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REGALOS AL REY

REGALOS AL REY

Vera CASTELLÓ

 

   Se acabaron las ostentaciones de poder, los excelentísimos o ilustrísimos y quedará terminantemente prohibida la aceptación de regalos. Como mucho, algún detalle de cortesía. Éste es el duro régimen que José Luis Rodríguez Zapatero va a imponer a los altos cargos de la Administración central. Sin embargo, este "Código para el Buen Gobierno del Gobierno", que busca que los ciudadanos nos sintamos más cerca de nuestros representantes, no será de aplicación para el primer servidor de la Patria, el Rey. Don Juan Carlos y su familia no parece que se vayan a dar por aludidos y seguirán recibiendo los más variados y valiosos obsequios, presentes que en más de una ocasión han logrado inclinar la balanza a favor del donante.

   El 10 de diciembre de 2004 el ministro de Administraciones Públicas Jordi Sevilla presentaba una de las medidas estrella de su departamento: la próxima aplicación de un código de conducta para los altos cargos. El objetivo es que los miembros de la Administración Central se comporten de forma ética, perfeccionando su independencia y alejándose lo más posible de cualquier signo de ostentación de poder. Para ello este "Código para el Buen Gobierno del Gobierno" incluye una medida a todas luces acertada: los altos cargos tendrán absolutamente prohibido aceptar regalos, favores, préstamos, servicios o cualquier prestación económica que pueda condicionar el desempeño de sus funciones. Ya existía una regulación similar en el caso de los funcionados de organismos como el Instituto de Crédito Oficial, la Agencia tributaria o la Comisión nacional del Mercado de Valores.
   Sin embargo, estas normas de buena conducta no son de aplicación para el Rey, que seguirá disfrutando de ese sobresueldo en especie que en más de una ocasión le ha puesto en posiciones no deseadas. Se pierde así una oportunidad de oro para dar un paso más en la dignificación de la democracia y regular una práctica que puede viciar el correcto desempeño de las funciones del Jefe del Estado. Inglaterra lo hizo ya hace tiempo (Ver el despiece Los Windsor, un ejemplo a seguir) y existe una normativa  muy precisa sobre la materia que se aplica a todos los miembros de la familia real.
 

   Aún recuerdan en Zarzuela a aquel jeque árabe que llenó de presentes, valiosas joyas, a toda la familia. Entre las alhajas destacaba una daga árabe cuya empuñadura estaba incrustada con piedras preciosas. Al parecer, don Felipe mandó desmontarla y las piedras preciosas sirvieron para confeccionar una pulsera que regaló a Isabel Sartorius, su primera novia.
   Pero aquel príncipe árabe no sólo tuvo tan generosos "detalles" con los Borbones, los ministros de aquella época también recibieron un reloj de oro cada uno. Un tanto aturdidos por lo espléndido del presente, decidieron depositar la joya en las cajas fuertes de sus respectivos ministerios. Fue entonces cuando el Gobierno de Felipe González se planteó la necesidad de regular este tipo de ofrendas, sin embargo cuando se lo comentaron al Rey -hay que recordar que el monarca tendría que sancionar esa ley- éste se negó en redondo: "Qué queréis. Está uno aquí pringando todo el día y encima me pedís que rechace estos detalles...", espetó a los socialistas, según relata José García Abad en su libro "La soledad del Rey".
   Por aquel entonces, algunos miembros del Gobierno eran partidarios incluso de aumentar el presupuesto de la Casa Real para que el jefe del Estado no padeciera la presión de obsequiosidades excesivas. Lo cierto es que el problema de los regalos ha preocupado desde el primer momento a los gobiernos democráticos y para solucionarlo pronto se arbitró la fórmula de adscribir todos ellos al Patrimonio Nacional. Sin embargo, como ya habrán comprobado, que  el Rey oficialmente no se quede con esos presentes, sino que los ceda a todos los españoles vía Patrimonio Nacional, no significa que usted vaya a poder disfrutar de ellos o que se queden apartados en una esquina sin darles utilidad, no; los borbones los usan, y mucho.

