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Identidad y civilización

PEDOFILIA: HAY QUE SALPICAR "LA SOTANA BLANCA"

PEDOFILIA: HAY QUE SALPICAR "LA SOTANA BLANCA"

Alberto BUELA

 

   La formidable campaña mediática internacional que viene soportando la Iglesia católica en todo el mundo por casos de abusos sexuales de menores en los años 50 del siglo pasado no tiene ninguna otra explicación que el odium Ecclesiae de los hijos de Satanás.

   En estos últimos días la campaña tomó una fuerza inusitada pues va directamente contra la figura del Papa Benedicto XVI. La voz de orden de todos los medios masivos internacionales es: salpicar la sotana blanca. Acá no hay medias tintas ni componendas ni diálogo ni nada, acá la lucha es a muerte: hay que liquidar al Papa. Pues cayendo éste cae todo- la Iglesia y su catolicismo- que es el último kathéjon, el último obstáculo al señorío de Satanás. (Que es lo mismo que el señorío de nosotros, dicen sus hijos).

   Si se ensucia la sotana blanca, luego está todo permitido ya que se logra socavar la legitimidad de todo aquello que realiza la Iglesia en el mundo. Universidades, escuelas, hospitales, asilos para los más pobres, comedores populares, centros de recuperación de la droga y de investigación científica et alii. Al quebrarse el principio de autoridad moral que encarna el Papa estas instituciones pierden de suyo su sentido católico, su validez universal.

 

   ¿Quiénes son los que pretenden salpicar la sotana blanca?  

 

   a) Los abortistas: "los niños en boca de quienes predican el derecho inalienable de eliminar a gusto a los niños que aun no han nacido", como observa justamente el periodista italiano, Vittorio Messori.

 

   b) Los eugenetistas: Quienes asesinan a un anciano porque no tiene más una familia que lo cuide o aceleran el final de un hijo porque ya no está consciente y es incurable como dice Marcello Pera.

 

   c) El gaymonio: Quienes sostienen que "progenitor A" y progenitor B son lo mismo que padre y madre. d) El lobby hebreo de los mass media, para quienes la Iglesia sigue siendo la Gran Enemiga, la Infame.

 

   ¿Qué ha hecho la Iglesia católica para sufrir tan descomunal agresión internacional? Ha desarmado en todas sus líneas, en estos últimos 50 años, aquello que le permitió existir durante dos milenios: ha diluido la dialéctica de enfrentamiento entre la Sinagoga y Ella.  Ha permitido el ingreso de sus enemigos en el corazón de su interior y ha renunciado a ejercer su defensa con los argumentos que usó con eficacia durante estos dos mil años.

   La Iglesia no se defiende. La sotana blanca escribe una formidable carta a la iglesia de Irlanda y no menciona a sus enemigos. Del centenar de obispos argentinos ninguno salió a defenderla. La paradoja es tal que un laico incrédulo como yo tiene que hacerlo. Es lamentable.

   Es lamentable el silencio cómplice de los curas y obispos maricones, de esos que pervierten a los chicos, pero es más lamentable la mordaza del silencio a que son sometidos los buenos curas del pueblo: de eso no se habla, como la película de Mastroiani.

   La Iglesia tiene que sacudirse y sacarse de encima a los putos que la han invadido en forma de seminaristas, curas, obispos y maestros de grado. Los homosexuales, si se caracterizan por algo, es por su "sexo compulsivo" que busca en los otros, sobre todo en los niños y jóvenes, su partenaire. Éste es el origen de la pedofilia en la Iglesia y no otro.

 

   La Iglesia ha dejado de pensarse como complexio oppositorum (reunión de los opuestos) como tan bien la caracterizó ese eximio teólogo y pensador que fue Juan Maldonado(1485-1554) para pasar a pensarse como coincidencia oppositorum, como pretende el pensamiento único instalado en ella. La Iglesia católica, maestra de la diversidad por su propia catolicidad, ha adoptado en ciertos temas (igualitarismo, holocausto, feminización, tolerancia, etc. 1) un discurso único que la lleva a su propia indefensión.

   En Inglaterra piden la destitución del Papa y los abogados inescrupulosos publican avisos: "¿Quiere hacerse millonario? Haga entrar a su hijo al seminario y el año viene venga a vernos"  y en Estados Unidos el mejor negocio jurídico son los juicios contra los curas pederastas que llevaron a la quiebra a más de una opulenta diócesis. Inglaterra y Estados Unidos juntos, políticamente falta un socio que no se ve. Está en las sombras de las que hablaba Disraeli: "el mundo está manejado por aquellos que están detrás de los bastidores".  Solo se le ve la cola. ¿Será la cola de Satanás? Como barrunta el viejo exorcista Gabriele Amorth o la cola de miles de "satanases" que han hecho de la Iglesia católica un negocio, tanto sea para denostarla como para vivir de Ella.

 


 1 Sobre estos temas, y otros muchos, hemos desarrollado una intensa meditación como la contraposición entre igualdad e igualitarismo. Así los hombres somos iguales en dignidad y no antológicamente iguales. El holocausto tiene un sentido teológico y existe una "industria del holocausto u holocuento". La femineidad como la cualidad de lo femenino y no "homofemenización". La tolerancia como virtud para evitar el mal mayor y no como ideología de "la de todos por igual".

EUROPA RECRISTIANIZADA PARA SUPERVIVIR, O EURABIA PARA MORIR

EUROPA RECRISTIANIZADA PARA SUPERVIVIR, O EURABIA PARA MORIR

Ismael MEDINA

 

   ¿Llegará el momento durante el siglo XXI en que, quien sabe dónde, será necesaria en Europa una nueva Covadonga? Si diéramos validez al "Ex Slavia lux" que cerraba el premonitorio "La vuelta de los budas", ensayo ficción sobre la última historia del pensamiento y de la política, del profesor Jesús Fueyo Alvarez (Ed. Instituto de Estudios Políticos, 1973), sobre la tuberculosis del alma europea, habría de ser en tierras de eslavos occidentales u orientales. Los Cárpatos polacos, que tanto gustaba recorrer con sus jóvenes a Karol Wojtila en sus tiempos de sacerdote y de obispo de Cracovia, podría ser lugar idóneo por el acendrado catolicismo de sus gentes, su historia, su poso cultural y la trágica experiencia de invasiones y sometimientos padecidos. La Iglesia ortodoxa rusa, renacida tras el hundimiento de la Unión Soviética, acaso pudiera polarizar un mismo brote, u otro, frente a la invasión musulmana, o la Eurabia anticipada en sus vibrantes libros de denuncia por Oriana Fallaci.

   El resultado del referendo suizo sobre la existencia de minaretes en las mezquitas fue acogido con satisfacción en amplios sectores sociales de otras naciones septentrionales. Es posible que en algunas de ellas habría ofrecido similares resultados, caso de celebrarse un referendo similar. E incluso en la Confederación Helvética no hubiese variado mucho si en vez de sólo a los minaretes se extendiera la consulta a las mezquitas. Es evidente la existencia en Europa de un creciente rechazo social al islamismo.

EL CÁNCER DEL RELATIVISMO DESTRUYE LA CAPACIDAD DEFENSIVA DE OCCCIDENTE

   La actitud de la progresía europea de izquierda y derecha ante el referendo suizo ha sido reticente, cuando menos. También en España. De inmediato echó mano de los tópicos habituales: una expresión de xenofobia y racismo que atenta contra los principios básicos de la democracia y de la libertad religiosa. El asunto posee, sin embargo, harto más complejidad y calado.

   Quienes se sienten heridos por el resultado del refrendo helvético argumentan desde posiciones ideológicas encarnadas en el relativismo racionalista, alma del liberal-capitalismo. Aquél al que, según Adam Smith, no podía ponerle freno la moral. Y más en concreto, aunque no lo dijera de manera expresa, la moral católica. Una suerte de relativismo materialista trufado de calvinismo, tuétano doctrinal de la Orden los Iluminados. Y por consecuencia, de las revoluciones norteamericana y francesa. También, históricamente, de generalizada impregnación occidental del absolutismo democrático, degradado de manera progresiva a la condición de totalitarismo partitocrático.

   Más llamativo es que la progresía de izquierda apele a parejos argumentos de libertad desde posiciones ideológicas ancladas en el materialismo marxista, aunque traten de esconderlo a duras penas tras la fachada escenográfica de la socialdemocracia. Hijo también del iluminismo (ya traté explicarlo en más de una crónica), el socialismo hizo suyo el lema leninista de ¿Libertad, para qué? Libertad sólo para valerse de ella en las sociedades liberalistas con el fin de imponer su totalitarismo extremo.

   Debo recordar al respecto unas declaraciones de Franco a una agencia norteamericana en pleno fragor de la ?guerra fría? y de la amenaza de un pavoroso conflicto nuclear con que se nos atosigaba de continuo.
Advirtió que Stalin no recurriría a la fuerza de las armas para llevar adelante su sueño expansionista en tanto avanzase en su consecución por medio de los partidos comunistas y socialistas cuyos objetivos revolucionarios estaban favorecidos por la libertad de acción que les proporcionaban los Estados democráticos. Y que si no lo conseguía, tampoco se valdría de la guerra nuclear pues en el Kremlin eran conscientes de que la peor parte se la llevaría siempre la URSS, dado el muy superior potencial atómico y tecnológico norteamericano. 

   Persona muy cultivada me proponía días atrás una cuestión incitante. Sostenía que el marxismo, o Marx, pues a efectos prácticos es lo mismo, había generado un sistema de absoluta y brutal tiranía, radicalmente injusto en términos sociales, rudamente encorsetado en materia económica como capitalismo de Estado y gangrenado por la corrupción. Pero que el absolutismo opresor del capitalismo habría alcanzado cotas insufribles sin el freno que supuso su confrontación con el marxismo. Una contención que desapareció con el calculado hundimiento de la Unión Soviética, resultado a un mismo tiempo de una conspiración interna y de una presión externa. Nada de insólita la coincidencia a partir de entonces entre David Rockefeller y Mihail Gorbachov en el acelerado despliegue de la estrategia del Nuevo Orden Mundial. Cuando se conozcan los resultados finales de la actual recesión económica mundial, se descubrirá que los ganadores volverán a ser los mismos poderosos grupos financieros que engordaron con todas las anteriores, desde la de 1907. Esos mismos que integran la cúpula iluminista del NOM.

LA TUBERCULOSIS DEL ALMA EUROPEA

   Pero ese proceso, acorde en su dinámica con la aceleración de la historia, se solapó, o fue consecuencia congruente, con las premoniciones del profesor Fueyo Alvarez, no sólo en el libro citado, sin duda alguna la culminación de su pensamiento, ya apuntado en "La época insegura" (1962) y en "La mentalidad moderna" (1967). También en "Eclipse de la historia", discurso de ingreso en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas (1981).

   Compartí con Jesús Fueyo durante algunos años la tertulia que encabezaba en el Hotel Velázquez y luego en el restaurante Mariscal, junto a juristas e intelectuales de gran densidad, amén de Salvador Vallina, un personaje excepcional por muy variados motivos, con quien cada madrugada mantenía una prolongada y enriquecedora conversación telefónica. La muerte prematura de Fueyo en 1993, le impidió terminar otro libro, continuación del discurso "Eclipse de la historia", que pensaba titular "La muerte de la Historia", del que nos hablaba en repetidas ocasiones. Nada que ver con el de Fukuyama, cuyas previsiones barrerían los acontecimientos. Fueyo no era un oportunista, sino un pensador de alta entidad al que, como a otros valiosos intelectuales, se les silencia por sobresalir durante el régimen de Franco.

   Basta cotejar la duración de los imperios y de los ciclos de civilización que cada uno de ellos engendró para tomar conciencia del proceso de aceleración de la historia. También de la homogeneidad de los fenómenos de decadencia que se dieron en unos y otros. Todos padecieron esa tuberculosis de su alma cultural que ya Fueyo denunciaba en 1973 respecto de Europa y que hoy adquiere dimensiones inquietantes de acabose. Pero que también afecta por entero a la llamada "civilización occidental", fruto de la revolución relativista.

   La ley histórica de los ciclos reproduce la del equilibrio del orden natural. Un poder único mundial es insostenible. Necesita de un contrapoder para sustentarse y justificarse. Hegel sostenía que el Estado precisa crear y controlar su contradicción para ser fuerte. Lo fue la URSS para USA mientras subsistió. Ahora se nos muestra China como sustitución, aunque no más allá del plano económico y acaso militar.

   Pero ¿qué es China en realidad? Una combinación entre capitalismo liberalista y dictadura comunista en el que se contraponen una minoría político-financiera de poder omnímodo y una masa inmensa de proletariado en grado permanente de explotación y de muy variada entidad étnica y hasta cultural, con minorías religiosas que colisionan. China, de otra parte, está tan estrechamente ligada a los USA en el ámbito financiero y en el soporte ideológico de relativismo materialista que sería aventurado pronosticar que ambas potencias colisionaran. Al menos, a corto y medio plazo. Sobre la economía china pende, además, la amenaza de una "burbuja" similar a la recesión occidental, o a la reciente de Dubai, que el NOM procurará atenuar en la medida de lo posible por sus efectos nocivos sobre la todavía débil recuperación norteamericana. Y la europea de rechazo.

