico apto para la realidad contemporánea, basado en tres instancias: el mercado, el Estado y la sociedad civil. La solidaridad requiere que todos se sientan responsables de todos; por tanto no se la puede dejar solamente en manos del Estado. Junto a la empresa privada, orientada al beneficio, y los diferentes tipos de empresa pública, deben poderse establecer y desenvolver aquellas organizaciones productivas que persiguen fines mutualistas y sociales. Es lo que Stefano Zamagni llama economía civil: “el conjunto de todas aquellas actividades en las que, ni la coerción formal ni la finalidad del beneficio, constituyen el principio formal de tales actividades. En otras palabras, mientras en los sectores estatal y del mercado privado, el principio de legitimidad de las decisiones económicas está constituido, en un caso, por el derecho de ciudadanía y, en el otro, por el poder de adquisición, en la economía civil está constituido por el principio de reciprocidad[8].

   En las relaciones económicas, “el principio de gratuidad y la lógica del don, como expresiones de fraternidad, pueden y deben tener espacio en la actividad económica ordinaria[9]. Iniciativas concretas, como la denominada economía de comunión, demuestran que es posible que en el mercado actúen personas y grupos que optan por tipos de gestión alejados del mero lucro, sin perjuicio de producir valor económico (CV, 37).

 

   El ya citado Profesor Zamagni, consultor del Consejo Justicia y Paz, y uno de los redactores de Caritas in Veritate, ha cuestionado desde la perspectiva cristiana la tesis de la disminución económica, de Serge Latouche, que como solución a las injusticias del sistema económico actual, propone el decrecimiento[10]. Explica que, etimológicamente, desarrollo significa liberar los rollos, o sea los vínculos que limitan la libertad de la persona; buscar las vías del desarrollo significa amar la libertad. Tres son las dimensiones del desarrollo humano: la cuantitativo-material, la socio-relacional, y la espiritual.  Es verdad que la dimensión cuantitativo-material opaca las otras dos, pero esto no significa que, reduciendo el crecimiento económico se garantice el crecimiento de las otros dos dimensiones. El desarrollo humano exige la armonía de las tres dimensiones: procurando menos bienes materiales, más bienes relacionales y más bienes espirituales. El antídoto al actual modelo no es la disminución económica, sino la economía civil. Mientras la economía política busca el bien total, la economía civil tiene como meta el bien común.

 

   En conclusión, vivimos en una  época, signada por la globalización y enormes injusticias sociales; por eso, el desarrollo humano exige un esfuerzo enorme, al que todos estamos llamados, y obligados moralmente, por lo tanto, no se justifican ni la desesperación, ni el pesimismo, ni la pasividad. “Aunque imperfecto y provisional, nada de lo que se puede y debe realizar mediante el esfuerzo solidario de todos y la gracia divina en un momento dado de la historia, para hacer más humana la vida de los hombres se habrá perdido ni habrá sido en vano.” (SRS, 48)

 

(*) Exposición efectuada en el III Congreso Nacional de Filosofía del Derecho, Derecho Natural, Política y Bioética; en Resistencia (Chaco), 2/4-9-2011.

 

Fuentes:

CA, encíclica Centesimus annus.

CV, encíclica Caritas in veritate.

MM, encíclica Mater et Magistra.

GS, constitución Gaudium et Spes.

PP, encíclica Populorum Progressio.

SRS, encíclica Solicitudo rei socialis.

Garda Ortiz, Ignacio. Seminario “Defensa e ilustración de la libertad económica”; Buenos Aires, Fundación Forum, s/f.

Meneghini, Mario. “Sumario de Doctrina Social”; Córdoba, Escuela de Dirigentes Santo Tomás Moro, 2009.

Sacheri, Carlos. “La Iglesia y lo social”; Bahía Blanca, La Nueva Provincia, 1972.

Widow, Juan Antonio. “El hombre, animal político”; Buenos Aires, Fundación Forum, 1984.