   En cualquier caso, no es ése el verdadero problema. Lo peligroso es el fin que busca cualquier persona o institución que se anima a agasajar al alto representante de los españoles, sabedor de que el receptor de alguna forma se sentirá en deuda con él. Y el Rey, consciente de su deber de absoluta imparcialidad, lleva casi tres décadas aceptando espléndidos regalos que en más de una ocasión han empañado su buena imagen.
   Don Juan Carlos aún acarrea la pesada losa de, por ejemplo, haber aceptado en 1988 un Porsche 959 ofrecido por Javier de la Rosa. El catalán, hoy en prisión, y otros diez empresarios se lo regalaron con motivo de su cumpleaños, y el monarca, mostrando cierta irresponsabilidad, aceptó el obsequio valorado en 24,5 millones de pesetas de las de entonces. El obsequio salió a la luz al encontrase documentación referente al pago del deportivo durante un registro judicial a una sociedad de De la Rosa. Así consta en el libro "JR El tiburón" de Manel Pérez y Xavier Horcajo.
   Con aquel coche tuvieron el Rey y la infanta Cristina un pequeño accidente que tuvo gran eco en los medios de comunicación y que sirvió para presentar al monarca en una faceta claramente inadecuada: padre e hija se dirigían al pirineo leridano a pasar, como todos los años, unos días esquiando en familia, pero el vehículo, conducido por don Juan Carlos, se salió de la carretera al coger una placa de hielo y tuvieron que ser asistidos por los miembros de  un puesto cercano de la Cruz Roja mientras esperaban la llegada de los coches de escolta que iban retrasados ante la velocidad, de crucero, a la que conducía el monarca. Aquel incidente descubrió a la opinión pública a nuestro Rey al volante de un impresionante deportivo poco acorde con la imagen que para muchos debería dar don Juan Carlos y absolutamente alejada de la idea de austeridad que José Luis Rodríguez Zapatero busca para sus altos cargos.
   En descargo de don Juan Carlos, hay que citar la vez que rechazó un regalo: el valiosísimo reloj que quería entregarle Mario Conde, otra de sus peligrosas amistades. El banquero quiso así entrar a formar parte de su círculo más cercano. Al no conseguirlo en su primera intentona, se dedicó a agasajar a su padre, a don Juan, a quién pagó la clínica de Pamplona donde murió el conde de Barcelona.

   Pero ese Porsche 959 no es el único coche que ha aceptado la Casa Real de parte de particulares. Desde Alemania, el presidente del grupo Audi-Volkswagen, amigo del Rey, le hizo llegar hace años un Audi 4-sport que fue matriculado a nombre de un miembro de la Casa Real. También su cercanía a Jorge de Bragation, ex relaciones públicas de Lancia, propició que la casa desde Italia le entregara al Príncipe una versión del Lancia Delta HF Turbo. Las motos, también están en la lista de regalos que ha recibido don Juan Carlos: la Harley Davidson del magnate Malcom Forbes  o, por ejemplo, la MV Augusta que le dejó en herencia el diseñador Nicola Trussardi. Incluso el hijo de la princesa Diana de Francia y el duque Karl le obsequió con un sofisticado carrito de golf motorizado diseñado por él mismo.

