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Revisión histórica

DE NUEVO LAS "FOSAS DEL FRANQUISMO": GARZON ¿JUEZ ÍNTEGRO O PREVARICADOR?

DE NUEVO LAS "FOSAS DEL FRANQUISMO": GARZON ¿JUEZ ÍNTEGRO O PREVARICADOR?

Arnaud IMATZ

 

   ¿Pervive el espíritu de la Transición democrática que marcó la vida política española durante más de un cuarto de siglo? ¿Se trata solamente de un recuerdo desgastado? A juzgar por la ola de sectarismo levantada en la primavera de 2010 por “el asunto del juez Baltasar Garzón”, la cuestión merece ser expuesta.

   Según la opinión general, la instrucción contra el magistrado-astro exacerbó las tensiones del país, dividiendo la opinión pública en dos campos. Un deterioro del clima político tanto más lamentable al tiempo que España sufre una crisis económica profunda.

   En varios días de informaciones-desinformaciones, el juez de la Audiencia nacional Baltasar Garzón se convirtió en un verdadero fenómeno popular. Sus admiradores eran unos millares que consideraban que hay que protestar “contra la impunidad del franquismo” (24 de abril de 2010). En las calles de Madrid enarbolaban la bandera tricolor de la República y la bandera roja comunista. Reclamaban a grandes gritos la vuelta de la República y la ilegalización del Partido Popular. Para todos ellos no había duda: el proceso contra el juez manchaba la memoria de las víctimas y constituía un “escándalo sin precedente”.

   ¿Intenciones excesivas de una minoría de revanchistas? ¡Cierto! Pero el asunto es preocupante. Personalidades habitualmente poco propensas al radicalismo extremista avivaron el fuego. El diario próximo al gobierno, “El País”, sostuvo sin reserva a Garzón, reproduciendo las intenciones más insultantes para el Tribunal Supremo, y criticando a la vez, a Luciano Varela, juez encargado de la instrucción.

 

   Para comprender verdaderamente el asunto Garzón, hay que tomarse el trabajo de informarse seriamente. Evidentemente, los grandes medios de comunicación no consideran útil hacer este trabajo.

   Un detalle importante ha sido pasado en silencio. Garzón no es juzgado por haber querido abrir las “fosas del franquismo” o investigar sobre los crímenes del régimen, sino por “prevaricación voluntaria” o falta grave a las obligaciones de su cargo. En un Estado de derecho, con más razón en una democracia, a partir del momento en que un juez pretende sustituir al legislador, en el momento en que viola deliberadamente la ley, está jurídicamente “muerto”. Esto, no lo ignora un jurista digno de este nombre.

 

Volvamos sobre los hechos

 

   El 26 de diciembre de 2007, José Luis Zapatero hace aprobar una “ley de memoria histórica” cuyo origen se encuentra en una propuesta del Partido Comunista (Izquierda Unida). Esta ley tiene por objeto honrar y recuperar la memoria de todos los que fueron víctimas de injusticias por motivos políticos o ideológicos o de creencias religiosas durante y después de la guerra civil. Es el resultado de un consenso entre la izquierda y los partidos nacionalistas vascos (PNV) y catalán (CIU). Estos últimos, de sensibilidad demócrata-cristiana, consiguieron hacer admitir las “creencias religiosas” entre los motivos de represión. Su enmienda se reveló sin embargo de un efecto limitado. Desde su promulgación, la “ley de memoria histórica” ha sido interpretada sistemáticamente en favor de los representantes y simpatizantes del campo republicano y de sus descendientes.

   Consciente de manejar una bomba de efecto retardado, el gobierno socialista primero escogió la inercia. Como dijo el secretario general de Amnistía Internacional, Claudio Cordone, en materia de exhumaciones de los restos de las fosas comunes no hizo “prácticamente nada” (El País, 27-mayo-2010). Se contentó con dejar actuar a las asociaciones privadas generosamente subvencionadas.

   El 16 de octubre de 2008, Baltasar Garzón, juez de instrucción de la Audiencia nacional, se pronunció sobre 22 denuncias “de Asociaciones de recuperación de la memoria” sobre “genocidio y crimen contra la humanidad”. Primeramente, el magistrado se declaró competente para instruir la totalidad “de crímenes del franquismo” y autorizó la apertura urgente de 19 fosas. Luego, para evitar ser desaprobado por sus pares, ordenó que “la instrucción necesaria” fuera llevada por los jueces competentes. El ministerio público inmediatamente reaccionó por la voz del fiscal, Alberto Zaragoza, quien censuró a Garzón por haber eludido la ley de amnistía de 1977 y querido realizar un tipo de inquisición general que recordaba la instrucción general (Causa General) llevada por el ministerio público de Franco, entre 1940 y 1943, lo que la Constitución prohíbe categóricamente. El fiscal también le reprochó al juez por atentar al principio constitucional de no retroactividad y por fundarse sobre reglas de derecho internacional que no existían en la época en la que los actos habían sido cometidos.

 

   En la polémica, periodistas de derecha recordaron que el mismo juez Garzón había rechazado, en 1998, una querella semejante sobre “genocidio, tortura y terrorismo”, contra el PCE y su Secretario general, Santiago Carrillo, el PSOE y el Estado español, denuncia presentada entonces por la Asociación de las familias y amigos de víctimas del “genocidio de Paracuellos del Jarama” (2750 a 5000 muertos, según las fuentes). Garzón entonces había discutido la capacidad jurídica de la asociación de los demandantes y les había reprochado “romper las normas de retroactividad” y violar la Constitución. Hasta había rechazado su queja de “abuso de derecho” y puesto en duda la deontología de los abogados demandantes. Confirmando la posición del juez Garzón, el fiscal Pedro Rubira había declarado, algunos meses más tarde (marzo-2000), que los hechos habían prescrito y recordó que la ley de amnistía de 1977 se aplicaba con pleno derecho.

   Diez años más tarde, fundándose sobre argumentos y una jurisprudencia radicalmente inversa, Garzón admitía la queja de las víctimas del franquismo. Desde entonces, no iba a tardar en caer en su propia trampa. En 2009, era objeto de tres querellas por “prevaricación voluntaria” depositadas por el Colectivo de funcionarios Manos Limpias y la asociación Libertad e identidad.

   A principios de abril de 2010, sintiendo la suerte de su amigo Garzón sellada, el fiscal argentino del Tribunal penal internacional, Moreno Ocampo, propuso que el juez fuera trasladado al Tribunal Penal Internacional con la esperanza de bloquear el procedimiento de suspensión. Pero a pesar del acuerdo del ministerio público y del gobierno, a pesar de las manifestaciones de apoyo en la calle, a pesar de la propuesta de proyecto de ley de los comunistas de Izquierda Unida que pretendía modificar la ley de amnistía, la maquinaria judicial no pudo ser frenada.

 

Un triple proceso contra el juez Garzón

 

   El 14 de abril de 2010, ha sido tomada una medida disciplinaria de suspensión en contra del juez por unanimidad por miembros de la Asamblea plenaria del Consejo General del Poder Judicial. Esto marca la apertura del triple proceso de Garzón ante el Tribunal Supremo (apertura de instrucción penal contra crímenes amnistiados por la ley, obtención de una ayuda económica por un banquero a quien instruía un asunto y la interceptación de comunicaciones entre abogado defensor y su cliente). El juez se arriesga a ser condenado a 20 años de incapacitación profesional.

   No hay que equivocarse sobre las verdaderas razones de la amplitud de este asunto. Para los amigos de Garzón, las tribulaciones del juez son sólo un pretexto para dar cuerpo a sempiternas mentiras. Al oírlos, parece dar la impresión de que en 1936, los “buenos” habrían estado en un campo y los “malos” en el “otro”;  todas las víctimas de los “franquistas” habrían sido personas honorables, héroes de la democracia; el espanto en el campo nacional habría sido infinitamente más brutal que el del campo republicano; la derecha sería la única responsable de la destrucción de la democracia y de la guerra civil; además, como heredera del franquismo, ella continuaría monopolizando el discurso y la memoria del conflicto.

 

Las mentiras

 

   Primera mentira: las víctimas de los “franquistas” eran todas combatientes de la democracia, gente que debe hoy ser honrada y cuyos asesinos deben ser juzgados.

   Según este discurso, poca importancia tiene que la vida en la zona de la Frente popular hubiera sido un infierno verdadero para la mitad de españoles. ¡Olvidadas las víctimas de la represión frente-populista debido a sus convicciones religiosas, o porque eran militares, nobles o burguesas, o simplemente de derecha!

   No sabemos por qué debemos poner sobre el mismo plano a víctimas y verdugos. Tres ejemplos edificantes deberían bastar para comprender la perversidad de este raciocinio.

 

   – Primer ejemplo: Juan Peiró y Agapito García Atadell. Peiró fue un dirigente anarquista, ministro del Gobierno frentepopulista durante la Guerra Civil, pero se trata de una figura ambigua que se opuso a algunas manifestaciones del terror “rojo” e intervino para salvar algunas vidas al tiempo que formaba parte del entramado responsable del proceso revolucionario y de los crímenes ejecutados materialmente por otros. Atadell, era un socialista, jefe de la Brigada de Investigación Criminal, que dependía directamente de la Dirección General de Seguridad del Ministerio de la Gobernación. Fue responsable de robos, violaciones y de más de ochocientas detenciones al margen de la legalidad, muchas de las cuales terminaron en asesinatos. Condenado a muerte por un consejo de guerra, fue también ejecutado. ¿Hay que honrar por eso la memoria de Peiró y de Atadell de la misma manera?

   – Segundo ejemplo: Juan Duarte Martín. Era un joven seminarista de 20 años. Su historia es de una naturaleza que hiere la sensibilidad de las personas más endurecidas. Juan fue denunciado por sus vecinos y torturado durante ocho días en noviembre de 1936. Una joven mujer fue encargada de seducirlo pero como se negaba a romper su voto de castidad, un miliciano lo castró con una navaja de afeitar y le ofreció sus testículos a la señorita. Después de abrirle el vientre., todavía vivo, echaron gasolina por su cuerpo y le prendieron fuego. Durante este último tormento, Juan Duarte sólo decía: “Yo os perdono y pido que Dios os perdone… ¡Viva Cristo Rey!”. Las últimas palabras que salieron de su boca con los ojos bien abiertos y mirando al cielo fueron: “¡Ya lo estoy viendo… ya lo estoy viendo!”. Los mismos que intervinieron en su muerte contaron luego en el pueblo que uno de ellos le interpeló: “¿Qué estás viendo tú?”. Y acto seguido, le descargó su pistola en la cabeza. El 28 de octubre de 2007, el sobrino de Juan, José Andrés Torres Mora jefe de gabinete de Zapatero, diputado socialista y promotor de la “ley de memoria histórica”, asistía a la beatificación de su tío, uno de los 498 mártires entonces distinguidos por la Iglesia católica. ¿Tenemos que honrar hoy a los verdugos de Juan Duarte Martín so pretexto de que combatían en nombre de la libertad?

   – Tercer ejemplo: el poeta comunista Marcos Ana. Este icono de la izquierda fue encargado de leer el manifiesto de apoyo del juez Garzón el 24 de abril de 2010. Escritor de 90 años, es el preso más viejo de España franquista. Pasó 22 años por las cárceles, según nos dijeron,  por ”un delito simple de conciencia”. Hasta Pedro Almodóvar, pretendería realizar una película a su gloria. Lo que no se sabe tanto, es que Marcos Ana es el seudónimo de Sebastian Fernando Macarro, miliciano que fue condenado por el asesinato de tres personas inocentes conocidas por sus convicciones religiosas. En su expediente judicial nº 120976 aparecen los motivos de su condena: era un joven líder de las Juventudes Socialistas Unificadas, jefe de grupo en el “Batallón Libertad” de Alcalá de Henares. Macarro fue condenado a muerte en 1943, pero como era menor, en el momento de los hechos, en 1936, su pena fue conmutada a 30 años de reclusión. Este militante comunista, que jamás renegó su pasado, hoy es presentado como un combatiente de los derechos humanos.

  

   La segunda mentira: el terror en el campo republicano fue infinitamente menos importante que el del campo nacional. Según los estudios más serios, el balance de la represión en la zona nacional se sitúa alrededor de 70.000 ejecuciones y el de la zona republicana alrededor de 60.000. Es muy probable que la cifra final de la zona nacional sea superior a la de la zona republicana. El terror rojo actuó con rigor durante tres años sobre un territorio que disminuía constantemente, mientras que el terror blanco duró más de tres años sobre un territorio cada vez más vasto. La cifra de la represión nacional incluye además las ejecuciones posteriores al conflicto para crímenes de guerra y represalias políticas. Esta “guerra de las cifras” no debe enmascarar un punto capital: hubo un terror blanco, pero hubo también un terror rojo, y, debido a su importancia, es difícil de creer que fue desorganizado o incontrolado como los comentadores más sectarios todavía afirman.

 

   La tercera mentira: la derecha española, ayer responsable de la Guerra civil, sería hoy la heredera del franquismo. ¡Una tontería crasa! El Profesor americano, Stanley Payne, barrió recientemente la leyenda de la responsabilidad pretendida y única de la derecha en el origen de la Guerra Civil. Recordemos solamente un punto revelador: la izquierda revanchista exige periódicamente de la derecha una condena del golpe de Estado de 1936, pero jamás se arrepiente de su golpe de Estado de 1934.

 

   En cuanto a la pretendida herencia franquista basta con recordar las cinco grandes etapas de la Transición democrática, para mostrar la falsedad de la afirmación de esta herencia pretendida de la derecha española:

   1. El decreto ley que autorizaba las Asociaciones políticas fue promulgado por Francisco Franco, el 21 de diciembre de 1974, un año antes de su muerte.

   2. La ley de Reforma política fue adoptada por las Cortes españolas el 18 de noviembre de 1976 (por 425 votos contra 59 y 13 abstenciones) y ratificada por referéndum popular el 15 de diciembre de 1976. Precisamente fue el sobrino de “José Antonio”, Miguel Primo de Rivera, quien defendió delante de las Cortes el proyecto de ley presentado por el jefe de Gobierno Adolfo Suárez, el antiguo Secretario general del Movimiento, un texto que enterraba el franquismo y que había sido redactado en gran parte por otro antiguo Secretario general del Movimiento, Torcuato Fernández Miranda.

   3. Las primeras elecciones generales legislativas del 15 de junio de 1977, se ganaron por la Unión de Centro Democrático de Adolfo Suárez, antiguo líder del Movimiento, por delante del PSOE de Felipe González.

   4. La ley de amnistía fue adoptada por las Cortes el 15 de octubre de 1977 (296 votos a favor, 2 en contra, 18 abstenciones y uno nulo). Esta ley recibió el apoyo, sin la menor reserva, de la casi totalidad de la clase política (en particular líderes del PSOE y del PCE). Esta amnistía no se limitaba a la Guerra civil, sino concernía a todos los delitos cometidos para restablecer las libertades públicas o reivindicar las autonomías de las regiones de España (particularmente las acciones violentas de los maoístas del GRAPO y de los separatistas de la ETA). Pues no fue adoptada bajo la presión de los carros como hoy pretenden los amigos del juez Garzón. No fue tampoco ni una “amnistía-amnesia”, ni una “cobardía”, sino un acto de generosidad y de reconciliación. En 1977, el conjunto de la izquierda la defendía con vehemencia. La posición actual de los partidarios de Garzón, que quieren reformarla o anularla, constituye pues una curva de 180. Por fin, última etapa, que no había sido posible sin la ley de amnistía:

   5. La adopción por el Congreso de la Constitución y su ratificación por referéndum el 6 de diciembre de 1978 (87 % de votos a favor).

 

La Transición democrática no fue una conquista de los enemigos de la dictadura

 

   Los hechos están allí. Indiscutiblemente es la derecha franquista quien tomó la iniciativa de instaurar la democracia. La Transición democrática no fue una conquista de los enemigos de la dictadura, fue una elección deliberada la gran mayoría de los que habían estado allí y de sus principales líderes.

   El escritor, Jorge Semprún, antiguo comunista y ministro de cultura socialista, declaraba hace poco: “La memoria de los vencidos no se tiene en cuenta, y sigue predominando la memoria de los vencedores, como ocurrió desde la posguerra hasta bien tarde. La retórica de la memoria de los vencedores es la que sigue predominando” (“La memoria es la vida”, El País, 12-abril-2010). ¡Esto es ridículo! Precisamente la verdad es todo lo contrario. Si había un cierto consenso sobre las principales conclusiones relacionadas con los acontecimientos de la República y de la Guerra civil, éste voló en pedazo en los años noventa. Los autores favorables al Frente popular inundaron las librerías de libros, ocuparon los púlpitos universitarios y monopolizaron los grandes medios de comunicación. Después de la llegada de Zapatero la tendencia se reforzó. Pero en los años 2000, lo imprevisible se produjo. Una minoría de historiadores independientes, con Pío Moa a su cabeza, se sublevó. Antiguo comunista-maoísta, Moa rechazó las interpretaciones convencionales después de haber tenido acceso a los archivos de la fundación socialista Pablo Iglesias. Boicoteado, despreciado e insultado por los medios de comunicación oficiales, sin el menor apoyo del Partido Popular, estos grupos de resistentes debieron su salvación sólo al apoyo de centenas de millares de lectores y a los éxitos impresionantes de edición.

   Ante la postura de los amigos de Garzón, el antiguo diputado, presidente de la Comunidad autónoma de Madrid, Joaquín Leguina, una de las figuras históricas del socialismo democrático español, particularmente representativo del espíritu de la Transición, lamentaba recientemente: “Es preciso reconocerle a Baltasar Garzón el éxito de haber aparecido, una vez más, en el New Yok Times y en otros notables medios internacionales, pero el mensaje que el juez y sus hooligans han conseguido colar allí es tan negativo respecto a los españoles que resulta siniestro. En efecto, este desgraciado asunto ha sembrado la idea de que en treinta años de democracia los españoles hemos sido incapaces de lidiar con el pasado, que la Transición fue una bajada de pantalones, que la Guerra Civil es un tema tabú y que buena parte de la derecha sigue siendo franquista. Un hatajo de mentiras” (Blog de Joaquín Leguina: 20 de abril de 2010, artículo “Adanismo”). En lugar de procurar de nuevo distinguir entre “buenos” y “malos”, ya es hora de dar una visión justa y equilibrada del pasado.

BREVE SOBRE INDIOS E INDIGENISTAS

BREVE SOBRE INDIOS E INDIGENISTAS

Alberto BUELA

 

   Ya empezamos mal hablando de indios cuando lo políticamente correcto es hablar de aborígenes, término que viene del sufijo latino ab que indica procedencia, más el sustantivo origo-inis que significa origen, nacimiento. Cuando decimos aborigen nos queremos referir a alguien originario del suelo donde vive.

   Aparece aquí la primera contradicción los indigenistas que se auto titulan con un término del latín como aborigen, en lugar del indio que es mucho más genuino y originario. Es verdad que nació de un error de Colón, pero eso es todo, no existió una manipulación ex profesa del término, como ocurrió y ocurre con el de aborigen.

   Ahora bien en el caso de los aborígenes de la Patagonia y de la Pampa argentina no son originarios para nada, eso no es cierto, es una falsedad de toda falsedad. Los que hoy se denominan mapuches son un cuento, son un bluff, lo decimos en inglés porque la oficina política de estos “indios” está en Londres. Ellos llegan a La Pampa a partir de 1770 y eran pehuenches de Ranquil (hoy Chile) y se instalan en pleno cladenar (montes del Caldén) de la Pampa central, llamada también Mamil Mapu (país del monte). Vemos cómo estos indios son menos originarios que los criollos viejos de la Pampa. Y en la Patagonia, cuando invadieron por esa misma época, mataron a los tehuelches sus verdaderos habitantes originarios. Sobre este tema se puede consultar el excelente artículo de Fredy Carbano Julio Argentino Roca y la gran mentira mapuche.

 

   Es sabido que hoy día uno de los temas y asuntos más aprovechados políticamente por el progresismo, tanto de izquierda como liberal, es el del indigenismo. No existe prácticamente ningún gobernante- nacional o provincial- de Nuestra América que no cante loas al mundo precolombino, a los indios, a los autóctonos, a los pueblos originarios. Ni que decir de los militantes políticos del progresismo  y los intelectuales del pensamiento único, el tema está comprado en bloque. Es como si una voz de orden venida del imperialismo yanqui dijera: “Así como para nosotros el único indio que vale es el indio muerto, para Uds. lo único valioso es: que todos sean o se declaren indios”.

 

   Para apoyar este principio de dominación política y cultural nos han vendido, y nuestra intelligensia  ha comparado, la teoría del multiculturalismo que hace pedazos la poca unidad nacional que hemos logrado luego de 500 años de existencia. Esta teoría ruin se expresa en el apotegma: la minorías tienen derechos por el sólo hecho de ser minorías, tenga o no algún valor lo suyo.

   ¿Y la voluntad de las mayorías? Sólo sirve para convalidar en el momento de votar a la élite ilustrada que gobernará para las minorías, llámense grupos concentrados de la economía (Etztain, Grobocopatel, Mildin, Werthein), de la cultura (gays, lesbianas, bisexuales, homosexuales), de la farándula mediática (Leuco, Eliaschev, Sofovich, Gelblung), del pensamiento (Feimann, Forster, Kovaldof, Abraham). Gringos de la peor laya que viven esquilmando a nuestros pueblos bajo la mascarada democrática de servirlos. Y así como es políticamente correcto criticar a los fumadores y a los cazadores de ciervos, por el contrario, es políticamente incorrecto criticar a cualquiera de las mil variantes del indigenismo americano.

   La crítica al indigenismo inmediatamente nos demoniza, porque el indigenismo es un mecanismo más de dominación del imperialismo y como tal funciona. Su verborrea criminaliza a quien se opone. Su lenguaje busca despertar sentimientos primarios a dos puntas: se presentan como víctimas y criminaliza a quienes se le oponen o ponen simplemente reparos. Lo grave del indigenismo es que en nombre de las falsas razones de origen que dan ellos, nos quitan, al menos a los criollos americanos, nuestro lugar de origen. Y nosotros los criollos bajo la firma de gauchos, huasos, cholos, montuvios, jíbaros, ladinos, gaúchos, borinqueños, charros o llaneros somos lo mejor, el producto más original que dio América al mundo. Ya lo decía Bolivar sobre él mismo: ni tan español ni tan indio.

   Es este mundo criollo que dio el barroco americano y que peleó por la independencia y libertad de nuestros pueblos. Este mundo criollo que tuvo sus mejores frutos intelectuales en la universidad de Chiquisaca, llamada La Plata, Charcas y hoy Sucre. ¿O por qué se piensan que Bolivia, así pobre y desmantelada como la vemos, ha sido la que mayor cantidad de pensadores nacionales hispanoamericanos ha dado en el siglo XX? Porque funciona sobre una matriz de pensamiento que tiene medio milenio.