 


[1] Martino, Renato Raffaele Card. Conferencia en Barcelona; cit. en Catholic.net, 17-2-06.

[2] Pontifico Consejo Justicia y Paz. “Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia”; Buenos Aires, Conferencia Episcopal Argentina, 2005, p. 211.

[3]  “Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero” (p. 105); cit. por: Vitta, Carlos – Fior, Santos. “Ética y economía”; Buenos Aires, revista Imagen Profesional, Federación Argentina de Consejos Profesionales de Ciencias Económicas, Mayo de 2011, p. 33/34.

[4] Ratzinger, Joseph. “Economía de Mercado y Ética”; conferencia en la Universidad Urbaniana, noviembre de 1985.

[5] Palumbo, Carmelo. “Guía para un estudio sistemático de la Doctrina Social de la Iglesia”, Bs. Aires, CIES, 2004, pp. 316/323.

[6] Meinvielle, Julio. “Conceptos fundamentales de la economía”; Buenos Aires, Eudeba, 1973, p. 35.

[7] Albert, Michel: “Capitalismo contra capitalismo”, Buenos Aires, Paidós, 1992.

 [8] “Hacia uma economía civil”; Revista Criterio, Nº 2205, octubre 1997.

[9] Caritas in Veritate, nº 36.

[10] Osservatorio Internazionale Cardinale Van Thuan, Newsletter n º 344, 8-4-2011.

ILUSTRACIÓN Y PROGRESISMO

ILUSTRACIÓN Y PROGRESISMO

Alberto BUELA

 

   Sigue siendo el trabajo del filósofo alemán Emanuel Kant (1724-1804) Was ist Aufklärung? (1784) quien mejor ha definido qué es la Ilustración cuando afirmaba: “es la liberación del hombre de su culpable minoría de edad”. Es decir, de su incapacidad de servirse sólo de la razón sin depender de otra tutela, como lo fue la teología para la Edad Media, donde se afirmaba: philosophia ancilla teologíae= la filosofía es sierva de la teología.

   El lema de la Ilustración fue el Sapere aude, el atrévete a saber sirviéndote de tu propia razón. Pero la Ilustración buscando la emancipación del hombre de la teología, los prejuicios y las supersticiones, terminó endiosando a “la Razón” y sus productos: la técnica y el cálculo cuyas consecuencias fueron contradictorias, pues su opera magna fue la bomba atómica de Hiroshima y Nagasaky.

   Luego de tamaño zafarrancho volvió el hombre a ser considerado una isla racional, pero rodeado de un mar de irracionalidades. La sabiduría premoderna volvió a ser considerada. Lentamente se van teniendo en cuenta aspectos fundamentales del ser humano que habían sido dejados de lado por la Ilustración y sus seguidores, y que pertenecían a la demonizada Edad Media. El hombre postmoderno vuelve a zambullirse en las aguas de los problemas eternos. Pero, claro está, con una diferencia abismal: es un hombre sin fe, desesperanzado, nihilista. Nace así il pensiero débole. Pensamiento débil que puede dar razones del estado actual del ser humano pero que no puede dar sentido a las acciones a seguir para salir del actual atolladero.

   Sin embargo, gran parte del mundo intelectual de postguerra sobre todo el vinculado al marxismo, al comunismo y al socialismo continuó en la vía ilustrada, incluso como la Escuela de Frankfurt, quintaesencia del pensamiento judío contemporáneo (Weil, Lukacs, Grünberg, Horkheimer, Adorno, Marcuse, Fromm, Habermas et alii) que sostuvo en síntesis que estábamos mal no porque los productos del racionalismo ilustrado habían mostrado sus contradicciones flagrantes provocando el mal en el inocente, como sucedió con los miles de japoneses nacidos radioactivos y condenados de antemano, sino porque no se habían podido llevar a cabo plenamente los postulados de la Ilustración.

