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Bitácora PI

Politología y Metapolítica

LO POLÍTICAMENTE CORRECTO Y LA METAPOLÍTICA

LO POLÍTICAMENTE CORRECTO Y LA METAPOLÍTICA

Alberto BUELA

 

   En estos días nos ha llegado desde varios lados un reportaje al militar franco-ruso, ahora devenido ensayista, Vladimir Volkoff sobre lo políticamente correcto. Las respuestas que da Volkoff son acertadas pero insuficientes, pues él limita lo políticamente correcto a un problema del decir: "circula a través de nuestro vocabulario. El vocabulario políticamente correcto es el principal vehículo de contagio".
   Es cierto que lo políticamente correcto, en inglés denominado political correctness, tiene que ver con una forma de decir; por ejemplo a un negro llamarlo "hombre de color",  hablar de interrupción del embarazo en lugar de aborto, invidente en lugar de ciego. Pero hay que dar un paso más en busca de su fundamento, si no simplemente nos quedamos en la descripción del fenómeno.

 

   Así lo políticamente correcto es todo eso que dice Volkoff: el "todo vale", el cristianismo degradado, el socialismo reivindicativo, el freudismo antimoral, el economicismo marxista, el igualitarismo como punto de llegada y no de partida, la decadencia del espíritu crítico, lo practican los intelectuales desarraigados, confunde el bien y el mal. Pero todo ello no alcanza para asir su naturaleza, esencia y fundamento. Incluso Volkoff afirma que: es de imposible definición.

   Además, está el hecho bruto e incontrovertible de que existen temas y problemas políticos de mucho peso en la historia del mundo que no son tratados por ser políticamente incorrecto hacerlo, por ejemplo: el poder judío en las finanzas internacionales y en los medios masivos de comunicación o el poder de las sectas e iglesias cristianas al servicio del imperialismo. Vemos con estos solos ejemplos cómo lo políticamente correcto no se limita al decir o al dejar de decir, como sostiene Volkoff.

   Además hay temas y muchos, que no son tratados ni mediática ni privadamente por ser políticamente incorrectos: la jerarquía, el disenso, la disciplina, el arraigo, la pertenencia, las virtudes, el deber, el heroísmo, la santidad, la lealtad, la autoridad, etc.

  

   Nosotros sin embargo creemos que lo políticamente correcto se apoya y tiene su fundamento en el denominado pensamiento único. Pensamiento que encuentra su justificación en los poderes que manejan y gobiernan este mundo terrenal y finito que vivimos hoy.

   Podemos definir lo políticamente correcto como la forma de hacer y decir la política que se adecua al orden constituido y al statu quo reinante. Es por ello que el simulacro y el disimulo, la amplia calle de la acción y el discurso político contemporáneo, tiene en lo políticamente correcto su mejor instrumento. Hoy la política  es entendida y practicada como "un como sí" kantiano. Se piensa y se actúa "como si " se pensara y se actuara de verdad. Es por ello que los gobiernos no resuelven los conflictos sino que, en el mejor de los casos, los administran. Nos tratan de mantener siempre en una pax apparens como agudamente ve Massimo Cacciari, el filósofo y actual intendente de Venecia.

   ¿Y por qué hablamos de pensamiento único? Porque hay una convergencia de intereses de los distintos poderes que manejan este mundo que necesita ser justificada y su justificación se halla en el pensamiento único, que está constituido por el pensamiento social, política y académicamente aceptado. Esto prueba, como lo han demostrado intelectuales "políticamente incorrectos" como Michel Maffesoli, Massimo Cacciari, Danilo Zolo, Alain de Benoist, Günter Maschke,  y tantos otros, que existe una "policía del pensamiento" (los Habermas, Eco, Henry-Levy, Gass, Saramago -en nuestro país los Aguinis, Sebrelli, Verbisky, Feinmann, Grondona, etc.-) que determina en forma "totalitariamente democrática" quiénes son los buenos y quiénes los malos. A quién se debe promocionar y a quién denostar o silenciar. Es le totalitarisme doux propre des démocraties occidentales del que nos habla Mafffesoli.

   Esta policía del pensamiento es una, como es uno el pensamiento único y como lo es también uno el sistema de intereses de los poderes mundiales, más allá de sus aparentes diferencias ideológicas. Perón a esto lo llamaba sinarquía, que el pensamiento políticamente correcto se encargó de negar y burlarse.

   No se puede hablar en profundidad de lo political correctness sin estudiar aquello que constituye la pensée unique tan bien descripta por Alain de Benoist, Ignacio Ramonet o Vitorio Messori. Y no se puede hablar del pensamiento único sin hacer referencia a la unitaria madeja de intereses que sostiene el funcionamiento de los poderes indirectos, en muchos casos más poderosos incluso que los mismos Estado-nación. Todo ello a su vez tiene una fuerza coercitiva que es "la policía del pensamiento" que funciona en forma aceitada hasta en el último pueblito de la tierra.

   Esta tenaza poderosa de dinero, poder político y prestigio intelectual es la que presiona sobre la vida de los pueblos para el logro de la homogenización del mundo y las culturas en una sola. Esta tenaza es la expresión acabada de un mecanismo perverso de alienación existencial de las naciones que pueblan la tierra. Y es en vista a la denuncia de este mecanismo perverso, donde se juntan lo políticamente correcto, el pensamiento único, los poderes indirectos y la policía del pensamiento, que buscamos hacer una observación crítica a lo sostenido por Volkoff.

 

   La tarea de desmontaje de lo políticamente correcto es una tarea correspondiente stricto sensu a la metapolítica pues esta disciplina con el estudio de las grandes categorías que condicionan la acción política de los gobiernos de turno es la que nos brinda las mejores condiciones epistemológicas para el conocimiento de aquello que nos hace padecer lo políticamente correcto como vocero del pensamiento único impuesto a su vez por la policía del pensamiento. Lo políticamente correcto al transformar sus propuestas y temas en "el lugar común", puede ser desarmado con el uso de la metapolítica que para Giacomo Marramao " convierte a la divergencia en un concepto de comprensión política ".

   Con lo cual llegamos finalmente a constatar que para comprender acabadamente la política y lo político estamos obligados a desmantelar el andamiaje de este círculo vicioso conformado por lo políticamente correcto, el pensamiento único, los poderes indirectos y la policía del pensamiento que se retroalimentan entre sí en una totalidad de sentido, que en nuestra opinión produce ese gran sin sentido que caracteriza a la política mundial de nuestro tiempo.

OSETIA DEL SUR: GUERRA Y DESINFORMACIÓN

OSETIA DEL SUR: GUERRA Y DESINFORMACIÓN

Juan A. AGUILAR

 

   Desde que el pasado 7 de agosto, las tropas georgianas armadas y entrenadas por EE.UU., Israel y Ukrania, lanzaron una brutal ofensiva sobre la provincia prorusa de Osetia del Sur, provocando más de un millar de muertos entre la población civil de la capital suroseta, hemos asistido en todo Occidente y muy especialmente en España, a una monumental ceremonia de la confusión siguiendo los más elaborados manuales de la tecnología de la desinformación. El espectáculo dado por la inmensa mayoría de los medios de comunicación españoles ha sido patético. La sensación lastimosa de unos profesionales de la información que parecían unos indocumentados rellenando sus espacios con tópicos y lugares comunes, sin aportar el más mínimo análisis de la situación y tomando partido en el conflicto basándose en abstracciones pueriles y vacías de contenido material, sólo puede explicarse por la atmósfera acrítica que domina en nuestros medios y a la que se someten complacientes unos profesionales que han perdido toda capacidad de sentir su propio ridículo. Sin ser exhaustivos, los hechos son los siguientes:

1.       El 19 de enero de 1992, la mayoría de los habitantes de Osetia del Sur, que quedaron dentro de la actual Georgia cuando se independizó tras la caída de la URSS, votó a favor de su incorporación a Rusia.

