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Bitácora PI

CAMBIOS COTIDIANOS

CAMBIOS COTIDIANOS

Juan V. OLTRA
 

   Maruja intentaba que todo siguiera igual. Poco a poco iba parcheando, aquí y allá, manteniendo su ritmo cotidiano sin variación. Es cierto que, cuando tuvo que dejar su piso para irse a otro más cerca de sus hijos, cambió sus muebles de caoba por otros comprados en una gran superficie sueca. Las baldas se combaban con el peso de los libros y ni un solo cajón seguía ejerciendo su función de forma correcta, pero Maruja intentaba no darle importancia alguna.
Quizá lo único que le alteró fue tener que vender las joyas que Manolo le fue regalando. Por mucho que las sustituyera con bisutería, ella se sentía un poco vacía cuando miraba su joyero.
   De todas formas, no faltaba nada en su mesa. Sí, es cierto que el vino, la pasta, el aceite, el atún y su querido chocolate eran ahora de marca blanca, pero no se sentía mal por traicionar a sus marcas de toda la vida, a las que había permanecido fiel desde hace tantos años.
   Puede que el tener que vestirse con ropa comprada en el chino de la esquina y no cosida para ella por su modista de siempre, a cualquier otra mujer le hubiera sentado mal. Pero a ella el murmullo de la tele en el salón siempre le tranquilizaba el ánimo, y como estaba permanentemente encendida, no tenía tiempo de pensar en cosas que la marearan. Desde la mañana, con esas tertulias de todólogos que dominan todas las materias, a los programas con tanto grito de la noche, pasando por los culebrones, series antiguas e incluso algún anuncio de la teletienda, que siempre entretiene, la tele se había convertido en su gran compañera. Sí, su familia seguía ahí, día a día y celebración tras celebración, aunque ya no fuera en el restaurante vasco, sino en la hamburguesería yanqui del centro comercial. Lo importante era estar juntos.
   Aunque hay veces en que le diría algo a Manolito, su hijo mayor, el que se hizo cargo de la fábrica a la muerte de su marido y la fue lanzando lentamente a la quiebra mientras el resto de sus hijos crecían. Le hubiera dado un pescozón. No es que la crisis se cebara con él, o que hubiera tenido mala suerte. No. Manolito lo que había sido era un vividor. Mujeres, alcohol y coches rápidos gastaban su vida, mientras que conforme sus hermanos crecían les daba trabajos mal pagados en la fábrica y a ella... a ella dejó de darle dinero procedente de beneficios para ir pidiéndole cada vez más capital para salvar a la empresa. Patrimonio familiar que no caía en la empresa, sino en sus juergas y francachelas.  
Ahora Manolito, se había asegurado su jubilación en un banco extranjero, y el resto de la familia empezaba a notar el aliento del lobo en su cogote. Pero nadie había hecho, ni hará, nada por solucionarlo.
   ¿Les suena?. No me extraña. Maruja es España. Y a su hijo mayor... lo tenemos en el poder.

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