MÁS SOBRE LA CUESTIÓN DE LOS EMBRIONES CONGELADOS
María VALENT
Planteamiento general del problema
La cuestión de los embriones humanos congelados se plantea, una vez más, de forma dicotómica y parcial (es decir: incompleta y posicionada en una ideología muy particular).
- En primer lugar, nos informan acerca de una realidad preocupante y embarazosa: en España hay almacenados en los congeladores de las clínicas donde se practican fecundaciones in vitro (FIV) miles de seres humanos en estadio de embrión. Parece ser que todos coincidimos en que este hecho es, cuanto menos, "problemático" y requiere una solución.
- A continuación, afirman tajantemente que estos embriones humanos no tienen más que un posible destino: la muerte. Dado que no es posible implantarlos en el útero de una mujer de modo que puedan llegar a nacer.
- Por otro lado, nos proponen dos posibles modos de eliminar estos embriones: debemos escoger entre tirarlos a la basura sin más (como se hace con los restos de los niños abortados) o bien transformarlos en un montón de células con interés en investigación biomédica y aprovechar así su teórico potencial terapéutico. Dicho de otro modo: podemos eliminarlos sin más o dignificar su sacrificio transformándolos en un "medicamento" capaz de tratar personas enfermas y curarlas o mejorar su deteriorada calidad de vida.
- Además, nos hacen saber que enfermedades tales como la Diabetes tipo 1, el infarto de miocardio, el Alzheimer, el Parkinson, las lesiones medulares y otras dolencias son potencialmente curables con células madre. De hecho tratan de convencernos de que estas innovadoras y esperanzadoras líneas de tratamiento exigen la investigación con células de origen embrionario.
- Finalmente, el planteamiento del problema y sus posibles "soluciones" se culmina con la afirmación efectuada por científicos, biólogos, y médicos de supuesta talla, de que, de hecho, el embrión humano de menos de 14 días de desarrollo no es un ser humano: y así ha quedado recogido en el Derecho español, concretamente en la Ley 35/1988 de 22 de noviembre sobre Técnicas de Reproducción Asistida.
Planteado así, parece que lo más razonable sería destinar estos embriones humanos a la investigación biomédica. Si lo único que vemos es que hay, desgraciadamente, miles de embriones que de ningún modo pueden llegar a nacer y miles de personas, desgraciadamente enfermas, cuya única esperanza de curación la constituyen esos embriones... es fácil posicionarse a favor de la utilización de dichos embriones como material de investigación médica.
Pero el problema no es tan simple ni las alternativas tan drásticas como a priori nos podría parecer. Debemos tener en cuenta, también, que:
- Esos embriones existen porque un equipo técnico los ha creado para satisfacer la demanda de un servicio concreto de reproducción asistida. Hay personas responsables de estos embriones (tanto de su existencia como del estado en que se encuentran como del negro futuro que les aguarda). Resulta un poco hipócrita denunciar esta lamentable realidad sin recordar el "porqué" y el "por quién" esos embriones están ahí. Es preciso también constatar que la existencia de este "problema" era perfectamente previsible y evitable, de modo que su aparición puede calificarse de negligencia por parte de las personas responsables.
- El embrión humano es, sin lugar a dudas, un ser humano en el estadio más incipiente de su desarrollo. Son muchos los falsos y absurdos argumentos con que se trata de negar la naturaleza humana del embrión de menos de 14 días de vida. Comentarlos y analizarlos no es objeto de este artículo pero quizás sí merece la pena recordar cuán turbiamente se introdujo en los textos jurídicos el término "pre-embrión" y con qué rapidez este término y su injustificable significado han penetrado en el Derecho de la mayoría de países europeos. El término "pre-embrión" fue propuesto el año 1984 en el Informe Warnock, emitido por el Comité de Investigación sobre Fertilización y Embriología Humanas de Gran Bretaña. En este informe se puede leer:
"Una vez que la fertilización ocurre, el proceso de desarrollo subsecuente continúa de uno a otro en un orden sistemático dirigiéndose hacia una división, a la mórula, al blastocisto, al desarrollo del disco embrionario, y así a características identificables dentro del disco embrionario tales como la línea primitiva, pliegue neural y tubo neural" .... "cuando ha empezado el proceso de desarrollo, ningún estadio particular del proceso de desarrollo es más importante que otro; todos forman parte de un proceso continuo, y a menos que cada etapa se lleve a cabo normalmente, en el momento adecuado, en la secuencia adecuada, el desarrollo posterior cesará"... "De modo que, biológicamente, no existe en el desarrollo del embrión ninguna fase particular antes de la cual el embrión "in vitro" podría dejar de ser considerado con vida" ... "Sin embargo, se ha convenido que ésta es un área en la que se debe tomar alguna decisión precisa, a fin de calmar la preocupación del público". Y la decisión, tomada por mayoría, se expresó así: "A pesar de nuestra división sobre este punto, la mayoría de nosotros recomienda que la legislación debería conceder que la investigación pueda conducirse sobre cualquier embrión obtenido mediante fertilización in vitro, cualquiera que sea su procedencia, hasta el término del día 14.2 de la fertilización" y fue entonces cuando se introdujo el término "pre-embrión", propuesto precisamente por un miembro del propio Comité, a fin de "polarizar la cuestión ética".