2.       Tras abiertas hostilidades, se firma en Dagomis un acuerdo entre Rusia y Georgia, por el cual, a partir del 14 de julio de 1992, en la zona se desplegarían fuerzas de paz, entre ellas, militares rusos con objeto de evitar que vuelvan a iniciarse los combates.

3.       Tras la llegada al poder en Georgia del presidente Mijaíl Saakashvili comienza un rearme espectacular con la ayuda de centenares de asesores militares norteamericanos e israelíes y la tensión en la zona no deja de aumentar.

4.       Seguro de sí mismo y del apoyo de EE.UU. y las potencias occidentales, el 7 de agosto, Saakashvili se lanza a la aventura de atacar militarmente Osetia del Sur con todo lo que tiene a su alcance, incluido el bombardeo con cohetes múltiples Grad de la capital suroseta, Tskhinvali, provocando centenares de víctimas civiles y un número significativo de soldados rusos destinados en misión de paz.

5.       En su plan no cuenta con la respuesta firme y decidida de Rusia de acudir en ayuda de sus soldados y de la población suroseta, que en su inmensa mayoría tiene nacionalidad rusa. A partir de ese momento, el ejército georgiano -el agresor- se hunde y la derrota es total en 48 horas.

6.       El presidente francés Sarkozy consigue el 13 de agosto un compromiso ruso de alto el fuego si se cumplen una serie de condiciones que suponen un desastre para el gobierno de Saakashvili, entre ellas, la acusación de genocidio a las autoridades georgianas.

 

   Todos estos hechos son fáciles de comprobar; basta ir a las hemerotecas y repasar las noticias de los días 7 y 8 de agosto para contrastar lo expuesto. Sin embargo, a partir del 9 de agosto hasta la fecha, comienza una auténtica ofensiva "desinformativa" para pintar a Rusia como la agresora y a los "pobres georgianos" como víctimas del potencial irrefrenable del ejército enviado por Moscú.

   Campaña que se adorna, bochornosamente, con las típicas herramientas dialécticas como poner en boca de la denominada "comunidad internacional", lo que no eran más que los lamentos de los gobiernos de EE.UU. y sus aliados incondicionales. Como si Rusia y China, juntas en el Consejo de Seguridad de la ONU y sumando casi dos mil millones de habitantes de este planeta, no fueran parte de esa comunidad internacional.

   Tal descaro y desvergüenza tiene la campaña en lo que se refiere a los medios en nuestro país, que el agregado de prensa de la embajada de Rusia en España emitió una nota oficial el pasado 10 de agosto protestando por el comportamiento indecente de los medios de comunicación españoles y de la que entresaco únicamente unas líneas: <<¿cómo era posible pasar por alto la catástrofe humanitaria de la ciudad entera de Tsjinvali, borrada de la faz de tierra por los tanques y lanzacohetes georgianos? ... Confío en que los periodistas honestos rehúsen la practica de «dobles raseros», aun persistente en algunos medios. Les llamo a abstenerse de prestar el amparo mediático a los verdugos de centenares de surosetios, ancianos, mujeres y niños, así como de decenas de pacificadores, perecidos por ser procedentes de Rusia a causa de la aventurera ofensiva georgiana>>.

 

   Ahora bien, ¿qué se oculta tras toda esta campaña antirusa? Más allá de los análisis políticos y geoestratégicos, de los que iremos informando en este medio digital, lo que subyace es que a las potencias anglosajonas se le hace insoportable tener que reconocer que Rusia recupera su fuerza y vuelve a la Gran Política, de la que Yeltsin  había conseguido expulsarla.

   Deberá irse acostumbrando la decadente, nihilista y hedonista "comunidad internacional" a que la Santa Rusia vuelva a contar en el concierto de las naciones.

KIRCHNER: UNA DERROTA INNECESARIA

KIRCHNER: UNA DERROTA INNECESARIA

Alberto BUELA

 

   Es fácil hablar después que el sol se puso, pero la filosofía como el búho de Minerva sale a volar a esa hora. No es una actividad de adivinos ni de horoscoperos sino siempre, en su uso sano, se ocupa de lo que es pero y sólo recién a partir de allí- de la realidad- intenta barruntar lo que puede ser.

   La derrota primero en las calles, creando un acto paralelo hace dos días, que le salió como la mona pues la gente del campo lo triplicó en asistencia. Un acto lanzado como presidente del PJ cuyo palco estaba cubierto con gente de saco y corbata, más propia del funcionario público que de peronista, mientras que "los descamisados" estaban en el palco del campo. Un acto sin alegría y donde los oradores previos a él hablaron por compromiso y sin convicción.
   Y en segundo lugar, hoy por la madrugada, el senado le votó en contra el proyecto de ley de retenciones móviles a las exportaciones de granos.

 

   ¿Cuál es la causa de esta derrota doble?. Un error gravísimo de conducción política, más allá de las fallas morales como son la prepotencia, el mal carácter y el orgullo.

   Kirchner se equivocó dos veces seguidas. Cometió, por un problema seguramente de falta de formación política (a Perón lo leen anecdóticamente) dos fallos garrafales. Primero: valoró o estimó mal las fuerzas del enemigo (la oligarquía ganadera ¿?) y segundo: estimó mal las fuerzas propias (los senadores cuando no hay un proyecto político que los contenga pertenecen a la Nación).

   Fue una derrota innecesaria porque existieron varios momentos en esta disputa de cuatro meses de duración en donde Kirchner como conductor pudo haber mostrado cintura política y llegar a una solución negociada. No fue así, se encaprichó en una decisión inamovible que lo llevó a una derrota que bien se podría haber evitado.

   Esto deja dos consecuencias principales: a) Arrastra al gobierno de su mujer, Cristina Fernández, que para seguir vivo tiene que cambiar, o mejor aun, crear una estrategia propia y b) profundiza el desprestigio del peronismo fabricando más gorilas en la sociedad.

   Respecto del primer punto lo más lógico es que Cristina Fernández reacomode su gabinete gubernamental y considere que los ministros heredados de su marido, siguen siendo de su marido y no de ella.
   Y en cuanto al segundo punto es dable notar que en este último mes, a partir de su asunción como presidente del PJ, Kirchner ha producido más antiperonismo que conversos. Los otros 70 miembros del Consejo del Partido deberían tomar nota de este dato irrecusable, pues lo lleva a la ruina.

BICENTENARIO ARGENTINO

BICENTENARIO ARGENTINO

Mario MENEGHINI

 

 Exposición realizada en la Tertulia de los Caballeros de Don Bosco, Córdoba, 12-7-2008.

 

      1. Es importante analizar el tema que nos convoca hoy, puesto que se están programando actividades para celebrar en el 2010 el Bicentenario de la Argentina; en un momento de profunda crisis en el país. Aunque, como señala Mons. Aguer: "lo propio de la Argentina es, al parecer, vivir en crisis permanente y que, en todo caso, eso ya no puede llamarse crisis sino decadencia" (1) . Agrega el Arzobispo de La Plata: "Lo que hoy pareciera más notable es un clima de irritación, de división, de descontento, de protesta, de queja, una especie de atomización social que estamos padeciendo". Estos síntomas evidencian que está debilitada la concordia, factor imprescindible para que exista una nación en plenitud, y para que se cumpla el anhelo de la Oración por la Patria: el compromiso por el bien común.

 

     2. El doble centenario de un país, es ocasión propicia para reflexionar en profundidad sobre los problemas y la mejor manera de superarlos en el futuro, de allí que sea razonable que se hable de un Pacto del Bicentenario. Pero, en primer lugar, debemos precisar los términos, puesto que, en realidad, se trata de un aniversario equívoco, por lo que es necesario distinguir dos aspectos involucrados en esta celebración. En efecto: ¿el bicentenario alude a la nación o al Estado argentino?