ES EL ISLAMISMO EL MOTOR DEL ACTUAL CHOQUE DE CIVILIZACIONES

   El contrapoder emergente no es económico, sino religioso: el islamismo. Una amenaza ante la que el relativismo pone de manifiesto su debilidad. Frente a un expansivo radicalismo religioso como el musulmán sólo cabe activar un consistente espíritu religioso que fortalezca a las sociedades agredidas y se lo opongan sin fisuras.
   Pero el iluminismo relativista y materialista sigue empecinado en destruir los fundamentos cristianos de la cultura occidental. Aquéllos que frenaron la expansión musulmana en la Edad Media y a España le supusieron seis siglos de durísima lucha hasta su total derrota.
   Pugna que posteriormente se reproduciría para Europa con el imperio otomano. Parece evidente que la historia se reitera.

   La conspiración neomalthusiana y la impregnación hedonista que la acompaña en las sociedades opulentas ha desembocado nuevamente en los fenómenos característicos del fin de los ciclos de civilización.
Por ejemplo: hundimiento de la natalidad; desprecio de los trabajos que se consideran serviles; necesidad imperativa de importar mano de obra esclava de las colonias del imperio; desplome de la moral religiosa, civil y laboral, con el acompañamiento de una creciente corrupción en todos los ámbitos; propensión del poder político hacia formas cada vez más acusadas de despotismo; desprecio hacia el servicio en la Milicia, sustituida por ejércitos pretorianos y mercenarios compuestos en su mayor parte por esclavos liberados; y, en fin, un acentuado proceso entrópico que acaba por corroer las estructuras económicas del Estado y favorecer su implosión.

   Los sangrientos choques entre las diversas ramas religiosas del Islam, especialmente virulentas entre chiítas y suníes, hace creer a muchos la existencia de una fractura interna en el islamismo que lo debilita. Y les conduce a suponer que hay un islamismo radical y otro moderado. Una falsa y suicida apreciación que la realidad desmiente. Todas las ramas musulmanas tienen en común una fidelidad estricta a los preceptos coránicos que aplican a rajatabla en los países que gobiernan. También las comunidades musulmanas en las naciones occidentales que las acogen y les otorgan márgenes de libertad en los que el islamismo no cree ni practica.

   Es de sobra conocido que las minorías musulmanas en naciones occidentales propenden a aplicar a los suyos de manera expeditiva la justicia coránica, sobre todo si son sus mujeres quienes incumplen los preceptos coránicos. También que forman sociedades cerradas, resistentes a la integración incluso en la segunda y tercera generaciones de inmigrados. Y asimismo, que las prédicas de los imanes en muchas mezquitas van mucho más allá de la mera práctica religiosa y de la enseñanza coránica, hasta convertirse en centros de propagación del más extremo fundamentalismo y de reclutamiento de terroristas para Al Qaeda.

   Se reproduce ahora en otros términos y bajo otras formas un fenómeno similar al que ya se vivió en la España medieval entre los presunta y culturalmente moderados Omeyas (conviene releer la historia de sus muchos excesos, no sólo bélicos) y las tres oleadas fundamentalistas llegadas desde las estribaciones desérticas del Atlas. No sólo arrasaron gran parte de España, sino que también acabaron con el Califato. En aquellas áreas del Atlas se incubó un radical fundamentalismo coránico equivalente al que hoy se fragua y fortalece en las abruptas zonas montañosas que comparten Paquistán y Afganistán.
   Y expande sus tentáculos por todo el África musulmana, hasta el Atlántico. El secuestro de tres cooperantes españoles en Muritania, amén de intermitentes atentados en toda la región, evidencia la crecida de la mancha del terrorismo islámico.

LA INTERNACIONAL DEL TERROR TRASLADÓ SU CENTRO DE PODER DESDE LA URSS AL FUNDAMENTALISMO ISLÁMICO

   El renacimiento del terrorismo islámico emergió en buena medida al amparo de los movimientos de descolonización e independencia patrocinados por la ONU y estimulados por los USA. No es el momento de retornar sobre los entresijos de aquella estrategia mundialista, denunciada por González Mata en "Les vrais maîtres du monde". Ya lo referí tiempo atrás. Pero sí es oportuno recordar que Ben Barka , líder del independentismo marroquí, participó en la Conferencia Tricontinental, celebrada en La Habana (1967). Reunión patrocinada por el Secretariado del PCUS y el KGB, a la que concurrieron representaciones de todos los llamados movimientos de liberación nacional y las organizaciones terroristas del más variado pelaje (también las europeas marxista-leninistas, ETA entre ellas) que se agruparon en la llamada Internacional del Terror, o Interterror, cuyo contenido y alcance describió Jacques Bergier en "Ha estallado la III Guerra Mundial".

   Pese al hundimiento de la Unión Soviética y sus Estados satélites se han perpetuado las conexiones nacidas en la Conferencia Tricontinental de la Habana. Sólo que el centro de dirección se trasladó inicialmente al Líbano y hoy lo comparten Irán y Venezuela en el ámbito político; y Al Qaeda y las FARC- FLN en Hispanoamérica.
Es consecuente la estrecha relación que mantienen Hugo Chávez y Ahmadinejad. Se emparentan socialismo materialista y socialismo islámico, afincado en el dogmatismo coránico. Dos formas de absolutismo que siguen las pautas del teórico italiano del neomarxismo, para quien las masas inmigratorias formarán el nuevo proletariado que protagonizará otra vez la revolución. Y aunque se trate de un factor meramente logístico, tampoco es desdeñable que el narcotráfico sea común alimento financiero del terrorismo hispanoamericano y del terrorismo islámico.

LA ALIANZA DE CIVILIZACIONES FAVORECE EL EXPANSIONISMO ISLÁMICO

   La Alianza de Civilizaciones de Rodríguez es un recuelo tardío y radicalizado de la conspiración iluminista destinada a destruir el soporte cristiano, y por ende moral, de la civilización europea mediante la imposición del relativismo materialista. Nada extraño que amparase el invento la Secretaría General de las Naciones Unidas de la que Rodríguez se ha convertido en un dócil títere. Ni que su gran y casi único aliado sea el primer ministro turco, Recep Tayir Endogan, cada vez más próximo al Irán de Jamenei en su dirigismo coránico. Y no debe olvidarse que, como ha recordado Ramón Pérez Maura, muy buen conocedor del paño (¿Turquía, entre Irán y Occidente?, ABC 09.12.2009), que el Erdogán actual ?es el mismo que cumplió pena de cárcel en su país por decir que hacían falta más minaretes para emplearlos como misiles?. Gracias a la crecida islámica Erdogán accedió al poder, desplazando al movimiento laico de Kemal Atartuk, e impreso a Turquía un viraje hacia el dogmatismo coránico. Una forma también de chantaje hacia los USA y la OTAN que precisan mantener sus posiciones militares en Turquía respecto del laberinto bélico de Oriente Medio. Y más en concreto, de la plataforma mesopotámica.
   Erdogan juega ambas cartas para fortalecer a un tiempo su posición en el mundo islámico y para ingresar en la Unión Europea.

   Ben Bella, el liberador de Argelia del colonialismo francés y presidente de la nueva República argelina, también muy conocedor de Marruecos (nació en la disputada zona fronteriza entre uno y otro país), sentenció que "la falta de tolerancia es una perversión del Islam". Y esa falta de tolerancia, ese rígido absolutismo coránico, es común, insisto, a todas las teocracias musulmanas, aún en aquéllas bajo sistemas de apariencia democrática, mera formalidad encubridora como se ha demostrado en Irán.

   El Nuevo Orden Mundial pretende imponer por doquier regímenes de despotismo democrático, además de debilitar la fortaleza unitaria de las naciones con vieja tradición histórica y cultural. Los USA, su principal instrumento coactivo, no lo han conseguido ni en Irak ni en Afganistán. Ya lo advirtió Ben Bella a finales del siglo pasado al enjuiciar otros procesos de "descolonización" Dijo: ¿Ha fracasado el modelo de desarrollo occidental para nuestros pueblos?. Defensor de un modelo de socialismo islámico de factura relativista, también Ben Bella fracasó en su empeño. El dogmatismo coránico no admite opciones que no sean las suyas. Y el odio al cristianismo, y como natural consecuencia a Occidente, está en su entraña cultural e histórica. La Alianza de Civilizaciones implica una suicida utopía cuando nos enfrentamos a la ruda realidad de un choque de civilizaciones.

EL DILEMA EUROPEO: O SE RECRISTIANIZA O MUERE

   Obama, el negro de alma blanca y gran actor mediático alzado por el NOM a la presidencia de los Estados Unidos, no ha tardado mucho en toparse con la realidad del choque de civilizaciones y en seguir, e incluso acentuar, la política militar del denostado Bush. Su discurso en la ceremonia de recepción del Premio Nobel de la Paz no ofrece dudas, aunque envuelto en su retórica buenista. Ha venido a decir aquello mismo que acuñaron los romanos: "Si quieres la paz, prepárate para la guerra" Y a hacer suya en no poca medida la doctrina de Clauasewitz reclamada por sus mandos militares.

   Las guerras de Irak y Afganistán, además de los terribles conflictos étnico-religiosos que se suceden en Africa y el área musulmana del Pacífico, no sólo confirman la imposibilidad metafísica anunciada por Ben Bella de implantar formas occidentales de desarrollo en el mundo islámico. Alertan asimismo de que una guerra irregular de corte terrorista como la que practica el integrismo islámico no puede combatirse con éxito desde criterios militares de guerra convencional, sino adaptándose con superioridad a la estrategia, las tácticas y la estructura social y religiosa del enemigo a batir.

   La debilidad occidental, sobre todo la europea, frente al enemigo islámico, radica en tres fenómenos interdependientes de consecuencias letales: el empecinamiento relativista en la destrucción de los fundamentos cristianos y morales de su cultura y de su historia; la anteposición de intereses económicos y comerciales de sus naciones, en particular las más poderosas, a la defensa común frente a la expansión islámica; y un envenenado pacifismo, recuelo de un antinazismo y antifascismo cuya amenaza dejó de existir con su derrota en la la II Guerra Mundial, pero asumido como coartada por la progresía que se dice intelectual, dominadora en gran medida de los espacios culturales y mediáticos de Occidente y que, en el caso de España, forma la Corte de los Milagros de Rodríguez, un personaje siniestro, no sólo a causa de su trasnochado y montaraz izquierdismo. También por su insondable vaciedad y una mente enfermiza.

   El resultado del referendo suizo sobre los minaretes de las mezquitas y su eco acorde en otras sociedades europeas evidencian una inequívoca reacción defensiva frente al expansionismo islámico y su creciente y descarado quintacolumnismo en toda Europa. Un fenómeno respecto del que pueden aducirse antecedentes reactivos, como los reiterados en Francia. Pero no siempre serán insuficiente para la defensa de Occidente reacciones instintivas de índole más o menos local. Resulta indispensable restaurar los fundamentos religiosos, culturales e históricos del alma europea para liberarla de la tuberculosis relativista que denunciaba el Profesor Fueyo Álvarez y la conduce a su destrucción. Es la única opción para que, remedando a Mao, el islamismo no siga moviéndose en Europa como el pez en el agua. Si se aspira a ganar esta guerra de civilizaciones resulta in exorable quitar el agua en que actualmente se mueven a sus anchas los peces del fundamentalismo islámico en el mar del relativismo anticristiano.

LA POSMODERNIDAD, A LAS PUERTAS

LA POSMODERNIDAD, A LAS PUERTAS

Miguel ARGAYA

 

   Desde hace mucho tiempo, las sociedades occidentales vivimos en lo que se conoce como "posmodernidad". Se trata de una forma cultural que comienza a sentar sus reales durante el tercer tercio del siglo XIX, pero que no alcanza su madurez hasta un siglo más tarde, después de 1968. La principal obsesión posmoderna ha sido, desde sus albores, llevar a efecto el superhombre definido por Nietzsche: un ser egoísta, individualista, despreocupado, espontáneo, cruel y alegremente agresivo, sin límites, capaz de imponer su ley y su código moral por la única razón de su voluntad. Y a fe que no andamos ya lejos de reconocerlo en calles y plazas. Aquí y allá vemos personas -jóvenes y no tan jóvenes- cada vez más enfangadas en una vida de ese tipo, personas a quienes se les ha dicho -y se han creído-, que lo pueden todo, que todo está a su alcance, que para satisfacer sus deseos sólo tienen que ponerse a ello sin preocuparse de cuáles sean las consecuencias para otros. Just do it, propuso durante algún tiempo la publicidad de una conocida marca de prendas deportivas; Don’t worry, be happy, decía la letra de una conocida canción del jamaicano Bob Marley. El bombardeo de mensajes en este sentido ha sido tal que ha llegado a empapar el alma de nuestras sociedades. Ya digo que no es difícil hallar en calles y plazas especímenes bastante aproximados a este superhombre de Niezsche.

 

   La segunda gran obsesión de la posmodernidad, acorde con la primera, ha sido la de disolver de la forma que fuera el viejo universo de valores morales heredado de la tradición cristiana, que considera, con razón, absolutamente opuesto al de su querido superhombre. Hasta tal punto es clara esta obsesión, que bien podemos hablar de "valores" en el caso de la moral cristiana, y de verdaderos "contravalores" en el de la tendencia posmoderna. El cuadro de abajo quizá sea suficientemente significativo al respecto:

 

VALORES CRISTIANOS TRADICIONALES

CONTRAVALORES POSMODERNOS

El respeto a la dignidad de la vida humana por sí misma desde la concepción hasta la muerte, al margen de su utilidad, su perfección o sus capacidades.