En este documento queda patente la ausencia de un fundamento científico que permita negar la naturaleza de "ser humano" del embrión humano desde el momento de la fecundación. Pone en evidencia que el objetivo era lograr la permisión de investigar con embriones humanos y que con el término "pre-embrión" tan sólo se pretendía "calmar la tensión del público".
Aún así, la legislación española, al hacerse eco de este informe y redactar la Ley 35/1988 parece interpretar que el embrión de menos de 14 días de desarrollo no es un ser humano y que la vida propiamente humana se inicia con la implantación del embrión en la pared uterina de la madre. En el preámbulo a la Ley, podemos leer:
"Generalmente se viene aceptando el término (preembrión) también denominado (embrión preimplantatorio), por corresponderse con la fase de preorganogénesis, para designar al grupo de células resultantes de la división progresiva del óvulo desde que es fecundado hasta aproximadamente catorce días mas tarde, cuando anida establemente en el interior del útero acabado el proceso de implantación que se inició días antes , y aparece en él la línea primitiva".
"Se manifiesta la tendencia a admitir la implantación estable del óvulo fecundado como un elemento delimitador en el desarrollo embriológico". Al margen de tales consideraciones biológicas, diversas doctrinas constitucionales apoyan tal interpretación. Asi el Tribunal Constitucional de la República Federal de Alemania en sentencia de 25/2/75, al establecer que (según los conocimientos fisiológicos y biológicos la vida humana existe desde el día 14 que sigue a la fecundación), mientras que por su parte, el Tribunal Constitucional español, en sentencia de 11/4/85, fundamento jurídico 5.A), se manifiesta expresando que (la vida humana es un devenir, un proceso que comienza con la gestación, en el curso del cual, una realidad biológica va tomando corpórea y sensitivamente configuración humana que termina con la muerte); queda así de manifiesto que el momento de la implantación es de necesaria valoración biológica, pues anterior a él, el desarrollo embriológico se mueve en la incertidumbre, y con él, se inicia la gestación y se puede comprobar la realidad biológica que es el embrión".
"Se acepta que sus distintas fases (las del desarrollo embrionario) son embriológicamente diferenciables, con lo que su valoración desde la ética, y su protección jurídica también deberían serlo, lo cual permite ajustar argumentalmente la labor del legislador a la verdad biológica de nuestro tiempo y a su interpretación social sin distorsiones".
Por lo menos el informe Warnock tenía la honradez científica de reconocer que la vida humana se inicia con el fenómeno de la fecundación. La Ley española, ante la dificultad que supondría permitir la manipulación embrionaria que las técnicas de FIV suponen si admitiéramos la realidad de que esa manipulación se realiza sobre un ser humano, opta por distorsionar a conveninecia el conocimiento científico y afirmar, sin ningún tipo de fundamento científico, que la vida humana empieza con la gestación (es decir, en su argot manipulado, con la implantación del embrión en la pared uterina).
- Los embriones que aguardan congelados, fueron creados para ser hijos, por expresa demanda por parte de sus progenitores y, ahora, nos vemos incapaces de ofrecerles un futuro y un trato acorde a su dignidad. Ninguna de las posibles alternativas a permanecer congelados indefinidamente es éticamente aceptable: el mismo hecho de conservarlos congelados supone una falta de respeto a su dignidad. Es decir, que nos encontramos en un "callejón sin salida".
