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Fe y Razón

UN PAPA ARGENTINO: MAMMA MIA

UN PAPA ARGENTINO: MAMMA MIA

Alberto BUELA 

 

   Si los argentinos somos famosos en el mundo por nuestra desmedida autovaloración, qué no dirán ahora. A Maradona, Messi, Fangio, Gardel, Perón, Evita, el Ché Guevara, Borges y la Reina Máxima de Holanda, ahora sumamos a un Papa.

   Además es el primer el primer Papa americano[1], aunque algunos periodistas zafios sostienen que es el primer no europeo, ignorando a San Pedro y otros muchos. Ahora bien, ¿tiene esto alguna significación primero para nuestro país, luego para Suramérica y la ecúmene iberoamericana y luego para el mundo?

   Es sabido que es muy difícil realizar una prognosis con cierto rigor, pues el conocimiento del futuro nos está vedado desde el momento que tal don quedó encerrado en la Caja de Pandora. Con esta prevención y sabiendo que vamos a hablar más como filodoxos, como amantes de la opinión, es que intentaremos algunas observaciones.

 

   Para Argentina esta elección como Papa de uno de sus hijos es una exigencia de un mayor compromiso católico tanto de su pueblo como, sobretodo, de sus gobernantes. Pues tiene que haber una cierta proporcionalidad entre lo que somos y lo que decimos que somos. De lo contrario, vamos a hacer verdad aquel viejo chiste que dice que el mejor negocio del mundo es comprar a un argentino por lo que vale y venderlo por lo que él dice que vale. Y hoy esta elección del Papa Francisco está diciendo que los argentinos valemos mucho. Bueno, si es así, nosotros como pueblo y nuestros gobernantes como tales tenemos que realizar, todos, acciones que nos eleven a esa consideración hacia la que nos arrastra la designación de un Papa de nuestra nacionalidad.

   Con respecto a Suramérica el hecho potencia a la región. Porque las vivencias que de la zona tiene el Papa hacen de él un vocero privilegiado de sus necesidades e intereses y porque además pues posee un conocimiento directo, no mediado o mediático de la región y sus diferentes países.

   Con relación a la ecúmene iberoamericana en su conjunto, el Papa Francisco tiene una visión integradora  al estilo de Bolívar, San Martín y más cercanos a nosotros Perón, Vargas o el reciente fallecido Chávez. Esto no quiere decir que Francisco sea peronista, pero sí que tiene una acabada comprensión de este fenómeno político.

   Finalmente, con respecto al resto del mundo, estimamos que iniciará una gran campaña de evangelización intentando recuperar África y las ex repúblicas soviéticas para la Iglesia. Y seguramente reclamará por los reiterados asesinatos de cristianos, en 2011 hubo 105.000 muertos, mayoritariamente, en países con gobiernos islámicos.

 

   En cuanto a su perfil cultural es un jesuita formado en la época de plena ebullición del Concilio Vaticano II. Esto es, cuando comienza la decadencia de la orden. No recibe casi formación teológica sino mas bien sociológica de acuerdo con la pautas de la orden en ese momento. Así, el sacerdote no tenía que “hacer lo sagrado” sino “militar y activar políticamente”. Los jesuitas se transformaron en sociólogos más que curas. De ahí que la orden se vació en tan solo una década. Cuando el Padre Bergoglio fue provincial de la orden (1973/79) entregó el manejo de la Universidad jesuita del Salvador a los protestantes (Pablo Franco, Oclander et alii). Mientras él se dedicaba a asesorar espiritual y políticamente a la agrupación Guardia de Hierro, que vendría a ser una especie de sucursal argentina del Movimiento Comunione e Liberazione. Una agrupación político religiosa bicéfala, que era liberacionista en Argentina y conservadora en Italia.

   Su elección como Pater inter pares, cuyo acróstico forma el término Papa, trajo tranquilidad a la curia vaticana porque Francisco es hijo de italianos por parte de madre y padre y es nacido y criado en Buenos Aires, esa mega ciudad que  hiciera exclamar al medievalista Franco Cardini: la piu grande cità italiana del mondo. Es decir, estamos hablando de un “primo hermano, hermano” de los italianos. Al mismo tiempo, su vinculación simpatética (con el mismo páthos) con la comunidad judía argentina, la más numerosa después de la de Israel, le asegura al Vaticano que no habrá ningún sobresalto, “raigalmente católico,” por parte de Francisco. Hoy en Buenos Aires todos los rabinos y judíos sin excepción festejan su designación como Papa. Salvo el caso del periodista Horacio Verbitsky, difamador profesional y administrador de “los derechos humanos selectivos” del gobierno de Kirchner.

   Como Arzobispo de Buenos Aires y como cardenal primado ha mostrado siempre una predilección por los pobres en la línea de Juan Pablo II y Ratzinger. Al mismo tiempo que comparte con ellos una cierta ortodoxia. Y desde este lugar se opuso siempre al gobierno neoliberal de Menem y al socialdemócrata de los Kirchner. Con estos últimos su enfrentamiento ha sido y es muy fuerte, no tanto por razones ideológicas, no olvidemos que los dos se dicen progresistas, sino que se trata de dos personalidades (una profana y otra religiosa) que creen ser los auténticos intérpretes del pueblo.

 

   ¿Qué nos está permitido esperar?  Que Francisco I siga la senda marcada por el Vaticano II, por Juan Pablo II y por Benedicto XVI sin mayores sobresaltos. La centralidad de la Iglesia seguirá siendo Roma pero su hija predilecta dejará de ser Europa para ser Iberoamérica, donde vive la mayor masa de católicos del mundo.

   Hoy desde todos los centros de poder mundano, y los “analfabetos locuaces” (los periodistas) como sus agentes, piden que la Iglesia cambie en todo para terminar transformándose en una “religión política”  más, como lo son el liberalismo, la socialdemocracia, el marxismo y los nacionalismos. Y lo lamentable es que el mundo católico acepta esto como una necesidad ineluctable. Olvidando que el cristianismo es, antes que nada, un saber de salvación y no un saber social.

 

   Y lo sagrado, la sacralidad de la Iglesia, la actio sacra, la sed de sacralidad del pueblo, el retiro de Dios, el crepúsculo de la trascendencia? ¡Ah, no!, eso es pedirle demasiado a un Papa argentino.



[1] Por favor, no digan más latinoamericano, que es un error conceptual grave. Latinos son solo los del Lacio en Italia. Nosotros en América somos hispanoamericanos, iberoamericanos, indoibéricos, indianos o simplemente americanos. Pero no latinoamericanos que es un invento espurio, falaz y, sobretodo, desnaturalizante para designarnos. 

LA IGLESIA, EL PAPA Y SU RENUNCIA

LA IGLESIA, EL PAPA Y SU RENUNCIA

Alberto BUELA

 

   El agudo sociólogo italiano Carlo Gambescia distinguió cinco actitudes posibles ante la abdicación del Papa: la apocalíptica, como signo del fin de una época; la providencialista donde Dios velará; la drietológica que indica una motivación escondida en la renuncia; la progresista donde se facilita la democratización de la Iglesia y la humanitaria que respeta la dolorosa elección.

   No cabe duda que nosotros como creyentes adherimos a la quinta opción, pero como analistas políticos, ésta no nos explica nada, pues asume y acepta el hecho consumado.

   Los mass media en su inmensa mayoría adoptaron la interpretación progresista o democrático reformista según la cual hay que aprovechar esta dimisión inesperada del Papa para seguir modernizando la Iglesia en la línea inaugurada por el concilio Vaticano II. Línea que fuera interrumpida en parte por un Papa anticomunista, y por ende, antiizquierdista como Juan Pablo II. Y continuada sin mayores convicciones por Benedicto XVI.

   En el fondo los mass media quieren una Iglesia a su gusto y modo. Pretenden un Papa al estilo del que ellos crearon como lo fue Juan XXIII, al que ellos mismos bautizaron “el bueno”, cuando lo que hizo fue abrir las puertas de la Iglesia “al humo de Satanás”, según la expresión de otro Papa arrepentido por los errores cometidos.

   Desde la época de Pío XII, que se le plató al mismísimo Hitler en la plenitud de su poder con una encíclica escrita en alemán Mit Brennender sorge = Con viva preocupación, desde ese papado la Iglesia no ha tenido relevancia internacional ninguna. Ninguno de estos últimos cuatro Papas produjo un hecho de relevancia mundial como el que produjeron antaño infinidad de Papas hasta Pío XII.

   Se nos podrá decir: pero el mundo cambió, y es cierto. Pero la que cambió sustancialmente fue la Iglesia. Y eso a partir del Vaticano II, un concilio sugerido y fogoneado por los medios en el que se buscó el aggiornamento: que comenzó como pastoral y terminó como dogmático; que desacralizó una liturgia milenaria; que transformó a los curas en sociólogos. En definitiva, que no tuvo en cuenta aquel mensaje de un profundísimo filósofo como  Franz Brentano cuando afirmó: El saber de la Iglesia es un “saber de salvación” y no un saber social o político.  La consecuencia política del Concilio fue que la Iglesia terminó jugando la carta al socialismo con Paulo VI. Y fracasó como fracasó el socialismo.

   Con ello la Iglesia perdió vocaciones y conversiones, dos pilares que venía remontando desde la época en que el papado bajo Pío IX y León XIII, triunfa sobre la Kulturkampf de Bismarck. Claro está, de esto el progresismo no habla.

   Es interesantísimo hacer notar, aunque sea una tara de nuestro oficio, cómo en todo este período que va de 1871 a 1950 se multiplica por miles el clero católico así como las conversiones de grandes pensadores y personajes. Scheler, Bergson, Newman,J.Green, el Rabino de Roma, Edith Stein, Simone Weil, Ch. Peguy, P. Claudel, L. Bloy, J. Maritain, Ch. de Foucauld, J. Joergensen, P. Wust, Raisa Maritain,  J. Cocteau, G. Marcel, G. Chesterton, Y.Lewis, G. Greem, F. Copleston, T. Elliot, T. Haecker, E. Jünger, García Morente, para poner un filósofo español.

   Estas grandes conversiones por el nivel intelectual y espiritual se clausuraron a partir del “escándalo” del Vaticano II. Skandalon = piedra, significa estrictamente el obstáculo o incidente público que obra como causa para que alguien actúe o piense mal.

   La Iglesia se confundió y confundió a sus fieles. El famoso aggiornamento quedó limitado a una adecuación a la opinión publicada que en su mayoría proviene del mundo liberal de izquierda que no es precisamente católico.

   Es que el concepto de aggiornamento fue un concepto equívoco que los hombres de la Iglesia lo entendieron como una adaptación parcial a ciertas necesidades que plantea el mundo moderno, mientras que los enemigos de la Iglesia (la masonería, el rabinato, los ateos, el marxismo, el socialismo, el liberalismo, el protestantismo, el neopaganismo) lo entendieron como una adecuación infinita a todas las pautas o normas culturales generadas por ellos: el abandono del celibato, las sacerdotisas, la píldora anticonceptiva, el uso del preservativo, el aborto, el divorcio, el matrimonio gay, la no responsabilidad de los judíos en la crucifixión de Cristo,[1] el sacerdocio de los homosexuales, la eutanasia, el alquiler de vientres para procrear, y un largo etcétera.

 

   El Papa renuncia porque sabe que la Iglesia, en tanto institución política, está en manos de alguien superior a él mismo, sea la Curia romana o sean los poderes indirectos. Y como él no quiere ser un títere de esos poderes renuncia, de allí que el mejor y más profundo titular mediático haya sido el del ex católico diario ABC de Madrid: El Papa libre.

   El Papa no actuó como un débil y senecto agnóstico ni como un burgués individualista al que las cosas no le salen bien, ni tampoco actuó como Papa, pues sino, no hubiera renunciado. Los Papas no se bajan de la cruz, afirmó por ahí un obispo. La decisión fue una determinación privativa de la persona Ratzinger, en tanto único, singular e irrepetible, moral y libre. Y en ese sentido es incuestionable.

   ¿Qué nos está permitido esperar? No mucho. Seguramente que los poderes que generaron la drástica decisión de Ratzinger tomarán buena nota y no van a poner en la silla de Pedro a otro intelectual, políticamente progresista (propuso en su mensaje al parlamente alemán “un Estado socialdemocrático” y al final de su encíclica Caritas in veritate la construcción de un gobierno mundial), ya mayor cuando electo, e inhábil en el manejo de los hombres, sino a alguien del establishment eclesiástico. Que cumpla con todos los requisitos que encierra el concepto de establsihment = grupo dominante que detenta el poder y la autoridad.

   Nos arriesgamos un poco más y decimos que dada la quiebra financiera del Estado Vaticano no sería nada raro que el próximo Papa provenga de alguna gran potencia o potencia emergente. Poderoso caballero es don dinero.

   Pero estas son las opiniones de los hombres y seguramente otro será el criterio de Dios Padre quien puede condolerse y  hacer que sople el Espíritu en el próximo Cónclave. Pero esto último va más allá del análisis politológico.

