BELGRANO Y LA NACIÓN ARGENTINA
Mario MENEGHINI
Me interesa reflexionar sobre Belgrano y la Nación Argentina, debido a que se están programando actividades para celebrar en el 2010 el Bicentenario de la Argentina. En realidad, es un aniversario equívoco. Si se toma la expresión Nación Argentina como equivalente a Estado Argentino, es necesario decir que el mismo no quedó constituido el 25 de mayo de 1810, fecha en que se formó un gobierno propio, pero provisorio, hasta que el Rey Fernando VII -que estaba preso de Napoleón- reasumiera su corona. El Estado Argentino sólo surgiría seis años después, con la Declaración de Independencia. En efecto, al asumir sus cargos los integrantes de la Junta Provisional Gubernativa, consta en el acta de acuerdos del Cabildo: “el presidente [Saavedra], hincado de rodillas y poniendo la mano derecha sobre los Santos Evangelios, prestó juramento de desempeñar lealmente el cargo, conservar íntegra esta parte de América a nuestro Augusto Soberano Fernando VII y sus legítimos sucesores y guardar las leyes del Reino...”.
Por otra parte, si se toma la expresión Nación Argentina en su sentido sociológico, como conjunto de personas que conviven en un mismo territorio y poseen características comunes: étnicas, linguisticas, culturales, históricas y religiosas, y manifiestan el deseo de continuar viviendo juntas; la Argentina ya estaba consolidada antes del 25 de mayo.
Belgrano estuvo vinculado a ambos hitos históricos, pues fue nombrado Vocal de la Primera Junta en 1810; pero antes, en 1806 -año en que puede considerarse quedó manifestada la existencia de la nación- había participado activamente en la resistencia ante las invasiones inglesas.
Confiesa Belgrano en su Autobiografía, haberse sentido avergonzado de ignorar hasta los rudimentos más triviales de la milicia, lo que no le impidió ocupar su puesto de Capitán de Milicias Urbanas. Concretada la ocupación inglesa de Buenos Aires, Belgrano prefiere retirarse a la Banda Oriental, donde permanece hasta producirse la Reconquista de la ciudad. Cuando los integrantes del cuerpo de Patricios eligieron a sus jefes, Belgrano fue elegido Sargento Mayor, y, para sentirse útil en dicho cargo, tomó un maestro que le diese instrucción militar, considerando que no es lo mismo vestir uniforme que ser militar.
Consideramos que en ocasión de las invasiones inglesas, quedó en evidencia que la Argentina como nación estaba ya consolidada pues:
1) Existía ya en esta parte del territorio del Virreynato del Río de la Plata, mayoría de criollos, algunos de los cuales, como el mismo Belgrano, desempeñaban funciones públicas de importancia.
2) Existía, como lo afirma el sociólogo Guillermo Terrera, una cultura criolla argentina que para los años 1700/1750, tenía caracteres propios y definidos.
3) No existían en número suficiente tropas profesionales para repeler el ataque extranjero, de modo que la resistencia estuvo a cargo de las milicas criollas y de los vecinos que se sumaron voluntariamente a la lucha. Sería impensable que esto ocurriera en una sociedad cuyos integrantes se conformaran con ser una colonia. Precisamente, la decisión masiva de los criollos de combatir, revela a un pueblo con identidad propia que asume la defensa de su tierra, pese a la ausencia del Virrey.
Los recuerdos de Belgrano sintetizan bien la opinión general del momento: “me era muy doloroso ver a mi patria bajo otra dominación, y sobre todo en tal estado de degradación que hubiese sido subyugada por una empresa aventurera...”. Luego acota que como el Consulado tenía jurisdicción sobre todo el Virreynato, le manifestó a los demás funcionarios del organismo, que él como Secretario del mismo, debía trasladarse con el archivo y sellos a donde estuviese el Virrey Sobremonte, y que de ningún modo convenía a la fidelidad de los juramentos que habían efectuado, que reconocieran la autoridad del monarca inglés. Pero los demás miembros decidieron someterse a las autoridades británicas, por lo que Belgrano prefiere exiliarse.
En otro pasaje de sus memorias, destaca la actitud de los soldados voluntarios en la Reconquista y posterior Defensa de 1807: “era gente paisana que nunca había vestido uniforme y que decía con mucha gracia que para defender al suelo patrio no habian necesitado aprender a hacer posturas, ni figuras en la plaza pública para diversión de las mujeres ociosas”.