- La pretendida "inviabilidad" de estos embriones no es biológica sino legal. Me explico: la Ley 35/1988 determina que los embriones (preembriones) se crioconservarán por un máximo de cinco años y que, pasados dos años de crioconservación quedarán a disposición de los bancos correspondientes. La Ley, astutamente, no dice qué se supone que hay que hacer con estos embriones una vez prescrito su plazo: se ha interpretado que no podían ser implantados y gestados ("inviabilidad legal"), pero se han continuado conservando (desobedeciendo, de este modo, las indicaciones de la Ley y generando, a su vez, estos sobrecogedores almacenes de diminutos seres humanos). Según la Ley 35/1988 los embriones humanos sólo se pueden criopreservar durante 5 años: aunque no especifique qué se debe hacer con ellos pasado este tiempo, lo que parece claro es que deben dejar de ser conservados: lo más lógico sería descongelarlos y, a consecuencia de ello, dejarlos morir. Esto, en consonancia con los presupuestos de la Ley, no debería haber supuesto ningún problema, dado que esos "preembriones" son considerados un mero "material biológico" que ya no es útil para el fin para el que fue creado y, por Ley, ya no pueden conservarse por más tiempo. La eliminación de estos "preembriones" sólo supone un problema de conciencia si aceptamos que se trata de auténticos seres humanos: pero si partimos de esta "presunción" tampoco sería lícito crearlos in vitro, manipularlos y criopreservarlos. Es como si la decisión de crearlos y congelarlos hubiera sido tomada por personas convencidas de que el "preembrión" no es un ser humano mientras que la decisión de mantenerlos con vida pasado el plazo establecido por la Ley hubiera sido tomada por personas convencidas de que se trata de auténticos seres humanos, de modo que su destrucción no les parecía lícita.
- Por último debemos denunciar la falta de rigor y prudencia científica que supone afirmar que las células madre de origen embrionario son capaces (y las únicas que disponen de esta capacidad) de curar ciertas enfermedades: esta afirmación es imprudente porque todos los estudios están todavía en fases muy incipientes y no sabemos su auténtico alcance, ni sus efectos adversos ni su viabilidad. Supone, además, una falta de honradez científica el ignorar que las células madre pueden obtenerse también de tejidos de personas adultas y de cordón umbilical. El caso es que no es preciso utilizar células embrionarias para cubrir el campo de la Medicina Regenerativa. Así mismo, generar expectativas desproporcionadas en las personas directa o indirectamente afectadas por estas enfermedades es una astuta e inaceptable táctica para generar un grupo de presión respetable y siempre digno de consideración (enfermos y familiares de enfermos pidiendo desesperadamente un tratamiento para enfermedades incurables).
Pero... ¿qué hacer con los embriones humanos congelados?
Concluir que no es necesario recurrir a los embriones humanos para intentar tratar ciertas enfermedades mediante terapia celular, no nos permite resolver el problema principal de qué hacer con los miles y miles de embriones humanos que esperan congelados a la espera de un veredicto.
La respuesta a esta pregunta no es nada sencilla. Creo que yo misma, a priori, no sabría responderla. Pero esta incapacidad es debida, en parte, a que el planteamiento de esta pregunta exige, previamente, la respuesta a otra conflictiva cuestión.
Primera medida: dejar de generarlos
Esos embriones están donde están porque alguien los creó y los sometió a crioconservación. Si coincidimos en que la existencia de estos embriones es un auténtico problema ético (yo diría que, más bien, es un drama humano), lo más razonable y honrado sería dejar de generar este grave conflicto: dejar de producir embriones humanos. El tomar esta razonable e imprescindible medida nos garantiza que no vamos a continuar colocando en la misma situación de jaque a más embriones de los que ya tenemos, pero no nos permite resolver el problema de los embriones que ya están congelados.
Insisto en que, probablemente, ninguna de las alternativas propuestas para estos embriones es verdaderamente acorde a su dignidad, pero ello no nos permite desentendernos del problema. Finalmente, tendremos que tomar una decisión: quizá aquella que, sin ser ideal, en menor medida atente contra la dignidad de esos seres humanos. Tomar este tipo de decisiones siempre resulta incómodo: pero no hacer nada, también es una decisión: tendremos que estudiar si hay alguna opción mejor al "no hacer nada".