La valoración de la vida individual en función de sus meras capacidades cívicas. Una vida humana en estado vegetativo o en estado embrionario no vale nada porque no aporta nada a la sociedad política.

El reconocimiento de que existe una Ley Natural como norma universal de todo lo físico y lo biológico y determina, por tanto, lo que es "normal" y lo que no lo es. La homosexualidad, por ejemplo, es una anomalía, como lo es la pedofilia.

La negativa a aceptar la existencia de una Norma natural que defina el concepto de "normalidad". Para el posmoderno, el propio concepto de "normalidad" es un artificio producto de decisiones puramente humanas, y puede modificarse a voluntad. La homosexualidad no es una anomalía, sino una opción sexual más, tan aceptable como la heterosexualidad.

El reconocimiento del prójimo como hermano, que se traduce en la obligación de amarlo, aun manifestándosenos como enemigo.

La afirmación del individuo por encima de todo, y la negativa a considerar que exista un vínculo universal entre todos los seres humanos. Para el posmoderno, las relaciones interpersonales no son naturales, sino que se deben a la necesidad y al interés de los individuos que las protagonizan. El concepto de "prójimo" es artificial.

El perdón, fundamento de una reconciliación y una paz auténticos.

El desprecio del perdón y de la reconciliación, que son sustituidos por el pacto y la intermediación.

La responsabilidad, que es el reconocimiento de la culpa, es decir, de que las consecuencias de nuestras acciones y omisiones también nos pertenecen.

El rechazo de la culpa, que es vista como factor de insatisfacción y sufrimiento. La responsabilidad no existe. La culpa es siempre de otro, de la sociedad, de la educación recibida o de la propia determinación genética.

La abnegación y el espíritu de servicio y de sacrificio, que es la renuncia a lo propio en aras de lo ajeno.

El rechazo de la abnegación. Para el posmoderno, vivir es disfrutar al máximo "caiga quien caiga". El servicio y el sacrificio se consideran propios de seres débiles.

La generosidad, base de la verdadera Justicia.

La consideración de la justicia como una realización artificial que se fía únicamente a la idea del Progreso técnico. Será la Técnica, y no el Amor, lo que producirá en último extremo la Justicia universal.

La consideración del vínculo familiar como una realidad natural, indisoluble una vez constituida y base de la sociedad, que es también una realidad de derecho natural.

La inexistencia de la familia como realidad natural, ni mucho menos indisoluble. La propia sociedad no es vista como una realidad natural humana, sino como un artificio consecuencia de un pacto entre individuos para la supervivencia y la convivencia pacífica.

El respeto a la palabra dada, que es reconocimiento de que la Verdad existe realmente y no puede ser reducida a "la verdad de cada cual"

La negativa a reconocer que existan verdades absolutas y eternas. La verdad es otro artificio puramente convencional: es verdad lo que la mayoría dice que lo es, o lo que determinan los poderes públicos. Para el posmoderno cada uno tiene su verdad, reduciendo así la verdad a la mera opinión. Del mismo modo, tampoco existen por sí mismos ni el Bien ni la Belleza. Todo es fruto de la voluntad humana en cada momento histórico.

 

   Como vemos, lo que la posmodernidad ofrece es la destitución prácticamente completa de los principios morales que han estado en la base de nuestra civilización. Es la posmodernidad la que hoy por hoy inunda nuestras calles... y también la que insistentemente llama a nuestras puertas, la que envenena poco a poco a nuestros hijos a través de la televisión, la música, internet... Pecaría de ingenuo quien se resistiera a aceptar que las huestes posmodernas hace tiempo que han desembarcado en nuestras costas y se han enseñoreado de los medios de comunicación de masas. Desde ahí lanzan sus ataques emponzoñados. El aborto masivo, la generalización del divorcio, el aumento de la violencia doméstica con resultado de muerte, la ruptura del orden familiar, la indisciplina en las aulas, la tendencia adolescente a entregarse a un sexo sin tapujos ni responsabilidades y el crecimiento de la pederastia son sólo algunos de los efectos de la instalación en nuestras vidas de ese "superhombre" desprovisto de límites. También, por supuesto, el crecimiento de los casos de suicidio. Y esto, porque el "superhombre", en realidad, no ofrece nada al hombre; sólo insatisfacciones sin cuento. Pero esto a los que lo propugnan les importa poco. Lo importante, al parecer, es acabar con el viejo edificio moral que hemos heredado de nuestros padres.

 

   Queda claro que no vivimos una época de relajada beatitud. Por mucho que mucho de lo que nos rodea recuerde todavía a la vieja sociedad tradicional cristiana, lo cierto es que de esa vieja sociedad nos va quedando cada vez menos. La pregunta es si, para resistir el embate posmoderno, a los cristianos nos basta con volver atrás, al segundo tercio del siglo XX, y reivindicar la recuperación de la Modernidad. Algunos creemos que no. Y lo creemos porque estamos seguros de que todos y cada uno de los gérmenes de la posmodernidad estaban inscritos previamente en la Modernidad.

   La primera pretensión moderna fue situar al hombre en una posición desde la que pudiera mirar cara a cara a Dios y tratarle de tú. La segunda, deshacerse de ese Dios que ya no le hacía falta porque todas y cada una de sus funciones pretendía haberlas asumido el propio hombre moderno. El resultado de la Modernidad no fue otro que la perversa sustitución de Dios por el hombre. A Dios se le hizo desaparecer de la vida pública, se le recluyó en el ámbito doméstico y en las sacristías. Con razón puede decir Nietzsche, a finales del siglo XIX, que "Dios ha muerto", no porque ya no exista, sino porque el hombre moderno lo ha matado en su corazón. Lo que, sin embargo, no hace la Modernidad es renunciar a los valores morales que aquel Dios representaba: la Ley Natural, la fraternidad universal humana, la generosidad... Y así se entretiene durante tres siglos -del XVI al XIX-, como si el árbol de los valores cristianos pudiera sobrevivir mucho tiempo separado de sus raíces sin secarse.

   Pero lo cierto es que las verdades morales no se sostienen por sí solas fuera de la Verdad con mayúsculas. Los valores cristianos que la Modernidad asume como propios, están condenados a ser pasto de los buitres en cuanto los desvinculamos del Creador. La intención moderna de relegar a Dios a la troje de la historia y quedarse en cambio con los valores que aquel mismo Dios había propuesto, es un absurdo. Nietzsche llamó a esta situación "nihilismo", y la consideró acertadamente como antesala del "superhombre". Si Dios ha muerto -dice- ¿para qué conservar su viejo aparato moral? Inventemos otro. Pues bien: en eso estamos, para eso nace la posmodernidad: para crear esa nueva moral que el superhombre reclama

 

   Y ante todo esto, ¿qué hemos de hacer los cristianos? ¿Encerrarnos en nuestras casas? ¿Aceptar sumisamente el veneno que se nos ofrece? Desde luego, lo que no podemos hacer es conformarnos con volver al punto de partida del problema, que es la Modernidad. Tampoco creo que sea una solución aceptable quedarse en el sitio, como estatuas de sal. Está claro que hay que moverse, pero ¿hacia dónde? Y la respuesta no puede ser otra que hacia la Tradición. La Tradición no es el pasado, ni es un mero depósito de costumbres o respuestas manidas. La Tradición es la Verdad, que une pasado, presente y futuro. Es verdadera Tradición sólo cuando se constituye como Promesa, como Palabra Dada. Por eso, asentando de nuevo los maltrechos valores morales en esa verdadera Tradición, seguro que no nos equivocaremos. Lo que no podemos es permanecer impasibles mientras la posmodernidad devora a nuestros hijos.
 

OBAMA Y BLAIR. EL MESIANISMO REINTERPRETADO

OBAMA Y BLAIR. EL MESIANISMO REINTERPRETADO

Michel SCHOOYANS

 

   La elección de Barack Obama para la presidencia de los Estados Unido ha suscitado numerosas expectativas en todo el mundo. En los Estados Unidos, los electores votaron por un presidente joven, mestizo y brillante. Se espera de él que, según sus promesas, corrija los errores del presidente que lo ha precedido. Han sido utilizadas formulas hasta excesivas, afirmando, por ejemplo, que había llegado la hora de "reedificar" los Estados Unidos o de reorganizar el orden internacional. Se notará aquí la influencia de Saul D. Alinsky (1909-1972), uno de los maestros del pensamiento del nuevo presidente y de Hillary Clinton. No les ha faltado celo a los admiradores del vivaz neo elegido, que han demonizado al desventurado presidente George W. Bush, invocando que se destruya lo antes posible la política que había desarrollado. Ahora, la administración Bush, que además no ha carecido de méritos, se caracteriza por fallas reconocidas, también por el círculo más cercano del presidente. Sin embargo, sobre un punto esencial y fundamental, el presidente Bush ha promovido una política meritoria de respeto y de continuidad: ofreció al ser humano no nacido, así como al personal médico, una protección jurídica, sin duda insuficiente, pero eficaz.

   Los electores que han llevado a Barack Obama a la presidencia no han percibido la debilidad y la ambigüedad de las declaraciones hechas por su candidato sobre este punto decisivo. Más aún, una vez elegido, una de las primeras medidas del presidente Obama ha sido la de revocar las disposiciones tomadas por el presidente Bush para proteger el derecho a la vida del ser humano no nacido.

   El presidente Obama reintroduce así el derecho a discriminar, a "poner de lado" algunos seres humanos. Con él, el derecho de cada individuo humano a la vida y a la libertad no se reconoce más, ni mucho menos se protege. El presidente Obama contesta, en consecuencia, la argumentación que ha sido invocada por sus mismos hermanos de raza en el momento en que reivindicaban, con justicia, que fuese reconocido el derecho de todos a la misma dignidad, a la igualdad y a la libertad. En su variante prenatal, el racismo ha sido restaurado en los Estados Unidos.

   El nuevo presidente arrastra así el derecho en un proceso de regresión que altera la calidad democrática de la sociedad que lo ha elegido. De hecho, una sociedad que se dice democrática, en la cual los gobernantes, invocando "nuevos derechos" subjetivos, permiten la eliminación de algunas categorías de seres humanos, es una sociedad que ya está encaminada en el sendero del totalitarismo. Según la Organización Mundial de la Salud, 46 millones de abortos son efectuados cada año en el mundo. Revocando las disposiciones jurídicas que protegen la vida, Obama va a alargar la lista fúnebre de las víctimas de leyes criminales. El camino está abierto porque el aborto se vuelva legalmente exigible. El mismo derecho podrá ser hundido en la indignidad toda vez que sea instrumentalizado y empujado a legalizar cualquier cosa y puesto, por ejemplo, al servicio de un programa de eliminación de inocentes. A partir de aquí, la realidad del ser humano ya no tiene en sí ninguna importancia.

   La consecuencia evidente del cambio decidido por Obama es que el número de abortos va a aumentar en el mundo. El presidente Bush había cortado las subvenciones destinadas a programas que implicaran el aborto, en particular fuera de los Estados Unidos. La revocación de esta medida de la nueva administración limita el derecho del personal médico a la objeción de conciencia y permite a Obama aumentar los subsidios dados a organizaciones públicas y privadas, nacionales e internacionales, que desarrollan programas de control de la natalidad, de "maternidad sin riesgos", de "salud reproductiva" que incluyen el aborto entre los métodos contraceptivos y lo promueven.

   El presidente Obama aparecerá, pues, inevitablemente, como uno de los principales responsables del envejecimiento de la población de los Estados Unidos y de las naciones "beneficiarias" de los programas de control de la natalidad presentadas como condición previa para el desarrollo. ¿Como líder político bien informado puede ignorar que una sociedad que aborta a sus hijos es una sociedad que aborta su porvenir?

   La medida tomada por Barack Obama está destinada a tener repercusiones en el plano mundial. El "mesianismo" norteamericano tradicional se gloriaba de ofrecer al mundo el mejor modelo de democracia. Con el permiso de asesinar legalmente unos inocentes, esta pretensión va camino a apagarse. En su lugar emerge un "mesianismo" que anuncia la extinción de los principios morales escritos en la Declaración de independencia (1776) y en la Constitución de los Estados Unidos (1787). De ahora en adelante se rechaza la referencia al Creador. Ninguna realidad humana se impone más en virtud de su dignidad intrínseca. Prevalece la voluntad presidencial. Según sus mismas palabras, el presidente ya no deberá referirse a las tradiciones morales y religiosas de la humanidad. Su voluntad es fuente de ley. A propósito, ¿qué piensa de ello el congreso estadounidense?

   Ahora, dado que el peso de los Estados Unidos es lo que pesa más en las relaciones internacionales, bilaterales y multilaterales, y especialmente en el cuadro de la ONU, se puede prever que tarde o temprano el aborto será presentado a la ONU como un "nuevo derecho humano", un derecho que permite exigir el aborto. De ello se seguirá que no habrá lugar, en el derecho, para la objeción de conciencia. Este mismo proceso permitirá al presidente manifestar su voluntad de incluir en la lista otros "nuevos derechos" subjetivos, como la eutanasia, la homosexualidad, el repudio, la droga, etc.

¿Rehacer las religiones? ¿Rehacer el cristianismo?

