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Cultura de la vida

EUROPA SE MUERE

EUROPA SE MUERE

Daniel MARÍN

 

   Europa se muere. Y esto no es una afirmación emanada del raciocinio lógico de personas a las que algunos catalogan como catastrofistas. Ciertamente, para aquellos que su realidad depende exclusivamente de lo empíricamente demostrable, los datos proceden de la estadística más pura. Es decir, números que relatan la pérdida de potencia humana de un Occidente cada día más tecnificado y menos humanizado; donde la burocracia al servicio de la ideología política mira el dígito olvidando la persona que aguarda detrás de él. Una vida entera, con sus anhelos y deseos, con sus metas y proyectos, con sus amores y sus desamores, con sus penas y sus alegrías.
   Pues bien para aquellos que no vean con sus propios ojos la cruda realidad que se cierne sobre Occidente, emitiré los datos correspondientes.


   En primer lugar, para que la población sobreviva, el número de hijos por mujer ha ser 2,1. Una cifra que dejaría el crecimiento demográfico a cero y exclusivamente produciría el reemplazo generacional. No obstante, hoy en día esa cifra no solo es que no se alcance, sino que está muy por debajo. El retraso de la maternidad unido a su paulatina inexistencia arrojan el dato de 1,4 hijos por mujer en la actualidad. El profesor de la Universidad de Navarra Alban d’Entremont además sentencia lo siguiente: “el déficit de nacimientos se hace cada vez mayor, hasta tal punto que, de continuar así otros veinte años, se podría hacer irreversible el proceso de depauperación demográfica” .
Pues bien, esto lo dijo en 2002.


   Pero claro, esta cifra no es casuística ni capricho del destino.
   La sociedad Occidental, plenamente sensualizada, egoísta y narcisista, acopla una visión antropológica donde el matrimonio es una carga pesada y el sentido de la maternidad es un lastre y casi un obstáculo para la dignidad de la mujer. Una mujer a la que se erotiza en series de televisión, anuncios y publicidad, usándola como objeto de placer para lograr un objetivo claro en las marcas: vender más productos a base de despertar el instinto sexual del ser humano.


   Así, en la pequeña pantalla, en los folletos informativos y en todos los impactos audio y visuales que nos trasmiten, se enseñan familias desestructuradas -véase el anuncio de Renault Scenic-, se incita a la infidelidad y a tener aventuras extramatrimoniales –véase “revive la pasión, ten una aventura” de la Web Victoria Milan-, se ridiculiza a los adultos y a las autoridades, como profesores o policías, -véase series como “Los hombres de Paco” o “Física y Química”- y se venden marcas a cambio de sexo –véase Axe- o placer sin límites -véase marcas de bebidas alcohólicas-.


   La potenciación de los valores relativistas del todo vale y del aquí y ahora dificultan el emprendimiento de decisiones que requieren de gran madurez, como tener hijos o casarse. Madurez de la que adolecen los miembros de la sociedad occidental infantilizada, que recurren al divorcio express o al aborto en cuanto se ven envueltos en algún tipo de responsabilidad que les supera. De esta forma, cada día, en España, se rompen 451 matrimonios, y de cada 3 que se crean 2 se separan. El número rupturas ha aumentado en la última década un 205%, y lo preocupante de las cifras es que cada año aumentan más en lugar de disminuir. Conforme a los abortos, cada 4,7 minutos en España se procede a erradicar la vida de un nasciturus. El rango de edad mayoritario de las mujeres que se someten a este tipo de operación es de 20-24 años, seguido de menores de 19. En la última década el número de madres que renuncian a sus hijos no nacidos ha aumentado un 98,31%.
   La destrucción de la familia y por ende, la destrucción de la sociedad occidental, se ha escondido detrás de una venta derechos. Falsos derechos que esconden tras su aspecto lozano una falta total de responsabilidad y un profundo resultado de insatisfacción.


   Familias hundidas, hijos con problemas psicológicos, falta de plenitud y realización de las personas, y a la postre, una ingrata infelicidad generalizada.
   Los estudios demuestran que alrededor de la mitad de la población española sufre trastornos depresivos. Según la Organización Mundial de la Salud, esta patología será en 2020 la segunda causa de incapacidad del mundo. No obstante, otros problemas que surgen de la ansiedad, de la falta de autoestima y de la depresión también están aumentando en cifras preocupantemente graves cada año. Según la propia OMS, el 53% de la población española sufre sobrepeso y de ese 53%, alrededor de un 30% acucian una obesidad que afecta directamente a la salud.


   La situación de infelicidad a la que finalmente se llega ocasiona estados de inestabilidad, irritabilidad y convulsión en la acción humana que llevan a situaciones de violencia express, como modo exclusivo de canalizar la insatisfacción. De esta manera, año tras año aumentan el número de agresiones, el número de homicidios, el número maltratos conyugales y en definitiva el número de denuncias y juicios en comisarías y juzgados.


   La cultura del consumo, la cultura de lo material, la cultura de lo individualista, la cultura de lo egoísta, la cultura de la irresponsabilidad, la cultura de la imagen y la belleza narcisista, la cultura de los falsos derechos y de los deberes invisibles, está llevando a Occidente a un estado de extinción. Y no son meras percepciones personalistas, cualitativas y subjetivas, sino que son realidades que trascienden en datos cuantitativos y objetivos.


Europa se muere y nosotros con ella. Debemos curarla, debemos curarnos.

DILEMAS QUE PLANTEA EL MATRIMONIO HOMOSEXUAL

DILEMAS QUE PLANTEA EL MATRIMONIO HOMOSEXUAL

Mario MENEGHINI

 

   Quedó promulgada la Ley 26.618, que modifica el régimen de matrimonio civil, permitiendo que “los contrayentes sean del mismo o de diferente sexo”. Lo ocurrido en la última semana dejó en evidencia que no se trata de una simple modificación legal; se ha vulnerado gravemente el concepto tradicional de familia y, además, se efectuó un ataque furibundo contra la Iglesia Católica.

 

   1. La nueva ley ha merecido fundadas críticas por sus defectos jurídicos, por ser claramente inconstitucional, y por estar basada en criterios falsos en los aspectos biológicos y psicológicos. Baste citar el testimonio brindado por Jorge Reinaldo Vanossi, presidente de la Academia de Ciencias Políticas y Morales, que calificó al texto como una “verdadera chapucería” jurídica. También la Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales emitió un dictamen sobre la inconstitucionalidad de la nueva ley.

 

   2. Sin embargo, lo que nos interesa comentar aquí es el desafío que implica para los católicos esta ley, y la forma en que en que se encaró la oposición a la misma. Para eso, no podemos desconocer que existieron discrepancias en el seno de la Conferencia Episcopal Argentina: algunos obispos, encabezados por monseñor Aguer postularon el rechazo total. Otros, liderados por monseñor Bergoglio, sostuvieron que convendría apoyar la unión civil, “en base al principio moral del mal menor” (Clarín, 14-7-10). Esa situación fue descripta por los medios de comunicación, en especial por el periodista Sergio Rubin, uno de los autores de la biografía del cardenal Bergoglio, y reiterada en el mismo diario Clarín el día 18.

 

   3. Tal vez la necesidad de consensuar entre las distintas posiciones condujo a que la Declaración “Sobre el bien inalterable del Matrimonio y la Familia” (20-4-10), careciera de la suficiente precisión, lo que generó  dudas, y análisis periodísticos equívocos. Tuvo que aclarar  monseñor Marino  -encargado del seguimiento de los proyectos legislativos- que: “los argumentos de fondo sobre el reconocimiento como matrimonio a las uniones de personas del mismo sexo, se extienden también a los proyectos de ley que intentan una legalización de tales uniones a través de leyes de unión civil o similares” (AICA, 2-7-10). También monseñor Lona aludió a “la responsabilidad de aclarar este tema ante la opinión pública” (Nuevo Encuentro, 5-6-10).

 

   4. Las dudas fueron posibles porque la Declaración, luego de rechazar el matrimonio homosexual en el punto 3, aludió de una manera elíptica y demasiado técnica a la unión civil en el punto 5:

sería una discriminación injusta contra el matrimonio y la familia otorgar al hecho privado de la unión entre personas del mismo sexo un estatuto de derecho público”.