 

     3. Si se toma la expresión Nación Argentina como equivalente a Estado Argentino, es necesario decir que el mismo no quedó constituido el 25 de mayo de 1810, fecha en que se formó un gobierno propio, pero provisorio, hasta que el Rey Fernando VII - que estaba preso de Napoleón - reasumiera su corona. El Estado Argentino sólo surgiría seis años después, con la Declaración de Independencia. En efecto, al asumir sus cargos los integrantes de la Junta Provisional Gubernativa, consta en el acta de acuerdos del Cabildo: "el presidente [Saavedra], hincado de rodillas y poniendo la mano derecha sobre los Santos Evangelios, prestó juramento de desempeñar lealmente el cargo, conservar íntegra esta parte de América a nuestro Augusto Soberano Fernando VII y sus legítimos sucesores y guardar las leyes del Reino...".

 

     4. Por otra parte, si se toma la expresión Nación Argentina en su sentido sociológico, como conjunto de personas que conviven en un mismo territorio y poseen características comunes: étnicas, lingüísticas, culturales, históricas y religiosas, y manifiestan el deseo de continuar viviendo juntas; la Argentina ya estaba consolidada antes del 25 de mayo. A partir del 29 de junio de 1550, con la fundación de la ciudad de Barco -la actual Santiago del Estero- comienza la lenta formación de nuestra nación. Consideramos que en ocasión de las invasiones inglesas, quedó en evidencia que la Argentina como nación estaba ya consolidada pues:

 

       I ) Existía ya en el territorio del Virreynato del Río de la Plata, mayoría de criollos, algunos de los cuales, como Saavedra y Belgrano -integrantes de la Primera Junta-, desempeñaban funciones públicas de importancia.

 

       II ) Existía, como lo afirma el sociólogo Guillermo Terrera, una cultura criolla argentina que para 1750, tenía caracteres propios y definidos.

 

      III ) No existían en número suficiente tropas profesionales para repeler el ataque extranjero, de modo que la resistencia estuvo a cargo de las milicias criollas y de los vecinos que se sumaron voluntariamente a la lucha. Sería impensable que esto ocurriera en una sociedad cuyos integrantes se conformaran con ser una colonia. Precisamente, la decisión masiva  de los criollos de combatir, revela a un pueblo con identidad propia que asume la  defensa de  su tierra, pese a la ausencia del Virrey, que se había replegado a Córdoba.

 

     IV ) Si queremos fijar en una fecha la vigencia de la nacionalidad argentina, la que corresponde es la del 12 de agosto de 1806, cuando se produce la Reconquista de Buenos Aires. Con buen criterio, en Salta se ha constituido una comisión de homenaje a "La década del bicentenario argentino: 2006-2016".

 

      5. Desde el comienzo de la vida independiente, el Estado Argentino fue el marco formal de una sola nación, por lo que ambos aspectos mencionados están estrechamente vinculados; a lo que puede agregarse que uno de los factores concurrentes en el  debilitamiento de la nación, es la desaparición del Estado.

 

     6. El Dr. Marcelo Sánchez Sorondo ha estudiado el tema (2), y conviene conocer su argumentación. Sostiene este autor, que todo Estado incluye un gobierno, pero no todo gobierno implica que existe un Estado. El Estado es una entidad jurídico-política, que surge recién en una etapa de la civilización, como complejo de organismos, al servicio del bien común. Supone una delimitación explícita del poder discrecional; si un  gobernante puede afirmar "el Estado soy yo", queda demostrada la inexistencia de un Estado. Pues la hipertrofia del poder personal, sin frenos, es un síntoma de la ausencia de un Estado.

   En toda institución -y el Estado es la de mayor envergadura en un territorio determinado-, el dirigente se subordina a la finalidad perseguida y a las normas establecidas. "No hay Estado si el contexto político y el orden jurídico que lo encuadran son una ficción y por momentos una superchería. Cuando el poder no se emplaza en la órbita de las instituciones sino que se adscribe a una tipología grupal o meramente personal, entonces no se alcanza ese nivel de civilización política que implica la existencia en plenitud, la plenipotencia del Estado" (3). El gobierno no encuadrado en un Estado, es errático y caprichoso; sirve únicamente para el enriquecimiento e influencia individual de los gobernantes, que no pueden lograr el funcionamiento eficaz de la estructura gubernamental. De allí la paradoja de culpar al Estado de todos los problemas, cuando el origen de los problemas es la ausencia del Estado.

 

     7. En síntesis, la Argentina no tiene Estado, sólo gobiernos. Pero, para intentar demostrar esta tesis, es necesario profundizar en las notas características que distinguen a un Estado contemporáneo, más allá de las formalidades constitucionales y del tipo de gobierno establecido. Para ello, utilizaremos el esquema del Profesor de Mahieu (4) quien define al Estado como el órgano de síntesis, previsión y mando, de una sociedad territorialmente delimitada, que procura el bien común. Es decir, que sólo puede calificarse de Estado, aquel que cumple las tres funciones básicas señaladas.

 

A. La función de síntesis. La unidad social es el resultado de la interacción de las diversas fuerzas sociales constitutivas, síntesis en constante elaboración por los cambios que se producen en los grupos y en el entorno. La superación de los antagonismos internos no surge espontáneamente; es el resultado de un esfuerzo consciente por afianzar la solidaridad sinérgica a cargo del Estado. A semejanza del director de orquesta, es el Estado el que logra crear "una melodía social unitaria y armoniosa" (5). El poder estatal tendrá legitimidad en la medida en que cumpla dicha función, garantizando la concordia política.

 

B. La función de planeamiento. El Estado centraliza la información que le llega de los grupos sociales; recopila sus problemas, necesidades y demandas. Los datos son procesados y extrapolados en función de los fines comunes, fijados en la Constitución Nacional y en otros documentos, que señalan los objetivos políticos y los valores que identifican a un pueblo. Con mayor o menor intensidad, según el modelo gubernamental elegido, es en el marco del Estado donde debe realizarse el planeamiento global que establezca las metas y las prioridades en el proceso de desarrollo integral de la sociedad, en procura del Bien Común. Por cierto que, en una concepción jusnaturalista, el planeamiento estatal sólo será vinculante para el propio Estado, y meramente indicativo para el sector privado. La autoridad pública no debe realizar ni decidir por sí misma "lo que puedan hacer y procurar las comunidades menores e inferiores", en palabras de Pío XI. Pero, debido a la complejidad de los problemas modernos, el principio de subsidiariedad resulta insuficiente para resolverlos sin la orientación del Estado, que mediante el planeamiento se dedique a "animar, estimular, coordinar, suplir e integrar la acción de los individuos y de los cuerpos intermedios" (6).

 

C. La función de conducción. La esencia de la misión del Estado es el ejercicio de la autoridad pública. La facultad de tomar decisiones definitivas e inapelables, está sustentada en el monopolio del uso de la fuerza, y se condensa en el concepto de soberanía. El gobernante posee una potestad suprema, en su orden, pero no indeterminada ni absoluta. El poder se justifica en razón del fin para el que está establecido y se define por este fin: el Bien Común temporal.

 

      8. Si un Estado no posee, en acto, estas tres funciones, ha dejado de existir como tal o ha efectuado una transferencia de poder en beneficio de organismos supraestatales, o de actores privados, o de otro Estado. Ésta es, precisamente, la situación argentina, pudiendo citarse la opinión de tres intelectuales prestigiosos:

* Dr. Jorge Vanossi (siendo Ministro de Justicia): "La Argentina es un Estado debilucho, que está al borde de la anomia..."(La Nación, 17/3/02).

* Dr. Manuel Mora y Araujo: "...el Estado argentino no funciona. No cumple su papel, no brinda a la sociedad los servicios que se esperan de él..."(La Nación, 20/3/02).

* Dr. Natalio Botana: "...podemos llegar a una conclusión provisoria muy preocupante: que tenemos una democracia en un país sin Estado y sin moneda." (Clarín, 28/4/02).

 

   La Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Buenos Aires, al analizar el reciente conflicto con el campo (26-6-08), cuestiona en su dictámen el "grave deterioro del sistema institucional que diluye la firmeza propia de un auténtico Estado de Derecho".

   Como hipótesis, nos animamos a decir que el Estado argentino dejó de funcionar como tal a partir de junio de 1970, pues, aplicando el esquema teórico expuesto, podemos advertir que desde  la fecha indicada resultaron afectadas las tres funciones básicas.