   Los vencedores de la segunda guerra mundial adoptan, con variantes socialdemócratas o neoliberales, el remanente del pensamiento ilustrado pasado por las aguas del Jordán de la Escuela de Frankfurt, poseedora del úcase cultural de nuestro tiempo. Así, su producto más logrado es el actual progresismo.

 

   Por esta razón afirma un buen colega nuestro, que “Quizá sea correcto afirmar que el progresismo es lo que queda del marxismo después de su fracaso histórico como opción política, económica y social y su transitoria (¿o definitiva?) resignación al triunfo del capitalismo. Una suerte de retorno, saltando hacia atrás por encima del bolcheviquismo, al reformismo de la socialdemocracia” [1]. El progresismo ha adoptado como lema “no ser antiguo y estar siempre a la vanguardia”. Como vemos, la resonancia con la Ilustración es evidente.

   Qué comparte, a su vez, el progresismo con el neoliberalismo:

1) La adopción a rajatabla de la democracia liberal, rebautizada como discursiva, de consenso, inclusiva, de derechos humanos, etc.

2) la economía de mercado, a pesar de su discurso en contra de los grupos concentrados, y

3) la homogeneización cultural planetaria, más allá de su discurso sobre el multiculturalismo.

 

   El progresismo es tal, en definitiva, porque cree en la idea de progreso. En realidad el progresismo no es una ideología sino mas bien una creencia, porque como gustaba decir Ortega y Gasset las ideas se tienen y las creencias nos sostienen, pues en las creencias “se está”. Y los progresistas “están creídos” que el hombre, el mundo y sus problemas van en la dirección que ellos van. De ahí, que cualquier contradictor a sus creencias es tomado por “un enemigo”. Es que el progresista al ser un creyente no acepta aprehender, y la única enseñanza que acepta, porque su imposición se le torna incuestionable, es la pedagogía de la catástrofe. Así descubre que hay miles de pobres y desocupados cuando se produce una inundación y que las promocionadas computadoras no funcionan porque en las escuelas rurales no hay electricidad o no hay señal. Una vez más, las catorce cuadras iluminadas por Bernardino Rivadavia, nuestro primer ilustrado presidente (1826), terminaban en el fangal de la cuadra quince donde las jaurías de perros cimarrones devoraban a los caminantes.

   En resumen, el progresismo y la Ilustración comparten la creencia en que la realidad es lo que ellos piensan que es la realidad y no, que la realidad es la verdad de la cosa o del asunto.

 

   El gran contradictor del progresismo es el denominado realismo político (R.Neibuhr, J.Freund, C.Schmitt, R.Aron, H. Morgenthau, G. Miglio), que asume con escepticismo los proyectos teóricos que formulan la posibilidad de una paz perpetua, una organización perfecta de la sociedad en el marco de un progreso ilimitado. Y entiende la historia como el resultado de una tendencia natural del hombre a codiciar el poder y la dominación de los otros.

   El realismo político viene a reemplazar al homo homini sacra res= el hombre es algo sagrado para el hombre, de los ilustrados que tomaron de Séneca por el homo homini lupus= el hombre es lobo del hombre de Hobbes, que tomó de Plauto.

   El realismo político viene a sostener que se debe trabajar sobre la base de los materiales que se tienen y la realidad es lo que es más lo que puede ser, en tanto que el progresismo afirma que se debe trabajar en lo que se cree pues las ideas, en definitiva, se imponen a la realidad.



[1] Maresca, Silvio: El retorno del progresismo, (2006).