 


[1] Yendo en contra de lo escrito expresamente por San Pablo en la I Tes. 2, 14-25: Los judíos son los que dieron muerte al Señor Jesús y a los profetas y los que nos han perseguido a nosotros y desagradan a Dios, y son enemigos de todos los hombres. Hoy el más grande teólogo especialista en cristología, Olegario González de Cardedal, hace malabarismo teológicos para explicar lo imposible y acomodar este punto al Vaticano II, hasta que al final apoyándose en otro insigne colega, J.A. Fitzmyer afirma: “ No hay ninguna prueba que demuestre que sea totalmente falsa la imagen general de los relatos de la pasión donde se implica a ambas partes” (Cristología, BAC, Madrid, 2008, p.108)

ALGO ACERCA DE LA FE (a propósito de las próximas navidades)

ALGO ACERCA DE LA FE (a propósito de las próximas navidades)

Alberto BUELA

 

   Hace varios años, viajando de un campo a otro por la desolada ruta 40, la que corre a lo largo de todo el territorio argentino pegada a la cordillera de los Andes y justo en la parte más solitaria y hostil (el paisaje lo hiere a uno), a la altura de Puelén en el desierto de la Pampa. Allá donde el diablo perdió el poncho, donde la casi nula agua que se encuentra viene con arsénico y donde ni el austero guanaco puede vivir. En una inmensidad cubierta de arena y espinas de alpataco, el único árbol de mundo que crece para abajo. Donde el alambrado no existe, pues los campos inmensos siguen abiertos (es que el alambre y los palos valen más que los campos). Allí, atado a una vieja cubierta de automóvil, colgada a su vez a un palo, estaba el cartel: Estancia la poca fe.

   Inmediatamente nos vino a la mente el título del libro homónimo del filósofo peruano Wagner de Reyna en donde va a sostener que la fe siempre es poca, es insuficiente pues lo que pone el hombre de su parte resulta diminuto en comparación con la grandeza de la verdad vislumbrada [1].

 

   Es sabido, que la más acabada definición del concepto de fe, desde la época de los Padres de la Iglesia, se halla en la epístola a los hebreos 11, 1 cuando se afirma: la fe es el fundamento de las cosas que se esperan y la prueba de las cosas que no se ven. (Est autem fides sperando rerum substantia, rerum argumentum non apparentium).

   Esta definición está compuesta por dos partes: una primera que se mueve en el plano ontológico y una segunda en el plano gnoseológico. Así cuando se afirma que la fe es “la sustancia de las cosas que esperamos”, se menta al fundamento último de las cosas por venir. Nos movemos aquí en el plano ontológico. La fe en este aspecto nos hace presentes las cosas futuras y aquí encuentra su anclaje la esperanza, otra de las virtudes teologales, que entiende el futuro como advenir= adventus y simple futurum al modo del hombre precristiano  que veía las cosas futuras como simple espera. [2] Mientras que cuando se afirma que “es prueba de las realidades que no vemos”, nos movemos en el plano del conocimiento que nos aporta la certidumbre sobre aquello que no podemos ver. Así la fe como adhesión a aquello que Dios nos ha revelado nos otorga un conocimiento privilegiado, pues Dios no puede decir sino la verdad y nada más que la verdad.  “Pero el hilo de la fe del cual pende toda la certeza respecto del ser trascendente-divino y su mensaje, es muy delgado, afirma con toda propiedad el filósofo alemán Eric Voegelin [3]. Es que la verdadera fe abre la duda. Es como un faro en la niebla, no pierde su luz pero no llega lejos. La opacidad es la esencia de las circunstancias que rodean al creyente que tiene conciencia de sus limitaciones, de “la poquedad de la fe”.

   Ahora bien, ¿de dónde le viene al hombre el fundamento y las pruebas de lo invisible? Algunos como los voluntaristas dicen que de la fortaleza de su voluntad. Lo que mueve al creyente a creer, es su propio querer creer, su propia voluntad. Pero muy bien observan, tanto un pensador pagano, como Alain de Benoist como un pensador católico como el mencionado Wagner: no se cree porque se dice que se cree, ni se tiene fe porque se afirma que se la tiene. Lo que se cree por la fe, no depende del acto de creer sino de aquello que éste muestra. Aquello trascendente al mundo de las cosas que podemos experimentar y mensurar.

   En el otro extremo están los fideístas, básicamente el mundo protestante, para quienes la fe es un don sobrenatural que depende exclusivamente de la voluntad de Dios.

 

   Si bien la fe es un don, una gracia de Dios. Y en la fe del creyente Dios es el responsable último; la fe se pide, es poca y flaquea casi siempre. El hombre, en un acto libre de su voluntad, la tiene que solicitar y puede aceptar o rechazar esta gracia de Dios.

   Hay gente que quiere tener fe y no lo logra porque, más allá de acto debido a la bondad de Dios de otorgarla, se necesita la fortaleza del alma para sostenerla y no todos los hombres son capaces de ello. La mayoría necesita ayuda institucional y busca el apoyo de la Iglesia. A la fortaleza de alma se llega luego de un largo ejercicio en la práctica cotidiana de todo aquello que hace a la integridad intelectual, espiritual y física del hombre. Hay que recordar que la esencia de la fortaleza está más en el saber soportar= sustinere, que en el poder agredir = agredere.

   Y si bien la fe es, antes que nada, un don gratuito de Dios, que puede otorgar aun sin que se la pida, el hombre debe preparar el recipiente de la fe, que es él mismo. Con razón decía Ortega que las ideas se tienen y las creencias nos tienen. Las ideas son ferencias y las creencias preferencias.

 

   Fe se dice en latín fides y en griego pistis, ambas participan de la misma raíz pith del verbo peitho que significa escuchar, enterar, convencer, confiar. Pisteuo de la misma raíz significa creer, del latín credo donde está presente la raíz do (dar), así quien da (acreedor) cree y confía que le será devuelto lo prestado.

   El adjetivo pistos (digno de fe, confiable) participa de la misma raíz del originario pith. Y el confidente, aquel con quien se comparte la fe es el mismo con quien se comparte el secreto, lo que está encubierto que en griego se dice lethes que es lo contrario de a-lethes, (desoculto o verdadero). Así, siguiendo esta secuencia etimológica, la fe se relaciona con la verdad.

   En tal sentido los viejos teólogos realizaban el siguiente silogismo: como la fe es la adhesión a lo enseñado por Dios a través del dato revelado y Dios no puede decir sino la verdad; esto lo ha dicho Dios, luego es verdadero.

 

   O creer o reventar, diría mi abuela

   Así pues, aquello que comenzó por un planteo ontológico: el fundamento de las cosas que se esperan, y gnoseológico: la prueba de las cosas que no se ven, pasó por la dialéctica solicitud – disposición- gracia, para terminar en la convergencia de fe y verdad.



[1] Wagner de Reyna, Alberto: La poca fe, Ipec, Lima 1993, pp.168 a 172

[2] Es llamativa la sugerencia que nos hace la etimología. Pues futurum= lo que será, es el participio presente del verbo fuo, que a su vez viene del griego phyoo=generar, cuyo sustantivo es physis=naturaleza. Así, ese futuro del hombre anterior a Cristo se espera que ocurra dentro de un proceso físico regular más vinculado a la esperanza cotidiana y mundana de un acontecer determinado por la naturaleza.

[3] Voegelin, Eric: El asesinato de Dios y otros escritos políticos, Ed. Hydra, Buenos Aires, 2009, p. 179

EL SENTIDO DE LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS

EL SENTIDO DE LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS

Alberto WAGNER DE REYNA (*)

 

El filósofo suramericano más significativo del siglo XX muestra en esta breve pero medular meditación su originalidad que radica en la presentación un tiempo cristiano propio que va de la confirmación a la unción, otorgándole a esta última el carácter de salvífica: redondeando victoriosamente la existencia terrenal. 

  

    La Unción. Otrora se decía “la extremaunción”, y se solía administrar al acercarse la muerte. Una reforma cambió de nombre a este sacramento, que se llama ahora “de los enfermos”. Y hay la tendencia de volver a la práctica del Cristianismo primitivo de administrarlo también - individual o colectivamente - a personas de avanzada edad pero con salud satisfactoria para sus años.

   Con ocasión de una seria operación - hace tiempo de ello - , y con las premuras consiguientes, recibí por primera vez esta unción sacramental. En verdad repare muy poco en su importancia - mas allá del fugaz momento del peligro -, y con mi restablecimiento prácticamente olvide de lo que para mi fue un acontecimiento mas de mi estancia en el hospital. Poca huella dejo, pues, en mi. Fue por falta de preparación - en medio de tantas urgencias terapéuticas - ¿O por insuficiente concentración de ánimo, a pesar de tener muy presente la significación teológica del rito?

   Hace algunas semanas, e inspirándome en las razones que recomiendan acercarse a este sacramento en plena lucidez - antes de la aparición de los signos de decadencia que preceden a la muerte -, pedí en mi parroquia que me fuera administrado. Lo recibí en mi escritorio, juntamente con la Eucaristía, que no tenía - evidentemente - carácter de “viático”. Fue una experiencia espiritual y existencial extraordinaria, que relato por que quisiera que otros fieles de mi edad - he pasado los 90 - pudieran también disfrutar de ella. Por lo pronto, me embargó un sentimiento de seguridad, de paz interior, al saberme debidamente preparado para presentarme ante el Señor. (Si fuera mujer, diría que me contaba entre las vírgenes prudentes que entraran con el novio a la sala de fiestas.) Ya nada me importa y venga lo que venga, sé que Cristo me encontrará en servicio activo, con las cuentas saldadas, debidamente arreglado, dando gloria a Dios y garantizado por sus promesas solemnes de reconocerme como discípulo en el momento decisivo. No era una “seguridad” del satisfecho propietario que tiene sus almacenes llenos de riquezas, sino la tranquilidad del hijo que confía plenamente en el amor de su padre. A esta vivencia espiritual se añade una segunda sensación: el haber logrado la plena realización de las potencialidades de mi vida. Soy alguien que ha cumplido totalmente su tarea; que ha redondeado victoriosamente su existencia terrenal; que ha triunfado en la vida. Pues ¿qué mayor satisfacción que haber ganado el Cielo, por la misericordia de Dios?

   La Unción de los enfermos corresponde así - al otro extremo de la vida - a la Confirmación. La una inaugura el ejercicio consciente y activo del Cristianismo, la otra es su feliz remate, su conclusión. Entre una y otra es la tempestad de luchas, traiciones, caídas, remordimientos, penitencias, reconciliaciones; antes de la Confirmación se encuentra la calma de la inocencia; después de la Unción, el sosiego de un atardecer de luminosos celajes. Y entonces me di cuenta que el crepúsculo vespertino de la vida, que exorcizaba este sacramento, era en realidad la aurora, que anticipaba el brillo del Sol, en que en breve me hallaría. No es un momento triste, sino por lo contrario un tiempo de alegría, de gozo, de jubilación. ¡La gloria de Dios! Y consecuente con esta realidad, con este descubrimiento, el estado de ánimo con que enfrento mis últimas jornadas se hace ligero, despreocupado y plácido. Pero hay algo más: con todos los problemas espirituales y religiosos resueltos por la Unción, me siento en confianza con Cristo. Tomo en serio que pertenezco al grupo (que debiera abarcar a la humanidad entera) de los que llama sus “amigos” y “hermanos”. El maestro se confunde con los discípulos y entre “colegas” todo se facilita. Si un domingo no me siento con fuerzas para ir a misa, no tengo que luchar con escrúpulos y analizar a fondo si estoy liberado de este obligación; el “hermano” Jesús me perdonará si incumplo un mandamiento de nuestra Iglesia (suya y mía). La Unción posee, pues, la misma fuerza que la verdad: hace libres. No sólo consuela – “conforta” en la fe - sino trasforma, vivifica, alegra, empuja, supera. Es como la paloma que trajo a Noé, en el arca, una rama - verde y fragante - de la nueva vida.

 

Epifanía, AD. MMVI

 

(*) Filósofo peruano (1915-2006).

ANÁLISIS DE "CARITAS IN VERITATE"

ANÁLISIS DE "CARITAS IN VERITATE"

Mario MENEGHINI

 

   La reciente publicación de esta encíclica, nos da la ocasión de reflexionar sobre la Doctrina Social de la Iglesia (DSI), que es, según el Cardenal Martino, "el secreto mejor guardado de la Iglesia Católica". El Papa nos entrega un documento que contribuirá, sin duda, a la difusión de esta disciplina, hoy más útil que nunca para enfrentar los acuciantes problemas de la época. Recordemos que Juan Pablo II pidió a la Comisión Justicia y Paz, que preparara una síntesis de la enseñanza social del Magisterio; el organismo de la Santa Sede, publicó primero, sobre esta rama de la teología moral, la Agenda Social, y luego el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia.

 

   1. La Encíclica Caritas in Veritate consta de una introducción, seis capítulos y una conclusión. Fue firmada por el Papa, el 29 de junio, día de San Pedro y San Pablo.

   El contenido de este documento está destinado, como es habitual, a los obispos, presbíteros y diáconos, a los consagrados, a los fieles laicos, y a todos los hombres de buena voluntad. Esta última expresión se agrega a las encíclicas, desde la Pacem in Terris, de Juan XXIII, pues la enseñanza social de la Iglesia puede ser útil aún a quienes carecen de fe o profesan otras creencias. Pero, para los católicos es obligatoria.

 

   2. Creemos que Benedicto, luego de escribir 27 libros, 50 notas doctrinales y numerosos artículos y discursos, ha procurado condensar en esta encíclica su enseñanza doctrinaria. Sabemos que Juan Pablo lo designó en 1981 Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, donde permaneció 24 años hasta ser elegido papa; simultáneamente se desempeñó como presidente de la Pontificia Comisión Bíblica, de la Comisión Teológica Internacional, y de la Comisión para la preparación del Catecismo. De modo que, ha sido el principal guardián de la pureza doctrinaria. Su preocupación queda reflejada en el lema de su escudo episcopal: "cooperador de la verdad".

   En la preparación de la encíclica, como es habitual, han participado varias personas. Se conoce el nombre de dos de ellas: Stefano Zamagni, economista, y Mario Toso, profesor de Filosofía Social y Rector de la Pontificia Universidad Salesiana. No hace falta aclarar que el hilo conductor del documento, así como el estilo, pertenecen al propio Papa.

