ANÁLISIS DE LA SOBERANÍA ARGENTINA
Mario MENEGHINI
Acabamos de conmemorar el combate de la Vuelta de Obligado, hecho de armas que se ha tomado como símbolo de la Soberanía Nacional (20-11-1845). Es oportuna la fecha para reflexionar sobre el problema de la soberanía en la actualidad. Digamos, en primer lugar, que la soberanía es un atributo exclusivo del Estado, consistente en el poder supremo en un territorio determinado. Resulta curioso que al momento de librarse este combate, la Confederación Argentina constituía un Estado embrionario, que carecía incluso de constitución formal. Eso no impidió que ejerciera en plenitud la soberanía, al enfrentarse, exitosamente, con las dos potencias más poderosas de la época.
Por el contrario, en la Argentina contemporánea no existe soberanía, sencillamente pues no funciona el Estado. El Estado es el órgano de síntesis, planeamiento y conducción de una sociedad determinada, destinado a procurar el bien común de la misma. Las tres funciones señaladas son indispensables; si dejan de cumplirse, el Estado desaparece como tal, aunque conserve la formalidad constitucional. (1) Esto sucedió en nuestro país en 1970, es decir, hace 40 años.
Quien primero lo advirtió fue el general Perón, al momento de asumir por tercera vez la presidencia de la Nación. En un mensaje a los gobernadores, en agosto de 1973, les explicó la situación:
"La crisis argentina comenzó por lo más grave que puede producirse, la destrucción del hombre. Ha seguido por lo más grave que pueda haber después de eso, la destrucción del Estado. Por eso, debe darse principio a la reconstrucción".
Dicha reconstrucción no se produjo, por el fallecimiento del presidente que había advertido la necesidad de hacerlo -y tenía la experiencia para concretarlo-, y por la notoria falta de interés de sus sucesores en solucionar este grave problema.
Si bien el general Rosas, debió sostener un conflicto bélico en condiciones muy difíciles, las circunstancias de la época le permitieron utilizar la diplomacia para compensar su debilidad material. Hoy sería mucho más difícil, dadas las herramientas técnicas abrumadoras de que disponen las grandes potencias. Valga mencionar el manejo de la información:
a) el sistema Carnivore, software que utiliza el FBI para controlar los servidores de Internet;
b) el sistema Echelon, creado por la alianza de países anglosajones (UKUSA), que controla todas las comunicaciones en el mundo, a través de 120 estaciones fijas y satélites geoestacionarios, desde su central en Maryland donde trabajan cien mil personas. Esta semana se puso en órbita el último y mas grande satélite espía (NROL-32) que posee una antena de 100 metros de diámetro.
Esto no significa que no haya margen de autonomía para países como el nuestro, pero es imposible actuar sin una estrategia nacional diseñada adecuadamente, lo que exige profundizar en el análisis sobre el rol de la autoridad pública en el mundo contemporáneo.
Desde 1989, con la caída del muro de Berlín, han surgido múltiples centros de poder mundial, lo que facilita que los países actúen con relativa independencia de las grandes potencias. Sin embargo, en la Argentina, a partir de la derrota en Malvinas, se desarrolló un comportamiento distinto al que había existido durante varias décadas. En política exterior, la tendencia fue neutralista y procurando independencia respecto de los bloques, pero desde 1982 los sucesivos gobiernos parecen actuar con la actitud de país vencido. Digamos que la verdadera rendición incondicional no ocurrió en Malvinas, puesto que el general Menéndez al recibir el acta redactada por el general Moore, tachó la palabra incondicional, y luego firmó. Fue la actitud política y cultural de muchos dirigentes la que condujo a la actual situación, e incluso, se tradujo en propuestas indignas de solución. Recordemos algunas de ellas:
-Dr. Escudé: reconocer el derecho de los kelpers a la autodeterminación, con soberanía compartida sobre el mar;
-Dr. Di Tella: adoptar el modelo Hong Kong, postergando un siglo la recuperación de las Malvinas;
-Dr. Vanossi: que Malvinas sea un Estado confederado a la Argentina, con derecho a secesión.
Para impedir que alguna de estas fórmulas pudiera concretarse, la Convención Nacional Constituyente de 1994 incorporó al texto constitucional reformado la Disposición Transitoria Primera, que ratifica la soberanía imprescriptible sobre Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur, y los espacios marítimos correspondientes.
Agreguemos una declaración efectuada en 1990, con motivo del tratado de Madrid, mediante el cual Gran Bretaña decidió unilateralmente cancelar la zona de protección militar alrededor de las islas en disputa, pero reemplazarla por un sistema de información en un área similar. En el Congreso, el Dr. Cavallo –Canciller en ese entonces- declaró: hubo una guerra y la Argentina la perdió. Por eso Gran Bretaña avanzó en usos militares (Página 12, 29-3-90). Ésta sí fue una rendición incondicional.