Siendo Belgrano ayudante de campo del cuartel maestre general, tuvo oportunidad de hablar con los oficiales ingleses prisioneros. Al Brigadier General Craufurd, que le insinúa la conveniencia para los criollos de aceptar el protectorado inglés para lograr la independencia de España, le contesta “nosotros queremos el amo viejo o ninguno”.
Al tomarse conocimiento en Buenos Aires, que Napoleón había sido derrotado, y Fernando VII recuperado su libertad y entrado en Madrid en mayo de 1814, el gobierno argentino, presidido por el Director Posadas designa a Belgrano como enviado extraordinario ante Su Majestad Británica, pero con misión oficial ante Fernando VII, “para obtener de sus reales manos la seguridad de las pretensiones de estos pueblos, compatibles con los derechos de la Corona, y la cesación de las calamidades en que han envuelto al continente americano la insensatez, la pasiones y la ambición de las autoridades que dejó el reinado anterior y continuaron los gobiernos establecidos en su ausencia”.
Estas consideraciones del Director Posadas reflejaban las motivaciones de mayo de 1810, y el sentido que se daba a las palabras libertad e independencia. Libertad significaba respeto de los derechos de los criollos, vulnerados por la prepotencia de las autoridades metropolitanas borbónicas. Independencia significaba exclusión de toda dominación extranjera -francesa, portuguesa o británica- que pretendiera usurpar estas tierras al rey español, aprovechando su prisión. De todos modos, mientras Belgrano permanecía en Europa, los congresistas de Tucumán resolvieron separarse de España y de toda otra dominación.
No hubo un doble discurso en las autoridades criollas, sino que el surgimiento de un Estado soberano en el Río de la Plata, resultó de un proceso derivado de la crisis del régimen hispánico. Durante el reinado de Carlos III triunfa en España el despotismo ilustrado, y fue la propia monarquía borbónica, al adoptar las ideas de la ilustración, la que socava los fundamentos tradicionales en que se apoyaba el Imperio español. Tanto los criollos como los españoles residentes en américa, percibieron que ya no participaban en una gran empresa misional como la que había comenzado en el siglo XVI.
Se produjo un abandono paulatino de las provincias del imperio por parte de la metrópoli, que crearon una separación de hecho entre ella y los dominios de ultramar. En 1790 deja de funcionar la Secretaría del Despacho Universal de las Indias, pasando a depender sus trámites de los otros Secretarios de Estado, con la consecuencia lógica de que los funcionarios del rey delegaban los problemas de américa en empleados subalternos que no tenían facultades para resolverlos. Por otra parte, las guerras contra Inglaterra, que domina el Atlántico, paralizan el tráfico entre ambos sectores del imperio, situación agravada desde la batalla de Trafalgar (1805) donde quedó destruida la marina española. De modo que en los últimos cuatro años del régimen hispánico, el nuevo mundo estuvo desvinculado de España y sus pobladores comenzaron a habituarse a actuar por sí mismos.
Así lo explica nuestro héroe en sus memorias: “de allí que sin que nosotros hubiésemos trabajado para ser independientes, Dios mismo nos presenta la ocasión con los sucesos de 1808 en España y en Bayona. En efecto, avívanse entonces las ideas de libertad e independencia en América, y los americanos empiezan por primera vez a hablar con franqueza de sus derechos”. Dos años después, llega a Buenos Aires la noticia de la entrada de los franceses a Andalucía, y la disolución de la Junta Central, lo que impulsa a un grupo de patriotas, liderado por el Coronel Saavedra a intervenir para “quitar las autoridades, que no sólo habían caducado con los sucesos de Bayona, sino que ahora caducaban, puesto que aún nuestro reconocimiento a la Junta Central cesaba con su disolución...”.
La conclusión de este recuerdo del prócer, en momentos en que la nación argentina se está desdibujando, por la pérdida de la concordia cívica, y el intento de suplantar nuestra tradición cultural por ideas de cuño gramsciano, es que sólo seremos dignos herederos del general Belgrano si situamos el verdadero Bicentenario de la Nación en la emulación del espíritu de la Reconquista, y convocamos a los patriotas dispersos, a modo de retreta del desierto, para los arduos combates que nos esperan si queremos restaurar la Argentina.
FUENTES:
-Zorraquín Becú, Ricardo. “La organización política Argentina, en el período hispánico”; Buenos Aires, Perrot, 1981.
-Rottjer, Aníbal Atilio. “El general Belgrano”; Buenos Aires, Don Bosco, 1970.
-Belgrano, Manuel. “Autobiografía”.
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xiomara gamnbluch -
Oscar José -