   Qué es ser criollo sino la mejor forma de sentir lo nuestro, lo propio, lo auténtico. No es necesario andar vestido de gaucho, huaso o llanero, ni tener diez generaciones de americanos. Criollo puede ser un bancario, y un plomero, un cura o un médico, un rico o un pobre, el inmigrante italiano o alemán, el turco o el judío. Lo criollo es la captación del valor de lo genuino en nosotros. La valoración del modo gaucho de vida con sus costumbres y tradiciones. No porque nos vistamos de gauchos vamos a ser más criollos, yo conozco tantos gauchos de tienda. Hace muchos años, Juan Carlos Neyra, el padre del Colorado Neyra, escribió: "Criollo es aquel que interpreta al gaucho y lo criollo es un modo de sentir, una aproximación afectiva a lo gaucho. Es por  eso que lo gaucho es necesariamente criollo pero un criollo puede no ser gaucho. De allí que esos viejos camperos de antes decían: Nunca digas que sos gaucho, que los otros lo digan de vos." [1]

 

   Hace unos días escribió Solíz Rada desde Bolivia un brillante artículo "El canciller y las hormigas" donde el canciller de su país afirma: “para nosotros los indios están primero las mariposas y las hormigas y en último lugar está el hombre". A lo que comenta Solíz: "Lo inaceptable es separar la preservación de la Madre Tierra de la defensa del género humano. Recuérdese que los nazis también pensaban que judíos y gitanos valían menos que hormigas y bacterias.” Lo postulado por su canciller viene a coincidir con los planes de John Rockefeller III de control de la natalidad de los países del tercer mundo.

   El historiador y amigo chileno Pedro Godoy nos dice: “Chile no escapa del plan desmembrador. Modas primermundistas nos contaminan: tatuajes, grafitis, piercing, swingers, punkies… Ahora adquiere fuerza otra: los indigenista bajo el grito “cada etnia una nación” ¡Inquietante! Los asesores rubios de esta campaña motorizan, hoy como ayer, la leyenda negra. Aportan así a acentuar nuestra crisis de identidad”.

   La instrumentación política que está detrás del indigenismo la hace notar muy bien Félix Rodríguez Trelles cuando afirma: “Los mal llamados "originarios" son el brazo de la quinta columna interior. El experimento imperial ha logrado un éxito notable al controlar Bolivia con el cocalero manejado desde atrás por García Linera (el Cohn-Bendit boliviano), y acechan con fuerza en Ecuador (no es casual que a Correa los "originarios" lo ataquen cuando repudia la deuda externa)” (cfr. En Internet su artículo Los pueblos originarios: una operación de pinzas).

   Tanto Andrés Solíz Rada como Pedro Godoy, dos hombres de la izquierda nacional suramericana, como Trelles un hombre del peronismo genuino, quieren poner el acento y distinguir entre la existencia y primacía de la identidad de la comunidad política de origen (aquella que nos da el Estado-nación al que pertenecemos)  y una identidad adquirida o secundaria que es la que cada uno puede darse o crearse por estudio o convicciones (comunidad mapuche, gaucha, gringa, judía o árabe). Si no tenemos en cuenta esta distinción política fundamental caemos en el error todos los separatismos.

 

   Y así todo suma y sigue, y podríamos poner mil ejemplos.

 

   De este indigenismo se desprende la primera mentira mayúscula: la matanza de indios que realizaron los españoles fue de 120 millones según Escarrá Malavé, presidente de la comisión de relaciones exteriores del Congreso de Venezuela, de ahí que Chávez hable equivocadamente de “holocausto aborigen”. De 70 millones según el sociólogo brasileño Darcy Ribeiro y así siguen los números más inverosímiles.  Pero estas cifras son solo suposiciones artificiosas teñidas por el odio a España y lo español producto de la “leyenda negra” creada por las oficinas políticas de Holanda e Inglaterra.

   El filósofo e historiador mejicano José Vasconcelos, nada hispanista, hace constar en su Breve historia de México que no había más de seis millones de indios en todo el norte de América, tesis que años después convalidarían las investigaciones del antropólogo W. Denevan.  Mientras que don Ángel Rosemblat, profesor de historia de América colonial y nada sospechoso de prohispanismo, estimó una población a la llegada de Colón de trece millones y medio para toda América. La que disminuyó en gran parte no por las matanzas, que ciertamente las hubo sobre todo en los primeros treinta años de la conquista,  pero ni por asomo con la magnitud que se les otorga, sino por las epidemias que los españoles trajeron: gripe, viruela, sífilis, etc.

   Ángel Rosemblat nació en Polonia en 1902 en el seno de una familia judía y llegó a Buenos Aires a los seis años, realizó sus estudios en la Universidad de Buenos Aires, se perfeccionó en Europa y en 1946 se afincó en Venezuela contratado por ese gran pensador venezolano que fue Mariano Picón Salas, y allí murió en 1984.Este filólogo y antropólogo cultural se destacó por su continuado trabajo de treinta años sobre el tema de la población originaria de América a la llegada de Colón y en un libro memorable que tiene muchas ediciones La población de América en 1492. Viejos y nuevos cálculos, FCE, México, 1967.

   Afirma Pierre Chaunu, historiador francés y protestante, el mayor revisionista de la Revolución Francesa junto con Francois  Furet, escribe: “La leyenda antihispánica en su versión norteamericana (la europea hace hincapié sobre todo en la Inquisición) ha desempeñado el saludable papel de válvula de escape. La pretendida matanza de los indios por parte de los españoles en el siglo XVI encubrió la matanza norteamericana de la frontera Oeste, que tuvo lugar en el siglo XIX. La América protestante logró librarse de este modo de su crimen lanzándolo de nuevo sobre la América católica.

   La tenaz y reiterativa acusación de genocidio a los españoles por parte de los indigenistas contrasta con el silencio sobre uno de los episodios más terribles y duraderos, la matanza y explotación de indios y negros por parte de las oligarquías americanas ilustradas luego de la independencia. Así durante casi todo el siglo XIX las oligarquías locales masónicas y liberales bajo régimen de esclavitud  hicieron desaparecer pueblos enteros como los charrúas en Uruguay, los mayas en México y varias etnias en el Brasil amazónico.

 

   Nosotros al no ser antropólogos culturales, sólo conocemos tres trabajos serios sobre el tema en Argentina: a) los de Ernesto Sánchez Ance para el área norte del país. b) el libro del antropólogo  Jorge Fernández C., fallecido hace unos años, titulado Historia de los indios ranqueles, Bs.As. Ed. Inst.Nac.Antropología y Pensamiento Americano, 1998, en donde con lujo de detalles desarma el mito de los indios pampas o ranqueles como originarios, sino que llegaron a La Pampa en 1770 corridos de Chile por los españoles y vivieron allí, gracias a la industria sin chimeneas –el malón y el cautivaje -  hasta 1879, cuando cae Baigorrita, su último cacique. c) el libro de P. Meinrado Hux: Memorias de un ex cautivo Santiago Avendaño, Bs.As. Ed. Elefante Blanco, 1999. En donde se muestra palmariamente cómo era la tan mentada cultura indígena, con sus sacrificios humanos y el desollar viva a la gente.

   Invitamos a los que quieran profundizar, a leer estos trabajos que están al alcance de todos.



[1] Neyra, JC: Introducción criolla al Martín Fierro, Huemul. BsAs., 1979

LA POBLACIÓN AMERICANA EN 1492

LA POBLACIÓN AMERICANA EN 1492

Ángel ROSEMBLAT

 

   Hemos seguido paso a paso el movimiento de la población indígena de América retrocediendo desde la actualidad hasta 1570. Estamos, pues, en condiciones de plantearnos el problema final: la población que tenía el continente a la llegada de Colón. De más está decir que la fecha de 1492 tiene sólo un valor convencional. Significa, en términos generales, el momento en que se produce el contacto entre el mundo americano y la civilización europea. Ya hemos visto que ese contacto se produjo por etapas y que en 1570 una gran parte del continente, apenas descubierta, seguía sometida a sus propias leyes demográficas.

   Las apreciaciones de los contemporáneos y de los autores coloniales, que juegan muchas veces con los millones, están falseadas fundamentalmente en varios sentidos:

 1º Cuando Fray Toribio de Benavente, o Motolinia, dice que en Méjico los padres franciscanos bautizaron, de 1521 a 1536, cerca de cinco millones de indios (según Pedro Fernández de Quirós, en 1609, 16 millones; según Fray Buenaventura Salinas, en 1631, más de 18 millones; según Juan Díez de la Calle, en 1657, 43 millones) trata indudablemente de exaltar la obra evangelizadora de la Orden. (1)

 2º Cuando Hernán Cortés, en carta a Carlos V, describe una lucha contra más de 149.000 tlascaltecas "que cubrían toda la tierra" (el número tiene apariencias de precisión), trata sin duda de destacar el valor temerario de los 400 soldados que le acompañan y su maestría de capitán. (2)

 3º Cuando el historiador mejicano Clavijero cree verosímil que hayan acudido seis millones de indios a las fiestas de inauguración del templo de la ciudad de Méjico en 1486 se deja llevar, sin duda, por la tendencia, bastante general, a engrandecer el pasado indígena. (3)

 4º Cuando Fray Juan de Zumárraga, en 1531, dice que sólo en la ciudad de Méjico sacrificaban a los ídolos más de 20.000 víctimas al año, o Fray Juan de Torquemada dice que en todo el país inmolaban 72.244 víctimas por año, cifra que otros hacen ascender a 100.000, se hacen expresión del horror que produjo a los españoles esta manifestación del culto azteca y tratan, sin duda, de justificar la destrucción de los templos y la conquista misma. (4)

 5º Finalmente, cuando el P. Las Casas afirma que los conquistadores de Méjico exterminaron más de cuatro millones de indios en los doce años que siguieron a la entrada de Cortés, no hace indudablemente una afirmación de tipo estadístico, sino que maneja las cifras con espíritu de hombre de partido, como defensor apasionado de la causa de los indios y detractor del poder civil y militar. (5)

 

   Podrían agregarse otras causas de deformación, entre ellas la siguiente, anotada ya por Clavigero: el afán universal de agrandar las cosas nuevas que se describen. Al encontrarse con el Nuevo Mundo, el descubridor y el conquistador tuvieron una primera visión de deslumbramiento. Toda visión global, sobre todo del número de habitantes o de casas de una ciudad, el cómputo de una muchedumbre o de un ejército, se expresa siempre hiperbólicamente, como puede comprobarse con la experiencia cotidiana.

   Esas cifras tienen sin duda un valor histórico, aunque no, desde luego, un valor estadístico. ¿Hay acaso cifras de otro género? Evidentemente sí. Cuando se aparta uno de las polémicas político-religiosas, debidas a veces a rivalidades entre órdenes, a conflictos entre el poder eclesiástico y el temporal o a rencillas y rivalidades entre los mismos capitanes y gobernadores, se encuentran abundantes elementos que se prestan para un cálculo aproxima­do: empadronamientos parciales, repartimientos de indios realizados al día siguiente de la conquista, y a veces también la magnitud de los ejércitos. Con ayuda de estos elementos, tomando en cuenta el desarrollo histórico y analizando los medios de vida de las poblaciones precolombinas y los restos de sus culturas, hemos elaborado el cuadro que damos a continuación: (6)

 

POBLACION DE AMÉRICA HACIA 1492

       Norteamérica, al Norte del Río Grande .................................. 1.000.000

       Méjico, América Central y Antillas ......................................... 5.600.000

       Méjico ............................................................................... 4.500.000

       Haití y Santo Domingo (La Española) ....................................... 100.000

       Cuba ..................................................................................... 80.000

       Puerto Rico ............................................................................ 50.000

       Jamaica ................................................................................. 40.000

       Antillas Menores y Bahamas ............. ........................................30.000

       América Central.................................. ....................................800.000

       América del Sur ................................. ..................................6.785.000

       Colombia .............................................................................. 850.000

       Venezuela ............................................................................. 350.000

       Guayanas .............................................................................. 100.000

       Ecuador ................................................................................. 500.000

       Perú ................................................................................... 2.000.000

       Bolivia ................................................................................... 800.000

       Paraguay ............................................................................... 280.000

       Argentina .............................................................................. 300.000          

       Uruguay.....................................................................................5.000

       Brasil. ................................................................................ 1.000.000

       Chile .................................................................................... 600.000

       Población total de América en 1492 ...................................... 13.385.000

    

      Esta cantidad de casi trece millones y medio de habitantes, con un margen de error que en conjunto no creemos mayor del 20 por ciento, está de acuerdo con el conocimiento del grado cultural que había alcanzado el continente en 1492.

   La densidad de población depende, en efecto, no sólo del medio, sino también de la estructura económica y social. En el estudio de todos los pueblos se ha observado, como es natural, cierto paralelismo entre densidad de población y nivel cultural. Se da particularmente un gran centro de población allí donde cristaliza una gran formación política bajo formas agrícolas de existencia. Tal fue, en América, el caso de las civilizaciones azteca, maya, chibcha e incaica. En ellas alcanzó su apogeo la agricultura precolombina y se congregaron densos núcleos de población. El maíz (América se ha llamado la "civilización del maíz") era la base de la alimentación y se cosechaba en algunas partes dos veces al año. La zona agrícola abarcaba toda la región alta del Occidente americano, especialmente la meseta, desde Arizona hasta Chile. Pero ni siquiera el maíz era general; el cultivo se reducía, en gran parte de esa zona, a plantas tuberosas como la patata y la mandioca, a granos como la quinua ("el trigo de la puna"), a legumbres como los frijoles o las calabazas. La irrigación, el abono artificial y el empleo de instrumentos agrícolas, de madera o piedra, eran excepcionales. Las crónicas mejicanas han conserva­do el recuerdo de horribles períodos de hambre anteriores a la llegada de Cortés. (7)

 

   Pero si las grandes culturas llegaron a la etapa agrícola, y en el Perú se llegó a domesticar la llama y la alpaca, la mayor parte del continente vivía de la caza, de la pesca y de la recolección. Los pueblos cazadores necesitan extensas praderas y no crean por sí solos grandes centros urbanos, que resultan de la convergencia de los resortes políticos, el comercio y la producción industrial. Se han analizado admirablemente los medios de vida de la América precolombina. (8) Las regiones polares y subtropicales llegan muy pronto a un grado de superpoblación. Los pueblos que se alimentan de la caza y de la pesca están obligados a cierto nomadismo intermitente. La selva no ha albergado nunca grandes poblaciones, por la gran mortalidad, las condiciones climatológicas difíciles, la lucha con insectos y fieras y la escasez de plantas alimenticias. Contra lo que se cree, los recursos alimenticios de la selva son tan limitados -dice Sapper- que el viajero que no vaya bien provisto se morirá seguramente de hambre. Es paradójico -dice por su parte Humboldt­, pero en la zona tórrida, "donde una mano benéfica parece haber derramado el germen de la abundancia, el hombre indolente y flemático se encuentra periódicamente falto de alimentos". (9) Aun hoy las expediciones científicas que llegan a regiones inexploradas se encuentran con poblaciones poco numerosas que se han creado, a través de una lucha secular con los elementos, un pequeño oasis habitable.

   Fuera de la zona agrícola, que se escalonaba en una estrecha franja a lo largo de los Andes (en la región atlántica sólo hubo islotes, seguramente puntos de expansión), el continente era en 1492 una inmensa selva o una estepa. Ya hemos visto que Kroeber, que aplica exclusivamente el criterio de la densidad de población de las áreas culturales, sin detenerse en los datos históricos, calcula para toda América una población de 8.400.000 habitantes. Por nuestra parte hemos llegado a casi trece millones y medio.

   Según nuestros cálculos, desde 1492 hasta 1570 se ha producido una disminución de 2.557.850 indios, balance negativo del primer período de contacto del blanco y del indio en toda amplitud del continente. ¿A qué se debe que se haya hablado de la extinción de decenas de millones de indios? Sería pueril explicarlo simplemente por la fabricación deliberada de una leyenda negra. Por una parte se ha creído en una grandeza legendaria de América; por otra se ha generalizado a todo el continente el proceso de extinción cumplido en las Antillas y se han tomado los hechos aislados -en el proceso que hemos llamado periférico- como índice de una evolución general.

 

   Analicemos, pues, con alguna detención, el proceso que condujo a la desaparición del indio antillano.

   Dos cuestiones vamos a considerar:

 

1º ¿Cómo se explican los millones de indios atribuidos a esas islas cuando nosotros apenas encontramos un total de 300.000 indios?

2º ¿Cómo se explica la extinción vertiginosa del indio antillano? Veámoslo en la Española, el primer ensayo de colonización americana. Es un hecho comprobado repetidas veces que los primeros viajeros que se  han puesto en contacto con un país exótico han exagerado considerablemen­te su población, en muchos casos hasta decuplicarla. Es lo que pasó con Groenlandia, con Tahití y las islas Sandwich, con Marruecos y el África Occidental. Es lo que pasó también con las Antillas. El navegante, propenso siempre a descubrir grandezas, calcula la población total por las gentes que sus barcos atraen a la costa o generaliza a todo el país la densidad de población del punto hospitalario donde desembarca. (10)

 

   La Española fue durante unos años el Dorado americano. Colón, sugestionado por su propio descubrimiento, o calculando sus frases con frialdad de propagandista, había visto en ella un puerto hondo "para cuantas naos hay en la Cristiandad", un río en el que cabían "cuantos navíos hay en España", y hasta montañas "que no las hay más altas en el mundo"(11). La Española era el Ofir de las Sagradas Escrituras. Pero la realidad fue algo distinta. El segundo viaje de Colón -17 naves, 1.500 hombres- debía iniciar la gran empresa colonizadora. Años después no quedaban más que recuerdos fatídicos: por las ruinas de la Isabela, la primera colonia, vagaban, según la leyenda, los espectros blasfemantes de los que habían muerto de hambre. El Nuevo Mundo no era aún capaz de alimentar a 1.500 europeos. Hubo que expedir urgentemente barcos a España en busca de víveres. Hubo que desistir de expediciones iniciadas, por miedo a morir de hambre en el trayecto.

   Sin embargo, la isla, fuera de las cordilleras casi inaccesibles, de las depresiones áridas y de los bosques espinosos, era de una fertilidad extraor­dinaria, "un verdadero Paraíso arahuaco", como dice Sven Loven en su estudio de la agricultura de los taínos. (12) Los indios vivían fundamentalmen­te de los productos del suelo y cultivaban de manera intensiva la yuca o mandioca, la batata, el aje, el maíz, los frijoles o porotos, la yautía, el lerén, etcétera. Tenía, además, gran riqueza de árboles frutales, silvestres y de huerta. Pero el único instrumento agrícola era la coa, una especie de azada de madera: "unos palos tostados que usan por azada", según la definición del P. Las Casas. La base de la alimentación era el pan de yuca, el famoso cazabe antillano. La cultura taína, que dominaba en la isla, una rama de la cultura arahuaca del continente, se encontraba aún en la edad de piedra y no había alcanzado un grado avanzado de agregación social, la única base para la existencia de poblaciones densas. La isla estaba dividida en una serie de cacicatos independientes (cinco al menos, "los cinco reinos" del P. Las Casas) y no presentaba más que pequeñas aldeas de bohíos y caneyes. (13) Una población de 100.000 habitantes nos parece lo máximo que podía haber sustentado la isla en 1494, cuando se inició el choque con el blanco, y es también lo máximo que permiten suponer los 60.000 habitantes con que contaba, según parece, en 1508 y los 30.000 de 1514. (14)

 

   La fama de la isla, como expresión de la riqueza de las Indias, debió difundirse rápidamente por España. No fue ajeno a ello, sin duda, la necesidad de alentar la empresa colonizadora y de neutralizar los primeros fracasos. Rápidamente surgieron villas y ciudades: en 1502 había tres pueblos; en tres o cuatro años se fundaron quince, "con mucha gente de vezinos, tratantes e trabajadores de minas y granjerías"(15). Las ilusiones crearon una grandeza ficticia que pronto se desmoronó. Cuando se percibió el fracaso de la explotación minera, y el Dorado se desplazó hacia tierra firme, sobre todo hacia Méjico y el Perú, los colonos empezaron a emigrar. Sólo quedó el recuerdo de una grandeza; mejor dicho, de la ilusión de una grandeza.

 

   Colón había creído luchar con 100.000 indios en la Vega Real, había creído que la isla era tan grande como Portugal, aunque con el doble de población, y que con los indios había "para hinchar a Castilla y a Portugal, y a Aragón, y a Italia, a Sicilia, e las islas de Portugal y de Aragón, y las Canarias". ¿Qué tenía de extraño que Las Casas, que había visto 25.000 ríos riquísimos de oro sólo en la Vega de Maguá, hubiera visto también tres o cuatro millones de indios en la isla?

   Con todo, ¿cómo se reducen esos 100.000 indios de la Española a 60.000 en 1508, a 30.000 en 1514, incluyendo en este número los introducidos de otras islas y de Tierra Firme, y a unos 500 escasos en 1570, para desaparecer lentamente en los siglos siguientes, absorbidos en la población blanca y negra? El proceso, al mismo ritmo, se repite en Cuba, Puerto Rico y Jamaica, y luego, con un siglo de intervalo, en las Antillas Menores y Bahamas, colonizadas por franceses, ingleses, daneses y holandeses.

   Siempre que se ha puesto en contacto una raza conquistadora con un pueblo aborigen, ese contacto, aunque haya sido pacífico, se ha producido a expensas del pueblo conquistado: su población ha decrecido necesariamen­te, al menos en la primera etapa. Este hecho ha sido estudiado entre los pueblos coloniales de África y Asia, y sobre todo en las islas de Oceanía. El mismo proceso se ha registrado aun en la conquista de un pueblo de cultura superior: la Grecia antigua, sometida al Imperio Romano. Es el "clash of peoples" de los ingleses, choque entre pueblos, tantas veces mortal. Aun en los casos en que el conquistador, por propia necesidad, ha puesto todos sus esfuerzos para estimular el crecimiento demográfico de la colonia, la pobla­ción ha descendido día a día, en forma incontenible. Se ha llegado a hablar de "una atmósfera pestilencial" creada por la raza vencedora, de pueblos destinados por la naturaleza a la extinción como una especie de vegetación inferior, y hasta se ha pensado en una acción oculta de carácter misterioso (16). Y no ha faltado quien sostuviera la necesidad de apresurar portadas los medios el proceso para que "sobre las ruinas de los pueblos desaparecidos se pueda desarrollar la vida superior de razas mejor dotadas".

   Pero la extinción del indio antillano no tiene nada de misterioso ni de oculto.

   Un siglo antes de la llegada de Colón, los taínos de la Española y de Puerto Rico se encontraban en una fase expansiva: colonizaron el este de Cuba, superponiéndose a la cultura, más primitiva, de los siboneyes. Les detuvo el avance de otro pueblo, el caribe, que en 1492 había conquistado ya gran parte de las Antillas Menores y había invadido el extremo oriental de Puerto Rico, llegando a hacer incursiones, según parece, hasta la costa de Haití. Por un lado, "los indios cobardes y fuera de razón" de Colón frente a la "gente sin miedo". Expresión clara de este proceso era la coexistencia en algunas islas de dos lenguas, una lengua de las mujeres, de origen arahuaco, otra de los guerreros, de la familia caribe, manifestación lingüística de un sistema de conquista bastante general en el mundo primitivo: exterminio de los hombres y apropiación de las mujeres. La llegada del blanco vino a interrumpir la expansión caribe y a inaugurar un período nuevo (17).

   Resumamos ahora brevemente los hechos externos de la extinción del indio haitiano. El primer contacto entre Colón y "los indios cobardes" fue pacífico. Pero al volver en su segundo viaje, con instrucción expresa de que tratara a los indios "muy bien y amorosamente", encontró las ruinas del pequeño fortín que había dejado, y muertos los 40 hombres de la guarnición. A principios de 1494, fundada la Isabela, comenzaron las expediciones a la "gran Vega", el Dorado haitiano. Las ansiadas riquezas seguían ocultas. Colón inició una activa campaña contra los indios, que duró casi un año, con el empleo de armas de fuego, caballos, perros de caza. Los indios se sometieron. Pero cuando se les impusieron tributos de oro y de algodón, o el servicio personal en minas y granjerías, talaron los campos y huyeron al monte. Era imprescindible llevar oro a España, pagar las primeras expediciones, apaciguar a los colonos descontentos y desmentir a los que se habían fugado a la Península pregonando la pobreza de las decantadas Indias. Esta misión debía recaer sobre los indios. Prosiguió la campaña (la caza del indio) hasta lo más intrincado de los bosques. Se les esclavizó, se les marcó a fuego en la frente, como a los negros (la prohibición de herrar a los indios es del 13 de enero de 1532), y aun se inició el envío de cargamentos de indios esclavos para ser vendidos en la Península, hasta que lo prohibió la reina Isabel (18). Los primeros años transcurrieron en luchas contra los indios y disensiones entre los españoles. Hasta 1500 la empresa era un fracaso. Símbolo de ese fracaso, Colón volvió a España con grillos en las manos y cargado de cadenas.

