DESTROZANDO A EDGAR NEVILLE: Una arrolladora simpatía.
Juan V. OLTRA
Uno, en su candidez, piensa que quien escribe sobre un autor lo hace ante todo basándose en dos amores fundamentales: el que siente hacia la obra del autor y el amor a la verdad. Compartiendo a priori esos dos sentimientos que suponía en el autor, como un admirador de primera línea de la obra de Edgar Neville, compré ilusionado "Una arrolladora simpatía", de Juan Antonio Ríos Carratalá, y me dispuse a relajarme revisitando la vida de un autor que me es ya muy familiar. La portada del libro, con una de esas fotos de Edgar con Chaplin que tan populares han devenido, me invitaba a pensar en una revisión calmada de su biografía y obra. Siempre seré un incauto.
Mi primera desilusión vino pronto: a las pocas páginas ya vi claro que me encontraba ante un libro escrito por uno de tantos colegas profesores universitarios a los que es aburridísimo leer. No importa. Edgar Neville merece que me trague cualquier ladrillo, por plúmbeo que sea. Lo que ya no podía esperar y que me cambió la expresión del rostro fue encontrarme con una mezcla inteligente de mentiras y verdades para lograr "reconducir al personaje" e incluso su época.
Así, encontramos perlas como la aseveración de que el asesino de Lorca, Ruiz Alonso, ¡era falangista! (1) ... cuando ya hace tiempo que parecía que quedaba claro que quien sacó a Lorca de su refugio en casa de los sí falangistas hermanos Rosales, Ramón Ruiz Alonso, era cedista (2), además de ser el papá de las actrices Emma Penella, Terele Pávez y Elisa Montes, que por lo visto cambiaron su apellido Ruiz para que Lorca no les persiguiera (3).
Y es que no hace falta asignar a Ruiz Alonso a una Falange que ya recibe todas las demonizaciones de los históricamente correctos. Es cierto que a lo largo de la historia se han cometido muchas tropelías en su nombre, pero no por ello hay que achacar a José Antonio la muerte de Manolete. Que cada palo aguante su vela, vamos. La verdad es que la estrategia queda clara a lo largo del libro: se tratan todos los tópicos sobre la Falange (4), con algún error flagrante como aducir que la Falange ¡defiende la dictadura del general Primo de Rivera!(5), con frases que despeinan al ser leídas, como donde se trata del espíritu misionero de la División Azul (6) (de la que, valga el recuerdo, la compañera de Edgar Neville, Conchita Montes, fue madrina, algo que a veces conviene olvidar), insinuaciones a contra pelo, como la de que José Antonio Primo de Rivera gustaba de poseer una corte de aduladores (7)... rizando el rizo y empleando al demonio máximo, los nazis, asimilándolos a la revista de la Sección Femenina "Y" (8) e incluso al propio Neville, quien parece hacer un guiño al régimen nacional socialista (9). ¿Y todo esto para qué? Pues para no desamparar una de las ideas fuertes del texto: que el falangismo de Edgar Neville fue flor de un día (10).
Pero no es lo único que se tuerce en el texto. Especialmente mal parado aparece Enrique Jardiel Poncela, quien parece tener una envidia patológica hacia Neville (11), llegando al resentimiento (12). Jardiel aparece vapuleado (13) con eutrapélico regocijo, de tal manera que uno llega a pensar que es el propio Ríos quien está resentido con Jardiel, quien llega a aparecer relacionado, ¡horror!, con la revista "Y" a través de un artículo en los números 6 y 7 sobre, pásmense de la transgresión, la "mujer azul". Un demonio, este don Enrique, vaya. (14)
Con menos inquina pero con superior ignorancia intencional, o no, aparecen otros secundarios que cruzan el relato a una velocidad pasmosa. Se aprecia, por ejemplo, cierta confusión entre Luis Escobar y Juan Ignacio Escobar, tal y como se aprecia entre la historia real y la historia deseada (15). Sorprende, sí, la imagen de Manuel Azaña contra el comunismo. Al menos la imagen de Giménez Caballero, GeCé, padre del surrealismo en España, no aparece demasiado maltratada (16). Para estudiar este aspecto de la obra se echa en falta un índice onomástico del que, por supuesto, no pienso en absoluto que sea intencional su ausencia.