Pese a todos los condicionamientos que impone la globalización, el Estado sigue siendo el mejor órgano de que dispone una sociedad para su ordenamiento interno y su defensa exterior. De allí que los gobernantes de inspiración marxista –que han abandonado muchos de sus postulados ideológicos- se aferran al Estado “para crear los instrumentos de una nueva articulación entre el país y el orden mundial, aprovechando las ventajas estratégicas” (2). El ex presidente de Brasil, Dr. Cardoso, inició la adaptación a la realidad mundial que continuó el actual presidente de ese país, aceptando la vertiente socialdemócrata, que trata de “conciliar el mercado con una acción competente del Estado” (3). El mismo Fidel Castro, cuando gozaba de plena lucidez, confesó que “…los éxitos impresionantes de China y Vietnam, indican con claridad lo que puede y no puede hacerse si se quiere salvar la revolución y el socialismo” (4). Con anterioridad, Felipe González y Miterrand habían comprobado las ventajas de aplicar el enfoque gramsciano: que el Estado renuncie al control total de la economía, para concentrarse en el control de la cultura y, a través de ella, acentuar el dominio político hegemónico.
Desde nuestra perspectiva cristiana, no deben ser motivo de preocupación los cambios de tamaño, forma y roles del Estado, mientras cumpla su finalidad esencial de gerente del bien común. De modo que conviene no proclamar apresuradamente la desaparición del Estado, que sigue siendo una sociedad perfecta, por ser la única institución temporal que protege adecuadamente el bien común de cada sociedad territorialmente delimitada. Como enseña Benedicto XVI en su encíclica “Caritas in veritate”: “parece más realista una renovada valoración de su papel y de su poder, que han de ser sabiamente reexaminados y revalorizados, de modo que sean capaces de afrontar los desafíos del mundo actual, incluso con nuevas modalidades de ejercerlos” (5).
No somos los únicos en sostener la tesis de la inexistencia actual del Estado en la Argentina (6), pero debemos ahora mostrar aunque sea en forma esquemática que no se cumplen las tres funciones básicas indicadas.
1º) La función de síntesis. La superación de los antagonismos internos no surge espontáneamente; es el resultado de un esfuerzo consciente por afianzar la solidaridad sinérgica, a cargo del Estado. El poder estatal tendrá legitimidad en la medida en que cumpla dicha función, garantizando la concordia política. Los 13 millones de pobres, los 5 millones de indigentes, y los 750 mil chicos desnutridos demuestran que no existe el bien común. Pero, además de los aspectos materiales, es evidente el clima de crispación y de enfrentamiento, estimulados por el gobierno.
2º) La función de planeamiento. El Estado centraliza la información que le llega de los grupos sociales; recopila sus problemas, necesidades y demandas. Es en el marco del Estado donde debe realizarse el planeamiento global que establezca las metas y las prioridades en el proceso de desarrollo integral de la sociedad, en procura del Bien Común.
En la actualidad, no se puede realizar ni la primera etapa del proceso de planeamiento, que es el diagnóstico, pues ha sido destruido el sistema estadístico. El experto Bodin ha comentado que “es deplorable la situación de la estadística argentina”, opinión compartida por el Fondo Monetario Internacional (Clarín, 31-10-10).
3º) La función de conducción. La esencia de la misión del Estado es el ejercicio de la autoridad pública. La facultad de tomar decisiones definitivas e inapelables, está sustentada en el monopolio del uso de la fuerza, y se condensa en el concepto de soberanía.
Es notoria la anarquía social que se manifiesta en la ocupación frecuente de calles, rutas y puentes, por grupos de piqueteros o sindicalistas, que la policía tolera por expresas instrucciones superiores.
El Poder Ejecutivo impide el funcionamiento independiente del Congreso y del Poder Judicial. Recientemente, la Corte Suprema no pudo lograr que se respetaran dos decisiones del máximo órgano: la reposición en la provincia de Santa Cruz del procurador Sosa, y el dictamen sobre el guerrillero chileno Apablaza, que recomendaba rechazar su pedido de asilo político.
Dos hechos policiales ocurridos en este mes, merecen una atención especial. La desarticulación en España de la llamada operación Manzanas Blancas, que consistió en la exportación desde Buenos Aires de 3,4 toneladas de cocaína, y la captura de oficiales de la Policía Federal que integraban una banda con traficantes peruanos. Es apenas un indicio del mayor peligro potencial en nuestro país, el narcotráfico, que ya maneja grandes cantidades de droga proveniente de Colombia, Bolivia y Perú, especialmente.
El presidente de México, Calderón, explicó recientemente (Clarín, 13-11-10), que debido a la guerra que están librando su país y Colombia, algunos grupos están emigrando a otros países con Estados más débiles: Perú, Guatemala y Honduras, a este fenómeno lo ha denominado efecto cucaracha.