 

    9. En conclusión, si es correcto el análisis, la prioridad absoluta consiste en restaurar el Estado, y procurar que actúe eficazmente al servicio del bien común. Ello no ocurrirá como consecuencia necesaria de elaborar un buen diagnóstico. Por eso, decía Don Ricardo Curutchet: "No basta con denunciar que se pierde la Argentina, es necesario actuar para contribuir a salvarla". Es insensato confiar en que, precisamente en el momento más difícil de la historia nacional, podrá producirse espontáneamente un cambio positivo. Sólo podrá lograrse si un número suficiente de argentinos con vocación patriótica, se decide a actuar en la vida pública buscando la manera efectiva de influir en ella. Un dirigente político no puede limitarse a exponer los principios de un orden  social abstracto. La doctrina tiene que estar encarnada en hombres que cuenten con el apoyo de muchos, formando una corriente de opinión favorable a la aplicación de la doctrina. Debe encararse con seriedad la preparación de un Proyecto Nacional y la constitución de equipos aptos para aplicarlo.

 

     10. Desde hace cuarenta años se menciona frecuentemente el tema del proyecto nacional, aludido como un elemento imprescindible para superar la crisis argentina, y se alega que la carencia del mismo es uno de los factores de dicha crisis. Sin embargo, son escasas las propuestas realizadas en orden a la elaboración de un proyecto concreto.

La expresión proyecto nacional ha sido definida como: "un esquema concreto y coherente de objetivos, instrumentos y distribución de responsabilidades, conocido, aprehendido, consentido y aceptado por la colectividad o por su mayoría efectiva y políticamente significativa y perdurable, las cuales se sienten entonces identificadas con él" (7).

 

     11. Si analizamos los antecedentes argentinos, comprobamos que existen notables coincidencias en todos los documentos existentes; en especial, en los dos que fueron impulsados desde el Estado. En efecto, tanto el generado por el Ministerio de Planeamiento (1977), como el que fuera leído por el Presidente ante la Asamblea Legislativa, tres años antes, parten de una cosmovisión similar. Aluden a una cultura "cuyos valores fundamentales reconocen como fuente el acervo religioso y moral del Cristianismo, el saber filosófico de la Grecia clásica y la tradición político-jurídica de la antigua Roma" (8).

 

      Los Principios básicos, sostienen que (9):

    -El hombre es una persona, creada por Dios, dotada de cuerpo y alma, y poseedora de un destino trascendente.

   -El hombre no se basta a sí mismo, sino que necesita de la sociedad. Esta es una pluralidad de personas unidas moralmente de manera estable, para la consecución del bien común. La sociedad humana es una sociedad de sociedades.

   -La primera de esas sociedades naturales es la familia. Su constitución y su desarrollo responden -como los derechos humanos- a leyes naturales anteriores a toda organización social.

  -Más allá de la familia, las necesidades, intereses y aspiraciones de tipo económico, social, cultural o religioso, impulsan al hombre a agruparse en sociedades intermedias, con el fin de defender y promover bienes comunes particulares.

  -La historia y la geografía crean, sobre la base de las familias asentadas en un territorio, una comunidad étnica y ética, la nación, fundada en la lengua, la historia, la cultura, las costumbres y las aspiraciones comunes. Es una comunidad de destino en lo universal.

  -Sin confundirse con la nación, la sociedad, territorialmente delimitada, crea un órgano especializado en el mando, que es el Estado, destinado a regir dicha sociedad.

 

     12. Sobre la base de: a) la distinción previa de los conceptos de nación y Estado, b) la necesidad de restaurar el Estado, y c) la elaboración de un Proyecto Nacional que contenga los principios citados, podrá celebrarse dignamente el Bicentenario Argentino, logrando superarse la decadencia actual y lograr una Patria apasionada por la Verdad y comprometida con el Bien Común.

 


 (1) Aguer, Héctor. "Sabiduría para un diálogo en la verdad que cierre heridas"; alocución televisiva, 5-7-08.

 (2) Sánchez Sorondo, Marcelo: "La Argentina no tiene Estado, sólo Gobiernos", Revista Militar Nº 728, 1993, p. 13-17

 (3) Sánchez Sorondo, Marcelo: op. cit., p. 14

 (4) de Mahieu, José María: "El Estado Comunitario", Bs., As., Arayú, 1962

 (5) de Mahieu: op. cit., p. 92

 (6) Pablo VI: Enc. "Populorum Progressio", 1967, § 33.

 (7)  Monti, Ángel. "Proyecto nacional" (1972), p. 12.

 (8) "Proyecto Nacional" (1977), p. 7. "Modelo Argentino" (1974), p. 135/136.

 (9) "Proyecto Nacional" (1977), p. 9/10. "Modelo Argentino" (1974), p. 72/92.

DILEMAS SOBRE LA PARTICIPACIÓN EN DEMOCRACIA

DILEMAS SOBRE LA PARTICIPACIÓN EN DEMOCRACIA

Mario MENEGHINI

 

   Muchos intelectuales católicos, en Europa y América, sostienen que la democracia -generalmente mencionada así, sin distingos, como si fuese un vocablo unívoco- conduce inevitablemente a la perversión en la sociedad donde existe, siendo moralmente ilícita cualquier participación en ese tipo de régimen.  Consideramos necesario profundizar en este tema, pues da lugar a legítimos disensos, no sólo en los aspectos instrumentales de la acción política, sino también en la interpretación de los principios doctrinales. Por razones de espacio, los argumentos detallados de nuestra posición se encuentran en un blog (1), limitándonos en este artículo a resumir la conclusión.

 

   Que la política contemporánea ofrece un panorama desolador nadie lo puede negar, pero ante este horizonte, consideramos que no basta con trabajar en el campo de la cultura, y criticar la realidad presente, esperando que se produzca un cambio positivo, puesto que: "El poder es la facultad de mover la realidad, y la idea no es capaz por sí misma de hacer tal cosa"(2).

   Como se pregunta Gómez Pérez (3): ¿qué hacer mientras tanto? Porque, si mientras damos el buen combate en el plano religioso e intelectual, nos abstenemos de actuar a través de las instituciones vigentes, "la política, que es un asunto humano de primera importancia, queda relegada al campo de lo casi pecaminoso y, de rechazo, el cristianismo se convierte en algo ya ultraterreno, cuando en realidad su dimensión trascendente no ahorra ahora sino que estimula la acción en las entrañas de la historia".

 

   Cuando se analizan cuestiones temporales, conviene recordar la afirmación de Fulvio Ramos (4), quien reflexionó sobre la democracia: "Los cristianos sabemos que en la búsqueda de una recta ordenación social, las soluciones que se hallen serán siempre imperfectas como imperfecta es toda obra humana, y que el sumo bien y la suma perfección no son atributos humanos sino divinos, que sólo podremos alcanzar en la eterna bienaventuranza". En otro párrafo del mismo libro, al referirse Ramos a la enseñanza pontificia sobre las formas de gobierno y temas conexos, afirma: "Como ya expresamos, respecto de estas cuestiones tan contingentes y variables no caben las posturas dogmáticas. Lo que sí ha rechazado la Iglesia es el principio de la soberanía popular, el individualismo como base de la vida social y la democracia de masas que es su consecuencia".

 

   Precisamente, un problema, al abordar cuestiones políticas, es no precisar adecuadamente  el límite entre lo doctrinal y lo prudencial. Por cierto que es lícito a todo católico opinar de acuerdo a su propio criterio en temas opinables, pero no en cuestiones que han sido definidas por la Doctrina Social de la Iglesia. Si se afirma, por ejemplo, "la intrínseca ilegitimidad de origen que posee todo gobierno democrático" (5), debe aclararse que se trata de una opinión, que no se basa en ningún pronunciamiento del Magisterio. Sorprende que personas inteligentes y honestas, crean que la acción cívica sólo se justifica cuando existen posibilidades de acceder al poder para aplicar íntegramente la sana doctrina.