Se podría, en primer lugar, estudiar la viabilidad biológica (que no legal) de estos embriones: es decir, determinar si tienen posibilidades razonables de ser gestados en el útero de una mujer (idealmente su madre o, en su ausencia una madre adoptiva) y llegar a nacer. Si llegáramos a la conclusión de que son razonablemente viables, deberíamos plantearnos en serio el ir implantándolos en la medida de lo posible y darles la oportunidad que merecen de poder desarrollarse y llegar a nacer, crecer, etc. Si llegáramos a la conclusión de que, a consecuencia de su prolongada congelación, han sufrido daños irreparables que hacen imposible su desarrollo prenatal,... deberemos asumir la triste y dolorosa realidad de que, a pesar de estar todavía vivos, estos pobres embriones no tienen ninguna posibilidad (hoy por hoy) de llegar a nacer. Entonces tenemos dos posibles alternativas: dejarlos congelados en espera de que algún día la ciencia avance lo suficiente como para devolverles su original viabilidad o descongelarlos y dejarlos morir. En caso de que asumiéramos esta última determinación, la opción de utilizarlos en investigación biomédica en lugar de dejarlos morir en paz, continúa presentando objeciones considerables: de entrada porque ningún ser humano puede ser objeto de investigaciones científicas que atenten contra su integridad física, psicológica o moral: la investigación con embriones supone siempre la destrucción de ese embrión y sólo tienen sentido si se aplican sobre embriones vivos. En segundo lugar porque el invertir importantes recursos a este tipo de investigación presupone que la fuente de "materia prima" (es decir: de embriones) va a ser continua, ilimitada e ininterrumpida, de lo que se deduce que no se está tratando de encontrar una salida a los embriones congelados sino lograr la permisión de investigar con embriones humanos.
Si, a pesar de reconocer la conflictividad del problema y la ausencia de una auténtica solución moralmente aceptable (acorde con la dignidad de esos seres humanos), continuamos generándolos... nos encontraríamos ante una falta de coherencia y un exceso de hipocresía intolerables.
Si nuestra casa se estuviera inundando de agua a causa de un grifo abierto que alguien olvidó cerrar (o que alguien dejó abierto sin preocuparse por las consecuencias de su negligencia), podemos plantearnos cuál será la mejor manera de sacar el agua: ¿con calderetas o con una manguera succionadora? Pero, sin duda, la primera medida a tomar es cerrar el grifo: de otro modo, no sería posible resolver el problema. Intentar buscar una salida a los embriones congelados sin considerar la necesidad de dejar de generarlos es cómo discutirse acerca de si es mejor la manguera succionadora o los cubos de agua, pero no estar dispuestos a cerrar el grifo: de este modo asumimos un cierto grado de inundación permanente (siempre vamos a tener embriones almacenados que no podrán ser implantados y a los que habrá que buscar otro destino) y la necesidad también permanente de echar mano de calderetas y mangueras (es decir, de irnos deshaciendo de los embriones denominados "sobrantes", "caducados" o "legalmente inviables").
No estar dispuesto a cerrar el grifo equivale a no querer si quiera cuestionar la legitimidad de las técnicas de reproducción asistida que impliquen fecundaciones in vitro y la consiguiente producción de un exceso de embriones (entendiendo por exceso la producción de un número de embriones superior al que se implantará en el útero de la madre, de modo que los "sobrantes" quedaran congelados a la espera de la "nada"). Lo cierto es que las técnicas de reproducción asistida ofrecen a las parejas con problemas de infertilidad una esperanza de satisfacer su legítimo deseo de ser padres (también ofrece esta posibilidad a mujeres que, homosexuales o no, deseen ser madres sin la participación del padre, a personas sin problemas de infertilidad pero que han dejada atrás su edad fértil o a parejas que optan por someter a sus futuros hijos a un diagnóstico pre-implantatorio y seleccionarlos en función de su estado de salud, su sexo o cualquier otra característica que pueda ser estudiada en el embrión todavía no implantado).
El origen del problema: la Fecundación in vitro
Los miles de embriones humanos que aguardan congelados son el resultado de haber ido almacenando, ininterrumpidamente y durante años, todos aquellos embriones que fueron obtenidos in vitro en el contexto de tratamientos de reproducción asistida y que no llegaron a destinarse al fin para el que fueron creados.
Los especialistas en FIV insisten en que es necesario producir este exceso de embriones para garantizar una eficiencia mínimamente aceptable. Bueno: yo no soy especialista en esta materia, así que voy a hacer un acto de fe en esta afirmación (la alternativa sería que no fuera cierto y que el exceso de embriones se estuviera consintiendo o efectuando ex profeso para disponer de embriones con los que investigar).