   En estos programas, el presidente Obama podrá contar con el apoyo de la pareja Tony Blair y Cherie Booth. El grupo de pensamiento fundado por el ex primer ministro británico bajo el nombre de Tony Blair Faith Foundation tendrá, entre sus atribuciones, la de reedificar las grandes religiones, como su colega Barack Obama reedificará la sociedad mundial. Con este objetivo, la referida fundación deberá expandir los "nuevos derechos", utilizando para este fin las religiones del mundo y adaptando estas a sus nuevas tareas. Las religiones deberán ser reducidas al mismo común denominador, vale decir deberán ser vaciadas de su propia identidad. Ello no podrá hacerse si no gracias a la instauración de un derecho internacional inspirado en Hans Kelsen (1881-1973) y llamado a convalidar todos los derechos propios de las naciones soberanas. Este derecho deberá también imponerse a las religiones del mundo en modo que la nueva "fe" sea el principio unificador de la sociedad mundial. Esta nueva "fe", este principio unificador, deberá permitir el avance de los Millenium Developmental Goals. Entre estos objetivos figuran en el número 3: "Promote gender equality and empower women"; y en el número 5: "Improve maternal health". Sabemos bien lo que encubren e implican estas expresiones. Para hacer despegar el programa de la Foundation, ha sido anunciada una campaña contra la malaria. Ella hace parte del objetivo número 6: "Combat HIV/AIDS, malaria and other diseases". Este anuncio está hecho en modo que, suscribiendo esta campaña, si suscribe al total de los objetivos del Milenio.

   De hecho, el proyecto de Tony Blair prolonga y amplifica la Iniciativa de las Religiones Unidas, que apareció varios años atrás. Además extiende la Declaración para una ética planetaria de la que Hans Küng es uno de los principales inspiradores. Este plan no podrá realizarse sino a precio del sacrificio de la libertad religiosa, la imposición de una lectura "políticamente correcta" de las Sagradas Escrituras y del sabotaje de los fundamentos del derecho. Ya Maquiavelo acomodaba el uso de la religión a los fines políticos....

   La "conversión" muy propagandeada del ex primer ministro británico al catolicismo, así como su entrevista en la revista gay "Attitude" de abril del 2009, permiten entender todavía mejor las intenciones de Tony Blair respecto a las religiones, comenzando por la religión católica. Los discursos del Santo Padre, en particular sobre el preservativo, pertenecen a otra generación. El apenas "converso" no duda en explicar al Papa no sólo lo que debe decir, ¡sino lo que debe creer! ¿Es católico? Blair no cree en la autoridad del Papa.

   He aquí que hemos regresado a los tiempos de Hobbes, para no decir de Cromwell: es el poder civil el que define lo que se debe creer. La religión es vaciada de su contenido propio, de su doctrina; no queda sino un residuo de moral, definido por el Leviatán. No se dice que es necesario negar a Dios, pero de ahora en adelante Dios ya no tiene nada que ver con la historia de los hombres y de sus derechos: se regresa al deísmo. Dios es sustituido por el Leviatán. Le toca a este definir, si quiere, una religión civil; interpretar - si quiere y como quiera - los textos religiosos. La cuestión de la verdad de la religión ya no importa. Los textos religiosos, y en particular bíblicos, deben ser comprendidos en el sentido puramente "metafórico"; es lo que recomienda Hobbes (III, XXXVI). A lo máximo, sólo el Leviatán puede interpretar las Escrituras. Es necesario además reformar las instituciones religiosas para adaptarlas al cambio. Es necesario tomar como rehenes a algunas personalidades religiosas, llamadas a convalidar la nueva "fe" secularizada, la de la "civil partnership".

   Los derechos del hombre así como son concebidos en la tradición realista son pasados aquí por el filo de la espada. Todo es relativo. De los derechos no quedan sino los definidos por el Leviatán. Como escribe Hobbes, "la ley de naturaleza y la ley civil se contienen una en la otra y son de igual extensión" (I, XXVI, 4). De la verdad no queda sino la enunciada por el mismo Leviatán. Sólo él decide cómo se debe cumplir el cambio.

El retorno del águila de dos cabezas

   El proyecto Blair no puede realizarse sin volver a poner en cuestión la distinción y las relaciones entre la Iglesia y el Estado. Este proyecto corre el riesgo de hacernos regresionar a una época en la que el poder político se atribuía la misión de promover una confesión religiosa o de cambiarla. En el caso de la Tony Blair Faith Foundation, se trataría también de promover una y sólo una confesión religiosa, que un poder político universal, global, impondría a todo el mundo. Recordemos que el proyecto Blair, empapado de New Age, ha sido preparado ideológicamente tanto por la Iniciativa de las Religiones Unidas como por la Declaración para una ética planetaria previamente citada, y ha sido apoyada por numerosas fundaciones semejantes.

   Este proyecto recuerda evidentemente la historia del anglicanismo y de su fundación por parte del "defensor de la fe" Enrique VIII. El proyecto de las religiones unidas y reducida a un común denominador es sin embargo más criticable de lo que fue el proyecto de Enrique VIII. En efecto, la realización de este proyecto postula la puesta en obra de un gobierno mundial y de una policía global de las ideas. Como se ha visto a propósito de Barack Obama, los arquitectos del gobierno mundial se dedican a imponer un sistema de positivismo jurídico que hace proceder al derecho de una voluntad suprema, de la cual depende la convalidación de los derechos particulares. En suma, si se debiera cumplir el proyecto Blair, los agentes del gobierno mundial impondrían, con un nuevo Acto de Supremacía, una religión única, convalidada por los interpretes de la voluntad suprema, cuyo Vicario general quizá ya ha sido descubierto (Hobbes, III, XXXVI).

   Lo que revela el análisis de las decisiones de Barack Obama y del proyecto de Tony Blair es que se perfila una alianza de dos nuevas voluntades convergentes, de las que una tiene como objetivo subyugar el derecho y la otra subyugar la religión. Esta es la nueva versión del águila de dos cabezas. Derecho y religión son instrumentalizados para "legitimar" lo que sea.

   Esta doble instrumentalización es mortal para la comunidad humana. Es lo que resulta de diferentes experiencias realizadas en el cuadro del Estado-Providencia. Este, a fuerza de querer complacer a los individuos, ha multiplicado los "derechos" subjetivos de condescendencia, por ejemplo, en materia de divorcio, de sexualidad, de familia, de población, etc. Pero haciendo eso, el Estado-Providencia ha creado innumerables problemas que es incapaz de resolver. Con la extensión de estos "derechos" de condescendencia a escala mundial, los problemas de pobreza y de marginalización se multiplican a tal punto que ningún gobierno mundial podrá resolverlos.

   Lo mismo para la religión. Desde cuando se logró la separación entre la Iglesia y el Estado, es inadmisible que el Estado se sirva de la religión para forzar su dominio sobre los corazones, los cuerpos y las conciencias. Como dice el arzobispo Ronald Minnerath, el Estado no puede encadenar la verdad religiosa y debe también garantizar su libre búsqueda.

Hacia un terrorismo político-jurídico

   Por estos canales, y con el apoyo de su pareja Blair, el presidente-jurista Obama se presta a lanzar un nuevo mesianismo norteamericano, totalmente secularizado. Se beneficia en esto del apoyo de su fiel socio, candidato presunto a la presidencia de la Unión Europea. La voluntad suprema del presidente de los Estados Unidos convalidará el derecho de las naciones y el derecho de las relaciones entre las naciones. Sobre sus huellas, los "Treinta y nueve artículos" de la nueva religión del mundo serán promulgados por su colega británico.

   A partir de la cima de esta pirámide, la voluntad del Príncipe está destinada a circular por los canales internacionales de la ONU y a alcanzar los canales nacionales particulares. En perspectiva, este proceso, como se puede intuir, apaga la autoridad de los parlamentarios nacionales, elimina la autoridad de los ejecutivos y destruye la independencia del poder judicial. Es por estas razones que, en la lógica de Obama, el rol de un tribunal penal internacional es llamado a extenderse, y que ello debe ser armado para reprimir a los recalcitrantes - por ejemplo los católicos - que rechazan esta visión del poder y del derecho, de un derecho hecho vasallo del poder. ¿Cómo no ver esta verdad impactante de estar asistiendo al surgimiento de un terrorismo político-jurídico sin precedentes en la historia?

   Por fin, hagamos el esfuerzo por recordar que la Iglesia no tiene el monopolio del respeto de los derechos humanos a la vida. Este respeto es proclamado por las más grandes tradiciones morales y religiosas de la humanidad, frecuentemente anteriores al cristianismo. La Iglesia reconoce plenamente el valor de los argumentos dados por la razón a favor de la vida humana. Como el arzobispo Minnerath ha mostrado admirablemente, la Iglesia completa y consolida esta argumentación valiéndose el aporte de la teología: respeto por la creación; el hombre imagen de Dios; amor al prójimo; nuevo mandamiento; etc. Estos argumentos son frecuentemente expuestos en las declaraciones de la Iglesia y en los numerosos documentos cristianos al respecto.

   Pero cuando las más altas autoridades de las naciones, e inclusive de la primera potencia mundial, vacilan frente al respeto del derecho humano fundamental, es un deber para la Iglesia hacer un llamado a todos los hombres y a todas las mujeres de buena voluntad para que se unan a fin de constituir un frente único para defender la vida de cada ser humano. La primera actitud que se impone a todos, según las responsabilidades de cada uno, es la objeción de conciencia, que por otra parte Obama quiere circunscribir. Pero esta objeción debe ser completada por un compromiso y acción en la esfera política, en los medios y en las universidades. La movilización debe ser general y ponerse como objetivo central de toda la moral, y especialmente de toda la moral católica: reconocer y amar al prójimo, comenzando por el prójimo más pequeño y más vulnerable.

 

Ponencia en la Academia Pontificia de Ciencias Sociales. Mayo 2009

POR EL ALMA DE DON QUIJOTE

POR EL ALMA DE DON QUIJOTE

Evaristo CARRIEGO

 

Con el más reposado y humilde continente,

de contrición sincera; suave, discretamente,

por no incurrir en burlas de ingeniosos normales,

sin risueños enojos ni actitudes teatrales

de cómico rebelde, que, cenando en comparsa,

ensaya el llanto trágico que llorará en la farsa,

dedico estos sermones, porque sí, porque quiero,

al Único, al Supremo famoso Caballero,

a quien pido que siempre me tenga de su mano,

al santo de los santos Don Alonso Quijano

que ahora está en la Gloria, y a la diestra del Bueno:

su dulcísimo hermano Jesús el Nazareno,

con las desilusiones de sus caballerías

renegando de todas nuestras bellaquerías,

Pero me estoy temiendo que venga algún chistoso

con sátiras amables de burlador donoso,

o con mordacidades de socarrón hiriente,

y descubra, tan grave como irónicamente,

-a la sandez de Sancho se le llama ironía-

que mi amor al Maestro se convierte en manía.

Porque así van las cosas; la más simple creencia

requiere el visto bueno y el favor de la Ciencia:

si a ella no se acoge no prospera y, acaso,

su propio nombre pierde para tornarse caso.

Y no vale la pena (no es un pretexto fútil

con el cual se pretenda rechazar algo útil)

de que se tome en serio lo vago, lo ilusorio,

los credos que no tengan olor a sanatorio.

Las frases de anfiteatro, son estigmas y motes

propicios a las razas de Cristos y Quijotes

-no son muchos los dignos de sufrir el desprecio

del aplauso tonante del abdomen del necio-

en estos bravos tiempos en que los hospitales

de la higiénica moda dan sueros doctorales…

Sapientes catedráticos, hasta los sacamuelas

consagran infalibles cenáculos y escuelas,

de graves profesores, en cuyos diccionarios

no han de leer sus sueños los pobres visionarios…

¡De los dos grandes locos se ha cansado la gente:

así, santo Maestro, yo he visto al reluciente

rucio de tu escudero pasar enalbardado,

llevando los despojos que hubiste conquistado,

en tanto que en pelota, y nada rozagante,

anda aún sin jinete tu triste Rocinante!

(Maestro ¡si supieras! desde que nos dejaste,

llevándote a la Gloria la adarga que embrazaste,

andan las nuestras cosas a las mil maravillas:

todas tan acertadas que no oso a describillas,

-Hoy, prima el buen sentido. La honra de tu lanza

no pesa en las alforjas del grande Sancho Panza.

Tus más fieles devotos se han metido a venteros

y cuidan de que nadie les horade sus cueros.

Pero, aguarda, que, cuando se resuelva a decillo,

ya verás que lindezas te contará Andresillo -

aunque hay alguna mala nueva, desde hace poco:

Aquel que también tuvo sus ribetes de loco,

tu primo de estas tierras indianas y bravías,

-¡lástima de lo añejo de tus caballerías!

tu primo Juan Moreira, finalmente vencido

del vestigio Telégrafo, para siempre ha caído,

mas sin tornarse cuerdo: tu increíble Pecado…

-¡Si supieras, Maestro, como lo hemos pagado!-

¡Tu increíble Pecado…! Caer en la demencia

de dar en la cordura por miedo a la Conciencia!)

Para husmear en la cueva, pródiga en desperdicios,

no hacen falta conquistas que imponen sacrificios:

sin mayores audacias cualquier tonto con suerte

es en estos concursos el Vencedor y el Fuerte,

pues todo está en ser duros. El camino desviado

malograría el justo premio del esforzado…

Por eso, cuando llega la tan temida hora

del gesto torturado de una reveladora

protesta de emociones, el rostro se reviste

de defensas de hielo para el beso del triste;

y porque ahogarse deben, salvando peores males,

las rudas acechanzas de las sentimentales

voces de rebeldía -quijotismo inconsciente-

también se fortalecen, severa, sabiamente,

los músculos traidores del corazón, lo mismo

que los del brazo, en sanas gimnasias de egoísmo,

donde el dolor rebote sin conmover la dura

unidad, necesaria, de la férrea armadura:

quien no supere al hierro no es del siglo: no medra.