 

   5. Luego de aprobada la ley, contribuyó a mantener la confusión una frase de monseñor Marino: “Ante leyes injustas, compete a los laicos procurar disminuir sus efectos negativos si no es posible su total rechazo” (Los Andes, 18-7-10). Consideramos necesario, entonces, analizar cuál es la doctrina aplicable sobre el tema en cuestión.

 

Doctrina del mal menor

 

   6. Afirma Santo Tomás [1] que “cuando es forzoso escoger entre dos cosas, que en cada una de ellas hay peligro, aquélla se debe elegir de que menos mal se sigue”. Por cierto que nunca es lícito, ni aún por razones gravísimas, hacer el mal para conseguir el bien, es decir, hacer objeto de un acto positivo de voluntad lo que es intrínsecamente desordenado, pero sí es lícito tolerar un mal moral menor a fin de evitar un mal mayor o de promover un bien más grande [2] .

 

Antecedentes doctrinarios sobre uniones entre homosexuales

 

   7. El Pontificio Consejo para la Familia, emitió el 26-7-2000 el documento Familia, matrimonio y uniones de hecho, en cuyo párrafo 23 aborda la cuestión que nos interesa:

La verdad sobre el amor conyugal permite comprender también las graves consecuencias sociales de la institucionalización de la relación homosexual… Todavía es mucho más grave la pretensión de equiparar tales uniones a la calidad de matrimonio legal, como lo promueven algunas iniciativas recientes. Por si fuera poco, los intentos de posibilitar legalmente la adopción de niños en el contexto de las relaciones homosexuales añade a todo lo anterior un elemento de gran peligrosidad”.

 

   8. La Congregación para la Doctrina de la Fe, promulgó el 3-6-2003, las Consideraciones sobre los proyectos de reconocimiento legal de las uniones entre personas homosexuales, documento aprobado expresamente por Juan Pablo II. Se indican los criterios a tener en cuenta por los políticos católicos (p. 10):

 

   a) En el caso de que en una Asamblea legislativa se proponga por primera vez un proyecto de ley a favor de la legalización de las uniones homosexuales, el parlamentario católico tiene el deber moral de expresar clara y públicamente su desacuerdo y votar contra el proyecto de ley”.

 

   b) Cuando ya se encuentre vigente una ley favorable a las uniones homosexuales, y “no fuese posible abrogar completamente una ley de este tipo, el parlamentario católico, recordando las indicaciones dadas en la Encíclica Evangelium Vitae, puede lícitamente ofrecer su apoyo a propuestas encaminadas a limitar los daños de esa ley y disminuir así los efectos negativos en el ámbito de la cultura y de la moralidad pública…”.

 

   9. Conviene tener en cuenta que el prefecto de la Congregación era el entonces cardenal Ratzinger, quien ejercía el mismo cargo el año anterior cuando dicho organismo pontificio dio a conocer la Nota Doctrinal sobre la vida política [3], aprobada por el Santo Padre. Pues bien, en este documento  -al afirmarse la obligación de oponerse a toda ley que atente contra la vida humana-,  se puede advertir una sutil pero precisa diferencia en la aplicación del mal menor:

 

“Esto no impide, como enseña Juan Pablo II en la Encíclica Evangelium Vitae a propósito del caso en que no fuera posible evitar o abrogar completamente una ley abortista en vigor o que está por ser sometida a votación, que un parlamentario, cuya absoluta oposición personal al aborto sea clara y notoria a todos, pueda lícitamente ofrecer su apoyo a propuestas encaminadas a limitar los daños de esa ley y disminuir así los efectos negativos en el ámbito de la cultura y de la moralidad pública” (p. 4).

 

   10. Es decir, que la aplicación válida del mal menor en cuanto a las uniones homosexuales, se limita al apoyo eventual a un proyecto que permita limitar los daños de una ley ya en vigencia, pero no a un proyecto que va ser votado por primera vez como ocurrió en el Congreso argentino en el año en curso. De modo que, a nuestro juicio, los legisladores católicos no debieron apoyar ni el proyecto oficial de matrimonio, ni los proyectos alternativos de unión civil.

 

   11. Habiendo ratificado el Catecismo la doctrina tradicional de que “los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados”, y que “no pueden recibir aprobación en ningún caso” (2357), resultaría incoherente avalar la legalización de dichas relaciones.

 

 

 

[1] Santo Tomás de Aquino. Del gobierno de los príncipes; Cultura, 1945, p. 35.

[2] Pablo VI. Carta Encíclica Humanae Vitae, 25-7-1968.

[3] Congregación para la Doctrina de la Fe. Nota doctrinal sobre algunas cuestiones relativas al compromiso y la conducta de los católicos en la vida política; 24-11-2002.

OBISPOS ESPAÑOLES Y ABORTO: LA HISTORIA SE REPITE

OBISPOS ESPAÑOLES Y ABORTO: LA HISTORIA SE REPITE

Ángel David MARTÍN

 

   Todos los indicios hacen pensar que los obispos españoles van a repetir lo ocurrido en 1985 cuando, en los debates previos a la aprobación de la ley despenalizadora del aborto, se limitaron a recordar la doctrina de manera teórica pero evitando la polémica y paralizando la movilización clara e inequívoca de los católicos. Hasta ahora tampoco habíamos encontrado ninguna alusión a la posición en que quedan las autoridades y las instituciones de un Estado, todas ellas manchadas y cuestionadas en caso de salir adelante la ley, como ya lo están con la ahora vigente.

   Ahora bien, en relación con la previsible aprobación de la ley que convierte el crimen del aborto en uno más de los derechos reconocidos por el democrático estado español, hay que reconocer que en esta ocasión, las alarmas se han disparado y ha sido el propio portavoz de la Conferencia Episcopal el que ha bajado a la arena para escenificar una defensa del Monarca responsable de la sanción de los textos legales de acuerdo con los mecanismos previstos en la Constitución.

   Y es que iniciativas como las promovidas desde Religión en Libertad, han demostrado con argumentos jurídicos y teológicos contundentes, que era posible esperar que el Jefe del Estado niegue la sanción de la ley. Como todo hace pensar que don Juan Carlos de Borbón, firmará, una vez más, la disposición que condena a muerte a cientos de miles de inocentes no nacidos, la Conferencia Episcopal ha decidido acudir en socorro del interpelado.

   Tras la reunión de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal que tuvo lugar ayer, los periodistas preguntaron hasta siete veces a monseñor Martínez Camino por la situación del Jefe del Estado ante la ratificación de la ley del aborto. Teniendo en cuenta que la cuestión no pudo sorprenderle desprevenido se capta el verdadero alcance de las respuestas:

   «La situación de Su Majestad el Rey es única, ningún otro ciudadano está en esa situación no existe un principio general para su caso y no hay una exhortación de la Conferencia Episcopal para ello, no es necesario. No es que haya temor a hacerla, es que no es necesario», afirmó.

   Al insistir los periodistas, añadió: «El caso del Rey es único, distinto del político que da su voto, pudiendo no darlo. La Conferencia Episcopal no va a dar consejos ni declaraciones por el acto del Rey, que es distinto al del parlamentario».   Y al ser preguntado una vez más, afirmó: «La Conferencia Episcopal no quiere pronunciarse sobre la responsabilidad del acto único que hace el Rey. Y yo no voy a dar mi opinión particular como moralista. El tema daría para escribir cuatro libros. No voy a dar mi opinión porque la Conferencia no tiene un juicio ni lo va a emitir».

La doctrina de la Iglesia

 

   Soy consciente de la agudeza crítica y del prestigio intelectual de Monseñor Martínez Camino y alguien con su perfil no puede estar convencido de las razones alegadas por él mismo, argumentos que se refutan desde los más elementales principios de la moral católica y que están en franca contradicción con los que fueron expuestos en 1985 por el entonces Obispo de Cuenca, don José Guerra Campos. Menos aún se entiende tan exquisita prudencia a la hora de emitir un juicio cuando están en juego millones de vidas humanas.