Dejando de lado otros insultos, críticas y denuestos gratuitos (17), lo que más carga es cuando el propio biografiado cae víctima del ataque sin posibilidad de defensa. Edgar Neville es acusado veladamente de mentir (18); se cuenta que aprobó con el gorro el examen de ingreso a la carrera diplomática pues era facilísimo (más o menos como a notarías, vaya) (19), se le casi equipara con el miliciano Quintanilla, mentiroso compulsivo que se inventó una nueva historia sobre el Alcázar de Toledo (20) (lo que particularmente catalogaría como acto rastrero)... Uno se queda tan harto de que el autor llame embustero a Edgar Neville, que le entran ganas de llamar embustero al autor.
Resulta un experimento de readaptación de la historia muy apropiado para los tiempos que corren. Se comentan hechos olvidando parte de los acontecimientos (21), se emplean de forma sesgada los textos autobiográficos de Neville para crear el Neville republicano que el autor hubiera querido que existiera... y cuando conviene, convierte sus textos literarios en autobiográficos.
Sí, resulta simpático evocar a Edgar Neville en Londres, con Sanz Briz, ese hombre justo que a tantos salvó del holocausto (22), pero ¿dónde está el Edgar Neville niño en Alfafar? La misma foto con Chaplin en portada es un mero anzuelo que enseña la parte más atractiva de Edgar Neville para dejar caer este remiendo de la historia. Remiendo porque la hace parecer más pobre (pobretera, como diría Edgar Neville), más fragmentada, que insiste una y mil veces en la guerra y en la postura ante ella de Neville, que es capaz de olvidar años de la vida del autor, pero que emplea doce páginas en hablar de un documental de ocho minutos (23). Que es posible dejar ver que Edgar Neville disfruta del paganismo (24), o que hacer cine basado en el flamenco parece ser un acto antifranquista (25).
En fin, una joya. Neville deviene en la mente del lector poco avisado en republicano azañista que para sobrevivir le pidió a su noble amiga Marichu Mora un carné de Falange, quizá después de pasársela por la piedra. Un resultado que, después de las quejas continuas del autor sobre su falta de acceso a documentación (26), de basar sus conclusiones, entre otros, en un diario que afirma (y se duele de ello) que no ha podido consultar, no extraña demasiado. Un resultado cargado de resentimiento, como se comprueba en los agradecimientos (27). Agradecimientos verdaderamente exhaustivos: del autor, del editor.... faltan los del lector con una sola línea: ¡se ha acabado! Quizá el autor pida que escriba una palinodia (28) sobre esta última aseveración.
(1) Juan Antonio Ríos Carratalá. Una arrolladora simpatía. Ariel, 2007. pg. 20
(2) La CEDA vendría a ser en la época lo que el PP de hoy, así como el PSOE de la época vendría a ser... sí, el PSOE de hoy.
(3) Recientemente, con motivo del fallecimiento de Emma Penella, José Luis Balbín, en la revista que dirige magistralmente, "La Clave", recuerda el enfado que ella y su marido tuvieron con él con motivo de un coloquio televisivo que Balbín llevó a cabo sobre Lorca.
(4) Juan Antonio Ríos Carratalá. op. cit. pg. 84. Todos los tópicos no. También en la página 62 afirma que "la nostalgia es una característica propia del fascismo español".