NUNQUAM TACEBO (Jamás callaré)

NUNQUAM TACEBO (Jamás callaré)

Consuelo MARTÍNEZ-SICLUNA

 

   Pocas insidias quedaban ya por inventar y pocas falacias nos quedaban por ver, pero confieso que incluso ésta me ha llegado a sorprender por la abyección que supone. Estas frases introductorias tratan de prevenir acerca de la penúltima, recalco lo de penúltima, de las atrocidades a escuchar y rebatir, que ha sido la de considerar que a propósito de la Ley de Adopción de 1941, el “régimen franquista”, se dedicaba a secuestrar niños de familias “rojas” para dárselos a familias de nacionales. Un medio como la BBC inglesa otorga alguna credibilidad a la atrocidad y a través de quien es el productor de un documental que pretende ser riguroso con la historia, David Boardman, se pone en contacto con la Fundación Nacional Francisco Franco a la que envía un cuestionario con una serie de preguntas para grabar una entrevista. La Fundación a la que me honro en pertenecer, me designa para responder, y como no hay que retroceder ni para coger impulso, me dispongo a ello.
   Podremos comprender que entre el cuestionario inicial y el real no existe ninguna coincidencia, que de los 45 minutos de grabación que duró la entrevista que se me hizo, mucho me temo, quedarán reducidos, en aras del planteamiento y de la conclusión a la que el programa ya había decidido previamente llegar, a unos 5 minutos, alternados con supuestos testimonios de niños, ya mayorcitos, arrancados de familias rojas “estables”, que se diría hoy, para entregarlos a la canalla fascista representada por ese dictador aborrecible llamado Franco.
Transcribo a continuación el cuestionario inicialmente mandado:

   “-  Al fin de la guerra civil, como era la situación en España.

    1.    Qué ocurriría en España si el ejército de Franco hubiera perdido la guerra.

    2.    Por qué piensa Vd. que el General Franco aprobó la Ley de Adopciones de 1941. Esta Ley hizo posible que los certificados de nacimiento pudieran llevar los nombres de los padres adoptivos como si fuesen los padres biológicos. Por qué han sido tantas las críticas al General Franco en los últimos años por esta Ley de Adopciones.

    3.    Cree Vd. que los niños de presas republicanas fueron dados en adopción a los que apoyaron al General Franco al fin de la guerra civil y que estas prácticas continuaron como una costumbre durante los años después de la guerra.

    4.    Hace 36 años que el General Franco murió. Hace más de 70 años que se ha acabado la guerra civil, y por qué todavía hay tantos debates sobre la época del General Franco.”

 

   De las preguntas enviadas se deduce ya cuál iba ser el tono a seguir a lo largo del programa: subjetividad o parcialidad son palabras que se quedan escasas y que, con ese corto y pega de la televisión, reducirán mi intervención a lo estrictamente necesario para decir que se cuenta con una opinión diversa. Por ello, relato en primera persona la grabación, con el simple intento de defender, en aras de la verdad, la memoria de Franco. Como decía una vieja canción, malos tiempos para la lírica, pero tal vez buenos tiempos para un combate que no puede cesar, que es combate por España.