 

   3. En uno de sus libros -"Verdad, valores, poder"- comenta que el relativismo actual duda que pueda conocerse la verdad, y recuerda el proceso contra Jesús, cuando Pilato le pregunta "¿Qué es la verdad?", no espera respuesta pues cree que la verdad es inalcanzable, y somete el problema a lo que prefiera la multitud. En realidad, la verdad puede ser descubierta por la sola luz de la razón, como lo demostraron los filósofos griegos, antes de Cristo. Pero además, la verdad ha sido revelada por Dios, y está contenida en la Sagrada Escritura, como lo expresa el Catecismo (p. 105).

 

   4. La principal motivación de esta encíclica no es la crisis financiera que estalló a fines del año pasado, como han sostenido muchos medios de comunicación. A dicho problema sólo se dedican unas pocas frases; de un total de 79 párrafos del documento, se alude a él en los párrafos 24 y 65. Es que la Santa Sede ya se había pronunciado sobre el tema, en la Nota sobre la Financiación del Desarrollo (1), de noviembre del 2008. En la encíclica, ese documento ni siquiera es mencionado, lo que refuerza el hecho de que la crisis financiera actual no es el objetivo de la misma.

 

   5. De todos modos, como la Nota citada es poco conocida, conviene exponer ahora un resumen pues puede ayudar a comprender el sentido de Caritas in Veritate.

   Se explica que, a la subida de los precios agrícolas y energéticos que se produjo en los primeros meses de 2008 se sumó una crisis financiera dramática, con consecuencias muy negativas: sobre todo afectó la financiación del desarrollo de los países pobres.

   Se considera necesario realizar un nuevo pacto financiero internacional, para lo cual, un primer paso es considerar atentamente el papel, oculto pero crucial, del sistema financiero offshore.

 

   6. Los mercados offshore han contribuido a generar esta crisis, con gigantescas transferencias de dinero, fruto de: la evasión fiscal, la sobre o la infrafacturación de los intercambios comerciales entre países, y lavado de fondos de origen ilegal.

   Las mismas instituciones financieras internacionales no están dotadas del mandato y de los instrumentos necesarios para afrontar a tiempo estas cuestiones. En general se pensaba que el "mercado" bastaba para dar el precio justo al riesgo.

   Los mercados financieros no pueden actuar sin confianza; y sin transparencia y sin reglas no puede haber confianza. Por tanto, el buen funcionamiento del mercado requiere un importante papel del Estado y, donde sea apropiado, de la comunidad internacional para fijar y hacer respetar reglas de transparencia y de prudencia.

   En el fondo, la crisis financiera es el resultado de una praxis cotidiana que tenía como criterio fundamental la absoluta "prioridad del capital" respecto del trabajo.

 

Encíclica

 

   7. Iniciando el análisis de la encíclica, hay que mencionar el empeño del papa en destacar la importancia de la DSI, profundizando lo que ya había iniciado en sus dos encíclicas anteriores (2). Explica que la caridad es la vía maestra de la doctrina social de la Iglesia. Ella no es sólo el principio de las micro-relaciones, como en las amistades, la familia, el pequeño grupo, sino también de las macro-relaciones, como las relaciones sociales, económicas y políticas. Se ha de entender, valorar y practicar la caridad a la luz de la verdad. Esto tiene importancia hoy, en un contexto social y cultural, que con frecuencia relativiza la verdad, bien desentendiéndose de ella, bien rechazándola.

   Dicha doctrina es servicio de la caridad, pero en la verdad. Sin verdad, sin confianza y amor por lo verdadero, no hay conciencia y responsabilidad social, y la actuación social se deja a merced de intereses privados y de lógicas de poder, con efectos disgregadores sobre la sociedad, tanto más en una sociedad en vías de globalización, en momentos difíciles como los actuales.

 

   8. «Caritas in veritate» es el principio sobre el que gira la doctrina social de la Iglesia, un principio que adquiere forma operativa en criterios orientadores de la acción moral. Desea Benedicto volver a recordar particularmente dos de ellos, requeridos de manera especial por el compromiso para el desarrollo en una sociedad en vías de globalización: la justicia y el bien común.

   Ante todo, la justicia. Ubi societas, ibi ius: toda sociedad elabora un sistema propio de justicia. Pero la caridad va más allá de la justicia, porque amar es dar, ofrecer de lo «mío» al otro; ahora bien, no puedo «dar» al otro de lo mío sin haberle dado en primer lugar lo que en justicia le corresponde. La justicia es la primera vía de la caridad o, como dijo Pablo VI, su «medida mínima»; la caridad supera la justicia y la completa siguiendo la lógica de la entrega y el perdón. La «ciudad del hombre» no se promueve sólo con relaciones de derechos y deberes sino, antes y más aún, con relaciones de gratuidad, de misericordia y de comunión.

 

   9. El otro principio básico del orden social cristiano, es el bien común, el bien relacionado con el vivir social de las personas. Es el bien de ese «todos nosotros», formado por individuos, familias y grupos intermedios que se unen en comunidad social. Trabajar por el bien común es cuidar, por un lado, y utilizar, por otro, ese conjunto de instituciones que estructuran jurídica, civil, política y culturalmente la vida social, que se configura así como pólis, como ciudad. Todo cristiano está llamado a esta caridad, según su vocación y sus posibilidades de incidir en la pólis.

   En una sociedad en vías de globalización, el bien común y el esfuerzo por él, han de abarcar necesariamente a toda la familia humana, es decir, a la comunidad de los pueblos y naciones, dando así forma de unidad y de paz a la ciudad del hombre, y haciéndola en cierta medida una anticipación que prefigura la ciudad de Dios sin barreras.

 

   10. Benedicto dedica muchas páginas a glosar la encíclica Populorum progressio, de Pablo VI, publicada en 1967, después de concluido el Concilio Ecuménico Vaticano II. Contrariamente a lo que afirman algunos teólogos, el Concilio no implicó ninguna ruptura con la enseñanza social de los Pontífices anteriores.

   No hay dos tipos de doctrina social, una preconciliar y otra postconciliar, diferentes entre sí, sino una única enseñanza, coherente y al mismo tiempo siempre nueva. Por cierto, cada encíclica refleja la personalidad del Papa respectivo, así como características de la época en que es promulgada, pero no debe perderse nunca de vista la coherencia de todo el corpus doctrinal en su conjunto (3). Coherencia no equivale a un sistema cerrado, sino que alude a una fidelidad dinámica a la luz recibida. La doctrina social de la Iglesia ilumina con una luz que no cambia los problemas siempre nuevos que van surgiendo. Eso salvaguarda tanto el carácter permanente como histórico de este «patrimonio» doctrinal que, con sus características específicas, forma parte de la Tradición siempre viva de la Iglesia. La doctrina social está construida sobre el fundamento transmitido por los Apóstoles a los Padres de la Iglesia; recibido y profundizado después por los grandes Doctores cristianos. En ella se expresa la tarea profética de los Sumos Pontífices de guiar apostólicamente la Iglesia de Cristo y de discernir las nuevas exigencias de la evangelización. Por estas razones, la Populorum progressio (PP), insertada en la gran corriente de la Tradición, puede hablarnos todavía hoy a nosotros. Benedicto -confirmando la continuidad de la DSI- cita expresamente diez documentos previos, de cinco Papas anteriores.

 

   11. A los cuarenta y dos años de la publicación de esta encíclica, Benedicto XVI desea honrar la memoria de Pablo VI, manifestando su convicción de que la Populorum progressio merece ser considerada como «la Rerum novarum de la época contemporánea". Antes, la había recordado Juan Pablo II, al cumplirse los 20 años (1987), con la Sollicitudo rei Socialis.

   No está demás que recordemos que la DSI se estructuró, de manera sistemática, a partir de 1891, con la Rerum Novarum, cuyas enseñanzas han sido ratificadas y actualizadas, periódicamente, por la Santa Sede:

 

   -a los 40 años (1931), con la Quadragesimo anno, de Pío XI

   -a los 50 años (1941), con el radiomensaje La Solemnita, de Pío XII

   -a los 70 años (1961), con la Mater et Magistra, de Juan XXIII

   -a los 80 años (1971), con la carta apostólica Octogesima Adveniens, de Pablo VI

   -y a los 100 años (1991), con la Centessimus Annus, de Juan Pablo II

 

   12. La PP está dedicada al tema del desarrollo, considerando que necesita ser orientado, porque «toda acción social implica una doctrina». Teniendo en cuenta la complejidad de los problemas del progreso económico social, es obvio que las diferentes disciplinas deben colaborar en una interdisciplinariedad ordenada.

   La caridad no excluye el saber, más bien lo exige, lo promueve y lo anima desde dentro. Sin el saber, el hacer es ciego, y el saber es estéril sin el amor.

   Esto significa que la valoración moral y la investigación científica deben crecer juntas. La doctrina social de la Iglesia, que tiene una importante dimensión interdisciplinar, puede desempeñar en esta perspectiva una función de eficacia extraordinaria. Permite a la fe, a la teología, a la metafísica y a las ciencias encontrar su lugar dentro de una colaboración al servicio del hombre.

 

   13. La religión cristiana y las otras religiones pueden contribuir al desarrollo solamente si Dios tiene un lugar en la esfera pública, con específica referencia a la dimensión cultural, social, económica y, en particular, política. La doctrina social de la Iglesia ha nacido para reivindicar esa «carta de ciudadanía» de la religión cristiana. Tanto el laicismo como el fundamentalismo, impiden un diálogo fecundo y de una provechosa colaboración entre la razón y la fe religiosa. La razón necesita siempre ser purificada por la fe, y esto vale también para la razón política, que no debe creerse omnipotente. A su vez, la religión tiene siempre necesidad de ser purificada por la razón para mostrar su auténtico rostro humano. La ruptura de este diálogo comporta un coste muy gravoso para el desarrollo de la humanidad.

 

Desarrollo humano integral

 

   14. El tema central de Caritas in veritate es el desarrollo humano integral, del que comienza el papa por señalar los fundamentos morales en los que debe asentarse.

   Explica que, sin verdad, la caridad cae en mero sentimentalismo, y el amor se convierte en un envoltorio vacío que se rellena arbitrariamente. Sin la verdad, la caridad es relegada a un ámbito de relaciones reducido y privado. Queda excluida de los proyectos y procesos para construir un desarrollo humano de alcance universal, en el diálogo entre saberes y operatividad.

 

   15. La encíclica Populorum progressio, nos ha dejado el mandato de procurar el «desarrollo de todo el hombre y de todos los hombres», considerando al desarrollo como: el tránsito «de condiciones menos humanas a condiciones más humanas», que se obtiene venciendo las dificultades que inevitablemente se encuentran a lo largo del camino. Ya el Concilio, preocupado por el tema, le había pedido a Pablo VI la creación de un organismo permanente para estudiarlo; así nació la Pontificia Comisión Justicia y Paz, en 1967.

   La PP fue preparada cuidadosamente, con la participación de expertos de varios países, destacándose Fray Lebret, dominico francés. En sus referencias a pie de página, se cita a varios autores contemporáneos como Maritain, Clark y Nell-Breuning, jesuita alemán.

   Pablo VI entendió claramente que la cuestión social se había hecho mundial y captó la relación recíproca entre el impulso hacia la unificación de la humanidad y el ideal cristiano de una única familia de los pueblos, solidaria en la común hermandad. Indicó en el desarrollo, humana y cristianamente entendido, el corazón del mensaje social cristiano y propuso la caridad cristiana como principal fuerza al servicio del desarrollo, Pablo VI afrontó con firmeza cuestiones éticas importantes, sin ceder a las debilidades culturales de su tiempo.

 

   16. Con la Carta apostólica Octogesima adveniens, de 1971, Pablo VI trató luego el tema del sentido de la política y el peligro que representaban las visiones utópicas e ideológicas que comprometían su cualidad ética y humana. Son argumentos estrechamente unidos con el desarrollo. Lamentablemente, las ideologías negativas surgen continuamente. Recordemos la advertencia papal al cristiano que quiere vivir su fe, sin contradecirse a sí mismo: no es lícito favorecer a la ideología marxista; tampoco apoya el cristiano la ideología liberal (p. 26).

 

   Cita el papa otros dos documentos de Pablo VI, que aunque no relacionados directamente con la doctrina social son muy importantes para delinear el sentido plenamente humano del desarrollo propuesto por la Iglesia.

 

   17. La Exhortación apostólica Evangelii nuntiandi (1975), cuyo borrador redactó el Cardenal Wojtyla, destaca que las obras de justicia, paz y desarrollo forman parte de la evangelización, porque a Jesucristo, que nos ama, le interesa todo el hombre. Sobre estas importantes enseñanzas se funda el aspecto misionero de la doctrina social de la Iglesia, como un elemento esencial de evangelización.

 

   18. La Encíclica Humanae vitae (1968) pone como fundamento de la sociedad el matrimonio, unión de hombre y mujer, que se complementan y se abren a la vida. No se trata de una moral meramente individual: se señalan los fuertes vínculos entre ética de la vida y ética social.

   Aquí conviene detenerse, pues con esta encíclica ocurrió algo nunca visto en la historia de la Iglesia. El tema que abordó era el amor conyugal y sostenía que la unión íntima entre un hombre y una mujer, para estar en correspondencia con la naturaleza humana, debía estar siempre abierta a la fecundación; con ello se negaba el uso de la píldora y cualquier otro medio anticonceptivo.

   El proceso comenzó cuando Juan XXIII creó una comisión especial para estudiar la respuesta católica a la comercialización de la píldora Pincus, así como la campaña sobre una presunta explosión demográfica, que justificaría la planificación familiar. Pablo VI amplió esta comisión que llegó a tener setenta y cinco miembros, entre obispos, teólogos, médicos, demógrafos y matrimonios cristianos.