(5) Juan Antonio Ríos Carratalá. op. cit. pg. 74
(6) Juan Antonio Ríos Carratalá. op. cit. pg. 206
(7) Juan Antonio Ríos Carratalá. op. cit. pg. 30
(8) Juan Antonio Ríos Carratalá. op. cit. pg. 66
(9) Juan Antonio Ríos Carratalá. op. cit. pg. 227
(10) Juan Antonio Ríos Carratalá. op. cit. pg. 71
(11) Juan Antonio Ríos Carratalá. op. cit. pg. 29
(12) Juan Antonio Ríos Carratalá. op. cit. pg. 50
(13) Juan Antonio Ríos Carratalá. op. cit. pg. 71
(14) Juan Antonio Ríos Carratalá. op. cit. pg. 225
(15) Juan Antonio Ríos Carratalá. op. cit. pg. 68. Luis Escobar, Marqués de las Marismas del Guadalquivir, aparece como falangista. Si no recuerdo mal de sus memorias, en realidad era requeté. Hay una sutil diferencia.
(16) Juan Antonio Ríos Carratalá. op. cit. pg. 91. La aparición en el "Noticiario del Cineclub" de Edgar Neville de la mano de GeCé me hace pensar maliciosamente que quizá GeCé fuera tan anticomunista como Azaña.
(17) Juan Antonio Ríos Carratalá. op. cit. pg. 86 (Millán Astray es un perturbado); pg. 32 (el autor parece torcer palabras para, en lo que es una cita a los Machado, denigrar a Manuel y quedarse con Antonio)
(18) Juan Antonio Ríos Carratalá. op. cit. pg. 35
(19) Juan Antonio Ríos Carratalá. op. cit. pg. 90
(20) Juan Antonio Ríos Carratalá. op. cit. pg. 117
(21) Juan Antonio Ríos Carratalá. op. cit. pg. 46. Alfonso Ponce de León moría fusilado en agosto del 36 en Madrid ¿por quien? ¿por una bandada de grullas? Eso parece lo razonable, pues resulta imposible que los generosos tipos del Frente Popular lo hicieran.
(22) Juan Antonio Ríos Carratalá. op. cit. pg. 130
(23) Juan Antonio Ríos Carratalá. op. cit. pgs. 242-254. Se trata del documental "¡Vivan los hombres libres!", sobre la checa de Vallmajor, del que resaltan los nombres propios de Félix Ros (imprescindible su Preventorio D) y de Alfonso Laurentic. En general habla de ciertas películas dirigidas por Edgar Neville como si las hubiera visto, cosa que dudo sinceramente.
(24) Juan Antonio Ríos Carratalá. op. cit. pg. 274
(25) Juan Antonio Ríos Carratalá. op. cit. pg. 90. Más adelante parece decir lo contrario.
(26) Juan Antonio Ríos Carratalá. op. cit. pgs. 206, 210, 217.
(27) Juan Antonio Ríos Carratalá. op. cit. pgs. 329, 330.
(28) Palinodia resulta un vocablo que, por lo visto, el autor, tomado de Neville o de antecedentes ignotos, hace propio y enarbola repetidamente a lo largo del texto, en lugar de la expresión más común "retractación pública". Debe ser un fetiche.
6 comentarios
Nicolás Gómez -
Jesús Cotta Lobato -
Muchas gracias. No sabe cuánto te agradezco la orientación. Ando escribiendo un libro y me resulta muy enmarañado a veces corroborar noticias que me han contado o que alguna vez he leído y que luego no hay manera de encontrar. Ex corde, Jesús Cotta
Juan V. -
Permíteme que conteste de memoria, creo que esa frase de Lorca se la dice a Jardiel, como consejo a seguir también por Enrique, y éste la recoge no se muy bien ahora si en uno de sus prólogos a sus recopilaciones de obras teatrales o en aquella extensa carta donde se desnuda ideológicamente con un interlocutor mexicano.
Todo esto, claro, susceptible de todo el error en que puede incurrir mi frágil memoria.
Saludos. Juan.
Jesús Cotta Lobato -
Pablo Vertel -
La figura del gran cineasta la destroza , y creo que es bastante falsas sus investigaciones, no sera un best seller seguro
Arturo Robsy -
Magnífica y tranquila ironía.