   Asumir una posición rigorista en temas de procedimiento, implica colocar a quien defiende la necesidad de actuar en la vida cívica, pese a las dificultades, en una situación casi herética, siendo que dicha participación ha sido insistentemente recomendada por los Papas.

 

   El enfoque realista en materia política ha sido destacado por Joseph Ratzinger (6): "Ser sobrios y realizar lo que es posible en vez de exigir con ardor lo imposible ha sido siempre cosa difícil... El grito que reclama grandes hazañas tiene la vibración del moralismo; limitarse a lo posible parece, en cambio, una renuncia a la pasión moral, tiene el aspecto del pragmatismo de los mezquinos".

 

   Es cierto que, en determinadas circunstancias, es lícito negarse a participar activamente en política. Pero, la decisión de abstenerse, de manera permanente y en todas las instancias y niveles electorales, no puede fundamentarse en ningún documento pontificio. Pese a las objeciones que la Iglesia ha hecho al sufragio universal -método utilizado en casi todos los países- nunca ha afirmado que votar implique una falta; por el contrario, exhorta a votar como exigencia moral, según se indica taxativamente en el Catecismo de la Iglesia Católica (p. 2240), y en la Constitución Gaudium et Spes (p. 75).

    Procurar el reemplazo de los procedimientos actuales de selección de gobernantes, constituye un noble esfuerzo, siempre que la alternativa propuesta sea factible y no una fórmula abstracta, para ser aplicada en un futuro indefinido. Sobre eso escribió Pablo VI: "La apelación a la utopía es con frecuencia un cómodo pretexto para quien desea rehuir las tareas concretas refugiándose en un mundo imaginario. Vivir en un futuro hipotético es una coartada fácil para deponer responsabilidades inmediatas" (7).

 

   Para finalizar, nos estimulan a continuar el arduo camino de servir al bien común con los instrumentos disponibles, los consejos de Santo Tomás Moro (8), Patrono de los Gobernantes y Políticos:

 -"Si no conseguís todo el bien que os proponéis, vuestros esfuerzos disminuirán por lo menos la intensidad del mal".

 

-"La imposibilidad de suprimir enseguida prácticas inmorales y corregir defectos inveterados no vale como razón para renunciar a la función pública. El piloto no abandona su nave en la tempestad, porque no puede dominar los vientos".

 


 

 (1) Para facilitar la lectura, hemos agrupado varios artículos en dos archivos, a los que puede accederse directamente desde este lugar:

  • a) Doctrina política de la Iglesia:

 http://foroazulyblanco.blogspot.com/search/label/Doctrina%20pol%C3%ADtica%20de%20la%20Iglesia 

 

  • b) Dilemas que plantea la acción política:

 http://foroazulyblanco.blogspot.com/search/label/Dilemas%20de%20la%20acci%C3%B3n%20pol%C3%ADtica  

 

 (2) Guardini, Romano. "El poder"; Guadarrama, 1963, pág. 22.

(3) Gómez Pérez, Rafael. "Introducción a la política activa"; Editorial Magisterio Español, 1978, págs. 105/106.

(4) Ramos, Fulvio. "La Iglesia y la democracia"; Cruz y Fierro, 1984, págs. 200 y 183.

(5)  Revista Cabildo, nº 74, editorial.

(6) "Cristianismo y política"; Revista Internacional Communio, julio-agosto de 1995.

(7)  Carta Apostólica "Octogesima Adveniens", p. 37.

[8]  "Utopía"; Sopena Argentina, 1944, pág. 64.

PROPEDÉUTICA A LA TEORÍA POLÍTICA

PROPEDÉUTICA A LA TEORÍA POLÍTICA

Alberto BUELA

 

   Comencemos por los términos. Teoría, término que proviene del griego theoréin = contemplar, indica un conjunto de ideas que están sistemáticamente relacionadas, y pertenece tanto a la filosofía como a la ciencia. El filósofo se pregunta el porqué de las cosas, mientras que el científico se pregunta por el cómo.

   Toda teoría política está constituida sobre una concepción específica del hombre, el mundo y sus problemas. Para avalar esta afirmación obsérvese simplemente que para los griegos el hombre es ánthropos que etimológicamente significa "el que investiga lo que ha visto", "el que contempla". Mientras que para los romanos el hombre es homo, que proviene de humus, que significa "el que está parado en la tierra", "el terráqueo". Si continuamos esta aproximación etimológica nos podemos explicar el porqué la filosofía en los griegos y el derecho en los romanos son sus logros más genuinos y específicos.

   Así hemos tenido durante el siglo XX teorías políticas marxistas, liberales, fascistas, socialdemócratas, y en nuestro medio, peronistas, radicales y conservadoras.

 

   Esta disciplina se debe ocupar antes que nada de problemas pre-políticos o metapolíticos como son los del origen de la instalación del hombre en el mundo, que desarrollaremos en dos puntos: a) el nomos de la tierra y b) sobre el poder.

   Viene luego el objeto específico de la política con sus tres finalidades: el bien común; la seguridad exterior y la concordia interior y prosperidad.

   Para terminar con el tratamiento de los temas y problemas de lo público, que son los que preocupan a la comunidad en su conjunto, tales como: Pueblo, Nación, Estado, partidos políticos, sistemas partidistas, regímenes políticos y de gobierno, la comunidad internacional, las relaciones internacionales, diplomacia y organismos internacionales.

El nomos de la tierra

 

   Nuestra idea de norma deriva del término nómos  que proviene del verbo griego némein que significa tres cosas: 1) recoger, tomar, recolectar o apropiar. 2)  repartir, dividir, limitar o distribuir y 3) aprovechar, explotar, utilizar o asentar.

   Este concepto de nomos de la tierra es instaurador y no derivado de un principio de orden anterior. El establece la relación fundante del hombre con la naturaleza y los otros hombres. Nos está indicando la prístina y primigenia relación del hombre con la tierra. Así el hombre como recolector y cazador observa como la tierra contiene en sí misma una medida interna de la justicia: Da ante el esfuerzo de quien recoge y sabe cazar.

   En un segundo momento el hombre como agricultor labra la tierra y fija los límites entre lo fértil y lo agreste. La tierra otorga una segunda medida de justicia: La cosecha para quien la trabaja.

   Y en un tercer momento, el hombre deja su peregrinaje y se asienta, se apacienta sobre la tierra repartida y limitada para explotar y aprovechar regularmente sus frutos. Y es en este momento cuando nace la política, que no es otra cosa que la acción que permite organizar lo político. Todo nomos implica un poder.

   Los rasgos típicos que según Platón - ya viejo y en su último y breve diálogo Epínomis o Alrededor de las leyes -  hacían a los griegos superiores a los bárbaros son: 1) la educación o paidéia. 2) que tienen el auxilio del oráculo de Delfos y 3) su fidelidad a la observancia de las leyes. Estos tres rasgos han hecho que los griegos hayan perfeccionado todo lo que han recibido de los bárbaros. Estos tres elementos permitieron a los griegos inventar y tener política.

Lo político y la política

 

   Afirma muy acertadamente el renombrado pensador griego contemporáneo  Cornelius Castoriadis que: "los griegos no inventaron lo político  en el sentido de la dimensión de poder explícito siempre presente en toda sociedad, inventaron, o mejor dicho crearon la política como la ciencia que organiza dicho poder" (1). Esta distinción esencial nos pone sobre aviso acerca de la confusión que aún perdura hoy entre lo político- dimensión del poder explícito- y la política - institución conjunta de la sociedad -.

   Nosotros queremos llamar la atención que aun cuando "a partir de la década del 70 comenzó a imponerse en las principales lenguas europeas un distinción que buena parte del siglo XX había ignorado entre: lo político (Politisch, le politique, il politico, Political) y la política (Politik, la politique, la politica, Politics)" (2), en nuestro medio universitario, académico y político se ignora, a veces, por completo. Producto, fundamentalmente, de una concepción funcionalista y sociologista de nuestros los cientistas políticos.