   La píldora citada, llevaba el nombre del médico que la diseñó, combinando progesterona con una hormona estrógena, de modo de impedir la fecundación.

   El presidente Johnson había dicho en la asamblea de las NU (25-6-1965) que era preferible invertir cinco dólares en el control de la natalidad que 100 dólares en favorecer el desarrollo económico.

 

   19. La encíclica fue publicada el 29-7-1968; cuatro días después veinte teólogos de la Universidad Católica de Washington redactaron una declaración pública de protesta, que fue suscripta por más de seiscientos teólogos norteamericanos. En enero del año siguiente, la Iglesia holandesa, reunida en Concilio pastoral, expresaba su solidaridad con las críticas. Varios episcopados nacionales otorgaron a los fieles el derecho o al menos la posibilidad de seguir los dictados de su propia conciencia sobre este tema.

 

   20. El punto central del debate era el llamado principio de totalidad, mediante el cual se pretendía eludir el requisito de la doctrina tradicional de que cada uno de los actos conyugales debe estar abierto a la procreación. Este nuevo principio sostenía que era suficiente garantía de apertura que la vida matrimonial considerada globalmente estuviera predispuesta a la fecundidad. La mayoría de los miembros de la comisión adoptaron esa postura, pero, además, filtraron a la prensa el dictamen que era reservado.

   En una decisión muy difícil, pues debía contrariar el criterio de los expertos que el mismo había designado, el papa rechazó el dictamen de la mayoría y tomó como base el de la minoría, encabezada por el Cardenal Ottaviani. Al promulgar la encíclica confesó: "No hemos sentido nunca como ahora en esta coyuntura el peso de nuestro oficio". "No podíamos, sin embargo -dice la HV, 6-, considerar como definitivas las conclusiones a que había llegado la comisión, ni dispensarnos de examinar personalmente la grave cuestión...porque había aflorado algunos criterios de soluciones que se separaban de la doctrina moral sobre el matrimonio propuesta por el Magisterio de la Iglesia con constante firmeza".

 

   21. El intelectual francés Luis Salleron (Le Monde, 6-8-67), sostiene que el papa había comenzado a sospechar que no sólo la moral, sino también los mismos fundamentos doctrinales de la Iglesia, habían comenzado a debilitarse peligrosamente. De allí, que, un mes antes de la publicación de la encíclica, Pablo VI había profesado el "Credo del Pueblo de Dios". Al presentarlo expresó: "...somos conscientes de la inquietud que agita en relación con la fe ciertos ambientes modernos, los cuales no se sustraen a la influencia de un mundo en profunda mutación en el que tantas cosas ciertas se impugnan o discuten. Nos vemos que aún algunos católicos se dejan llevar de una especie de pasión por el cambio y la novedad".

    El texto del Credo sostiene: "Creemos en la Iglesia, que...asistida perennemente por el Espíritu Santo, tiene el encargo de guardar, enseñar, explicar y difundir la verdad que Dios ha revelado... Creemos todo lo que está contenido en la palabra de Dios escrita o transmitida y que la Iglesia propone para creer, como divinamente revelado, sea por una definición solemne, sea por el magisterio ordinario y universal".

 

   22. Pese a que la doctrina de la Humanae Vitae ha sido confirmada por los papas posteriores, sigue siendo discutida por muchos católicos, laicos y consagrados. Baste recordar el último libro del Cardenal Martini (4), donde afirma: "Lo más triste es que la encíclica es culpable de que muchos ya no tomen en serio a la Iglesia como interlocutora o como maestra". Lo triste, nos parece, es que un príncipe de la Iglesia, prefiera el consentimiento de los hombres, antes que el mandato divino, interpretado por los sucesores de Pedro, a quienes Cristo confió el depósito de la fe.

   La misma encíclica HV había advertido a los sacerdotes: "...la suma importancia que tiene para la paz de las conciencias y para la unidad del pueblo cristiano, que en el campo de la moral y del dogma se atengan todos al Magisterio de la Iglesia y hablen del mismo modo" (p. 28). El pontífice actual ratificó expresamente el año pasado, la doctrina de la HV, en la Instrucción Dignitas Personae (p. 6).

 

 El desarrollo humano en nuestro tiempo

 

   23. Los actores y las causas, tanto del subdesarrollo como del desarrollo, son múltiples, las culpas y los méritos son muchos y diferentes. Esto debería llevar a liberarse de las ideologías, que con frecuencia simplifican de manera incorrecta la realidad. La riqueza mundial crece en términos absolutos, pero aumentan también las desigualdades. Se sigue produciendo «el escándalo de las disparidades hirientes».

   En nuestra época, el Estado se encuentra con el deber de afrontar las limitaciones que pone a su soberanía el nuevo contexto económico-comercial y financiero internacional, caracterizado también por una creciente movilidad de los capitales financieros y los medios de producción materiales e inmateriales. Este nuevo contexto ha modificado el poder político de los estados.

   Pero, hoy, aprendiendo también la lección que proviene de la crisis económica actual, en la que los poderes públicos del Estado se ven llamados directamente a corregir errores y disfunciones, parece más realista una renovada valoración de su papel y de su poder. De modo que conviene no proclamar apresuradamente la desaparición del Estado, que sigue siendo una sociedad perfecta, por ser la única institución temporal que protege adecuadamente el bien común de cada sociedad territorialmente delimitada.

 

   24. En muchos países pobres persiste, y amenaza con acentuarse, la extrema inseguridad de vida a causa de la falta de alimentación: el hambre causa todavía muchas víctimas entre tantos Lazaros a los que no se les consiente sentarse a la mesa del rico epulón, como en cambio Pablo VI deseaba. Dar de comer a los hambrientos es un imperativo ético para la Iglesia universal, que responde a las enseñanzas de su Fundador, el Señor Jesús, sobre la solidaridad y el compartir. Además, en la era de la globalización, eliminar el hambre en el mundo se ha convertido también en una meta que se ha de lograr para salvaguardar la paz y la estabilidad del planeta. El hambre no depende tanto de la escasez material, cuanto de la insuficiencia de recursos sociales, el más importante de los cuales es de tipo institucional. Por tanto, es necesario que madure una conciencia solidaria que considere la alimentación y el acceso al agua como derechos universales de todos los seres humanos, sin distinciones ni discriminaciones.

 

   25. La situación de pobreza no sólo provoca todavía en muchas zonas un alto índice de mortalidad infantil, sino que en varias partes del mundo persisten prácticas de control demográfico por parte de los gobiernos, que con frecuencia difunden la contracepción y llegan incluso a imponer también el aborto. En los países económicamente más desarrollados, las legislaciones contrarias a la vida están muy extendidas y han condicionado ya las costumbres y la praxis, contribuyendo a difundir una mentalidad antinatalista, que muchas veces se trata de transmitir también a otros estados como si fuera un progreso cultural.

   Algunas organizaciones no gubernamentales, además, difunden el aborto, promoviendo a veces en los países pobres la adopción de la práctica de la esterilización, incluso en mujeres a quienes no se pide su consentimiento. Por añadidura, existe la sospecha fundada de que, en ocasiones, las ayudas al desarrollo se condicionan a determinadas políticas sanitarias que implican de hecho la imposición de un fuerte control de la natalidad. Preocupan también tanto las legislaciones que aceptan la eutanasia como las presiones de grupos nacionales e internacionales que reivindican su reconocimiento jurídico.

 

   26. Si hay confianza recíproca y generalizada, el mercado es la institución económica que permite el encuentro entre las personas, como agentes económicos que utilizan el contrato como norma de sus relaciones y que intercambian bienes y servicios de consumo para satisfacer sus necesidades y deseos. El mercado está sujeto a los principios de la llamada justicia conmutativa, que regula precisamente la relación entre dar y recibir entre iguales.

   Pero la doctrina social de la Iglesia no ha dejado nunca de subrayar la importancia de la justicia distributiva y de la justicia social para la economía de mercado, no sólo porque está dentro de un contexto social y político más amplio, sino también por la trama de relaciones en que se desenvuelve. En efecto, si el mercado se rige únicamente por el principio de la equivalencia del valor de los bienes que se intercambian, no llega a producir la cohesión social que necesita para su buen funcionamiento.

   Ya en 1985, en una conferencia, el entonces Cardenal Ratzinger, había criticado la perspectiva liberal de Adam Smith de que: "cualquier acción moral voluntaria contradice las reglas del mercado" (5). Por el contrario, las reglas sólo funcionan cuando existe un consenso moral que las sostiene.

   En la Centesimus annus, Juan Pablo II señaló esta problemática al advertir la necesidad de un sistema basado en tres instancias: el mercado, el Estado y la sociedad civil. La solidaridad es en primer lugar que todos se sientan responsables de todos; por tanto no se la puede dejar solamente en manos del Estado. Junto a la empresa privada, orientada al beneficio, y los diferentes tipos de empresa pública, deben poderse establecer y desenvolver aquellas organizaciones productivas que persiguen fines mutualistas y sociales.

 

   27. El 1 de mayo de 2000, Juan Pablo II, con ocasión del Jubileo de los Trabajadores, lanzó un llamamiento para «una coalición mundial a favor del trabajo decente», alentando la estrategia de la Organización Internacional del Trabajo. De esta manera, daba un fuerte apoyo moral a este objetivo, como aspiración de las familias en todos los países del mundo. Pero ¿qué significa la palabra «decencia» aplicada al trabajo? Significa un trabajo que, en cualquier sociedad, sea expresión de la dignidad esencial de todo hombre o mujer: un trabajo libremente elegido, que asocie efectivamente a los trabajadores, hombres y mujeres, al desarrollo de su comunidad; que permita satisfacer las necesidades de las familias.

 

Derechos y deberes

 

   28. Hoy se da una profunda contradicción. Mientras, por un lado, se reivindican presuntos derechos, de carácter arbitrario y voluptuoso, con la pretensión de que las estructuras públicas los reconozcan y promuevan, por otro, hay derechos elementales y fundamentales que se ignoran y violan en gran parte de la humanidad. Se aprecia con frecuencia una relación entre la reivindicación del derecho a lo superfluo, e incluso a la transgresión y al vicio, en las sociedades opulentas, y la carencia de comida, agua potable, instrucción básica o cuidados sanitarios elementales en ciertas regiones del mundo subdesarrollado y también en la periferia de las grandes ciudades. Dicha relación consiste en que los derechos individuales, desvinculados de un conjunto de deberes que les dé un sentido profundo, se desquician y dan lugar a una espiral de exigencias prácticamente ilimitada y carente de criterios.

 

   La exacerbación de los derechos conduce al olvido de los deberes. Los deberes delimitan los derechos porque remiten a un marco antropológico y ético en cuya verdad se insertan también los derechos y así dejan de ser arbitrarios. Por este motivo, los deberes refuerzan los derechos y reclaman que se los defienda y promueva como un compromiso al servicio del bien. En cambio, si los derechos del hombre se fundamentan sólo en las deliberaciones de una asamblea de ciudadanos, pueden ser cambiados en cualquier momento y, consiguientemente, se relaja en la conciencia común el deber de respetarlos y tratar de conseguirlos.

 

   29. No es correcto considerar el aumento de población como la primera causa del subdesarrollo, incluso desde el punto de vista económico: baste pensar, por un lado, en la notable disminución de la mortalidad infantil y al aumento de la edad media que se produce en los países económicamente desarrollados y, por otra, en los signos de crisis que se perciben en la sociedades en las que se constata una preocupante disminución de la natalidad.

   La disminución de los nacimientos, a veces por debajo del llamado «índice de reemplazo generacional», pone en crisis incluso a los sistemas de asistencia social. En esta perspectiva, los estados deben establecer políticas que promuevan la familia, célula primordial y vital de la sociedad, haciéndose cargo también de sus problemas económicos.

 

Ecología

 

   30. El tema del desarrollo está también muy unido hoy a los deberes que nacen de la relación del hombre con el ambiente natural. Éste es un don de Dios para todos, y su uso representa para nosotros una responsabilidad para con los pobres, las generaciones futuras y toda la humanidad. Cuando se considera la naturaleza, y en primer lugar al ser humano, fruto del azar o del determinismo evolutivo, disminuye el sentido de la responsabilidad en las conciencias.

   El creyente reconoce en la naturaleza el maravilloso resultado de la intervención creadora de Dios, que el hombre puede utilizar responsablemente para satisfacer sus legítimas necesidades -materiales e inmateriales- respetando el equilibrio inherente a la creación misma. Si se desvanece esta visión, se acaba por considerar la naturaleza como un tabú intocable o, al contrario, por abusar de ella. Ambas posturas no son conformes con la visión cristiana de la naturaleza, fruto de la creación de Dios.

   En nuestra tierra hay lugar para todos: en ella toda la familia humana debe encontrar los recursos necesarios para vivir dignamente. Una de las mayores tareas de la economía es precisamente el uso más eficaz de los recursos, no el abuso, teniendo siempre presente que el concepto de eficiencia no es axiológicamente neutral.

 

Religión

 

   31. Una de las pobrezas más hondas que el hombre puede experimentar es la soledad. Ciertamente, también las otras pobrezas, incluidas las materiales, nacen del aislamiento, del no ser amados o de la dificultad de amar. El hombre está alienado cuando vive solo o se aleja de la realidad, cuando renuncia a pensar y creer en un Fundamento. Toda la humanidad está alienada cuando se entrega a proyectos exclusivamente humanos, a ideologías y utopías falsas.

   A este respecto, la razón encuentra inspiración y orientación en la revelación cristiana, según la cual la comunidad de los hombres no absorbe en sí a la persona anulando su autonomía, como ocurre en las diversas formas del totalitarismo, sino que la valoriza más aún porque la relación entre persona y comunidad es la de un todo hacia otro todo.