Si realmente es inevitable producir este excedente de embriones... entonces también es inevitable plantear seriamente la licitud ética de la práctica de FIV: la moralidad de la FIV en sí es discutible (es decir: continuaría mereciendo la pena discutir acerca de ella en el supuesto ideal de que todos los embriones generados llegaran a nacer). Pero sin lugar a dudas, el hecho de que su práctica actual implique necesaria e inevitablemente la condena a muerte de miles de seres humanos... la convierte en inaceptable.
De hecho, en Alemania es obligatorio producir tan sólo el número de embriones que vaya a ser implantado (con éxito o sin él). Parece ser que esta medida va asociada a una disminución de la rentabilidad de la técnica. Pero un discreto aumento de eficiencia de una técnica, no justifica la creación, congelación y destrucción de seres humanos, por muy incipiente que sea su estadio de desarrollo. La producción de un "exceso" de embriones no es "imprescindible" sino "conveniente" a efectos de incrementar las tasas de éxito de la técnica.
Si la FIV pudiera realizarse de modo que sólo se generaran los embriones que fueran implantados a continuación (con unas tasas de éxito razonables), su cuestionabilidad ética sería de muy distinta naturaleza. Algunas de las objeciones que se podrían plantear a la FIV serían:
- La FIV supone la escisión de reproducción y sexualidad (de modo opuesto a cómo lo hacen las técnicas anticonceptivas).
- Permite la maternidad en mujeres que deseen tener hijos sin la participación del padre o que hayan dejado atrás su edad fértil.
- Nos invita a la eugenesia (es decir: a la selección de la especie) y a la discriminación pre-implantatoria por muy distintos motivos (sexo, estado de salud, predisposición a sufrir determinadas enfermedades o a desarrollar ciertas conductas, entre otras características fenotípicas siempre que puedan ser estudiadas en el embrión todavía no implantado).
- En ocasiones, a consecuencia de lo que se considera una "mala praxis", se produce un embarazo múltiple, de alto riesgo (tanto para la madre como para los hijos como para el ginecólogo responsable, que ve amenazadas sus estadísticas de éxito y que no está dispuesto a hacerse cargo de un parto de tanto riesgo). El modo de resolver esta "negligencia" es la denominada "reducción embrionaria": es decir el aborto selectivo de los embriones "sobrantes".
Que la FIV permita o pueda dar pie a todo esto no significa que necesariamente lo haga; pero somos testigos de que así ha sido en todos los países en los que se practican FIVs, de modo que no tiene mucho sentido tratar de valorar éticamente la FIV al margen de ello.
En el Reino Unido, se ha lanzado una encuesta a la población acerca de la elección del sexo de los hijos. Por ahora, en Gran Bretaña (al igual que en España) se practica la selección del sexo por motivos considerados "médicos": es decir, en caso de que una determinada enfermedad genética pueda trasmitirse únicamente a la descendencia de uno de los dos sexos. Esta encuesta va acompañada de un interesantísimo documento elaborado por la "Human Fertilisation and Embriology Authority" en que se propone como métodos posibles para la elección del sexo tanto técnicas previas a la fecundación, como el estudio pre-implantatorio de embriones obtenidos mediante FIV y la consiguiente selección, como el estudio prenatal y el aborto de los embriones o fetos del sexo no deseado. Como "motivos" para elegir el sexo de los hijos sugiere razones "médicas" (enfermedades que sólo pueda sufrir la descendencia de uno de los sexos) o "no médicas" como "preferencias personales" o razones "sociales", "culturales" o "económicas" (cuestiones de herencia, transmisión del apellido a la descendencia, evitar el pago de dotes, hijos varones para trabajar el campo o aportar un sueldo, obtener una descendencia donde ambos sexos estén proporcionalmente representados,...). Este documento es muy ilustrativo de cómo la generalización de una determinada conducta que pretende un fin bueno (que los hijos nazcan sanos) pero que resulta inaceptable como medio (impedir el nacimiento de los enfermos) tiene por consecuencia la pérdida de conciencia del mal implícito en esa conducta: "es muy fácil pasar del mal menor a la justificación del mal" pero, naturalmente, "el buen fin no hace bueno al mal medio". Esta misma idea ha sido brillantemente expresada por Robert Spaeman, de modo que no voy a resistirme a la tentación de introducir una cita más en este artículo:
"La costumbre constituye un poder. A las buenas costumbres las denominamos virtudes, y a las malas, vicios. Los vicios o pecados habituales son aquellos en los que la conciencia ya apenas repara. Por eso, la tradición cristiana los considera especialmente perversos. Donde, so pretexto de libertad, todo vale desde el punto de vista ético, lo que se hace sin remordimiento de conciencia deviene en costumbre que transforma lo malo en bueno, y lo mismo ocurre con el sentido de la culpabilidad: parece que la propia culpa también acaba desapareciendo. De manera análoga, estamos inclinados, en la vida social, a considerar gradualmente lo habitual como normal, sobre todo si eso no hace daño a nadie de forma directa, o si ello nos ahorra identificarnos con quienes son víctimas de una normalidad inhumana, como los esclavos, las brujas, los hombres de otras razas o los niños no nacidos".
