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CRISIS, HUELGAS Y ENCUESTAS: NOTAS SOBRE LA SITUACIÓN POLÍTICA ESPAÑOLA.

CRISIS, HUELGAS Y ENCUESTAS: NOTAS SOBRE LA SITUACIÓN POLÍTICA ESPAÑOLA.

Francisco TORRES

 

   Es usual reiterar que, como democracia, vivimos en un régimen de opinión pública. Ésta se registra, entre las sucesivas consultas electorales, en encuestas. Cierto es que las encuestas, por independientes que aparentemente sean, contienen elementos de control, manipulación o reconducción de la opinión pública. Las encuestas marcan tendencias y también sirven para marcar tendencias. Existen encuestas para publicar y encuestas para no publicar. Nadie ignora el peso que las encuestas tienen, por ejemplo, en la política americana. Ningún partido con opciones de gobierno puede funcionar sin un importante gabinete de análisis demoscópico. Nadie duda, por ejemplo, de la calidad del equipo que asesora al socialismo en esta materia.

   Reiteradamente el equipo demoscópico que asesora al socialismo ha dado muestras de su profesionalidad. Ese equipo hizo de la marca ZP una realidad y es el mismo capaz de imponer términos que penetren en amplios sectores de la sociedad tergiversando la realidad. A pesar de la hilaridad que hayan podido despertar, del chiste fácil, conceptos como desaceleración o transferencia de agua han cubierto perfectamente los despropósitos del presidente del gobierno. Evidentemente de nada habría servido el recurso constante al eufemismo si el socialismo no contara con un importantísimo aparato mediático de difusión y con la escasa capacidad de quienes se le oponen para obtener credibilidad fuera de sus espacios habituales de penetración social.

 

   La crisis económica, que en algunos aspectos puede ser la más dura de los últimos cincuenta años, es ya una realidad difícil de camuflar. La constante subida de los precios, el incremento del paro, la progresiva asunción de los datos macroeconómicos negativos, las correcciones permanentes de las previsiones, los anuncios de recortes... están ya en la sociedad. Varios de los defensores mediáticos de la tesis zapaterista de la desaceleración ya utilizan el término crisis y el gobierno acabará, llegado el momento oportuno, asumiéndolo. La credibilidad del gobierno en el tema económico ha comenzado a resentirse. De hecho entre un 60% y un 80% de los españoles consideran, de un modo u otro, negativa la gestión del gobierno y asumen (60%) que la situación empeorará. Zapatero confía en dos cosas: primero, que la oposición popular es incapaz de capitalizar esa situación; segundo, que la crisis colocará a España en una situación muy difícil en los próximos dos años, lo que tendrá un coste político en las encuestas, probablemente la caída en intención de voto llegue a situarse entre cinco y siete puntos, pero después se iniciará una progresiva recuperación que le hará situarse en una posición buena de cara a las elecciones de 2012. Entonces ZP se presentará como el salvador de España ante la crisis.

   Tres meses después del triunfo electoral José Luis Rodríguez Zapatero, sin oposición política real, se enfrenta a la primera gran contestación social. Ese es su talón de Aquiles, la destrucción de la paz social. Algo a lo que no está acostumbrado. Contestación que ha tenido en la huelga del transporte su gran escaparate pero que comenzó en el sector pesquero y agrario, que tendrá continuidad en otros sectores. Contestación que tendrá, en los próximos meses, efectos insospechados sobre los precios. Contestación que Zapatero pretende calmar mediante compromisos económicos que, por fuerza, devolverá las cuentas del Estado al déficit y cuyo traslado a la microeconomía alimentará la inflación real. Contestación que se ha hecho visible en el eslabón más débil de la cadena; un sector al borde de la quiebra por la caída de los precios y el incremento de los costes. El gobierno prefiere la subvención a que un traslado masivo del incremento de gastos a los productos conduzca a una aceleración insostenible de la inflación y a la subida, hasta límites inasumibles, de muchos productos de la cesta de la compra.    

 

   José Luis Rodríguez Zapatero, sin embargo, sigue conservando un importante apoyo electoral. Sorprendentemente el desgaste sufrido es aún mínimo. Probablemente porque las argumentaciones del presidente han sido asumidas sin dificultad por un porcentaje altísimo de españoles: la crisis es producto de la coyuntura externa; los acuerdos económicos de la UE limitan la capacidad de maniobra; el incremento de los precios del petróleo no es culpa del gobierno; la economía española tiene reservas para hacer frente a la crisis y ayudar a los ciudadanos. Además, lo cierto es que el gobierno carece de oposición.

   Los resultados de las elecciones de marzo de 2008 hicieron entrar en crisis a toda la oposición: desde Izquierda Unida a los nacionalismos pasando por el Partido Popular. Los problemas internos de todos los partidos de la oposición, donde todos buscan redefinirse ante el éxito de la fórmula ZP, han hecho que los efectos de la crisis económica no se hayan traducido en una pérdida importante de credibilidad del gobierno.

   Quienes rodean al principal dirigente de la oposición, Mariano Rajoy, le han dicho que será la crisis económica la que le aúpe a la Moncloa; sólo necesita arañar unos cientos de miles de votos por su izquierda, depurar el PP de sus guiños más derechistas y no decir nada. La propia crisis, aderezada con el miedo a la izquierda, hará que los votantes propios o prestados cierren filas, que no se produzca escisión alguna y que el voto cautivo que el PP tiene por su derecha permanezca como hasta ahora, siendo fiel aunque contribuya con ello a derruir los principios que defienden (Vida, Familia, competencias del Estado, terrorismo, unidad de España...) La crisis económica, los errores permanentes del gobierno, la falta de respuestas adecuadas también han servido para evitar que la crisis interna en que vive el Partido Popular se traduzca en una pérdida de apoyos electorales; incluso, incomprensiblemente, mejora la opinión sobre Mariano Rajoy.