   Para empezar, le señalo a la periodista inglesa que me hace la entrevista, ante la utilización de esas expresiones por su parte, que rechazo profundamente la denominación de “régimen de Franco” o de “régimen franquista”, porque no se trata de una situación política que emana de la voluntad de Francisco Franco, sino de un régimen que caracteriza a la España que va de 1939 a 1975, donde hay hombres y mujeres que sacaron nuestra patria adelante: singularizar en Franco tal régimen implica atribuirle toda la responsabilidad, como una actuación dictatorial,  en lo bueno y en lo malo, y parece que ahora sólo en lo malo y supone sencillamente desconocer la Historia.
   Por otra parte, la situación en España después de una guerra civil era de desolación, devastación, lo normal en una guerra fratricida, pero al tiempo con ganas de levantar a la nación. Y la República española no había sido precisamente Camelot, porque desde febrero del 36 no existía de hecho República, sino un Frente Popular que se había autoproclamado vencedor en unas elecciones cuyos resultados no fueron escrutados en su totalidad. Contemplo que esto no le interesa en absoluto y le recalco que no se pueden sacar los hechos del contexto histórico en el que se producen y la guerra civil es consecuencia de la deriva de la II República.
   Vayamos al tema me dice. ¿Por qué se promulga la Ley de Adopción de 1941? Respondo que en cuanto a las adopciones, hay que entender que el régimen de ese período de tiempo se articula sobre dos bases, que son la legalidad y la acción social, y sólo así puede entenderse la Ley de Adopción de 1941, que trata de solventar, después de una guerra civil, el problema de la orfandad y de la protección de los menores abandonados, recalco, en las Casas de Beneficencia. Hay que analizar con detenimiento la Ley para ver que estamos ante una figura jurídica que trata de cubrir una situación complicada y difícil: después de la guerra, los huérfanos, en vez de quedar recluidos en centros asistenciales, práctica habitual hasta ese momento, debían gozar de una integración en un entorno familiar, como se señala en la Exposición de Motivos de la Ley. Por lo tanto, no es un secuestro de menores sacados de un ambiente familiar, lo que sería reprobable, sino que se trata de la existencia de huérfanos como consecuencia de una guerra civil, a los que se trata de dotar de protección jurídica y social. La Ley además acuerda la intervención, en el proceso de adopción, de la Administración de la Casa de Beneficencia y que el proceso se inste ante el Juez de instrucción competente y con intervención del Ministerio Fiscal. Es decir, la máxima garantía jurídica para el adoptando, que además si era mayor de 14 años podía ser oído en el expediente. El Juez, en todo caso vigilaría por el cumplimiento de los requisitos de conducta exigidos a los adoptantes, de forma que el proceso de adopción podía ser revocado.  Desde el punto de vista del Derecho, ni una pega, ni una objeción.

   Dejando al margen las consideraciones jurídicas, que pueden cansar a los televidentes, a nadie se le escapa la importancia de la intervención del juez: no es una situación fáctica, donde se arrebatan niños y se dan a otras familias, es un proceso legal en interés del menor, que es el interés que se sigue protegiendo en cualquier proceso similar en la actualidad. Legalidad y acción social, que son las pautas del régimen que va de los años 40 a los 70. ¿Que por qué se le daban los apellidos de la familia del adoptante? Porque esto es lo habitual en cualquier proceso de adopción, no en otras figuras jurídicas similares, proceso en el cual no se conserva el apellido de la familia o madre biológica y en esos momentos estamos hablando pura y llanamente de orfandad como consecuencia de una guerra civil devastadora.

   Más preguntas de la periodista: ¿pero el juez que decidía era franquista? No más que el obrero o el médico, que vivían en esa  época,  o que el padre del actual Fiscal General del Estado, Conde-Pumpido, éste un poco más porque era magistrado del Tribunal de Orden Público o el padre de la anterior Vicepresidenta del Gobierno, que fue condecorado por el régimen. Se trataba de hombres y mujeres que trabajaban por sacar España adelante y vivir mirando al futuro, lo cual no me parece mal, porque ahora no hay trabajo y tampoco hay futuro al que mirar. Por otro lado me permito sugerirle otra investigación: el destino y la suerte que siguieron los niños enviados por el Gobierno de la República a la URSS en la guerra civil. Silencio.