   Así lo político es lo permanente, se dirige a la esencia, pues la comprensión del problema corresponde al ser de la política. Como categoría peculiar del ser lo político pertenece a la esfera de la naturaleza humana. Mientras que la política es lo perecedero, la actividad del hombre para organizar lo político. Pertenece al domino del hacer. Lo propio y específico de la política es lo político cuyo dominio está determinado por lo público, el cual se caracteriza por la distinción entre amigo y enemigo, pero este enemigo no es el enemigo privado(inimicus) sino el enemigo público(hostis) el que me hostiga o impugna (3).

   Cuando en 1965 se llevó a cabo en la Sorbona la defensa de una tesis sobre este tema el profesor Jean Hyppolite, traductor de Hegel, y prestigioso catedrático impugnó la tesis diciendo: Yo había cometido un error, pensé que nunca terminaría Ud. su tesis. Pero si Ud. tuviera razón y la noción de enemigo es el punto central de lo  político sólo me restaría cultivar mi jardín. A lo que el postulante respondió: Ud. no cometió un error sino dos. El primero Ud. lo ha reconocido y no insistiré en ello, el segundo, es creer que es suficiente cultivar su jardín para eliminar el enemigo. J. Hyppolite respondió: Si Ud. persiste no me queda más que suicidarme. Será entonces su tercer error Profesor, respondió el postulante, pues si Ud. se suicida su jardín quedará sin protección, su mujer y sus hijos también y su enemigo habrá vencido".

   Reiteramos que el enemigo no puede ser más que enemigo público (hostis) porque todo lo que es relativo a la comunidad se vuelve por este solo hecho asunto público. El conocido pasaje evangélico se refiere al perdón de enemigo privado cuando afirma: diligite inimicos vestros =Amad a vuestro enemigos (Mt. 5.44) y no diligite hostis vestros.

   El pensamiento light, il pensiero debole, el pensamiento políticamente correcto ha visto en esta distinción esencial una apelación a la guerra más que a  la convivencia y ha intentado diluir, incluso borrar, esta distinción para reemplazarla por la de adversarios o amigos con una visión opuesta, sin percatarse que el asunto no es una cuestión de nombres más o menos agradables al oído, sino de esencias.

   La idea de encontrar la paz entre los amigos es absurda, ya que por naturaleza la amistad es un estado de paz. Y es en realidad la noción de enemigo político (hostis) la necesaria para comprender acabadamente la idea de paz. Así podemos afirmar que quien rehúsa la idea de enemigo es un enemigo de la paz (incluso a pesar de él) pues hacer la paz, es hacerla con un enemigo.

Del poder: Legalidad y Legitimidad

 

   A la distinción entre lo público y privado y a la que existe entre amigo y enemigo debemos sumar ahora la tercera de las distinciones políticas aquella entre el mando y la obediencia o dicho en términos politológicos entre gobernantes y gobernados.

   La naturaleza del poder exige dos condiciones indispensables: que no sea esporádico sino estable, permanente y continuo, rasgos que en política lo define su mayor o menor institucionalización, y que sea colectivo, lo cual obliga al poder político ha ser forzosamente público. Es legítimo todo aquello que se encuentra fundado en el derecho, en la razón y en el valor. En el derecho, la legitimidad se vincula a la legalidad, en orden a la razón y a lo verdadero y en orden al valor a lo bueno.

   La teoría política hoy, no puede ser como antaño sólo una teoría del poder, sino una teoría de la autoridad legítima. 

 

   Se distinguen tres formas de legitimidad que acompañan al ejercicio del dominio o gobierno: a) la tradicional, basada en la validez por siempre de las tradiciones. b) la carismática, basada en la sumisión en el valor ejemplar de una persona. c) la racional o legal, fundada en la creencia de la legalidad de los reglamentos y el derecho. Las dos primeras son conocidas también como legitimidades de ejercicio y la tercera como legitimidad de origen.

   Ahora bien, estas legitimidades son simplemente formales, pues sólo caracterizan ciertos rasgos de la legitimidad, pero los principios reales o metapolíticos de la legitimidad son los fines a los cuales se consagran los distintos regímenes políticos. Considerados desde la teoría política, disciplina sobre la que estamos hablando, estos fines teóricos son tres: el bien común; la seguridad exterior y la concordia interior y prosperidad.

El objeto específico de la política

 

   La política la podemos definir no como el arte de lo posible según afirmó Leibniz y repitieron luego hasta el hartazgo, sino más bien como el arte de hacer posible lo necesario, como la definió Maurras, entendiendo por necesario aquellas carencias que el hombre tiene para realizar su esencia. Su objeto específico está constituido por el logro de los tres fines mencionados: el bien común; la seguridad exterior y la concordia interior y prosperidad.

   De modo general todo lo que obra, y específicamente el hombre, lo hace en busca de un interés o un bien de ahí que el bien tenga razón de causa final. Así el bien o fin final de la política es el logro del bien común. Que puede ser entendido bajos sus múltiples acepciones: eudaimonía o felicidad en Aristóteles,  salus populi en Hobbes, interés común en Rousseau, bien del Estado en Hegel, bien del país en Toqueville o bien público en Freund.

   Ciertamente que ese bien común o bien del pueblo consiste en la seguridad, entendida como  la protección contra los enemigos exteriores, en la paz interior y en el desarrollo de la riqueza y prosperidad de sus habitantes. Vemos así cómo en un primer momento- el de la seguridad exterior- el presupuesto del bien común está condicionado por la relación amigo -enemigo, y en este sentido la tarea de la política consiste en superar esa enemistad y establecer la paz.

   El logro de la vida buena, el famoso eu zen griego o la bona vita romana bajo el aspecto de política interior se llama concordia = cum cordis, significa compartir el corazón, sentir de la misma manera. Así como compañero viene de cum panis, que es compartir el pan. La concordia supone la superación de la enemistad interna. Esa concordia interior se funda en la participación en un proyecto común, dado por valores a realizar que en política se entienden como metas o fines.

   Vemos cómo la seguridad y la concordia constituyen los dos aspectos de un mismo bien, el fin de la práxis política, entendido como logro del bien común o bien del pueblo. Estos dos aspectos aseguran la paz. Pero como la felicidad supone un mínimo de prosperidad no puede haber paz interior sin prosperidad (trabajo, salud, educación, justicia).  Vemos entonces, cómo la política, un arte todo de ejecución que intenta hacer posible lo necesario tiene la exigencia, además, de ser eficaz.

   Esta comunidad de miras e identidad de sentimientos expresados a través de la concordia se concreta en las ideas de Patria y Pueblo, Nación y Estado, con lo que pasamos el tercero y último de los puntos de esta propedéutica a la teoría política.

Patria y Pueblo

 

   La patria como pater = tierra de los padres, nos indica no sólo el lugar de nacimiento, que no elegimos, sino además el patrimonio y tradición común, cultural, étnico, lingüístico, religioso que nos signa desde el momento que caemos a la existencia y que nos distingue del resto de los mortales. A la patria está vinculado el país y éste está enraizado con el paisaje, ese espacio geográfico e histórico que nos contiene. De ahí nace nuestro carácter de paisanos.

   Así los paisanos, los hijos del país, constituimos un pueblo, esto es, una comunidad de hombres y mujeres unidos por una conciencia común de pertenencia a un mundo de  valores (culturales, religiosos, lingüísticos, etc.) pero no necesariamente con una conciencia política común. Los pueblos no deciden cómo quieren ser; simplemente son, existen. Cuando poseen una conciencia política de lo que quieren ser allí pasamos a la idea de Nación o a ser el pueblo de tal o cual Nación.

Nación y Estado

 

   Brevemente podemos definir la Nación como proyecto de vida histórico que se da un pueblo cuando se transforma en una comunidad política. Es el pueblo cuando tiene un propósito político decidido.

   La idea de proyecto (pro-iectum) significa, como su nombre lo indica, algo tirado, yecto delante, pero al mismo tiempo un proyecto político genuino exige un anclaje en el pasado, éxtasis temporal que el pensamiento progresista rechaza de plano. Pues cuando él se vuelve sobre el pasado lo hace siempre como víctima. La idea de antiguo lo espanta, porque la vanguardia es su método.