   De cara a los próximos meses todo el mundo esperaba los primeros datos sobre las repercusiones políticas de la crisis y de la primera contestación social. La huelga del transporte ha incidido directamente sobre los ciudadanos y muchos van a pagar directamente los platos ratos, los efectos colaterales de una huelga que ha causado pérdidas económicas incuantificables. Huelgas que no se van a cerrar porque el alza de los precios del petróleo continuará en los próximos meses. En España los precios del carburante son más bajos que en el resto de la Europa occidental y el objetivo es igualarlos. Ni tan siquiera esta igualación pondrá fin al problema porque ya se anuncia que en poco tiempo el precio del barril podría llegar a los doscientos dólares y el litro de gasolina alcanzaría su punto estable en los dos euros por litro. Y el gobierno carece de una propuesta sólida para hacer frente a esta realidad. Pero no obviemos que el tancredismo de la oposición, el silencio de la oposición, la falta de propuestas de la oposición en este terreno está al mismo nivel.

 

   Ha sido el diario EL MUNDO el primero en publicar una encuesta que contemple el estado de la opinión pública tras la primera semana de huelga en el transporte. Por razones de apoyo político el diario ha resaltado dos hechos: primero que el PP se sitúa a un punto del PSOE y que Rosa Díez es la política más valorada (por encima de Zapatero y Rajoy). La crisis nos habría devuelto al celebérrimo empate técnico y colocaría a Mariano Rajoy en una inmejorable posición para hacer frente al congreso popular de junio. La interpretación favorable al PP, que nos devuelve a los tiempos anteriores a las elecciones, debe ser, sin embargo, analizada.

   Leyendo los datos con detenimiento parece que EL MUNDO se han inclinado por la interpretación menos mala de un hecho incuestionable: el escaso desgaste del gobierno. Los datos son evidentes, el PSOE sólo pierde un 2.6% en la intención de voto. Sin embargo, conviene indicar que una parte de esa disminución ni tan siquiera es producto de la crisis, siendo lógica por el número de votantes que fuera de la tensión electoral se liberan del voto útil, de ahí la recuperación de IU. Otro de los datos que EL MUNDO ha preferido ignorar es el escaso crecimiento del PP, un 0.3%; lo que significa que no es el beneficiario del desgaste de la crisis. Algo sobre lo que los dirigentes populares deberían reflexionar.

   Los resultados de la encuesta contienen otros datos importantes para saber qué está sucediendo y qué podría suceder en la política española. Retrocedamos al año 2000. José María Aznar alcanzó la mayoría absoluta consiguiendo un 44.5% de los votos. Lo hizo frente a un partido socialista que atravesaba la mayor crisis interna de su reciente historia política, con una coyuntura económica muy favorable, en un momento expansivo y con una gestión coyunturalmente efectiva aunque estructuralmente cuestionable (España había conseguido situarse en los niveles de convergencia que se tenían al final del franquismo). Casi suponía aproximarse a los porcentajes que sociológicamente tenía el electorado ni socialista ni nacionalista al comienzo de la Transición; en el camino de reconstruir la mayoría sociológica perdida que debería traducirse en una mayoría política hegemónica. No fue así porque Aznar nunca consiguió situarse por encima de una media que le daba el 44.3% antes del 11-M. Imbuidos por su propia propaganda no fueron capaces de entender que la izquierda, agrupada en dos partidos, obtuvo un 39.6% de los votos, lo que matizaba el desastre socialista.

   Las elecciones del 2004 supusieron la recuperación de la izquierda (el PSOE obtuvo el 42.6% de los votos) con un 47.6% de los votos. Pese a todas las críticas lo cierto es que Zapatero mantuvo en la legislatura una intención de voto situada en torno al 41%; lo que apuntaba a la falta de capacidad de la oposición popular a la hora de rentabilizar el desgaste del gobierno ya que el PP se mantuvo en un 39%.

   Las elecciones del 2008 dieron al PSOE un 43.9% de los sufragios. La izquierda, que ahora contaba con tres opciones (PSOE, IU e UPD) sumó el 48.9% de los sufragios; además rompió a favor del PSOE el voto nacionalista de izquierdas. Las elecciones del 2008 dibujaron en la izquierda una nueva situación ya que los votos, que superarían el 50% de añadirse el voto nacionalista de izquierdas, pueden trasvasarse en función de las circunstancias coyunturales sin menoscabar el conjunto y, por tanto, la hegemonía en el poder; pudiendo, además, distanciarse de las servidumbres nacionalistas.

 

   La encuesta de EL MUNDO viene a reforzar esta tesis. Si el gobierno pierde apoyos, y probablemente perderá más en el futuro, éstos no se trasladan a la oposición; se mueven hacia opciones de izquierda con las que es posible construir mayorías en el futuro. La encuesta indica que esas tres opciones vuelven a repartirse casi el mismo apoyo de hace unos meses. PSOE, IU y UPD obtendrían ahora un 48.8% de los votos (la izquierda habría perdido un 0.1%). Los 2.6 puntos que pierde el PSOE son recogidos tanto por IU como por UPD. Muy pocos se inclinan por el PP. Y es que, paradójicamente, la existencia de una única opción viable para quienes ni votan socialista-comunista, ni nacionalista juega a la contra del Partido Popular.

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