-¡Que bella es la impasible cualidad de la piedra!-

El ensueño es estéril, y las contemplaciones

suelen ser el anuncio de las resignaciones.

El ensueño es la anémica llaga de la energía;

la curva de un abdomen -todo una geometría-

es quizás el principio de un futuro teorema,

cuyas demostraciones no ha entrevisto el poema…

En la época práctica de la lana y del cerdo

hoy, Maestro, tu mismo te llamarías cuerdo-

se hallan discretamente lejos los ideales

de los perturbadores lirismos anormales.

El vientre es razonable, porque es una cabeza

que no ha querido nunca saber de otra belleza

que la de sus copiosas sensatas digestiones:

fruto de sus más lógicas fuertes cerebraciones.

Por eso, honradamente, se pesan las bondades

del genio, en la balanza de las utilidades,

y si a los soñadores profetas se fustiga

hay felicitaciones para el que echa barriga.

Y esto no tiene vuelta, pues está de por medio

la razón, aceptada, de que ya no hay remedio…

Como que cuando, a veces, en el Libro obligado,

la Biblia del ambiente, a todos manoseado,

hay un gesto de hombría traducido en blasfemia,

por asaz deslenguado lo borra la Academia…

La moral se avergüenza de las imprecaciones

de los sanos impulsos que violan las nociones

del buen decir. El pecho del mejor maldiciente

que se queme sus llagas filosóficamente,

sin mayor pesar, antes de irrumpir en verdades

que siempre tienen algo de ingenuas necedades;

porque quien viene airado, con gestos de tragedia,

a intentar gemir quejas aguando la comedia,

es cuando más un raro, soñador de utopías

que al oído de muchos suenan a letanías…

Por eso, remordido pecador, yo me acuso

-preciso es confesarlo- de haber sido un iluso

de fórmulas e ideas que me mueven a risa,

ahora que no pienso sino en seguir, a prisa,

la reposada senda, libre de los violentos

peligros que han ungido de mirras de escarmientos

las plantas atrevidas que pisaron las rosas

puestas en el camino de las rutas gloriosas.

Pero ya estoy curado, ya no más tonterías,

que las gentes no quieren comulgar insanias…

¡En el agua tranquila de las renunciaciones

se han deshecho las hostias de las revelaciones!

Ya no forjo intangibles castillos cerebrales,

de románticos símbolos de torres augurales.

Sobre el dolor ajeno ni siquiera medito,

porque sé que una frase no vale lo que un grito;

y, sin ser pesimista, no caigo en la locura

de buscar una página de serena blancura,

donde pueda escribirse la canción inefable

que ha de cantar el Hombre de un futuro probable.

LOS VALORES NO NEGOCIABLES Y SU APLICACIÓN EN LA VIDA CÍVICA

LOS VALORES NO NEGOCIABLES Y SU APLICACIÓN EN LA VIDA CÍVICA

Mario MENEGHINI

 

28º aniversario años del Centro de Estudios Cívicos, dedicado desde 1981 al estudio de los problemas temporales desde la perspectiva de la Doctrina Social de la Iglesia

 

   1. Para un católico, hay valores no negociables que deben ser promovidos y protegidos, especialmente, por quienes se dedican a la política. El Papa Benedicto XVI los expresó en forma detallada, siendo Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (1) -en la Nota Doctrinal referida a la política-; los resumió, después,  en la Encíclica Sacramentum Caritatis, y los ha ratificado insistentemente. Ellos son:

 "...el respeto y la defensa de la vida humana, desde su concepción hasta su fin natural; la familia fundada en el matrimonio entre hombre y mujer; la libertad de educación de los hijos y la promoción del bien común en todas sus formas"(2).

 

   2. La única manera de hacer efectiva esta obligación moral es participando activamente en la vida cívica. Por eso es que, antes de ocuparnos del tema específico indicado,  se debe partir de  dos premisas doctrinarias: la licitud moral del voto (3), y la obligación de respetar el régimen institucional vigente (4),  sin que ello implique avalar  las imperfecciones que atribuyamos al sistema electoral y a la Constitución vigentes.

 

   2.1. Algunos objetan estas premisas:

           A) el artículo del Catecismo referido al voto, estaría interpretado simpliciter -de modo directo o simplista-, y correspondería hacerlo secundum quid -matizado según las circunstancias.

          B) sobre la encíclica Au milieu des solicitudes, se alega que estuvo dirigida a los franceses, en una situación determinada, por tanto lo que expone no es magisterio universal.

 

   3. Respondemos:

     3.1. Al aprobar el texto del Catecismo, Juan Pablo II manifestó: "Lo reconozco como un instrumento válido y autorizado al servicio de la comunión eclesial y como norma segura para la enseñanza de la fe"(5). Si para interpretarlo adecuadamente fuese necesario conocer teología y latín, no sería una norma segura pues no sería posible una interpretación unívoca. En conclusión, debe ser interpretado simpliciter.

    3.2.  Si la mencionada encíclica de León XIII  estuvo dirigida a los franceses; con posterioridad, la misma enseñanza se reiteró en documentos destinados a los católicos mejicanos, españoles y portugueses, y suscriptos por otros dos Papas (Benedicto XV, Pío XI); por lo tanto, es magisterio universal, y no hay ningún documento que contradiga el criterio fijado.

 

   4. La insistencia actual en los valores no negociables es importante pues, en el pasado reciente, muchos políticos católicos han dado prioridad a otras cuestiones. Por ejemplo, en Italia las leyes de divorcio y aborto fueron firmadas por jefes de Estado y ministros demócratas cristianos. También en España, el Partido Popular, integrado y votado por muchos católicos, ha promovido iniciativas que favorecen el aborto, la homosexualidad, etcétera. En nuestro país, legisladores católicos han votado favorablemente varias leyes, que habían sido públicamente cuestionadas por el Episcopado. La última ocasión fue la Ley Marco de Políticas de Derechos y Diversidad Sexual, en la Ciudad de Buenos Aires, apoyada por 47 votos a favor y ninguno en contra.

 

   5. No se trata, entonces, de intervenir en la vida pública, para adaptarse a lo que sostiene la mayoría, según las encuestas, sino, precisamente, para defender y procurar aplicar,  con firmeza, la propia doctrina.

     Tampoco la decisión de participar en política implica que todos se sientan obligados a afiliarse a un partido, ni mucho menos a postularse como candidatos. También la emisión del voto, deberá quedar librada a la conciencia individual.

 

   6. Existen, sin embargo, varias alternativas a la participación en un partido, que podrían utilizarse:

  • 1. En España, cuatro partidos han firmado (septiembre de 2008) un Manifiesto de los Principios no negociables, sin perjuicio de presentar listas separadas y programas distintos.
  •  2. Se ha constituido un Frente Mundial de Parlamentarios y Gobernantes por la vida, presidido por la Senadora argentina Negre de Alonso, e integrada por dirigentes políticos de varios países, con el objeto de coordinar acciones en defensa de la vida y la familia.
  •  3. Fundaciones y centros de estudios tienen la posibilidad de influir en la vida cívica: formulando y difundiendo propuestas, asesorando a gobernantes y partidos, formando dirigentes, y controlando la gestión pública.
  •  4. Varias entidades, que coincidan en los valores no negociables, pueden realizar una tarea conjunta de orientación a los ciudadanos, sobre los candidatos y plataformas electorales, señalando con precisión quiénes respetan dichos valores, y por lo tanto, constituyen opciones válidas entre las cuales cada uno podrá decidir apoyar a la de su preferencia.

 

 Objeciones a la participación en política

 

    7. La Iglesia siempre ha considerado válido cualquier sistema político que asegure el bien común; por eso, cada fiel tiene derecho a preferir uno en particular. Algunos podrán considerar que el más perfecto es la monarquía, otros preferir el corporativismo. Pero es obvio, que en un país como el nuestro, donde rige  el sistema republicano desde hace 199 años, no habrá posibilidad de cambiarlo por otro, a menos que sea interviniendo en el régimen vigente o utilizando la fuerza.

 

    8. De las dos premisas indicadas al comienzo, se infiere la necesidad de actuar en política, utilizando las herramientas que permite la legislación, sin desconocer las dificultades que conlleva esa decisión. La compleja y desagradable realidad contemporánea puede hacer caer en dos tipos de convicciones erróneas, que, a su vez, conducen a estrategias  para enfrentar la realidad.

 

      8.1. Primera posición:

             Algunos sostienen que, como existe un oligopolio partidocrático que restringe las chances electorales a dos o tres partidos o alianzas, es un esfuerzo inútil aceptar el combate electoral, con el consiguiente desgaste de dinero y energías que podrían ser mejor empleadas. Entonces, aducen, mientras no cambie el panorama, conviene concentrar el esfuerzo en el combate intelectual, formando a los jóvenes que en el futuro podrán ocuparse de la política.

 

     8.2. Segunda posición:

           Como  la corrupción de la política se acelera y se vulneran gravemente los cuatro valores, es necesario enfrentar con energía al gobierno, ejerciendo el derecho de resistencia.

 

Análisis

 

    A) La acción cultural no debe descuidarse, por el contrario debe acentuarse, perfeccionando los instrumentos correspondientes. Pero, como enseña el Magisterio y demuestra la historia, en última instancia es el poder político el que determina, incluso, las posibilidades de la acción cultural (6).

    Refugiarse en cenáculos intelectuales, hasta que se produzca el cambio que soñamos, es caer en la utopía. Afirmaba Juan XXIII: "tengan presente que el crecimiento de todas las cosas es una ley impuesta por la naturaleza y que, por tanto, en el campo de las instituciones humanas no puede lograrse mejora alguna si no es partiendo paso a paso desde el interior de las instituciones"(7).

 

    B) El derecho de resistencia puede y debe aplicarse, pero respetando las condiciones que fija el Catecismo (8). Saltear los tres grados previos (resistencia pasiva, resistencia legal, resistencia activa de hecho), para promover la rebelión armada, no es lícito moralmente, y es un planteo ineficaz y suicida (9).

    Juan Pablo II, hablando a los dirigentes de Irlanda, negó la tesis de que la política no puede conseguir la justicia, y que solamente la violencia conduce al cambio (10).

    Un caso concreto de aplicación de la doctrina lo encontramos en la Carta Encíclica de Pío XI "Acerba anima", donde el Papa explica que al haberse mitigado parcialmente la persecución religiosa en México "parecía conveniente suspender las medidas de resistencia, que podían ser cada vez más dañosas al pueblo cristiano, y adoptar otras medidas más adecuadas a la nueva situación" (p. 10).

 

Cómo evaluar el respeto a los valores no negociables

 

    9. La posición con respecto a los tres primeros valores (vida-familia-educación) queda manifestada directamente en la Plataforma Electoral, en la propaganda, los discursos y los reportajes. Puede detectarse fácilmente.

      No obstante, cabe reconocer que, en muchos casos, la posición del candidato/partido no refleja convicciones o decisiones racionales, sino que obedece a actitudes circunstanciales debidas a: demagogia, adaptación a opiniones mayoritarias, o al asesoramiento de especialistas.

 

    10. En cambio, la posición respecto al Bien Común, que a veces sólo puede detectarse indirectamente y cuesta descubrir, siempre está ligada a la ideología o doctrina del candidato/partido. Puede servir como guía para el análisis, el hecho de que el Bien Común siempre se vincula a otros dos principios del orden social: solidaridad y subsidiariedad.

 

  10.1.  Quien profesa -expresa o tácitamente- el liberalismo tiende a descuidar o restringir la solidaridad, para acentuar los derechos individuales, en especial el de propiedad privada.

   10.2  Quien promueve el colectivismo -como el marxismo o el fascismo- suprime o debilita la subsidiariedad.

   10.3. Como explica un autor uruguayo, se puede representar gráficamente sobre un eje longitudinal la forma de concebir el papel del Estado: "Si uno se mueve desde el centro hacia la derecha sobre el referido eje horizontal, llega un momento en que deja de respetar el principio de solidaridad. En cambio, si uno se mueve desde el centro a la izquierda, llega un momento en que deja de respetar el principio de subsidiariedad. Entre ambos puntos está la zona del pluralismo político legítimo" (11).

 

     10.4. Si partimos de la definición pontificia de Bien Común: el conjunto de aquellas condiciones de la vida social que permiten a los grupos y a cada uno de sus miembros conseguir más plena y fácilmente su propia perfección, puede determinarse -ya sea de los antecedentes o de los proyectos- si se procura o no el Bien Común. Puesto que ello no depende de la capacidad económica o poderío político del país respectivo, sino de la orientación del Estado en las políticas públicas.

    Valga como prueba que el Índice de Desarrollo Humano -que refleja en gran medida la calidad de vida de la población- muestra que los siete países mejor ubicados, no son precisamente los más importantes. En efecto, en orden decreciente, figuran: Islandia, Noruega, Canadá, Australia, Irlanda, Países Bajos y Suecia, entre el 1º y el 7º lugar. Recién en el 8º lugar figura Japón, en el 11º Francia y en el 15º Estados Unidos (12).