 

   Las instrucciones de 1501 y de 1503 a Ovando, y la Real Cédula del 20 de diciembre de 1503, especificaban la libertad del indio, pero también el derecho de compelerlo, mediante salario, para el trabajo en las minas o en los edificios, y para la labranza y la granjería. En ese compeler está el destino de la población indígena, porque el indio rehuía el trabajo, y su rebeldía era ya motivo de justa guerra, y por lo tanto de esclavitud. Las instrucciones de 1503 establecían, además, que debía juntárseles "para ser doctrinados, como personas libres que son, y no como siervos". Desde 1502 surgieron ciudades y comenzó la explotación intensiva. A cada colono se le concedió una cantidad de indios, a veces cincuenta, a veces cientos (a los oficiales del Rey mucho más). Los indios repartidos trabajaban a la fuerza en la construcción de edificios, en la agricultura, en las minas. Era preciso alternar la vigilancia del trabajo con cruentas expediciones punitivas y con la caza constante de indios. La Reina Isabel murió en 1504. En el codicilo de su testamento suplicaba al Rey, y encargaba y mandaba a su hija la Princesa, y al Príncipe, su yerno, que procuraran atraer e instruir a los indios en la fe católica y mandaran "que sean bien y justamente tratados, y si algún agravio han recibido lo remedien" (19). En 1508 quedaban, según parece, unos 60.000 indios.

   Como los indios no alcanzaban para las necesidades de la colonia, se empezaron a traer indios caribes, los temidos antropófagos de las Lucayas y de Tierra Firme, que la legislación autorizaba a capturar y vender como esclavos, y aun indios pacíficos de las islas no colonizadas todavía. Pero las cantidades fueron sin duda reducidas (20). En 1509, al llegar Diego Colón con su nueva corte de favoritos, se hicieron otros repartos de los indios de la Española. Entonces comenzó en favor de los indios la violenta campaña de los dominicos, que culminó con el apostolado vehemente y fanático de Las Casas (21).

 

   Fray Antonio de Montesinos dio carácter público a la protesta dominica. En 1511 predicó en una iglesia de Santo Domingo, con violenta elocuencia, contra los abusos de los colonos y contra la encomienda como atentado a la naturaleza libre del indio (22). Diego Colón le acusó ante los superiores de su Orden, que se solidarizaron con el predicador. Se desencadenó una violenta hostilidad entre dominicos y el poder temporal. Los franciscanos se pronun­ciaron contra la orden rival. Los dominicos llegaron a negar los sacramentos a los que tenían indios encomendados. La lucha se enconó. El provincial dominico de España reprendió a sus hermanos de la Española y les anunció que en la corte se había pensado expulsarlos de la isla. Fray Antonio fue a España y se presentó ante Fernando el Católico. El rey convocó una Junta de letrados, que promulgó, el 27 de diciembre de 1512, las famosas Leyes de Burgos, el primer código que reglamenta la situación del indio. Las Leyes proclamaron la libertad del indio, pero sancionaron la encomienda como forma obligatoria, aunque paternal, de trabajo asalariado (23). Entonces se produjo en la Española el repartimiento de Alburquerque.

   El repartimiento de los indios hecho por Rodrigo de Alburquerque en 1514 muestra el proceso de la extinción indígena en una fase aguda. El dinamismo demográfico de la Española estaba ya roto. Hay repartimientos de 40 y 50 indios en que consta expresamente que no hay ni un solo niño; sobre un total de 22.336 hombres y mujeres de servicios, no había con seguridad más de 3.000 niños, a juzgar por los datos parciales (hemos contado 1515, pero no siempre consta el número). Hay aún otro factor de desequilibrio: había más hombres que mujeres, contra lo que se podía esperar después de un período de guerra (en la Concepción, por ejemplo, contamos 1.072 hombres por 880 mujeres). Consta que 60 encomenderos estaban casados con cacicas. ¿Y el resto de los varios miles de españoles que poblaban la isla? Se sabe que muchos de ellos vivían con mujeres indígenas, y de la época de Roldán y de Bobadilla hay testimonios de que muchos hasta tenían un harén de indias. La escasez de niños está relacionada indudablemente con la escasez de mujeres, y los cronistas dicen que el indio ponía además trabas a la procrea­ción. Es indudable que en 1514 la población indígena de la Española -unas 30.000 almas- estaba a un paso de la extinción. Pocos años después casi no quedaban indios, y casi tampoco quedaban colonos, ahuyentados por la miseria.

 

   El repartimiento de Alburquerque, con su cohorte de favoritismos, injusticias y venalidades, desencadenó la lucha entre dominicos y el poder temporal. Las Casas había llegado a la Española en 1502. En 1511 había acompañado a Velázquez en la Conquista de Cuba mientras fray Antonio predicaba contra las encomiendas en Santo Domingo. Luego, en 1514, se siente iluminado, vende sus tierras, pone en libertad a los indios que tenía en encomienda y se entrega, durante cincuenta años, incansable, heroico, fanático, manejando el ruego o el anatema, arrastrando burlas, amenazas y persecuciones, acusado de delirante, loco, bellaco, desvergonzado, revoltoso y sedicioso, y a pesar de fracasos, derrotas y humillaciones, a la lucha contra "la codicia insaciable" y "la innata ambición" de "los tiranos que comen la carne y beben la sangre de sus ovejas" y a su fervoroso apostolado: la defensa del indio, que para él era manso, dócil, débil, fiel, humilde, paciente, delicado, pacífico, tierno, sufrido, sin maldad ni doblez, sin rencor ni odio, sin soberbia ni ambición ni codicia. El P. Las Casas quería la conquista pacífica y una especie de república india bajo la tutela de los dominicos.

   La campaña de Las Casas, proseguida ante el rey y ante el cardenal Cisneros, determinó el envío, en 1516, de tres Padres Jerónimos para que pusieran paz en la isla. Las instrucciones que llevaban habían sido redactadas por el mismo Las Casas, con modificaciones del Cardenal y de su Consejo. Los Padres Jerónimos llegaron en diciembre de 1516; según algunos creían, para asegurar la libertad de los indios. Encontraron a los nativos "derramados por toda la isla e tan pocos en cada asiento, por estar todos divididos por las mismas e estancias de los castellanos, que no era posible ni convertirlos en buenos cristianos ni asegurar su procreación". Decidieron entonces reunirlos en pueblos de 400 ó 500, manteniendo las encomiendas. Las Casas, de nuevo inquieto, volvió a España con el propósito de mudar "el tiránico gobierno" de la encomienda por otra manera "razonable y humana" de regir los indios.

 

   El poder temporal, que no podía renunciar al indio -la principal, casi la única riqueza- , puso todos sus esfuerzos en conservar y aumentar la población indígena. Entonces, para relevar al indio del trabajo exterminador de las minas, y ante las demandas insistentes de los colonos, apoyados por los Jerónimos y por Las Casas, se intensificó el comercio negrero, practicado ya intermitentemente desde 1511, pero suspendido por temores políticos (24). El negro, más fuerte, más resistente, con mayor capacidad de adaptación a las formas europeas de trabajo, desplazó al indio. Los colonos preferían un negro a cinco indios. Para el cultivo de la yuca un indio fuerte podía hacer 12 montones diarios; un negro podía hacer 140 (25). Hacia 1520 escribía Fernández de Oviedo (Historia, 1, 141): ’’Ya hay tantos en esta isla, a causa destos ingenios de azúcar, que paresce esta tierra una efigie o imagen de la misma Ethiopía". En 1545 -cuenta Benzoni- muchos españoles de Tierra Firme estaban seguros de que los negros se iban a apoderar de la isla. En 1560, cuando apenas quedaban unos centenares de indios, había ya unos 20.000 negros. (26)

   El negro agravó la situación del indio aun desde otro punto de vista: las epidemias. A las enfermedades introducidas por el blanco, para las que el indio carecía de inmunidad (epidemias exterminadoras de sarampión o de viruelas), vinieron a agregarse las enfermedades africanas. Se ha dicho que la caballería invisible de los microbios ha hecho en toda conquista más víctimas que las armas. El antropólogo alemán Waitz ha llegado a atribuir a las viruelas el exterminio de la mitad de la población indígena de América. En diciembre de 1518, cuando los indios de la Española iban a abandonar las minas para ir a sus pueblos, los treinta pueblos en donde los Padres Jerónimos esperaban que se harían buenos cristianos y podrían procrear, "ha placido a Nuestro Señor -dicen los Padres de dar una pestilencia de viruelas que no cesa, e en la que se han muerto e mueren hasta el presente (10 de enero de 1519) casi la tercera parte de los dichos indios". Los oficiales y oidores reales, en carta al rey, calculaban el 20 de mayo de 1519 que de esa pestilencia había muerto más de la mitad de los indios.

   Las viruelas, el sarampión, el romadizo y cualquier enfermedad infecciosa cobran especial virulencia cuando son el sello de la conquista de una población desnutrida. La gran mortalidad de las epidemias en la Española es un síntoma de que la población indígena estaba derrotada. Frente a la extraordinaria receptividad para el germen, y ante los estragos de la enfermedad, el indio no tenía más defensa que los recursos de su magia.

   Los esfuerzos para salvar al indio fueron infructuosos. Irremediablemente, entró en franca extinción. Su vida espiritual (sentimientos, creencias, jerar­quías) estaba aniquilada, su sistema de vida desintegrado, sus clases dirigentes destruidas. Tuvo la sensación de su impotencia, de su inferioridad, de su esterilidad. La anarquía se adueñó de su mundo moral y psíquico. Lo que pasaba a su alrededor era superior a su capacidad intelectual. De su familia poligámica, de su desnudez, de sus placeres primitivos, se le quería llevar a la monogamia rígida, al trabajo forzado, a vestirse, a un Dios único. Se sintió abandonado por sus "zemíes" protectores. Su "perversidad" llegó entonces hasta el punto de negarse "a los deberes de la reproducción" o el usar hierbas para practicar el aborto. Para "sustraerse al trabajo" se suicidaba (con zumo de yuca brava, ahorcándose, despeñándose de las rocas o comiendo tierra), y lo hacían las familias enteras, grupos de 50 indios, y aún pueblos íntegros que "se convidaban a ello"; su crueldad llegaba hasta el punto de hacerlo "por pasatiempo" (27). Sin embargo, todavía fue capaz de una insurrección cruenta y larga: desde 1519 hasta 1533, Enriquillo, un indio educado por los francis­canos, con 4.000 indios según unos, con 50 según otros, dirigía la resistencia. Hubo que llevar 200 hombres de la Península y movilizar más soldados que los que acompañaron a Cortés en la conquista de Méjico. En 1542, cuando se dictaron las Leyes Nuevas, con disposiciones de favor para el indio antillano (28) -era el triunfo de Las Casas- , sólo quedaban para poner en libertad, porque los colonos alegaban que sus indios no eran los autóctonos, sino comprados en el continente y en otras islas.

 

   El proceso de la Española se repitió, con variantes, en Cuba y Puerto Rico. En las Antillas Menores, pobladas por indios belicosos, los caribes o caníba­les, el proceso fue más violento: la legislación permitió capturarlos, marcarlos a fuego en la frente, venderlos y hasta mandarlos a España. En último término, el mismo proceso de las Antillas españolas se cumplió luego en las francesas, inglesas, holandesas y danesas. ¿Era el indio antillano tan débil que su existencia constituía -como se ha dicho- "un milagro fisiológico"? Su historia prueba evidentemente que no. Además, la desaparición fue más lenta de lo que se cree. En Cuba quedaban indios casi en nuestros días, y también en Santo Domingo. Los últimos indios antillanos se diluyeron en la mezcla con el blanco y el negro.

   ¿Por qué se ha extinguido entonces en las Antillas mientras se conserva hasta nuestros días, con bastante vitalidad, el indio continental? Sin duda por su carácter de indio insular. El mismo proceso de extinción se ha cumplido ­como hemos visto- en grandes regiones del continente, desde el descubri­miento hasta nuestros días. En los Estados Unidos, en la Argentina, en todos los países, el indio ha sido arrojado hacia zonas del interior, hacia las tierras de renta más baja. El indio se ha visto obligado a replegarse hacia lo que hemos llamado zona nuclear. En las Antillas, prescindiendo de los indios que huyeron de isla en isla hasta el continente, en proporciones difíciles de determinar (29) -en el cual, por otra parte, se conservan restos densos del indio antillano- ese proceso tenía poco margen. La zona de extinción debía abrazar pronto todo el ámbito de las islas.

   Se explica así que mientras la población indígena del continente ha aumentado, al parecer, en sus cifras de conjunto, desde 1492 hasta la actualidad, en las islas del Mar Caribe no hayan quedado más que familias aisladas en las que el ojo experto puede reconocer, a través del mestizaje con el blanco y con el negro, un resto de la antigua población antillana.

 

   El proceso antillano no se puede generalizare a toda América, sino a la que hemos llamado zona periférica. De todos modos, el primer contacto entre el blanco y el indio fue fatal para el indio en toda la amplitud del continente. Lo fue en las regiones donde el contacto se produjo en forma pacífica, pero aún más en Méjico y el Perú, donde adquirió caracteres de gran violencia. La primera época fue sombría. La historia se detiene en los hechos que más impresionan: la persecución del indio con perros de caza, la venta de indios esclavos, marcados con hierro en la frente, ¿No se les llegó a negar el carácter de seres racionales, y no fue necesario que el Papa Paulo III afirmara, en su bula del 2 de junio de 1537, que los indios eran verdaderamente hombres, capaces de adoptar la fe de Cristo? Aun un espíritu bastante mesurado como el P. Toribio de Benavente, o Motolina, que era contrario a que se imprimieran las obras del P. Las Casas y escribía a Carlos V que "los indios desta Nueva España están bien tratados tienen menos pecho y tributo que los labradores de la vieja España, cada uno en su manera", analiza diez causas de la despoblación de la Nueva España, "diez plagas con que Dios hirió las tierras y los habitantes de Méjico"; Las epidemias, las guerras con los españoles, el hambre, los tributos y servicios de los indios, el trabajo de las minas, la esclavitud, etc. Un dominico, Fr. Domingo de Betanzos, profetizó la extinción de la raza indígena si continuaban los desastres. (30)

 

   Los testimonios son coincidentes en toda la extensión de América, y a veces se apoyan en cifras para presentar más gráfica y elocuentemente la destrucción de las Indias. Fuera de los círculos afectos al P. Las Casas, un cronista de Su Majestad, Francisco López de Gómara, dice que en las guerras civiles entre Pizarros y Almagros murió un millón y medio de indios. Nada se presta más para las cifras hiperbólicas que los cálculos de la mortalidad bélica. Y, sin embargo, no hay que olvidar que las huestes españolas nunca pasaron de varios centenares de hombres, y muchas veces no llegaron al centenar. En 1580 el padre jesuita Luis López, en Lima, dice que la guerra de Vilcabamba, en que se apresó a Túpac Amaru, y la guerra contra los chiriguanos se han hecho "con injusticia y mucha costa de indios y españoles y muertes, y particularmente la de los chiriguanes", A lo cual contestaba el Virrey Toledo: "solos murieron cuatro en entrambas guerras, y de indios no entiendo que murieron veinte: los ocho o diez mataron los indios de guerra, y los demás se murieron de sus enfermedades" (31). Más verosímiles son las cifras de la mortandad producida por las epidemias: en la mayoría de las provincias de Méjico -dice Motolina- murió la mitad de la gente de las viruelas introducidas en 1520 por el negro de Narváez; según Torquemada murieron 800.000 indios en la epidemia de 1545 y dos millones en la de 1576. Pero son siempre sospechosas las cifras inspiradas en el terror.

   Con todo, por más discutibles que sean los números, parece evidente que el contacto violento o pacífico, las epidemias, las guerras, la migración de pueblos a consecuencia de la conquista, el nuevo régimen de trabajo y de vida, y aun las arbitrariedades y abusos de autoridades y encomenderos, repercu­tieron desfavorablemente en el desarrollo de la población indígena en el siglo XVI. Pero ya hemos visto que ese contacto no fue simultáneo en todas partes, y hemos visto también, a través de cuatro siglos de historia indígena, que aun en las condiciones más desfavorables una población concentrada en núcleos densos, manteniendo casi intactas su cultura, su familia, su organización social, puede rehacerse después de la hecatombe inicial. George Kubler; que ha estudiado detenidamente el movimiento de la población mejicana en el siglo XVI, cree que ha habido un gran descenso de 1520 a 1545, un aumento apreciable de 1546 a 1575 y un período estacionario de 1577 a 1600 (32). Los hechos luctuosos no constituyen toda la historia. La acción indianófila de fuertes núcleos misioneros, que ganaron muchas veces para su causa a las autoridades y a la corona, el apostolado tan discutido del P. Las Casas y el apostolado indiscutido de Vasco Quiroga, la actitud generosa de una parte de los nuevos pobladores, las reformas administrativas y judiciales, la legislación protectora, y aun el matrimonio legal entre españoles e indias, junto a la necesidad de mantener el desarrollo de la población indígena. Sin dejamos llevar por la tentación de una leyenda negra o de una leyenda áurea -a ninguna de las dos se ajusta la historia del hombre, y menos la del hombre hispano­- hemos llegado a calcular una disminución de unos dos millones y medio de indios de 1492 a 1570, y una población americana de unos trece millones y medio en 1492.

 

 

CONCLUSIONES GENERALES

 

 

   Hemos seguido hasta ahora un camino inverso al de toda investigación histórica: desde la actualidad nos hemos remontado paulatinamente hacia el pasado. Desandemos ahora el camino recorrido. El desarrollo de la población indígena y el proceso demográfico de América desde la llegada del blanco se expresa en las siguientes cifras:

 

AÑOPOBLACIÓN INDÍGENAAUMENTO O DISMINUCIÓNPOBLACIÓN TOTAL% INDÍGENA
149213.385.000 13.385.000100%
157010.827.150- 2.557.85011.229.65096´41%
165010.035.000- 792.15012.411.00080´85%
18258.634.301- 1.400.69934.531.53625´10%
194016.211.670+ 7.577.369274.275.1115´91%

  

   Dentro de su valor relativo e hipotético, estos números constituyen un índice de la historia de América. La población indígena, sometida a un proceso continuado de extinción por el juego de diversos factores (epidemias de origen europeo, guerras de conquista, régimen de trabajo, sistema colonizador, alcoholismo, despojos y arbitrariedades, nuevas condiciones de vida, derrota material y moral, mestizaje), llega hasta nuestros días acrecida en número, pero muy mermada en su integridad racial. Pueblos enteros, hasta una cultura floreciente como la chibcha, han desaparecido casi sin dejar rastros. En la mayor parte del continente no quedan hoy ni las huellas del indio. Pero las cifras muestran al mismo tiempo un proceso acelerado de reestruc­tura étnica y cultural. Más que de una extinción del indio hay que hablar de una absorción del indio.

   Hace cuarenta siglos que un conjunto de pueblos, portadores de la lengua y de la cultura, penetraron en Europa. Por todos los procedimientos, desde la conquista pacífica hasta el exterminio, se superpusieron a los pueblos primitivos del continente, creando lo que llamamos hoy civilización occidental. La historia moderna de América no es más que una fase de ese mismo proceso. En cuatro siglos de expansión indoeuropea, el continente americano se ha incorporado al mundo occidental. Aun los grandes núcleos de la América india (Méjico, Perú) o de la América negra (Haití) viven, en su vida histórica, dentro de los moldes culturales, políticos y económicos de Europa. Desde luego, se han incorporado a la vida americana muchos elementos de la cultura material y espiritual del indio, en amplias zonas se conservan poblaciones indígenas casi intactas y en zonas aun más amplias el indio sobrevive en el mestizo ("el neo-indio"). Pero en su conjunto, culturalmente, aun más que étnicamente, el continente está ganado para la raza blanca.

   ¿Cabe esperar -como hoy tiende a afirmarse- un renacimiento de la cultura autóctona? Después de cuatro siglos de desintegración étnica, política, cultural y lingüística, parece evidente que no. Pero el indio no ha muerto. Si la cultura propiamente indígena quedó paralizada en su desarrollo desde el momento de la conquista, el indio se fue incorporando a la vida social y cultural de América, y su aportación fue fecunda desde la primera generación americana. Una figura del siglo XVI puede simbolizar esa fusión del alma americana con la cultura europea: el Inca Garcilaso de la Vega, hijo de conquistador y de princesa indígena, criado en el Cuzco hasta los veinte años entre duros conquistadores españoles y los restos de la destronada monar­quía incaica, y que supo, en la más pura y armoniosa lengua de Castilla, traducir los Diálogos de amor de León Hebreo, historiar dramáticamente la conquista de la Florida y reconstruir el pasado incaico y la conquista del Perú en sus magníficos Comentarios Reales, según Menéndez y Pelayo "quizá el único en que verdaderamente ha quedado un reflejo del alma de las razas vencidas".

   Parece que el porvenir está decidido, y que el pasado americano podrá, cuanto más, sobrevivir como matiz, como estilo, en la gran obra colectiva y universal de nuestra cultura.       .

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   - Sobre la población de América en la época de Colón. Comentario de Alberto Buela.

   Es sabido que hoy día uno de los temas y asuntos más aprovechados políticamente por el progresismo, tanto de izquierda como liberal, es el del indigenismo. No existe prácticamente ningún gobernante- nacional o provincial- de Nuestra América que no cante loas al mundo precolombino, a los indios, a los autóctonos, a los pueblos originarios.

   Ni que decir de los militantes políticos y los intelectuales del pensamiento único, el tema está comprado en bloque. Es como si una voz de orden venida del imperialismo yanqui dijera: "Así como para nosotros el único indio que vale es el indio muerto, para Uds. lo único valioso es: que todos sean o se declaren indios". Para apoyar este principio de dominación política y cultural nos han vendido, y nuestra intelligentsia ha comprado, la teoría del multiculturalismo que hace pedazos la poca unidad que hemos logrado luego de 500 años de existencia. Esta teoría ruin se expresa en el apotegma: la minorías tienen derechos por el sólo hecho de ser minorías, tenga o no algún valor lo suyo. Y así como es políticamente correcto criticar a los fumadores y a los cazadores de ciervos, por el contrario, es políticamente incorrecto criticar a cualquiera de las mil variantes del indigenismo americano.

   De acá se desprende la primera mentira mayúscula: la matanza de indios que realizaron los españoles fue de 120 millones según Escarrá Malavé, presidente de la comisión de relaciones exteriores del Congreso de Venezuela,  de 70 millones según el sociólogo brasileño Darcy Ribeiro y así siguen los números más inverosímiles.  Pero estas cifras son sólo suposiciones artificiosas teñidas por el odio a España y lo español producto de la "leyenda negra" creada por las oficinas políticas de Holanda e Inglaterra.