  Por este motivo, aunque es verdad que, por un lado, el desarrollo necesita de las religiones y de las culturas de los diversos pueblos, por otro lado, sigue siendo verdad también que es necesario un adecuado discernimiento. La libertad religiosa no significa indiferentismo religioso y no comporta que todas las religiones sean iguales. El discernimiento sobre la contribución de las culturas y de las religiones es necesario para la construcción de la comunidad social en el respeto del bien común, sobre todo para quien ejerce el poder político.

 

Globalización

 

   32. Para los creyentes, el mundo no es fruto de la casualidad ni de la necesidad, sino de un proyecto de Dios. De ahí nace el deber de los creyentes de aunar sus esfuerzos con todos los hombres y mujeres de buena voluntad de otras religiones, o no creyentes, para que nuestro mundo responda efectivamente al proyecto divino: vivir como una familia, bajo la mirada del Creador.

   A veces se perciben actitudes fatalistas ante la globalización, como si las dinámicas que la producen procedieran de fuerzas anónimas e impersonales o de estructuras independientes de la voluntad humana. Cuando se entiende la globalización de manera determinista, se pierden los criterios para valorarla y orientarla. Es una realidad humana y puede ser fruto de diversas corrientes culturales que han de ser sometidas a un discernimiento. La verdad de la globalización como proceso y su criterio ético fundamental vienen dados por la unidad de la familia humana y su crecimiento en el bien. Por tanto, hay que esforzarse incesantemente para favorecer una orientación cultural personalista y comunitaria, abierta a la trascendencia, del proceso de integración planetaria.

 

   33. El proceso de globalización, adecuadamente entendido y gestionado, ofrece la posibilidad de una gran redistribución de la riqueza a escala planetaria como nunca se ha visto antes; pero, si se gestiona mal, puede incrementar la pobreza y la desigualdad, contagiando además con una crisis a todo el mundo. Es necesario corregir las disfunciones, a veces graves, que causan nuevas divisiones entre los pueblos y en su interior, de modo que la redistribución de la riqueza no comporte una redistribución de la pobreza, e incluso la acentúe, como podría hacernos temer también una mala gestión de la situación actual.

 

   La globalización es un fenómeno multidimensional y polivalente, que exige ser comprendido en la diversidad y en la unidad de todas sus dimensiones, incluida la teológica. Esto consentirá vivir y orientar la globalización de la humanidad en términos de relacionalidad, comunión y participación.

 

   34. En este plano, el principio de subsidiaridad, al reconocer que la reciprocidad forma parte de la constitución íntima del ser humano, es el antídoto más eficaz contra cualquier forma de abuso de algunos países sobre otros, así como de un asistencialismo paternalista. Por tanto, es un principio particularmente adecuado para gobernar la globalización y orientarla hacia un verdadero desarrollo humano.

   Para no abrir la puerta a un peligroso poder universal de tipo monocrático, el gobierno de la globalización debe ser de tipo subsidiario, articulado en múltiples niveles y planos diversos, que colaboren recíprocamente. La globalización necesita ciertamente una autoridad, en cuanto plantea el problema de la consecución de un bien común global; sin embargo, dicha autoridad deberá estar organizada de modo subsidiario y con división de poderes, tanto para no herir la libertad como para resultar concretamente eficaz.

 

   El principio de subsidiaridad debe mantenerse íntimamente unido al principio de la solidaridad y viceversa, porque así como la subsidiaridad sin la solidaridad desemboca en el particularismo social, también es cierto que la solidaridad sin la subsidiaridad acabaría en el asistencialismo que humilla al necesitado.

 

   35. Ante el imparable aumento de la interdependencia mundial, y también en presencia de una recesión de alcance global, se considera urgente la reforma tanto de la Organización de las Naciones Unidas como de la arquitectura económica y financiera internacional, para que se dé una concreción real al concepto de familia de naciones.

   Para gobernar la economía mundial, para sanear las economías afectadas por la crisis, para prevenir su empeoramiento y mayores desequilibrios consiguientes, para lograr un oportuno desarme integral, la seguridad alimenticia y la paz, para garantizar la salvaguardia del ambiente y regular los flujos migratorios, urge la presencia de una verdadera Autoridad política mundial, como fue ya esbozada por el Beato Juan XXIII.

   Obviamente, debe tener la facultad de hacer respetar sus propias decisiones a las diversas partes, así como las medidas de coordinación adoptadas en los diferentes foros internacionales. En efecto, cuando esto falta, el derecho internacional, no obstante los grandes progresos alcanzados en los diversos campos, correría el riesgo de estar condicionado por los equilibrios de poder entre los más fuertes.

 

Técnica y bioética

 

   36. El desarrollo de la persona se degrada cuando ésta pretende ser la única creadora de sí misma. De modo análogo, también el desarrollo de los pueblos se degrada cuando la humanidad piensa que puede recrearse utilizando los «prodigios» de la tecnología. Lo mismo ocurre con el desarrollo económico, que se manifiesta ficticio y dañino cuando se apoya en los «prodigios» de las finanzas para sostener un crecimiento antinatural y consumista.

   No obstante, la técnica permite dominar la materia, reducir los riesgos, ahorrar esfuerzos, mejorar las condiciones de vida. La técnica, por lo tanto, se inserta en el mandato de cultivar y custodiar la tierra (cf. Gn 2,15), que Dios ha confiado al hombre, y se orienta a reforzar esa alianza entre ser humano y medio ambiente que debe reflejar el amor creador de Dios.

 

   37. En la actualidad, la bioética es un campo prioritario y crucial en la lucha cultural entre el absolutismo de la técnica y la responsabilidad moral, y en el que está en juego la posibilidad de un desarrollo humano e integral.

   La fecundación in vitro, la investigación con embriones, la posibilidad de la clonación y de la hibridación humana nacen y se promueven en la cultura actual del desencanto total, que cree haber desvelado cualquier misterio, puesto que se ha llegado ya a la raíz de la vida. Es aquí donde el absolutismo de la técnica encuentra su máxima expresión.

 

   38. La plaga difusa, trágica, del aborto, acaba de recibir un impulso en Italia, al aprobarse la píldora abortiva RU-486, que permite el aborto hasta la séptima semana de embarazo. La prensa anunció que esto constituía "una dura derrota" para el Vaticano (Clarín, 2-8-09). Pero también en la Argentina, se instaló un teléfono desde el cual una fundación ofrece asesoramiento para utilizar Mesoprostol, un protector gástrico, que se usa para abortar hasta las doce semanas de embarazo.

 

   39. El problema del desarrollo está estrechamente relacionado con el concepto que tengamos del alma; la salud del alma se confunde muchas veces con el bienestar emotivo. Estas reducciones tienen su origen en una profunda incomprensión de lo que es la vida espiritual y llevan a ignorar que el desarrollo del hombre y de los pueblos depende también de las soluciones que se dan a los problemas de carácter espiritual.

   Las nuevas formas de esclavitud, como la droga, y la desesperación en la que caen tantas personas, tienen una explicación no sólo sociológica o psicológica, sino esencialmente espiritual. Por eso, no hay desarrollo pleno ni un bien común universal sin el bien espiritual y moral de las personas, consideradas en su totalidad de alma y cuerpo.

 

Conclusiones

 

   40. Consideramos que, a diferencia de sus dos encíclicas anteriores, estrictamente teológicas y no fáciles de leer, en Caritas in Veritate el Sumo Pontífice se ha esforzado por utilizar un lenguaje accesible al fiel común. En una muestra de humildad y deseo de servir a su grey, ha destinado este documento a proporcionar una guía segura y práctica para actuar en el difícil mundo contemporáneo. Ha preferido limitarse a comentar y ampliar los conceptos fundamentales de sus predecesores en el pontificado, para consolidar la doctrina social de la Iglesia, demostrando su continuidad y coherencia, contribuyendo así a su difusión. Como es un intelectual profundo y un docente experimentado, ha logrado una estupenda síntesis actualizada de la enseñanza social católica.

 

   Nos toca ahora a los fieles cumplir nuestro rol en la sociedad, concretando en la realidad los principios doctrinarios. De esa manera, como ha manifestado recientemente el Cardenal Marc Ouellet, primado de Canadá: "Vamos a estar junto al sucesor de Pedro, nuestro Papa, en esta época en que es difícil asumir con valentía nuestro deber cristiano de construir la unidad y la solidaridad de todo el mundo" (6).

 

 

(1) Consejo Pontificio "Justicia y Paz": "Nota sobre la Financiación del Desarrollo"; 18-11-08.

(2) Benedicto XVI. Sacramentum caritatis, 91; Deus caritas est, 27 y 28.

(3) Encíclica Deus caritas est: "Así pues, cotejando situaciones y problemas nuevos cada vez, se ha ido desarrollando una doctrina social católica, que en 2004 ha sido presentada de modo orgánico en el Compendio de la doctrina social de la Iglesia, redactado por el Consejo Pontificio Iustitia et Pax" (27).

(4) Martini, Carlo M. "Coloquios nocturnos en Jerusalén"; Madrid, San Pablo, 2008, pág. 141.

(5) Ratzinger, Joseph. "Economía de Mercado y Ética"; conferencia en la Universidad Urbaniana, noviembre de 1985.

(6) Noticias Globales, 11-8-09.

SENTIDO TEOLÓGICO DEL HOLOCAUSTO

SENTIDO TEOLÓGICO DEL HOLOCAUSTO

Alberto BUELA

 

   En filosofía el abordaje de un tema o asunto tiene que realizarse desde una primera aproximación filológica, esta es la enseñanza que nos han dejado filósofos contemporáneos como Zubiri, Heidegger o Wagner de Reyna. Pues esta primera y elemental razón hace que podamos barruntar a priori  el sentido último del tema. Es ésta, una de las paradojas de la actividad filosófica que así como la natación donde se aprende a nadar nadando, de la misma manera se aprende a filosofar filosofando. Y la zambullida filosófica nos la facilita el sentido último o primero, según se interprete, de los términos del tema a estudiar que, en general, nos revelan el aspecto prístino del asunto.

   En este caso podemos afirmar que la palabra holocausto proviene del griego oloV = holós, que significa todo o completamente y del término kausiV = kausis, que significa acción de quemar, de modo tal que el sentido etimológico primario de holocausto es la acción por la cual se quema todo aquello que se somete. Así para los griegos un holocausto era un gran incendio que arrasaba con todo un bosque. Los antiguos israelitas cambiaron el sentido y lo limitaron a "un sacrificio en que se quemaba toda la víctima". La caracterización de holocausto como sacrificio está vinculada a la historia bíblica de Abraham e Isaac cuando en el libro del Génesis se cuenta: "Y Dios puso a Abraham a prueba y le dijo: toma a tu hijo, tu hijo único, al que amas, Isaac; ve con él al país de Morija, y allí ofrécelo en holocausto sobre una de las piedras que te diré"  (1)

   Y la historia sigue que Abraham se levantó temprano ensilló su burro y llevó a Isaac mientras "cortaba leña para el holocausto"  al tercer día de marcha dejó su burro y a sus dos ayudantes y marchó al lugar del sacrificio "tomó también la leña para el holocausto y la cargó sobre su hijo Isaac"  (2)cuando iba a degollar a éste un ángel de Dios lo detuvo y de repente vio un carnero enredado en un zarzal y "lo ofreció en holocausto en vez de su hijo" (3). Vemos cómo el término holocausto se repite en un breve relato al menos cuatro o cinco veces  lo cual hace indudable su sentido de sacrificio con acción del fuego.

 

   Esto explica el por qué las organizaciones judías (B´nai Brit, Consejo judío mundial, Gran Sanedrín, Rabinato de Israel, etc.) exijan la exclusividad del término holocausto para designar solo el genocidio nazi contra los judíos y critican la aplicación de la misma palabra para otros grupos de víctimas como los gitanos, los católicos, los prisioneros de guerra, los opositores políticos, o por extensión los genocidios de Armenia, Ruanda, Biafra, Camboya o Darfur. Es que en un primer sentido teológico, el holocausto se entiende como la culminación de una larga historia de persecución y antisemitismo que sufrieron los judíos desde el martirio y muerte de Jesús, el Mesías por ellos no reconocido. El holocausto vendría así a acallar el horrible retumbo de dos mil años del: "crucifícale, crucifícale" (4), el grito de los sacerdotes judíos con que pidieron a Pilatos la muerte de Cristo. Y este odio a Cristo se proyectó luego al cristianismo que es, en la interpretación judía clásica, la principal fuerza motora, el principal responsable del antisemitismo que condujo al holocausto. Es por ello que nunca serán, a sus ojos, suficientes los perdones a granel solicitados por los sucesivos papados de Juan Pablo II y Benedicto XVI, siempre exigirán más, nunca estarán conformes, jamás satisfechos.

 

   Debemos en estos días, a propósito de las inoportunas declaraciones de monseñor Williamson, al excelente y objetivo historiador valenciano Vicente Blanquer el develamiento del segundo sentido teológico del concepto de holocausto.(5) "Las críticas contra monseñor Williamson olvidan que son los judíos los que irrumpen en el plano teológico al hablar de Holocausto (con mayúscula) y no lo hacen en forma inocente sino mesiánica, para dar a la segunda Guerra Mundial, el papel de momento concluyente de las profecías del canto del Siervo Sufriente de Yaveh -Is. 53- y sostener que los judíos y no Jesucristo son el Cordero de Dios del que habla Isaías".