Lo más preocupante es que los grupos que están migrando configuran lo que se llama narcoterrorismo por sus métodos feroces y el armamento que utilizan. Una muestra de lo que implica este peligro se ha podido observar estos últimos días en Río de Janeiro, donde los delincuentes se han enfrentado con la policía militar y hasta con tanques de la marina. En México se ha constituido una banda (los Zetas) integrada por desertores de las tropas especiales de las fuerzas armadas, que combaten con tácticas de comando a sus antiguos camaradas.
Al no funcionar el Estado argentino, nuestro país está indefenso ante el problema descrito. Cientos de vuelos aterrizan diariamente con droga en unas 1.500 pistas clandestinas, lo que resulta posible por la carencia de radarización y la presumible complicidad de funcionarios. También funcionan laboratorios donde se elabora el clorhidrato de cocaína, a partir de la pasta base importada, destinándose los restos al paco consumido por los más pobres.
No puede dejar de mencionarse el fallo de la Corte Suprema de Justicia, que consideró que el consumo de marihuana no constituye delito, a lo que debe agregarse que ya existen proyectos en el Congreso para despenalizar el uso de todo tipo de drogas. Mientras tanto, se puede comprar en los quioscos la revista THC, que realiza la apología de la drogadicción, en abierta infracción a la ley 23.737.
Desde hace una década los especialistas vienen alertando sobre esta cuestión, que se agrava por las normas de las leyes de Defensa Nacional (23.554) y de Seguridad Interior (24.059), que han debilitado orgánicamente a las Fuerzas Armadas al impedir que actúen en el ámbito interno, incluso en el rubro inteligencia. Sólo como excepción, previa declaración del estado de sitio, podrían intervenir, pero sin la preparación adecuada. El Instituto de Estudios Estratégicos de Buenos Aires, que dirige el general Heriberto Auel, ha advertido con crudeza lo que señala como riesgo estratégico prioritario:
“De nada nos serviría nuestra capacidad intelectual, si somos culturalmente indiferentes a éste conflicto. Si nos planteamos legalizar la droga, o asociarnos a sus negocios financieros, es demostrativo que no poseemos la fuerza moral para sustituir a la fuerza física, que tampoco poseemos” (7).
Por todo lo expuesto, consideramos que debemos emular a nuestros antepasados que supieron conquistar y defender la soberanía. Vale la pena cerrar estas reflexiones recordando el responso fúnebre del P. Ezcurra al ser repatriados los restos del general Rosas:
Te rogamos Señor que le des a Don Juan Manuel de Rosas el descanso eterno y que a nosotros nos niegues el descanso, nos niegues la tranquilidad, la comodidad y la paz, hasta que con los escombros de esta Patria en ruinas sepamos edificar la Argentina grande que Juan Manuel amó, en la cual soñó y por la cual entregó su vida.
1) Sánchez Sorondo, Marcelo. “La Argentina no tiene Estado, sólo Gobiernos”; Revista Militar Nº 728, 1993, pp. 13/17.
2) La Ciudad Futura, Nº 41, Verano de 1994, Separata.
3) Ibidem.
4) En Defensa del Marxismo, Nº 5, Abril de 1996, p. 35.
5) Caritas in veritate, 2009, p. 24.
6) Algunas opiniones similares:
- Dr. Jorge Vanossi (siendo Ministro de Justicia): “La Argentina es un Estado debilucho, que está al borde de la anomia...”(La Nación, 17/3/02).
- Dr. Manuel Mora y Araujo: “...el Estado argentino no funciona. No cumple su papel, no brinda a la sociedad los servicios que se esperan de él...” (La Nación, 20/3/02).
- Dr. Natalio Botana: “...podemos llegar a una conclusión provisoria muy preocupante: que tenemos una democracia en un país sin Estado y sin moneda.” (Clarín, 28/4/02).
- La Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Buenos Aires, al analizar el reciente conflicto con el campo (26-6-08), cuestiona en su dictamen el “grave deterioro del sistema institucional que diluye la firmeza propia de un auténtico Estado de Derecho”.
- “…la Argentina carece en el momento actual de las condiciones que requiere todo Estado para arrogarse su condición de tal…”. Calderón, Horacio. “Los Kirchner, el poder y el caos. ¿Semillas de un futuro Estado fallido?”, 22-11-2009.
- “Aquel Estado poderoso y grande fue perdiendo autonomía y libertad de iniciativa hasta que, a mediados de los años setenta, entró en crisis, enfermo y asesinado a la vez”. (…) “…mientras el Estado sea una cáscara vacía, sin normas, sin burocracia, manejada arbitrariamente por gobernantes que han logrado destruir o inutilizar sus instrumentos de control y regulación”. Romero, Luis Alberto, Clarín, 16-11-2010.
- “…observamos que gran parte de ese Estado, en nuestro caso, ha cesado en sus funciones operativas”. Auel, Heriberto; en: Koutoudjian-Auel-Fraga-Quellet. “Geopolítica tridimensional Argentina”; Eudeba, 1999, p. 15.
7) Instituto de Estudios Estratégicos de Buenos Aires. “El narcoterrorismo en las Américas”; 2001, parte I.
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Oscar josé DAVID -