Blogia
Bitácora PI

AL-QAEDA Y OSAMA BIN LADEN. VADEMÉCUM

AL-QAEDA Y OSAMA BIN LADEN. VADEMÉCUM

Manú DORNBIERER

 

   Hace un año en el 57º Festival de Cannes, el film que mayor interés y expectación despertó entre el público fue un documental político, «Farenheit 9/11», de Michael Moore, que finalmente obtuvo la Palma de Oro. Por primera vez una denuncia periodística contra un tartufo totalitario como George W. Bush obtenía eco extraordinario en uno de los grandes escenarios del cine mundial. A raíz de su «Palma de Oro» el documental de Moore se vendió como pan caliente e hizo indudable mella en la ciega popularidad de la que gozaba el (ya viejo) Baby Doc al revelar plenamente su desprecio del voto negro en la elección que robó en el 2000, entre mucho más; pero la máxima escena histórica, su sospechosa actitud en «la escuelita de Florida».

   Cuando le avisaron del atentado a la Torres Gemelas que en ese instante conmocionaba al mundo y que a él ni siquiera pareció sorprenderle, ha quedado como prueba de que «ya lo sabía» y de que plausiblemente el horror de New York fue uno de los conocidos autogoles criminales que infligen sus gobernantes al borrego pueblo estadounidense, tales como la explosión del barco «Maine» en la Habana en 1898 para desatar la guerra contra España, como la probada invitación al Japón para bombardear Pearl Harbor en 1941 o el derrumbe de un edificio público en Oklahoma en 1995 tras los graves problemas con la secta davidiana en Waco.

   Este año en la versión 58 del Festival de Cannes, el camino al interesantísimo «periodismo de denuncia en video», abierto por Fahrenheit 9/11, no quedó desierto, gracias al documental del realizador británico Adam Curtis, intitulado «The Power of Nightmares» (El Poder de las Pesadillas).

 

   En tanto, en una visita de sorpresa a Irak, Condoleeza Rice pedía descaradamente paciencia a los iraquíes que martirizó, robó, destruyó su jefe Bush «porque estamos (nótese en 1ª persona del plural) luchando contra muchas fuerzas terroristas», en Cannes un inglés le decía al mundo simple y sencillamente que «Al Qaeda no existe». Y lo decía apoyado en imágenes contundentes, en argumentos más documentados incluso que los de Moore, en un film producido por la legendaria BBC en la que es siempre posible creer, a diferencia de las cadenas gringas tales la triste CNN al servicio del poder.

   El documental se presentó en una sala mediana y no concursó por un premio, pero ha dejado abierto el apetito no sólo de los cinéfilos sino de los estudiosos y de todo terrícola que se interese por la verdad. Y el tema de la mentira gringa constante no es para menos. Cientos de periodistas en todo el mundo podemos "gritar" en la prensa escrita (porque ni en TV ni en radio se permiten tales "«excesos radicales y dementes» en ciertos países) nuestra certeza de que el 95% del terrorismo actual es made in Washington, pero no nos creen ni nos oyen. Nos tiran simplemente a lucas.

 

   En cambio el cine tiene un poder de convicción único y la facilidad de comprar un DVD, que cuesta más o menos lo mismo que un magazine, es hoy la mejor manera de que los periodistas puedan revelar sus investigaciones, informaciones y opiniones obteniendo verdadero eco y atención global. La prensa escrita, la radio, la televisión, los libros periodísticos mismos no han logrado trascender como lo han hecho documentos fílmicos como los dos citados. Las casas editoriales deberían empezar a convertirse en productores cinematográficos.

   Veamos desde cuándo los halcones inventan las pesadillas.

 

   Según el documental de Adam Curtis, Donald Rumsfeld y Paul Wolfowitz, consejeros entonces de Ronald Reagan, sobrevaluaban la amenaza soviética para justificar su propaganda imperialista y naturalmente carretadas de dinero de los borregos contribuyentes gringos. Curtis intenta demostrar que «los americanos, esos incansables fabricantes de mitos» como dice Jean Luc Douin del diario francés Le Monde, acusaban sin mayores pruebas a la URSS de dirigir todos los movimientos terroristas del planeta, como ahora lo hicieron con Saddam Hussein y Bin Laden, que según el film, no tuvo que ver con los atentados de las torres, no posee una fortaleza subterránea en Afganistán en las montañas de Tora Bora, no es dueño de una Al Qaeda que no existe y es simplemente una pieza en el tablero de juego del socio Bush.

   Respecto a la URSS y sin querer disminuir un ápice el horror de los crímenes (sobre todo) internos de José Stalin, estoy de acuerdo con Curtis. En fecha reciente hice una investigación para mi libro «Ensalada Rusa», a punto de ver la luz en Editorial Diana, sobre lo que fue realmente la Guerra Fría en África, en el Congo específicamente, y me quedé sorprendida de las abominaciones cometidas por los gringos. Encontré incluso un testimonio de un agente de la CIA que acusa al presidente Eisenhower de haberle dado la clarísima orden de desaparecer al constructor de la independencia, Patricio Lumumba. Lo recopiló la BBC.

   En cuanto a Al Qaeda, Curtis insiste en que nunca ha existido, que es un invento del secretario «de la Defensa». Se suponía que «Starwars», final de la serie, era la ficción estelar presentada por USA en las pantallas de Cannes. Pero el mito del terrorismo que proyecta el gobierno de Bush sobre el planeta desde el 11 de septiembre 2001, es mucho más ficticio, sólo que cuesta y costará entre infinitos problemas, más guerras, a menos que le mundo entienda con documentales como el producido por la BBC, «El Poder de las Pesadillas», que hay que ponerle un alto a Bush y decirle: No te creo ni te sigo.

0 comentarios