   Y es el capítulo 53 de Isaías uno de los más viscerales dentro de la polémica teológica entre judíos y cristianos (en la medida en que aún hoy quede algún teólogo católico strictu sensu), cosa que desconocemos. Allí en el canto IV se afirma: "Despreciado, rehecho de los hombres, varón de los dolores, maltratado y humillado como cordera que va al matadero por lo que no le hicimos ningún caso. Pero él mismo tomó sobre sí nuestras dolencias aunque nosotros lo reputamos como un leproso".  Los teólogos cristianos ven en este capítulo una referencia directa a Jesús el Cristo, esto es, el Mesías esperado por el pueblo de Israel desde el fondo de la historia, y una premonición de su sacrificio y crucifixión, mientras que los teólogos judíos sostienen que estos sufrimientos pueden ser entendidos perfectamente como una referencia al Holocausto. Así el rabino Isajar Moshé Teijtel en su libro Alegre madre de hijos  sostuvo que fue la reticencia de los judíos en aceptar al sionismo la que condujo a Auschwitz. Dios estaba dándole a Israel la gran oportunidad de recuperar su tierra ancestral para construir allí el hogar de los judíos perseguidos pero estos continuaron con su pecaminosa pasividad y les sobrevino por ello el castigo. Vemos así claramente cómo la teología judía del holocausto termina por justificar la existencia del sionismo y consecuentemente del Estado de Israel.

   No obstante esto, existe, aunque minoritariamente, una corriente teológica judía contraria a esta teología del holocausto como la del rabino Ioel Teitelboim (1888-1979), jefe de la secta jasídica de Satmer, quien afirma en su libro Vaioel Moshe que el gran pecado de los judíos habría sido "la idolatría" del sionismo. Su fundamento es que el pueblo judío debería mantenerse privado de todo poder físico y entregarse a la guía de Dios, aun cuando esto le signifique persecuciones y matanzas. No deberíamos resistir la judeofobia puesto que el exilio es un castigo divino al pueblo de Israel, que podrá resolverse sólo cuando llegue el Mesías y lo disponga. Así lo explica uno de sus voceros más bulliciosos: "La verdadera actitud judía es la de la sumisión al decreto divino que concierne a nuestro exilio entre las naciones del mundo. Nos ha enviado al exilio a causa de nuestras injusticias unos contra otros y de nuestra infidelidad hacia El. La injusticia de las naciones en contra de nosotros, es nuestro castigo". Esta misma actitud se aprecia en el reciente y valiente libro de Fabian Spollansky La mafia judía en la Argentina (2008) donde su autor les reclama a sionistas confesos como Eduardo Elsztain, el mayor terrateniente de Argentina, a su socio Marcelo Mindlin y al rabino Tzvi Grümblatt a quienes cuestiona diciendo: ¿Rebe, es de judíos hacerse millonarios en tan poco tiempo y hacerse dueños de la Argentina? Y ¿Rebe, es de judíos poner plata en todas las patas de las campañas políticas para estar bien con todos? .Desde nuestra ética varias veces milenaria no vamos a silenciar este abuso que nos hiere y nos humilla". (6)

   Esta intención de querer igualar con el sacrificio de Jesucristo  los sufrimientos del pueblo de Israel a manos de los nazis y entenderla como un Holocausto y no como un genocidio es específicamente anticristiana. Con razón afirma el citado Blanquer: "Y con la teología del Holocausto el pueblo judío se está forjando un nuevo becerro de oro. Se ha cansado de esperar y se ha escogido a sí mismo como ídolo. Lo cual pone de manifiesto que, lejos de ser custodios de la promesa, la han perdido, no porque alguien se las haya arrebatado, sino porque el pueblo judío ha renunciado consciente y voluntariamente a ella. Cayendo en el mismo pecado que el demonio en su pretensión de hacerse adorar. Y ese es el fondo de la cuestión".

   Es por ello que los grandes teólogos católicos en la época que los hubo, Juan Maldonado; Sören Kierkegaard, Luís Billot, en nuestro país Julio Meinvielle, no han dejado de remarcar siempre que el mesianismo hebreo es un mesianismo carnal. Y que como tal siempre ha exigido de Dios muestras palpables y evidentes. Y la infinita distancia que han puesto entre ellos y su dios Jehová "con temor y temblor se acercó Abraham al Señor", ha hecho que vivan "al otro", al cristiano como amenaza. Sin darse cuenta que: "Ellos son los signos vivientes, quiéranlo o no, que nos recuerdan la Pasión del Salvador" según enseña San Bernardo de Claraval.

 

   Por todo ello y muchas y profundas razones más, éste es solo un artículo breve de divulgación, es que debe hablarse de genocidio nazi sobre los judíos y no de holocausto. Incluso parece ser que ha ganado popularidad la palabra hebrea Shoáh que significa catástrofe y el Estado de Israel ha declarado el 12 de abril como su día, a pesar que su presidente Simón Péres en su última visita a Turquía sostuvo sin avergonzarse que el único genocidio es el del pueblo judío, dejando para los otros incluso mayores en número, como el caso de los ucranianos, el carácter de asesinatos masivos.

   Además, y esto no es de menor valor teológico, la matanza de judíos por los nazis debe de entenderse como genocidio y no como Holocausto, para dejarles a ellos abierta la capacidad de conversión, pues la idea de Holocausto clausura esta posibilidad. Ese esfuerzo extraordinario y maravilloso de los judíos conversos. Que en general son hombres muy bien dotados. De hecho la conversión es un don, pues el converso la pide al Señor. Si nos detenemos mínimamente en los conversos que han hecho filosofía en el siglo XX (Husserl, Edith Stein, Simone Weil, Bergson, cito al pasar) vemos que son hombres de una enjundia fuera de lo común y que ha sido su profunda y raigal metanoia  aquella que les brindó, en definitiva, la posibilidad a su mejor realización filosófica. Es la conversión aquella que les permitió agotar su plenitud de ser, pues ellos rompieron la distancia infinita que los separaba del dios de "temor y temblor de Abraham" que es lo Absolutamente Otro, para entenderlo como "formando parte", participando del Dios misericordioso, el Dios vivo de la gracia, que comprende acabadamente la naturaleza humana. Admiramos y respetamos sobremanera esa capacidad de conversión, de metanoia, que han tenido estos grandes hombres en el orden filosófico. Metanoia que los llevó luego a sus más grandes realizaciones. Así como deploramos esa actitud vergonzante de sedicentes teólogos católicos que abandonado el hablar de verdad con ellos abandonan "el bien de los judíos", por el bienestar y la plaisenterie junto a ellos. Así recogen y llevan todas sus tesis (la de los judíos) en un amasijo de teología cristiana inaudito e incomprensible. En este sentido la última actitud de la jerarquía de la Iglesia con relación a este tema es de una liviandad (termino muy suave) teológica que impresiona,  para mal, tanto a judíos como a cristianos. 

   Es lamentable que no haya un solo teólogo de nota o significativo que no levante estas dos importantísimas distinciones teológicas, que acabamos de hacer en este artículo, y que por el contrario la inmensa mayoría se sume, se someta y adopte las tesis judías sobre el sentido del holocausto como tesis católicas y lo peor es que las hayan salido a defender como verdades de fe. Un despropósito teológico absoluto.

 


 

 (1) Génesis, 22, 2

 (2) Génesis, 22, 6

 (3) Génesis, 22, 13

 (4) Evangelio de San Juan, 19, 6

 (5) Blanquer, Vicente: A propósito de las polémicas declaraciones de monseñor Willamson, Bitácora PI, 31-1-2009

 (6) Sepollansky, Fabián: La mafia judía en la Argentina, Buenos Aires, Ed. anibalgoransky.com, 2008

LA IGLESIA ANTE EL MOMENTO ELECTORAL

LA IGLESIA ANTE EL MOMENTO ELECTORAL

Francisco TORRES

 

   Sería necesario retrotraernos a los tiempos de la II República para encontrar una legislatura en la que los ataques a la Iglesia y a la Fe hayan constituido un elemento trascendente de la misma. Sería imposible, en el espacio de un artículo, relacionar todos y cada uno de los hechos. El gobierno, muchas veces por intereses electorales y de tensión ideológica, ha sido especialmente beligerante y una ola de anticlericalismo oficial que no popular se ha extendido por toda España. Una ola en la que han participado, y así es preciso constatarlo, varios dirigentes populares para intentar dar el último paso hacia lo que ya se denomina la "derecha pagana", promocionada por un sector de los medios afines al Partido Popular; y en este sentido se han publicado algunos artículos en el órgano de máxima influencia ideológica del Partido Popular, la revista FAES.

   El republicanismo ciudadano que es la teórica base ideológica de José Luis Rodríguez Zapatero, a lo que ha de añadirse un jacobinismo anticlerical, con pátina pseudointelecutal, heredado de la tradición de la izquierda española, señala como principal adversario ideológico a la Iglesia. De ahí que, en esta legislatura, José Luis Rodríguez Zapatero haya puesto en marcha un cambio educativo que tiene como objetivo fundamental eliminar las raíces cristianas de la sociedad a través de las nuevas generaciones. De ahí que, en esta legislatura, José Luis Rodríguez Zapatero haya puesto en marcha leyes que atentan directamente contra la Moral Objetiva. De ahí que, en esta legislatura, José Luis Rodríguez Zapatero haya tratado de controlar y reducir a la Iglesia Católica. Cuando Zapatero exalta la Alianza de Civilizaciones, el multiculturalismo y hasta el casi apoyo al Islam (no es extraño que las asociaciones islámicas españolas pidan el voto para el PSOE), lo hace también para minar la presencia social de la Iglesia Católica. En síntesis cabría decir que José Luis Rodríguez Zapatero entiende que su única y verdadera oposición es la Iglesia Católica. Todo ello ha sido posible porque no ha existido una oposición política real en este terreno. Porque cuando se suscita esta cuestión el Partido Popular prefiere mirar para otro lado, callar y capear el temporal.

   Además de esa acción política es necesario reiterar la proliferación de ataques a la Fe desde los más diversos ámbitos animados por esta corriente. En el mundo de los titiriteros han abundado: ahí está el señor Bassi disfrazado de Papa y consagrando preservativos; las exposiciones blasfemas de Ibiza, Extremadura, Valencia o Madrid, subvencionadas, según el caso, por populares o socialistas; los ataques televisivos con imágenes repulsivas emitidas hasta en horario infantil; campañas publicitarias basadas en el ataque a la Fe...

 

   Ahora llegan las elecciones y, como cada vez, la Iglesia, los obispos españoles dan unas orientaciones a los católicos que deben tener en cuenta a la hora de votar, aunque hasta la fecha es imposible afirmar que el peso de las mismas haya tenido consecuencias electorales importantes.

   Sería inútil tratar de negar que, en esta ocasión, la dureza de las orientaciones ha sido mayor, pero en la línea de lo que vienen diciendo desde hace años. La diferencia quizás radique en la imposibilidad que hoy tiene la izquierda para encontrar apoyos en el seno del Episcopado. En los tiempos del felipismo se hablaba de hasta seis obispos prosocialistas. La izquierda, además, está acostumbrada a contar con algunos sacerdotes, teólogos e incluso obispos a los que recurrir cuando quiere sembrar la discordia. Exaltados por los medios de izquierda hacen creíble su postura. La izquierda todavía no ha superado que aquel diálogo marxismo-cristianismo que tanto daño hizo a la Iglesia ha desaparecido y que herederos del mismo, como Setién, ya no tienen una gran credibilidad. La izquierda se rasga las vestiduras ante declaraciones que, evidentemente, la señalan con el dedo acusador, pero lo hacen porque no tienen, salvo los cuatro o cinco de Vallecas, nada que oponer. Antes no necesitaban mandar callar, bastaba con exhibir a los amigos. Hoy no le quedan amigos, por más que Francisco Vázquez ande por el Vaticano, que José Bono salga a intentar tapar los huecos con boutades tan preclaras como afirmar que los Obispos no son la Iglesia, o que José Luis Rodríguez Zapatero haga chistes mitineros y hasta se los ría.

   La izquierda no soporta su derrota en el proceso de infiltración en la Iglesia. A finales de los sesenta se imaginaba una Iglesia anulada por el peso de un sector izquierdista dispuesta a convertirla en un agente terreno para la revolución, un elemento que dejara a un lado la trascendencia y relegara las creencias morales al ámbito de lo particular, una Iglesia de cultura externa que no molestara el cambio silencioso, el triunfo de la "teología de la liberación". La llegada de Juan Pablo II y la inversión de ese proceso, el fin del diálogo marxismo-cristianismo, la caída de los marxistas teólogos que actuaban como auténticos caballos de Troya, la continuidad y reforzamiento que ha supuesto la llegada de Ratzinger y los cambios en la dirección de todas y cada una de las sedes episcopales ha sido un duro golpe. Los intentos de combatir este proceso desde los massmedia, desde el discurso de la izquierda, han chocado con una Iglesia que se refuerza al comprobar que sólo siendo fiel a sí misma puede iniciar el camino de la reevangelización. Es más, en la última década se ha incrementado el peso del compromiso que deben asumir los católicos en la vida pública. Roma anima a no conformarse, a defender las Vida, la Familia y las Raíces Cristianas sin fisuras. Algo que también comienza a preocupar a los partidos de la otra orilla, los grupos centristas, conservadores y liberales que también pretenden relegar las creencias al terreno de la conciencia, al terreno de lo individual y al marco de lo cultural.

   A la izquierda le preocupa lo que diga la Iglesia porque es consciente de que también depende de un voto católico que tiene adscrito, debido al confusionismo reinante, consecuencia muchas veces del mensaje ambiguo de muchos eclesiásticos y de la imposibilidad de hacer diferencias en el terreno moral entre las propuestas populares y socialistas.

   En los años sesenta, en los años de la progresía, de la izquierda divina, de la seducción de la nueva izquierda, los ataques o la ruptura con los elementos claves del orden moral defendido por la Iglesia no resultaban tan evidentes. El discurso de la izquierda se ha ido renovando para hacer bandera de temas que no figuraban en su agenda: aborto, ataque a la familia, homosexualidad, feminismo radical, trivialización del matrimonio. Si se repasa, por ejemplo, lo que sucedía en los países comunistas antes de los sesenta en estos temas se observará que andan a años luz de lo que hoy defiende la izquierda.

