EL IMPERIO PERDIDO
José Luis ONTIVEROS
“¡Maldito el día en que renegamos de España y nos entregamos a los yanquis!”, frase profética de Don Lucas Alamán y de los mexicanos patriotas que vieron en la fratricida, sanguinaria, estúpida, interminable, falsa guerra de independencia, la mejor manera de autodesintegrar el poder del virreinato de Nueva España, la joya de la corona de los reinos de América.
Y hay que aclarar tanto mi radical repudio a celebraciones fratricidas como mi rechazo a la actual España depredadora de las trasnacionales, de la banca, mendiga-otanesca y mono de loseurópidos.
La historiografía liberal-fracmasónica, que ha sido rasgo en una tiranía del pensamiento único, ha construido una mitologización sobre la independencia, mejor dicho de dependencia hacia Estados Unidos, y la figura portentosa y visionaria de su Majestad Imperial Agustín I.
Por principio, es mejor formar parte del Imperio español que ser una colonia bananera como es el caso patético de la aldea Tenochca, sumida en ritos antropófagos. Y si bien es cierto que prefiero, y con mucho, el arquetipo femenino español que las regordetas mexicanitas tragadoras de tacos, la postura sobre el proceso de absorción, mal llamada independencia, hacia EU, en una serie de degradaciones sucesivas que costaron el despojo por EU de más de la mitad de la parte más rica del territorio en 1847 y la imposición política -en el colmo de la abyección de sus instituciones- afán plasmado en aquello de “Estados Unidos Mexicanos” gringadera mayor, lo importante es analizar cómo Don Lucas Alamán, malqueriente del gran Iturbide, advierte que la guerra de castas, la imitación servil de la Ilustración que practicó el vejete de Hidalgo, quien en Guadalajara se hizo nombrar “Alteza Serenísima”, rodeado de criollos privilegiados, todos los cuales juntos no formaban un solo cerebro, iba a provocar una larga carnicería de debilitamiento y desastre, sin tener un plan político que pudiese dar cohesión al “Águila del Septentrión”, al poder imperial de México, fundador de Filipinas, explorador de Alaska, defensor hispánico en las Antillas de la piratería británica y francesa, factor decisorio en Perú, logro máximo de la arquitectura, centro de cultura, pintura, música, bibliotecas conventos, caminos, metrópoli de América del Norte que sería destruido por unos falsos independentistas miméticos que babeaban con la Ilustración y seguían “las luces” de Nueva Orleans, a falta de las “mariposas equivocadas” de Nueva York.
Don Lucas Alamán previó que la falsa guerra de independencia sería terrible y demoledora, que a sus rasgos de crueldad inaudita, que activaron los atavismos prehispánicos y sus ritos de sevicia, tendría como fruto podrido un único resultado: la precipitada pérdida del poder imperial y el ser subsumidos por EU, al punto de perder toda originalidad.
Argumenta Alamán que la tradición prehispánica es monárquica y que ésta es la “forma natural y armoniosa de organización social entre los mexicanos”, y que cada pueblo deber marcar su propio genio. En tal sentido no es conveniente aplicar fórmulas extranjeras que dispersen la unidad y nos enfrenten en facciones como ocurriría en el s.XIX. Su Majestad Imperial Agustín I fue la única figura que pudo rescatar a la independencia de su potencial destructor con el Plan de Iguala, obra de articulación política, pero su sangre bendita fue derramada en Padilla, y como advirtió Don Lucas Alamán: “no se extrañen de ver ondear en el Palacio de los virreyes la bandera yanqui: es el castigo que merecemos por nuestra falsa independencia”.
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Leovigildo-Rokan -
Rokan.-