ACTUALIDAD Y PROSPECTIVA DE LA GUERRA EN MEDIO ORIENTE
Horacio CALDERÓN
En el marco de una increíble declaración en la que el presidente de los EE.UU., George W. Bush, aprecia que el presente baño de sangre en el Líbano servirá para diseñar un “nuevo Medio Oriente”, la evolución de los acontecimientos políticos y militares en esta región permite asegurar sin ambages que Hizballah -con el respaldo de Irán y en menor medida de la Siria secular y laicista del presidente Bashar Al-Assad- mantiene en sus manos la iniciativa estratégica de la guerra, situación que Israel tratará de revertir seguramente con una ampliación del conflicto en el curso de las próximas horas o tal vez muy pocos días.
Tal parece que el presidente norteamericano renueva las aspiraciones de repartir los estratégicos territorios mesorientales -con el respaldo del poder bélico de la superpotencia hegemónica bajo su comando y el de sus aliados inmediatos, tal como lo hicieron las grandes potencias coloniales a la finalización de la II Guerra Mundial y sucesivamente en las décadas posteriores, terminando con la natural integración geopolítica de algunas regiones, separando países con poblaciones que convivían armónicamente, y encerrando dentro de las mismas fronteras a etnias y tribus que eran enemigos irreconciliables. La consigna maquiavélica de “dividir para reinar” -que llevaron a la práctica las potencias coloniales del pasado- se hace carne también en el presente, donde se intenta modificar nuevamente el mapa mundial, según el antojo de la superpotencia hegemónica y de los poderes reales -visibles o no- que la sustentan.
Demostrando desconocer la historia del Medio Oriente, George W. Bush acaba de manifestar que aunque la lucha en Líbano es “dolorosa y trágica”, también presenta una oportunidad para cambios en el Medio Oriente, una región que ha “sufrido décadas de tiranía y violencia”; como si la “democracia” que intenta imponer EE.UU. -con el costo de decenas de miles de vidas en el caso de Irak-, debiera ser aceptada cueste lo que cueste, a todo trance y sin contemplaciones, cual mandato de signo “celestial”, por Estados soberanos e independientes que tienen derecho a ser sujetos y no objetos de la Historia y artífices de su propio bienestar y destino, preservando sus raíces religiosas, sus culturas, sus tradiciones y su mismo honor nacional.
Los sangrientos sucesos que enlutan toda la región mesoriental no son sino la proyección sangrienta de aquellos “crujidos” que podían escucharse en la estructura del poder mundial a partir del derrumbe del imperio soviético comunista mundial, del surgimiento a posteriori del “nuevo orden internacional” y más tarde del proyecto unilateral y hegemónico cuyo centro político, estratégico y militar son los Estados Unidos de Norteamérica.
Siguiendo el precepto alquimista “solve et coagula” (“disuelve y concentra”) y en el marco de un proceso globalizador y globalizante bajo su control, los EE.UU. y sus aliados buscan pulverizar el concepto y las instituciones propias del Estado-Nación, a efectos de concentrar en las menores manos posibles el control mundial.
No se trata lo arriba indicado de un producto de denuncias paridas desde centros de irradiación del pensamiento nacionalista surgidas en diferentes países, sino de manifestaciones taxativas surgidas de documentos producidos por los mismos centros del poder mundial. Ya este analista ha abordado en informes y ensayos anteriores, el hecho objetivo de que muchos de los grandes conflictos y amenazas surgidos en las estratégicas regiones del Medio Oriente y sus respectivas “esferas de influencia”, se deben sin duda alguna al nacimiento, desarrollo y expansión de procesos violentos de oposición a la superpotencia hegemónica -es decir EE.UU. y sus aliados-, capitalizados por minorías musulmanas extremistas que hacen uso del terrorismo como parte de una guerra asimétrica basada en un agenda política que no tiene otro objetivo que luchar también por el dominio global, en el marco del reverdecer mundial del Islam.