 

   Ratzinger hoy y Juan Pablo II ayer, entendían que la lucha no se da hoy entre la izquierda y la derecha; que el combate ideológico se produce entre quienes defienden la trascendencia y quienes no; entre quienes contemplan la civilización desde un punto de vista material y quienes la contemplan desde la espiritualidad. No se trata de un enfrentamiento de derechas e izquierdas, ya que en muchos casos, las primeras mantienen un planteamiento igualmente materialista barnizado con la brocha de la cultura cristiana.

   Hoy, Ratzinger es certero en su análisis, los cristianos, los católicos, en occidente deben asumir que son una minoría, que no constituyen el elemento rector, que, ni tan siquiera, tienen una capacidad de influencia determinante porque lo que para un católico, para un cristiano, constituye el núcleo de lo irrenunciable se encuentra en Europa en permanente retroceso. De ahí que el Papa, y por fuerza todos los obispos, insista en las obligaciones irrenunciables: defensa de la Vida desde la concepción hasta su fin natural; defensa de la Familia, resultado de la unión de un hombre y una mujer con vocación de procreación; defensa de la libertad para educar a los hijos... Elementos que, la izquierda combate y la derecha no defiende en toda su extensión. Si el Papa considera deber irrenunciable la defensa de estos Valores y Principios, lógicamente, choca con aquellos gobiernos que hacen políticas en su contra; de ahí la tensión creciente con el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero que ha pretendido dar una nueva lectura a la aconfesionalidad constitucional para intentar implantar un laicismo jacobino acorde con su republicanismo ciudadano.

   Cuando José Luis Rodríguez Zapatero planificó su republicanismo ciudadano en el terreno de la ingeniería social creyó que la oposición sería mínima, que tras la algarada  verbal vendría la calma y que, como en otras ocasiones, aquello que aprobara nunca sería derogado por el Partido Popular. Sólo en esto último acertó, ya que el propio presidente del Partido Popular, Mariano Rajoy, ha asegurado que no eliminará el divorcio-express, ni modificará la Ley del Aborto (Zaplana incluso está dispuesto a modificarla por consenso), ni retirará de forma completa Educación para la Ciudadanía (será sustituida por el estudio de la Constitución), y en el tema de los matrimonios homosexuales sólo cambiará el término matrimonio pero mantendrá las uniones homosexuales, que ya incluía el programa del PP en el 2004, que generan los mismos derechos jurídicos de familia, incluida la adopción (que de forma experimental ya realizaron, mediante la custodia, algunos gobiernos autonómicos populares), ni se opondrá a la investigación con embriones humanos (que también el PP admitía en el 2004). En lo que no acertó fue en la posición de una Iglesia que, hasta ahora, no pasaba de emitir alguna carta-pastoral.

 

   En esta legislatura los dos grandes opositores del gobierno han sido la Iglesia y la AVT. Las grandes manifestaciones han sido convocadas por ellos. Si Educación para la Ciudadanía ha logrado, a duras penas, mantenerse ha sido porque la Iglesia no se decidió a realizar, cuando aún era tiempo, una oposición rotunda y por que ZP consiguió camelar FERE, con promesas que es difícil pensar que se vayan a mantener. Por otro lado, José Luis Rodríguez Zapatero ha utilizado, y está utilizando, la Iglesia como fantasma que agitar para capitalizar el voto de izquierdas y movilizar el segmento de abstención de esta opción. Sin embargo, al mismo tiempo, el socialismo cuida mucho las formas y los dirigentes socialistas se prodigan en procesiones, romerías, ofrendas a Santos y hasta acuden a la beatificación de los mártires de la Cruzada en Roma mientras que aquí lanzan la denominada Ley de la Memoria Histórica. Una acertada campaña de imagen con la que mantienen cautivo un voto católico al PSOE que es fundamental.

   Han llegado las elecciones y el Episcopado ha dado su habitual instrucción para los católicos. Leyéndola se extraen dos lecciones: primera, el posicionamiento claro en contra del PSOE (señalado directamente por el tema de la negociación con los terroristas); segunda, el pacto realizado entre las diversas sensibilidades de la Conferencia Episcopal española, de ahí, por ejemplo, la incomprensible bendición a los nacionalismos.

   Probablemente, hasta las elecciones asistamos a la aparición de aclaraciones y posicionamientos por parte de los obispos de forma individual, sobre todo si se continúan produciendo los intentos de adecuación del mensaje general a los intereses particulares de algunos prelados muy favorables al Partido Popular. Así, por ejemplo, lo ha hecho el cardenal Cañizares. La nota de los obispos ha tenido como consecuencia que el epicentro del debate político se torne al enfrentamiento directo entre la Iglesia y el PSOE, con un curioso silencio por parte del principal beneficiado, el PP.  Debate que el socialismo está interesado en mantener como elemento de movilización de la izquierda más radical a favor de su opción o para restar votos de izquierda a opciones como UdP o Ciudadanos.

 

   Es necesario insistir en la noción de pacto entre las sensibilidades de la Conferencia Episcopal para medir el análisis de un texto que, como algunos comentaristas han subrayado,  textualmente invita a los católicos a no votar al PP y al PSOE, aunque primando la idea de que lo fundamental es no votar al PSOE. Es evidente que, algunos obispos, han introducido en el texto notas para un claro disentimiento con respecto a las posturas del PP en materia de Vida, Familia, Matrimonio... Cierto también que, para un número importantísimo de católicos, prácticamente para la mayoría, no existe esa ruptura y creen que el PP mantiene las mismas posiciones que la Iglesia en materia de Vida, Familia, Matrimonio. No es menos cierto que muchos obispos, encabezados por Antonio María Rouco Verela, entienden que es preferible el PP al PSOE.

   La nota de los obispos, leída textualmente, no ha sido tan rotunda como algunos han pretendido en su apoyo al PP. De hecho, han sido muchos los medios que han subrayado el hecho de que la "teórica" prohibición de voto para los católicos con respecto a algunas opciones afecta también al PP. Un efecto colateral que probablemente no tuvieron en cuenta alguno de los redactores.

   En un intento un tanto extraño de reconducir el debate, ha sido Martínez Camino el que salió, por dos veces en tres días, a tratar de reconducir hacia el PP el voto:

   Primero, tuvo que aclarar que cuando los obispos dicen que no se puede votar a quienes negocian con los terroristas no incluyen el tipo de diálogo que realizó el PP (aunque sin nombrarlo).

   Segundo, cuando le han preguntado por lo taxativo del texto en temas como uniones homosexuales (no por la utilización del término matrimonio) o defensa de la Vida desde su concepción hasta su fin natural, ha tenido que explicar que se debe aplicar la tesis del "mal menor", lo que invalida el absoluto irrenunciable que el Papa ha señalado a los cristianos.

   Finalmente, para tratar de salvar los muebles, el inefable portavoz de la Conferencia Episcopal, se ha escudado en la tesis de que ningún partido defiende realmente las tesis de la Iglesia, olvidando que no es el Evangelio el que se ajusta a los partidos, son los partidos los que, teóricamente, deben ajustarse al Evangelio si asumen el denominado "humanismo cristiano". Pudiera ser que el portavoz de la Conferencia Episcopal realizara una reserva mental, que Martínez Camino, en su argumentación, sólo contemplara la dicotomía PP-PSOE. La realidad es que sí existen grupos que están en política para defender esos puntos irrenunciables señalados por Su Santidad.

ORIGEN DE LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN

ORIGEN DE LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN

Mario MENEGHINI (1)

 

Síntesis de la conferencia pronunciada el 26-10-07, en el Seminario sobre Teología de la Liberación. Convto. de Sto. Domingo, Córdoba (Argentina).

 

 

   1. Recientemente, hemos celebrado el centenario de la Encíclica "Pascendi Dominici Gregis", de San Pío X, quien, poco después, emitió el Decreto "Lamentabili", sobre los errores del "Modernismo". En este documento se condenan 65 proposiciones erróneas, sostenidas por los teólogos modernistas; nos interesa recordar dos de ellas:

 

     59. Cristo no enseñó un determinado cuerpo de doctrina aplicable en todo tiempo y a todos los hombres, sino que más bien inició un movimiento religioso adaptado o adaptable a los diversos tiempos y lugares.

     63. La Iglesia se muestra incapacitada para defender con eficacia la moral evangélica al adherirse obstinadamente a doctrinas inmutables que no pueden estar en armonía con el progreso moderno.

 

   2. Precisamente, en la herejía modernista encontramos un antecedente remoto de las desviaciones doctrinarias en que incurre la llamada Teología de la Liberación (TL), que hace su aparición pública de manera concomitante con la Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, en Medellín, en 1968. Poco antes, en una reunión de sacerdotes y laicos, realizada en Chimbote (Perú), al P. Gustavo Gutiérrez le tocó exponer sobre el problema del desarrollo quien consideró que era más bíblico hablar de una teología de la liberación, nombre con el que tituló posteriormente un libro.

   Según el P. Poradowski, la influencia marxista en el CELAM se nota ya en 1963, y se refleja en el enfoque y el vocabulario utilizado en el documento del 68:

     5.15. (...) una Iglesia auténticamente pobre...audazmente comprometida en la liberación de todo el hombre y de todos los hombres...

     2.16. América Latina se encuentra...en una situación de injusticia que puede llamarse de violencia institucionalizada...

 

   3. Cuando Juan Pablo II inaugura la siguiente Conferencia, en Puebla, considera necesario aclarar en su mensaje (28-1-79): corren hoy por muchas partes -el fenómeno no es nuevo- relecturas del Evangelio (...) se pretende mostrar a Jesús como comprometido políticamente...e incluso implicado en la lucha de clases.

   4. No puede dejar de señalarse la crisis de identidad, que afecta en esa época a muchos sacerdotes y religiosos, que piden la reducción al estado laical, así como la evidente disminución de vocaciones. Las manifestaciones de rebeldía intraeclesial se hacen patentes en el rechazo generalizado a la Encíclica "Humanae Vitae", de Pablo VI, en 1968.

 

Fuentes:

 

   5. Se nota actualmente entre los cristianos la presencia de un saduceísmo moderno; no se niegan los dogmas, pero se acentúa unilateralmente lo temporal, silenciando lo relacionado con la vida eterna.

   6. Uno de los teólogos que ha influido en la formación de la TL  es Karl Barth, pastor protestante suizo. Fue el primero en impulsar la idea de que Cristo y Marx coinciden en la construcción de la sociedad del futuro, y es posible entonces, una simbiosis de las dos  cosmovisiones, pudiendo citarse su libro  Reino de Dios en la tierra, de 1948.

   Barth se muestra incluso más extremista que Lenin, de quien discrepa con su libro El Estado y la revolución, pues sostiene que el Estado debe ser sustituído inmediata y completamente mediante la revolución marxista, ya que el Estado es esencialmente malo y no se puede esperar que desaparezca sino que es necesario destruirlo, pues constituye una violencia institucionalizada.

   Su teología postula la  identidad Reino de Dios = sociedad socialista, de allí que concluya: el marxismo, a su manera, combate por el Reino de Dios. Para él, el mensaje cristiano no abarca al hombre ni a la sociedad, sino exclusivamente al proletariado. De esa manera -tal como Marx y Engels- aplica al proletariado la teoría mesiánica talmúdica: una clase social (el proletariado) por sus sufrimientos (pues es explotada y oprimida por la burguesía), redimirá a la humanidad, pues al liberarse por la revolución marxista, liberará, al mismo tiempo, a la clase burguesa y construirá una sociedad ideal, sin clases.

   Este autor influye en los teólogos de la liberación: Gutiérrez, Assmann, Comblin, Segundo, Sobrino, Boff, etc.

 

   7. La teología política

   Los principales representes de esta corriente son Jurgen Moltmann (protestante, autor de Teología de la esperanza, de 1969), y Juan Bautista Metz (católico, autor de Teología del mundo, de 1970).

   La teología de  Moltmann, influenciada por Ernst Bloch, es un reflejo del neomarxismo de la  Escuela de Frankfurt, a la que pertenecen Adorno, Habermas y Marcuse, que focaliza su critica en las condiciones represivas de la sociedad.  Lo determinante en el cristianismo -según Moltmann- no es la fe sino la esperanza: ser cristiano es meterse en la historia,  vivir para un futuro nuevo, que viene porque contribuimos a crearlo; y el deber de la teología  es un deber político.

   Metz, también influenciado por Bloch, sostiene que el hombre de hoy comprende el mundo a partir de si mismo, y no a partir de Dios.  La Iglesia  es concebida como una institución de libertad de crítica frente a la sociedad.

   De la teología política, saca la TL el  mesianismo inmanentista, expresado en un compromiso con la lucha de clases.

 

   8. Marxismo heterodoxo latinoamericano

   Pueden incluirse en este apartado, varios antecedentes:

     -La Revolución mejicana de 1910, contra  Porfirio Díaz utilizó un concepto de pueblo contrapuesto al de oligarquía. Las principales reivindicaciones fueron la reforma agraria y la nacionalización de los recursos naturales. La revolución es, especialmente, liberación del pueblo indígena, al que debe restituírsele las riquezas que le robaron los blancos.

     -La Reforma Universitaria, de Córdoba, en 1918, según Sacheri, fue la confluencia natural de anarquistas, liberales románticos, agnósticos e incipientes admiradores de la Revolución soviética, iniciada un año antes. Los intelectuales se atribuyen el rol de vanguardia del pueblo.

     -En 1924, Haya de la Torre, funda el movimiento peruano APRA, Alianza popular Revolucionaria Americana; que representa una síntesis de Revolución  Mejicana y de las ideas de la Reforma Universitaria.

