¿CUÁNDO SE TOMARÁ UNA DECISIÓN INTERNACIONAL EN CASTELLANO?
Alberto BUELA
En estos días, con motivo de la edición de las obras de José Luís Torres (1901-1965), el fiscal de la década infame, la misma editorial me regaló los escritos políticos de Manuel Ugarte (1875-1951), que editó hace unos meses. Dos pensadores nacionales, de dos generaciones distintas, que estuvieron en los albores de la primera guerra por la independencia económica de la Argentina. Aquella que llevaron a cabo miembros de generación de 1910 y que siguieron hombres de la generación del 25. De su relectura más allá de las agudas observaciones, Ugarte fue el gran viajero político del centenario por todos los países hispanoamericanos exhortando a la unión continental, nos surgió una pregunta: ¿hace cuántos años que no se toma una decisión política en el orden internacional en castellano? ¿Hace cuanto tiempo que una decisión política tomada en castellano no afecta al orden internacional?
Ugarte se desgañita en 1912 cuando realiza su primer viaje a Nueva York. Se exalta cuando recorriendo los países hispanoamericanos observa que: “Mientras las colonias inglesas afianzan su vida y se aprestan a ejercer una acción mundial, las colonias españolas se agotan en luchas estériles y olvidan todo anhelo internacional” [1]. Así, desde 1810 a 1824 (batalla de Ayacucho, última de la guerra de la independencia) nos desangramos para caer en manos de los ingleses y su comercio. Desde 1825 a 1850 nos matamos en las guerras civiles fratricidas, para consolidar el poder anglo-francés sobre Nuestra América. Desde 1850 a 1910 llevamos a cabo un modelo de explotación de nuestros pueblos que sólo sirvió para la creación de oligarquías locales. Desde 1910 a 2010 entregamos, salvo breves períodos excepcionales, todas nuestras decisiones y con ellas todo el manejo de nuestros recursos al Tío Sam.
El problema es que toda la política hispanoamericana se limitó y se limita a la política interna de nuestras republiquetas, la de las luchas estériles de que habla Ugarte. Nuestras guerras son siempre guerras civiles que nos desangran y licuan nuestros mejores esfuerzos. No pudimos superar la política de cabotaje, la política parroquial, la política pueblerina. Nunca nos hemos dado, ni como países aislados y menos en conjunto, una política internacional. Lo que más hemos hecho han sido negocios internacionales, sobre todo a partir de la venta de artículos primarios y commodities.
Esta política menuda que es la única que hemos practicado los pueblos hispanoamericanos en estos últimos doscientos años nos llevó a la inmovilidad internacional y a aceptar lo decidido de antemano por los grupos o lobbies del poder mundial. Ugarte da a ello una razón poderosa que no hemos leído en ningún otro autor: “Frente al imperialismo, hemos representado la inmovilidad, y la inmovilidad en política internacional como en la guerra, equivale a la derrota.” [2]
No faltará alguno que nos reclame: ¿pero cómo, San Martín y Bolivar no lucharon por la unidad continental? ¿No hicieron lo mismo, aunque en menor medida, Morazán en Centroamérica y Rosas en Suramérica? ¿Y los intelectuales del centenario como García Calderón, Ugarte o Bunge no propusieron uniones aduaneras y políticas? ¿Y Perón no creó el ABC allá por los años cincuenta y el proyecto sindical Atlas para la unidad de nuestra América? ¿Alfonsín y Sarney no crearon el Mercosur en 1991? ¿No se creó en 2004 la Comunidad suramericana de naciones? ¿No se creó también en ese año el Banco del Sur? ¿No ha sido la última creación la Unasur en el 2008?
Pero ¿por qué no han prosperado ni prosperan ninguna de estas iniciativas? ¿Existe acaso una capitis diminutio de los pueblos hispanoamericanos respecto de los ingleses? ¿O acaso la falla se encuentra en nuestros dirigentes y en su incapacidad de previsión? Vamos a intentar una respuesta breve en homenaje al largor de un artículo de divulgación.
En nuestra opinión toda decisión de peso en política internacional tiene que contar con un “arcano”. Es imposible hacer o incidir en política internacional sin contar con un núcleo duro que sostenga la decisión, pues toda gran decisión en política internacional afecta intereses contrapuestos. No existe en ninguna de estas últimas creaciones suramericanas una voluntad política expresa de consolidar un poder autónomo respecto de los lobbies internacionales. Y lo más grave es que no existe el arcano, como secreto profundo. Se comente la estulticia de avisar previamente a aquellos que van a ser afectados por nuestras medidas, de las medias que vamos a tomar. Por ejemplo, se invita en la constitución más íntima de la Comunidad suramericana de naciones, del Banco del sur y de la Unasur a participar a Inglaterra y Holanda a través de Guyana y Surinam.
Los agentes del imperialismo, que no descansa, insisten y propugnan por todos los medios apoyados en la nueva teoría de la dominación “la de los derechos humanos por consenso”, que la Comunidad suramericana y la Unasur no se entiendan sólo en castellano sino que además, por respeto a las minorías, utilicen el quichua, el aymara, el guaraní, el inglés, el holandés, el portugués, el mapuche. Un mecanismo pensado para esterilizar lo poco que se pueda hacer.
Si nosotros no asumimos el castellano como lengua antiimperialista en Suramérica estamos listos, estamos fritos. De ello se da cuenta la dirigencia del Brasil para quien ya no es una lengua extranjera sino de uso diario, sobre todo en los centros de decisión política, así como en las universidades y centros de estudio e investigación.
Cómo será el peso de nuestra lengua que los ingleses y norteamericanos siguen sosteniendo el mito de que el inglés es el idioma más hablado del mundo cuando hace ya un cuarto de siglo que el castellano lo ha superado en hablantes. (Hoy existen 450 millones de angloparlantes contra 550 millones de castellanoparlantes, a los que si sumamos los lusoparlantes se hace una masa de 790 millones de hispanoparlantes). Estos son los datos brutos e incontrastables, su interpretación aviesa e intencionada es ideología de dominación.
Si resumimos vemos que existen tres elementos que van en contra de cualquier tipo de integración regional de los países hispanoamericanos: a) los dos señalados por Ugarte: la luchas intestinas estériles y la inmovilidad internacional. b) la carencia de un arcano en el núcleo de la decisión política y c) la anulación de medio común de comunicación como es una sola lengua.
Estos tres elementos hacen que se tienda a la construcción de un espacio de poder como “una región abierta”, lo que se presenta como una contradicción en sí misma, pues estamos introduciendo la penetración imperialista en su propio seno.
Así estamos logrando lo contrario de lo propuesto pues en nombre de la integración regional los negocios que se hacen benefician a las multinacionales y las medidas bancarias y financieras al imperialismo internacional de dinero. Un verdadero hierro de madera al decir de Heidegger.
Regresando a la respuesta del título podemos afirmar que la última vez que se tomó una decisión en castellano con cierta incidencia en el orden internacional fue la invasión a Malvinas en 1982 pero claro, le faltó lo esencial para conmover el orden internacional: el arcano. Los ingleses sabían de antemano lo que se venía.
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