Resulta imposible comprender sin esta larga introducción las delicadas aristas de la guerra actual desatada en territorio libanés y los objetivos que animan a los principales actores enfrentados: el Estado de Israel respaldado por EE.UU. y el movimiento terrorista Hizballah, surgido en Líbano con el objeto de fundar en dicho país un Estado musulmán extremista de la secta chiíta, inspirado a su vez en la revolución iraní alumbrada por el ayatolá Ruhollah Jomeini.
Hizballah ha elaborado durante años una muy bien elaborada estrategia para enfrentarse a Israel tal cuál lo está haciendo en este momento, poniendo en jaque a uno de los Estados con las fuerzas armadas y de seguridad y servicios de inteligencia más poderosos y sofisticados del planeta. Israel ha sido tomada por sorpresa en cuanto a la capacidad del enemigo se refiere, sea por fallas en el sistema de reunión de información, sea vez por fallas cometidas en todo el proceso de inteligencia, sea finalmente por graves errores de juicio de sus gobernantes.
La respuesta bélica de Israel, proporcional a su verdadero objetivo -destruir al Hizballah-, está plagada desde el comienzo del presente conflicto de violaciones a las normas más elementales del Derecho Internacional, del Derecho de Gentes, de las convenciones y protocolos internacionales que ordenan resguardar de ataques a la infraestructura civil y también de todo aquello que concierne al Derecho Humanitario. Dejar sin castigo a los responsables de los gravísimos crímenes cometidos por Israel, con el pretexto de terminar con la mencionada milicia terrorista a costa del sufrimiento de un pequeño país indefenso como Líbano, constituiría un peligrosísimo precedente que implantaría aún más la “ley de la selva”, en un ya complicado panorama político y jurídico internacional.
Un capítulo aparte merece el Hizballah, que ha secuestrado de hecho a la población del Líbano, de cuyo parlamento y gobierno forma parte con numerosos legisladores y dos miembros de su gabinete de ministros. Además, con el agravante de no representar más que una porción minoritaria aunque sumamente combativa de ese país, en los que los musulmanes de la rama sunnita del Islam, los cristianos maronitas y de otros ritos y los drusos (65 por ciento de la población entre todos estos últimos, aproximadamente) se han convertido en meros espectadores, sino también en víctimas principales del presente conflicto.
Hizballah ha construido a lo largo de los últimos años sus refugios en zonas pobladas, desplegado y escondido columnas enteras de milicianos armados con miles de misiles, dentro de poblaciones atestadas de civiles y que se desplazan desde el inicio del conflicto transportando material bélico por líneas interiores del territorio libanés, provocando los ataques indiscriminados de Israel y con ellos la muerte de cientos de civiles inocentes, incluyendo mujeres y niños. También, desde luego, el desplazamiento de ciudadanos nativos y extranjeros a países vecinos, mientras otros tantos han quedado aislados y a merced de las bombas en sitios inaccesibles, de los cuales resulta imposible escapar luego de la destrucción sistemática de la red de carreteras y autopistas por parte de la aviación y artillería israelíes.
Los responsables de los ataques con miles de misiles lanzados por el Hizballah contra poblaciones civiles inocentes de Israel, provocando la respuesta indiscriminada a su vez por parte de este país, merecen asimismo ser juzgados por tribunales militares de excepción y sus principales dirigentes erradicados de la vida política del Líbano, desarmados sin condiciones y obligados a cumplir a rajatabla la Resolución 1559 del año 2004 del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas, que ordena el desbande de todas las milicias activas en este azotado país.
Los sucesos acaecidos en el Líbano no sólo no disminuyen de intensidad, sino que amenazan expandirse a toda la región como consecuencia de acciones que se presume puedan desarrollar alguna o todas las partes en conflicto:
En el caso de Israel, lanzando una invasión masiva del Líbano para acabar con el hasta ahora victorioso Hizballah -revertiendo los efectos políticos, psicológicos y militares de la catástrofe en que se encuentra actualmente- y los ataques de esta fuerza con misiles a blancos de su país, que prometen incluso alcanzar ciudades como Tel Aviv, planteando en ese caso un grave desafío geopolítico al Estado judío. Las acciones actuales y la concentración de blindados hacen presumir que utilizará las zonas bajo su control en el sur libanés para lanzar un asalto a gran escala contra el valle de la Bekaa y tal vez fortificaciones a lo largo del río Litani, como se ha adelantado días pasados en escritos de este analista.