   En la política hodierna, no sólo hay una incomprensión histórica sino, por lo que acabamos de afirmar, existe una incomprensión funcional de la idea de proyecto. Pues todo proyecto se piensa genuinamente a partir de una tradición de pensamiento nacional, de lo contrario es un producto de la razón ilustrada con lo cual se transforma en una nada de proyecto o en un proyecto inverosímil.

   El fin de la política nacional como arquitectónica de nuestra  sociedad, tiene que partir de un fundamento metafísico que me dice que la realidad (el ente) es lo que es más, lo que puede ser. Es sobre ese poder ser donde debe actuar la política, si es tal y no sólo apariencia. Y si actúa sobre lo que puede llegar a ser, debe actuar con pro-yectos y así la política será el principal agente del cambio de la realidad económica, social y cultural. De lo contrario seguirá convalidando y consolidando el statu quo vigente.

   En cuanto al Estado definido como la nación  jurídicamente organizada, no tiene un ser en sí (Stato fine como pensó el fascismo) sino que existe en y a través de sus aparatos. No es tampoco la máquina para mantener la dominación de una clase sobre otra (como pensó el marxismo-leninismo), sino que es el instrumento que sirve como gestor al gobierno para el logro del bien común, entendido como felicidad del pueblo y grandeza de la nación.


 


 (1) Castoriadis, C: Le monde morcelé, París, Seuil, 1990, p.125.- Retoma este autor la distinción entre la política y lo político formulada por el eminente politólogo y jurista Carl Schmitt y desarrollada luego, próximo a nuestros días, en la escuela del realismo político por autores como Julien Freund, Gianfranco Miglio o Michel Maffesoli..

 (2) Molina Jerónimo: Julien Freund: lo político y la política, Madrid, Sequitur, 2000, p.34.

 (3) Fue Carl Schmitt quien en un trabajo de 1932, El concepto de lo político, realizó la primera caracterización de esta distinción política fundamental. Así sostiene inmediatamente ab initio: "La distinción propiamente política es la distinción entre amigo y enemigo. Ella da a los actos y a los motivos humanos sentido político. Este criterio no se deriva de ningún otro, representa en lo político, lo mismo que la oposición relativamente autónoma del bien y el mal en la moral, lo bello y lo feo en estética, lo útil y lo dañoso en economía".

 

EL NEOMARXISMO

EL NEOMARXISMO

Ángel David MARTÍN

 

   Se podría pensar que con la «Perestroika», la caída del Muro de Berlín y la apertura del Este, el comunismo ha sido superado. De hecho, los países satélites del Pacto de Varsovia han sido liberados de la dominación soviética y cuentan hoy con estructuras democráticas similares a las del occidente europeo; el muro de Berlín cayó y las dos Alemanias se han reunificado. El sistema económico del comunismo ha sido sustituido por sistemas orientados a la economía social de mercado occidental. Incluso en China se asiste a transformaciones económicas sustanciales por más que permanezca en pie el modelo político. Lo de Cuba parece cuestión de tiempo... En cambio, también podemos constatar el auge que está alcanzando, bajo el liderazgo de Hugo Chávez, el « socialismo del siglo XXI» así como el protagonismo de Lula, Evo Morales, Kirchner, Nicanor Duarte, Rafael Carrera, Daniel Ortega y Rodríguez Zapatero. Estos izquierdistas de comienzos del siglo XXI idolatran a Fidel Castro, uno de los déspotas más sanguinarios de la historia, y buscan eternizarse en el poder mediante el cambio de la constitución de sus países y la reelección ininterrumpida. El socialismo sigue avivando el populismo, inspirando despotismo e intolerancia, sembrando el odio, debilitando la libertad y el imperio de la ley y frenando el progreso de los pueblos.

   La interpretación de este hecho puede ir en la siguiente dirección: el comunismo en cuanto aplicación de una filosofía, de una concepción de la vida, es un principio que puede ser realizado de distintos modos, conforme a las distintas características de los diversos períodos históricos. Aún más, su acción se adapta de modo necesario a las condiciones históricas. Por tanto, si bien el comunismo bolchevique se derrumbó, el comunismo mantiene una vigencia histórica, bajo formas calificadas como neomarxismo, neocomunismo o neosocialismo. Aunque también podríamos hablar de neoconservadurismo o neoliberalismo. Sería el magma en el que se mueven todos los que se desenvuelven en el ámbito democrático, una ideología común que va más allá de la aparente división entre derechas e izquierdas. Hoy más que nunca aparece recompuesta la unidad de los vencedores en la Segunda Guerra Mundial, rota temporal y aparentemente durante los años de la Guerra Fría.

   Como consecuencia de esa adaptación a la realidad, el modelo de insurrección bolchevique fue descartado para definir y asumir un modelo distinto, más complejo y más profundo pues compromete orgánica e integralmente las conciencias de las personas. De hecho, la estrategia de acción política directa dio paso a una estrategia de acción cultural indirecta, fundada en un proceso de transformación de las mentalidades.

   Fue el propio Carlos Marx quien estableció el principio materialista dialéctico según el cual la infraestructura (economía/materia) determina la superestructura (cultura/espíritu), razón por la cual la revolución debía ser realizada por el proletariado contra la burguesía, es decir, de abajo hacia arriba. Con el afán de realizar la revolución mundial y observando las dificultades que enfrentó el proceso revolucionario en Rusia, Antonio Gramsci, Secretario General del Partido Comunista italiano (1891-1937), profundizó el principio del materialismo dialéctico y adaptó el comunismo a la realidad de Occidente.

 

La estrategia gramsciana

 

   Gramsci desarrolló entonces el concepto de hegemonía ideológica consignando que el movimiento entre infraestructura y superestructura es de carácter dialéctico. Es decir, que si la infraestructura material determina la superestructura ideológica, política, cultural y moral, esta superestructura a su vez puede tener vida propia y actuar sobre la infraestructura. Partiendo de tal premisa, estableció un modelo revolucionario según el cual la hegemonía cultural es la base de la revolución comunista, significando con ello que ésta depende de la capacidad que las fuerzas revolucionarias adquieran para controlar los medios que permiten dirigir la conciencia y conducta social. Una revolución así entendida consiste en modificar de manera imperceptible el modo de pensar y sentir de las personas para, por extensión, terminar modificando final y totalmente el sistema social y político.

   La estrategia gramsciana estaba diseñada del siguiente modo:

1. Para imponer un cambio ideológico era necesario comenzar por lograr la modificación del modo de pensar de la sociedad civil a través de pequeños cambios realizados en el tiempo en el campo de la cultura. Había que construir un nuevo pensamiento, entendido como el modo común de pensar de la gente que históricamente prevalece entre los miembros de la sociedad. Para Gramsci, esto era más importante, y prioritario, que alcanzar el dominio de la sociedad política (conjunto de organismos que ejercen el poder desde los campos jurídico, político y militar).

2. Para lograr este objetivo era necesario adueñarse de los organismos e instituciones en donde se desarrollan los valores y parámetros culturales: medios de comunicación, universidad, escuela... Después de cumplido este proceso, la consecución del poder político caería por su propio peso, sin revoluciones armadas, sin resistencias ni contrarrevoluciones, sin necesidad de imponer el nuevo orden por la fuerza, ya que el mismo tendría consenso general.

Un modelo histórico de actuación de acuerdo con estos principios sería la mentalidad ilustrada preparando el terreno para lo que luego sería la Revolución Francesa y el liberalismo extendido por toda Europa y América gracias al cambio de pensamiento hegemónico promovido desde el siglo anterior.

3. Para tener éxito, habría que sortear dos obstáculos: la Iglesia Católica y la familia.

 

La Escuela de Frankfurt

 

   La estrategia dispuesta por Gramsci fue proyectada por la llamada Escuela de Frankfurt, originalmente fundada en 1923 como Instituto para el Nuevo Marxismo y luego denominado Instituto para la Investigación Social para encubrir su objetivo sentido político. Por autores como Georges Lukács, Max Horkheimer, Theodor Adorno, Wílhelm Reich, Erich Fromm, Jean Paul Sartre, Herbert Marcuse, Jürgen Habermas, etc., se formula la doctrina del neomarxismo y a partir de él la izquierda elabora un concreto programa de acción estructuralista que logra una decisiva influencia en distintos campos del pensamiento, en la psicología (Lacan), la educación (Piaget) y la etnología (Levi Strauss), entre otros.