   Recordemos, como ya hicimos en otros artículos, la doctrina expuesta por monseñor Guerra Campos en una serie de intervenciones que contienen la única expresión completa de la doctrina católica sobre la legislación abortiva hecha pública por un obispo español. A diferencia de Martínez Camino, Guerra Campos precisó la responsabilidad de las autoridades concretada en los autores de la ley entendiendo como tales el presidente del Gobierno y su Consejo de Ministros; los parlamentarios que la voten y el jefe del Estado que la sancione. Terminaba recordando que ninguna autoridad de la Iglesia puede modificar la culpabilidad moral ni la malicia del escándalo:

«A veces, se pretende eludir las responsabilidades más altas como si la intervención de los Poderes públicos se redujese a hacer de testigos, registradores o notarios de la «voluntad popular». Ellos verán. A Dios no se le engaña. Lo cierto es que, por ejemplo, el Jefe del Estado, al promulgar la ley a los españoles, no dice: «doy fe». Dice expresamente: «MANDO a todos los españoles que la guarden». Los que han implantado la ley del aborto son autores conscientes y contumaces de lo que el Papa califica de «gravísima violación del orden moral», con toda su carga de nocividad y de escándalo social. Vean los católicos implicados si les alcanza el canon 915, que excluye de la Comunión a los que persisten en «manifiesto pecado grave». ¿De veras pueden alegar alguna eximente que los libre de culpa en su decisiva cooperación al mal? ¿La hay? Si la hubiere, sería excepcionalísima y, en todo caso, transitoria. Y piensen que los representantes de la Iglesia no pueden degradar su ministerio elevando a comunicación in sacris la mera relación social o diplomática. La regla general es clara. Los católicos que en cargo público, con leyes o actos de gobierno, promueven o facilitan -y, en todo caso, protegen jurídicamente- la comisión del crimen del aborto, no podrán escapar a la calificación moral de pecadores públicos. Como tales habrán de ser tratados -particularmente en el uso de los Sacramentos-, mientras no reparen según su potestad el gravísimo daño y escándalo producidos».

 

   Menos aún hemos oído a los prelados que se han ocupado de la cuestión del aborto en relación con la ampliación de la actual ley, denunciar las raíces de la legalización del crimen en una Constitución gravemente cuestionable desde el punto de vista moral. El entonces obispo de Cuenca hacía unas afirmaciones que adquieren ahora mayor actualidad:

«El gran problema es que, si la Constitución, en su concreta aplicación jurídica, permite dar muerte a algunos, resulta evidente que, no sólo los gobernantes, sino la misma ley fundamental deja sin protección a los más débiles e inocentes». (Y a propósito: ¿tienen algo que decirnos los gobernantes, más o menos respaldados por clérigos, que en su día engañaron al pueblo, solicitando su voto con la seguridad de que la Constitución no permitía el aborto? Y digan lo que digan, ¿va a impedir eso la matanza que se ha legalizado?)

¿Qué se puede esperar ahora?

 

   Ahora solo cabe esperar que algunos obispos a título particular y con toda la autoridad magisterial que les compete, se desmarquen de la posición expresada por Martínez Camino y vuelvan a exponer y actualizar la doctrina católica en relación con las leyes injustas y con los responsables de su aprobación y aplicación. Esta reacción -la de cada uno de los obispos sin el paraguas de la Conferencia Episcopal- será un auténtico test que nos permita comprobar si realmente se está produciendo un cambio a mejor del episcopado español (como sostienen algunos con mejores deseos que capacidad de análisis) o nos encontramos ante la enésima re-edición de la autodemolición en su más ibérica versión taranconiana.

   Teniendo en cuenta la gravedad del asunto tratado, a nadie debería extrañar una intervención de la Sede Apostólica, tan activa en la defensa de los derechos humanos. Sería muy deseable que Benedicto XVI hiciera pública su posición para evitar que alguno de esos especialistas en detectar malas intenciones le reprochen -como ya hicieron con Juan Pablo II y el episcopado español- la aceptación tácita de la Ley de 1985. Esa tolerancia de hecho ante ésta y tantas otras realidades legislativas que van transformando la esencia de nuestra sociedad es, probablemente, la responsabilidad más grave de los jerarcas y de los católicos españoles que, salvo honrosas y minoritarias excepciones, han renunciado a cualquier consecuencia cultural y social de su fe. Solamente así se explica que, millones de ellos, se identifiquen con posiciones como las enunciadas desde el Partido Popular, fiel a la más estricta defensa de los supuestos planteados por los socialistas en la Ley del aborto de 1985... O acudan a manifestaciones promovidas por sedicentes pro-vida que evitan cualquier referencia clara en contra de la legislación abortiva vigente porque se oponen a la ampliación de la actual regulación pero aceptan esta última. En el fondo, toda la casta política y los millones de españoles que la respaldan con sus votos, actúa al servicio del modelo político implantado en España a partir de 1978 y sostenido sobre cuatro pilares: la destrucción de la nación (autonomías), la destrucción de la familia (divorcio), la degradación cultural (leyes educativas) y la destrucción de la vida (aborto). El árbol se plantó entonces, ahora basta recoger sus frutos y lo único que admite una mínima disputa es quién habrá de llevarse la cosecha.

   Si hay alternativa, únicamente será posible en la medida que tenga lugar la recuperación de la hegemonía cultural en la sociedad. Algo que implica la lucha por la Verdad -que no se impone por sí misma- y la capacidad de generar instrumentos coercitivos que, al amparo de la ley, actúen como freno de las tendencias disgregadoras.

16 CAUSAS Y 7 CONSECUENCIAS DEL ENVEJECIMIENTO DE LA POBLACIÓN MUNDIAL

16 CAUSAS Y 7 CONSECUENCIAS DEL ENVEJECIMIENTO DE LA POBLACIÓN MUNDIAL

Víctor RUIZ

 

   La población envejece debido a una serie de cuestiones negativas para la fecundidad y a otras que proporcionan una esperanza de vida creciente.


   La población mundial envejece a un ritmo creciente que ya hace prever que en 2040 habrá más ancianos que niños. Ante esta perspectiva, cabe preguntarse por las causas y posibles consecuencias del preocupante escenario que nos espera dentro de tres décadas. Tal como señala Ángel Luis Toledano Toledano, licenciado en Teología por la Universidad Pontificia Comillas de Madrid y Master en Doctrina Social de la Iglesia por el Instituto Social ‘León XII’ de la Universidad Pontificia de Salamanca, las dos principales causas del envejecimiento demográfico son "el descenso de la fecundidad y el crecimiento de la esperanza de vida".
 
   En su libro "Hacia el equilibrio de la población mundial", Toledano detalla además hasta 11 factores que "influyen negativamente en el descenso de la fecundidad" en el mundo, al mismo tiempo que, entre otras, hay cinco "causas positivas que contribuyen al aumento de la esperanza de vida al nacer".
 
   Asimismo, este experto plantea que "de las causas principales del envejecimiento, la baja fecundidad y la esperanza de vida creciente", derivan siete "consecuencias importantes a tener en cuenta".

 

Causas negativas del descenso de la fecundidad

 

   "Aunque las causas de la disminución de la fecundidad en el mundo son complejas algunas ya están identificadas para muchos demógrafos y varias de ellas son de orden cultural, psicológico y moral", asegura Toledano. Según relaciona en su libro, las causas más importantes que "influyen negativamente en el descenso de la fecundidad" son las siguientes:
 

   1. La existencia de una mentalidad general desfavorable a la nupcialidad y el retraso en la edad del matrimonio, junto a la difusión de nuevas formas de relación de hecho fuera del matrimonio y el fuerte aumento de los divorcios.
 
   2. La incorporación numerosa de la mujer al trabajo, sin la implementación de medidas que concilien armoniosamente la vida familiar y laboral.
 
   3. La ausencia o el retraso de los gobiernos en implantar verdaderas políticas familiares correctoras de los desequilibrios demográficos que desde hace décadas se constatan en varias regiones del planeta.
 
   4. La propagación difusa de un pesimismo antropológico en la sociedad industrial. El individualismo y la competitividad generan de suyo un ambiente pesimista.
 
   5. El cambio de mentalidad en cuanto a la reproducción humana provocado por los nuevos valores de la sociedad postindustrial que ponen otras aspiraciones por encima de la procreación y de la formación de familias.
 