Pero, sin duda, el problema más grave al que da lugar la FIV es la existencia de seres humanos que han sido creados de forma planificada para nacer y crecer siendo hijos de sus padres y que, injustamente, aguardan congelados ante la indiferencia irresponsable de aquel que los creó y la ignorancia de sus propios progenitores.
¿Por qué no es lícito permitir la investigación con embriones humanos?
Si permitiéramos la experimentación con células embrionarias (aunque procedieran de embriones "no viables") estaríamos asumiendo que la fuente de esas células nunca faltará (pues no vamos a invertir grandes recursos humanos y económicos en desarrollar posibles tratamientos que luego no puedan llevarse a cabo por falta de "materia prima").
Para asegurarnos la fuente de células embrionarias tenemos dos opciones: o las técnicas de FIV continúan siendo tan ineficaces como hasta ahora (y no nos esforzamos por lograr que no sea preciso crear embriones en exceso) o creamos embriones con la única intención de investigar con ellos y obtener células madre a partir de los mismos.
Si, al investigar con estos embriones humanos "sobrantes", "legalmente inviables" se llegara a desarrollar posibles tratamientos para tratar a otros seres humanos de sus dolencias (curándolos o mejorando su calidad de vida) podríamos vernos ante la "conveniencia" de crear embriones humanos con el fin exclusivo de investigar con ellos o de favorecer que continúen sobrando embriones humanos de los procesos de FIV (de hecho, ésta sería la forma más "políticamente correcta" de asegurar una fuente continua e inagotable de embriones humanos).
Así mismo, nos podríamos ver ante la dolorosa decisión de optar entre un tratamiento que suponga la creación, destrucción y utilización de seres humanos en estadio de embrión o la no curación de un hijo. ¿Sería legítimo plantear a los padres una decisión de esta categoría? ¿Puede el Estado consentir la oferta de este tipo de servicios?
La permisión del Aborto como justificación de la destrucción de embriones
Al discutir la licitud moral de la FIV y de la destrucción de los embriones obtenidos por esta técnica (a causa de una "tara" genética o simplemente porque ha prescrito el plazo de viabilidad legal) nos encontramos con una pequeña dificultad: en nuestro país está despenalizado el aborto, de modo que se puede poner fin a la vida de un embrión o un feto o, lo que es lo mismo: de un ser humano con el único requisito de que todavía se halle en el interior del útero de su madre. Si está permitido acabar con la vida de un ser humano de 22 o más semanas de gestación... ¿porqué no iba a estarlo acabar con un ser humano de tan sólo tres días de desarrollo? Sería absurdo permitir lo primero y prohibir lo segundo.
Es obvio que el debate acerca de qué hacer con los embriones congelados nos retrotrae inevitablemente al debate sobre el aborto. No es coherente prohibir la utilización y destrucción de embriones sin prohibir el aborto. La despenalización del aborto y la permisión de las técnicas de FIV presuponen que el ser humano no nacido no es sujeto de dignidad y derechos que deban ser reconocidos y respetados. De lo contrario, no sería posible legitimar jurídicamente su práctica o dejar de penalizarla. En este contexto ideológico es difícil sostener por mucho tiempo más la prohibición de utilizar embriones humanos para cualquier fin. Es una cuestión de coherencia interna.
El negocio del aborto y de la Fecundación in vitro
En cierto sentido, no deja de ser paradójico que aquellos que defienden la FIV (o que se dedican a ella) sean los mismos que justifican, promueven o practican abortos y argumentan a favor de la utilización de embriones humanos como materia prima en biomedicina.