   El filósofo e historiador mejicano José Vasconcelos, nada hispanista, hace constar en su Breve historia de México que no había más de seis millones de indios en todo el norte de América, tesis que años después convalidarían las investigaciones del antropólogo W. Denevan.  Mientras que don Ángel Rosemblat, profesor de historia de América colonial y nada sospechoso de prohispanismo, estimó una población a la llegada de Colón de trece millones y medio para toda América. La que disminuyó en gran parte, no por las matanzas que ciertamente las hubo sobre todo en los primeros treinta años de la conquista,  sino,  por las epidemias que los españoles trajeron: gripe, viruela, sífilis, etc.

   Ángel Rosemblat nació en Polonia en 1902 en el seno de una familia judía y llegó a Buenos Aires a los seis años, realizó sus estudios en la Universidad de Buenos Aires, se perfeccionó en Europa y en 1946 se afincó en Venezuela contratado por ese gran pensador venezolano que fue Mariano Picón Salas, allí murió en 1984. Nosotros tuvimos ocasión allá por 1968 de asistir a varias de sus clases magistrales en la Universidad de Buenos Aires. El trabajo que acá publicamos pertenece al libro que le dio mayor fama internacional La población de América en 1492 de 1945 y que ha tenido múltiples reediciones. En este trabajo Rosemblat estudió el proceso demográfico de América desde la llegada de los europeos y para ello utilizó un original método "invertido cronológicamente", es decir, que fue desde nuestros días - donde contamos con datos más o menos ciertos-  hasta 1492, donde la incertidumbre es mayor. Pasó así de los datos comprobables desde 1940, 1825, 1650, 1570, 1492 hasta los datos menos ciertos o verosímiles.

   Este trabajo eximio de don Ángel de 1945, sobre el que siguió trabajando hasta las ediciones mejicanas de 1964 es de una erudición apabullante que hoy no se encuentra, y da al traste con la inmensa cantidad de trabajos posteriores a al suyo, que ni por asomo se aproximan en rigor metodológico ni en el manejo de las fuentes. Un signo más de la decadencia de nuestro tiempo.

 

(1) Historia de los indios de Nueva España, por Fr. Toribio de Benavente o Motolina, Edic. de Méjico, 1941, pág. 118: "Yo creo que después que la tierra se ganó, que fue el año de 1521, hasta el tiempo que esto escribo, que es en el año de 1536, más de cuatro millones de ánimas se bautizaron". En la pág. 121 hace el cálculo: De los sesenta sacerdotes franciscanos que hay, veinte todavía no habían bautizado, y de los cuarenta restantes calcula que cada uno ha bautizado cien mil o más, "porque algunos de ellos hay que han bautizado cerca de trescientos mil, otros hay de doscientos mil y a ciento cincuenta mil, y algunos que mucho menos, de manera que con los que bautizaron los difuntos y los que se volvieron a España, serán hoy día bautizados cerca de cinco millones" Y luego hace el recuento por pueblos y provincias de la manera siguiente: "A México y a sus pueblos, ya Xochimilco con los pueblos de la laguna dulce, y a Tlalmánaco y Chalco, Cuauhuáhuac con Ecapitztlán, y a Cuauhquechollan y Chietla, más de un millón. A Tezcoco, Otompay Tepepolco, Tollantzinco, Cuautitlán, Tallan, Xilotepec con sus provincias y pueblos, más de otro millón. A Tlaxcallan, la Ciudad de los Ángeles, Cholollan, Huexotzinco, Calpa, Tepeyacac, Zacatlán, Hueytlapan, más de otro millón. En los pueblos de la Mar del Sur, más de otro millón. Y después que esto se ha sacado en blanco se han bautizado más de quinientos mil, porque en esta cuaresma pasada del año 1536, en sola la provincia del Tepeyacac se han bautizado por cuenta más de setenta mil ánimas; por manera que a mi juicio y verdaderamente serán bautizados en este tiempo que digo, que serán quince años, más de nueve millones de ánimas de indios". Motolina alude a los debates producidos entre los frailes por el hecho de que los misioneros, que tenían que bautizar a veces dos y tres mil indios por día, abreviaban la ceremonia. Véase también a este respecto CLAVIGERO, Storia, IV, 282 (dice que según Motolina, entre 1524 y 1540 fueron bautizados en el Valle de Méjico y provincias vecinas más de seis millones de habitantes, y que él mismo bautizó 400.000, "de los que dejó el recuento escrito por su mano") Humboldt, Essai, edic. París, 1825,1,298, dice: "Todos los partidos estaban igualmente interesados en exagerar el estado floreciente de los países recién descu­biertos: los Padres de San Francisco se vanagloriaban de haber bautizado, desde 1524 hasta 1540, más de seis millones de indios, y, lo que es más, de indios que no habitaban más que las regiones vecinas a la capital". EZEOUlEL A. CHÁVEZ, Fray Pedro de Gante, le atribuye a Fr. Pedro el haber bautizado en la provincia de Méjico, con otros compañeros, más de 200.000 indios, "y aun tantos que ya no sabía el número: en un día 14.000 personas; a veces diez y a veces ocho mil" (cit. por GRANADOS, op. cit., 5) Fr. Martín de Valencia le escribía en 1531 al comisario general de la Orden franciscana, Fr. Matías Weynssen: ... "hablando con verdad, y no por vía de encareci­miento, más de un millón de indios han sido bautizados por vuestros hijos, cada uno de los cuales ha bautizado a más de cien mil" (TOROUEMADA, libro XX, cap. XVI, apud ROMÁN ZULAICA GÁRATE, Los franciscanos y la imprenta en México en el siglo XVI, México, 1939, pág. 86). GIL GONZÁLEZ DÁVILA, Teatro eclesiástico de la primitiva iglesia de las Indias occidentales, Madrid, " pág. 25, afirma que los dominicos y franciscanos bautizaron en Méjico y sus contornos, de 1524 a 1539, 10.500.000 indios (lbíd.) Prescott dice que los misioneros pregonan que han convertido 9 millones de indios, "suma probablemente superior a la población del país" (cit. por CHASE, México, 102).

En 1609 el capitán PEDRO FERNÁNDEZ DE QUIRÓS, en un Memorial dirigido a S.M. (Colección de documentos inéditos de L. Torres de Mendoza, Madrid, V, 507­511), dice lo siguiente: "Se tiene por cierto que cuando se descubrieron las Indias del Occidente había en ellas 30 millones de sus naturales ... ; no se deben tener por mucho los 30 millones de naturales que digo, pues yo mismo he escrito en un convento de San Francisco que está en un lugar que se llama Suchimilco, cinco leguas más acá de la ciudad de Méjico, que solos los frailes de su orden bautizaron 16 millones dellos, y éstos, juntados con los que bautizaron todos los otros sacerdotes y con los que no se bautizaron y con más 14 millones que se dice había en las islas Española, Cuba, Jamaica, Puerto Rico y otras, parece que serían 60 y más millones" (págs. 507-508). Casi los mismos términos se expresa Fr. BUENAVENTURA SALINAS, Memorial de las historias del Nuevo Mundo, Lima, 1631, pág. 291... : "Se dize en las historias de México que solos los frailes de S. Francisco baptizaron en aquellos reinos más de diez y ocho millones; y éstos sin los que baptizaron los otros sacerdotes y otros que no se baptizaron".

DÍEZ DE LA CALLE, Noticias sacras y reales de los dos Imperios de las Indias Occidentales, año 1657 (Ms. de la Biblioteca nacional de Madrid, nº 3.023-4, fol. 7 r.) dice: "En el gobierno de Méjico sólo los religiosos de la Orden de San Francisco le administraron el bautismo a 43 millones de indios, sin los que bautizaron los de Santo Domingo y el clero". Esta cantidad de 43 millones la da ya antes (¿hacia 1613?) el P. Fr. BAL TASAR MALDONADO, lector de Teología y custodio de la Provincia de San Pablo y San Pedro y calificador del Santo Oficio: los franciscanos en sólo el gobierno de Méjico bautizaron 43 millones de indios, sin los que bautizaron los dominicos, agustinos y el clero, y dice "que lo tiene averiguado con muy grande satisfacción", y que "ahora cinco años halló por los libros del rey que había solos 300.000 tributarios, que son 700.000, y que los hijos y personas que no tributan se podría a todo lo más poner un millón, que son 1.700.000, de lo cual se colige los muchos millones que han parecido con estos malos tratamientos en Nueva España, y cuán cerca están de acabar de perecer todos" (Nota marginal para reforzar el alegato de don Juan de Silva contra las encomiendas y servicios personales, Memorial de 1613, ms. de la Biblioteca Nacional de Madrid).

 

(2) HERNÁN CORTÉS, Cartas de relación de la conquista de Méjico, Madrid, 1922, pág. 49: "así nos llevaron peleando hasta nos meter entre más de cien mil hombres de pelea, que por todas partes nos tenían cercados...; otro día, en amaneciendo, dan sobre nuestro real más de ciento y cuarenta y nueve mil hombres, que cubrían toda la tierra". Cortés estuvo peleando una hora con los indios de Yucatán, "Y era tanta la multitud de indios -dice- que ni los que estaban peleando con la gente de pie de los españoles veían a los de caballo ni sabían a qué parte andaban, ni los mismos de a caballo, entrando y saliendo en los indios, se veían unos a otros"; "y preguntó el capitán de dichos indios ... que qué gente era la que en la batalla se habían hallado, y respondiéronle que de ocho provincias se habían juntado los que allí habían venido, y que, según la cuenta y copia dellos tenían, serían por todos cuarenta mil hombres". Pág. 61:100.000 tlascaltecas "muy bien aderezados de guerra" le custodian hasta dos leguas de Cholula. Pág. 63: 50.000 soldados de Moctezuma, etc.

Más moderado en general, aunque juega a veces con las cifras, es BERNAL DÍAZ DEL CASTILLO, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, ed. de Madrid, 1928. Anotamos los siguientes pasajes: Página 102 (capítulo XXXIV), en una batalla contra los indios de Tabasco, Diego de Ordaz dice que había 300 indios para cada uno de los españoles (algo más de 400x 300= más de 120.000); pág. 200 (cap. LXII), un escuadrón de 3.000 tlascaltecas; pág. 201 (cap. LXIII), dos escuadrones de guerreros, que habría 6.000; más de 40.000 guerreros tlascaltecas, con su capitán general Xicotenga; pág. 206 (cap. LXIV), el capitán Xicotenga traía consigo cinco capitanes, y cada capitanía 10.000 guerreros; pág.226 (cap. LXX), el capitán Xicotenga tenía apercibidos 20.000 guerreros escogidos; pág. 471 (cap. CXXVI), "los mejicanos tenían tantos escuadrones que se remudaban de rato en rato, que aunque estuvieran allí 10.000 Héctores troyanos y otros tantos Roldanes no les pudieran entrar ... "; "unos tres o cuatro soldados que se habían hallado en Italia ... juraron muchas veces a Dios que guerras tan bravosas jamás habían visto en algunas que se habían hallado entre cristianos y contra la artillería del Rey de Francia ni del Gran Turco"; pág. 496 (cap. CXXVI/I), Xicotenga hace juntar 30.000 guerreros tlascaltecas para ir en socorro de Cortés; etc. Es característico, para la significación de sus cifras, el siguiente pasaje: en fol. 139 v. del Ms. de Guatemala (pág. 299, col. a, de la edición crítica que preparó Ramón Iglesias en la Sección Hispanoamericana del Centro de Estudios Históricos de Madrid y que acaba de publicarse de manera fragmentaria) dice que salen al encuentro de Gonzalo de Sandoval sobre 15.000 mexicanos; primeramente había escrito 30.000, luego 20. 000 y, por fin, se decidió por 15.000. Correcciones de este tipo son frecuentes en el ms. Bernal.

Tiene más valor estadístico, como observa CLAVIGERO, Storia antica, IV, 281, 287, el recuento de los ejércitos aliados del conquistador (el conquistador Ojeda contó 150.000 indios aliados de Cortés, de Tlascala, Cholula, Tepeyacac y Huexotzinco, que se dirigen a cercar la ciudad de Méjico; Cortes afirma que más de 100.000 indios le acompañaban en la guerra contra Ouauhquechollan y más de 200.000 en el asedio de Méjico). Clavigero calcula así (III,202) que el ejército sitiador de Cortés llegó a sumar 240.000 hombres (sólo el rey de Tezcuco le envió 50.000). Agrega (1V,281) que durante el sitio murieron 150.000 nombres en la ciudad.

(3) CLAVIGERO, Storia, IV, 185, nota. Clavigero escribe hacia 1780 y dedica la Disertación VII, §II, de su Storia (Iv, 271-287) al estudio de la población del Anáhuac y a combatir la tendencia de PAW, Recherches philosophiques, y de ROBERTSON, Histoire, a reducir las cifras de la población mejicana (Paw consideraba una exagera­ción de los autores españoles atribuir 30 millones de habitantes a Méjico en 1518). Clavigero afirma que el valle de Méjico estaba al menos tan poblado como el país más poblado de Europa, con cuarenta ciudades enormes, y que la corona de Méjico tenía 30 grandes feudatarios con 100.000 vasallos cada uno y 3.000 señores con menor número de vasallos. Analiza también la población de la ciudad de Méjico y de otras ciudades. Véase nuestro Apéndice V.

La tendencia a engrandecer e idealizar el pasado indígena en forma más exage­rada en otro historiador mejicano, descendiente de los reyes de Tezcuco: FERNANDO DE ALVA IXTLILXOCHITL, Obras históricas, publicadas y anotadas por ALFREDO CHAVERO, Méjico, 1891: Págs. 57-58: según la historia de los toltecas (del período precolombino), en la guerra que sostuvieron contra los reyes rivales, murieron por ambas partes 5.600.000 personas, y era tal la población del reino tolteca "que hasta los muy altos montes estaban cubiertos de casa y sementeras, pues no había palmo de tierra que estuviese baldío"; págs. 82-83: en el año 1012 de nuestra era, Xólotl conducía 3.002.200 chimecas, hombres y mujeres, al valle de Méjico (el rey contó exactamente el número de invasores, dando una piedra a cada uno antes de la partida; en la pág. 286 dice 1.600.000 hombres); en la págs. 169-170 habla de muchos millones "de la gente común" de la nación Aculhua, y que había el doble de gente que cuando vino Cortés, que el más pequeño pueblo "que hoy ya no tiene ninguna persona", pasaba de 30.000 vecinos. Véanse además págs. 304 (500.000 hombres contra 200.000), 316, etc.

La misma tendencia a engrandecer e idealizar el pasado indígena se encuentra también en Las Casas y su escuela. También, desde luego, en el lnca Garcilaso: más de 300.000 indios presencian en el Cuzco la ejecución de Túpac Amaru en 1572 (Segunda parte de los Comentarios Reales, libro VIII, cap. XIX), cifra que queda reducida a 15.000 en ROBERTO LEVILLIER, Don Francisco de Toledo, 1, Buenos Aires, 1935, pág. 348, el cual se basa en otras fuentes. Y cuando FUENTES y GUZMAN (véase en nuestro Apéndice V, Centroamérica) cree que los reyes de Ouiché tenían, al llegar Alvarado, 1.400.000 hombres en estado de tomar las armas, exalta a la vez el pasado indígena y el valor de los conquistadores.

(4) Fr. JUAN DE ZUMÁRRAGA, obispo de Méjico, en carta del 12 de junio de 1531 dirigida al Capítulo general de su Orden reunido en Tolosa (cit. por CLAVIGERO, Storia, libro VI, §19). TORQUEMADA, Monarquía indiana, libro VII, cap. XXI, dice que según Fr. Juan de Zumárraga sacrificaban 20.000 niños por año, pero Clavigero dice que la cita es inexacta No hemos podido encontrar en Torquemada la cifra de 72.244 víctimas (construida sobre el sistema vigesimal azteca) que le atribuye FRIEDERICI, Der Charakter der Entdeckung und Eroberung, 255. Torquemada, libro VII, cap. XVII, dice que los mejicanos llevan la palma "en el horrendo modo y cruel acto de sacrificar hombres, de los cuales, si se pudiera dar cuenta cierta de los que desde su principio fueron hasta que por la misericordia de Dios cesaron, tengo para mí que se pudiera poblar otro Nuevo Mundo, tan poderoso y cuajado de moradores como lo era éste cuando entraron en él los españoles".

Las cifras de los diversos autores varían mucho. FRIEDERICI, op. cit., 1,255-256, recoge algunas: 1.000, 2.000, 2.300, 3.000, 5.000 y hasta 8.000 en un día, 20.000 por año, 80.400 con motivo de la consagración del gran templo de la ciudad de Méjico; Cortés admitía 3.000 a 4.000 por año y Torquemada 72.244, mientras que Las Casas decía que no pasaban de 50 por año. Véase también FRIEDERICI, en Festrchrift F. Seler, 114 y sigs.

Fr. DIEGO DURÁN, Historia de las Indias de Nueva España y islas de tierra firme, ed. de México, 1867, 430-431, después de describir las ceremonias de la coronación de Moctezuma y los sacrificios, dice: "había días de dos mil, tres mil sacrificados, y días de ocho mil, y otros de cinco mil, la cual carne se comían, y hacían fiesta con ella, después de haber ofrecido el corazón al demonio" (JOSÉ FERNANDO RAMÍREZ, que anota la edición, dice que eso sólo pasaba después de las guerras o en grandes solemnidades, y que aun en ese caso hay que rebajar las cifras; dice que hoy se conoce el ritual y se sabe el número ordinario de víctimas, según la festividad).

MOTOLlNIA, op. cit., se ocupa detalladamente de los sacrificios sangrientos, pero no da cifras globales (en la pág. 67 describe la fiesta del año en Tlascallan, en la que sacrificaban 800 hombres en la ciudad y provincia, etc.). FRANCISCO ANTONIO DE LORENZANA, Historia de Nueva España, 181, nota, dice que en Cholula se sacrificaban 6.000 niños por año.

CLAVIGERO, 1. C., resume las cifras de diversos autores: según el obispo Zumárraga sólo en la capital se sacrificaban anualmente 20.000 víctimas humanas; Gómara afirma que el número de sacrificados llegaba a 50.000; según Acosta había días, en diversos lugares del Imperio, en que se sacrificaban 5.000, y en alguno hasta 20.000; otros creen que sólo en el monte Tepeyacac o sólo en la capital, esa cifra le parece inverosímil. El número de sacrificados -dice- no era fijo, y estaba en relación con el número de prisioneros de guerra, las necesidades del Estado y la calidad de las fiestas (por ejemplo, en la consagración del templo mayor de la ciudad de Méjico la crueldad de los mejicanos sobrepasó todo lo verosímil). A los prisioneros de guerra hay que agregar los esclavos comprados expresamente y los delincuentes. Los sacrificios aumentaban en los años divinos y en los años seculares.

GEORGES MONTANDON, en la Enciclopedia Italiana, XII, 112-113 (s. v. cicli culturali), dice que los sacrificios humanos costaban entre los aztecas de Méjico 100.000 vidas por año, de donde deduce que esta civilización estaba condenada y que su destrucción por la conquista española era inevitable. Sobre los cautivos de guerra y los sacrificios sangrientos, véase también CARLOS BOSCH GARCÍA, La esclavitud prehispánica entre los aztecas, Méjico, 1944, pág. 91-105.

(5) Véase pág. 13, nota 1. El P. Nuix, Reflexiones imparciales, págs 13-14, para ilustrar las exageraciones del P. Las Casas extracta de su Destruición el siguiente resumen de los indios muertos por los conquistadores:

En Santo Domingo... 3 millones y más.

En San Juan, Jamaica, Cuba, Lucayas y otras islas... 3 millones.

En Nicaragua... 1 millón y más en sólo 14 años.

En Méjico... 4 millones y más en sólo 12 años.

En Honduras... millones y más en menos de 20 años.

En Guatemala... 5 millones y más

En Costa de Paria ... 2 millones y más.

En el Perú....4 millones y más.

Total ... 24 millones y más, sin contar los muchos millares exterminados en Quito, en el reino de Granada, en Popayán, Xalisco, costa de Santa Marta, etc., y los muertos después de esos 14 años en Nicaragua, de los 20 en Honduras y los 12 en Méjico.

Véase también ROMULO D. CARBIA, Historia de la leyenda negra hispano­americana, Buenos Aires, 1943. El P. Las Casas tenía una personalidad extraordinaria de escritor y de observador. Las cifras tienen para él un valor polémico y las maneja como arma. Desglosadas fríamente y convertidas en dato estadístico carecen en absoluto de valor.

Del mismo modo, Alonso de Zorita, enemigo de los tributos y de utilizar a los indios en los trabajos públicos, que eran para él una de las peores plagas de la Nueva España, dice que "pasó de dos millones la gente de peones y albañiles que se ocupó en hacer la albarada de Méjico", en cuatro meses o poco menos (Colecc. de doc. inéd. de Torres de Mendoza, 11, 115). FERNANDO DE ALVA IXTLILXOCHITL, Horribles crueldades de los conquistadores de México, México, 1829, pág. 19, dice que tardaron en hacer la zanja "50 días, más de cuatro mil cada día" (el editor corrige en el texto 40.000, considerando 400.000 como "yerro de pluma", en vista, sin duda, de la cantidad que trabajaba diariamente y de que en las págs. 13 y 16 habla de 60.000 hombres de Ixtlilxóchitl).

 

(6) La población está calculada dentro de los límites actuales. Damos al final, en nuestro Apéndice V, todos los datos y elementos bibliográficos que hemos podido reunir sobre esta época. Servirán para discutir el valor de nuestro cuadro y como aportación para estudios especiales.

(7) TORQUEMADA, en su Monarquía Indiana, y CLAVIGERO en su Storia antica del Messico, describen un periodo terrible de hambre en el reinado de Moctezuma, hacia el año 1453. El hambre duró tres años, y los mejicanos se alimentaban de raíces, hierbas, insectos y peces. El emperador permitió a sus súbditos emigrar para preservar la vida, y hombres y mujeres se vendían como esclavos para poderse mantener (CLAVIGERO, libro IV, 612; México a través de los siglos, 1, 558-559). Véase también CLAVIGERO, libro V, §7, sobre un período de hambre en las provincias del Imperio en 1504 por las guerras con los tlascaltecas y por la sequía. Además, RICARDO MOLINA SOLÍS, Las hambres de Yucatán, Mérida, 1935 (citado por Mendizábal, obra cit., 329) y CARLOS BOSCH GARCIA, La esclavitud prehispánica entre los aztecas, Méjico, 1944. Sobre epidemias prehispánicas trae abundante bibliografía KUBLER, obra cit., pág. 631.

No faltaban en América guerras de conquista y de exterminio, venta de esclavos, sacrificios sangrientos, antropofagia, división en clases y en castas, arbitrariedades e injusticias, epidemias y años de hambre y de sequía. Cuando Cortés llegó a Yucatán encontró gran cantidad de ciudades en guerra entre sí, diezmadas las poblaciones por las luchas, el hambre y la peste (Historia de América, dirigida por RICARDO LEVENE, edic. Jackson, 1,269).

No es simple azar que al llegar a los umbrales de los dos grandes imperios americanos el conquistador español se haya encontrado con la disensión y la guerra: aztecas y tlascaltecas, Huáscar y Atahualpa. Conocemos bastante las imperfecciones del régimen político y social europeo, lo cual no autoriza a idealizar el régimen precolombino. Las utopías sobre una edad de oro americana son expresión del espíritu utopista de la civilización occidental y tiene su fuente común en el sueño humano y universal en un pasado mejor.

