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Bitácora PI

EL NO NACIONALISMO

EL NO NACIONALISMO

Vicente BLANQUER

 

   He leído el Blog de Pio Moa y siento que lo cierre. Estaba en desacuerdo en muchas cosas con él pero al menos sus intenciones eran limpias. Se empeñaba en volver al consenso del año 78 para salvar la democracia. Lo que en una o dos veces le dije es que era precisamente ese consenso y esas claudicaciones las que han conducido a la situación actual. No he seguido de forma continua su blog por lo que no sé a quiénes se refiere con eso de los nazis o los comunistas, aunque está claro que internet da lugar a todo.

   La primera claudicación, creo yo, es de carácter conceptual. Nunca me he identificado con el mensaje universalista y buenista de la Iglesia, entre otras cosas porque la política parte del principio de realidad y ese mensaje de que todos somos buenos y todos nos queremos y que las fronteras las han inventado los malos de la Historia es falso, lo digan los ilustrados o lo diga quien lo diga. Son las fronteras las que acaban con las guerras, no las que las provocan. En derecho, tanto la propiedad como la soberanía están sujetas a un orden y quien no distingue confunde. Las fronteras surgen a finales del siglo XVII para acabar con la anarquía de las fluctuaciones de poder, es decir con la ley del más fuerte. La erosión deliberada de las fronteras por el mundialismo, tanto el mundialismo oficial como el mundialismo tontorrón que no quiere oponérsele, no van modificar mi un milímetro la naturaleza humana, porque el hombre, guste o no guste, es un animal territorial, que cuando se siente agredido mata. Y eso no lo cambia ni la televisión, ni la pornografía ni la abeja Maya: es así. Creo un grave error intentar converger hacia la ideología humanitarista ilustrada por parte de no pocos sectores de la Iglesia. Es intentar crear una plataforma común sobre la nada. No estamos en la Grecia de Zenón y los antagonistas no se comportan racionalmente. Si la Iglesia trata a quienes la odian como si fueran gentes equivocadas y no como enemigos la destruirán porque falla la mayor: el otro no es bueno. ¿Y quién es el único bueno? Jesucristo.

  

   A partir de ahí la derecha española de los últimos treinta años ha renegado de sus orígenes. Por un lado reivindica parcialmente a Franco que consideran que no derrocó a la democracia sino al Frente Popular, lo cual es cierto, pero no es menos cierto que la causa de la causa del mal es causa del mal causado y la situación del Frente Popular, como todas las situaciones revolucionarias en España, desde el Trienio liberal, o incluso desde la guerra de independencia, están la base de una contradicción esencial en el hecho mismo de la democracia política que empieza por negar toda relación entre el orden trascendente y el orden inmanente de forma tal que el segundo resulta completamente autónomo; y evidentemente no se paran ahí. A los liberales se les llena la boca con la palabra libertad y se llaman a sí mismos liberales, o amantes de la libertad, como si a los demás nos importara un bledo la libertad pero ¿qué entienden por libertad los liberales? Cuando hablan de libertad, libertad de qué y para qué. Los liberales nunca responden a esta pregunta porque quien se define se obliga a argumentar y los liberales no creen en la razón sino en la fuerza. Si creyeran en la razón existirían unos principios universales capaces de obligar y obligarles a ellos a dar cuenta de sus actos.

   Por tanto la primera ruptura del liberalismo con el cristianismo consiste en negar la Revelación y lo hace afirmando la libertad de conciencia, confundiendo la subjetividad del individuo con la realidad de Dios y su autoridad. De ahí a negar la autoridad de Dios en los asuntos humanos sólo hay un paso, y no se trata de negar la autoridad de Dios en cosas discutibles como el Sábado sino en cosas fundamentales como el derecho a la vida de los inocentes y la justicia del castigo de los culpables. El paradigma de la Iglesia, del concilio Vaticano II a la actualidad, ha dejado de ser Cristo, la revelación y el Evangelio para pasar a serlo los Derechos Humanos, la Paz, la libertad, el Hombre y la Humanidad. Cierto que hay algunos sacerdotes para quienes la idea de Dios - no está tan claro si su realidad también - aún ocupa un lugar importante pero, a la hora de la verdad, a la hora de elegir entre Dios y la conciencia humana, eligen la conciencia humana. Creen que sería recomendable que la conciencia humana reconociese a Dios pero si no lo hace no pasa nada porque Dios es muy bueno y todos nos vamos a salvar. Tengo la impresión de que estos sacerdotes en su vida se han leído la Biblia y si lo han hecho no han entendido absolutamente nada. Sólo he leído la Biblia una vez en mi vida, a los 20 años y creo que la impresión es bien distinta de los nuevos tiempos.

