ALDABONAZO EN RATISBONA
Jorge GARCÍA-CONTELL
El pasado 13 de septiembre Benedicto XVI pronunció un discurso en el Aula Magna de la Universidad de Ratisbona ([1]). Su auditorio estaba compuesto por algunos de los más preclaros maestros de las ciencias y las humanidades en Alemania. El contenido, denso y profundo, y el registro erudito en el lenguaje del orador eran obligados, especialmente si se tiene en cuenta que años atrás el hoy Papa fue catedrático y vicerrector de esa misma Universidad. La exacta y completa comprensión del discurso - en términos académicos, una lección magistral - no está al alcance de todos y, para ser exactos, pocas personas se hallan en condiciones de entender la integridad del mensaje transmitido: el texto y su contexto.
Por inverosímil que pueda en principio parecer, la referencia a una cita de Manuel II Paleólogo ha dado literalmente la vuelta al mundo a través de titulares, editoriales y crónicas de prensa. El Papa aludió a un diálogo sostenido entre aquel emperador bizantino y un sabio persa acerca del cristianismo y el islam en 1391, en el cual el monarca decía: «Muéstrame también aquello que Mahoma ha traído de nuevo, y encontrarás solamente cosas malvadas e inhumanas, como su directiva de difundir por medio de la espada la fe que él predicaba». Llamaradas de ira incendian desde entonces el mundo islámico; el resto del discurso se desprecia y no se toma en consideración que en modo alguno se trate de un embate contra el islam, hasta el punto de contener una invitación expresa al diálogo apacible entre religiones. A nadie parece importar que el mensaje principal exhorte al acercamiento racional a la noción y conocimiento de Dios desde el campo de la ciencia.
Se multiplican por doquier las exigencias de rectificación y buena parte del mundo musulmán exige a Benedicto XVI que pida públicas disculpas por la ofensa supuestamente inferida. El gobierno pakistaní convocó al embajador de la Santa Sede para expresar su profundo desagrado. El tiranuelo corrupto y avieso que reina en Marruecos llamó a consultas a su embajador ante el Vaticano. En Somalia una monja italiana ha sido asesinada. En Palestina han ardido varias iglesias cristianas. Un grupo fundamentalista iraquí hizo pública su amenaza de provocar atentados terroristas en la ciudad del Vaticano. Resumiendo: el mundo islámico se siente agraviado por una cita histórica del siglo XIV en la que se le reprocha su tradicional proselitismo por medio de la violencia; para demostrar la falsedad del autor de la cita y la iniquidad del Papa, se desata una ola de violencia verbal y física de la peor especie. O, dicho en otras palabras, desde el preciso momento en que alguien ose mencionar que la difusión del islam siempre ha sido precedida de la guerra - por más que se trate de una simple constatación de hechos históricos - pondrá en grave riesgo su integridad física e incluso su osada vida. Hay que reconocer que, si algo evidencian los musulmanes, es su arrogante nitidez a la hora de mostrar sus intenciones.
Por otra parte, no deja de llamar la atención que abigarradas muchedumbres salgan a las calles para injuriar a Benedicto XVI, maldecir a los cristianos e incendiar cruces. No llama la atención porque conducta distinta sea esperable en los fieles fanáticos de una fanática fe, sino por el hecho que mencionaba al inicio de estas líneas. Ni mucho menos todos los cristianos son capaces de leer el texto íntegro del discurso, sin abandonarlo por ser genuinamente académico y, por tanto, poco ameno. De entre aquellos que mantengan su atención hasta el punto final, sólo algunos lo habrán comprendido en su integridad, incluidas las múltiples referencias filosóficas que contiene. Así pues, lo que verdaderamente sorprende es que tantos musulmanes, habitantes de países subdesarrollados con altas tasas de analfabetismo y donde la instrucción superior es exclusiva de privilegiados, muestren tan airadamente su indignación por un texto que para ellos es doblemente confuso y abstruso. Parece bastante clara la intervención de minorías sectarias y decididas a explotar un victimismo tan falso y mendaz como políticamente rentable.
Pero hay otra faceta que sorprende e indigna más todavía en toda esta barahúnda de reacción ante las palabras del Papa Ratzinger. El diario "The New York Times", en su editorial del 14 de septiembre, consideraba que el discurso fue "peligroso y trágico" y que venía a "crispar las relaciones entre cristianos y musulmanes". Es preciso hacer gran acopio de cinismo para escribir semejante embuste, desde ese periódico y en ese país. Claro que, a la vista de los acontecimientos que se suceden diariamente y desde hace años, no faltará quien interprete que el definitivo sometimiento del oriente medio es una etapa necesaria antes del completo establecimiento del "one world" y a ese fin sirve inmejorablemente azuzar un artificial conflicto religioso entre los dos grandes monoteísmos, mientras queda indemne y al margen el tercero menor. Y por supuesto nunca está de más, en esta época de relativismo ético y pseudoespiritualismo "new age", alimentar la idea según la cual los males y la intransigencia derivan necesariamente de las religiones dogmáticas.
[1] http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/speeches/2006/september/documents/hf_ben-xvi_spe_20060912_university-regensburg_sp.html
1 comentario
Rafael -
Poner en entredicho el uso de la espada (o del explosivo) contradice la mentalidad de muchos musulmanes. No es raro que se enfaden. Apelar a la racionalidad antes que a su "fe" para ellos es incompatible. Es más, en conversación se puede apreciar que no razonan como nosotros simplemente porque no parten de los mismos presupuestos filosóficos.
Aviso: todos los que pongamos en tela de juicio su estilo de vida, inspirado en el Corán, somos suceptibles de recibir la ira de la "yihad". Tolerancia cero que decimos en occidente.
Si por otra parte, añadimos a esta respuesta, la de todos aquellos que han repudiado de la filosofía cristiana y el tesoro teológico de la Iglesia, no es de extrañar tanto revuelo. Sobre todo pensando que estos últimos sí han entendido lo que se les dice.