 

El neomarxismo regresa a Europa

 

   Fueron básicamente estas elaboraciones ideológicas las que activaron y sustentaron el proceso revolucionario de los años sesenta del siglo XX, siendo particularmente efectivas entre los estudiantes de las Universidades de Francia y Alemania. Asimismo, estas ideas también serían la base tanto del llamado eurocomunismo como del neosocialismo desarrollado en distintas latitudes durante los años ochenta y noventa.

   Estas raíces norteamericanas de la actual izquierda europea han sido expuestas con detalle por Paul Edgard Gottfried (La extraña muerte del marxismo, Ciudadela, Madrid, 2007) y es una de las circunstancias que explican la escasa repercusión que en los comunistas y socialistas ha tenido la caída de la Unión Soviética: ideológicamente estaban más vinculados a USA que a la URSS y, probablemente, un régimen «duro» que se presentaba como paradigma de la ortodoxia comunista resultaba para ellos un obstáculo más que una referencia.

 

Componentes de la mentalidad y de la estrategia neomarxista

 

   El principio constitutivo de esta creencia radica en un materialismo que niega la existencia de un principio anterior y superior al hombre. Explícitamente se niega la existencia de un Dios creador, se rechaza la existencia del alma humana y, por tanto, de toda esencia y toda trascendencia del ser. Se impone un sistema teóricamente multiculturalista basado en un relativismo absoluto, el cual implica la negación de la existencia de verdades absolutas de validez universal.

   Asumiendo tales premisas, ¿cómo se manifiesta concretamente este nuevo tipo de acción revolucionaria?

   La aplicación de este sistema procura generar un ánimo hostil contra todo tipo de autoridad, contra toda forma de jerarquía y orden, sea en el terreno religioso o en el civil. La autoridad se degrada sistemáticamente en la Iglesia, el Estado, la familia o la enseñanza. Este quebrantamiento del orden natural conduce a una completa pérdida de principios y un radical decaimiento en la moral. Se desencadenan las pasiones en los niños y adolescentes a través de una educación sexual estatal o de los medios de comunicación que gestan un ambiente de impureza omnipresente. A fin de romper la estructura del sistema social, se introduce un igualitarismo radical proyectado en la ideología de género que proclama la superación del actual modelo de sociedad mediante la transformación de la diferenciación sexual en puras categorías culturales y, por consiguiente, opcionales y elegibles.

   Una vez destruido el universo de valores hasta entonces vigentes, su lugar está siendo ocupado por una nueva hegemonía: la de esa mentalidad, hoy dominante, sustrato permanente de una práctica política socialista que es, al mismo tiempo, la consecuencia y el principal motor del proceso.

   Al servicio de esta estrategia se ponen medios tan dispares como la democracia, la demolición del Estado nacional, la inmigración, la infiltración y auto-demolición de la Iglesia, la memoria histórica, la educación para la ciudadanía o la cultura de la dependencia promovida por una gestión económica de los recursos dirigida por el Estado.

 

¿Hay alternativa?

 

   Si existe, únicamente será posible en la medida que tenga lugar la recuperación de la hegemonía en la sociedad civil. Algo que implica la lucha por la Verdad, que no se impone por sí misma, y la capacidad de generar instrumentos coercitivos que, al amparo de la ley, actúen como freno de las tendencias disgregadoras.

EL PROGRESISMO Y SU FALTA DE PROYECTO

EL PROGRESISMO Y SU FALTA DE PROYECTO

Alberto BUELA

 

   Al menos en Nuestra América la oleada de gobiernos neoliberales de los años 90 fue seguida por una serie de gobiernos progresistas de corte socialdemócrata  quienes son los que hoy nos gobiernan.  Y la crítica teórica más escuchada hacia estos gobiernos es que "carecen de proyecto político". Así, Kirchner gobernó durante cuatro años Argentina sin esbozar o siquiera enunciar cuáles eran las tres o cuatro ideas fuerza de su proyecto político. Pasa lo mismo con Vázquez, Bachelet, Lula y tantos otros (1). Todos gobiernan sobre las circunstancias. Son gobiernos que no resuelven los conflictos sino que más bien los administran. Y esa crítica a la falta o carencia de proyecto político es lo que pretendemos explicar en esta breve meditación.

 

Razones filosóficas

 

   El hombre y la mujer progresista, en general, se sitúa siempre en el éxtasis temporal del futuro, ni el presente, ni mucho menos el pasado tiene para él significación alguna, y si la tuviera siempre está en función del futuro. No le interesa el ethos de la Nación histórica, incluso va contra este carácter histórico-cultural. Y esto es así, porque el progresista es su propio proyecto. Él se instala siempre en el futuro pues ha adoptado la vanguardia como método. Nadie ni nada puede haber delante de él, de lo contrario dejaría de ser progresista. Así se explica que el progresista no se pueda dar un proyecto de país ni de nación porque éste se ubicaría delante de él, lo cual implica y le crea una contradicción. Y así como nadie puede dar lo que no tiene, el progresista no puede darse ni darnos un proyecto político porque él mismo es su proyecto político.

 

Razones políticas

 

   En la época del Estado de Bienestar, allá por la segunda mitad del siglo XX, los proyectos políticos expresados en los planes trienales o quinquenales eran moneda corriente de la política de antaño. Por el contrario, los proyectos han desaparecido de la política hodierna.

   Es que en aquella época todavía existía la posibilidad de una política soberana, autónoma respecto de los poderes indirectos, cosa que hoy se presenta como imposible, de ahí que se explique que nuestros gobiernos progresistas se transforman en convalidadores de decisiones ajenas. Y por este hecho político, trágico para nuestros pueblos de América, es que nuestros progresistas no se dan políticamente un proyecto de nación, pues tendrían que enfrentar intereses contrapuestos como son los del imperialismo y las multinacionales de la industria, el comercio y la banca. Y eso es imposible porque ellos parten del no conflicto, de la negación de la conflictividad del ser humano y sobre todo de la política como actividad agónica (de lucha). Así, al dejar de lado el carácter agónico de la política los gobiernos progresistas desprecian la política exterior (la única y verdadera política). Su gran mecanismo, entonces,  es el del consenso entendido como "mito político al servicio de las oligarquías que se presentan como representantes de la sociedad"(2). Y cuando se habla de las oligarquías lo son tanto las partidarias (las que integran los partidos políticos), las empresariales, las sindicales, las financieras, de las colectividades, las culturales, etc.

   Hace ya muchos años que lo venimos afirmando una y otra vez: "sólo el disenso puede en nuestras sociedades dependientes crear teoría crítica, pues al proponer el disenso como método proponemos buscar "otro sentido", un sentido diferente portan las cosas y las acciones de los hombres sobre ellas"(3).

   Para los partidarios del consenso, los progresistas en general, la opinión pública es la opinión publicada mientas que para los sostenedores del disenso, éste debe funcionar como ruptura con la opinión publicada, para ir a la recuperación de la genuina opinión pública.

   Quede pues como conclusión de este breve artículo, que la carencia de proyecto político en los gobiernos progresistas se debe a una incapacidad de la propia índole del progresismo mismo. En una palabra, su falta de proyecto político es su proyecto, siempre dependiente, nunca liberador.

 


 

 (1) Se aplica también a gobiernos europeos del tipo de Zapatero en España, Merkel en Alemania o Prodi en Italia.

 (2) Negro Pavón, Dalmacio: Desmitificación del consenso político, en Razón Española N° 145, Madrid, sep-oct 2007, p.152

 (3) Buela, Alberto: Teoría del disenso, Ed. Cultura et Labor, Buenos Aires, 2004, p. 10