VIAJE EN EL TIEMPO Y EL ESPACIO. "DIVISIÓN 250", DE TOMÁS SALVADOR. Una reedición necesaria.
Juan V. OLTRA
Ediciones Armas Tomar es una editorial de corta historia pero grandes aciertos, y de entre ellos me arriesgaría a señalar como el mejor, el rescatar a un magnífico escritor, hoy olvidado por la gloria y magnificación de lo políticamente correcto: Tomás Salvador. Y es que los muchos aciertos literarios de Tomás Salvador quedan siempre sepultados detrás de un estigma doloroso que hoy lo convierte en un maldito: no sólo fue un guripa, un alegre divisionario, un miembro de la División 250 (a la que siempre se la recuerda como división azul por el color de la camisa de sus integrantes) sino que, pásmense, además de no intentar ocultar o maquillar ese terrorífico pasado tuvo la desfachatez de dirigir revistas de divisionarios como “Hermandad”.
Llegados a este punto me doy cuenta de que quizá algún damnificado por la LOGSE precise de aclaraciones sobre lo que fue la división azul, sobre los motivos que provocaron que un grupo de españoles fueran a dejar su pellejo a una tierra tan lejana y, al menos en apariencia, tan distinta como la rusa. No voy a entrar en esa camisa de once varas, que reservo para los historiadores profesionales, simplemente me limitaré a dar las mías para explicar el porqué yo estoy en medio de este charco. Y lo estoy por muchas razones, de entre las que destaco una: se la debo a mi “Tío Miguel”. En algún otro sitio he contado que yo tuve dos tíos con un pasado político y militar muy distinto y peculiar: Pepe, teniente encarcelado en San Miguel de los Reyes durante años por su pertenencia a las JSU de Carrillo, y Miguel, hasta su muerte presidente en Valencia de la Hermandad de la División Azul. Permítanme que en este instante me ponga ante mi tío Miguel en primer tiempo de saludo y a su disposición ponga mi pluma de infantería. A la suya y a la de otro querido Miguel, este Miguel Ángel, inasequible al desaliento y martillo neumático que me machaca insistiéndome por estas líneas. Para poder escribirlas, me dediqué a releer el libro de Tomás Salvador. A decir de algún divisionario con el que el tema he tratado, si hubiera que resumir la epopeya española en Rusia bastarían dos libros, el de “los extranjeros” (el estudio de Kleinfeld y Tambs) y éste. Uno por los datos, otro por el sentimiento. No ha sido verdaderamente un trabajo pesado: División 250 es un libro de los que te dejan el café frío Te lo dejan frío por cómo te absorbe la obra… y por los copos de nieve que caen de sus hojas conforme el general invierno va haciendo su presencia. Me puse el freno y lo paladeé, obligándome en ocasiones a interrumpir la lectura, pues la tendencia natural lleva a no soltarlo hasta concluirlo. Tomás Salvador escribe en División 250 un libro coral, sin un protagonista único. No hay un héroe solitario, ni más línea argumental que el propio desarrollo de los acontecimientos bélicos. Recorre el escalafón, las posiciones… los estados de ánimo… él mismo aparece como personaje en un par de ocasiones en el libro (una en la p. 314, otra al final), retratándose a sí mismo muy al gusto de Guareschi, como un pobre diablo que se deja llevar y a veces se equivoca. Y con esos mimbres teje una cesta donde cabe el espíritu de la división azul, el espíritu de aquellos hombres que, movidos por la famosa arenga que decía: “Camaradas: No es tiempo de discursos. Pero es el momento de que la Falange dicte su sentencia condenatoria: ¡Rusia es culpable! Culpable de nuestra Guerra Civil. Culpable del asesinato de José Antonio, nuestro fundador. Culpable del asesinato de tantos camaradas y de tantos soldados que cayeron en la guerra provocada por la agresión del comunismo ruso…”, descubren que, si a la gloria se va en coche cama, a Rusia se viaja en vagón de ganado.
Es éste un libro lleno de hielo, de frío, de sangre… pero también de primavera, de muchachas bonitas y de ideales. Es un libro de guerra… pero no lo es. No hay odio, sino amor al enemigo. No hay grandes descripciones de la logística de la guerra, no hay grandes planteamientos globales, simple y llanamente porque tampoco le importaban demasiado al divisionario al que le tocaba imaginaria, con su pensamiento más cerca de la mortadela alemana, que en fechas señaladas recibían, que en los planes del estado mayor. Este libro, en todo caso, es un libro de amor y muerte. En la misma introducción, Tomás Salvador llama idiota a un individuo que dijo que se emocionaba más ante una cuna que ante una tumba, y reflexiona que ese prójimo tampoco portó nuca un arma ni vio a un hombre con los intestinos helados antes de morir. Y eso no resta un ápice de amor que a la vida tenía, ahí queda para probarlo su “Mi familia y yo”, magnífico libro también ¡ay! olvidado de Tomás Salvador.
