Blogia
Bitácora PI

LA SUCESIÓN DEL PODER EN CUBA. PULGUITA Y NIKOLAI, MEDIO SIGLO DESPUÉS

LA SUCESIÓN DEL PODER EN CUBA. PULGUITA Y NIKOLAI, MEDIO SIGLO DESPUÉS

Roberto BARDINI

 

   En mayo de 1953, un cubano de 24 años al que apodan Pulguita conoce a bordo del buque Andrea Gritti a un ruso que habla perfecto castellano. Se llama Nikolai Sergeyevich Leonov y tiene 25 años, un solo traje y mil dólares. Viaja al puerto de Veracruz, desde donde se trasladará al Distrito Federal para incorporarse como funcionario de tercera categoría en la embajada de la Unión Soviética. Nikolai y Pulguita - que descenderá antes, en La Habana - se hacen amigos y se pasan todo el viaje conversando y jugando al ajedrez.

   Los dos jóvenes se reencuentran de casualidad en el centro de la ciudad de México, en julio de 1956. Pulguita, cuyo verdadero nombre es Raúl Castro, está exiliado junto con su hermano Fidel. En octubre de ese año, los Castro y 26 compañeros - entre los que se encuentra Ernesto Che Guevara - son detenidos por poco tiempo por los agentes del capitán Fernando Gutiérrez Barrios, de la Dirección Federal de Seguridad. A Guevara se le incauta una tarjeta de Nikolai Leonov, quien regresa apresuradamente a Moscú.

[Gutiérrez Barrios, nacido en Veracruz, llega a ser jefe de los servicios de inteligencia de México en 1964, a los que estará vinculado prácticamente hasta su muerte en 2000. Hombre culto y refinado, gana fama de actuar "con puño de acero en guante de terciopelo". Se transforma en amigo de toda la vida de Fidel Castro, quien en noviembre de 1956 parte del puerto veracruzano de Tuxpan a bordo del buque Granma para desembarcar en Cuba. Gutiérrez Barrios fue viceministro del Interior, gobernador de su estado natal (1986), ministro del Interior (1989-1993) y senador (2000). Protector de exiliados argentinos y centroamericanos, durante muchos años tuvo entre sus asesores a Juan Manuel Abal Medida, ex secretario general del Movimiento Peronista].

 

   En 1958, Leonov ingresa a la academia del KGB, el servicio secreto soviético. Cuando egresa, dos años después, Raúl, Fidel y el Che ya han tomado el poder en Cuba. Y hacia allí va Leonov en 1961 en su primera misión como agente, bajo la cobertura de tercer secretario de la embajada.

   En La Habana, durante los tensos años de la Guerra Fría, se consolida la amistad entre Raúl y Nikolai, quien llegará a general y vicedirector del KGB entre 1983 y 1991. Asume ese puesto luego de participar en grandes operaciones encubiertas, como el apoyo a la ofensiva final contra el ejército de Estados Unidos en Vietnam en 1975, el suministro de armas a las guerrillas centroamericanas en la década del 70, el respaldo a los militares argentinos durante la guerra de Malvinas en 1982 y el reclutamiento de agentes secretos de la CIA en los años 80, entre los que se encontraba Aldrich Ames.

   Ames, un alto directivo de la CIA que supervisaba primero los asuntos soviéticos y luego los de la Federación Rusa, fue reclutado en mayo de 1985 y descubierto recién en febrero de 1994. Sus informaciones a Moscú durante casi una década tuvieron consecuencias desastrosas para los servicios de inteligencia norteamericanos y desarticularon toda la red de espionaje en Rusia. Hoy se le considera "el topo más dañino en toda la historia de la CIA".

 

   Leonov, quien llegó de visita a Buenos Aires durante el gobierno de Raúl Alfonsín invitado por el entonces jefe de la Secretaría de Informaciones del Estado (SIDE), Facundo Suárez, también tuvo participación tras bambalinas durante la guerra del Archipiélago Sur. El 31 de marzo de 2002 publicó en el diario Clarín un artículo en el que relata: "La información de que la Junta Militar argentina planeaba un desembarco en Malvinas, la recibimos por nuestros canales secretos medio año antes de su realización. Nos costaba trabajo creerlo porque los dirigentes de Argentina no hacían ningún preparativo político ni propagandístico para tan importante acción y porque las fuerzas armadas argentinas no acrecentaban en serio su potencial".

   El espía cuenta cómo la Unión Soviética suministró imágenes satelitales del movimiento de tropas inglesas: "Moscú a pesar de todo decidió apoyar a Argentina. Durante el conflicto se establecieron contactos confidenciales entre los agregados militares de la embajada soviética en Buenos Aires y los militares argentinos. [...] La Junta -que también veía en la URSS, tanto a una adversaria ideológica como a una eventual aliada- prefería tratar todas las cuestiones a nivel de empresas particulares. El Kremlin no estaba preparado para eso porque ignoraba esas formas de contactos. Como resultado, las conversaciones se atascaron y no dieron ningún resultado. [...] Cuba y Perú poseían armas soviéticas, pero Argentina no se atrevió a dirigirse directamente a esos países. [...] Quizás la única ayuda soviética relativamente eficaz aceptada por los militares argentinos fueron los datos de reconocimiento espacial respecto a las fuerzas británicas".

 

   Leonov, quien es doctor en Historia, asegura que la lectura de los Evangelios y la comprensión del cristianismo reforzaron sus convicciones comunistas. Fue amigo del general panameño Omar Torrijos y del escritor británico Graham Greene. Logró un gran prestigio intelectual en los círculos internacionales del espionaje y es autor de La Inteligencia Soviética en América Latina durante la Guerra Fría, publicado en 1999.

   Hay quienes sostienen que a lo largo de más de 40 años, Nikolai Sergeyevich Leonov ha sido - después de Fidel Castro - la principal influencia del hombre que hoy maneja el rumbo político de Cuba. En poco tiempo más se sabrá si Pulguita, el hermano menor a quien el exilio cubano de Miami le hizo fama de "gris" y casi eterno "número dos", está a la altura de sus maestros.

1 comentario

Miguel Pons -

Muy interesantes esas relaciones históricas. Como español recuerdo bien que Omar Torrijos era el protector de nuestro Felipe González. Sería bueno saber si nuestro Ex más Ex llegó a tratar con Leonov. Con estos rojillos las cosas son como la pescadilla que se muerde la cola, una conspiración redonda que nunca queda lo bastante clara.
Claro que las conspiraciones, según nos dicen todos los días, no existen y sólo son síntomas de paranoia. O sea, se ponen la venda antes que el chichón para vacunarse de lo que se pueda descubrir. Qué tíos.