TERRORISMO, DIÁLOGO Y COMPRENSIÓN
Miguel Ángel LOMA
Es admirable el espíritu conciliador y de perenne diálogo que, pese a todo, siguen manteniendo ciertos grupos con la banda terrorista etarra. Por su persistente y comprensiva posición destacan tres colectivos muy influyentes: los nacionalistas separatistas vascos (incluida su militante clerigalla), los comunistas (sea cual fuere la etiqueta con que ahora se presentan en sociedad), y los voceros de la farándula progresista (muy cercanos ideológicamente al grupo anterior). Curiosamente, estos colectivos coinciden con los mismos que han sido más respetados en sus carnes por los asesinos etarras; lo que demuestra que cuanto más ajenas nos resulten las víctimas, más fácil nos resulta predicar la generosidad hacia sus verdugos.
La anterior conclusión explica también la sorprendente mutación de espíritu que se opera en esos mismos grupos cuando se trata de «sus» víctimas. Entonces comprobamos que ni un amplísimo transcurso del tiempo mueve sus corazones a la reconciliación y al perdón que tanto aconsejan a los demás; y cómo sus actitudes, sumamente comprensivas, se tornan en rabiosa y perpetua reivindicación de una justicia imprescriptible cuando se trata de víctimas que consideran integrantes de su patrimonio. Aun más; si de ellos dependiese viviríamos en un continuo y permanente recuerdo de esas víctimas.
Este mismo fenómeno de transformación de actitudes explica el doble talante de nuestro inefable presidente de Gobierno: capaz de predicar por medio mundo la alianza entre culturas, religiones y civilizaciones más dispares y distantes, a la vez que ejerce una política sectaria y discriminatoria con la gran masa de compatriotas que se resisten a doblar la cerviz ante su discurso. Capaz de perdonar y olvidar los asesinatos más recientes transformándolos en trágicos accidentes, al mismo tiempo que remueve las fosas del pasado para lanzar los cadáveres de media España contra la otra media.
A veces unas sencillas palabras arrojan más luz que mil estudios de eruditos politólogos: «A mí me gustaría preguntarle al presidente del Gobierno... si la asesinada, en vez de mi hija, hubiesen sido sus dos hijas... si estaría dispuesto a sentarse con sus asesinos. Seguramente, no». (Toñi Santiago, madre de Silvia, la niña asesinada en Santa Pola, Alicante, el 4 de agosto de 2004 por la banda terrorista ETA).
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