Empezamos la aventura cuando los alemanes acaban de atacar Rusia y el mundo tembló. Una aventura en la que enriqueceremos nuestro vocabulario con palabras alemanas y rusas, donde recordaremos que la noche llega, como los enemigos, del este. Y nos encontraremos con episodios entrañables, como el de los españoles incapaces de entenderse con sus camaradas alemanes pero capaces de comunicarse en todo momento con los prisioneros rusos. Que ven de forma rara el antisemitismo alemán (pg. 28) y no dudan en timarse con todas las mozas, alemanas, polacas, rusas o de cualquier nacionalidad, raza o credo con las que se encontraran. Con esos guripas que, de repente, aparecen con una vaca para pasmo de los mandos. Con aquel que pidió a sus familiares en España que le mandaran leche en polvo, pero lo hizo con tantos circunloquios que terminó bebiéndose los polvos blancos que se empleaban para limpiar las botas… Y con episodios dolorosos, con la muerte, leal compañera, abrazada a los protagonistas, acompañando a la muerte y a la mutilación, la congelación y la oftalmia, dejando un reguero de heroísmo por los frentes por los que pasaron. Demostrando que los españoles se ganaban a pulso la cruz de hierro… o la cruz de palo. Fueron esos mismos españoles que veían en Rusia una tierra parecida a la española cuando llegaba la primavera, que llamaban mamá a todas las viejas, que andaban a saltos y con las manos en los bolsillos y que frecuentemente olvidaban saludar… los que supieron hacer que la división, su trascendencia, no quedara bajo la nieve rusa. Frisando los años 60, en la revista “Hermandad”, órgano de excombatientes que dirigía el propio Tomás Salvador, un guripa, Oscar Percival, escribió un artículo que tituló “Héroes tontos”. Creo que un par de párrafos de este artículo pueden servirme para, en un plagio descarado, cerrar estas líneas: “Ciñéndonos a lo nuestro, la División Azul, como unidad de guerra, fue piedra en el océano, insignificante esfuerzo en el conjunto tremebundo de la última guerra. ¿Seremos nosotros unos sentimentales que nos asimos a unos recuerdos, ya sin vigencia, de un valor puramente anecdótico?... ¿Será nuestro reunimos, nuestro hablar, una mera añoranza de los tiempos mozos, un trasnochado desgranar de chascarrillos de cuartel? (…) No es eso, camaradas. No fue eso la División Azul. Hay que tener el valor de proclamarlo. Fue algo tremendo; a veces grande, a veces oscuro... La componíamos hombres de toda calaña. No éramos héroes tontos. Hombres buenos y malos; cobardes y valientes; idealistas y aventureros, obreros, oficinistas, despistados, señoritos y artistas en embrión. Había muertos de hambre y hartos de comer demasiado. Falangistas de corazón y falangistas por el uniforme. Hombres que miraban a las estrellas... y otros —con o sin estrellas— que únicamente apetecían mirar a ras del suelo. En lo político, la División Azul — ignorándolo nosotros — cumplía una misión de pirotecnia. Era el nuestro un fuego de entretenimiento, una cortina de humo que protegía a la nación. Nuestro país estaba presente en la guerra, sin estar en la guerra. Aquellos insignificantes miles de soldaditos españoles servían de camuflaje a una multitud de millones de ciudadanos españoles.” Y es que, como decía Lady Macbeth “¡Qué oscuro es el infierno!... vergüenza, señor, vergüenza. ¿Tener miedo un soldado?... ¿Por qué temer que se sepa cuando nadie nos puede pedir que rindamos cuentas?...”
4 comentarios
ffwinter -
Daniel Carrascosa Andrés -
Me gustaría saber si en la Hermandad, o fuera de ella, alguien le conociese a él o a sus familiares.
Muchas gracias por su entrega, su coraje y su patriotismo.
joven rebelde -
Al ver como la estabilidad y unidad familiar se ha perdido se habla en nombre de la modernidad de las parejas del mismo sexo.
Cuando se ven robos producidos por mafias inmigrantes se dice que es normal, al ver a terroristas enorgulleciendose de sus actos y rindose de sus victimas, se les concede la libertad por piedad, algo que ellos jamas tuvieron ni tendran.
Un pais donde no hay nadie que luche por la madre patria porque nadie la quiere ni respeta, un pais donde a los niños se les enseña a tolerar aquello que sus instintos primarios niegan, unos niños con un futuro turbio, enturbecido aun mas por las drogas la precariedad del empleo, y el abusivo precio de las viviendas, del que las empresas sacan partido, y en el que los partidos politicos no hacen nada y solo se prestan a dar ayudas a los de fuera, porque dicen que nosotros podemos endeudarnos de por vida.
En un pais asi, obras como esta, que hablan de amor a la madre patria, y de valores como el honor y la dignidad.
obras asi en este contexto historico no tienen cabida.
Pepe Bernárdez -
La literatura española contemporánea está llena de grandes olvidos y uno de ellos en Tomás Salvador, por eso, es un alivio que haya personas como Juan que dediquen su tiempo a cubrir estos infames olvidos LOGSE.... aunque sea con la nieve ensangrentada de unos jóvenes heróicos de un tiempo que no nos pertenece.