   ¿Cómo se podría definir el régimen de Franco: fascista, militar, totalitario? Si se refiere a la situación de España en esos años, no al régimen de Franco, sino de todos los españoles, entonces ni era fascista, porque hubiera caído con la caída de los “fascismos”, en el sentido amplio del término, o hubiera sido depuesto tras la conferencia de Yalta, mientras que España mantuvo relaciones con los más importantes mandatarios de la época: aquí vino un Presidente de los EEUU, se entró en la ONU, etc. No era un régimen militar, porque la intervención de los militares en los Consejos de Ministros fue exigua en relación a la importancia del elemento civil. Totalitario, tampoco. Entonces autoritario, me insinúa. Me acuerdo de Luis Suárez y, en homenaje a él, digo autoritario, en cuanto a que había y se ejercía una autoridad amparada por el Derecho.
   Pero tuvo la ayuda de los fascismos en la guerra civil. Sí, como la tuvo la España roja, no republicana, porque éste de “rojo” era el término acuñado por el otro bando y porque además la República había muerto a instancias del Frente Popular que se había alzado con el poder. El bando rojo tuvo la ayuda importante de la URSS y de las Brigadas Internacionales. Por cierto, hay una pregunta que venía en el cuestionario previo y que todavía no me ha hecho y tengo muchas ganas de contestarle y sin más me hago yo misma la pregunta: ¿Qué hubiera pasado si Franco pierde la guerra y la gana el otro bando? Que España hubiera sido una país satélite de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y dado el entreguismo de Roosevelt a Stalin en Yalta, que Churchill advirtió claramente, Europa hubiera estado cogida en una pinza, desde el Norte hasta el Sur.

   Siguiente asalto: pero España participó en la Segunda Guerra Mundial al lado de Hitler. Sí, con una división de voluntarios que España no podía negar a quien entonces era el vencedor de Europa y al que Franco tuvo la habilidad de llevar a su propio terreno: no se podía negar una cierta ayuda a quien antes había ayudado, pero además un “No” tajante podía haber implicado el avance de las tropas alemanas desde Francia hasta Gibraltar.

   Como estas cuestiones nos apartan de lo que verdaderamente les interesa, volvemos al secuestro y a la reeducación de menores, y a las presas rojas que tenían a sus hijos con ellas en los centros penitenciarios. Reeducación es lo normal cuando se gana una guerra, porque creo que la Europa posterior a la Segunda Guerra Mundial no ha dejado de reeducar hasta hoy – la historia la escriben los vencedores- y me parece que el sistema actual también educa, incluso con la oposición de los padres. En cuanto a si las presas tenían a sus hijos con ellas en los centros penitenciarios, también se contempla ahora en la Ley de Vigilancia Penitenciaria y eso como una medida en beneficio del penado y de su familia. Y se educaba en los principios del régimen. Pues sí, porque el régimen era nacional y se educaba en los principios de la nación. Me faltó decir, y qué más.
  

   Pero habría que juzgar los delitos del régimen, me dice, porque la Ley de Amnistía, y el sistema actual, y la transición que se hizo mal porque no se juzgó a los franquistas, bla, bla, bla. Contesto: Vd. quizá no sepa que el sistema actual pretendía ser legítimo, en su inicio, obteniendo su legitimidad de las Cortes diseñadas en la situación política anterior –aunque conculcada a través de la vulneración de la Ley de Reforma Política- y que lógicamente todo el sistema, desde el Jefe del Estado, hasta la transición proviene de ahí: que todos, incluso los que habían participado en el “Contubernio de Múnich” decidieron cuál había de ser el camino de la transición y pensaron que el mejor camino consistía en la utilización del órgano de representación de las Cortes. Pero, me dice, Garzón cree... Respuesta: Garzón en la actualidad está separado de la judicatura, con un proceso abierto, y no me sirve como modelo.

  

   Estas preguntas repetidas varias veces. Porque en suma se trata de juzgar a los “franquistas” por el hecho de serlo. Y nuevamente, los niños robados., etc. Por tres veces la corto para decirle: yo estoy hablando de leyes y de instituciones jurídicas, no de ficciones, y no voy a decir otra cosa diferente de la que sostengo, que el régimen actuaba desde la legalidad y no desde situaciones delictivas, como pudiera ser un secuestro, que no se daban, ni me va convencer de otro punto de vista, porque si no va a resultar que me está tratando de “reeducar”. Y ¿en los años 60, 70? ¿Presos republicanos en esos años? Y polémica sobre la cuestión, ninguna. Las invenciones son de ahora.