   Pero don Juan Carlos no ha recibido coches sólo de "amigos" particulares, las marcas de automóviles rivalizan por cederle sine die sus últimas novedades. Tal y como contó esta revista en su tema de portada Loco por los coches (ver nº 566) Audi,Nissan, Mercedes o Ford, conscientes de la afición al volante del Monarca, tienen como costumbre hacerle llegar, unas veces a él directamente y otras a distintos miembros de su familia, sus vehículos más recientes para que "los prueben". Esos coches nunca llegan a formar parte de Patrimonio, ya que aunque permanezcan en Zarzuela tiempo ilimitado, oficialmente siguen perteneciendo a las distintas marcas.
   Así, por ejemplo, Audi entregó hace año y medio al príncipe Felipe un RS6, el modelo más exclusivo de la casa a un precio que variaba, por entonces, según cilindrada, entre los 98.800 y 101.030 euros. Nissan también se ha mostrado generosa en más de una ocasión. De entre los modelos recientemente recibidos por el monarca está el Nissan 350Z. La marca entregó en la primavera de 2003 dos unidades iguales, en color plateado, de este deportivo, no siendo la primera vez que Nissan le hace llegar sus vehículos tanto al Rey como al Príncipe.
   Algo parecido ocurre con Mercedes. Un portavoz de la compañía admitió a esta revista que los miembros de la familia real han probado coches de casi todas sus gamas, incluso en alguna ocasión el monarca o su familia han mostrado interés por algún modelo concreto y "se ha buscado la unidad". De hecho "el Rey tiene un deportivo SL55 K AMG que le gusta mucho", un coche valorado en más de 25 millones de pesetas a bordo del cual se ha visto también al príncipe Felipe.
   Volvo parece haberse especializado en atender a los duques de Lugo. Según fuentes del sector, la empresa les ha puesto a su disposición coches tanto en Madrid como en París -pasan algunas temporadas - y en Nueva York, donde residieron unos meses el pasado año. En cuanto a la Reina, le gustan más los utilitarios. Ford, por ejemplo, le ha cedido para su uso y disfrute algún modelo en más de una ocasión.

   Y es que ningún miembro de la familia real se libra de valiosos regalos que muchas veces es difícil determinar si se deben a su condición institucional o se aceptan a título privado. Es el caso de los regalos de boda.
   El pasado mes de mayo, la puerta de La Zarzuela se abría una y otra vez para recibir los obsequios con los que multitud de ayuntamientos, asociaciones, colectivos y particulares quisieron celebrar el enlace entre don Felipe y doña Letizia. Presentes de desigual valor cuyo destino o propiedad evidencian la necesidad de una regulación concreta al respecto.
  

   El mejor de los regalos.

 

   Pero con lo que el Rey ha disfrutado de verdad, es con los yates que ha tenido. El primer Fortuna se lo regaló en 1976 el rey Fadh de Arabia Saudí, cuando éste era príncipe heredero. Sin embargo aquella embarcación hoy se ve como una barquichuela si lo comparamos con el Fortuna que actualmente disfruta don Juan Carlos y su familia, que reúne lo último en alta tecnología. Mide 41,3 metros de eslora, 9,2 de manga y su casco, de aluminio, está diseñado para alcanzar una velocidad tal que ni siquiera las patrulleras de la Armada pueden seguirlo si se pone a toda máquina.
   Cuenta con tres cubiertas. En la superior se sitúan el puente y las salas de control. En la segunda, el comedor, un salón y una cocina. El nivel más bajo queda reservado para los camarotes de la Familia Real, dos aseos, tres compartimentos para la tripulación y otros tres dispuestos para invitados.
   El barco costó, según apreciaciones oficiales, unos 3.000 millones de pesetas -otras fuentes duplican el precio- y fue pagado a escote por un nutrido grupo de empresarios. En principio los obsequiadores iban a ser un número reducido y todos mallorquines -nunca ocultaron que el objetivo perseguido con este obsequio era asegurarse que la familia real seguiría veraneando en la isla- sin embargo lo abultado de la cifra hizo que se añadieran otros empresarios catalanes y grandes empresas nacionales.

   Una cosa buena sí hay que decir de este obsequio, por lo menos se construyó en los astilleros públicos de Bazán en San Fernando (Cádiz), hoy tan necesitados de nueva carga de trabajo.
   Otros amigos o admiradores han agasajado al Borbón con regalos del tamaño de casas. Al fallecido rey Hussein de Jordania se debe la residencia en Lanzarote donde la familia real ha pasado algunos días de descanso, la vez más sonada, las navidades de 1999, año que los reyes dejaron de ir a esquiar a Baqueira Beret, con el consiguiente disgusto para Jordi Pujol. Allí, en Canarias, todos juntos, recibieron la noticia del fallecimiento de la Condesa de Barcelona, la madre del Rey.

