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RECONQUISTANDO LA HISTORIA: "SUEÑO QUE SOY PIEDRA", DE GUILLERMO ROCAFORT

RECONQUISTANDO LA HISTORIA: "SUEÑO QUE SOY PIEDRA", DE GUILLERMO ROCAFORT

Juan V. OLTRA

 

   Me reconozco un vago integral. Rara vez releo un libro que ya leí en su momento, pero para todo hay excepciones y ésta era obligada.

   Hace ya algún tiempo disfruté con el borrador de "Sueño que soy piedra", por cortesía de su autor, Guillermo Rocafort, quien con una mentira amable me pidió que lo revisara, cuando ya éste era de por sí una obra prácticamente impecable.

   Su lectura me llevó no a la edad de polvo y hierro del reinado de Enrique II e Isabel la Católica, sino a mis mejores fantasías infantiles, cuando jugaba a ser uno de los soldados a las órdenes del Cid. Llevó el sabor de la sangre a mi boca y el polvo de la batalla a pegarse en el sudor de mi frente, a los tiempos de la reconquista.

   Ese es el viaje en el tiempo de este libro, aunque unos años más tarde, a la reconquista en estado puro, ya en los tiempos en que la invasión musulmana tocaba a su fin, vista a través de los ojos de un gran desconocido para los españoles: Martín Vázquez de Arce, el Doncel de Sigüenza, personaje que no obstante atrajo a tantos grandes, desde Hernando del Pulgar a Rafael García Serrano. Personaje que destila magnetismo, de los que provocan ansia  de saber más.

   Por eso, al llegarme el volumen magníficamente editado por De librum tremens, no dudé en volver a embarcarme en esa aventura repleta de heroísmo, valor y entrega, que fue la vida del Doncel.  Ese niño que de pequeño quiso seguir al Cid en su destierro, ahora anhela vestir el hábito de Santiago y embarcarse en la campaña de Granada. En un tiempo que, como decía Ernesto Giménez Caballero, la hispanidad toma tanto impulso para echar a los moros de España que, del salto, llega a las Américas y las descubre.

   Al tiempo, los guiños históricos a Gonzalo Fernández de Córdoba, al Conde de Cabra, al Cardenal Mendoza, a la Reina Isabel o, no podía faltar, a un viejo almogávar que por allí aparece, hacen que cualquier amante de la historia desee al tiempo pasar página para seguir vibrando, y, por otra parte, que ésta no se acabe nunca para que el placer se eternice.

   Con este texto, Guillermo Rocafort pasa de ser un valor en alza en el mundo de la historia novelada, a convertirse en referencia obligada; sus títulos precedentes unidos a éste le dan un lugar en el pedestal de las letras españolas contemporáneas.

   No puedo cerrar mejor esta crónica que con la frase de cierre que el autor da a su libro: Magnorium non est laus sed admiratio (De los más grandes no cabe la alabanza, sino la admiración).

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