 

(8) KARL SAPPER, Die Zahl und die Volksdichte der indianischen Bevolkerung in Amerika, en Proceedings of the twenty-first international Congress of Americanists, La Haya, 1924, págs. 95-102; ID., Der Kulturzustand der Amerikanisten- Kongresses, Hamburgo, 1934, pág. 73 y sigs.; ID., Beitrage zur Geographie und Geschchte der indianischen of agriculture in America, Proceedings of the 19th. International Congress of Americanists, Wáshington, 1917, pág. 269 y sigs.; RICARDO E. LATCHAM, La agricultura precolombina en Chile y los países vecinos, Ediciones de la Universidad de Chile, 1936; Id., Los animales domésticos de la América precolombina, Publicaciones del Museo de Etnología y Antropología de Chile, Santiago, 1922,/11; CLARK WISSLER, The American Indian, Nueva York, 1917 (págs. 1-40); A.L. KROEBER, Cultural and natural areas of native North America, Berkeley, 1939.

 

(9) Ensayo, 1, 147.

 

(10) Véase GASTAN BOUTHOUL, La population dans le monde, París, 1935, pág. 75; HUMBOLOT, Ensayo político de la Isla de Cuba,  133, 138 (Essai, 299: "Cook calculó en 100.000 el número de habitantes de la isla de Tahití los misioneros protestantes de la Gran Bretaña no suponían más que una población de 49.000 almas; el capitán Wilson la fija en 16.000; Turnbull cree probar que el número de habitantes no pasa de 5.000. Dudo que estas diferencias sean efecto de una disminución progresiva"). Todavía en la segunda mitad del siglo XVIII los testimonios sobre la población de París varían entre 500.000, 700.000 y un millón (CLAVIGERO, Storia, IV, 278, nota).

(11) Véase a este respecto el interesantísimo trabajo de RAMÓN IGLESIA PARGA, El hombre Colón, en Revista de Occidente, Madrid, Febrero de 1930, 156-192.

(12) SVEN LOVEN, Über die Wurzeln der tainischen Kultur, Gotemburgo, 1924, págs. 326 y sigs. ( edición, revisada y al día, en inglés: Origins of the Tainan Culture, West Indies, Gotemburgo, 1935, cap. VI, pág. 350 y sigs.).

(13) Colón -nada parco en sus cálculos- alcanzó cuanto más a ver (cerca de Puerto de Paz, en la costa norte de la actual República de Haití) una población de 1000 casas y 3000 habitantes (cfr. por SVEN LOVEN, op. cit., pág. 336 de la versión inglesa).

Sven Loven habla también de la abundancia de peces en los ríos y costas, y de roedores y aves. Pero dice que no practicaban la gran caza y que su alimentación procedía fundamentalmente del suelo.

(14) Véase nuestro Apéndice V la población de la Española.

(15) Memorial de Hernando de Gorjón acerca de la despoblación de la Isla Española, en Colección de documentos inéditos relativos al descubrimiento, conquis­ta y colonización, Madrid, 1864,  428-429. En el mismo volumen hay numerosos documentos que atestiguan los dos momentos, el apogeo y la decadencia de la isla.

(16) Véanse GEORG GERLAND, Das Aussterben der Naturvolker, Leipzig, 1868; RENE MAUNIER, Les causes de la dépopulation des indigines dans les colonies, en Actas del Congreso Internacional de Estudios sobre la Población, Roma, VI, 1934, 235 y sigs. (con bibliografía); CARR-SAUNDERS, Población mundial, Méjico, 1939, pág. 304; RODOLFO BARÓN CASTRO, La población de El Salvador, Madrid, 1942, págs. 130-132; Indians at Work, Nueva York, enero-febrero de 1944, n95, págs. 1-5.

(17) FERNANDO ORTIZ, Historia de la Arqueología Indocubana, Habana, 1922, resume los trabajos sobre arqueología cubana, especialmente los de Fewkes y Harrington.

(18) En un Memorial del 30 de enero de 1494 Colón anunciaba a los Reyes Católicos el envío de hombres, mujeres, niños y niñas para que fueran puestos en poder de personas que les enseñaran la lengua castellana y los ejercitaran en cosas de servicio, poniendo en ellos "algún más cuidado que en otros esclavos", para que dejaran de comer carne humana y se bautizaran. Colón pedía que se autorizara el comercio de caníbales, al menos durante un año o dos años, hasta que la colonización se arraigara. El 24 de febrero de 1495 envió a España, desde la Española, un cargamento de 500 esclavos de 12 y 35 años, que llegaron a la Península en abril; los Reyes ordenaron la venta, preferentemente en Andalucía (Cédula del 12 de abril de 1495), pero en seguida concibieron dudas sobre la legitimidad de la venta, y al día siguiente decidieron consultar a una junta de teólogos y juristas (Cédula del 13 de abril de 1495); en tanto, la venta se hizo, y se entregaron al menos 50 para las galeras. El 24 de marzo de 1495 Colón hizo más esclavos, luchando en la Vega Real contra el cacique Caonabó. En junio de 1496 Francisco Roldán, que quedó de Alcalde Mayor por haber regresado Colón a España, envió a Cádiz 300 indios. Al volver Colón a la Española habló de la posibilidad de vender 4.000 indios y obtener 20 cuentos. La sublevación de Roldán intensificó el tráfico; Colón envió en octubre de 1498 otro cargamento de indios, y además entregó indios a los maestres, para cubrir los fletes, y cada pasajero. Cuando los indios llegaron a España y lo supo la reina Isabel, "recibió grandísimo enojo y dijo que el Almirante no tenía su poder para dar a nadie sus vasallos"; una Cédula de Granada, 20 de junio de 1500, ordenó la libertad de los indios y la restitución a los lugares de origen. Cristóbal Guerra cautivó también indios en la isla Bonaire y los vendió en Sevilla, Cádiz, Jerez y Córdoba en 1501; por Cédula Real se dispuso el rescate de todos los indios y el regreso a la isla de origen. Una Cédula Real de Segovia, 30 de octubre de 1503, prohibió que nadie cautivara indios para llevarlos a España ni a ninguna otra parte, pero los caníbales, que habían sido requeridos y evitaron ser doctrinados, que agredían a los españoles, que idolatraban y comían carne humana, podían ser cautivados y vendidos en otras tierras, en España inclusive.

Por esta excepción se explica que haya noticias de venta de indios en España por aquella época, aun de indios de la Española, que no eran caribes. En 1511 se repite la prohibición de llevar indios esclavos de la Española a los reinos de Castilla, para evitar la despoblación y el desvío de las minas, y el 23 de diciembre de ese mismo año el rey D. Fernando, al autorizar la captura y venta de los indios caribes de las otras islas, prohíbe que se los saque de las Indias. No deben haber cesado los envíos, a juzgar por los hechos siguientes, que parece que no se refieren ya a las Antillas; en agosto de 1529 los oficiales de Sevilla recibieron la orden de exigir la certificación del estado legal de los indios esclavos que se introdujeran; en diciembre de 1531 se les ordenó visitar los navíos para evitar introducciones clandestinas; en enero de 1536 se les encargó revisar los títulos para aceptar o prohibir el desembarco; en marzo de 1536 y abril de 1538 se ordenó a las justicias de España que reconocieran el estado de esclavitud de los indios cuando exhibieran la prueba respectiva; en mayo de 1549 se comisionó a los oficiales de Sevilla que libertaran a los indios existentes en España; en agosto de 1549 se mandó que aunque los indios hubieran sido dados por esclavos, si volvían a pedir libertad fueran oídos y se les hiciera justicia, y que el fiscal de la Casa de Contratación de Sevilla fuera su procurador; en junio de 1555 se dispuso que el asesor de la Casa de Contratación actuara como letrado y el fiscal como procurador en la comisión conferida al tesoro Francisco Tello para entender en la libertad de los indios. Complementariamente, una Cédula de Valladolid, 23 de septiembre de 1543, prohibió la conducción por mar de los indios libres o esclavos de unas provincias a otras de las Indias.

Resumimos estas noticias del estudio de SILVIO ZAVALA, Los trabajadores antillanos del siglo XVI, en la Revista de Historia de América, n92, junio de 1938, págs. 32-35, 38-40.

(19) Incorporando a la Recopilación de leyes de Indias, ley 1, título X, libro VI. (20) Los dominicos protestaron contra ese traslado de indios. Los dominicanos de la Española escribían en 1519 que se despoblaron más de 40 islas de Lucayos y tres de Gigantes, tomando en total 50, 60 ó 70.000 indios; aun admitiendo -dicen- que no se introdujeran más de 20.000, no quedaban vivos ni 800. Fray Pedro de Córdoba, basándose en el testimonio del P. Las Casas, decía que se llevaron a la Española más de 30 ó 40.000 indios de las Islas de Lucayos y Gigantes y no quedan 5.000 (citado por SILVIO ZAVALA, Los trabajadores antillanos, 47, que cree que esas cifras eran elementos de protesta).

También se enviaron a las islas muchos indios esclavos de Pánuco en la época de Nuño de Guzmán, hasta que lo prohibió la segunda Audiencia de México, en 1530. (Ibíd., 50).

(21) Véase SERRANO y SANZ, op. cit., Y SILVIO A. ZAVALA, La encomienda indiana, Madrid, 1935, págs. 1-39.

(22) Damos a continuación un fragmento del sermón que hizo temblar al almirante Diego Colón y a los funcionarios y encomenderos de la Española: "Soy voz de Cristo, en el desierto desta isla ... Esta voz es que todos estáis en pecado mortal, y en él vivís y morís por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes. Decid: ¿con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre aquestos indios? ¿Con qué autoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban  en sus tierras, mansas y pacíficas, donde tan infinitas dellas, con muertes y estragos nunca oídos, habéis consumido? ¿Cómo los tenéis tan opresos y fatigados, sin dalles de comer ni curallos en sus enfermedades, que de los excesivos trabajos que les dais incurren y se os mueren, y, por mejor decir, los matáis por sacar y adquirir oro cada día? ¿Y qué cuidado tenéis de quién los doctrine y conozcan a su Dios y Criador, sean baptizados, oigan misa, guarden las fiestas y domingos? ¿Estos no son hombres?, ¿no tienen ánimas racionales? ¿No sois obligados a amarlos como a vosotros mismos? ¿Esto no entendéis? ¿Esto no sentís? ¿Cómo estáis en tanta profundidad de sueño tan letárgico dormidos? Tened por cierto que en el estado que estáis no os podéis más salvar que los moros o turcos, que carecen y no quieren la fe de Cristo" (El texto del sermón lo ha reconstruído el P. Las Casas en su Historia de las Indias, libro III, cap. IV; con algunas variantes figura en las Obras de Manuel José Quintana, ed. Rivadeneyra, tomo XIX, págs. 504-505). El P. Las Casas describe la honda repercusión de las palabras del P. Montesinos.

(23) El texto, descubierto recientemente, ha sido publicado por varios autores: ROLAND D. HUSSEY, "Text of the Laws of Burgos: 1512-1513, concerning the  treatement of the Indians", en la Hispanic American Historical Review, 1932; LESLEY BIRD SIMPSON, Studies of the administration of the Indians in New Spain, Berkeley, 1934, Ibero-Americana, n 7; RAFAEL ALTAMIRA, El texto de las Leyes de Burgos de 1512, en la Revista de Historia de América, nº 4, diciembre de 1938,5-77.

Para estos comienzos de la legislación indiana y para la época posterior véanse además los siguientes trabajos: DIEGO LUIS MOLlNARI, Las encomiendas y la esclavitud en Indias, 1501-1516, Introducción a la reproducción en facsímil de las Leyes y ordenanzas nuevamente hechas, Instituto de Investigaciones Históricas, Biblioteca Argentina de Libros Raros Americanos, tomo 1, Buenos Aires, 1923; Id., Introducción a la edición de las Confirmaciones Reales (Ibíd., tomo f); RÓMULO CARBIA, Los orígenes de Chascomús, 1752-1825. Con una introducción sobre el problema del indígena en América durante los siglos XVI a XVIII, La Plata, República Argentina, 1930; RAFAEL ALTAMIRA, La legislación indiana como elemento de la historia de las ideas coloniales españolas, en Revista de Historia de América, México, marzo de 1938, págs. 1-24; GENARO VÁZQUEZ, Legislación para los indios (Reco­pilación de las Leyes de Indias, estudio repartido en el Congreso Indigenista america­no); LUIS AZNAR, Legislación sobre indios en la América hispano-colonial, en Humanidades, La Plata, XXV, 233-274; SILVIO ZAVALA, Los trabajadores antillanos en el siglo XVI, en la Revista de Historia de América, nº 2, junio de 1938, 31-37; nº 3, septiembre de 1938, 60-88; nº 4, diciembre de 1938, 211-216; etc. Véase también sobre la encomienda y mita la bibliografía que damos en las notas de las páginas 61y 62.

(24) Negros penetraron en América desde las primeras expediciones, como esclavos de los navegantes. Pero el tráfico es más tardío. Un Real Decreto de 1502 permitió introducir negros esclavos en Santo Domingo, pero los Reyes Católicos prohibieron la introducción en 1503, para evitar la propagación de la idolatría. Los primeros negros no llegaron hasta 1508. Las reales cédulas del 22 de enero y 15 de febrero de 1510, de Fernando el Católico, inauguran la trata. Una cédula del 22 de julio de 1513, impone la licencia. En 1516 el Cardenal Cisneros dio permiso para llevar negros esclavos a las Indias. En 1517, muerto el Cardenal, Carlos V dio otras licencias, y después de algunos trámites concedió al gobernador de Brescia una licencia por 4.000 esclavos, el cual la vendió a los genoveses. En 1518 concedió también unas licencias menores (400, 50, 10,20). En 1523 se concedió permiso para llevar a 1.500 negros a la Española, 300 a Cuba, 500 a Puerto Rico, 300 a Jamaica y 500 a Castilla del Oro. Luego hubo un abuso de licencias, sin contar el tráfico clandestino. Véanse ILDEFONSO PEREDA VALDES, Negros esclavos y negros libres, Montevideo, 1941; ALBERTO ARREDONDO, El negro en Cuba, La Habana, 1939; DIEGO LUIS MOLINARI, La trata de negros. Datos para su estudio en el Río de la Plata, Prólogo al tomo VII de los Documentos para la historia Argentina, publicados por la Facultad de Filosofía y Letras, Buenos Aires, 1916,97 págs.; AGUSTÍN ALCALÁ y HENKE, La esclavitud de los negros en la América española, Madrid, 1919; ARTHUR RAMOS, Las culturas negras en el Nuevo Mundo, Méjico, 1943 (comentado por Román Beltrán en Cuader­nos Americanos, Méjico, marzo-abril de 1944, págs. 149-154; Actas capitulares del Ayuntamiento de la Habana, con un estudio de Emilio Roig de Leuchsenring, 1, Habana, 1937, págs. 113-119.

El tráfico existía, pues, antes de la intervención del P. Las Casas. Los jerónimos, el 22 de junio de 1517, aconsejaron al Cardenal Cisneros la introducción de "negros bozales" en las Antillas. Abundan en esa época los clamores sobre la falta de indios y su capacidad para el trabajo, y las demandas a favor de la introducción de negros. De esos clamores se hace eco el P. Las Casas: "Y porque algunos de los españoles desta isla dijeron al clérigo Casas, viendo lo que pretendía y que los religiosos de Santo Domingo no querían absolver una docena de negros esclavos, abrirían mano de los indios; acordándose desto el clérigo, dijo en sus memoriales que le hiciese merced a los españoles vecinos dellas de darles licencia para traer de España una docena, más o menos, de esclavos negros, porque con ellos se sustentarían en la tierra y dejarían libres los indios. Este aviso de que se diese licencia para traer negros a estas tierras odió el primero el clérigo Casas, no advirtiendo la injusticia con que los portugueses los toman y hacen esclavos; el cual, después de que cayó en ello, no lo diera por cuanto había en el mundo, porque siempre los tuvo por injusta y tiránicamente hechos esclavos, porque la misma razón es dellos que de los indios". (LAS CASAS, Historia de las Indias, libro III, cap. CII).

(25) CARLOS PEREYRA, Historia de la América Española, vol. V; Cap. 11.

(26) El licenciado Echagoyan escribe a Su Majestad en 1561 que en la Española había más de 30 ingenios de azúcar; dos de esos ingenios tenían más de 900 negros, y los demás a 200, 300, 100 y 150; sólo el mayordomo y algunos maestros eran españoles; calculaba que en las estancias e ingenios y en la ciudad había 20.000 negros (citado por SILVIO ZAVALA, en Revista de Historia de América, nº 4, diciembre de 1938, 214).       .

(27) J. WISSE, Selbestmord und Todesfurcht bei den naturvolkern, Zutphen, 1933, págs. 207-220 (el suicidio en las Antillas). El supuesto suicidio comiendo tierra podría ser un síntoma de anquilostomiasis, enfermedad introducida por los negros, o bien una manifestación de geofagia, bastante frecuente entre los indios de América (véase Tierra firme, /1, 1936,259-266).

Dice Fernández de Oviedo: "Muchos dellos, por su passatiempo, se mataron con ponzoña para no trabajar, y otros se ahorcaron con sus manos propias, y a otros se les recrescieron tales dolencias... que en breve tiempo los indios se acabaron" (Historia, Parte 1, libro III, cap. VI, pág. 71).

El suicidio colectivo, que se practica entre numerosos pueblos, pudo tener valor de una venganza de orden mágico contra el conquistador.

(28) Dicen expresamente: "Es nuestra voluntad y mandamos que los indios que al presente son vivos en las islas de San Juan y Cuba y la Española, por agora y el tiempo que fuere nuestra voluntad, no sean molestados con tributos ni otros servicios reales ni personales ni mixtos más de como lo son los españoles que en las dichas islas residen, y se dexen holgar para que mejor puedan multiplicar y ser instruidos en las cosas de nuestra santa fe católica, para lo cual se les den personas religiosas cuales convengan para tal efectos (Leyes y ordenanzas nuevamente hechas para la gober­nación de las Indias, ed. 1603, pág. 9, reproducción en facsímil, Buenos Aires, 1923).

Yen cuanto a los indios de toda América las Nuevas Leyes disponen: "Ordenamos... y mandamos que de aquí adelante por ninguna causa de guerra ni por otra alguna, aunque sea a título de rebelión, ni por rescate ni de otra manera, que no se pueda hazer esclavo indio alguno, y queremos que sean tratados como vasallos nuestros de la Corona de Castilla, pues lo son (Ibíd., pág. 12)

Ya se sabe que estas Leyes produjeron la revuelta de Gonzalo Pizarra y la guerra civil en el Perú. En la Nueva España el virrey D. Antonio de Mendoza suspendió su aplicación, y lo mismo Díez de Armendáriz en la Nueva Granada.

(29) DU TERRE, op. cit., //,363, dice (2ª ed.) que por informes de M. de I’Olive, sieur de la Ramé y de los habitantes más viejos de "nuestras islas había dicho en la 1ª edición que los habitantes de las Antillas francesas eran restos de las matanzas de los españoles en cuba, la Española y Puerto Rico; por ahora dice que ello no está lejos de lo verosímil como cree el sieur de Rochefort. HUMBOLDT, Ensayo político sobre la isla de Cuba, 1, 136, dice que si es cierta la afirmación de Gómara de que en 1545-1564 ya no existía ningún indio, "es absolutamente preciso convenir que los que se escaparon a la Florida en su piraguas eran restos muy considerables de aquella población, creyendo según antiguas tradiciones, volver al país de sus antepasados". ABBAD, op. cit., 122, dice que los indios de P. Rico desampararon la isla (hacia 1530), pasándose a las circunvecinas de Mona, Monico, Vieques y otras de la costa, donde se alimenta­ban con la pesca y algunas cortas sementeras. El informe del capitán Melgarejo dice que, al conquistarse la isla, una porción de los indígenas se pasó a otras islas con los caribes (Brau, P.Rico y su hist., 313). IGNACIO J. DE URRUTlA y MONTOYA, Teatro histórico, jurídico y político-militar de la Isla Fernandina de Cuba, en Los tres primeros hist. de la isla de Cuba, //, Habana, 1876, 109-110, habla de muchos indios que de la Española se retiraron a la isla de Cuba, entre ellos el cacique Hatuey. En nuestro Apéndice III  hemos mencionado ya la suerte de los caribes de Dominica y S. Vicente transportados a la América Central.

(30) FRAY TORIBIO DE BENAVENTE, Historia de los indios de la Nueva España, ed. de Méjico, 1941, págs. 15-22; AGUSTÍN DÁVILA PADILLA, Historia de la fundación de la provincia de Santiago, México, 2ª ed., Madrid, 1625, pág. 100 (apud KUBLER, obra cit., 606).

(31) Véase PIETSCHMANN, Geschichte des Inkareiches, Berlín, 1906, pág. LXXI, nota 3.

(32) GEORGE KUBLER, Population movements in Mexico 1520-1600, en The Hispanic American Historical Review, noviembre de 1942, págs. 606-643.

EL MARX DEL QUE NADIE HABLA

EL MARX DEL QUE NADIE HABLA

Fernando DÍAZ VILLANUEVA

 

   Karl Marx, rebautizado Carlos en España por no se sabe bien qué razones, se pasó la vida pidiendo dinero prestado para no devolverlo jamás. Fue el arquetipo elevado al cubo de lo que él denunciaba: un vago, un caradura, un ser irascible, egoísta y desalmado que vivió, literalmente, a costa de los que le rodearon durante sus 64 años de vida.

   Tras el célebre retrato que John Mayall le hizo en Londres allá por 1875, algo se atisba: muestra un hombre con barba muy poblada pero anárquica, medio negra medio cana, que sube por los lados de la cara, tapando las orejas, hasta llegar al pelo, con el que se funde en un amasijo greñoso y descuidado. Aunque lleva una levita limpia bajo la que esconde la mano, el retratado no parece un sabio, sino un mendigo al que algún alma caritativa, por alguna razón difícil de explicar, ha decidido inmortalizar.

   Y no, la suya no fue una pose contestataria precursora del perroflautismo contemporáneo: eso de ir hecho un guarro para hacer méritos revolucionarios no se puso de moda hasta 1968; Marx era tal cual: tenía auténtica fobia al aseo personal. Tanta, que terminaron por salirle purulentos forúnculos por todo el cuerpo: en la cara, en la espalda, en el trasero y hasta en el pene. Se quejaba amargamente de ello en sus cartas, y esperaba -escribió por las mismas fechas en que andaba componiendo la primera parte de El Capital... con el trasero hecho cisco- que la burguesía, mientras existiera, tuviera "motivos" para recordar sus forúnculos.

   Su escaso apego por el aseo se juntaba con su desmesurada afición a la bebida, el tabaco y la vida nocturna. Pasaba las noches en vela discutiendo con unos y con otros para luego, ya de amanecida, recostarse sobre un sofá y dormitar todo el día. Luego, si estaba de buenas se metía en la biblioteca, donde consultaba libros y periódicos para ir apuntalando las tesis... que ya traía fabricadas de casa. Con un estilo de vida semejante, lo último que podía hacer era ganarse el pan honradamente.

   La pregunta que asalta al curioso es cómo él, un simple filósofo alemán exiliado en Londres sin más patrimonio que su pluma y con una familia que mantener, pudo vivir así tantos años. Simple: pidiendo prestado y procurando, a la vez, no atender los vencimientos de pago. Gracias al inmenso archivo epistolar que se conserva, y que ha sido estudiado en infinidad de ocasiones, se calcula que Marx disfrutó de una renta media de unas 200 libras anuales, es decir, tres o cuatro veces lo que ganaban los obreros ingleses, a la sazón los mejor pagados del mundo. Traducido a las circunstancias de nuestro tiempo y lugar, estaríamos hablando de 80 ó 90.000 euros brutos al año. Y todo por no hacer casi nada. Jamás hubo de enfrentarse al mercado y satisfacer las necesidades de otros mediante el trabajo, que es lo que exige el sistema capitalista. ¿Explotación? Nada: esa es una vaina que aireó Marx tras birlar la idea a Jean-Pierre Proudhon y a Johann Rodbertus. Este último le acusó de plagio, y Engels hubo de acudir en socorro de su amo. Con éxito: de Marx se sabe mucho y del infeliz de Rodbertus, nada.