    6. La irresponsable difusión y el recurso sistemático a las modernas técnicas anticonceptivas, la esterilización y el aborto provocado.
 
   7. El ambiente cultural materialista que favorece casi en exclusiva el progreso económico, técnico y científico-material desconociendo, en contraposición, la dimensión espiritual de las personas y su progreso moral.
 
   8. La desvalorización secularista de la propuesta humanizadora y trascendente de las religiones del mundo.
 
   9. La implantación de procesos sociales individualistas que no tienen en cuenta la dimensión comunitaria y social de las personas.
 
   10. Parece también que el descenso de la fecundidad está ligado a un determinado concepto de desarrollo con factores como los muchos años de formación educativa, la incorporación de las mujeres al mundo laboral, el cambio de la estructura de autoridad en la familia, los modos de vida urbanos y otras aspiraciones legítimas al margen de la formación de familias.
 
   11. Finalmente, los avatares de la economía y la sociedad influyen de forma directa o indirecta en la tasa de fecundidad. En momentos de crisis e incertidumbres económicas o sociales se resiente en primer lugar la nupcialidad y ello repercute a su vez en la fecundidad".

 

Causas positivas del aumento de la esperanza de vida
 

   En "Hacia el equilibrio de la población mundial", Toledano expone también cinco causas positivas que favorecen el aumento de la esperanza de vida, pero que se suman al mismo tiempo a las anteriores en cuanto al envejecimiento de la población.
 

   12. El drástico descenso de mortalidad generalizado en todas las regiones del mundo en las distintas etapas de la vida.
 
   13. Las mejoras sanitarias y de higiene humana.
 
   14. El aumento del nivel de vida general en muchas regiones.
 
   15. Una mejor producción alimentaria y progresos en su distribución.
 
   16. La implementación de políticas de desarrollo más eficaces.
 

Algunas consecuencias

 

   Por otra parte, Toledano añade en su libro que de las anteriores causas se "derivan algunas consecuencias importantes a tener en cuenta", concretamente siete:
 

   1. El desequilibrio de las estructuras demográficas por edad, es decir, la inversión o quiebra de la pirámide de edades, con la disminución de las generaciones de niños y jóvenes en estas sociedades. Por esto la población de adultos jóvenes tendrá que asegurar la producción del país y sostener unas amplias cohortes de poblaciones ancianas.
 
   2. La crisis de los sistemas educativos por la tentación de realizar recortes en los presupuestos económicos dedicados en etapas anteriores a la formación de las nuevas generaciones.
 
   3. La pérdida o debilitamiento de la memoria colectiva y problemas a la hora de transmitir las propias conquistas culturales, científicas, técnicas, artísticas, morales y religiosas de las comunidades. La falta de población pone en peligro la transmisión del patrimonio común de la humanidad.
 
   4. Algunos afirman también el agravamiento del desempleo y la base productiva y económica de la sociedad. Las sociedades opulentas, pero envejecidas, corren el riesgo de hundirse en un egoísmo creciente. Se vislumbra una posible degradación de la solidaridad entre generaciones, que llevaría a auténticos conflictos en el reparto de los recursos económicos.
 
   5. La influencia negativa en el perfil psicológico del conjunto de la población. El aumento del carácter sombrío, la falta de dinamismo intelectual, económico, científico y social o carencias en la creatividad social parecen ser notas distintivas de las naciones ‘viejas’.
 
   6. La tentación de la eutanasia puede sobrevenir como un método potencial para aligerar el peso de los sistemas de seguridad social (mutualidades, pensiones, reembolso de prestaciones, etc.).
 
   7. Los desequilibrios violentos producidos entre países y regiones del planeta cuyas poblaciones presentan estructuras por edad muy diversas que acarrean problemas sociales tales como la inmigración ilegal.

PRO-VIDAS Y ABOLICIONISTAS: ES IGUAL PERO NO ES LO MISMO

PRO-VIDAS Y ABOLICIONISTAS: ES IGUAL PERO NO ES LO MISMO

Francisco TORRES

 

   No creo escandalizar a nadie si afirmo que la cuestión del aborto, y por ende la Defensa de la Vida, por más que esté presente en el debate público desde hace algunos años, por más que haya adquirido un cierto peso específico en el mismo, en realidad, a la hora de la verdad no entraña coste político alguno para los dos grandes partidos, para el PP y para el PSOE.

   La oposición, desde un plano estrictamente teórico, al aborto en España es común a una parte importante de la sociedad española. Ahora bien, no es menos cierto que esa oposición y la lucha por la Vida, que en abstracto comparten tantos, en la que un número importante de españoles milita, no influye para nada a la hora de participar o militar en política. Sólo en una minoría ínfima, inapreciable, de electores el posicionamiento de los partidos ante el aborto es decisorio a la hora de escoger, pese a que estamos hablando del primero de los derechos fundamentales: el derecho a nacer.

 

   Son numerosísimos los españoles que, desde posicionamientos teóricos, se oponen al aborto, que llegado el momento se movilizan y salen a la calle, pero esos mismos españoles prescinden, llegado el momento de votar, de esa cuestión. Y entre ellos es necesario incluir, porque no hacerlo sería un ejercicio de hipocresía, a las centenas de miles de religiosos o miembros de comunidades cristianas, de católicos practicantes, para los que teóricamente la Defensa de la Vida constituye, tal y como señala Benedicto XVI, un principio innegociable. La justificación de tal comportamiento reside en la tesis de que no estamos ante una lucha política, ante una cuestión política; que, en todo caso, estamos ante un problema social contra el que debe lucharse desde la sociedad civil. Ese ha sido el marco de actuación de las diversas asociaciones provida desde la legalización del aborto en España en 1985.

   Esta despolitización del tema del aborto, entendida como no contemplado o incluso en el debate político, es la que ha contribuido, durante décadas, a su marginación por parte de los partidos. Que esto es así lo revelan las manifestaciones de María Dolores de Cospedal, Secretaria General del Partido Popular, coincidiendo en ello con la ministra socialista Trinidad Jiménez,  afirmando hace unas semanas que lo que estaba en debate era la reforma de la ley propuesta por el PSOE pero que el debate ya no era "aborto sí o aborto no". En este sentido el discurso de populares y socialistas es coincidente: el aborto cabe dentro de la Constitución, con lo que es perfectamente admisible, porque no se ha producido una despenalización absoluta del mismo, por lo que se protege también al nasciturus. De ahí que, sin el menor rubor, ambos partidos puedan afirmar que defienden la Vida, y ambos partidos puedan ser apoyados y votados por los católicos. De ahí que, por ejemplo, cuando la Iglesia Católica recomienda que no se vote a quienes no defiendan la Vida nadie, ni candidatos ni electores, se da realmente por aludido. Los votantes populares comparten con los dirigentes del PP la idea de que con la actual ley del aborto se defiende la Vida y los votantes socialistas piensan absolutamente lo mismo.

 

   Hoy tanto el Partido Popular como el Partido Socialista son partidos partidarios del aborto. Ni más ni menos. El PP defiende la actual ley, la que ha conseguido que cada año sean abortados más de cien mil niños, y nunca se planteó su derogación. Nunca la derogación de la ley del aborto se incluyó en el programa del Partido Popular. Ni con Fraga, ni con Hernández Mancha, ni con Aznar, ni con Rajoy. Y nunca se sintió incomodado por movimientos pro-vida entre cuyos miembros destacados figuraban hombres y mujeres del PP.

   El PSOE hoy propone sustituir la ley vigente por una de las denominadas de plazos. Constitucionalmente, salvo que la nueva ley reconociera explícitamente el aborto como un derecho, también la nueva propuesta socialista entraría dentro de la doctrina del constitucional, al no producirse una despenalización completa del aborto y por tanto, de algún modo, continuaría existiendo una protección del nasciturus; lo que además entraría dentro del concepto moderno de "viabilidad de la vida", porque científicamente no es ya posible obviar que existe vida desde el momento de la concepción, que se propone desde la ONU para conciliar la Declaración de Derechos del hombre con la existencia de las leyes abortistas.