 

    Me señala que hay numerosos testimonios de arrebatados de su familia y entregados a otras y que los intercalarán en la grabación. Perfecto, pero no tengo por qué dar credibilidad si no se me aportan datos y documentos en los que la autoridad intervenía en el sentido que se pretende afirmar. Yo sólo me limito a señalar que el régimen no actuaba desde situaciones de hecho, sino desde la legalidad y ésta dirigida a una acción social que no había existido en la historia de España hasta entonces.
  

   Algunos dicen que el Partido Popular viene del franquismo, me señala. Yo no debería responder por el Partido Popular, puesto que no pertenezco a ningún partido, pero le diré que el Partido Popular no existía en el régimen anterior al 75.

   ¿Está de acuerdo en que salga a la luz la verdad? Totalmente de acuerdo. Pero la verdad no es patrimonio de unos, ni se puede reescribir lo que ya está escrito.

 

   Hasta aquí la entrevista, contada en resumen, y ruego disculpen el uso de la primera persona. Hasta aquí la necesidad de una defensa que no es sólo la de Franco, sino la de una España que no ha muerto y que no nos limitamos a mirar con nostalgia, sino con orgullo y con una mirada legítima al horizonte. Sólo una frase final: mientras sea posible, e incluso más allá, hasta donde lleguemos y hasta donde podamos, hay que hacer de nuestra vida un lema de acción permanente, el dictum romano: “Nunquam Tacebo”, “Jamás Callaré”, porque  ante la insidia, ante el odio y la mentira, el silencio es un acto más de felonía y de sumisión.

UN INSTRUMENTO INTERNACIONAL SIN POLÍTICAS DE ESTADO

UN INSTRUMENTO INTERNACIONAL SIN POLÍTICAS DE ESTADO

Alberto BUELA

 

   Los norteamericanos son esos seres humanos que cuantifican todo, en donde el gigantismo es el dios monocorde de una sinfonía aburrida como es la de medir todo aquello que se hace, no dejando lugar al hacer o dejar de hacer “porque me da la real gana”, como pasa con nosotros en el “mundo bolita”.  Los yanquis acaban de realizar una nueva encuesta sobre el uso y aprendizaje del castellano (ellos lo llaman español) en Estados Unidos.

   Las cifras son las siguientes: 850.000 estudiantes universitarios están aprendiendo castellano, mientras que francés lo hacen solo 210.00; alemán 198.000, japonés 74.000 y chino mandarín 74.000. Además alrededor de 40 millones hablan fluidamente la lengua de Cervantes y 4 millones de norteamericanos Wasp (white anglosaxon protestant) que no son de origen hispano lo hablan correctamente.

   Siempre siguiendo con las cifras, muestra esta nueva encuesta que 89% de los jóvenes hispanos nacidos en USA hablan inglés y español, contra el 50% de dos generaciones anteriores. Se calcula que los hispanos para el 2050 dado su crecimiento poblacional que supera en hijos la media de yanquis y negros serán el 30% de la población. El índice de natalidad de los yanquis es del 1,5%, el de los negros de 2% y el de los hispanos el 3,5%.

 

   Se ha producido un cambio de mentalidad en el mundo hispano de los Estados Unidos y es que los padres ven como una ventaja el bilingüismo de sus hijos, contrariamente a lo que sucedía dos generaciones para atrás. Así, unas décadas pasadas los padres pedían a sus hijos que no hablaran español porque pensaban que su inserción y progreso en Estados Unidos sería más rápida, mientras que ahora aprecian que la práctica del bilingüismo les ofrece mejores posibilidades laborales y de inserción social.

   Este cambio de paradigma ha producido una explosión en los estudios hispánicos en USA con el consabido efecto multiplicador que produce en las sociedades que le son periféricas, como es su patio interior: la América hispánica. Por otra parte, el desarrollo de las nuevas tecnologías de la comunicación como el Internet ha venido a colaborar en esta explosión de la práctica del castellano en Norteamérica. Los inmigrantes hispánicos están en contacto diario con su cultura de origen, sus prácticas cotidianas, sus usos y costumbres.