   Su primera fuente de ingresos fue su propia familia, que vivía holgadamente en la ciudad alemana de Tréveris. El padre, Herschel, un competente abogado judío, se había convertido al protestantismo para prosperar en la vida e integrarse en la sociedad prusiana. La madre, Henrietta Pressburg, era holandesa, hija de un rabino y buena paridora de 8 vástagos, a los que no les faltó de nada. Por esa razón el joven Karl pudo estudiar en la universidad y convertirse luego en el perfecto ejemplar de revolucionario de salón. Nunca visitó una fábrica, un taller, ni siquiera una imprenta. En una ocasión su amigo Engels, magnate del textil con intereses mercantiles en Inglaterra, le invitó a visitar un telar de algodón, pero él, hecho a las comodidades de la ciudad y a pasar la tarde en la taberna, declinó la invitación. Parece mentira, pero es así: el emancipador del proletariado muy pocas veces vio a un proletario con sus propios ojos.

   Durante años, hasta bien entrado en la edad adulta, vivió de sus padres. Recibía un estipendio periódico, que reclamaba ofuscado por carta si no le llegaba a tiempo. Al morir su padre, en 1838, tomó su parte de la herencia -la respetable cantidad de 6.000 francos de oro- y se la gastó íntegra. Lo mismo haría al fallecer Henrietta, aunque ahí tuvo que conformarse con menos, ya que había ido pidiendo anticipos a la parentela holandesa.

   Finiquitada la ubre paterna, y ya de romería política por Europa, se especializó en desvalijar a los amigos y a los militantes con que iba topando por los clubes de exiliados alemanes, de donde procuraba no salir sino lo imprescindible, no fuese a ser que tuviera que aprender un nuevo idioma o integrarse en un país distinto al suyo. Por lo general, lo que pedía no lo devolvía. Buscaba las excusas más insospechadas para escaquearse; algunas de ellas ciertas, como el argumento de la numerosa prole que trajo al mundo junto a su esposa, Jenny von Westphalen.

   Económicamente hablando, Jenny tampoco era manca. Hija de un barón prusiano -de ahí el von del apellido-, recibió una generosa dote al casarse y, luego, continuos préstamos de su familia. Pero los Westphalen se iban muriendo, y la fuente, consecuentemente, secándose...

   Cuando en casa no había ni para comer ni forma de recurrir a los prestamistas de confianza, los Marx recurrían al mercado crediticio ordinario, es decir, al usurero de la esquina, que siempre han existido porque siempre ha habido manirrotos como el autor de El Capital. Pero incluso los auténticos profesionales del riesgo evitaban al matrimonio en los peores momentos de éste. En 1850, el casero les puso en la calle con cuatro niños y todos los muebles, que tuvieron que empeñar para liquidar las cuentas de la carnicería y la panadería. Entonces se acogieron a la beneficencia. Su pequeño hijo Guido murió aquel invierno de frío siendo un bebé.

   A pesar de los contratiempos, Marx no tenía intención de cambiar. "Lleva una vida de intelectual bohemio -se lee en un informe redactado por aquellos días por la policía prusiana, que le seguía los pasos-. Pocas veces se lava, se acicala o se cambia de ropa, y a menudo está borracho. No tiene una hora estipulada para irse a la cama o levantarse por la mañana. A menudo se pasa la noche en vela y al mediodía se tumba en el sofá con la ropa puesta, donde duerme hasta la tarde. Cuando entras en la habitación de Marx, el humo y las emanaciones del tabaco hacen llorar los ojos... Todo está sucio y cubierto de polvo, y sentarse se convierte en una tarea peligrosa". Una joya de hombre.

   A Marx le salvó su amistad con el ricacho Engels, al que sangró a modo. Durante cuarenta años, el multimillonario del textil estuvo dando dinero a Marx, al principio como apoyo para que se dedicase a escribir libros y luego, a partir de 1869, ya de modo formal: le hizo beneficiario de una asignación vitalicia.

   Teniendo en cuenta que, por aquellas mismas fechas, Engels se había retirado del negocio, asegurándose antes una buena pensión de jubilación, su amigo Marx se convirtió en el rentista de un rentista. Las dos mentes más preclaras del socialismo, los padres de El Capital, fueron unos rematados rentistas, figura que sólo fue posible en el siglo XIX gracias a la extraordinaria prosperidad que había forjado el capitalismo. Una paradoja y una verdad ligeramente incómoda... que no todos están dispuestos a reconocer.

CICLO DE CONFERENCIAS "BATALLA DEL JARAMA"

CICLO DE CONFERENCIAS "BATALLA DEL JARAMA"

   En San Martín de la Vega (Madrid) va a celebrarse un muy interesante ciclo de conferencias sobre la batalla del Jarama, que tuvo lugar entre los días 6 y 28 de febrero de 1937 cuando el ejército nacional pretendió cortar la carretera de Valencia por Arganda del Rey y avanzar hasta Alcalá de Henares, hacia la carretera de Barcelona.

   Las conferencias darán comienzo el 20 de febrero de 2010, a las 17 h., en el Centro Cívico Municipal de San Martín de la Vega.

   Disertarán: Pío Moa, escritor e historiador, sobre el tema "Mitos de la Guerra Civil Española" y

                       Fernando Paz, historiador y presidente de Historia en Libertad, sobre el tema "Ayuda Internacional en la Guerra Civil".

   Organizan: Historia en Libertad, Foro Social Manuel Mateo

   Colaboran: Ayuntamiento de San Martín de la Vega, Colectivo Guadarrama

JUAN LUIS CEBRIÁN. ESTUDIOS UNIVERSITARIOS Y COMIENZO DE SU ETAPA PROFESIONAL

JUAN LUIS CEBRIÁN. ESTUDIOS UNIVERSITARIOS Y COMIENZO DE SU ETAPA PROFESIONAL

José Martín BROCOS

 

   1º) Estudios Universitarios.

 

   Hay 2 biografías, accesibles por red, sobre Juan Luis Cebrián Echarri. En Wikipedia (1) y en Buscabiografías (2).

   Acerca de sus estudios académicos, en Wikipedia aparece:

 

En 1963, se graduó en la Escuela Oficial de Periodismo de Madrid, en la que entró a los 15 años de edad. Con 19 años, [SERÍA EN 1964. FECHA NACIMIENTO: 30.X.1944 (Lo subrayado es comentario propio)] ya con dos carreras acabadas, entró a trabajar como redactor jefe en Pueblo...

 

   Acerca de sus estudios académicos, en Buscabiografías aparece:

Cursó estudios de Filosofía y Humanidades en la Universidad Complutense de Madrid y se graduó por la Escuela Oficial de Periodismo en 1963. Fue becado por la Fundación Juan March, en Francia y Gran Bretaña. En 1964, ingresó en el diario Pueblo...

 

   Resumiendo, según Wikipedia, Juan Luis Cebrián sería licenciado en dos carreras, la primera sería Periodismo, y la segunda, en ningún momento nos lo escriben. Según Buscabiografías, cursa estudios de Filosofía, de Humanidades, y se gradúa en la Escuela Oficial de Periodismo. En las dos biografías coinciden en que al finalizar sus estudios entró a trabajar en el diario Pueblo, según Wikipedia, como redactor jefe.

   Hay varias incongruencias en esta parte académica de ambas biografías de Juan Luis Cebrián. Con el plan de enseñanza de Jesús Rubio García-Mina, el vigente entonces cuando comenzó estudios Juan Luis Cebrián, se empezaba el Bachillerato a los 10 años, tras superar el examen de ingreso en Bachillerato, la reválida de 4º de Bachillerato (con 14 años), la reválida de 6º de Bachillerato (16 años), y el último curso, a los 17 años, siempre superando curso por año como estaba establecido, el PREU, que daba acceso al año siguiente a la Universidad, pues el denominado "Examen de Estado" ya no estaba por esos años vigente, estudios universitarios que comenzabas con 18 años si los cumplías antes de octubre, y con 17 años si los cumplías de octubre a diciembre. Teniendo presente lo anterior, Cebrián empezaría los estudios universitarios, siempre y cuando aprobase curso por año, y se decidiese por seguir estudiando en la Universidad, en octubre de 1962. Y tenemos, coincidencia en las dos biografías, Wikipedia y Buscabiografías, que se gradúa en la Escuela Oficial de Periodismo en 1963.

 

   Juan Luis Cebrián nunca se licenció en Periodismo, por una razón evidente y es que cuando finalizó los citados estudios éstos no eran considerados a nivel universitario. Los estudios de Periodismo con categoría universitaria de licenciatura se implantaron en España en 1971 (3). Hay una comunicación presentada en el II Congreso de Periodismo Especializado en la que se analiza los planes de estudio y la génesis (4).

   Los estudios de la Escuela Oficial de Periodismo no eran estudios universitarios. Las antiguas Escuelas Oficiales de Periodismo eran consideradas, en su tiempo, una especie de Formación Profesional, paralela al Bachiller Superior, con formación generalista en Humanidades y específica de conocimientos que se necesitaban para trabajar en un periódico: imprenta, litografía, dibujo, grabado... En su comienzo, hasta mediados de la década de los 50, para el ingreso en las Escuelas Oficiales de Periodismo no se exigía tener el Bachiller completo, sí por lo menos hasta la reválida de 4º, y eran estudios de 3 años, aunque ciertamente con un exigente examen de ingreso en el que había más alumnos deseosos de entrar que plazas. En la década de los 60, -no he podido concretar el año exacto, pues parece que hubo unos años de concurrencia-, para su ingreso se exigía ser Bachiller, esto es, tener aprobada la reválida de 6º, aunque todavía admitieron algún escolar con la reválida de 4º de Bachiller, pero en ningún caso se exigía el denominado PREU -obligatorio para acceder a la Universidad-, y el plan de estudios de estas Escuelas Oficiales de Periodismo se incrementó un año, pasando a 4 años. A partir de 1970, y en vistas a convertir estos estudios en universitarios, empezaron a exigir en las Escuelas Oficiales de Periodismo el PREU.

 

   Juan Luis Cebrián accedió a la Escuela Oficial de Periodismo, en el mejor de los casos posibles y siempre y cuando hubiese superado curso por año, tras superar 6º de Bachiller y la reválida, por lo que ingresaría en el curso académico 1960-1961, y finalizó estudios en 1963, siempre sin realizar el PREU, algo exigido para acceder a la Universidad, pero no exigido para los estudios de la Escuela Oficial de Periodismo. Entonces todavía eran 3 años de estudio los exigidos en la dicha Escuela. Ahora bien, si hacemos caso a Wikipedia, "entró [en la Escuela Oficial de Periodismo] a los 15 años de edad", entraría bien tras superar la reválida de 4º de Bachiller, o bien al siguiente año, pero siempre sin haber culminado el Bachiller.

   Si hubiese cursado el PREU, éste lo hubiese realizado en el curso académico 1960-1961, con lo que resulta imposible que superase los 3 años conducentes al título en la Escuela Oficial de Periodismo para finalizar éstos en 1963.

 

   Una vez implantada la carrera de periodismo en la Universidad, 1971 (5), se les asimiló automáticamente a los antiguos titulados por las antiguas Escuelas de Periodismo, a licenciados. Una medida que se tomó en su momento, en cierto modo endogámica y para salvaguardar el prestigio y los puestos profesionales de los periodistas entonces activos. Es entonces cuando Juan Luis Cebrián, tras 3 años de estudio en la antigua Escuela Oficial de Periodismo, y habiendo accedido a estos estudios, presuntamente con el Bachiller finalizado (6º), aunque también cabe la posibilidad que hubiese accedido sin finalizarlo, pero en cualquier caso sin el PREU (con posterioridad tras la reforma de Villar Palasí denominado COU), puede considerarse licenciado (asimilado a licenciado). De aquí se deduce claramente que accedió a la licenciatura a través de una asimilación y no por haber realizado estudios universitarios, que entonces no existían en la rama de periodismo.

 

   En Buscabiografías aparece que:

 

Cursó estudios de Filosofía y Humanidades en la Universidad Complutense de Madrid.

 

   Partimos entonces del hecho que finalizado 6º de Bachiller, realizó en algún momento, en un año académico, ¿?, el PREU.

   De Humanidades es imposible que hubiese cursado estudios conducentes a una titulación universitaria, puesto que la licenciatura de Humanidades se creo en España por R.D 913/1992, y los primeros licenciados salieron en el año 1997. Acerca de los estudios de Filosofía, afirma el propio Cebrián, que en un libro-entrevista (6), de preguntas-respuestas:

           

... Quería ser cura de los de la Teología de la Liberación. Se lo dije a mis padres. Por eso estudié filosofía pura. Como mi intención era hacerme cura, pensaba que con los estudios de filosofía tendría ya mucho ganado. No acabé filosofía. Me quedé en cuarto y a partir de entonces me enderecé hacia el periodismo...(7)

 

   Es el propio Cebrián el que, según sus propias declaraciones, plasmadas por escrito en el citado libro-entrevista autorizado y revisado, afirma que no finalizó estudios de Filosofía. Con todo, este texto nos plantea dos interrogantes:

 

     1º) Afirma que primero comenzó estudios universitarios de Filosofía y después derivó su carrera profesional hacia el periodismo... No cuadran los años con lo anteriormente expuesto.

     2º) ¿En qué años estudió filosofía? Está claro en la biografía de Cebrián, diferentes fuentes, que en 1964 pasó a dirigir Pueblo.

 

   En la misma entrevista, podemos leer que:

 

Yo estaba estudiando filosofía y pude estudiar el marxismo desde la crítica católica. Leí mucho sobre el marxismo desde esa óptica crítica. Eran los tiempos del debate entre marxismo y cristianismo. Me interesaba mucho el tema de la "alienación". Pero enseguida me puse a trabajar. Conseguí una beca y viajé por Europa. Estuve en París y Londres. Era aún antes de la revolución del sesenta y ocho y aquello...(8)

 

   Referente a esta estancia como becario en París y Londres, en Buscabiografías, aparece que:

 

Fue becado por la Fundación Juan March, en Francia y Gran Bretaña.

 

   En ningún momento indica que era una beca de estudios, sino como declara el propio Cebrián: "conseguí una beca y viajé por Europa". No era por tanto una beca de ampliación de estudios, becas que antaño estaban destinadas no sólo para los mejores expedientes, sino exclusivamente para estudios doctorales o posdoctorales, no para estudiantes que estaban cursando una licenciatura. Por otro lado, su estancia de viaje en el extranjero no debió superar las 3-5 semanas, y debió coincidir con su primer año de trabajo en Pueblo, pues como testimonia Cebrián

 

salir de la España cavernícola de entonces y conocer la Europa progresista y democrática marcaba mucho. Por eso cuando yo volví, con menos de veinte años, y regresé a mi trabajo en el periodismo, en Pueblo, con Emilio Romero y Jesús de la Serna, que fue cuando tú me conociste, yo pasaba como un enfant terrible de la profesión, como sabes. Pero era sólo porque había estudiado en la Universidad, conocía idiomas y había salido fuera. Los periodistas de entonces, en su mayoría, o no tenían formación o eran puramente patrióticos o gente de noche. (9)

 

   ¿Cómo consiguió la mencionada beca de viaje? Quizá, lo mismo que su acceso a la Escuela Oficial de Periodismo, pueda explicarse por la influencia paterna ya que:

 

Mi padre era falangista y dirigía el periódico Arriba, el periódico de la Falange. (10)

 

   De todo lo anterior y expuestas las contradicciones, tengo dudas razonables no sólo sobre estos estudios universitarios iniciados, y no finalizados, según el propio testimonio de Juan Luis Cebrián, sino sobre su misma estancia en la Universidad, y si realmente llegó a empezar la licenciatura de Filosofía en la Universidad Central; e incluso sobre la finalización de sus estudios de Bachiller y la realización del PREU.

 

   2º) Comienzo de su etapa Profesional. Ascensión meteórica de la nada a Redactor Jefe del Diario Pueblo y a Director Adjunto de Informaciones.

 

   No resulta fácilmente explicable el hecho de que un recién titulado en unos estudios, que no licenciado, entre como Redactor Jefe de un diario, el diario Pueblo. Quizá pueda explicarse por la ya mencionada "influencia paterna".

   De ahí en 1968, no siendo nadie en el mundo de la comunicación, pasa nada menos que a dirigir el diario Informaciones. Existe un valiosísimo testimonio escrito (11), publicado, sobre este hecho [el subrayado es mío]:

 

Antes de mi salida de Banesto, en una de las reuniones periódicas que celebrábamos en casa de Bérgamo, "los martes de Bérgamo" como decíamos entonces, Víctor de la Serna propuso el nombramiento de Juan Luis Cebrián, al que no conocíamos ninguno de los asistentes, como director adjunto del periódico. Se trataba de un joven periodista que mantenía una excelente relación con Jesús de la Serna, quien se veía desbordado en sus tareas. La pregunta de los banqueros fue inevitable: "Pero este señor, ¿se identifica con las ideas que nos han llevado a sacar otra vez este periódico?". Quedaron en que yo hablara con el interesado, para lo que tuvo lugar un almuerzo en el hotel Suecia, al que acudí con Víctor de la Serna. Apareció entonces ante nosotros un joven de aspecto macilento, que delataba cierta agitación mientras se mostraba dogmático al exponer sus puntos de vista, lo que hacía con un lenguaje precario e indeciso. Víctor centró con oportunidad y sin rodeos el carácter del periódico y pudimos comprobar la identificación incondicional del aspirante con los principios que habían inspirado la resurrección del Informaciones. Incluso me pareció que llegaba a excederse un punto al proclamar las excelencias de la economía de mercado y la función social que correspondía a las entidades de crédito. A fin de cuentas, aquello era el motivo principal de la conversación, lo que acotaba mi competencia en el trance, por lo que en el siguiente "martes de Bérgamo" informé favorablemente de los criterios que con tanta convicción había expuesto durante el almuerzo el pretendiente a formar parte del periódico.

Más tarde, cuando decidí poner mi granito de arena para que la transición política se ajustara a propósitos de reforma y no de ruptura, se me ocurrió la idea de trasladarme a Londres y mantener con Manuel Fraga una larga conversación mientras paseábamos muy de mañana por el Hyde Park. Propuse a Jesús y a Víctor de la Serna que una persona cualificada del periódico, acompañada de un fotógrafo, se trasladase a Inglaterra para redactar un reportaje con la entrevista que yo me proponía mantener con el embajador. Aspiraba a que Fraga dejara constancia de su propósito irrevocable que a la muerte de Franco se instaurase en España una verdadera democracia. El periodista designado fue Juan Luis Cebrián, que con un fotógrafo de la casa nos acompañó durante más de dos horas en nuestro peripatético coloquio por el parque. Pero su trabajo resultó un remedo del parto de los montes. Era tan pobre de concepto y tan alejado de la realidad que, con rigurosa sujeción a lo que había sucedido en la mañana londinense, rehice de cabo a rabo el reportaje, que ocupó cuatro páginas del periódico, aunque, como es lógico, atribuyese su autoría a Juan Luis Cebrián, de lo que ha quedado constancia en las hemerotecas.(12)

               

   Años más tarde sería elegido por Jesús Polanco, director de El País, frente a los consejos de sus más cercanos. [El subrayado es mío]

 

En El País, después de las incertidumbres iniciales, ya empezaban a calentar motores. Se especulaba sobre quién iba a ser el director del periódico, y un buen día Jesús Polanco me expuso sus dudas sobre la opción más conveniente en torno a dos candidatos: Miguel Delibes y Juan Luis Cebrián. Me pronuncié más o menos en estos términos: "Delibes es un formidable escritor, pero desconozco su capacidad para dirigir un periódico. A su vez, Juan Luis escribe mal y habla peor, lo que se nota a la legua, a pesar de su constante esfuerzo para disimular sus limitaciones literarias...(13)

 

 


 

(1) http://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Luis_Cebri%C3%A1n

(2) http://www.buscabiografias.com/cgi-bin/verbio.cgi?id=8032

(3) "Decreto 2070/1971 del Ministerio de Educación y Ciencia, de 13 de agosto, por el que se regulan los estudios de Periodismo y demás medios de comunicación social en la Universidad". BOE, 14 de septiembre de 1971

(4) Nieto Hernández, Juan Carlos (2004), "El periodismo especializado en los planes de estudio de las Universidades españolas en 2003-2004", en Sanz Establés, Carlos; Sotelo González, Joaquín; Rubio Moraga, Ángel (Coords.), Prensa y Periodismo Especializado II, Guadalajara, Editores del henares, págs. 161-171.

(5) Vid. nota 3.

(6) Juan Arias, Juan Luis Cebrián, una mirada diferente, Madrid, Maeva, 2003, 159 págs.

(7) Juan Arias, Op. cit., pág. 17.

(8) Ibidem, pág. 18.

(9) Ibidem, pág. 18.

(10) Ibidem, pág. 19.

(11) Rafael Pérez Escobar, Memorias, Tres Cantos (Madrid), Foca, 2005, 634 págs.

(12) Rafael Pérez Escobar, Memorias, Tres Cantos (Madrid), Foca, 2005, págs. 131-132.

(13) Ibidem, pág. 133.

LOS CAMPOS DE LA MUERTE DE EISENHOWER: EL ÚLTIMO SECRETO SUCIO DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

LOS CAMPOS DE LA MUERTE DE EISENHOWER: EL ÚLTIMO SECRETO SUCIO DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

James BACKE

Llámelo crueldad, llámelo represalias, llámelo una política de hostil negligencia: un millón de alemanes capturados como prisioneros por los ejércitos de Eisenhower murieron en cautiverio después de rendirse.

 

   En la Primavera de 1945, el III Reich de Adolf Hittler estaba a punto del colapso, atrapado entre el Ejército Rojo avanzando desde el este hacia Berlín y los ejércitos norteamericanos, británicos y canadienses, bajo el comando total del General Dwight David Eisenhower, moviéndose desde el oeste a lo largo del río Rhin. Desde el desembarco del día D en Normandía, el pasado junio, los aliados occidentales habían recapturado Francia y los Países Bajos y algunos Comandantes de la Wehrmacht estaban tratando de negociar las rendiciones locales. Otras unidades, sin embargo, continuaban obedeciendo las órdenes de Hitler de luchar hasta el último hombre. La mayoría de los sistemas, incluyendo el transporte, habían colapsado y los civiles huían en pánico, de los rusos que avanzaban a lo largo.
  