   La reciente manifestación madrileña ha mostrado en todo su dramatismo las complejidades del denominado "movimiento provida" en España. En el mismo es posible distinguir entre los "abolicionistas" y los "posibilistas". Durante treinta años, desde la aprobación de la anterior ley, controlado y reconducido por la doctrina del "consenso social sobre la actual ley del aborto" grata al Partido Popular y a muchos sectores católicos, el movimiento contra el aborto ha sido posibilista e invisible socialmente. Es el incremento escandaloso de las cifras, especialmente a partir de los gobiernos del señor Aznar, quien no hizo absolutamente nada a favor de la vida, y de los datos que año tras año han demostrado que en las Comunidades gobernadas con mayoría absoluta por el Partido Popular (Madrid, Valencia...) se aborta con igual o mayor celo que en las socialistas, el que provoca la aparición de un poderoso movimiento abolicionista. Para estos sectores del movimiento pro-vida, como de verdad "cada vida importa", el problema no es si la ley es socialista o popular, el problema es la existencia misma de leyes abortistas y de políticas a favor de la cultura de la muerte (distribución de Píldoras abortivas). Este movimiento abolicionista, reducido y silenciado, ha impulsado y empujado al movimiento provida a una actuación mucho más visible obligándole, a pesar de los intentos de algunos sectores del mismo próximos al Partido Popular, a ir pronunciándose, en lógica coherencia, a favor de las tesis abolicionistas.

 

   El problema, que se trasluce en alguna de las informaciones recogidas aparecidas a raíz de la manifestación del 17 de octubre, que ha sido distante de la convocada antes del verano con aparente idéntico fin, es que si los abolicionistas se imponen, si lo que se plantea de verdad, en lógica coherencia con los lemas de la última convocatoria, "cada vida importa", es la erradicación de las leyes abortistas en España, podrían producirse variaciones sensibles en el mapa político español. Que los manifestantes salieron a la calle para oponerse no sólo a la reforma socialista sino a toda la legislación abortista es un hecho demostrable. Los hechos son tozudos: ¿No vimos todos a unos niños de la organización que portaban unos carteles con el año y el número de abortos producido en ese año? ¿Esa manifestación plástica era contra la ley socialista o contra toda ley del aborto? ¿No fueron inequívocas las palabras de Benigno Blanco, presidente del Foro Español de la Familia, al decir que "no pararemos hasta que no haya ni un solo aborto más en España"? ¿No advirtió a los políticos que "nos gobiernan y a los que están en la oposición"?

 

   Lo que los medios afines al PP, sólo basta con repasar el sentido de la cobertura informativa que dieron tanto la prensa escrita como la televisiva, querían era una manifestación "contra la nueva Ley del Aborto", una manifestación contra el PSOE. Como, pese a lo ambiguo de los mensajes de la convocatoria, no parecía seguro que ese fuera el sentido final, ellos pondrían la lectura política. Ahí están como prueba los titulares del día siguiente o el largo desfilar de dirigentes del PP haciendo declaraciones en las que se manifestaban contra la ley socialista e interpretaban la manifestación y la lucha por la vida en ese sentido.

   Paradigmática fue, por ejemplo, la entrevista sostenida en el estudio televisivo de IntereconomíaTV en la Puerta de Alcalá, con el Consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, gobernada por el Partido Popular, señor Güemes. Naturalmente el presentador se abstuvo de recordarle cuál es la política de su Consejería en materia de defensa de la Vida; de preguntarle sobre los conciertos que la Comunidad de Madrid tiene con las clínicas abortistas; de permitirle que explicara cuál es la política que sigue la Comunidad de Madrid con respecto al reparto de Píldoras abortivas, con horario incluido, en los Centros de Salud o dispensarios madrileños. Eso sí le pidió que explicara cómo el Partido Popular se opone al aborto. Y Güemes se explicó: en 1985, AP, presentó el recurso de inconstitucionalidad a la actual ley y gracias a ello, gracias al PP, la doctrina del constitucional reconoce el derecho del nasciturus. Naturalmente el periodista-editorialista de la manifestación no le recordó que gracias a esa protección conseguida por el PP sólo han sido asesinados en España algo más de un millón de niños y una porción significativa de los asesinatos se ha realizado en la Comunidad de Madrid o que el señor Guemes es el Consejero de Sanidad con mayor número de abortos absolutos en su demarcación. Y estaba allí, luchando por la vida.

   Los medios próximos al PP, en especial los televisivos en su retransmisión en directo, se encargaron de subrayar la presencia de destacados miembros del PP, desde Cospedal a Esperanza Aguirre pasando por Aznar o Mayor Oreja. E incluso anunciaron la apocalíptica revuelta interna que se desatará en el PSOE, donde también existen defensores de la Vida (al menos existen en el mismo sentido que en el PP, dejar la ley como está), si Zapatero y Bibiana se mantienen en sus trece. Se hicieron eco de los miembros del PP desplazados desde toda España que, junto con una treintena de diputados del partido, iban a protestar por la ley socialista y, en definitiva, a fundir su imagen con la de la manifestación en previsión de hipotéticas y futuras fugas de votos. Se han aprendido bien la lección y todos, cuando les preguntan, dicen que el aborto es un fracaso y que lo que se tiene que hacer es poner en marcha políticas de ayuda a las mujeres embarazadas. Y todos se manifiestan rotundamente contra la tesis de que el aborto es un derecho de la mujer. Lo que en realidad no pasa de ser una oposición terminológica, porque, sea reconocido o no tal derecho, el aborto seguirá existiendo en España. Cierto es que el PP no lo reconoce como tal, pero sí es partidario de que existan leyes abortistas como la actual. Con ello cubren el expediente pero, en ningún caso, son partidarios de la derogación de la legislación abortista.

 

   Es evidente que políticamente preocupa el devenir del movimiento antiabortista que amenaza con desbordar el posibilismo de los pro-vida. El diario EL MUNDO, advertía que los concentrados no sólo protestaban por la nueva Ley del Aborto. Lo que según David Gistau "desnaturalizó en parte el espíritu de la protesta" (sería de la protesta que esperaban que fuese tanto los medios afines al PP como Génova 13). Y es que al diario EL MUNDO le parece "razonable" una protesta contra las medidas gubernamentales que "no figuraban en el programa votado y que se antojan ligeras e insensatas", argumento repetido por otros medios próximos al PP, pero no "regresar a la revisión general de una ley del aborto, que ya nos habíamos dado y digerido -también el PP- y que formó parte de la epifanía española de la Transición".    

   No me cabe duda de que, al menos mediáticamente, el PP ha conseguido su objetivo, ser el usufructuario político de la corriente de opinión contraria al aborto; que para millones de españoles el PP continua siendo un partido antiabortista que se opone al abortista partido socialista. De hecho, Mariano Rajoy no ha dudado a la hora de sumarse a la manipulación de la manifestación del 17 de octubre afirmando que los que salieron a la calle compartían sus puntos de vista y demuestran lo acertado de su planteamiento. Pero no es menos cierto que esa imagen monolítica de defensor de la vida del PP, a la que sirve con empeño algún sector provida -y está en su derecho-, empieza a tener fisuras entre aquellos que son capaces de pensar.

ORIENTACIONES OFICIALES SOBRE EDUCACIÓN SEXUAL

ORIENTACIONES OFICIALES SOBRE EDUCACIÓN SEXUAL

Mons. Héctor Aguer, arzobispo de La Plata

 Mensaje de monseñor Héctor Aguer, arzobispo de La Plata sobre el "Material de formación de formadores en educación sexual y prevención del VIH/SIDA" distribuido por los ministerios de Educación y de Salud de la Presidencia de la Nación.

