LA MISIÓN SECRETA. DE CUANDO GUILLERMO ROCAFORT ABRAZÓ A ROGER DE FLOR
Juan V. OLTRA
Leer a Guillermo Rocafort es algo higiénico y necesario. Cuando lo que nos rodea nos embrutece y envilece, cuando no podemos ver películas o leer libros hechos en nuestra piel de toro sin sentir un tanto de vergüenza al ver un reflejo distorsionado, estúpido y mentiroso de lo que somos, lleno de cochambre y humillación, se hace imprescindible ir a una librería y adquirir el último libro de Guillermo Rocafort, lleno de gallardía y de gestas inolvidables pero ¡ah! olvidadas.
Las páginas de las obras de Rocafort rezuman épica, valor, amor a nuestra historia sin contar con leyendas negras... ganas de seguir peleando, pese a quien pese. Y si eso es aplicable a cualquiera de sus novelas, con esta última, La misión secreta, la saga de Roger de Flor junto a los almogávares y los secretos templarios, este juicio que tiene validez general cobra especial fuerza.
En un prólogo brillante, Luis Togores (casi nadie al aparato, Vicerrector de la Universidad San Pablo - CEU) nos regala la idea de que héroes como los que aparecen en las novelas de Guillermo Rocafort nos devuelven la infancia perdida. Sin atreverme a enmendarle la plana, yo sumaría algo: no solo nos devuelven la infancia, nos devuelven la esperanza. La esperanza de que todo es posible aun cuando solo hay nubes negras a la vista. De que cuando todo está perdido, siempre surge una compañía de almogávares dispuesta a resolver de forma expedita los problemas.
En un mundo de novelas para modistillas y de best sellers putrefactos, en una sociedad donde el tango del maestro Discépolo cobra vida día a día, cuando vemos que es lo mismo ser derecho que traidor, ignorante, sabio o chorro, generoso o estafador..., que los ignorantes nos han igualao, se hace necesario que alguien se atreva, rompa, rasgue la bruma del caos y grite a los cuatro vientos el ¡AUR, AUR! almogávar para reclamar que los suyos vayan al combate, a la muerte si es preciso, por un sagrado ideal. Que nade contra corriente. Que en su posición solitaria nos recuerde que los cuervos vuelan en bandada, pero las águilas vuelan solas.
Situado en una época convulsa, con reyes y mandatarios traidores, los personajes principales del libro van en busca de nuestra complicidad. La lucha contra el poder que estos abanderados de causas perdidas establecen provoca la curiosa simultaneidad en nuestro interior de la rabia contenida y la paz que proporciona el deber cumplido. Nos hacen sentir como almogávares en pleno combate, con la espada humeando al dar al contraste del frío ambiente la sangre del enemigo. Nos cura la arcada infinita que nos provocó tanta protagonista frustrada que puebla y domina nuestras letras.
No voy a desvelar nada más de este magnífico libro. Deben ustedes comprarlo, sin duda, para sí mismos y para regalarlo estas próximas fiestas. Descubrirán como se puede ver con simpatía a un personaje maldito y linchado por la Historia que deviene en héroe de rasgos sublimes y al tiempo demasiado humanos en las páginas que magistralmente nacen de la pluma de Guillermo Rocafort, más que un joven valor, una promesa cumplida.
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gely audrey -