 

Conclusión

 

    El cristianismo siempre ha considerado a la política como una actividad noble, pero no deben confundirse los planos y pretender con la política lograr la perfección de una sociedad; es imprescindible, sin embargo, para ayudar "a reducir el mal y a acentuar el bien lo más posible, y a crear un orden de convivencia estable, en el que, eso sí, puedan florecer libremente las perfecciones personales y comunitarias" (13).

   

 


 (1) Congregación para la Doctrina de la Fe. "Nota Doctrinal sobre algunas cuestiones relativas al compromiso y la conducta de los católicos en la vida pública"; 24-11-2002, p. 4.

 (2) Encíclica Sacramentum Caritatis, 22-2-2007, p. 83.

 (3) Catecismo de la Iglesia Católica, 2240.

 (4) Encíclica "Au Milieu des solicitudes", p. 16/23.

 (5) Constitución Apostólica Fidei Depositum, 11-10-1992, p. 4.

 (6) "Sin embargo, es cosa de todos sabida que, en los campos social y económico -tanto nacional como internacional-, la decisión última corresponde al poder político" (Octogesima Adveniens, 46).

 (7) Pacem in terris, 162.

 (8) "La resistencia a la opresión de quienes gobiernan no podrá recurrir legítimamente a las armas sino cuando se reúnan las condiciones siguientes: 1) en caso de violaciones ciertas, graves y prolongadas de los derechos fundamentales; 2) después de haber agotado todos los otros recursos; 3) sin provocar desórdenes peores; 4) que haya esperanza fundada de éxito; 5) si es imposible prever razonablemente soluciones mejores (Catecismo, 2243).

(9) "La gravedad de los peligros que el recurso a la violencia comporta hoy evidencia que es siempre preferible el camino de la resistencia pasiva, más conforme con los principios morales y no menos prometedor del éxito"  ( Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 401).

(10) Juan Pablo II en Irlanda, 29-9-79, p. 14.

(11) Daniel Iglesias Grèzes. "La acción política de los católicos"; Revista Arbil nº 119.

(12) "Mapa del Mundo para el Índice de Desarrollo Humano de los diferentes Estados, según el Informe 2007/2008" (Naciones Unidas); de Wikipedia.

(13) P. José María Iraburu. "Los católicos y la Política, utopía y política"; El último Alcázar, 26-6-2006.

PRECEDENTE HISTÓRICO

PRECEDENTE HISTÓRICO

Luis SUÁREZ FERNÁNDEZ

«Conversaciones del Valle, 2009»

 

   ¿De qué queremos hablar este año? ¿De la organización del Estado? Pero ¿a qué Estado nos estamos refiriendo? Porque el gran problema que en nuestros días se plantea es: hay España o no hay España. La respuesta positiva y negativa son igualmente legítimas. En cierta ocasión, don Marcelino Menéndez y Pelayo escribió una frase contundente: «España, martillo de herejes, luz de Trento, cuna de San Ignacio, esta es nuestra grandeza y nuestra unidad, no tenemos otra. El día que volvamos a perderla volveremos a la época de los arévacos o de los vetones, o lo que es peor...». Esto, efectivamente, se ha cumplido.

   Nosotros hoy, hablo de los españoles en general, estamos rechazando lo que fuera la esencia de España durante muchos siglos: su cristianismo, es decir, su concepción de la persona humana, lo que desde un punto de vista cristiano, significa dos cosas paralelas y complementarias. De un lado la existencia de unos derechos naturales humanos que no son el resultado de un convenio, de un contrato social o de algo semejante, sino que son el resultado de la naturaleza que Dios ha querido establecer en el hombre. Y esos derechos naturales, definidos el año 1346, son tres: vida, propiedad y libertad. Y es indudable que los tres derechos, hoy, ya no son respetados. La vida es manipulada y se está preparando una ley que permita de alguna manera destruir aquellas vidas que no son útiles o que puede llegar a ser una carga pesada para las necesidades del Estado.

   Respecto a la libertad, no hay más que ver la prensa y los medios de comunicación: están absolutamente supeditados a un orden de valores sobre el cual se dice que hemos de creer.

   En cuanto a la propiedad, es parte del Estado. La última noticia que tenemos es que ciertos alcaldes han pedido a sus policías municipales que deben aumentar el número de multas para resolver la deuda que los ayuntamientos tienen.

   Por otra parte, esa concepción cristiana acerca de la persona humana reconoce que el ser humano está dotado de dos cualidades fundamentales: el libre albedrío que no es independencia; libertad no es hacer cada uno lo que le dé la gana, sino que es la responsabilidad que viene del deber y del acomodo a la verdad -porque sólo la verdad puede hacernos libres-; y la capacidad intelectual para un conocimiento racional que no se detiene en la materia, sino que llega también al espíritu y también a los conceptos especulativos. Nosotros podemos llegar a conocer mucho de las estrellas, sin duda alguna, pero también podemos llegar a conocer qué es lo bello, qué es lo bueno, qué es lo justo, sin lo cual todo eso desaparece.

   Pues hoy, españa, ha abandonado todo este modo de pensar, y a cambio de eso estamos en una situación que a los medievalistas nos recuerda, de manera extraordinaria, lo que fue el sistema de los reinos de taifas. Es curioso. Además, permítanme decir algo que quizá moleste a algunos. Los taifas son la consecuencia de un sistema autoritario previo que no fue capaz, desde Almanzor, de presentar una acción para el futuro que fuera acomodada a las circunstancias que Europa iba a vivir. Y nosotros probablemente somos también la consecuencia de ese sistema.

   Por esta razón voy a comenzar estas «Conversaciones del valle», que hacen ya el número quince, con una pregunta: ¿Qué fue España? Recientemente una editorial me ha pedido prepare un libro, que ya estoy tratando de llevar adelante, sobre el tema de qué es lo que Europa debe a España. Cuando uno empieza a reflexionar sobre el particular, se lleva las grandes sorpresas. ¿Qué debe Europa a España? Primero le debe el número cero; después le debe el primer estatuto jurídico que anula la servidumbre; le debe la creación del sistema parlamentario; le debe la ordenación de la monarquía como un pacto entre rey y reino -pacto sinalagmático-, basado en el deber que ambos tienen -rey y reino- para el cumplimiento y obediencia de las leyes; le debe el haber roto el horizonte geográfico para hacer del mundo una espléndida unidad; le debe también la salvaguarda de todo lo que fue la reforma católica en donde se defendían los principios a los que aludía al comienzo tomando las frases de don Marcelino Menéndez y Pelayo; le debe el siglo de oro; le debe también algo, en lo que no estamos tan orgullosos pero sin duda tiene mucha importancia, la derrota de Napoleón; y le debe, finalmente, el gran esfuerzo realizado en todo el siglo XIX por los hombres que crearon las generaciones del año 70, del 90, del 98 y después del 30, es decir, una nueva concepción del humanismo sin el cual probablemente muchas de las cosas de Europa no existirían. Pero nos seguimos preguntado: ¿qué es España, cuándo nace España, cómo se desarrolla?

   España es un producto de Roma, no cabe duda. Y salvo que pequemos de una ingratitud de la cual pueden pedirnos cuentas, no tenemos más remedio que reconocer que somos romanos hasta la médula. Nuestra lengua es, probablemente, entre las lenguas de Europa, la que se conserva más próxima del latín, haciendo la salvedad del italiano que no es otra cosa que el mismo latín acomodado a un uso ordinario. España debe a Roma el derecho y la organización municipal. Y debe su nombre. Y es curioso, porque cuando llegamos a este punto, qué significa Hispania, los historiadores no tenemos más remedio que responder: no lo sabemos, no tenemos la menor idea de dónde procede el término Hispania. Hace años, Schulten lanzó una teoría muy curiosa -puede que tenga razón, no lo sé- que no podemos comprobar, que lo que significa es «tierra de conejos», en un término fenicio que habría pasado después al hebreo con el nombre de sĕfārad, cuyo nombre se da todavía hoy a una raza de conejos en Israel y no parece que tengan nada que ver con España. El nombre es un nombre romano. Pero ¿qué es lo que Roma descubre? En la Península, que tiene una forma de piel de toro extendida sobre occidente, se da la circunstancia de que es la comunicación extrema del Mediterráneo -más allá sólo queda la Atlántida-, en donde Europa y África se unen como formando una especie de puente. En un momento determinado, ya al final del Imperio, en la época de Diocleciano, los romanos se dan cuenta de que el Imperio no constituye una unidad sólida e irreversible, sino una suma de unos cuantos elementos culturales para los que utilizan un término griego, diócesis, que significa vivir conjuntamente, es decir, costumbres heredadas dentro de las cuales vive una comunidad. Y Diocleciano, al dividir el Imperio en dos, afirma que Occidente está formado por seis de estas diócesis: África, Italia, Hispania, Galia, Britania y Germania. Con el tiempo, una de estas seis naciones desaparece a causa de la invasión musulmana, África, y no vuelve a recuperarse. Pero con las otras cinco ocurre un hecho muy singular y sintomático: sólo dos de ellas, Italia y España, han conservado su nombre; las otras tres lo han modificado para acomodarse a los pueblos conquistadores: anglo-sajones (Inglaterra), franco-salios (Francia) o teutones (Deutschland). ¿Qué quiere decir? No cabe duda, desde el punto de vista de un historiador, que fue en estas dos naciones, Italia y España, donde la herencia romana consiguió persistir con mayor fuerza, con mayor vigor. Es más, en la Edad Media se inventa una leyenda, falsa, pero como todas las leyendas tiene también su importancia: la entrada de los visigodos en España había sido la consecuencia de un pacto, el año 418, en virtud del cual, un emperador transitorio, llamado precisamente Constancio, había entregado al rey de los godos Walia, la legitimidad que venía del Imperio romano. ¿Leyenda? De acuerdo, pero una leyenda que sirve para asentar uno de los fundamentos esenciales de la Hispanidad: los visigodos aceptan el derecho romano. Y desde la época de Eurico, y con mucha mayor claridad el año 589, dicen que esta monarquía que están haciendo, esta especie de Estado incipiente que está naciendo, va a seguir rigiéndose por el Derecho romano tal como había sido codificado por Teodosio II, adaptándose a las nuevas circunstancias que ahora tenemos que vivir. Esa es la lex romana visigoturum. Es decir, la ley romana que custodian, que guardan, que transmiten, que ejercen los visigodos. Lo que podríamos llamar el primer embrión de Estado. ¿Es un Estado? Probablemente sí tendríamos que utilizar ya este término. Probablemente sí porque lo que los visigodos están empleando es el latín, el godo lo tiran por la borda y no vuelven a preocuparse de él para nada, la prueba está en qué pocas palabras de origen gótico han podido pervivir a través de la lengua española. Sobre la base del derecho romano y del latín nace esa primera forma de Estado que dibuja un elemento fundamental.

   Esto nos obliga a llegar al año 589. Nueve años antes, el 580, dos importantes personajes para el futuro de Europa, paseaba por el pasillo del palacio de las Blachernae, en Constantinopla. Uno era Leandro, el arzobispo de Sevilla, el otro era Gregorio, que llegaría a ser Papa, San Gregorio Magno porque es uno de los grandes Papas de la cristiandad. ¿De qué hablaron en aquel momento? De muchas cosas que tenemos la oportunidad de conocer, pero de algo sumamente importante: había que crear un mundo nuevo en el que las diferencias entre germanos y latinos se borrasen mediante la aceptación del cristianismo, el cristianismo católico romano. Pasan nueve años y esos dos personajes, elevados a la cumbre del poder, el uno en España y el otro en Roma, pueden comunicarse la gran noticia: ya los visigodos han aceptado el catolicismo; y no sólo esto, sino que han aceptado una forma de estado en donde el reino aparece como una representación colectiva: el Concilio. A los concilios de Toledo, desde el tercero en adelante, no asisten únicamente los eclesiásticos. Convoca y preside el rey y asisten también los representantes de la nobleza, lo que entonces en realidad se considera el reino. Lo que va a imitar después Carlomagno, aunque pasa mucho tiempo antes de que lo logre. ¿De qué estamos hablando? Estamos hablando de la raíz de un acontecimiento que se producirá en la España posterior, en el siglo XII: es el nacimiento de Las Cortes, es decir, el nacimiento del parlamentarismo.

   Recuerdo el escándalo que me produjo una vez escuchar por televisión, durante la visita de la ministra Thatcher, que habiendo manifestado ésta que Europa debía el parlamentarismo a Inglaterra, nadie tuvo la menor intención de introducir una rectificación. Tenían que haber dicho: no señora, está usted equivocada, completamente equivocada. Una vez, allá por los primeros años del siglo XIII, un importante inglés vino peregrino a Santiago. Era Simón de Montfort, conde leicester. En ese viaje descubrió que en España se estaba haciendo una cosa sumamente importante: a los Concilios, llamados a veces Curia plena o a veces Cortes, en plural porque era la reunión de la Corte durante varios días, accedían no sólo la nobleza y el clero sino también los procuradores de las ciudades, el estado llano. Eso eran Las Cortes. Y cuando la revolución de 1258 lleva a Simon de Montfort al poder como Lord protector del reino en nombre de un monarca que no lo era mas que de nombre, crea la Cámara de los Comunes. Es, por consiguiente, una trayectoria hispánica nacida el año 589 con los Concilios de Toledo la que educa a Europa para llevar adelante uno de sus grandes logros: la aparición de las asambleas representativas.