   Se está difundiendo actualmente un documento de 302 páginas titulado "Material de formación de formadores en educación sexual y prevención del VIH/SIDA". Se trata de un emprendimiento oficial, que procede de los ministerios de Educación y de Salud de la Presidencia de la Nación; una realización regional del Proyecto de Armonización de Políticas Públicas para la promoción de Derechos, Salud, Educación Sexual y Prevención del VIH/SIDA en el Ámbito Escolar, con el auspicio de ONUSIDA y otros organismos internacionales. Lleva también otro nombre: "Proyecto Conjunto País". El texto es una recopilación de escritos dispares, pero unificados por una opción claramente ideológica, que no refleja la variedad de posiciones que pueden adoptarse en una materia tan esencial y que ha sido objeto de discusiones en distintos ámbitos, sobre todo en la comisión creada oportunamente por el Ministerio de Educación de la Nación para definir los lineamientos curriculares de Educación Sexual. Por su tenor parece otra imposición totalitaria del Estado, sobretodo teniendo en cuenta la delicadeza del asunto, ya que en ninguna de sus propuestas toma en cuenta la libertad de conciencia, tanto de los alumnos como de sus padres, garantizada por la Constitución y la misma Ley de Educación Nacional.

 

La ideología de género se expresa en este documento con el máximo rigor. Se presenta esa perspectiva como el instrumento para modificar significados y prácticas que, según tal visión reduccionista, son construcciones obstaculizadoras que impiden el acceso efectivo a los derechos que se enuncian, referidos al ejercicio de la sexualidad. El propósito de modificar conductas tiene una meta privilegiada de carácter sanitario, prevenir la infección del virus de inmunodeficiencia humana  y de otras enfermedades de transmisión sexual. Pero también es fuerte el acento sociológico-político, ya que en varias de las contribuciones recopiladas se enfoca la sexualidad desde la dialéctica del poder. La promoción del uso del preservativo es sólo el aspecto más superficial de esta propuesta (una obsesión de las políticas oficiales, engañosas, además); el designio profundo es la "desconstrucción" de una concepción de la sexualidad de acuerdo al orden natural y a la tradición cristiana.

 

Desde el comienzo de esta publicación desigual y farragosa la sexualidad es presentada como una construcción histórica y sociocultural. Es lo propio de la ideología de género, según la cual lo masculino y lo femenino, el ser varón y el ser mujer, no surge de una diferencia biológica y mucho menos se identifica con ella, sino que procede de la evolución de la cultura y es, por lo tanto, cambiante. Una persona sería varón o mujer porque es tributaria de una determinada tradición cultural que le ha impuesto estereotipos, porque desde la primera infancia han modelado a esa persona para que se comporte como varón o como mujer. La perspectiva de género establece una escisión en la realidad viviente de la persona humana: por un lado lo biológico, físico y corpóreo; por otro, la libertad, la creatividad que caracteriza a un ser personal y sus manifestaciones en la conducta y en la cultura. Siguiendo las huellas de Descartes se desprecia lo biológico, que suele identificarse, sin más, con lo natural, ya que en esta concepción antropológica no se reconoce la existencia de una naturaleza de la persona y de sus actos. El hombre sería pura libertad creativa, fuente de incesante autoconstrucción y, en consecuencia, capaz de hacer con su bíos lo que quiera, incluso hasta de transformarlo según sus fantasías y sus trastornos de personalidad. Una recta antropología reconoce la compleja armonía de una unidad viviente, en la que se verifica una continuidad entre lo biológico, lo psicológico y lo espiritual. Aquella escisión es la base para afirmar, en la perspectiva de género, la elección de la orientación sexual. La brecha estipulada entre sexo y género explica también que, en la presentación de la sexualidad que se ofrece en el documento que comentamos, jamás se hable del amor. El sexo, al parecer, no tiene nada que ver con el amor; la rica problemática filosófica, e histórico-cultural sobre las relaciones entre eros y agápe, entre el deseo y el don, no tiene cabida en esa visión reduccionista de la sexualidad.

 

Llama la atención el uso que se hace en el texto de la noción de sexualidad integral. Parece designarse con ese nombre los diversos usos y discursos a los que se subordinan los cuerpos, en los cuales se inscriben los géneros, es decir, las diversas identidades sexuales: femenino, masculino, "trans", etc. De hecho, en el contexto, la nota de integral equivale a un plural: se llama sexualidad integral a las sexualidades; la apertura a la diversidad subraya el desprecio del bíos y la escisión antes señalada. Bajo el amparo del género caben los diversos comportamientos sexuales: así se otorga carta de ciudadanía a la homosexualidad y sus variantes. Es éste otro propósito recurrente en el documento.

 

Uno de los "materiales" incluidos en la recopilación es un artículo de la profesora Graciela Morgade, funcionaria del área educativa del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. La autora afirma que "el significado que se otorga a la sexualidad y las dimensiones que se incluyen en esas definiciones, son producto de relaciones sociales de poder. Y también lo son las normas que regulan "qué" hacer con nuestra sexualidad, "como" vivirla". Siguiendo a Jeffrey Weeks nos presenta como herederos de una tradición absolutista judeo-cristiana, articulada desde el siglo XVIII con la familia tradicional burguesa del capitalismo moderno. Esta mascarada sirve para descalificar toda moral sexual. No falta tampoco la mención a Michel Foucault, en quien se inspira Morgade para afirmar que "la sexualidad es una cuestión política, hasta tal punto que, cuanto más se la niega o reprime socialmente, más se la alude, más se la nombra. Pero también que, y en particular en la escuela, no basta con nombrarla para habilitar discursos liberadores".

 

Me detengo todavía en esta autora para señalar un párrafo inquietante de su artículo, en la página 33 de la colección. Se refiere al enfoque de educación sexual propio de los servicios educativos de gestión privada, que según ella sigue un modelo moralizante. He aquí el pasaje: "Esta perspectiva es contradictoria con la vocación universalizante de la escuela pública y es más apropiado para los servicios educativos de gestión privada que sostienen un ideario explícito que las familias conocen y eligen. Sin embargo, aun con la libertad de construcción del proyecto pedagógico institucional de la que gozan los establecimientos y la libertad de elección por parte de las familias, existen leyes nacionales e internacionales con respecto a los derechos de niños/as y jóvenes a recibir información que también limitan y brindan un marco común de ciudadanía que ningún proyecto educativo debería omitir. Es evidente que estos enfoques aportan contenidos que constituyen el corpus de la educación para la sexualidad en la escuela. Sin embargo, suelen parcializar la cuestión, tienden a silenciar las realidades de niños/as, jóvenes y adultos/as, y por acción u omisión, terminan reforzando las relaciones de poder hegemónicas". Deslizo dos rápidas observaciones. Es admirable la inversión de las calificaciones, ya que se atribuye universalidad a la visión torcida, reduccionista, de la sexualidad, propia de la ideología de género, que el Estado impone arbitrariamente en la escuela "pública" (debería decir: de gestión estatal), atropellando la libertad de conciencia de los alumnos y de sus padres, y en cambio se señala como parcializante el enfoque que integra un "ideario explícito" en las escuelas públicas de gestión  privada, que en el caso de las católicas presenta integralmente la realidad humana de la sexualidad, incluyendo todas sus dimensiones y también, por supuesto, el amor, la libertad y la responsabilidad moral. En segundo lugar, no me parece pecar de suspicaz al reconocer una velada amenazada a la libertad de enseñar y aprender la verdad, cuando se menciona la posible aplicación de leyes nacionales e internacionales que declaran y tutelan derechos de niños y jóvenes. Digámoslo claramente: leyes inicuas, presuntos derechos. El Estado, para ejercer su inclinación totalitaria, posee una herramienta democrática: un marco común de ciudadanía.

 

La inspiración neomarxista, que recuerda en cierta medida al feminismo libertario de Shulamith Firestone, se advierte en varios de los elementos que componen la recopilación de materiales. En ellos se subraya la interpretación de la sexualidad según la dialéctica del poder. Además, se insiste en que el uso, disfrute y cuidado del cuerpo (a eso se reduce la realidad plenaria, bella y sagrada de la sexualidad humana) están fuertemente condicionados por la situación socioeconómica y educativa, las costumbres y valores del grupo social de pertenencia y las relaciones hegemónicas de género. Sin negar el posible influjo de algunos de esos factores, es inaceptable el reduccionismo antropológico: ninguna referencia a la realidad propiamente humana, personal, de la sexualidad, que incluye la dimensión ética y espiritual. En todo caso, el valor moral y la espiritualidad quedan subordinadas a las relaciones de poder que se verifican en la construcción social de la sexualidad.