   "Hambrientos y atemorizados, yaciendo en terrenos de cultivos, a 15 metros de nosotros, esperando el momento apropiado para saltar con sus manos alzadas": Así es como el Capitán H. F. McCullough del 2º Regimiento anti-tanques de la 2ª División Canadiense, describe el caos de la rendición alemana al final de la Segunda Guerra Mundial.
   En un día y medio, de acuerdo con el Mariscal de Campo Bernard Montgomery, 500.000 alemanes se rindieron a su 21º Grupo de Ejército en el norte de Alemania. Poco después del día V-E - el 8 de mayo de 1945- los británicos y canadienses capturaron a más de dos millones de alemanes. Virtualmente casi nada del tratamiento que les fue dado, sobrevive en los archivos en Ottawa o en Londres, sólo algunas escasas evidencias del Comité Internacional de la Cruz Roja, los ejércitos involucrados y los relatos de los prisioneros mismos que indican que la mayoría continuaron con buena salud. En todo caso, la mayoría fueron pronto liberados y enviados a casa, o fueron transferidos a Francia para ayudar en el trabajo de reconstrucción de post-guerra. (El ejército francés había capturado poco menos de 300.000 prisioneros.)
Tal como los británicos y canadienses, los norteamericanos se enfrentaron con un sorprendente número de soldados alemanes rendidos. La cuenta final de prisioneros capturados por el ejército norteamericano en Europa (excluyendo Italia y el Norte de África) fue de 5,25 millones. Pero los norteamericanos respondieron en forma diferente.
Entre los primeros cautivos en manos de EEUU había uno, el Cabo Helmut Liebich, que había trabajado en un grupo anti-aéreo experimental en Peenemunde en el Báltico. Liebich fue capturado por los norteamericanos el 17 de abril, cerca de Gotha en el centro de Alemania. Cuarenta y dos años después, recuerda perfectamente que no habían tiendas de campaña en el Campo Gotha, tan sólo un cerco de alambres de púas alrededor de un campo que pronto se transformó en un barrial.

   Los prisioneros recibían una pequeña ración de alimentos el primer día, pero fue reducida a la mitad. Para obtener la ración fueron forzados correr una manga. Agachados debían correr entre los guardias norteamericanos, que les golpeaban con palos mientras se movían hacia el alimento. El 17 de abril, fueron transferidos al campo norteamericano Heidesheim más hacia el oeste, donde no hubo alimentos durante días; luego muy pocos.
   Al aire libre, hambrientos y sedientos los hombres comenzaron a morir. Liebich vio sacar a entre 10 y 30 cuerpos cada día desde su sección, la "B", que al principio tenía alrededor de 5200 hombres. Vio a un prisionero golpear a otro hasta la muerte para obtener su pequeño trozo de pan. Una noche, mientras llovía, Liebich vio a los costados del agujero donde estaban refugiados, agujeros cavados en la blanda tierra arenosa, colapsar sobre los hombres que estaban muy débiles para luchar por salir. Se ahogaban antes de lograr sacarlos. Liebich se sienta y comienza a llorar: "Me es muy difícil creer que los hombres puedan ser tan crueles unos con otros"

 

   El tifus estalló en el Campo Heidesheim aproximadamente desde principios de mayo. Cinco días después del día V-E, el 13 de mayo, Liebich fue transferido a otro campo norteamericano de prisioneros, a Bingen Rüdesheim en Rhineland cerca de Bad Kreusnach, donde se le dijo que había una gran cantidad de prisioneros, algo así como entre 200.000 y 400.000, todos ellos sin algo para cobijarse, sin alimentos, sin agua, ni medicinas o suficiente espacio.
   Pronto se sintió enfermo con disentería y tifus. Fue transferido nuevamente, semi inconciente y delirando, en carros de ferrocarril sin techos hacia el nororiente bajando el Rhine, con un desvío a través de Holanda, donde los holandeses se apostaban sobre los puentes para lanzar piedras sobre las cabezas de los prisioneros. A veces los guardias norteamericanos disparaban tiros de advertencia hacia los holandeses para mantenerlos alejados, A veces no.
   Después de 3 noches, sus compañeros prisioneros le ayudaron tambaleante, a ingresar al enorme campo en el Rheinberg, cerca de la frontera con Holanda, nuevamente sin protección ni alimentos. Cuando llegó una pequeña cantidad de alimento, estaba descompuesto. En ninguno de los cuatro campos vio Liebich protección alguna para los prisioneros.
   La tasa de muertes en los Campos norteamericanos en el Rhineland en ese momento, de acuerdo con los datos de sobrevida de una encuesta médica, fue del 30 por ciento al año; la tasa normal de muertes de la población civil en 1945, estaba entre el 1 y el 2 por ciento.

   Un día en junio, a través de sus alucinaciones por la fiebre que le consumía, Liebich vio a los "Tommies" que llegaban al Campo, Los británicos se hacían cargo del Campo Rheinberg y eso probablemente salvó su vida. En ese momento, Liebich que mide 1,75 mts. pesaba 43 Kg. De acuerdo con las historias referidas por otros ex prisioneros del Campo de Rheinberg, el último acto de los norteamericanos, antes que los británicos tomaran el control del Campo, fue aplanar con buldózer una sección del campo mientras aún había hombres vivos en los agujeros que habían cavado en la tierra.

    

Eisenhower mismo firmó la solicitud para crear una categoría de prisioneros que no era cubierta por la Convención de Ginebra.

 

   Bajo la Convención de Ginebra, tres derechos fundamentales están garantizados para los prisioneros de guerra, (a) que serán alimentados y cobijados en la misma forma que las tropas de base o de reserva de las Fuerzas que capturan, (b) que podrán enviar y recibir cartas y (c) que serán visitados por delegados del Comité de la Cruz Roja Internacional quienes reportarán en secreto, acerca del trato que reciben a un Poder de Protección. (En el caso de Alemania, como el gobierno se desintegró en las etapas finales de la guerra, Suiza había sido designada como Poder Protector)
   De hecho, a los prisioneros alemanes capturados por el ejército norteamericano a fines de la Segunda Guerra Mundial, se les negaron estos y la mayoría de los otros derechos, a través de una serie de decisiones y directivas específicas, que se originaban principalmente desde Cuartel Central del Ejército norteamericano o SHAEF –Cuartel Central Supremo de las Fuerzas Aliadas Expedicionarias.

   El general Dwight Eisenhower era el Supremo Comando de SHAEF – de todos los ejércitos al noroeste de Europa y el Comandante General de las Fuerzas norteamericanas en el teatro europeo. Estaba sujeto al Staff Combinado de Jefes (CCS) de Bretaña y EEUU, a la Junta del Staff de Jefes (JCS), y a las políticas del Gobierno norteamericano, pero en ausencia de directivas explícitas –de lo contrario o de otra forma- la responsabilidad última para el trato dado a los prisioneros alemanes en manos norteamericanas, yacían en él.
   “Dios, cómo odio a los alemanes” escribió Eisenhower a su mujer, Marnie, en septiembre de 1944. Antes, en frente del embajador británico en Washington, había dicho que todos, los 3.500 aproximadamente, de los oficiales del Staff de Generales alemanes deberían ser “exterminados”.

 

   En marzo de 1945, un mensaje al Staff Combinado de Jefes e iniciado por Eisenhower recomendaba la creación de un nuevo tipo de prisioneros -Fuerzas Enemigas Desarmadas, o DEF -quienes a diferencia de los prisioneros de Guerra, definidos por la Convención de Ginebra, no serían alimentados por el ejército después de la rendición de Alemania.
   Esto era una directa violación de la Convención de Ginebra. El mensaje datado el 10 de Marzo, argüía en parte: "El compromiso adicional de manutención que conlleva el declarar a las Fuerzas armadas alemanas, Prisioneros de Guerra (sic) haría necesaria provisiones de raciones en una escala igual a las tropas de base, lo que podría estar más allá de la capacidad de los Aliados, incluso si todas las fuentes alemanas fueran usadas." Finaliza: "Se solicita su aprobación, ya existen planes preparados sobre esta base."

 

   El 26 de Abril de 1945, la combinación de Jefes aprueba el Status DEF, solamente para los Prisioneros de Guerra alemanes en manos de los norteamericanos: Los miembros británicos habían rehusado adoptar el plan norteamericano para sus propios prisioneros. La Combinación de Jefes estipuló que el status de las tropas alemanas desarmadas sería mantenido en secreto. En ese momento, el general del Cuartel Central de Eisenhower en el SHAEF, el General Robert Littlejohn, había ya reducido dos veces las raciones de los prisioneros y un mensaje del SHAEF firmado "Eisenhower" había informado al General George Marshall, Jefe de Staff del Ejército de EEUU, que los corrales para los prisioneros "no tendrán refugios, o techo u otros acomodos".

                                                             Vista aérea de un campo de prisioneros

 

   Las provisiones no eran un problema, había material suficiente acumulado en Europa para construir locaciones de Campos de Prisioneros. El ayudante especial de Eisenhower, el General Everett Hughes, había visitado los enormes almacenes de provisiones en Nápoles y Marsella e informado: "Existe más stock del que podamos llegar a usar. Puesto en línea hasta donde la vista puede alcanzar". Los alimentos no habían sido un problema, más bien, en Estados Unidos la sobreproducción de trigo y maíz eran las mayores de toda la historia, y existía un record de cultivos de papas. El ejército mismo tenía tanto alimento de reserva, que un almacén totalmente cargado fue sacado por accidente de las listas de vituallas en Inglaterra y no se dieron cuenta hasta 3 meses después. Además, el Comité Internacional de la Cruz Roja tenía más de 100.000 toneladas de alimento en almacenes en Suiza. Cuando la Cruz Roja intentó enviar dos trenes cargados con alimentos al sector norteamericano de Alemania, oficiales del Ejército norteamericano hicieron volver los trenes, diciendo que sus almacenes ya estaban sobresaturados de alimentos de la Cruz Roja, alimento que ellos jamás distribuyeron.

   Sin embargo, fue a través de la provisión de alimentos que la política de aniquilación fue llevada a cabo. Agua, alimentos, tiendas de campaña, espacio, medicinas, - todo lo necesario para los prisioneros fue fatalmente negado. En el Campo Rheinberg, donde el cabo Liebich, arribaría a mediados de mayo, con tremores por la disentería y el tifus, no tenía algo de alimentos el 17 de abril cuando fue inaugurado. Tal como en los otros Campos, en las "praderas de Rhine", abiertos por los norteamericanos a mediados de abril, allí no había torres de vigilancia, tiendas de campaña,edificios, edificación para cocinar, agua, letrinas o alimentos.
  

   George Weiss, un mecánico de tanques que ahora vive en Toronto, recuerda el Campo donde estuvo junto al Rhine: "Toda la noche teníamos que estar sentados uno contra otros. Pero la falta de agua era la cosa peor de todas. Durante tres día y medio no tuvimos nada de agua, Teníamos que beber nuestra orina...."

   El soldado Heinz T. (su nombre se mantiene en reserva ante su solicitud) había cumplido justo 18 años en el hospital, cuando los norteamericanos entraron en su sala el 18 de abril, él y sus compañeros heridos fueron sacados del hospital y llevados al Campo en Bad Kreuznach en el Rhineland, donde ya se encontraban varios cientos de miles de prisioneros. Heiz llevaba solamente un pantalón corto, zapatos y una camisa.
   Heinz estaba lejos de ser el más joven en el campo, Había niños de 6 años entre los prisioneros, así como mujeres embarazadas y hombres de más de 60 años. Al comienzo cuando los árboles comenzaron a crecer en el campo, algunos lograron cortar sus ramas para hacer fuego, Los guardias ordenaron apagar el fuego. En muchos lugares estaba prohibido cavar agujeros en el suelo para hacer refugios. "Todo lo que teníamos para comer era el pasto". Recuerda Heiz.

   Charles von Luttichau estaba convaleciente cuando decidió entregarse voluntariamente a las tropas norteamericanas que estaban cerca de su casa. Fue llevado al Campo Kripp, en el Rhine cerca de Remagen.
   Fuimos mantenidos en hacinadas prisiones de alambres de púas, al aire libre, con escasos alimentos, recordaba recientemente. "Más de la mitad del tiempo no tuvimos alimentos, el resto del tiempo teníamos una pequeña ración K. Pude ver desde el encierro que nos estaban dando una décima parte de lo que le entregaban a sus propios hombres...Le reclamé al Comandante norteamericano del Campo que estaban violando la Convención de Ginebra, pero simplemente me dijo: ¡Olvide la Convención, ustedes no tienen ningún derecho!"

   "Las letrinas eran sólo una tabla sobre una zanja junto al cerco de alambre de púas. Por las enfermedades, los hombres tenían que defecar en el suelo. Pronto muchos de nosotros estábamos demasiado débiles para sacarnos los calzoncillos. Así nuestra ropa estaba infectada, y así estaba también el barro donde caminábamos, nos sentábamos o nos acostábamos. Es esas condiciones nuestros hombres muy pronto, dentro de pocos días, hombres que habían ingresado sanos al Campo estaban muertos. Vi a nuestros hombres llevar muchos cuerpos a la entrada del Campo donde eran apiñados arriba de un camión que se los llevaba".

 

   La madre de Luttichau era norteamericana y él posteriormente emigró a Washington D.C., donde llegó a ser historiador y escribió una historia militar para el ejército norteamericano.Estuvo en el Campo Kripp cerca de tres meses.
   Wolfang Iff, que estuvo prisionero en Rheinberg y aún vive en Alemania, informa que, en su sección de aproximadamente 10.0000 prisioneros, se sacaban de 30 a 40 cuerpos cada día. Como miembro del equipo de enterradores, Iff dice que ayudaba a sacar los cuerpos del espacio cercado hasta la entrada del Campo, donde los cuerpos eran llevados en carretillas hasta grandes garages de fierro. Allí Iff y su grupo le sacaban la ropa a los cuerpos, partían en dos sus medallas de identificación, ponían los cuerpos en hileras de 15 a 20 hombre, aplicaban 10 paladas de pegamento rápido sobre cada hilera de cuerpos hasta que alcanzaban un metro de alto, ponían los efectos personales en una bolsa que entregaban a los norteamericanos y luego se iban.

   Algunos de los cuerpos habían muerto de gangrena como consecuencia del congelamiento (fue una lluviosa y fría primavera anormal ese año). Una docena o más estaban tan débiles para sostenerse en las tablas sobre la zanja de las letrinas que habían caído allí y se habían ahogado.

 

Los campos de prisioneros de guerra a lo largo del Rhin marcan el éxito final del avance al interior de Alemania. Los oficiales del ejército norteamericano capturaron 5,25 millones de prisioneros.

 

   Las condiciones en los Campos norteamericanos a lo largo del Rhine a finales de abril fueron observadas por dos coroneles del Cuerpo Médico del Ejército norteamericano, James Mason y Charles Beasley, quienes escribieron en un informe publicado en 1950: "

   El 4 de mayo de 1945, los primeros prisioneros de Guerra alemanes fueron transferidos al status DEF [hoy los sionistas usan el status de ‘Combatiente Enemigo para justificar Guantánamo’]. El mismo día el Departamento de Guerra de EEUU prohibió toda la correspondencia desde y hacia los Prisioneros. (Cuando el Comité Internacional de la Cruz Roja sugirió un plan para considerar el fin de la Guerra en una semana, una orden del SHAEF firmada "Eisenhower" los anuló el 15 de mayo.
   Ese mismo día, de acuerdo con una minuta de una reunión, el General Eisenhower y el Primer Ministro Churchill hablaron acerca de la reducción de las raciones de los Prisioneros. Churchill pidió un acuerdo en la cantidad de ración para los prisioneros, porque el quería anunciar pronto un recorte en las raciones británicas de carne y quería estar seguro que los Prisioneros "podrían ser alimentados con esos suministros que nos podríamos perfectamente ahorrar". Eisenhower replicó que él ya había "prestado a esa materia una atención considerable", pero que estaba pensando revisar todo este asunto para ver "si era o no posible una reducción aún mayor". Le dijo a Churchill que los prisioneros de Guerra estaban recibiendo 2150 calorías diarias (El Cuerpo Médico del ejército de EEUU ha obtenido que 2.200 calorías diarias es el mínimo absoluto para el nivel de subsistencia de adultos sedentarios viviendo bajo techo en un refugio. Las tropas norteamericanas eran provistas de 4.000 calorías diarias). Lo que no le dijo a Churchill fue que el ejército ya no estaba alimentando a los DEF, (Fuerzas enemigas desarmadas), o los estaba alimentando con mucho menos que aquello que recibían el status de-Prisioneros-de- Guerra.

 

   Las raciones fueron prontamente reducidas después de esto: una reducción directa fue grabada en los informes del Cuartel Central. Pero las reducciones indirectas también fueron llevándose a cabo. Una de estas, fueron las extraordinarias diferencias entre el número de prisioneros en las listas de raciones y el conteo oficial "a mano", y entre el conteo oficial "a mano" y el número real de prisioneros en los Campos.

   El meticuloso General Lee estaba tan abrumado acerca de la s discrepancias que envió un cable desafiante desde su Cuartel Central en París al Cuartel Central del SHAEF en Frankfurt: "Este Cuartel Central está teniendo considerables dificultades en establecer una base adecuada para requerir raciones para los Prisioneros de Guerra actualmente mantenidos en el teatro.....En respuesta a interrogantes de este Cuartel Central...... Varios declaraciones difieren del número de hombres en nuevos campos o implica alguna nueva organización para obtener raciones de la población civil alemana para ellos". Los hombres están donde estaban. Todo lo que sucedió fue eso, por el ruido de una máquina de escribir, su escaso y poco alimento del ejército de EEUU fue detenido.

  El efecto de una política arreglada entre libros de contabilidad y transportada entre guiños y movidas de cabezas -sin órdenes escritas- primero mistificó, luego frustró y finalmente cansó a los oficiales de rango medio que eran los responsables de los Prisioneros de Guerra.
   Un coronel en el Cuartel Central de la sección de unidades de combate avanzada norteamericana escribió una petición personal al General Robert Littlejohn del Cuartel Central el 27 de abril; "Aparte de la 750 toneladas recibidas del 15º Ejército, no se ha recibido subsistencia y tampoco la espero recibir. Las deseables raciones de Clase II y IV han sido totalmente debido al sufrimiento del ejército, sobre la petición personal y ha sido insignificante en relación a la demanda que ha sido puesta sobre nosotros por la influencia de los Prisioneros de Guerra".

 

   Los rumores acerca de las condiciones en los Campos corrieron a través del ejército norteamericano, "Muchacho, esos Campos fueron una mala noticia" dijo Benedict K. Zobrist, un Sargento técnico en el Cuerpo médico. "Fuimos advertidos de mantenernos tan alejados como fuese posible". En mayo y a principios de junio un grupo de médicos del Cuerpo Médico del Ejército de EEUU hizo una encuesta en algunos Campos del Rhineland, que mantenían más de 80.000 Prisioneros de Guerra alemanes. Su informe está perdido de la sección correspondiente en los Archivos Nacionales de EEUU en Washington, pero dos fuentes secundarias reproducen parte de lo encontrado. Los tres mayores asesinos fueron las diarreas y la disentería (tratadas como una categoría), las enfermedades cardíacas y la neumonía. Pero al buscar la terminología médica, los doctores también apuntaron a las muertes por "falta de alimentos y agotamiento total" y sus datos revelan un índice de muertes 80 veces más alto que las normas en tiempos de paz.

 

   Sólo el 9,7% de los Prisioneros habían muerto por causas claramente asociadas a la falta de alimentos, tal como extrema desnutrición, deshidratación y "agotamiento". Pero las otras enfermedades, directamente atribuibles a la exposición a un hacinamiento, suciedad extrema y la falta de medidas sanitarias fueron indudablemente exacerbadas por el estado agónico. Tal como el informe hace notar, "Contagio, hacinamiento en las jaulas y la falta de alimentos y lugares de sanidad todos ellos contribuyeron a este índice excesivo de muertes". Los datos, debe recordarse, fueron tomados de los campos de Prisioneros de Guerra no de los Campos DEF (Fuerzas Enemigas Desarmadas).

   A finales de mayo, habían muerto más personas en los campos norteamericanos que morirían con el estallido de la Bomba Atómica en Hiroshima.

 

   El 4 de junio de 1945, un cable firmado "Eisenhower" decía a Washington que era urgente reducir el número de prisioneros, que a la primera oportunidad había que deshacerse de toda clase de prisioneros que no fueran aptos para ser requeridos por los aliados. Es difícil de comprender a qué incitaba este cable. No hay ninguna razón para esto, y es evidente en el masivo tráfico de cables que sobrevivieron el período en los archivos de Londres, Washington, y Abilene Kansas. Y está muy lejos de ordenar a Eisenhower de capturar o mantener prisioneros. El mensaje de la Combinación de Jefes del 26 de abril, le ordenó no capturar más prisioneros después del Día V-E, incluso para trabajos. Sin embargo más de dos millones de DEF fueron encerrados después del 8 de mayo. Durante junio, Alemania fue dividida en zonas de ocupación y en julio de 1945 SHAEF fue desmantelada, Eisenhower es relevado de su único cometido como Comandante General de EEUU en Europa: se transforma en Gobernador Militar de la zona norteamericana. Continúa manteniendo alejados a los representantes del Comité de la Cruz Roja Internacional y el ejército de EEUU también informa a los grupos de socorro que la zona estaba cerrada para ellos. Fue cerrada también para todos los embarques de ayuda hasta diciembre de 1945 cuando se produjo una leve relajación.

 

    También a comienzos de julio, los norteamericanos entregaron entre 600.000 y 700.000 cautivos alemanes a los franceses para ayudar a reparar los daños hechos a su país durante la guerra. Muchos de los transferidos estaban en 5 campos agrupados alrededor de Dieterheims, cerca de Mainz, en la sección de Alemania que estaba justo en la porción de Alemania que quedaría en las manos de Francia (la mayoría de los que restaban estaban en campos norteamericanos en Francia).

 

   El 10 de julio, una unidad del ejército francés tomó Dietersheims y 17 días después el Capitán Julien arribó para asumir el mando. Su informe sobrevive como parte de una investigación del ejército en una disputa entre Julien y su predecesor. En el primer Campo al cual entró, dijo haber encontrado un terreno fangoso "habitado por esqueletos vivientes" algunos de los cuales murieron mientras los observaba. Algunos se apretujaban unos junto otros bajo trozos de cartón a pesar de que el día de julio era cálido. Mujeres que yacían en agujeros cavados en el suelo le miraban directamente con edemas de hambre en sus abultados vientres en una grotesca parodia de embarazo; ancianos con largas barbas grises le miraban débilmente, niños de seis o siete años con los anillos de un mapache en sus ojos del hambre le miraban con sus ojos faltos de vida. Dos médicos alemanes en el "hospital" estaban tratando de cuidar a los moribundos en el suelo, bajo el cálido cielo, entre las marcas dejadas por las tiendas de campaña que los norteamericanos se habían llevado con ellos. Julien que había luchado contra los alemanes con su regimiento, el Tercer Regimiento de Tiradores Escogidos Argelinos, se encontró a sí mismo pensando en el horror: "Esto es exactamente igual a las fotografías en Buchenwald y Dachau".

 

   Había 103.500 personas en los cinco campos alrededor de Dietersheims; entre ellos los oficiales de Julien contaron a 32.640 que absolutamente no podían trabajar. Estos fueron liberados inmediatamente. En total, dos tercios de los prisioneros tomados por los franceses ese verano que venían de Campos en manos de los norteamericanos en Alemania y en Francia eran inservibles para el trabajo de reparación de post-guerra.

  En el Campo en Saite Marthe, según los informes, 615 de los 700 cautivos eran incapaces de trabajar. En Erbiseul, cerca de Monz en Bélgica, de acuerdo a un reclamo escrito, 25% de los hombres recibidos por los franceses eran "deshechos" o basura. En julio y agosto, tal como el General Littlejohn del Cuartel Central señala a Eisenhower a su debido tiempo, las reservas de alimentos del ejército en Europa habían crecido en un 39 por ciento.