Por parte del Hizballah, con el objeto de provocar esas acciones y llevar a Israel a una situación similar a la que se encuentran EE.UU., Gran Bretaña y sus aliados luego de la inaudita y catastrófica invasión y posterior ocupación de Irak, expandiendo el teatro de operaciones libanés y comprometiendo la estabilidad del gobierno sirio, que el primer ministro Ehud Olmert y sus principales asesores no tienen interés en derrocar, salvo circunstancias excepcionales. Una prueba de esto es que la destrucción de las carreteras que unen Líbano con Siria en recientes bombardeos israelíes, apuntan a defenderse de un potencial ataque sirio, pero asimismo son una demostración de que las fuerzas judías no abrigan intenciones -a menos que sean atacadas- de intentar un avance hacia Damasco.
La irrupción de Al-Qaeda en el conflicto entre Israel y el Líbano -hasta el momento limitada al plano de las palabras-, no constituye de manera alguna un dato menor, ya que este movimiento terrorista perteneciente a la rama sunnita del Islam está violentamente enfrentado a los sectores chiítas y a sus principales líderes, como el guía espiritual iraní, el gran ayatolá Alí Jamenei y el presidente de ese país, Mahmoud Ahmadinejad. Asimismo, siente que su liderazgo a nivel global está siendo eclipsado por Irán y su principal válido, el Hizballah libanés; es por ello que intentará a cualquier costo reconquistar la iniciativa perdida durante los últimos tiempos, situación que se ha profundizado a partir del protagonismo de líderes islamistas emergentes a escala ya mundial como el jeque Hassan Nasrallah.
El reciente y amenazador mensaje del lugarteniente de Osama Bin Laden, Ayman Al-Zahuahiri, debe ser incluso interpretado como una orden destinada a activar células de la organización Al-Qaeda o de otros movimientos o grupos terroristas asociados alrededor del mundo, para que estos lancen nuevos ataques contra blancos previamente designados o dejados a criterio de los comandantes operacionales en el terreno.
La probable evolución de la situación durante las próximas semanas en todo Medio Oriente, sumadas a acontecimientos que en prospectiva se conocen como hechos portadores de futuro, permite ya imaginar escenarios que no sólo pueden alterar la paz regional, sino derramarse globalmente y hacia territorios tan lejanos como Iberoamérica.
Los efectos de la actual visita del presidente Hugo Chávez a Irán y su reiterada y confirmada alianza estratégica con este país, amenazan trasladarse -tal vez no de jure pero sí de facto- a países con gobiernos como el de la Argentina, que mantiene una estrecha relación política y también estratégica con Venezuela y podría verse comprometida por años con los efectos de los conflictos de alta intensidad que se avizoran a escala global y regional.
El aislamiento en que se encuentra el gobierno argentino de la realidad mundial -en este aspecto acompañado por gran parte de la dirigencia política- llega al punto de alcanzar un grado notable de alienación, que a su vez le impide visualizar las soluciones necesarias para defender el interés nacional en esta etapa tan difícil que atraviesa el gran escenario global.
Dicho panorama se agrava en el caso argentino, en virtud de las amenazas regionales existentes: terrorismo, narcotráfico, crimen organizado trasnacional y los procesos de convergencia existentes entre ellos, como también por algunas otras emergentes, tal el caso del etno-nacionalismo, del neoindigenismo, y muy especialmente de la intersección de agendas entre Venezuela e Irán, que incluyen el interés de desarrollar proyectos altamente sensibles, como los que conciernen al sector de la energía nuclear.
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Gonzalo L Villalobos -