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Bitácora PI

PLURALIDAD Y PARTICIPACIÓN

PLURALIDAD Y PARTICIPACIÓN

Alberto BUELA

 

   En el pensamiento postmoderno encontramos tres variantes o corrientes bien determinadas; el llamado pensiero debole que propone una desencantada y relativista visión del hombre el mundo y sus problemas, cuya propuesta es una recogida resignación ante una nada de esperanza; otra versión, la de lo que queda de la Escuela neomarxista de Frankfurt, que en síntesis viene a sostener que estamos mal porque no acabamos, no cumplimos con todos los preceptos de la modernidad y, una tercera, el pensamiento alternativo o raigal, que propone superar la modernidad re-pensándonos a partir de nuestras respectivas tradiciones culturales, de nuestras diversidades y alteridades.

   Así, los términos  pluralidad, diversidad, alteridad son los preferidos de la postmodernidad o al menos de la única variante postmoderna que propone alguna construcción positiva. De modo tal que no hay un solo modo de vivir sino muchos por lo que la pluralidad y la diversidad se han transformados en los paradigmas actuales. Y así como en sociología ya no hay un ethos social sino múltiples, aquello que va a salir a criticarse desde la izquierda y desde la derecha son las concepciones totalitarias y globalizadoras.

   Si bien es justificable la crítica postmoderna al concepto de totalidad y globalidad subsumidos ambos en el concepto de unidad, su propuesta  o solución con la radicalización de la pluralidad no es la correcta. Pues radicaliza la pluralidad o el rescate de la pluralidad en forma tan exagerada que renuncia al concepto de vinculación raigal común inherente a toda comunidad política.

   Si bien la sociedad democrática postmoderna debe como primer acto político reconocer lo diferente ello no implica que deba renunciar a la unidad. La unidad debería ser pensada como "unidad en la diversidad". Debemos tirar el agua de la bañera pero no al niño que estamos bañando. Hablando profesionalmente desde la filosofía sabemos que es imposible la multiplicidad sin la unidad, pues son términos relativos como lo es padre de hijo o alto de bajo. Por todo ello, nosotros creemos junto con filósofos como  MacIntayre, Fabro y otros, que la idea de participación tal como la plantea Tomás de Aquino puede ayudar a resolver el problema. Veamos.

  

Consideración metafísica

 

   La unidad participativa es concebida como unidad en la diversidad de modo tal que la unidad no excluye la diversidad sino que logra que ambas se sirvan una de otra y no una contra otra como la piensan los filósofos postmodernos. La idea de participación gira en torno a la unidad y la diferencia entre el ser y el ente. Así el ente es en tanto participa del ser, pues el ser es la plenitud de todo lo real. Además el ser como meollo de la realidad real no se puede definir porque no se puede delimitar y por lo tanto no se puede cuestionar lo que sea ser. Del ser participa todo ente, pero, y esto es importante, el ente no tiene partes del ser. Así el ente participa del ser no al tenerlo sino al serlo parcialmente cada uno en la medida de su jerarquía ontológica (1). De modo tal que el ente es el que representa parcialmente al ser porque éste es lo más profundo del ente. Lo que todo ente tiene en común para ser lo que es. De este modo la unidad participativa preserva el derecho de lo múltiple y le permite su libre manifestación.

   Ahora bien el ser del que participa todo ente, si bien tiene una realidad subsistente en tanto ipsum esse subsistens, en los entes subsiste en la pluralidad de los mismos que participan de él.  Es por ello que se habla no de la subsistencia sino de la inherencia del ser al ente. Así pues como el ser inhiere al ente, y con ello  a lo múltiple, este último no es una copia sino que todo ente agota su plenitud de ser. Lo plural no es carencia de ser sino plenitud. El ser se transforma así en una unidad que libera la multiplicidad, a manera como la luz se relaciona con los cuerpos iluminados por ella.

 

Consideración metapolítica

 

   Así pues la diferencia que existe entre la pluralidad radical de la postmodernidad  y la pluralidad participativa es la siguiente:

   Si bien ambas posturas coinciden en el juicio positivo acerca de la diversidad, la política postmoderna no se compromete como garante de la unidad sino sólo de la pluralidad en una especie de coexistencia de lo diverso sin ningún hilo conductor, llámese proyecto nacional,  así pude sólo administrar los conflictos- a través de una concertación plural- pero no resolverlos, pues le falta el concepto de unidad, de proyecto en donde enmarcarlos y darle sentido y por lo tanto, respuesta.

   Por su parte la pluralidad participativa ofrece como solución la unidad en la diversidad, ofrece un sentido a la acción política múltiple y variada. Esta pluralidad no excluye la comunidad sino al contrario la subsume como fuente de sentido. Esto nos muestra que existe una pluralidad destructiva y una pluralidad liberadora. Así por ejemplo, la diversidad de los terrorismos, de los separatismos suele ser destructiva, mientras que la diversidad moral, cultural o política suele ser liberadora.

   Es que la pluralidad radical se anula a sí misma cuando se entrega a la arbitrariedad en que la diferencia entre lo justo y lo injusto es sustituida por el derecho del más fuerte o el derecho de la minoría por el hecho de ser minoría, y no por los valores culturales que pudiera encerrar en sí, como sucede con el multiculturalismo. Es por ello que proponemos hablar más bien de interculturalismo. Así pues si la pluralidad es tan radical que no se asienta en ninguna convicción común desaparece el derecho a disentir, con lo cual no se puede ya pensar ni hablar, ni siquiera sobre un consenso mínimo para el buen vivir comunitario.

   Es que la democracia postmoderna si queremos que funcione y supere el formalismo procedimental a que nos tiene acostumbrados tiene que dejar de lado la pluralidad radical de poner el consenso como principio  y fijar, por el contrario, el consenso como objetivo y darle lugar al disenso como principio. Si la corriente del pensamiento postmoderno fuerte, donde nos inscribimos y se inscribe una gran variedad de filósofos y pensadores, ejerce una primacía intelectual en el pensamiento crítico es en el ejercicio del disenso como ruptura con la opinión. Sobre todo con la opinión publicada. Así pues proponer el consenso como petitio principis de la sociedad democrática postmoderna es, hablando en criollo, poner el carro delante del caballo.

   De modo tal que la idea metafísica de participación nos enseña a través de su interpretación metapolítica que la auténtica apertura política nace del concepto de pluralidad participativa que  se encuentra allí donde la base de la pluralidad incluye la unidad.

 


(1) Y así lo afirma San Tomás: ens non totaliter est aliquid... proprie participare dictum (in Metaphysicam I, n.154).

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