 

El planteo constructivista se propone como medio eficaz para superar estereotipos, los que se fijan cuando se educa al varón como varón y a la mujer como mujer. En el fondo, el constructivismo detesta la distinción y la complementariedad de los dos sexos y con el propósito de liberar a la mujer la masculiniza y destruye su femineidad. Cito: "no existe una "esencia" femenina o masculina, formas de ser o comportamientos inmutablemente propios y distintos de varones y mujeres, sino que a partir de las diferencias de sexo biológico, se construyen producciones culturales y políticas sobre lo masculino y lo femenino". La revelación bíblica, iluminando y confirmando el orden natural de la creación, nos enseña, en cambio, que la imagen divina en la criatura humana se verifica en la forma irreductiblemente doble, y a la vez complementaria, del varón y la mujer, en la unidad de los dos.

 

La perspectiva de género se propone modificar los roles sexuales (y no se tata simplemente de admitir que la mujer trabaje fuera de casa y que el varón cuide al bebé), sino alterar la constitución de la familia y de la sociedad, con consecuencias impensables para el futuro de la humanidad. Con el propósito de criticar un discurso que intentaría "circunscribir la participación de las mujeres a cuestiones reproductivas", se menoscaba, por no decir que se desconoce la vocación maternal que es propia de la condición femenina, de su genio, y que constituye su gracia peculiar; desprecia asimismo su lugar irreemplazable en la familia, en la familia sin más, según el orden natural, y no en cierto tipo de familia, como se dice con cierto dejo despectivo en el texto. La potencialidad destructiva del orden familiar, de la que está cargado este documento oficial, se manifiesta, por ejemplo, en el siguiente enunciado: la perspectiva de género requiere de un proceso comunicativo que la sostenga y la haga llegar al corazón de la discriminación: la familia. El "empoderamiento" de la mujer, como superación de las relaciones hegemónicas de poder, implica introducir la potencia destructiva de la dialéctica en el seno de la familia. Es el planteo habitual del feminismo extremo.

 

El "enfoque de derechos", como se lo llama, proclama para los niños y adolescentes el derecho al sexo como un derecho humano, y concretamente: a decidir tener o no tener relaciones sexuales, libres de todo tipo de coerción y violencia y a no sufrir ninguna consecuencia no deseada de esas relaciones. Derecho, también, a recibir educación sexual temprana y adecuada para evitar esas consecuencias y a alcanzar el más alto nivel de salud sexual y reproductiva. Ni amor, ni responsabilidad, ni matrimonio, ni familia como proyecto de vida. Se confiesa explícitamente que la educación sexual excluye la formación en las virtudes, el aprecio y respeto de los valores esenciales que constituyen a la persona en su auténtica perfección. Así se dice, en un texto debido a Eleonor Faur: "la educación en sexualidad es, en definitiva, un tipo de formación que busca transmitir herramientas de cuidado antes que modelar comportamientos". En suma, por educación sexual se entiende la reivindicación del derecho a fornicar lo más temprano posible, y sin olvidar el condón. Se afirma expresamente que la Escuela debe orientar "sobre el uso exclusivo del preservativo como único medio de protección eficaz en la relación sexual, frente al VIH, tanto para los varones como para las mujeres". ¿No sería más eficaz e indudablemente segura la abstinencia de relaciones sexuales prematuras e irresponsables?

 

La orientación de este programa "educativo" a partir de la afirmación de los derechos de los niños y adolescentes conduce a excluir la autoridad de los padres y los derechos y deberes que brotan de la patria potestad, tutelados por la Constitución Nacional, las leyes y las diversas Convenciones Internacionales suscritas por la República Argentina. Una verdadera subversión del orden jurídico. Se avizora un peligroso avance totalitario sobre la libertad de conciencia (no se menciona para nada en el texto la posible objeción) y sobre la libertad de enseñar y aprender, no sólo la de los docentes y alumnos de las escuelas de gestión privada, que pueden verse obligados a aceptar contenidos incompatibles con los respectivos idearios institucionales, sino también la de los que enseñan y aprenden en las escuelas estatales, a los que no se les puede imponer sin injusticia manifiesta una concepción del hombre contraria a sus convicciones. La tan mentada neutralidad religiosa del Estado en el ámbito educativo, el célebre laicismo escolar, no es compatible con la imposición de una dogmática constructivista y atea que resulta una especie de religión secular, ajena a la tradición nacional y a los sentimientos cristianos de la mayoría de nuestro pueblo.

NO SE LO DIGAS A MAMÁ

NO SE LO DIGAS A MAMÁ

Mariló MONTERO

 

Me gustaría saber la identidad de los nueve expertos en los que la ministra Bibiana Aído  se escuda para defender que una niña de dieciséis años puede abortar sin consultar con sus padres.

Me gustaría saber de qué son expertos y si son padres y madres.

Me gustaría saber en qué se fundamentan para decir que dejar tan dramática decisión en manos de una adolescente aterrada es lo mejor para ella.

Me gustaría saber si se han parado a pensar que esa criatura, tras mantener una relación sexual precipitada, va a empezar a sufrir lo que la literatura científica ya ha diagnosticado ante un aborto. El síndrome de aborto reúne quince síntomas psicológicos que van desde la angustia al sentimiento de culpabilidad, la ansiedad, los terrores nocturnos, la depresión, los trastornos de alimentación o de la vida sexual.

Síntomas que pueden llegar a aparecer, dicen los psicólogos de la Asociación de Víctimas del Aborto, incluso años después de haber abortado. .

Me gustaría saber con qué valor lanza la joven ministra Aído, con una sonrisa, como quien anuncia un anticonceptivo novedoso, que una niña de dieciséis años está tan capacitada para abortar como para casarse. Una niña de dieciséis años no está capacitada para abortar ni para casarse, por mucho que se esté normalizando lo que son parches en la vida. Una cosa es que lo haga y otra bien distinta la sacudida que la vida le da a una adolescente casada, quien sale adelante gracias a los apoyos de la familia. Me gustaría saber quién le va a informar a una adolescente de dieciséis años de que si se queda preñada puede abortar sin decírselo a los padres y también en quién se va a apoyar ante semejante circunstancia. ¿En la mamá administración, o en su mejor amiga, con la que intercambia los vaqueros e inventa en su habitación coreografias de Beyoncé?

Me gustaría saber si esos expertos conocen lo que es ser padres y las complicaciones a las que nos enfrentamos para conquistar la confianza de nuestros hijos en la difícil adolescencia.

Me gustaría saber el protocolo de actuación que se llevará a cabo cuando una niña de dieciséis años acuda al centro para abortar y cómo será tratada.

Me gustaría saber qué pretenden con esta propuesta de ley, que autoriza a que se rompa la confianza entre hijos y padres.

Y me gustaría saber qué se pretende de los padres el día que nuestra hija decidiera abortar en soledad. ¿La recibimos con un aplauso? ¿Le damos sopa caliente? ¿Le preguntamos si llegó a ponerle nombre? ¿O quién habría sido el padre? ¿Debemos obviar el terna, o celebrarlo con una barbacoa? ¿Trae esas instrucciones la nueva reforma de la ley del aborto? Una cuestión más: ¿meterán en la cárcel a una madre que le discuta esa decisión a su hija adolescente? O es la ley del "no se lo digas a mamá porque no la necesitas".

Señorita Aído: me gustaría saber si mi hija ha abortado sola. Porque soy su madre.

MI POSTURA FRENTE AL ABORTO

MI POSTURA FRENTE AL ABORTO

Juan V. OLTRA

Cartas a mis hijos

 

  La vida, mis queridos capitanes, no es previsible, y quizá ahí radique su belleza. Yo quisiera tener la certeza de saber que, dentro de muchos años, cuando vosotros también disfrutéis de la dicha de ser padres, os robaré una copa de jerez de vuestros hogares para poder charlar sobre muchas, muchas cosas. Quizá demasiadas. Pero no la tengo. Nadie sabe si va a vivir ochenta años más, o tan solo diez minutos. Y las palabras me arden dentro del alma, pugnan por no ser enterradas con mi cuerpo, quieren volar desembridadas hacia vosotros. Hacia vosotros, ya adultos, con capacidad para pensar sin muletas (¡qué difícil es eso hoy!), para poder contrastar nuestras diferencias y nuestras coincidencias. Lo que no quiero, y no se me ocurre otra manera más allá de estas pobres líneas para evitarlo, es que os cuenten lo que alguien piensa que yo pensaba. Más allá de dudar de las buenas intenciones del transmisor, mi inquietud es saber que, pese al cuidado que se ponga, el mensaje os llegaría deformado a buen seguro.

