QUERIDO NIÑO
Juan V. OLTRA
Querido niño:
Ya sé que te han quemado la casa. Sé también que son unos días fríos como para pasearse en pañales por la noche. Y sé que el negarte casa, una posada, incluso el típico portal, resulta terriblemente sádico. Me duele en mis carnes el frío que puedas pasar.
Por eso, querido niño, te ofrezco mi casa. Ya hay niños en ella, incluso uno pequeño con el que podrás jugar y reír. No somos ricos, no podré darte oro ni podré aromatizar tu cuna con incienso, pero te daremos amor y caricias.
Sí, sé que hay muchas casas más en las que estarían encantados de hospedarte, pero yo te ofrezco la mía. Te la ofrezco para que al beber juntos de las mismas heces transmutemos el odio en amor, como siempre. Y para que Don Santiago, el párroco, no piense que está solo en su desolación.
Porque si Tú me das pena, Don Santiago más aun. ¡Qué cara debió quedársele cuando, en su Parroquia de San Ginés, vio como habían quemado el belén, robándote la casa aun antes de haber nacido!. Que día más triste, ese 22 de diciembre en Guadalajara.
Pero dejemos de lado a los gamberros, a su odio. Nosotros no odiamos, sabemos que también hay luz en la cara de los ciegos, que la luz no se apaga aunque los ojos no la vean. Tarde o temprano, tendrán que abrir los ojos, y se darán cuenta de lo que han hecho. Y te pedirán perdón y, claro, Tú, se lo darás con la mejor de tus sonrisas, acogiéndoles con mayores alharacas de las que nos haces a los que nunca nos hemos separado de tu seno.
Pero eso, ya llegará, querido niño Jesús. Juan y Luis, mis hijos, están preparando sus mejores juguetes para dejártelos. La casa ya está caliente para recibirte y tenemos buena provisión de leche para darte. Ven con nosotros un año más. Tenemos una pandereta para ti y el mejor sitio de la mesa será el tuyo.
Sé que te cuesta entender lo que está pasando en nuestra sociedad. Sé que se hace duro pensar cómo en esa céntrica iglesia de Guadalajara unos abanderados de la tolerancia han pegado fuego a tu casa, a tu cuna. Te odian aun antes de que vengas. A ti, a ti que eres todo amor. Si no fuera por ti tendría que decirles mirándoles a la cara que quien hace una ofensa, la escribe en la arena, pero quien la recibe la esculpe en bronce.
Pero no lo haré, tu me has enseñado a amar, así que a esos pirómanos aficionados les invito también a mi cena de Nochebuena. A cantar con nosotros festejando tu llegada. A reír y cantar. A rezar.
Ante ese giro que da la sociedad, muchos temen, otros se alegran. Pocos permanecen indiferentes. Yo no encajo en esas categorías, yo sólo espero.
Espero, porque al final será lo que Dios quiera. Lo que Tú quieras. Y eso, eso será también lo que queramos nosotros.
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