   El liberalismo ha colocado al hombre en el centro de universo convirtiéndolo en ídolo de si mismo y dando la razón a Lucifer en el sentido de que el hombre es tan capaz como el propio diablo de caer en el mismo pecado de desear hacerse adorar. No en vano el único sito del mundo donde hay una estatua al Ángel Caído, Madrid, tiene esa estatua gracias a un gobierno liberal. Claro, el liberalismo no actúa directamente, tiende el fruto del conocimiento de la ciencia del bien y del mal como señuelo, pero, sin embargo, la gente sigue picando.

 

   La rebelión contra la nación forma parte a renglón seguido de la ideología iluminista que es un todo homogéneo en su lógica filosófica, aunque se presente con mil disfraces y con miles de muñecos que parecen tener voz propia. Si agudizamos un poco la vista observaremos que detrás de esa aparente diversidad hay una coherencia interna que nos permite llegar al ventríluoco. Weishaupt traza los siguientes enemigos a batir: Dios, la Monarquía, la Propiedad, la Nación y la Familia. Pues bien, para haber planteado un plan de acción tan audaz lo cierto es que, una detrás de otra, estas instituciones van cayendo. Y los argumentos y sofismas que hoy resuenan en nuestras conciencias son los mismos que este caballero formuló en su día porque las ideas, como las herejías, no viajan solas. Los calvinistas del XVI, se llaman en el siglo XVII hugonotes en Francia, Puritanos en Inglaterra y Presbiterianos en Escocia pero son lo mismo. Con el iluminismo sucede tres cuartos de lo mismo: la destrucción de la monarquía pretende destruir el principio de responsabilidad personal disolviéndolo en una asamblea. Es un paso muy peligroso desde el punto de vista moral. No hablo ya de una monarquía hereditaria sino del concepto de responsabilidad personal. A partir de ahí el hombre se convierte en esclavo de la masa, en esclavo de ese somos todos y no es nadie. Me resulta increíble el ver cómo aún hay ingenuos que creen que ese sistema es poco menos que un sistema de derecho divino, o esa bobada de que la democracia constituye la culminación de la tradición judeocristiana. Jesucristo apeló a la responsabilidad personal y el Yaveh bíblico también. Eso de que la transferencia de la responsabilidad personal a la asamblea es el sumum de la humildad, ¿o más bien, deberíamos decir de la cobardía?, (1) es la estrategia de combate de Weishaupt que recomendaba a sus sectarios siempre usar este esquema, esquema que él era perfectamente consciente de su falsedad y, de hecho, se mofa de él en sus escritos, pero, por lo visto el que sus escritos sean conocidos desde hace más de 200 años no sirve para que la sociedad, dentro o fuera de la Iglesia, se tome la molestia en reaccionar.

   Las naciones, al igual que la familia, forman parte de la realidad del hombre, son el universo social donde la persona interactúa de forma natural. Cuando un hombre interactúa con un extranjero debe llevar a cabo un esfuerzo por comprender su lengua y sus costumbres y, dependiendo de la cercanía, no siempre es fácil. Barruel se burla del cosmopolitismo revolucionario que pretende hacer del francés ciudadano del mundo cuando es incapaz de vivir en Francia sin guillotinar a la mitad de sus vecinos con los que han convivido desde siempre y cuya lengua conocen. El problema no es que estas cretineces se las crean los progres: es que la derecha siente necesidad de creérselas para sentirse reconocida, pero como las cosas son como son así estamos.

