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Bitácora PI

LAS HOJAS AMARILLAS

LAS HOJAS AMARILLAS

Juan V. Oltra

 

 

  Hay ocasiones en que tendemos a buscar por nuestros recuerdos aquellos nexos entre el ayer y el hoy, a la caza de la vida pasada, que es más vida que la presente y mucho más que la futura, que aún no ha venido y ni tan siquiera tenemos certeza de que lo hará.

  Buscando esos enganches vitales que en el devenir humano aparecen, esas hojas amarillas que surgen en el fondo del baúl de la vida, unas veces encontramos una cara, otras un libro, en ciertos momentos, un bar.

  Vemos en ellos más que lo pasado, lo permanente. Más que lo que se fue, lo que aún queda. No es un ejercicio de nostalgia, es el amor del jardinero que sabe que sin cuidar las raíces, su árbol no crecerá.

  Adictos a esta droga vital que es la memoria, intentamos reconstruir el pasado, visitando futuros alternativos, cambiando nuestras decisiones una y mil veces. En realidad, esto no puede catalogarse sino como un ejercicio de masoquismo. Sabemos ciertamente que no se puede cambiar un hecho consumado por mucho que éste nos duela; se trata de un proceso natural en el ser humano: aprender de nuestros errores e intentar enmendarlos en la medida de lo posible.

 

  En estos tiempos donde el gran hermano cohabita entre nosotros, donde las horas trocan en segundos y las semanas en días, con escaso o nulo tiempo para la reflexión, para valorar pausadamente los acontecimientos, se hace necesario apearse regularmente a un lado de la autopista y dar un garbeo por esa senda de montaña que nos lleva al mirador desde donde tener una exacta perspectiva de la ruta ya andada. Sin ella, estaremos perdiendo irremisiblemente la posibilidad de llegar a buen puerto en nuestro camino futuro.

  Eso, eso es justamente lo que siento, con dolor, como falta en nuestros políticos, sean estos diestros o siniestros, conservadores o progresistas: el olvido de lo ya sucedido, el ignorar, a veces incluso de forma consciente, los errores cometidos para caer, una y otra vez, en ellos de nuevo. Unos y otros emplean dialécticas de los tiempos actuales, pero con argumentos que ya en los treinta desembocaron en una incivil guerra fraticida.

  Mis queridos políticos, por favor… pierdan un poco el tiempo. Paladeen el placer de revivir lo ya pasado. Encuéntrense con viejos amigos, relean viejos libros, tomen copas en los mismos bares… pero por favor, no se conviertan en una absurda colección de idiotas, imbéciles e hideputas. Piensen que sin pasado, tampoco tendremos futuro. Estamos a tiempo de sacar a España del sumidero de la historia. Ustedes pueden lograrlo.

 

Y ya que de recuerdos hablamos, traigamos aquí las palabras de Américo Castro sobre nosotros, los españoles: “Este pueblo, en más de una ocasión, ha marchado a su propia ruina como si fuese una jubilosa saturnal”. Intentemos que esta vez, no sea así.

1 comentario

Miguel Pons -

Muy bien, Juan: Empiezas hablando de lo permanente y de lo recordado y terminar señalando, con Américo Castro, una de las cosas más permanentes entre los españoles: correr alborozados hacia la ruina, incapaces de parar un instante y mirar hacia donde el camino acaba.
Arturo.