   Pero es que España se perdió el año 711. No estoy inventando el término. El término lo utiliza un monje mozárabe, cuyo nombre desconocemos, que escribe en las afueras de Córdoba, hacia el año 754-755, una continuación de la Crónica de san Isidoro, donde habla de la pérdida de España. No la pérdida del Estado visigodo, ni la pérdida de los reyes visigodos, pues bien merecido se lo tenían (viene a decir que hay que ver lo que era Rodrigo, y hay que ver lo que era Witiza, y hay que ver las cosas que hicieron, se lo ganaron a pulso); no, lo que se ha perdido es España. Pero saluda al mismo tiempo un cambio que ha llegado a sus oídos: los europenses de Carlos Martel han vencido a los musulmanes en la batalla de poitiers y por consiguiente hay una esperanza hacia el futuro. Y esa esperanza se cumple. Es decir, España es el único país conquistado por el Islam que ha sido reconquistado. Ningún otro territorio en donde el Islam se haya establecido, ha podido recuperarse. Se pueden citar algunos pequeños trozos de Italia, pero eran como cabezas de puente, no la sustitución de una forma de estado por otra. España, en cambio, sí es recuperada. Es verdad que esta recuperación introduce una circunstancia considerablemente importante: una guerra que se prolonga durante seiscientos años, en la que, además de que las desigualdades cuantitativas eran muy notorias, sobre todo en la primera mitad del tiempo -había 100 soldados musulmanes por cada soldado cristiano al principio- en que no puede lograrse un principio de unidad, porque en ese caso habría que exponer en una batalla la suerte del futuro, y eso es lo que en forma alguna había que admitir. Había que distribuir la frontera de tal manera que cada parcela de la misma contara con los medios suficientes para defenderse, y si era derrotada, no sufrieran los demás. Esto se cumple de una manera estricta en la época de Almanzor. Como saben, Almanzor conquista Santiago y León y llega hasta Pamplona y saquea Barcelona. Pero nunca llega a Oviedo, nunca llega a Burgos, nunca llega a los altos de San Juan de la Peña. Y al final, el esfuerzo musulmán que por parte de Almanzor se había producido mediante de un régimen autoritario, dictatorial, se vuelve en su contra y produce el derrumbamiento. Otro monje, también anónimo -nunca podremos saber quienes escribían las Crónicas-, que escribe en un monasterio de castilla, saluda el acontecimiento con estas palabras: murió Almanzor y fue sepultado en el infierno. Esto es lo que en el fondo se estaba tratando.

   ¿Con quién estamos? ¿Con la cristiandad, con Dios, con la Cruz o al contrario? Esto es lo que quería decir «cruzada». ¿Saben que la palabra «cruzada» no se utiliza por primera vez camino de Jerusalén, sino el año 1063, para designar un ejército internacional que venía a la reconquista de Barbastro, treinta años antes del Concilio de Clemont? Este es un hecho. ¿Saben ustedes también que los monasterios en la línea fronteriza ocultos en lo alto del monte o en lo profundo del valle, como Silos, o como San Juan de la Peña, como Escalada, o como Ripoll, estaba guardando todo lo que era la cultura helenística, romana, para un futuro, y todo lo que venía también por las estrechas vías misteriosas de oriente, y que un día, poco antes del año 1000, un sabio europeo que gozaba de fama de ser el más importante, Gerberto de Aurillac, viene a Ripoll a ver a los más expertos en matemáticas, que es lo que le interesa y en Ripoll le dicen, no, tienes que subir a San Juan de la Peña porque allí está el libro del juarismi? Y va a San Juan de la Peña, copia el libro, lo traduce y desde entonces nosotros solemos llamar guarismos a los signos con los cuales representamos los números. Hasta entonces se representaban con las letras del alfabeto como hace todavía la lengua hebrea. Y entre esas cifras aparece el cero. ¿Qué es el cero? El infinito. Es decir, la posibilidad de expresar todas y cada una de las cantidades que nos pueden pasar por la imaginación. Un uno es poca cosa, pero si ponemos ceros a continuación se puede convertir en una cantidad impensable. El cero, el infinito, constituye el cambio fundamental para Europa. Así nació, renació, España, mientras que el resto de Europa concebía la unidad como un sometimiento a los descendientes de Carlomagno y a los nuevos emperadores germánicos que descendían indirectamente de él, aunque ellos representaban más bien a los enemigos de Carlomagno, imaginaban una Europa unida dentro de un solo poder. España, por estos años afirma para sí que ella también es un Imperio.

   El 25 de mayo de 1085 las tropas cristianas llegan a Toledo, pasean por sus calles. A partir de aquel momento, Alfonso VI, que se siente a sí mismo el restaurador de la patria de Quindasvinto, ordena que en todos los documentos le llamen Imperator toletanus Magnificus Triunfator. Pero ¿qué es lo que allí descubre España, cuál es la gran aportación de Toledo?: la convivencia entre tres religiones, no su coexistencia. No es una coexistencia pacífica; es una necesidad de convivir. Sólo el cristianismo es la verdad, pero de alguna manera a judíos y a musulmanes tenemos que asegurarles un modo de vida, provisional si se quiere, hasta que llegue un día en el que se den cuenta de que la razón está absolutamente de nuestra parte, y se conviertan y se bauticen y formemos una unidad. Eso es lo que España estaba haciendo.

   Pero cincuenta años antes, un rey de León, llamado Fernando, al restablecer la Ley Romana Visigotorum, había introducido una condición, de la cual ahora los europeos nos sentimos muy orgullosos, pero muy pocos después reconocen que se lo debemos a España, que se lo debemos al Reino de León, que también fue el que inventó las Cortes. En esa modificación se reconoce el derecho del siervo a recobrar la libertad cuando quiera, abandonando desde luego la tierra, que es lo que constituye su vinculación hacia el señor. Es el comienzo de la libertad. Por eso a esa España la podríamos definir como el país más adelantado de Europa, hacia el que se vuelven las miradas. ¿Cómo no si tenemos la tumba de Santiago? No me digan ustedes que en Santiago no está enterrado el Apóstol. A mí eso me da igual. Lo que tenemos es la conciencia de Santiago. ¿Y qué es Santiago? El lugar donde todos los pecados pueden ser perdonados, la gran perdonanza y, por consiguiente, el que hasta allí llega, lanzando el grito al cruza el monte de labacolla, por muy graves que sean los pecados que haya cometido, puede alcanzar el perdón y volver a ser, como al principio, un alma limpia. ¿Se dan cuenta lo importante que es esto desde un punto de vista jurídico? España es el país que descubre que no hay ningún delito, por grave que sea, que no pueda obtener el perdón, la reconciliación, si media la oportuna y necesaria penitencia que implica, ante todo, un arrepentimiento. De modo que con ello España se está adelantando en el camino de lo que debe ser el futuro europeo.

   Entonces se plantea la cuestión de cómo organizar todo eso políticamente. La reconquista ha obligado a una división de las fuerzas militares; pero detrás de las fuerzas militares hay una fuerza política y, por consiguiente, también ha obligado a una división de éstas. Son los reinos. En ocasiones cinco aunque al final son únicamente cuatro los que forman España. Ellos reconocen que son España. Al poeta castellano se le escapa la idea de que Castilla es de toda España lo mejor, que encuentra pronto la réplica de Pedro IV de Aragón que dice que no, que de toda España Cataluña es lo mejor. Es decir, es el reconocimiento de que esa manera de ser que constituye la Hispanidad es algo que a todos debe comprender.

   ¿Cómo organizar todo esto? Mediante la creación de una forma de estado que podemos considerar como la primera maduración: la monarquía. Advirtamos también que la monarquía es un sistema que solamente existe en Europa, no hay en ningún otro país monarquía. A veces cometemos el error, por aproximación, de decir «rey de Marruecos». No, no es rey de Marruecos, es un sultán o como quiera que le llamemos, aunque en realidad es el jefe religioso de una comunidad. ¿Qué es la monarquía? La monarquía, tal como se decide en el siglo XIV, que acabará creando la unidad de España, la realidad política de España, no es otra cosa que un pacto que establecen dos elementos: de un lado el rey, a quien viene por Dios, por vía de herencia, la responsabilidad de reinar, y del otro lado el reino a quien pertenece la soberanía. Entre uno y otro se establece un pacto, se establece ese acuerdo, que es lo que constituye la esencia de la monarquía. El rey tiene el deber de reinar, no el derecho, el reino tiene la obligación de obedecer cumpliendo la ley. ¿Pero qué ocurre cuando un monarca no cumple con sus obligaciones? Entonces entra en juego lo que el P. Suárez y el P. Vitoria reconocerán como el derecho al tiranicidio, lo que ya había sido expuesto mucho antes por otros autores. Y en España se cumple esto. Son los reyes de Portugal los primeros que son expulsados del trono y sustituidos, es decir, se va practicando realmente la doctrina de ese convenio, de ese acuerdo. Así nacen las leyes.

   Y así nace, a finales del siglo XIV otro hecho que va a tener una gran importancia en la vida de Europa, y que no inventó montesquieu: la separación entre los tres poderes. En las Cortes de Guadalajara de 1390, y ya un poco antes en las Cortes de Sevilla de 1386, la potestas, el poder del rey, se ejerce a través de tres vías: una, la vía legislativa, que corresponde a las Cortes; otra, la vía administrativa, que corresponde al Consejo; y una tercera, la vía judicial, que corresponde al Consejo Real o a la Audiencia o Chancillería -los nombres varían de unos lugares a otros, pero todos significan lo mismo-. Lo esencial es que cada uno de estos poderes pueda actuar por su cuenta sin mediación ni imposición alguna. Esto hoy ya no se da. Hoy la mediación en todo caso de los poderes está en los partidos políticos. Esta es la realidad por muy duro que nos resulte. El poder no se ejerce sino a través de los partidos que son los que han sido capaces de reconocer estos tres poderes. Cuando en el siglo XVIII Montesquieu descubre esto, y escribe El espíritu de las leyes, lo que está haciendo es recoger una traducción de John Locke de lo que había partido de España, de lo que se había ido estableciendo poco a poco como la forma de estado fundamental para una monarquía.

   Pero ¿cómo resolver, entonces, el problema de la pluralidad? En 1340, y luego en 1348, Alfonso XI tiene la idea, que ahora hemos interpretado muy mal, de que el poder debe ejercerse en dos niveles: en el nivel más alto, donde está la potestad real, es único, no cabe división, no cabe diferencia; pero en el nivel inferior, donde está la administración, donde están los asuntos de cada día, sí cabe que cada uno de los reinos que componen la monarquía pueda tener su propia organización. Esto es lo que sirve de modelo para la corona de Aragón. Cuando los Reyes Católicos, por unas circunstancias familiares, preparadas durante mucho tiempo antes -el proceso a la unificación ha empezado mucho antes, probablemente hacia 1320-1330-, consumen este trayecto y logran la unidad en una corona aplicando este procedimiento. Ellos no intentan, como Luis XIV, crear un estado absoluto totalitario; lo que hacen es mantener el sistema: la unidad en los puntos más altos, incluyendo la economía, y la diversidad, la pluralidad dentro de lo que es la administración del territorio. Porque, como repiten muchos de los consejeros de los reyes católicos, unidad en la pluralidad es una forma superior. Lo cual, probablemente, no deberíamos olvidar nunca. Pero así nace España.

   Ahora bien, ¿dónde está de verdad la unidad en esa monarquía? En algo que había nacido cerca de Guadalajara el año 1372. Algunos de los consejeros de Pedro I, supervivientes en la guerra entre petristas emperejilados -según les llamaban entonces- y trastámaras, se refugian en un lugar llamado Lupiana y deciden crear una nueva forma de vida religiosa. Ellos no saben exactamente lo que se debe hacer, pero sí ven claramente que la crisis que está viviendo España, España en conjunto, en aquellos momentos, es una crisis moral de grandes proporciones. Por consiguiente, o se logra la reconstrucción de esta moralidad o no hay nada que hacer. Uno de ellos, que era hermano del obispo de Córdoba, tiene la oportunidad de hablar con él, quien se compromete a ir a Aviñón a hablar con el Papa. La encomienda para hablar con el Papa es respecto a lo que deben hacer, cómo deben emprender la tarea de la reconstrucción de la moral en España. El obispo viaja a Aviñón, pero cuando llega allí se encuentra con que el Papa no está, ha vuelto a Roma pues hay esperanza de establecer otra vez el centro en Roma. Entonces Fernando, el obispo cordobés, emprende viaje a Roma, y por el camino le hablan de una santa, de una mujer que vive en su casa de Siena. No es monja, no es dominica como ahora los dominicos pretenden. El obispo va a Siena, escucha a Catalina, suspende el viaje a Roma y se convierte en uno de los discípulos de la santa. Él es quien toma nota de las cosas que la santa está enseñando, pues no sabía leer ni escribir, y con esa documentación hace los Diálogos, que trae a España, entrega a sus hermanos e inspiran el nacimiento de la Orden de San Jerónimo, los Jerónimos, una orden exclusivamente española. Jerónimo va a ser El Prado de Valladolid, Las Islas, Guadalupe, Yuste donde muere Carlos V, Jerónimo va a ser El Escorial donde vive Felipe II. Pero ¿qué es la novedad que se está produciendo? Hay que hacer un cambio en la persona humana, es lo que se está diciendo, hay que vaciar al hombre de todo lo que es su egoísmo, su autocentrismo, para llenarle de una doctrina que habla fundamentalmente de la persona humana y de su capacidad para la trascendencia. Esto es lo que llamamos la Reforma Católica española. La cual toma la doctrina de la Iglesia y la convierte en un derecho jurídico, que es lo que hacen los maestros de Salamanca en una labor muy lenta que dura prácticamente desde 1420-1430 hasta 1570: el reconocimiento de unos derechos generales para todos los hombres, el derecho de Gentes. La monarquía española descubre, en la época de los Reyes Católicos y de Carlos V, el Derecho de Gentes, que les mueve a afirmar que los moradores de las tierras de las islas recién descubiertas son libres con los tres derechos de libertad, vida y propiedad que habían sido siempre reconocidos. No se trata de crear colonias, se trata de crear nuevos hogares, nuevas vidas, nuevas naciones.