   Tampoco el Palacio de Marivent donde pasan las vacaciones la familia pertenece al Estado desde siempre. El Palacio mallorquín fue construido por un artista griego enamorado de la isla. Tras su fallecimiento, la viuda decidió cederlo a Patrimonio del Estado para disfrute del Rey.
   La confusión que podría derivarse de ese uso exclusivo que hace el Rey de múltiples propiedades llevó en 2002 a la revista Eurobusiness a considerar a don Juan Carlos una de los hombres más ricos de Europa a quien el mensual atribuía un patrimonio cercano a los 1.800 millones de euros -casi 300.000 millones de pesetas -. El embajador de España en Londres, Santiago de Mora-Figueroa, marqués de Tamarón, se vio obligado a intervenir, enviando una carta al director de Eurobusiness aclarando que la disparatada cifra "sólo se puede explicar por haber entendido ustedes, erróneamente, que los bienes públicos propiedad del Patrimonio Nacional, del Estado español, son propiedad privada de Su Majestad el Rey, lo cual es evidentemente inexacto".

 

   Un presupuesto ajustado.

 

   A tenor de la contestación que dió el Rey cuando Felipe González le planteó que se regulara la delicada cuestión de los regalos, se desprende que don Juan Carlos no se siente suficientemente bien pagado con el presupuesto que le asignamos los españoles desde el año 1976.
   Aquella primera dotación real fue de 85 millones de pesetas y en ella se incluían dos partidas: la de la anterior jefatura de Estado y la de la Casa del Príncipe. En 2005, será de 7,7 millones de euros.
   Es cierto que los 1.300 millones de pesetas de los que dispondrá la Casa del Rey el próximo año -y que distribuirá a su antojo entre su familia y empleados- no es la partida más generosa que recibe una monarquía europea -a los ingleses o a los monegascos, les sale bastante más caro -, sin embargo hay que recordar que en la práctica el Rey no cuenta solo con ese dinero, ya que para el ejercicio de sus funciones oficiales se apoya en la estructura del Estado, especialmente en los servicios y presupuesto de los ministerios de Defensa e Interior. El combustible que gasta el famoso Fortuna en el que navega toda la familia por aguas baleares, corre por cuenta del Estado. Lo mismo ocurre con el combustible tanto de sus coches oficiales como de los deportivos que tanto le gusta usar al Rey y a su familia y tampoco tiene que preocuparse de, por ejemplo, el mantenimiento o la rehabilitación de sus palacios, ya que son asumidos por Patrimonio Nacional.

(El Siglo, nº 629)

5 comentarios

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FRANCESC JUFRESA, ABOGADO DE JAVIER DE LA ROSA, FRENTE AL PERITO VICTOR MORENA ROY, JEFE ÁREA INVESTIGACIÓN DEL FRAUDE FISCAL.

XXXIX. JUICIO A LA CORRUPCION EN LA DELEGACIÓN DE HACIENDA DE BARCELONA.



Rafael del Barco Carreras



Sesión 11-02-10. Las 130 preguntas y el tiempo que anunció “sería largo” en la sesión anterior, hacía presumir que Jufresa, mi ex abogado y primun entre la Abogacía socialista barcelonesa, se emplearía a fondo. El perito lo merecía, y a tenor de las dos sesiones anteriores estaba a la altura del abogado, aunque, quizá debido a la profesión, de labia más moderada. De nuevo mi ingenuidad pretendiendo una escena de altura. Otra desilusión al igual que con el testigo Josep Borrell. Por suerte la Presidente recondujo un interrogatorio tan deshilvanado que se pudiera descubrir el sexo de los ángeles en lugar de la más mínima referencia al posible soborno a los inspectores de Hacienda.

