NÁQUERA NEGRA
Juan V. OLTRA
No puedo decir que el alcalde de Náquera haya ingresado en la cofradía de los imbéciles dolicocéfalos, porque albergo severas dudas sobre si tal condición es inherente al cargo. Y me duele tener que referenciar en un contexto tan lastimoso a un pueblo al que debo tantos recuerdos de mi infancia, y en el que tantas personas buenas y honorables se grabaron a fuego en mi memoria. Es una prueba más de que los políticos, sea cual sea el nivel de estos, no reflejan la calidad de sus ciudadanos. Afortunadamente, porque en caso contrario estaríamos nadando en excrementos, incluso en un pueblo tan hermoso como éste, donde un paisaje frondoso y el hablar afrutado de sus gentes nos recuerdan lo cerca que el cielo, a veces, está de la tierra.
Pero me duele más tener que soportar esta hora de los enanos que se alarga ya ¡ay! demasiado. La noticia de que el alcalde de Náquera quite la placa dedicada a José Antonio Primo de Rivera no me extraña. No puede hacerlo, es lo natural hoy, aunque yo siga apostando por aquella bonita idea de Álvaro de Laiglesia. El genial director de La Codorniz pedía que, ante cambios de régimen, no se cambiaran las calles de nombre, sino que se adjetivaran, como un favor al noble cuerpo de carteros. Así, la calle del insigne presidente de la república, pasaría a ser la del gilipollas presidente de la república, y la del augusto general cambiaría por la del cabronazo del general. No resultaría un alarde de buena educación, pero al menos no marearían al personal más de la cuenta.
Pero me voy internando en el bosque sin disparar al tordo. La cuestión estriba en que el alcalde ha sustituido esa placa por otra dedicada a... ¡Obama! A alguien que aún no se sabe si será bueno, regular o como todos. Un presidente electo de una nación que no es la nuestra y que no ha jurado el cargo tan siquiera. No me negarán que resulta una traca estupenda en esta colección de petardos que, con mando en plaza, nos gobiernan desde ayuntamientos, consejerías o ministerios.
Y digo yo... ya puestos ¿cambiará la calle Queipo de Llano por la Avenida Kennedy? ¿La Avenida Adolfo Rincón de Arellano por la Gran Vía Jimmy Carter? ¿O trocará ese alarde de idiocia lingüística que es la "Plaça Caudill" que preside el pueblo por la "Plaça Kunta Kinte"?... Porque hasta ahora, el único mérito que se le reconoce a Obama es el color de su piel. ¿Le habrían dado una plaza a McCain? ¿A un presidente judio? ¿A uno hispano? ¿A uno amarillo con motas moradas?.
Los deseos de ser políticamente correcto del alcalde lo hacen deslizarse peligrosamente por la pendiente de la estulticia. Cuando mi cuñada me llamó sin poder aguantar la risa para contarme este último vómito de la caja tonta, cloaca máxima de nuestra sociedad, inmediatamente pensé en aquella anécdota de Valle-Inclán, quien en una tertulia empleó el término "homofagia", y ante la sorpresa de un tertuliano que indagó por su significado, don Ramón le contestó "Comer animales de la misma especie. Usted, por ejemplo, comete homofagia cuando come besugo".
Si don Ramón María del Valle-Inclán conociera al alcalde de Náquera, a buen seguro le daba empleo de protagonista en uno de sus esperpentos. Y si no, imagínense al alcalde llamando personalmente al embajador de EE.UU. para darle la noticia. No, no se lo imaginen: lo ha hecho.
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Helio -