A priori, parece sorprendente (incluso incoherente) que, aquellos que en nombre de la defensa del legítimo deseo de las parejas a tener hijos, practican FIVs, con un ardiente deseo de dar vida y proporcionar hijos, defiendan también la destrucción de los más pequeños. Parece increíble que personas dedicadas a dar vida, estén ideológicamente a favor del aborto.
Pero si lo analizamos con un poco más de detalle en lugar de quedarnos en el juicio fácil y superficial, debemos considerar, en primer lugar, que los profesionales de la FIV trabajan cada día creando, manipulando, analizando embriones, sentenciándolos a muerte y destruyéndolos si son diagnosticados de alguna "tara", perdiendo por el camino a un buen número de ellos debido a imperfecciones de la técnica, congelándolos a bajísimas temperaturas con la intención de detener su espontáneo desarrollo, etc. Si estos profesionales tuvieran conciencia plena de estar trabajando con auténticos seres humanos... dudo que se atrevieran a "juguetear" con ellos del modo en que lo hacen. Pues... ¿qué derecho puede tener cualquier persona a congelar a otra? ¿a arrancarle una parte significativa de su ser para hacer un diagnóstico sin su consentimiento que pueda sentenciarlo a muerte? ¿a exponerlo a riesgos imprevisibles sin ningún miramiento? ¿a condenarlo a muerte o a donante involuntario de células al precio del propio sacrificio?
Aquel que practica FIV, movido (en el mejor de los casos) por la tierna intención de satisfacer el legítimo deseo de paternidad y maternidad de parejas estériles, parte de la convicción personal (recogida, además, por el Derecho) de que el embrión humano no es un ser humano. De otro modo, en conciencia, le resultaría imposible llevar a cabo su trabajo.
Lo que, indudablemente une a los defensores de la FIV, del aborto y de la utilización de seres humanos en estadio de embrión, es una IDEOLOGÍA muy particular y, sobretodo, el DINERO. Me explico: la industria del aborto mueve ingentes cantidades de dinero: en sí, constituye un negocio redondo. Pero, además, es un negocio que alimenta la FIV que, a su vez, da pie a la industria de los embriones como material de investigación biomédica.
Seguramente, si las mujeres que abortan decidieran no interrumpir su embarazo, la mayoría de ellas acabaría quedándose felizmente con su bebé. Pero también es cierto que los niños que antaño iban a parar a los centros de adopción, ahora ni tan siquiera llegan a nacer: son abortados durante su vida prenatal (se hace realidad el escalofriante lema: "niño que no es deseado, niño que es abortado"). La consecuencia de este fenómeno (juntamente con una determinada política de adopción) es que resulta bastante difícil lograr adoptar un niño del propio país (y tampoco es sencillo lograr adoptar un bebé de otro país). Esto hace que muchas parejas que hubieran preferido adoptar un niño ya nacido (pero abandonado, necesitado de una familia) no lo puedan hacer y recurran a les técnicas de reproducción asistida como segunda y última esperanza de llegar a ser padres.
Así mismo, en las técnicas de FIV se generan (por "necesidad" o por "negligencia") miles de embriones "sobrantes" cada año. Con el término "sobrantes" tan sólo se quiere decir que jamás podrán ser destinados al fin para el que, oficialmente, fueron creados: llegar a nacer. De modo que serán silentemente congelados hasta que pasen cinco años, devengan "legalmente inviables", no puedan ser reclamados por sus padres y su único posible destino sea la muerte (y, muy probablemente, la muerte como donantes involuntarios de células). Las clínicas de FIV disponen de la preciada materia prima, fuente de células madre para los científicos dispuestos a investigar y desarrollar tratamientos a partir de estos diminutos seres humanos. Si esto se permitiera tanto los investigadores como las clínicas de FIV saldrían económicamente beneficiados. El beneficio de uno es el beneficio de todos.
Además, la despenalización, legalización y generalización de cualquiera de estas actividades contribuye a difundir una ideología que las favorece a las tres. Esto es: arrebatarle al ser humano no nacido todos sus derechos y la consolidación de la cultura del "capricho": el deseo como fundamento del derecho: tener hijos o no tenerlos como un derecho que el Estado debe garantizar: el aborto y la FIV son los medios que mejor permiten garantizar este derecho y, por tanto, son irrenunciables.
¿Una postura neutral?