   España no tiene un imperio colonial -es falso lo que se dice algunas veces-, España tiene reinos. construye, sobre lo que se había conseguido en América, unos modelos que se acomodan al ejemplo que desde España se habían decidido. ¿Pero qué es lo que defiende esta reforma? Algo fundamental, defiende que hay una capacidad del hombre para el conocimiento especulativo y además para trascenderse fuera de sí, para alcanzar a Dios, para construir los méritos necesarios para lograr su plena madurez. Frente a esto, la Reforma protestante, que sigue la línea germánica y no la latina, hace exactamente lo contrario. Nosotros decimos: libre arbitrio, contestan ergo arbitrio; nosotros decimos el hombre es capaz de merecer el bien para la vida eterna, ellos dicen no es verdad, uno se salva porque Dios quiere, está predestinado a ello, no hay libertad. Ello se ve muy bien leyendo El último mohicano; los indios que aparecen en la novela no son igual que los indios que trataban los españoles cuando estaban creando o intentando crear sus grandes estados en américa. El autor, en un momento determinado, tiene que llegar a la gran falsificación de decir que en realidad el héroe no es otra cosa que un anglosajón que los indios capturaron siendo niño y le educaron, porque no era posible concebir una cosa semejante como que los pieles rojas estuviesen servidos. Hay dos Américas como consecuencia de esta actitud.

   No sé por qué hemos seguido tolerando, seguimos tolerando y afirmamos lo de América latina. Latina nada, Ibérica sí, española y portuguesa sí. Los franceses inventaron el término latino. España llegó a ser, a principios del siglo XVI, la gran monarquía con la cual habían soñado los hombres del siglo XIV, mediante el procedimiento de hacer cada vez más rico el modelo inicial. No es verdad lo que algunas veces se ha dicho de que castilla hizo la unidad de España. Eso es completamente falso. La unidad de España se hace sobre el modelo de la Corona de Aragón. Castilla entra como un reino más en el conjunto de la Corona. Lo que ocurre es que Castilla es, por su extensión, por su riqueza y por sus habitantes, muy superior a todo el conjunto de los demás dominios, y al final es quien domina; pero el modelo de la monarquía española, hasta la época de Felipe V, la época de los Borbones, no es otro que el que se había creado en la época de Alfonso XI sobre Las Partidas, sobre el documento de Caja y Corte de Pedro IV y sobre este sistema en el cual la unidad y la pluralidad eran compatibles, pero nunca la repetición. Es decir, no puede haber unas Cortes del Reino y después unas Cortes especiales de Cataluña, porque eso sería una duplicación. ¿Qué ocurrió?

   Para España supuso la desgracia de que en el momento clave, cuando ha llegado a América, cuando está recuperando el Mediterráneo, cuando las siete ciudades más importantes del norte de África forman ya parte de su corona, Europa se rompe en dos. Y se rompe en dos por una razón filosófica: ¿qué debemos elegir?, ¿la capacidad del hombre hacia la trascendencia como sostiene España defendiendo el libre arbitrio, el libre albedrío, defendiendo la capacidad racional, o el otro modelo, el del inmanentismo que nos conduce a un éxito tan grande como es el descubrimiento de la ciencia moderna, que trae los experimentos, el avance técnico? Lo malo es que entonces Europa no entró en un diálogo. Carlos V lo vio con claridad, quiso hacerlo pero no tuvo el medio para ello, no le dejaron. Y si no hay un diálogo no hay posibilidad de entendimiento, y no hay otra cosa que un enfrentamiento, y los de enfrente son los malos, sean los que sean. Si yo soy el bueno no queda otro recurso que sacar la espada e ir a la guerra. Y fuimos a la guerra, y en la guerra España fue vencida.

   Es curioso, pero para el autor final de la victoria la guerra estaba ganada, absolutamente ganada. En 1635 el autor de la victoria protestante es un cardenal de la Iglesia católica, Richelieu, quien se planteó el tema de qué es lo que conviene a Francia. Una victoria católica en este momento significaría el predominio de España. Eso no lo podía admitir porque el interés de Francia tenía que estar por encima de cualquier otra cosa. Y es Richelieu quien, cuando el protestantismo estaba prácticamente en derrota, le da la victoria, e impone a Europa una nueva fórmula que en nada tiene que ver con la fórmula española.

   A mí me hizo mucha gracia ver cómo los periódicos presentaban la firma del tratado de adhesión a la Comunidad Europea por parte del presidente del Gobierno español. Tuvo lugar en Roma en un salón que está presidido por una estatua gigantesca del Papa Inocencio X. Inocencio X publicó entonces una bula anunciando la paz de Westfalia como el gran error que se estaba cometiendo en Europa. ¿Por qué? Porque sometía los valores morales, los valores éticos y todo lo que lleva consigo, al poder del estado, abriendo paso a ese absolutismo que Luis XIV tardaría en llevar a la práctica, y que los ingleses ya empezaron a descubrir que sería un problema. Westfalia entregaba todo al estado e iniciaba el declive de esta Europa tradicional de valores cristianos, afirmando que en el futuro se lograría indudablemente la paz, porque los poderes del estado serían de tal naturaleza que, evitando que uno de ellos pudiera imponerse a los demás mediante un sistema de alianzas, se llegaría a un equilibrio que sería la paz. ¿La paz? Vaya broma. Después de Westfalia viene la guerra de Luis XIV; después la Guerra de sucesión española que entrega España a los Borbones, es decir, renuncia a todo lo que había sido su trayectoria; más tarde la Guerra de la Pragmática; luego la de los Siete años; detrás la Revolución del Imperio napoleónico; luego la de Crimea; la del setenta; la del catorce; y la del treinta y nueve. Cada una de estas guerras multiplicaba por cien los muertos de la guerra anterior, hasta que entre 1939 y 1945 los muertos que se habían generado en la contienda se contaban por millones.

   Es en este momento cuando, siguiendo la inspiración de Churchill, tres grandes políticos, tres grandes pensadores católicos europeos, Adenauer, Shuman y De Gásperi, dicen: hasta aquí hemos llegado, no deberíamos seguir adelante porque habría que devolver a Europa lo que es en sí un mundo cultural. ¿Lo han logrado? No quiero seguir hablando más de este tema, no quiero causarles una preocupación, pero no tengo más remedio que reconocer que, en el interior de mi alma pienso que han fracasado, no hay una Europa, hay un mercado común, que eso es otra cosa completamente distinta. Hay unos valores espirituales, no hay una recuperación de lo que hasta entonces había sido, y la prueba está en el escaso papel que ha podido jugar España en todo esto, el papel al que ahora España está reducida.

   Para mí es tremendamente significativo el día de la Fiesta Nacional española. El presidente del Gobierno, respondiendo a un llamamiento que se le hace se despide del rey a las diez de la mañana para tomar un avión y llegar a París. Quiere decir que no es ya un poder político independiente, ya no es otra cosa que una parte dentro de un sistema.

   ¿Seremos capaces los españoles de hacer una nueva aportación? No lo sé, ojala sea así. Medios sí tenemos, ¿sabremos emplearlos?

LOS REYES MAGOS SON DE VERDAD

LOS REYES MAGOS SON DE VERDAD

M.G.B.

 

   Apenas su padre se había sentado al llegar a casa, dispuesto a escuchar como todos los días lo que su hija le contaba de sus actividades en el salón, cuando ésta en voz algo baja, como con miedo, le dijo:

- ¿Papá?
- Sí hija, cuéntame
- Oye quiero... que me digas la verdad
- Claro hija. Siempre te la digo.- Respondió el padre un poco sorprendido
- Es que... - titubeó Cristina
- Dime hija, dime.
- Papá ¿existen los Reyes Magos?

 

   El padre de Cristina se quedó mudo, miró a su mujer, intentando descubrir el origen de aquella pregunta, pero sólo pudo ver un rostro tan sorprendido como el suyo que le miraba igualmente.

- Las niñas dicen que son los padres. ¿Es verdad?.-

   La nueva pregunta de Cristina le obligó a volver la mirada hacia la niña y tragando saliva le dijo:

- ¿Y tú qué crees, hija?
- Yo no sé, papá; que sí y que no. Por un lado me parece que sí que existen porque tú no me engañas, pero como las niñas dicen eso...
- Mira hija, efectivamente son los padres los que ponen los regalos pero...
- ¿Entonces es verdad?- , cortó la niña con los ojos humedecidos.- ¡Me habéis engañado!
- No, mira, nunca te hemos engañado porque los Reyes Magos sí que existen, - respondió el padre tomando con sus dos manos la cara de Cristina
- Entonces no lo entiendo papá.-
- Siéntate, cariño, y escucha esta historia que te voy a contar porque ya ha llegado la hora de que puedas comprenderla.- dijo el padre mientras señalaba con la mano el asiento a su lado.

   Cristina se sentó entre sus padres ansiosa de escuchar cualquier cosa que la sacase de su duda, y su padre se dispuso a narrar lo que para él debió de ser la verdadera historia de los Reyes Magos:

   Cuando el Niño Dios nació, tres Reyes que venían de Oriente guiados por una gran estrella se acercaron al portal para adorarle. Le llevaron regalos en prueba de amor y respeto y el Niño se puso tan contento y parecía tan feliz que el más anciano de los Reyes, Melchor, dijo:

- ¡Es maravilloso ver tan feliz a un niño!. Deberíamos llevar regalos a todos los niños del mundo y ver lo felices que serían.-
- ¡Oh, sí!.- exclamó Gaspar.- Es una buena idea, pero es muy difícil de hacer. No seremos capaces de poder llevar regalos a tantos millones de niños como hay en el mundo.

   Baltasar, el tercero de los Reyes, que estaba escuchando a sus dos compañeros con cara de alegría comentó:

- Es verdad que sería fantástico, pero Gaspar tiene razón y, aunque somos magos, ya somos ancianos y nos resultaría muy difícil poder recorrer el mundo entero entregando regalos a todos los niños. Pero sería tan bonito...

   Los tres Reyes se pusieron muy tristes al pensar que no podrían realizar su deseo.

   El Niño Jesús que desde su pobre cunita parecía escucharles muy atento sonrió y la voz de Dios se escuchó en el Portal:

- Sois muy buenos, queridos Reyes, y os agradezco vuestros regalos. Voy a ayudaros a realizar vuestro hermoso deseo. Decidme ¿qué necesitáis para poder llevar regalos a todos los niños?
- ¡Oh, Señor!- dijeron los tres Reyes postrándose de rodillas.

Necesitaríamos millones y millones de pajes, casi uno para cada niño que pudieran llevar al mismo tiempo a cada casa nuestros regalos, pero... no podemos tener tantos pajes... no existen tantos.

- No os preocupéis por eso. - dijo Dios - Yo os voy a dar no uno, sino dos pajes para cada niño que hay en el mundo.
- ¡Sería fantástico! ¿pero cómo es posible? - dijeron a la vez los tres Reyes con cara de sorpresa y admiración.
- Decidme, ¿no es verdad que los pajes que os gustaría tener deben de querer mucho a los niños?- preguntó Dios.
- Sí claro, eso es fundamental - asistieron los tres Reyes.
- Y, ¿verdad que esos pajes deberían conocer muy bien los deseos de los niños?-
- Sí, sí. Eso es lo que exigiríamos a un paje - respondieron cada vez más entusiasmados los tres.
- Pues decidme, queridos Reyes, ¿hay alguien que quiera más a los niños y los conozca mejor que sus propios padres? -

   Los tres Reyes se miraron asintiendo y empezando a comprender lo que Dios estaba planeando cuando la voz de nuevo se volvió a oír:

- Puesto que así lo habéis querido y para que en nombre de los Tres Reyes de Oriente todos los niños del mundo reciban algunos regalos, YO, ordeno que en Navidad, conmemorando estos momentos, todos los padres se conviertan en vuestros pajes, y que en vuestro nombre, y de vuestra parte regalen a sus hijos los regalos que deseen. También ordeno que, mientras los niños sean pequeños, la entrega de regalos se haga como si la hicieran los propios Reyes Magos. Pero cuando los niños sean suficientemente mayores para entender esto, los padres les contarán esta historia y a partir de entonces, en todas las Navidades, los niños harán también regalos a sus padres en prueba de cariño. Y, alrededor del Belén, recordarán que gracias a los Tres Reyes Magos todos son más felices.

   Cuando el padre de Cristina hubo terminado de contar esta historia, la niña se levantó y dando un beso a sus padres dijo:

- Ahora sí que lo entiendo todo papá. Y estoy muy contenta de saber que me queréis y que no me habéis engañado.

   Y corriendo se dirigió a su cuarto regresando con su hucha en la mano mientras decía:

- No sé si tendré bastante para compraros algún regalo, pero para el año que viene ya guardaré más dinero.

   Y todos se abrazaron mientras a buen seguro, desde el Cielo, tres Reyes Magos contemplaban la escena tremendamente satisfechos.