Como en otros interrogatorios intentaba desmenuzar operaciones de las que la documentación, tras los robos en Hacienda, no existía. Y el perito dando vueltas a lo que en teoría debía haber sucedido de aplicarse las normas y pautas de una inspección. Un diálogo de y para sordos. Que aquella Hacienda era un desastre no merecía tanta disquisición sobre los 47.000 millones, facturas que eran falsas pero que ningún estudio serio y técnico lo probaba, cuentas bancarias no investigadas, compras y ventas de acciones del Banco de Vizcaya, Banco de Santander, Banesto, Banco Central o el Banco Popular Español (que en 1994 le prestaría un aval de 1.000 millones para salir de prisión por el caso Gran Tibidabo) por decenas de miles de millones de pesetas, los valores de compra y de venta, transferencias, y un largo etcétera de menudencias.

¿Siempre me he preguntado donde acabaron unas acciones bancarias, grandes paquetes de dominio, que al igual otros activos y efectivo en cuentas corrientes, 300 millones de dólares de una tacada, del Grupo Torras-KIO, desaparecieron tras la invasión de Kuwait y la primera Guerra del Golfo? Es de suponer que en cientos de sociedades instrumentales por paraísos fiscales. ¿Propiedad o a nombre de quién? Que Javier y varios de su familia son multimillonarios en negro, no cabe duda, quizá hasta la hija Gabriela de la Rosa, que tras ennoviar con el sobrino del Rey, ejerce de abogada defensora junto a Francesc (sin abrir la boca), pero también lo son funcionarios y políticos indispensables para el camuflaje y transferencias. Para orientarse, leer en www.lagrancorrupcion.blogspot.com la sentencia del 2006, de la denuncia puesta por los kuwaitíes en 1993, caso Prima Inmobiliaria, Oakthorn, Pincinco, Quail y ACIE, nombres citados por Jufresa (y muy revelador para este juicio, se condena a Enrique Sarasola, íntimo de Felipe González y a Manuel de Prado y Colón de Carbajal, ex embajador del Rey), y unas páginas del libro de Manel Pérez y Javier Horcajo, “J.R. EL TIBURÓN” de 1996, que si mal no recuerdo “prohibido y embargado” a instancias de Javier por auto judicial hasta que tras CINCO AÑOS se ganó un recurso. Entre jueces amables y amenazas transcurren 35 años de estafas y todos los delitos al uso del “empresario modelo” de Jordi Pujol.

Quejas y más respetuosas quejas del abogado defensor a los cortes de la Presidente por la improcedencia del interrogatorio a un perito. Dos horas, y mis teorías sobre el soborno, la extorsión, o las órdenes desde Madrid para que se interrumpiera cualquier investigación donde se involucrara a Javier de la Rosa, no se clarificarían. A las patochadas contables de Javier se añadía el total desmadre de la Hacienda, ambos tan de chapuza, que contemplado VEINTE AÑOS DESPUÉS quizá sea la gran obra de arte que haya permitido a un selecto grupo en torno a De la Rosa apropiarse de una inmensa fortuna sin apenas repercusión penal. Y no me refiero a los condenados en los diferentes procesos contra Javier, sino los que sabedores, o autorizando las operaciones por CENTENARES de miles de millones de pesetas, daban las órdenes desde Madrid.

Por los testigos de unos y otros, me inclino por una combinación de las tres posibilidades, soborno, extorsión y reparto con político-funcionarios y banqueros. Las complejidades de De la Rosa bien merecían, y necesitaban, desde la intervención ministerial, o más arriba, hasta la simple propina a un conserje o el pago a un espadista forzando ventanas para simular un robo de documentos en Hacienda, que salían por la puerta principal en furgonetas según lo declarado por un testigo, cuñado de uno de los acusados.

Borracho Cabrón -

¿A que viene tanta inquina con el rey? ¿Acaso aceptar presentes de cortesía va a influir en el desarrollo de la democracia? El rey es mero espectador. A ver si ahora el Rey va a tener que estar pendiente de lo que digáis cuatro tontos oficiosos a la hora de coger una mierda de reloj y dar las gracias.