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Bitácora PI

VOLVERÁN EN MÉXICO LOS SACRIFICIOS HUMANOS

VOLVERÁN EN MÉXICO LOS SACRIFICIOS HUMANOS

Ludovico BEN CIDEHAMETE

 

   El Gobierno local del Distrito Federal en México dispuso que se reintroduzcan los sacrificios humanos en la antigua ciudad de Tenochtitlán, después de 488 años de ser abrogados por Hernán Cortés. Éste parece ser el nada edificante final de las sucesivas revoluciones y asonadas de corte masónico y comunista estalladas en México a partir de 1913, y se constituye por tanto en la más neta consecuencia de la adopción de una Constitución socialista e irreligiosa en 1917, que permite al Gobierno central y a los Gobiernos locales violar la libertad religiosa, la vida y la conciencia de los habitantes en cualquier nivel.

   Prácticamente desde 1921, en que el PRI, Partido Revolucionario Institucional, una variante del partido comunista soviético, se apoderó violentamente del Gobierno central y de los Gobiernos locales con la ayuda de los Estados Unidos, este partido mantiene el control político del país con escasísimas excepciones. La regla no explícita pero impuesta de hecho por las leyes sancionadas especialmente desde 1917 (que ya existían desde la época de Benito Juárez y nunca fueron derogadas, ni siquiera por el Emperador Maximiliano), es la persecusión de la Iglesia católica y el favorecimiento soterrado de las sectas y denominaciones luteranas o protestantes, especialmente en sus versiones norteamericanas, así como la inspiración masónica de todas sus instituciones y actos de gobierno. Para darse una idea, la Iglesia no tiene libertad de predicar libremente en público ni los sacerdotes podrían, teóricamente, circular por las calles revestidos de sus hábitos religiosos; los oficiales del Ejército no pueden contraer públicas nupcias católicas, porque es causa suficiente para ser exonerados.

 

   Entre los años 1926 a 1930 el general Plutarco Elías Calles, un masón presidente de México, en acuerdo con el embajador de Estados Unidos Dwight Morrow, comenzó una campaña de persecusión criminal contra el catolicismo, que ha dejado como saldo una guerra sangrienta, llamada comúnmente “Guerra Cristera”, y una pléyade de santos y mártires como no tiene hasta ahora ningún país americano. Se estima que en aquella persecución perecieron más de 250.000 víctimas del anticatolicismo.

   Parece, pues, que el triste final de la pretendidamente gloriosa Revolución Mexicana, es terminar allí mismo donde comenzó la Historia de México y concluyó la de los aztecas y las demás tribus mesoamericanas que reaizaban sacrificios humanos; y así, autorizar todas las prácticas paganas abandonadas, por la Gracia de Dios, hace casi 500 años. De todas formas, el aborto procurado, delito que entre los aztecas era reprimido con la pena de muerte, ha sido restablecido dentro de una ostensible campaña de paganización más generalizada, a la que son sometidos con especial saña, todos los países integrantes de la otrora gran nación ibero americana, católica en su origen y en sus costumbres y mariana por su piedad popular.

   Es éste un nuevo paso que dan los gobiernos de esos países, casi sin excepciones y con redoblado brío, para corromper las costumbres de las sociedades esencialmente católicas que ilícita e ilegalmente regentean. Ninguno de los “motivos” o “argumentos” que ensayan, sobre no ser verdaderos en ningún caso, soportarían el menor análisis racional.

   Algunos medios de difusión han intentado demostrar que la población femenina prestaba su apoyo a esta “novedad” legislativa, mas no les ha sido posible ocultar que, al conocerse la decisión de la legislatura del Distrito Federal, muchas mujeres reunidas en la zona céntrica, que estaban rezando a la Virgen de Guadalupe para impedir estos sacrificios humanos, comenzaron a llorar desconsoladamente por su Patria y por las víctimas potenciales, lo que fue registrado por periodístas gráficos extranjeros presentes en el lugar.

 

   Tampoco a los mexicanos, pueblo religioso, culto, combativo, valiente e inteligente, se le ha economizado el escarnio de sumársele, a la desgracia de la restauración de los sacrificios humanos, la del inicuo tratamiento de tontos a que todos los partidarios del aborto someten a los pueblos que los soportan, debiendo escucharse siempre la misma colección de estupideces y mentiras que en el resto del mundo. Como por ejemplo, que “el aborto evita el trauma que crea en el niño el ¡saber que no es querido ...!” (así como lo lee ¡se nos ocurre realizar con los autores de la frase generosidades de esas a montones!), o que la legalización vendría a subsanar la situación creada por “centenares de miles” de abortos clandestinos, sin que ningún abortista haya podido jamás explicar cómo la legitimación de un abuso vendría a suprimir dicho abuso, ni en qué estadísticas se fundamenta para arrojar semejantes cifras, si en realidad, los casos de aborto procurado denunciados o perseguidos penalmente no pasan de un par (no un par de miles: dos solos, uno más uno) por año, y los casos atendidos en hospitales por lesiones supuestamente postabortivas, no pasan de unos 3.000 anuales en todo México, e incluyen los casos no criminales, como son los accidentales y los espontáneos.

 

   Hipocresía oficial

 

   Demostrando el real temor que le causa a sus integrantes la prometida excomunión de los políticos votantes del aborto, el gobierno local ha enviado a un partidillo de izquierda a denunciar al cardenal primado de México, don Norberto Rivera y al portavoz del arzobispado, Hugo Valdemar, por presuntas violaciones a la “ley religiosa”, una norma anticatólica que prohíbe a los religiosos católicos hacer comentarios políticos, privándoseles de un derecho que, supuestamente, la Constitución reconoce a todos los habitantes de México, sin distinción alguna, justamente por no reconcer ninguna distinción. La respuesta oficialista a la Iglesia, de parte del legislador impulsor de la medida, ha sido amenazándola con recrudecer la campaña difamatoria por supuesta pederastia, lo que confirma aún más las tesis sostenidas por algunos estudiosos sobre el verdadero sentido, origen y alcance de las difamaciones que por esta supuesta causa, vienen sufriendo algunos sacerdotes desde hace algunos años. Por supuesto que los funcionarios oficiales aseguran que su obrar, se explayará “estrictamente dentro de la ley”, como si se tratara de una ley justa o siquiera mínimamente legítima. ¡Es lógico ser estricto con “leyes” creadas a tan siniestro efecto!

   Desde luego, este anticipo local, pretende ensuciar también la legislación federal hacia la cual los grupos proabortistas buscan extender la legalización de los sacrificios humanos. Ya existen anteproyectos de ley en ese sentido en el Congreso Federal impulsados, como en el resto del orbe, por obscuras organizaciones cuyas mentoras son, como mínimo, la ONU y las multinacionales farmacéuticas.

  

   ¡Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de la ONU!

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