 

   ¿Cómo se aprecia políticamente este fenómeno desde los Estados Unidos?. Desde Yanquilandia un analista político y estratégico como Samuel Huntigton en un reciente trabajo titulado El reto hispano afirma: «La llegada constante de inmigrantes hispanos amenaza con dividir Estados Unidos en dos pueblos, dos culturas y dos lenguas. A diferencia de grupos anteriores de inmigrantes, los mexicanos y otros hispanos no se han integrado en la cultura estadounidense dominante, sino que han formado sus propios enclaves políticos y lingüísticos -desde Los Ángeles hasta Miami-y rechazan los valores angloprotestantes que construyeron el suelo americano. EE.UU. corre un riesgo si ignora este desafío."

   Por su parte el politólogo del Boston Collage, Peter Skerry afirma: "A diferencia de otros inmigrantes, los mexicanos llegan procedentes de una nación vecina que sufrió una derrota militar a manos de Estados Unidos y se establecen, sobre todo, en una región que, en otro tiempo, fue parte de su país (...) Los habitantes de origen mexicano tienen una sensación de estar en casa que no comparten otros inmigrantes". Pues casi todo Texas, Nuevo México, Arizona, California, Nevada y Utah formaban parte de México hasta que este país los perdió como consecuencia de la guerra de independencia de Texas, en 1835-1836, y la guerra entre México y Estados Unidos, en 1846-1848.

 

   ¿Y desde el mundo hispano americano? Prácticamente no se hace nada, se deja liberado al fenómeno a una especie de fuerza de las cosas, por la cual lo que ha de dar se dará y lo que ha de cambiar, cambiará. No existe una sola política de Estado, que tengamos noticias, de ninguno de los veintidós Estados iberoamericanos sobre el tema de la expansión, consolidación y transmisión del castellano entre los inmigrantes a los Estados Unidos. Éstos están librados a su suerte y arbitrio y no reciben ninguna ayuda ni apoyo para su práctica.

   Es que la dirigencia política iberoamericana (salvo el caso extraordinario de Lula) no ve en el ejercicio y práctica del español un resorte de poder internacional, que sobre un universo de discurso de 550 millones de hablantes la convierte en la lengua más hablada del mundo. Ni siquiera ven el dato bruto que acabamos de enunciar. Y el caso de Lula va más allá de lo ordinario, como lo es la dirigencia política iberoamericana en su conjunto, pues él como buen discípulo de Gilberto Freyre pudo afirmar: “la cultura hispánica está en la base de nuestras estructuras nacionales argentina y brasileña, como un vínculo transnacional, vivo y germinal en su capacidad de aproximar naciones”. En septiembre de 2008 firmó el decreto ley sobre “Acuerdo ortográfico de lengua portuguesa”  que simplifica y unifica la forma de escribir el portugués entre los ocho Estados que lo tienen como lengua oficial (Portugal, Brasil, Angola, Mozambique, Cabo Verde, Guinea Bissau, Sao Tomé y Príncipe y Timor Oriental), acuerdo que calificó de estratégico. Hoy en Brasil son 12 millones los estudiantes que practican correctamente el español; es que el hombre hispano entiende y, con mínimo esfuerzo, habla naturalmente cuatro lenguas: el gallego, el catalán, el portugués y el castellano.

   El multi o polilinguismo, con el cual el castellano convive desde siempre - la vida en España y la aventura de América han sido pruebas concluyentes - nos está indicando que hoy donde el bilingüismo es tan necesario como el agua, está nuestra lengua en mejores condiciones que cualquier otra de servir a la humanidad en su conjunto. Éste es el hecho bruto del cual la dirigencia política no ha sabido sacar ninguna ventaja ni provecho. Y su ceguera no le permite apreciar que tiene en sus manos y en desuso el instrumento más valioso en orden a la política internacional.