  El 4 de agosto, en una frase, firmada "Eisenhower" condenaba a todos los prisioneros de guerra, que aún estaban en manos de los Campos norteamericanos, al status DEF (Fuerza Enemiga Desarmada): "Con efecto inmediato todos los miembros de las Fuerzas Alemanas que se mantienen en custodia norteamericana en la zona de ocupación en Alemania, serán considerados como Fuerzas Enemigas Desarmadas y no tendrán el status de Prisioneros de Guerra"

 

   No se dieron razones; las cuentas semanales de los sobrevivientes sugieren que ambas clasificaciones fueron preservadas, pero, para los prisioneros que ahora eran tratados como DEF, la tasa de muertes se cuadruplicó en pocas semanas, de un 2 por ciento por semana, a un 8 por ciento. Durante largo tiempo los DEF fueron muriendo a casi cinco veces esa tasa de muertes.

   El "Weekly PW & DEF report" [Informe semanal de Prisioneros de Guerra (POW) y Fuerzas Enemigas Desarmadas (DEF)] para la semana que finalizaba el 8 de septiembre de 1945, aún existía en los Archivos Nacionales de EEUU en Washington, muestra un agregado de 1.056.482 prisioneros que estaban en manos de los norteamericanos en el teatro europeo, de los cuales cerca de dos tercios son identificados como Prisioneros de Guerra (POW). El otro tercio 363.587 hombres son Fuerzas Enemigas Desarmadas (DEF). Durante una semana 13.051 de estos últimos murieron.

 

  En noviembre de 1945, el General Eisenhower alcanzó el puesto de George Marshal como Jefe de Staff del Ejército norteamericano y retornó a EEUU.
   En enero de 1946, los campos aún mantenían un número considerable de cautivos pero EEUU había rebajado el número de sus prisioneros casi a cero a finales de 1946. Los franceses continuaron manteniendo a cientos de miles durante 1946, pero gradualmente redujeron el número hasta la nada cerca de 1949. Durante el año 1950 la mayoría del material no archivado, con relación a los Campos de Prisioneros en manos norteamericanas fue destruido por el Ejército.

   Eisenhower lamentaba la inútil defensa alemana del Reich en los últimos meses de la guerra por la pérdida de vidas. Pero por lo menos 10 veces más alemanes, sin duda 800.000, quizás más ciertamente 900.000 y bastante probable, más de un millón de alemanes - murieron en los Campos norteamericanos y franceses, más que aquellos que murieron en todos los combates en el Frente Occidental al norponiente de Europa, desde que EEUU entró en la guerra en 1941 hasta abril de 1945.-

 

CARRILLO, COMUNISTA… ¿Y?

CARRILLO, COMUNISTA… ¿Y?

Francisco TORRES

 

   De no ser porque con ello se pretende dejar un testamento cinematográfico sobre Santiago Carrillo, realizado con la clara intención de lavar su imagen, no merecería la pena dedicar unas líneas a un típico producto de la propaganda como el que nos ocupa. El cineasta Manuel Martín Cuenca ha querido, con aires de equilibrio, producir un largo documental titulado "Últimos testigos", dividido en dos cintas protagonizadas por Manuel Fraga y Santiago Carrillo, respectivamente. No he tenido la oportunidad de ver la cinta del ex ministro, del franquismo y la transición, y expresidente de la Xunta, pero sí, gracias a su pase por televisión en el programa Versión Española que dirige y presenta Cayetana Guillén Cuervo dentro de la más ortodoxa tradición progresista, la del ex secretario general del PCE, titulada "Carrillo, comunista".

 

   Cinematográficamente, pese a los halagos de turno, poco tiene que ver con el cine documental bien realizado. Sólo a quienes estén dispuestos a seguirla críticamente, como testimonio histórico llega a interesar. Ahora bien, la película no está concebida para ser un "testimonio histórico", está realizada para exaltar a Santiago Carrillo como un hombre de ideas, coherente, que sigue reivindicando el comunismo o mejor dicho el bello sueño comunista. Una película con un Santiago Carrillo en blanco y negro que fuma a lo largo de todo el metraje mientras se insertan algunas cintas de época y unas grabaciones, éstas en color, realizadas en su casa de Madrid con música de ésa que idolatraba la "izquierda divina" francesa. Planos perfectamente estudiados para dotar al personaje de un halo romántico, de tonalidades heroicas. Planos largos para mostrar sonrisas y miradas hacia lo alto. Contrastes entre el Carrillo oficial y el particular para acercar al espectados. Montaje muy distinto según parece al del documental sobre Fraga. Naturalmente, la cinta ha cosechado todos los parabienes posibles y debe incardinarse dentro de la corriente de "revisionismo" puesto en marcha por la "ley de memoria histórica", elevada sobre la ideología del resentimiento.

 

   Santiago Carrillo es la espada de Damocles que, mientras viva, penderá de un débil hilo sobre cualquier acto de exaltación de la "memoria histórica" promocionado por la izquierda. No en vano él mismo no tuvo problemas a la hora de alertar sobre el peligro de esta revisión, porque bien "pudiera salirnos el tiro por la culata". Sin duda él sabía muy bien por qué lo decía. Sobre todo cuando en la presentación de las cintas Fraga le dijo "no vamos a hablar de Paracuellos" trasunto de un cariñoso "entre bomberos no nos pisemos la manguera".

 

   Según comentó el director, para preparar la película, se acometió un gran trabajo de documentación y de rastreo de imágenes. Carrillo no planteó reserva alguna con respecto a los temas, aunque sí su derecho a no contestar si así lo estimaba conveniente. Si esto es así sólo es posible achacar el hagiográfico resultado a dos factores: primero, a una deficiente documentación y una muy reducida capacidad crítica a la hora de realizar la entrevista; segundo, una disección en la sala de montaje encaminada a presentar la historia de tal modo que las partes más oscuras y siniestras del personaje prácticamente desaparezcan o queden desmentidas. Los autores del mismo han sido Manuel Millán Mestre, Ignacio Gutiérrez Solana y Manuel Martín Cuenca. Y han hecho bien el trabajo porque aparentemente hay dureza en las preguntas comprometidas, réplicas, pero al final lo que queda es la versión y el desmentido de Santiago Carrillo. Hagiografía y exaltación porque para el productor de la cinta la vida del protagonista es "una mezcla del Che Guevara y James Bond".

 

Un joven revolucionario.

   No puede decirse que la cinta retrate bien al joven Santiago Carrillo hasta su llegada a la Secretaría de Orden Público en la Junta de Defensa de Madrid en noviembre de 1936. Conviene repasar brevemente la meteórica ascensión del joven socialista que entonces era.  

 

   Santiago Carrillo nace en Gijón en 1915; su padre es un dirigente socialista local que será detenido por su participación en la revolución asturiana de 1917. En 1924 llega a Madrid al ser nombrado su padre director del diario El Socialista; sólo cursará estudios básicos. Inicia su carrera política en el seno de la UGT y en las juventudes socialistas. En 1930 ya escribe en El Socialista sobre política municipal. Si seguimos las diferentes versiones de su biografía, cambiantes según el tiempo en que se hicieran, pero todas próximas a él, ya entonces se sitúa dentro de las filas revolucionarias del partido frente a los reformistas, objeto de sus ataques durante años. En la primera legislatura republicana hará información parlamentaria. En 1932 es elegido secretario de actas de la comisión ejecutiva de las Juventudes Socialistas. Carrillo forma junto a Hernández Zancajo y Simeón Vidarte el grupo revolucionario de las juventudes, contando con un semanario propio, Renovación. Ni que decir tiene que el objetivo de estos jóvenes es acabar con la democracia e instaurar la dictadura del proletariado; acabar con la República.

 

   Santiago Carrillo va a jugar un papel trascendente en la difusión del mito del "Lenin español", Francisco Largo Caballero. Es el secretario de la Escuela de Verano de Torrelodones de los "jóvenes rojos" del PSOE en el verano de 1933. Largo Caballero apuesta por la revolución en esos meses: "las circunstancias nos van conduciendo a una situación muy parecida a la situación en la que se encontraron ellos (los revolucionarios rusos) cuando hicieron la revolución" (El Socialista, 13-VIII-1933). En Don Benito afirmará: "no debemos dejar de luchar  hasta que en las torres de los edificios oficiales ondee la bandera roja de la revolución socialista". En Murcia pide paciencia a los jóvenes pues "tenemos que recorrer un periodo de transición hasta el socialismo integral, y ese periodo es la dictadura del proletariado hacia la cual vamos". En el V Congreso de las Juventudes socialistas, en abril de 1934, se estima que "los momentos actuales no permiten otra salida que la insurrección armada de la clase trabajadora para adueñarse del poder político, íntegramente, instaurando la dictadura del proletariado" En ese congreso se impone la línea revolucionaria y la comisión ejecutiva está formada por Hernández Zancajo, Santiago Carrillo, Segundo Serrano Poncela, Federico Melchor, José Laín y Alfredo Cabello. En aquel congreso se acordó militarizar los cuadros de las juventudes, "dotándolos de una rígida disciplina... Fuera del ejército, serán las juventudes socialistas la base militar de la actuación del partido en el orden civil". Cabría recordar que eran las mismas juventudes que pedían la disolución del Ejército español. Las milicias socialistas son una realidad. Cuentan que el despacho de Carrillo está presidido por un gran retrato de Stalin ("Teníamos fe en Stalin", rememora hoy).

 

   La ascensión de Santiago Carrillo dentro del socialismo es clara ya que forma parte de, junto con Indalecio Prieto y Largo Caballero, del Comité revolucionario de octubre de 1934. El intento de golpe socialista fracasa y Carrillo da con sus huesos en la cárcel Modelo. Como buen marxista hace la autocrítica de la revolución. Su explicación es ortodoxa, el problema es que en el socialismo conviven los verdaderos revolucionarios con los reformistas. Por ello pide la "depuración revolucionaria del partido socialista" y la "bolchevización"; indica que es necesario infiltrarse en los cuerpos armados para convertirlos en "órganos de la revolución", el objetivo es la dictadura del proletariado. Carrillo ya ocupa un puesto destacado en el ala caballerista del socialismo, la que está dispuesta a poner fin por la fuerza a la experiencia democrática de la II República.

 

   El Santiago Carrillo de la película tiene que ser más presentable. Se puede ser revolucionario en una sociedad democrática siempre que se oculte o se disimule que la revolución conduce a la dictadura. Entre 1933 y 1934, la Revolución no se presentaba y no se quería hacer como movimiento defensivo para salvar la República de un fascismo inexistente. No era un medio con justificación pseudodemocrática, era el fin perseguido por la importante ala revolucionaria del PSOE. El inteligente y hábil Prieto supo vender esa idea defensiva como nadie. Y ésa es la tesis que la izquierda sigue transmitiendo como verdad oficial. La misma a la que se aferra Santiago Carrillo en la película. La revolución, según la versión de 2008, se hace para impedir que el partido "clerical-fascista", la CEDA, tomara el poder. Y como es necesario dar credibilidad a sus palabras el director no duda a la hora de introducir unas imágenes de los sempiternos desfiles nazis compaginándola con las de Gil Robles.

 

   El PCE era muy pequeño en 1934. Algo lógico porque la revolución había escogido como hombre-símbolo, como su Lenin, a Francisco Largo Caballero, un Lenin de escasa altura intelectual. Santiago Carrillo, como revolucionario, era ya un comunista. De hecho desde 1934 las milicias juveniles socialistas y comunistas actuaban conjuntamente y con contundencia. Contundencia que se traducía en la práctica del atentado contra las juventudes de los grupos derechistas y falangistas. Según el futuro secretario general del PCE, fue un viaje a la URSS realizado en 1936 el que acabó de convencerle. A pocos debiera sorprender la emoción con que en la cinta recuerda aquellos días de estancia en el "paraíso revolucionario". Le preguntan por Trostki y se refugia en un socorrido "en ese momento se entendía que era propaganda capitalista todo lo que se decía contra la URSS". Y a Carrillo se le olvida su participación en la eliminación física del POUM en España argumentando que los elementos trostkistas eran "agentes del fascismo", afirmando, en el seno del Comité Central del PCE, en plena guerra de España, que serían aplastados. Y desde luego que fueron aplastados, hasta tal punto que los cadáveres de muchos de ellos continúan sin aparecer y los posibles restos de Nin, encontrados en una fosa de Alcalá, han sido cubiertos de tierra otra vez para evitar rememorar la historia en el paraíso de la memoria histórica.

 

   En Moscú, Carrillo se compromete a impulsar la unificación entre las juventudes socialistas y comunistas. Es allí donde se firman los primeros acuerdos para la unificación. Nacen las JSU que utilizan uniformes y armas. Una vez en España impulsa los mítines conjuntos de José Díaz, secretario del PCE, y de Largo Caballero. Él es la estrella invitada. Ahora bien, Carrillo está dispuesto a jugar fuerte. El enemigo es Indalecio Prieto, uno de los que Carrillo califica como "héroes de barraca". Los mítines de Prieto son sistemáticamente hostilizados por las juventudes socialistas. El incidente más grave se produce en Écija el 31 de mayo. Prieto y Negrín son abucheados y soportan los gritos a favor de Largo Caballero y Santiago Carrillo. No pueden tomar la palabra. Suenan los disparos. Negrín tiene que sacar la pistola. La guardia personal del Prieto, "la motorizada", saca sus pistolas ametralladoras. Prieto es introducido en un coche, mientras Negrín y Sáez se suben a los estribos pistola en mano. Sólo disparando salen de allí. Pero nada de esto se recuerda en la película.   

 

Un lugar llamado Paracuellos.

   Entra la película en uno de los cuatro puntos calientes de la vida política de Santiago Carrillo sobre los que se ocupa la cinta. Se tiene prisa por enlazar el pasado con el comunista que se sacrifica por la paz y la concordia en la transición. Pero este punto no nos interesa en esta revisión. Aunque nos anuncian que pudiera haber una segunda parte para esos otros espinosos temas de la historia de Santiago Carrillo. El primer punto caliente es Paracuellos del Jarama.

 

   El 18 de julio sorprendió a Carrillo en París. Se incorporó a la lucha y estuvo brevemente en combate en San Sebastián. Allí asalto un hotel "refugio de fascistas". Le reclaman en Madrid. Es en los primeros días de noviembre de 1936 cuando ingresa en el Partido Comunista. Es en ese momento cuando, con las tropas de Franco a las puertas de la capital, mientras todos huyen, le nombran Consejero de Orden Público de la Junta de Defensa de Madrid que dirige el general Miaja. Desde los primeros días de noviembre hasta primeros de diciembre, sistemáticamente, miles de personas van a ser sacadas de las cárceles, asesinadas en Paracuellos del Jarama, y enterradas en fosas comunes convenientemente ocultadas.

 

   Santiago Carrillo ha montado bien su justificación. Comienza su explicación hablando de las "atrocidades que comete el ejército franquista" y que cuentan los que llegan a Madrid huyendo. Canta la heroica defensa de la ciudad mientras retrata como cobardes a los ministros que se marchan. Ve decenas de miles de inexistentes muertos por los bombardeos franquistas. Habla de la existencia de la "quinta columna" nacional en Madrid y de su peligrosidad; además "el enemigo atacaba precisamente por la zona de la cárcel Modelo" y allí había más de "dos mil jefes y oficiales" presos que se unirían a los franquistas. Entonces se toma la decisión lógica de evacuar las cárceles. "Yo doy las órdenes: La Comandancia de Milicias de retaguardia pondrá las fuerzas". Carrillo se excusa. Afirma que carecía de un aparato real con el que imponer la autoridad. Recuerda que le visitó Felix Schlayer contándole que los presos fueron desviados a Paracuellos. Pero "yo estoy liado". Confía en que lo resolvería su segundo, Serrano Poncela. Efectivamente lo estaba resolviendo. Y he aquí que el viejo Carrillo se lanza a fondo, le dice al entrevistador que no puede seguir si no apaga las cámaras porque claro, Serrano Poncela, al que él destituyó a los veinte días, tiene familia y ha pasado el tiempo, y no quiere... "ha muerto en el exilio y seguramente tiene hijos". Pero nadie le recuerda que los asesinatos se prolongaron a lo largo de un mes.

 

   Carrillo continúa su justificación: "yo no tenía lista de presos... una cantidad enorme de presos que el gobierno nos había dejado y era un problema muy gordo que teníamos... Evidentemente hubo atrocidades que en esa situación era imposible evitar... Madrid machacada todos los días... era una ciudad revolucionaria... diez o doce organizaciones con poder... claro que hay excesos... tú no piensas en la responsabilidad histórica sino que Madrid no caiga, la preocupación no es lo que va a decir la Historia".

    No sé si esta contestación de Santiago Carrillo es un claro testimonio de la traición que a última hora le hace la memoria, porque ése fue el motivo de eliminar a varios miles de personas a lo largo del mes de noviembre. Además, cabría recordar que Serrano Poncela no es alguien que aparece en la historia a pie de página. Era un íntimo de Carrillo, la sombra de Carrillo en el sector revolucionario de las juventudes socialistas, pero esto ni lo sabía el entrevistador ni Carrillo quería recordarlo. Pero ¿cuál es la verdad? La verdad está en los documentos. Dejemos constancia en la memoria histórica de tres textos clarificadores.

 

   El primero: hace poco tiempo Javier Reverte encontró en el archivo de la CNT el borrador del acta de la reunión del Comité Nacional de la CNT celebrado en Madrid el 8 de noviembre de 1936, en el que se da cuenta de la reunión que han sostenido con los responsables socialistas (Santiago Carrillo) de Orden Público. Allí está registrado el acuerdo para el exterminio:

 

   "Vuelve a informar la Federación local, leyendo primeramente el comunicado dirigido por el Gobierno al General Miajas (sic), en el que se establece la constitución de la Junta de Defensa de Madrid, bajo su presidencia y con la colaboración de las organizaciones sindicales y políticas de izquierda. En este documento se prevé en caso de retirada, que debe ser hecho sobre Cuenca. Informa de la constitución de la Junta, y confirma lo anterior sobre el interés de las Embajadas sobre presos y refugiados políticos, citando el caso de que se quiso ayer asaltar la Embajada de Chile por saber los compañeros de manera positiva que allí hay refugiados fascistas en gran cantidad, intento que hubo que cortar.

   A continuación se da cuenta de los acuerdos que han tendido con los socialistas que tiene la Consejería de Orden Público sobre lo que debe hacerse con los presos, habiendo tomado el acuerdo de dividirlos en tres grupos, a saber.

   Primer grupo. Fascistas y elementos peligrosos. Ejecución inmediata, cubriendo la responsabilidad.

   Segundo grupo. Detenidos sin peligrosidad, su evacuación inmediata al penal de Chinchilla. Con todas las seguridades.

   Tercer grupo. Detenidos sin responsabilidad, su libertad inmediata con toda clase de garantías sirviéndonos de ello como instrumento para demostrar a las Embajadas nuestros humanitarismo".

 

   Segundo: el 12 de noviembre de 1936, Santiago Carrillo pronuncia un discurso ante los micrófonos de Unión Radio que, afortunadamente, pese a que algunos han negado las palabras, es recogido en la prensa del día siguiente. En él alardea de haber acabado con la Quinta Columna:

 

   "Conviene afirmar que la única resistencia que tiene la Junta de Defensa es la resistencia que le ofrece el enemigo, la resistencia que le ofrecen los combatientes facciosos que están a nuestras puertas, porque la resistencia que pudiera ofrecerse desde el interior está garantizado que no se producirá, ¡que no se producirá! Porque todas las medias, absolutamente todas, están tomadas para que no pueda suceder en Madrid ningún conflicto ni ninguna alteración que pueda favorecer los planes que el enemigo tiene con respecto a nuestra ciudad. La "quinta columna" está camino de ser aplastada, y los restos que de ella quedan en los entresijos de la vida madrileña están siendo perseguidos y acorralados con respecto a la ley, con arreglo a todas las disposiciones de justicia precisas".

 

   Tercero: El delegado en España de la Komintern, Stoyán Minev "Stepanov", realiza en 1939 un detallado informe, calificado como "absolutamente secreto", remitido al Secretario General de la Internacional Comunista y al propio Stalin. En el mismo, subrayándolo como uno de los "principales momentos de actividad del Partido Comunista" durante el gobierno de Largo Caballero, en el que ya milita Santiago Carrillo, el Consejero de Orden Público, se señala la "limpieza" de la Quinta Columna en un par de días decidida por el Partido Comunista:

 

   "Cuando el general fascista Mola dijo la verdad acerca de que, además de las 4 columnas del ejército que avanzaban sobre Madrid, había una 5ª columna, que se encontraba en el propio Madrid, la cual propinaría el golpe decisivo a la ciudad, el Partido Comunista comprendió inmediatamente la importancia de ella, sacó sus conclusiones y llevó a cabo en un par de días todas las operaciones necesarias para limpiar Madrid de quintacolumnistas. Esta operación de "limpieza" contribuyó a la salvación de Madrid no en menor medida que los combates a las puertas de la ciudad".

 

   Poco espacio queda para la duda.

 

Las otras espinas.

 

   Como no podría ser de otro modo la cinta se extiende en el enfrentamiento de Santiago Carrillo con su padre Wenceslao y las célebres cartas cruzadas entre ambos. Gracias a esta película nos enteramos que por mediación de La Pasionaria ("si predicamos la reconciliación nacional tienes que hacerlo con tu padre") se reconciliaron. Aunque el viejo comunista se encarga de precisar que nunca hablaron del golpe casadista en el que participó su padre, motivo de la ruptura definitiva, porque su opinión continuaba siendo la misma ("traición y deshonor").

 

   La tercera espina de la película es el maquis. Carrillo se siente especialmente fuerte. Nadie en España sería capaz hoy de enfrentarse a la leyenda rosa de los heroicos guerrilleros contra Franco, aunque dejaran casi un millar de víctimas entre las que se cuentan mujeres, niños y ancianos. En un momento dado el entrevistador le pregunta: "¿Qué significa golpear?". Carillo responde: "¡Matar!". A renglón seguido vuelve a las viejas consignas. Aquellos jefes guerrilleros que fueron detenidos por la policía franquista tras sospechosas confidencias y los que fueron eliminados "por chivatos" pesan sobre su espalda, pero, "para luchar contra un sistema opresivo hay que utilizar esos métodos... o eres así o te haces socialdemócrata y esperas". Y ahí queda el testimonio del hijo del guerrillero comunista Víctor García recordando: "mi padre no murió por un tiro de la Guardia Civil. Fue Carrillo quien dio la orden de asesinarlo" en 1948 bajo la acusación de infiltrado. Lástima que no preguntaran al exsecretario general del PCE, enviado por Stalin a Francia para hacerse cargo de la dirección de los maquis primero y después, al cambiar de estrategia, para terminar con ella.

 

   Queda saldar la última de las espinas: la fe en Stalin. Es hábil ante las preguntas. Se olvida de los varios millones de asesinados, de los campos de concentración, de lo que ha significado la dictadura del proletariado llevada a la práctica. Sólo tiene palabras de consternación para las víctimas de los famosos "procesos", para los comunistas caídos en desgracia, que confesaron falsas culpas para no dañar al comunismo, pero ni una palabra para los varios millones de víctimas del stalinismo; ni para el sistema del GULAG puesto en marcha por Lenin. Para Carrillo, simplemente, "toda revolución tiene víctimas inevitables". Lo que hace Carrillo es reivindicar el comunismo porque ha sido el "elemento fundamental de la lucha contra el fascismo". Su único poso de amargura es haber fracasado al frente del PCE, aunque tiene dardos para responsabilizar a otros.

   Y Carrillo ha quedado contento con el resultado pues "no me arrepiento de nada, he cometido errores y he intentado subsanarlos. No soy un santo, sino un hombre de carne y hueso. La película ha sido un ejercicio de sinceridad, porque no tengo nada que ocultar de mi vida".

   Lo sorprendente es que estas declaraciones, que quedan para la historia, envueltas en un halo de lucha romántica y cánticos de izquierda, no hayan merecido ni la más nimia de las condenas.