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Bitácora PI

EL INEFABLE MONTILLA, O EL BUEN SERVIDOR DE SU SEÑOR

EL INEFABLE MONTILLA, O EL BUEN SERVIDOR DE SU SEÑOR

Adolfo MONCADA

  Decir que en España se pueden estar reproduciendo las andanzas, a escala diferente, que alentaron las sospechas de la existencia de una trama de financiación ilegal y corrupción política, de los fenecidos (?) tiempos del felipismo, no deviene en exageración cuando, semana a semana, se pone de manifiesto la convergencia de las decisiones o de la inacción del Ministro de Industria, señor Montilla, convertido en comisario político del Ministro de Economía, señor Solbes, con los intereses estratégicos de una entidad financiera.

 

  En cualquier país occidental, aunque en algunos terrenos España ha entrado en una peligrosa sudamericanización setentera, los atisbos de sospecha publicados hubieran provocado que la presión mediática, política y social, condujeran al inmediato cese del Ministro, porque una dimisión ministerial en nuestra nación resulta casi imposible, ya que, objetivamente, lo mínimo que se puede afirmar es que el señor Montilla sirve a tres señores distintos y, posiblemente, a un único interés verdadero.

 

  En cualquier otro país, en cualquier democracia firme y real, hace tiempo que una Comisión de Investigación, de las realmente efectivas y no de las subordinadas que estamos acostumbrados a padecer, habría abierto un expediente con el nombre del Ministro. En cualquier país, una oposición firme y no dubitativa, claramente posicionada con respecto a la guerra de las fusiones, a la política de constitución de grandes consorcios, hubiera, al menos, exigido la comparecencia del Ministro y la clarificación pública del alcance real de las denuncias.

 

  En cualquier otro país, el anuncio de la Vicepresidenta del Gobierno de dejar en papel mojado una sentencia del Tribunal de Luxemburgo, en caso de ser contraria a la fusión a la fuerza de Gas Natural y Endesa, hubiera provocado una conmoción política, por lo que supone de disonancia, además de las implicaciones económicas, del perjuicio a la ciudadanía, con respecto al marco al que voluntariamente, y con público entusiasmo, España, y en especial el gobierno de ZP, se ha vinculado.

 

  Sin embargo, ahora sí como realidad y no como eslogan publicitario, España es diferente. Por ello, no es de extrañar la sonrisa complaciente ante las palabras de un Evo Morales que situaba a empresas españolas presentes en Bolivia en los estratos de la piratería. Probablemente acertó en el diagnóstico pero erró en la identificación, porque los bucaneros más parecen estar en el Ministerio que en las empresas.

 

  Existe convergencia evidente, pues, entre los intereses de una entidad financiera y las decisiones del Ministro de Industria. Convergencia a la que se añade el estrambote final del apoyo cerrado del gobierno en pleno a la famosa OPA. A muchos, sin embargo, más nos parece que si, pese al control mediático y propagandístico, comenzamos a sumar factores, el producto continua siendo el mismo, teniendo presente aquello que nos repetían en la escuela de que el orden de los factores no altera el producto. Y ese producto pasa por el retorno al sistema de los "amigos políticos" de la Restauración y al de los "otros amigos" del felipismo.

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