 

   La primera derrota de la derecha frente al separatismo es la de los conceptos. La derecha emplea con el separatismo la misma táctica que emplearon los "cristianos por el socialismo": asumir su vocabulario sin tener en cuenta que el vocabulario de los separatistas está viciado desde su origen e intenta recrear una realidad de la nada. Para ganar la batalla de las ideas hay que empezar por creer en la justicia de la propia causa porque si evitamos sistemáticamente el combate iremos dando la impresión de que rehuimos el tema fundamental y que, en el fondo, creemos que los separatistas tienen razón en todo o en parte. Cuando una parte de una nación plantea una demanda de secesión ésta puede venir planteada por cuestiones prácticas. Estas gentes aunque se consideren compatriotas, no quieren depender del gobierno nacional porque es tiránico, porque viola sus derechos religiosos, o por lo que sea, o por cuestiones ideológicas, se ha conseguido convencer a una parte de nuestros compatriotas de que no forman parte de la nación común y que en realidad son un pueblo distinto oprimido por una ocupación extranjera. El nacionalismo, aunque no lo parezca, es una causa universal porque se basa en el principio del derecho de todo pueblo a un trato justo, dentro del cual está el derecho a existir y a defenderse de una agresión extranjera. Padro Albizu, del Partido Nacionalista Puertorriqueño. definía el nacionalismo como la patria organizada para el rescate de la soberanía. Y ¿cuándo hay necesidad de organizarse? Pues evidentemente cuando hay una agresión. De este modo los españoles se organizan frente a Napoleón para recuperar la independencia de España. Es decir, el patriotismo como sentimiento no es nada si no se concreta en una acción organizada.

   El liberalismo, en la primera mitad del XIX va asociado a movimientos nacionalistas pero a partir de las unificaciones alemana e italiana marca las distancias porque del mismo modo que la ilustración se había desembarazado de un absoluto de carácter trascendente, como Dios, no estaba dispuesto a su preciosa libertad quedara coartada por un absoluto de carácter natural como la nación y, a la larga, tampoco soportará un absoluto de carácter natural como la familia. Es preciso ser muy severo con el planteamiento liberal para no dejarse ofuscar por utopías que, como son utopías, son inatacables. Se nos dirá: no ha fracasado el liberalismo sino sólo personas concretas. Con esta estratagema el liberalismo no fracasa jamás, cuando lo que hay que denunciar es la impostura del llamado liberalismo real, de la democracia real, igual que, en su día se denunció el socialismo real. Cuando los separatistas nos dicen que son nacionalistas nos están diciendo varias cosas: Primero que su proyecto político se refiere a una nación real; segundo que esa nación real ha sido injustamente privada de sus derechos y sometida a una agresión y, que en consecuencia, con arreglo al derecho universal a la legítima defensa, es legítima la resistencia armada contra el opresor. Si nosotros contestamos diciendo que nos oponemos al nacionalismo, venga de donde venga, lo que estamos diciendo es lo siguiente: Primero reconocemos la realidad nacional de los separatistas, no la negamos, sino que como estamos contra todos los nacionalismos vengan de donde vengan no reconocemos el derecho de los pueblos injustamente oprimidos a defenderse de una agresión real, empezando por aquel pueblo al cual afirmamos pertenecer, por ejemplo el español. Esto supone una derrota ideológica en toda regla y ya lo señaló en su día Aleix Vidal Quadras: no es nacionalista quien aspira a destruir su nación y en España no hay más nación que la nación española. El discurso del no nacionalismo es una derrota segura a la larga cuyo punto de fractura estriba en querer coger al toro por los cuernos. Hoy por hoy, desgraciadamente, el discurso del españolismo militante es el del llamado no nacionalismo y por ahí España se licua hacia Europa, hacia la inmigración y siempre hacia la nada. Un discurso español auténticamente nacional se enfrentaría con una gran probabilidad a una oposición jacobina, tanto de la llamada derecha conservadora, la estratega del no nacionalismo, como de la izquierda abiertamente antipatriota. Es un riesgo, cierto, pero para ir a la batalla, a cualquier batalla, y especialmente a una batalla por las ideas, hay que empezar por tenerlas claras uno mismo porque en el campo de operaciones ya no habrá más tiempo que para la acción y, si es necesario sacrificar la vida, al menos que la causa valga la pena.

  


 (1) ¿O es que si algo es malo, cuando el ponente es uno, pasa a ser bueno cuando la ponencia está respaldada por muchos? ¿En virtud de qué?

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