   Del marxismo heterodoxo latinoamericano, extrae la TL su posición antiimperialista y su concepción clasista de pueblo.

 

   9. Teoría neo-trotskista de la dependencia estructural

   Después de la década del 50, surge esta teoría, como interpretación del subdesarrollo. El fracaso de los planes de desarrollo, iniciados por la Alianza para el progreso, impulsada por el presidente Kennedy, influyó en la difusión de esta teoría, incluso en la Cepal (Comisión Económica para América latina). Los discípulos de Gunder Frank, como Cardoso, en Brasil, vinculan el subdesarrollo de América latina con el desarrollo de Estados Unidos; el capitalismo generaría un centro hegemónico, y una periferia dependiente. La única solución es la ruptura con el capitalismo y la opción por el socialismo. Esta teoría aporta un instrumento de análisis sociopolítico, supuestamente científico.

   10. Reforma dentro de la Iglesia

   El deseo neomodernista de transformar la Iglesia  desde el interior, se manifiesta en autores como Teilhard de Chardin. En una carta -conocida en julio/68- expresa: "Estoy convencido: es de una Cristología nueva extendida a las dimensiones orgánicas de nuestro nuevo Universo de la que se apresta a salir la Religión del mañana....yo no veo mejor medio de promover lo que anticipo que trabajar en la reforma...por dentro...".

   La creencia de un progreso histórico necesario de la humanidad, lleva fatalmente a la asimilación del marxismo que aparece como la última etapa  del mundo moderno. Esta tendencia es aprovechada  por el partido comunista, como vía para captar  católicos. El Card. Wyzsinki, primado de Polonia, denunció en 1964 al grupo PAX, que estaba dedicado a interpretar el Concilio, y era dependiente del P.C. polaco. También denuncia la vinculación de Pax  con la agencia Informaciones Católicas Internacionales que difundía en ámbitos católicos  el socialismo y apoyaba a Fidel Castro. El representante en Argentina de esta agencia era el P. Jorge Mejía, director de la revista Criterio.

 

La denominación "Teología de Liberación"

 

   11. En la Instrucción Libertatis Nuntius, se reconoce que la liberación es un tema fundamental  del Antiguo y el Nuevo Testamento; tomada en si misma, la expresión teología de la liberación,  es plenamente válida. Las observaciones de este documento están dirigidas a las desviaciones en que incurren algunos teólogos que usan dicha denominación, y se nutren del pensamiento  marxista.

   12. La Congregación para la Doctrina de la Fe, advierte que las críticas que merecen los teólogos de la liberación, de ninguna manera   pueden servir pretexto a quienes se atrincheran en actitudes de neutralidad o indiferencia ante los trágicos problemas originados en la miseria y en la injusticia.

 

Corrientes

 

   13. Entre los autores que han utilizado la expresión Teología de la Liberación, se pueden distinguir tres corrientes:

     Pastoral-episcopal: que tuvo su origen  en Medellín, y donde se sitúan la mayoría de los Obispos del continente. Los principales expositores de esta corriente son los Cardenales Pironio y López Trujillo. En esta tendencia, se centra la pastoral en la conversión interior, y como consecuencia de la misma, se deberían transformar las estructuras sociales; si bien es ajena a la influencia marxista, ha utilizado a veces una terminología ambigua o confusa.

     Marxista-moderada: No deja de lado lo religioso, pero se otorga prioridad  a lo socio-político, con lo que el aspecto religioso se diluye o relega. Este tendencia dio origen a agrupaciones de sacerdotes, a partir de un Mensaje firmado por 18 obispos del tercer mundo, en 1967 (15-8), cuya cabeza visible era Mons. Helder Cámara. En la Argentina, esa declaración originó una carta de adhesión de 270 sacerdotes (31-12-67), quedando constituido el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo. En la carta se expresaba:

     Nos alienta comprobar que posiciones como la que Uds. hacen públicamente contribuyen a superar la antinomia entre cristianismo y socialismo...

   Marxista-rígida: para esta tendencia, la liberación temporal es la auténtica liberación, y es la liberación política la que incluye y supera la dimensión religiosa; se desagrega de la anterior corriente, a partir de 1971. En esa fecha, Pablo VI emite la Carta Apostólica Octogessima Adveniens, en que señala con precisión que un católico no puede adherir, sin contradecir su fe, ni a la ideología marxista ni a la ideología liberal. En una reunión en Ecuador, en 1975, queda manifiesta el alejamiento con el Magisterio, afirmándose en una de las conclusiones:

     Debe adoptarse el instrumental del análisis marxista y promover la toma del poder político por parte del proletariado...

 

   14. En realidad, el acercamiento al marxismo y a la utilización de la violencia, se venía incubando desde antes. En Buenos Aires, la revista Cristianismo y Liberación, dirigida por García Elorrio, ex seminarista, dedicó un número (Nº 5, 1967), a homenajear al Che Guevara; allí puede leerse este poema (Campos, 46):

 

"Jesús, baja de la cruz, se terminó el calvario.

Toma el fusil Camilo, deja los clavos y dispara

Se acabó la era de la segunda mejilla"

 

Conceptos fundamentales

 

A) Mesianismo y secularización

   15. La Instrucción Libertatis Nuntius señala que la TL se sitúa en la perspectiva de un mesianismo temporal. Mesianismo deriva de mesías (ungido); término que los judíos antiguos reservaban para  designar al  representante de Yahvé, descrito por los profetas como un rey que vendría establecer el reino universal  de la paz. Fue creciendo la convicción de que sería un caudillo político  que  restablecería el reino de Israel  en toda su grandeza. De un modo similar, la TL procura llevar a los hombres hacia la felicidad temporal, a través del cambio revolucionario de las estructuras injustas.

   16. La TL cree que es factible construir una sociedad perfecta. No deja de ser curioso, pues, como sostiene el P. Gustavo Morello, desde el Concilio, la iglesia deja de considerarse sociedad perfecta y se asume como pueblo de Dios...(Morello, p. 30).

   17. La Securalización del Reino es el proceso mediante el cual el hombre autónomo, niega la posibilidad de un orden sobrenatural. Si el racional. y el ateísmo  proponían hacer del hombre un Dios, la  TL pretende hacer de Dios un hombre. Según reconoce el P. Gutiérrez, la evolución teológica  de la distinción natural-sobrenatural, tiende a eliminar todo dualismo.

 

 B) Liberación

   18. Como explica Caturelli (45/49),  se puede rescatar el sentido positivo término liberación como acción de poner en libertad, quitar impedimentos para el acto libre; es restitución de la libertad. Indica un proceso de perfeccionamiento interior; de ningún modo la liberación produce o genera la libertad humana.

   19. El P. Horacio Saravia en seminario reciente afirmó que el concepto de libertad auténtico es el de los guaraníes: el hombre no es libre si la comunidad no lo es. Y contrapuso el concepto de libertad, con el más pleno de liberación; como el que uso -aclaró- la TL y Pablo Freire. Resulta extraño que un sacerdote desconozca la reflexión de  San Pablo (1 Cr., 20-24): Permanezca cada uno en la condición en que se encontraba cuando fue llamado. ¿Eras esclavo cuando fuiste llamado? No te preocupes con eso. ...Pues aquel que era esclavo cuando fue llamado por el Señor, es un liberto en el Señor. La norma paulina supone que alguien puede ser, al mismo tiempo, redimido y esclavo. Por más deseable que sea la liberación socioeconómica, no es parte esencial de la redención cristiana, ya que ésta puede acontecer aún en un esclavo.

   20. Es cierto que el Sínodo de Obispos de 1971 - La justicia en el mundo- concluyó que la misión de la Iglesia incluye la liberación de toda situación opresiva. Pero el documento de Puebla precisa: Debe ponerse en claro que esta liberación se funda en los tres grandes pilares que el Papa Juan Pablo II nos trazó como definida orientación: la verdad sobre Jesucristo, la verdad sobre la Iglesia, la verdad sobre el hombre (484).

   21. Precisamente el Papa había advertido: La verdadera liberación del hombre, la liberación que Cristo le trae, es también liberación de las apariencias de la liberación, de las apariencias de la libertad que no son la libertad verdadera (25-3-79).

 

C) Opresión

   22. El hombre sufre opresión en distintos niveles de su existencia; de orden natural como el hambre, enfermedad, calamidades. De orden político: por la opresión de un pueblo sobre otro, o de un grupo social por otro, o de una raza por otra, por el totalitarismo. Pero, la causa última, la raíz de todas las opresiones, es el pecado original. Las causas próximas o inmediatas, son nuestros pecados personales, y las estructuras injustas, fruto del pecado y el egoísmo humano. El cristianismo exige primero la conversión del hombre, de la que se derivará después el cambio de la sociedad. Aun las mejores estructuras se convierten pronto en inhumanas, si las inclinaciones inhumanas del hombre no son saneadas.

 

Contradicción: catolicismo-marxismo

   23. El instrumental metodológico marxista, lleva anexo un esquema ideológico inaceptable; constituye una concepción materialista totalmente contradictoria con el catolicismo. Frente a los angustiantes problemas que aquejan a la sociedad contemporánea, la Iglesia, que es experta en humanidad,  ofrece su doctrina social que incluye un conjunto de principios de reflexión, criterios de juicio y directrices de acción, para que los cambios  en profundidad  que exigen  las situaciones de miseria y de injusticia, sean llevados a cabo de una manera tal que sirvan al verdadero bien de los hombres.

 

Conclusión

   24. La desviación de la recta doctrina, que surgió hace ya cuatro décadas, no ha desaparecido. Los téologos de la liberación continúan actuando, aunque variando las maneras de hacerlo. En la reciente reunión de los Obispos americanos en Aparecida, intervino activamente el grupo Amerindia. De allí que el Papa debiera efectuar unas 200 correcciones al texto del Documento Conclusivo. Citemos la redacción oficial de los párrafos referidos a las Comunidades Eclesiales de Base, donde se advierte:

que no han faltado miembros de comunidad o comunidades enteras que, atraídas por instituciones puramente laicas o radicalizadas ideológicamente, fueron perdiendo el sentido eclesial.  [por eso]  cuidarán de no alterar el tesoro precioso de la Tradición y del Magisterio de la Iglesia (178/180).

 

   25. Ya hace muchos siglos alertaba San Cipriano: Es más fácil ser cauto cuando se percibe a lo que debe temerse y, ante un adversario manifiesto, el alma se prepara al combate. Más peligroso y alarmante es el enemigo que avanza sin ruido y que, bajo las apariencias de una falsa paz, repta con ocultos designios; por tal proceder ha merecido el nombre de serpiente.

   26. Para finalizar queremos hacer referencia a una declaración de un grupo de sacerdotes argentinos, emitida con motivo del asesinato del Gral. Aramburu, en julio de 1970 (Sacheri, 155/160); estaba firmada, entre otros, por Mons. Derisi, los Padres Furlong y Meinvielle, y por dos frailes dominicos que hemos conocido: Alberto Garcia Vieyra y Jerónimo Rodríguez. En ella aluden a los sacerdotes que se hallan empeñados en cambiar la imagen de la Iglesia y del mismo Jesucristo, y efectúan reflexiones, que hacemos nuestras; reproducimos como conclusión las siguientes frases:

 

Pertenecemos a aquella gran parte de la Iglesia que adhiere al Concilio Vaticano II, pero también a todos los precedentes; acepta sus textos auténticos, pero no siempre la interpretación de los peritos; acata la autoridad del Concilio Ecuménico, pero también la del Romano Pontífice.

Pertenecemos a aquella gran parte de la Iglesia que quiere con empeño la elevación material y espiritual de los hombres, clases y pueblos pobres, pero por caminos diversos en absoluto de los de Marx, Lenin, el Che o Mao...y que con elemental nobleza, estricta justicia histórica y ausencia de lastimosos complejos, reconoce agradecida todo lo que la misma Iglesia ha hecho a este respecto en veinte siglos, en gesta estrictamente incomparable.

 


    Bibliografía

   -Basso, Domingo y Laje, Enrique. "¿Es liberador el marxismo?"; Buenos Aires, Editorial Claretiana, 1977.

   -Bresci, Domingo (Comp.). "Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo"; Buenos Aires, Centro Salesiano de Estudios "San Juan Bosco", 1994.

   -Campos, Esteban. "Arquetipos del compromiso militante en la revista Cristianismo y Revolución"; en Revista Lucha armada en la Argentina, nº 9, 2007.

   -Caturelli, Alberto. "La libertad, cinco meditaciones filosófico-teológicas"; Córdoba, Centro de Estudios Filosóficos, 1997.

   -Congregación para la Doctrina de la Fe. "Instrucción sobre algunos aspectos de la Teología de la Liberación"; 1984.

   -Cursos de Cultura Católica. "La Teología de la Liberación y el marxismo"; Buenos Aires, Universidad Católica Argentina, 1985.

   -Hoffner, Joseph Card. "¿Doctrina Social de la Iglesia o Teología de la Liberación?"; Buenos Aires, Ediciones Gladius, 1985.

   -Laje S.J., Enrique. "Iglesia y sociedad humana"; Buenos Aires, Ediciones Diego de Torres, 1989.

   -López Trujillo, Alfonso. "Liberación marxista y liberación cristiana"; Madrid, BAC, 1974.

   -Palumbo, Carmelo. "Cuestiones de Doctrina Social de la Iglesia"; Buenos Aires, Cruz y Fierro, 1982.

   -Poradowski, Miguel. "El marxismo en la Teología"; Madrid, Speiro, 1976.

   -Sacheri, Carlos. "La Iglesia clandestina"; Buenos Aires, Ediciones del Cruzamante, 1977.

 


 

(1) Me interesa sistematizar y difundir las investigaciones realizadas por los autores citados en la bibliografía.