 

   Por eso, arremango mi camisa, me sirvo un café bien cargado y me preparo para escribiros una serie de cartas. Cartas que irán de lo divino a lo humano. Sobre religión, política, arte, sentimientos, cosas mundanas... sin más orden ni concierto que las ganas de escribir que me vayan llegando en los momentos en que vuestros juegos infantiles me lo permitan.

   Si leéis esto cuando yo no esté y disentís de mí, no podremos debatir, no podré matizar nada. E incluso no podré arrepentirme de algo de lo escrito, que el ser humano es un animal en exceso variable y nada de extrañar tendría que en poco o mucho de lo que vayáis a leer, mi sentir hubiera sufrido cambios en el tiempo que va desde que mi mano escribe hasta ahora. De cualquier modo, algo no variará, seguro, un ápice: mi amor por vosotros. Os quiero.

 

Carta I. Mi postura frente al aborto.

 

   Un tema espinoso es el que abre el fuego. Intencionalmente lo hago así, ya sabéis que nunca he sido alguien que se caracterice por acariciar suavemente el lomo del perro, sino más bien por meter inconscientemente la mano entre sus colmillos.

   En el momento en el que escribo esto, el aborto genera dos posturas fuertemente enfrentadas. Por una parte, están los que dicen que es un derecho de la mujer, que debe tener el completo control de su cuerpo. Se establecen fronteras cronológicas a partir de las cuales el feto puede ser considerado ser humano, y cuándo no. Esta postura recibe el beneplácito de una parte más que importante de nuestra sociedad, abiertamente la celebran muchos y de forma callada, hipócrita en algún caso si me lo permitís, por otros muchos; siendo la suma de estos dos contingentes, tal y como lo veo con mi humilde y triste percepción,  la mayoritaria.

   Por otra, están los que se oponen frontalmente. Mayoritariamente compuesta esta facción por creyentes, quienes por amor y santo temor de Dios, pugnan por la vida de todo ser concebido en una esperanza cierta de que el paso por la vida es puente inevitable para llegar a la vida eterna y sobrenatural. Resulta casi un suicidio social apostar por la segunda opción. El riesgo de ser calificado como cavernícola, retrógrado y otras lindezas semejantes no lo es tal, sino una certeza absoluta.

    ¿Y dónde estoy yo?

    Si esto me lo hubieran preguntado hace unos años, sin duda hubiera respondido que con los primeros, incluso considerando que el apoyo mayoritario no lo era tanto entonces. Mis convicciones marxistas (maoístas, concretamente) de la época me llevaban a aquello por mil razonamientos. Hoy, a pesar de nadar contracorriente (ya os habréis dado cuenta de que cantidad no equivale a calidad, y que no siempre la mayoría tiene la razón; recordaréis que os digo a menudo que las hamburgueserías repletas de comida basura rápida tienen más clientes que los restaurantes donde poder seguir una alimentación equilibrada), tengo que deciros que estoy con los segundos. Y no sólo por cuestiones de Fe. Sé que seré marginado, censurado por ellos. Que me enfrento incluso al insulto público. No importa, claro que no importa.

   Demasiadas veces, lo sabréis ya, he trasteado con la muerte como para convertirme en un partidario suyo en cualquiera de sus presentaciones. Al enemigo ni agua, y cuando tenga sed, polvorones. De forma visceral, me lo dicen más los intestinos incluso que el corazón, me siento refractario al aborto. Más allá de cualquier consideración. Pero como esto no vale para convencer a nadie, intentaré dar forma con palabras a mis sentimientos.

 

  He intentado obviar a la religión en esto. Dar criterios eufemísticamente llamados "humanistas", económicos (baste repasar alguna constitución antigua de la URSS para toparse de bruces con alguno de ellos) para apoyar mi postura... pero uno no puede dejar de tener la Fe del carbonero y recurrir una y más veces a lo supremo. Consciente de mi inevitable subjetividad, me lanzo sin más.

   Los partidarios del evangelio de Zola os dirán que "cuando malográis un hijo ¿sabéis quien es? Puede ser un gran artista, un héroe o un genio". Tradicionalmente se ha empleado este argumento para luchar contra el aborto, pero a mí no me vale. De igual manera, el abortado podría ser un político del sistema, con lo que la humanidad tampoco sufriría una pérdida  irremplazable.

   Lo que sí os diré es que abortar es destrozar la vida de un inocente, un acto de  egoísmo y cobardía de los padres que no quieren luchar, atentando de rebote contra la vida de su hijo, un crimen con alevosía y de imposible reparación.

 

   Sí, sé que a esto se suele aducir que no se mata a un niño, que se trata de un feto que aún no es nada. Pero esto es falso; un "feto" no es un florero, no es un gatito, no es un zapato. Desde el momento de la concepción comienza una nueva vida, el feto es un ser vivo, un ser humano con un código genético completo e irrepetible. Usar la terminología de esa manera tan solo procura aliviar y calmar conciencias. Tan solo coloca una alfombra sobre el cadáver para ocultar el crimen. Pero los muertos siempre terminan oliendo, siempre se terminan pudriendo, aun enterrados en la mente de la madre. La terminología adecuada camufla la verdad, y si esto lo repetimos muchas veces, como ya sabía Goebbels, termina asiendo asumido como cierto.

   Se aduce que gracia al aborto, podemos liberar no sólo a los padres sino a los futuros niños de una vida problemática, llena de dolor. Preguntemos a quienes padecen esas malformaciones, esas taras, si quieren morir o si hubieran estado conformes con su asesinato. Pero preguntádselo detrás de una puerta de acero, porque si os pueden arrear una patada o escupir en la cara, lo harán.

 

   Por otra parte, ¿quiénes son los padres para decidir sobre la vida de sus hijos? Los padres no tienen ningún derecho sobre la nueva vida, sino que tienen la obligación de protegerla. No hace falta siquiera recurrir a Justiniano para recordar que la desgracia de la madre no debe perjudicar al que está en su vientre.

   ¿Significa esto que desee una vida de sufrimiento para los padres que asumen a un hijo enfermo, con graves taras? No, no soy en absoluto sádico. Si algo espero que recordéis de mi, es que el valor supremo que antepongo a cualquiera en una sociedad moderna y progresista es la Justicia Social. Y en esta derivada, la Justicia Social se demuestra aplicando una política familiar que proporcione una vida más humana: subsistencia, vivienda, educación, salud. Cuidado a discapacitados, cuidado a enfermos. Cuidado a ancianos con alzheimer, porque... ¿es menos humano el niño no nacido que un anciano que no conoce, que no razona? Si matamos a los primeros ¿cuánto tardaremos en matar a los segundos?

 

   Podéis creer que el párrafo anterior no es más que un juego floral, una forma para enternecer a corazones ya tiernos o a mentes blandas. Y no; con Camba repudio la poesía como un mero aburrimiento metrosilábico. Lo que encierro en él es la verdadera causa del aborto hoy: la economía. El ahorro que supone para el estado y, también, para las familias. Anteponer el dinero a la persona: la lucha contra eso fue lo que hace ya muchos años me hizo marxista y también lo que, con el tiempo, me hizo dejar de serlo, precisamente por ver como los que se llaman izquierdistas no son más que una suerte de derecha liberal que antepone los beneficios de la gran economía capitalista a la Justicia Social.

 

   El argumentario que defiende el aborto es abundante. Respira tolerancia, bondades varias, pero condena al que intenta contrastarlas, al  que quiere romper el discurso único, obligatorio.

   Seamos más listos, defendamos al hombre, pidamos más que la falsa libertad de matar, pidamos la verdadera libertad, que es vivir. El aborto es una solución animal. Oponerse a él no es retrógrado, no es vivir en la época de las cavernas, sino pedir que el espíritu valga más que la materia. Eso es lo verdaderamente progresista.

 

   Con cariño,

   Papá.