Otro de los pseudo-argumentos sin fundamento con los que se pretende legitimar la despenalización de la destrucción de seres humanos no nacidos es la supuesta pretensión de "neutralidad" por parte del Estado. Esto es así en parte porque son muchos los que equivocadamente asocian la exigencia del respeto a los derechos humanos del no nacido con una determinada confesión religiosa o con una ideología concreta que merece el mismo respeto y consideración que la opuesta. Pero esta supuesta asociación es errónea, en tanto que la defensa de los derechos humanos afecta por igual a todos los hombres y mujeres con absoluta independencia de su confesión religiosa (presente o ausente) o ideología. La Declaración Universal de los Derechos Humanos tiene, como su nombre indica, una pretendida validez "universal", es decir: válida para todos los hombres: de todos los tiempos, edades, culturas, religiones e ideologías. Y el mundo occidental manifiesta repetidamente su intolerancia con aquellos que, abiertamente no reconocen la validez de esta declaración ni respetan los derechos que recoge.
En nuestros días, parece ser que defender los "derechos de los animales" es políticamente correcto y aquel que lo hace es un héroe, mientras que aquel que solicita el respeto al no nacido es un intolerante que trata de imponer su ideología a todos.
Aquellos que tratan de evitar que los animales reciban malos tratos, en primer lugar, no los maltratan, pero, en segundo lugar, tratan de lograr que el resto de personas, aunque quizás no piense como ellos, tampoco les maltraten: no se conforman con el falaz argumento de que aquellos que no comparten su modo de ver las cosas, tienen el derecho de maltratar a los animales. De hecho, tratan insistentemente de impedir que los maltratos a los animales ocurran: y lo hacen tanto instando a los gobiernos a tomar medidas legales para proteger a los animales como tomándose la ley por su mano y boicoteando el trabajo de aquellos que, a su modo de ver, cometen graves e intolerables oprobios contra inocentes e indefensos animalitos.
El Estado que permite que los animales sean maltratados asume que los animales no merecen recibir esa protección. El Estado no es neutral. También puede ser que no sea necesario promulgar leyes al respecto porque la población respete la naturaleza de modo espontáneo y no incurra en la perversión de destrozarla y maltratarla gratuitamente y sin sentido.
El Estado que tolera, permite y promueve el aborto, asume que el nasciturus (el que va a nacer) no es un ser humano con dignidad y derechos que deban ser reconocidos por el Derecho y protegidos por el Estado. El Estado está muy lejos de ser neutral: asume una ideología muy particular, concreta e identificable. El hecho de que la opción más permisiva permita a cada cuál actuar coherentemente con su modo de pensar no implica neutralidad.
Reflexión final
A menudo, nos llegan declaraciones efectuadas por reconocidos investigadores, médicos o biólogos en las que afirman, con su autoridad de científicos (es decir, como verdad incuestionable) que el embrión no es una persona. Pero lo cierto es que la pregunta de si el embrión y el feto humanos son o no seres humanos con dignidad y derechos inherentes a su ser que deban ser reconocidos, respetados y protegidos... no debe ni puede responderla la ciencia. Como científicos, lo único que, con humildad, podemos afirmar, es que, efectivamente, el embrión humano es un ser humano (en el estadio más inicial de su desarrollo). La reflexión acerca de qué dignidad y qué derechos debemos reconocerle y en qué medida debe ser protegido por el Derecho, es objeto del conocimiento filosófico (ontología, metafísica, antropología y ética). A los juristas les tocará la delicada y comprometida tarea de legislar en consecuencia.
Nota: Recomiendo muy especialmente visiten la página web: www.bioeticaweb.com
2 comentarios
Rosa -
En España, durante la discusión y posterior aprobación de la ley 45/2003, se aportaron datos que permiten afirmar que en aquellas fechas había más de 200.000 embriones humanos congelados. Por aquel entonces se calculaba que sólo entre España, Francia y Gran Bretaña el número de embriones ascendía a 780.000. ¿De verdad cree Vd. que todos ellos han sido implantados en el útero de sus madres? No sea ingenua, por favor.
Le doy datos de un país mucho más transparente que España a la hora de facilitar información al respecto: la Human Fertilisation and Embriology Authority, de G.B., informa que de los 750.000 embriones creados en el Reino Unido desde 1991 a 1998, 237.000 han sido destruidos y otros 48.000 empleados para la investigación, que es otra forma de igualmente destruirlos.
Por lo demás, recuerde que estamos hablando de seres humanos y no de cobayas. Solamente si un único embrión de los producidos mediante FIV hubiera de acabar destruido ya estaríamos hablando de una técnica perversa e inaceptable.
alicia -