DE LA PROTESTA AL DISENSO
Alberto Buela
Nuestra tesis es que, dado que el lenguaje de la protesta se dirige antes que nada a aquellos que comparten las premisas de los que protestan, la protesta y su mensaje se agota en sí misma, de modo que su continuación natural sería la práctica y el ejercicio del disenso.
La protesta es un rasgo distintivo de la modernidad, pues la indignación es una emoción predominantemente moderna como sostiene el filósofo A. MacIntayre. Nuestros mayores recordaban todavía que “aquello que no se puede remediar hay que saber soportar”, pues aun tenía cierta vigencia aquella virtud premoderna de la paciencia, entendida como el saber esperar atentamente sin quejas.
Además la protesta dejó de lado sus antecedentes latinos cuales eran los de pro- testare , es decir, atestiguar en favor de algo o de alguien y evolucionó, o mejor aún, involucionó para limitarse a “dar testimonio contra algo o alguien”. De modo tal que la protesta es hoy casi siempre un fenómeno negativo. El griterío de la protesta, el desorden que ocasiona toda protesta hace que con ella no se pueda discutir; para ello hay que dejar que se agote en su propia manifestación. Que se cueza en su propia salsa, que es el medio natural que la diluye.
La actitud del gobierno argentino actual frente a la protesta (piquetera o ecologista como la de Gualeguaychú) sigue esta línea de razonamiento. Y es que la protesta es inconmensurable, no desemboca en una discusión, no es racionalmente explicable ni explicada. Así los que protestan no son vencidos ni vencen en una discusión (ámbito de la razón) porque ellos se agotan en el griterío de la propia manifestación.
La salida a la protesta, la apertura al diálogo de aquellos que protestan puede ser de dos tipos: a) el consenso que siempre es entre dirigentes y que, como el viejo gatopardismo, cambia algo para que nada cambie. b) el ejercicio del disenso. Esto es, cuando se puede mostrar que existe “otro sentido” y entonces uno puede, allí sí, disputar: pensar distinto. Mostrar la divergencia, el contrario parecer, el desacuerdo.
El disenso, al contrario de la protesta, no se agota en lo que no quiere (aspecto negativo) sino que logra su plenitud en el pensamiento alternativo a lo dado. El disenso al proponer otro sentido al que actualmente portan las cosas y las acciones de los hombres sobre ellas, plantea un proyecto diferente, distinto.
Hoy se les permite, con total libertad, a las masas de desocupados manifestar su protesta, incluso la violenta, o a los jóvenes amuchados en “nuevas tribus” como enseña el sociólogo M. Maffesoli, la transgresión que es la protesta sobre materia leve y delito no grave, pero lo que no se les permite es la práctica del disenso, porque éste conlleva a la reflexión, a la creación de “otro sentido” al que tienen las cosas hoy en el orden político, económico, social y cultural.
En general, el objetivo del disenso es lograr - ad cordis - desde el corazón un acuerdo (de allí proviene el término) para que cambie el sentido de las cosas. El disenso tiende más a la construcción de una comunidad (mundo de valores) que de una sociedad (mundo de contratos), y ello es así porque en el disenso el otro es considerado como tal, sea en oposición o no a nosotros. Mientras que el consenso realiza la parodia del otro, hace como si le interesara el otro, hace “como sí” el otro fuera alguien, cuando en realidad no lo tiene en cuenta.
Es que el consenso es la salida de las sociedades “progresistas y democráticas” que otorgan infinitos derechos “al otro”, pero absolutamente incumplibles en la realidad. Es éste el punto de partida más importante en la formación del resentimiento social, dice por ahí Max Scheler: “aquella sociedad como la nuestra en donde cualquiera tiene derecho a compararse con cualquiera, y sin embargo “no puede compararse de hecho”. (1)
En su fondo último el disenso nos viene a decir que ser buen ciudadano, al estar comprometido con los destinos de su comunidad, “no es seguir una regla o las normas”, lo que está dado y aceptado, sino que se es bueno para uno y para los otros en la medida en que “se es bueno de suyo o por sí mismo”. El disenso no se plantea para obtener otro bien sino el bien propuesto por él mismo.
Vemos cómo nos vuelve de rondón, nos entra por la ventana, la vieja polémica entre la ética de los deberes y la ética de los bienes. Así para la primera, cuyo representante emblemático es Kant, uno es virtuoso cuando actúa por deber y no por inclinación, cuando cumple con sus obligaciones a pesar suyo, mientras que para la segunda, encarnada por Aristóteles, un hombre es virtuoso cuando realiza actos virtuosos, porque ya es virtuoso. El hombre se ha educado en el cultivo de lo que es bueno para actuar desde una inclinación formada y es por ello que puede realizar actos buenos.
El disenso no privilegia entonces la norma sino el bien, porque las fórmulas y las normas en el variado y multifacético obrar humano no son válidas por adelantado, y si lo fueron dejan de serlo en muchos casos, es por eso que el disenso actúa “de acuerdo a la recta razón = katá ton órthon lógon” en cada circunstancia determinada. Ésta es la fuerza intrínseca que hace que el disenso sea tal. Así puede ir más allá de la norma, más allá de lo establecido y dado, puede entonces plantear otro sentido a las cosas y sus problemas.
Lo que importa ahora desde el punto de vista político es la construcción de nuevas formas de comunidad, dentro de las cuales la vida espiritual, moral e intelectual puedan sostenerse, formas ajenas al mundo de la sociedad liberal individualista.
Esta sociedad moderna ha creado hospitales, clubes, escuelas apoyadas todas en la idea de sociedad filantrópica, que subordina lo noble a lo útil, donde el amor a la humanidad reemplaza el amor a la patria, su pueblo y sus tradiciones. La medida cuantitativa desalojó a la cualitativa, pero al mismo tiempo ha mutilado la pertenencia de las mismas asociaciones a la vida de la polis como un todo, quebrando la idea de comunidad.
Es que: “la filantropía moderna ha nacido sobre todo como protesta contra el amor a la patria, y se ha tornado, por último, protesta contra toda comunidad organizada”. (2)
Ésta es hoy,por antonomasia, la cuestión política postmoderna a resolver.
1.- Scheler, Max: El resentimiento en la moral, Espasa-Calpe, Bs.As. 1944, p.24.-
2.- Scheler, Max: op.cit. p. 152.-
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