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CARRILLO, COMUNISTA… ¿Y?

CARRILLO, COMUNISTA… ¿Y?

Francisco TORRES

 

   De no ser porque con ello se pretende dejar un testamento cinematográfico sobre Santiago Carrillo, realizado con la clara intención de lavar su imagen, no merecería la pena dedicar unas líneas a un típico producto de la propaganda como el que nos ocupa. El cineasta Manuel Martín Cuenca ha querido, con aires de equilibrio, producir un largo documental titulado "Últimos testigos", dividido en dos cintas protagonizadas por Manuel Fraga y Santiago Carrillo, respectivamente. No he tenido la oportunidad de ver la cinta del ex ministro, del franquismo y la transición, y expresidente de la Xunta, pero sí, gracias a su pase por televisión en el programa Versión Española que dirige y presenta Cayetana Guillén Cuervo dentro de la más ortodoxa tradición progresista, la del ex secretario general del PCE, titulada "Carrillo, comunista".

 

   Cinematográficamente, pese a los halagos de turno, poco tiene que ver con el cine documental bien realizado. Sólo a quienes estén dispuestos a seguirla críticamente, como testimonio histórico llega a interesar. Ahora bien, la película no está concebida para ser un "testimonio histórico", está realizada para exaltar a Santiago Carrillo como un hombre de ideas, coherente, que sigue reivindicando el comunismo o mejor dicho el bello sueño comunista. Una película con un Santiago Carrillo en blanco y negro que fuma a lo largo de todo el metraje mientras se insertan algunas cintas de época y unas grabaciones, éstas en color, realizadas en su casa de Madrid con música de ésa que idolatraba la "izquierda divina" francesa. Planos perfectamente estudiados para dotar al personaje de un halo romántico, de tonalidades heroicas. Planos largos para mostrar sonrisas y miradas hacia lo alto. Contrastes entre el Carrillo oficial y el particular para acercar al espectados. Montaje muy distinto según parece al del documental sobre Fraga. Naturalmente, la cinta ha cosechado todos los parabienes posibles y debe incardinarse dentro de la corriente de "revisionismo" puesto en marcha por la "ley de memoria histórica", elevada sobre la ideología del resentimiento.

 

   Santiago Carrillo es la espada de Damocles que, mientras viva, penderá de un débil hilo sobre cualquier acto de exaltación de la "memoria histórica" promocionado por la izquierda. No en vano él mismo no tuvo problemas a la hora de alertar sobre el peligro de esta revisión, porque bien "pudiera salirnos el tiro por la culata". Sin duda él sabía muy bien por qué lo decía. Sobre todo cuando en la presentación de las cintas Fraga le dijo "no vamos a hablar de Paracuellos" trasunto de un cariñoso "entre bomberos no nos pisemos la manguera".

 

   Según comentó el director, para preparar la película, se acometió un gran trabajo de documentación y de rastreo de imágenes. Carrillo no planteó reserva alguna con respecto a los temas, aunque sí su derecho a no contestar si así lo estimaba conveniente. Si esto es así sólo es posible achacar el hagiográfico resultado a dos factores: primero, a una deficiente documentación y una muy reducida capacidad crítica a la hora de realizar la entrevista; segundo, una disección en la sala de montaje encaminada a presentar la historia de tal modo que las partes más oscuras y siniestras del personaje prácticamente desaparezcan o queden desmentidas. Los autores del mismo han sido Manuel Millán Mestre, Ignacio Gutiérrez Solana y Manuel Martín Cuenca. Y han hecho bien el trabajo porque aparentemente hay dureza en las preguntas comprometidas, réplicas, pero al final lo que queda es la versión y el desmentido de Santiago Carrillo. Hagiografía y exaltación porque para el productor de la cinta la vida del protagonista es "una mezcla del Che Guevara y James Bond".

 

Un joven revolucionario.

   No puede decirse que la cinta retrate bien al joven Santiago Carrillo hasta su llegada a la Secretaría de Orden Público en la Junta de Defensa de Madrid en noviembre de 1936. Conviene repasar brevemente la meteórica ascensión del joven socialista que entonces era.  

 

   Santiago Carrillo nace en Gijón en 1915; su padre es un dirigente socialista local que será detenido por su participación en la revolución asturiana de 1917. En 1924 llega a Madrid al ser nombrado su padre director del diario El Socialista; sólo cursará estudios básicos. Inicia su carrera política en el seno de la UGT y en las juventudes socialistas. En 1930 ya escribe en El Socialista sobre política municipal. Si seguimos las diferentes versiones de su biografía, cambiantes según el tiempo en que se hicieran, pero todas próximas a él, ya entonces se sitúa dentro de las filas revolucionarias del partido frente a los reformistas, objeto de sus ataques durante años. En la primera legislatura republicana hará información parlamentaria. En 1932 es elegido secretario de actas de la comisión ejecutiva de las Juventudes Socialistas. Carrillo forma junto a Hernández Zancajo y Simeón Vidarte el grupo revolucionario de las juventudes, contando con un semanario propio, Renovación. Ni que decir tiene que el objetivo de estos jóvenes es acabar con la democracia e instaurar la dictadura del proletariado; acabar con la República.

 

   Santiago Carrillo va a jugar un papel trascendente en la difusión del mito del "Lenin español", Francisco Largo Caballero. Es el secretario de la Escuela de Verano de Torrelodones de los "jóvenes rojos" del PSOE en el verano de 1933. Largo Caballero apuesta por la revolución en esos meses: "las circunstancias nos van conduciendo a una situación muy parecida a la situación en la que se encontraron ellos (los revolucionarios rusos) cuando hicieron la revolución" (El Socialista, 13-VIII-1933). En Don Benito afirmará: "no debemos dejar de luchar  hasta que en las torres de los edificios oficiales ondee la bandera roja de la revolución socialista". En Murcia pide paciencia a los jóvenes pues "tenemos que recorrer un periodo de transición hasta el socialismo integral, y ese periodo es la dictadura del proletariado hacia la cual vamos". En el V Congreso de las Juventudes socialistas, en abril de 1934, se estima que "los momentos actuales no permiten otra salida que la insurrección armada de la clase trabajadora para adueñarse del poder político, íntegramente, instaurando la dictadura del proletariado" En ese congreso se impone la línea revolucionaria y la comisión ejecutiva está formada por Hernández Zancajo, Santiago Carrillo, Segundo Serrano Poncela, Federico Melchor, José Laín y Alfredo Cabello. En aquel congreso se acordó militarizar los cuadros de las juventudes, "dotándolos de una rígida disciplina... Fuera del ejército, serán las juventudes socialistas la base militar de la actuación del partido en el orden civil". Cabría recordar que eran las mismas juventudes que pedían la disolución del Ejército español. Las milicias socialistas son una realidad. Cuentan que el despacho de Carrillo está presidido por un gran retrato de Stalin ("Teníamos fe en Stalin", rememora hoy).

 

   La ascensión de Santiago Carrillo dentro del socialismo es clara ya que forma parte de, junto con Indalecio Prieto y Largo Caballero, del Comité revolucionario de octubre de 1934. El intento de golpe socialista fracasa y Carrillo da con sus huesos en la cárcel Modelo. Como buen marxista hace la autocrítica de la revolución. Su explicación es ortodoxa, el problema es que en el socialismo conviven los verdaderos revolucionarios con los reformistas. Por ello pide la "depuración revolucionaria del partido socialista" y la "bolchevización"; indica que es necesario infiltrarse en los cuerpos armados para convertirlos en "órganos de la revolución", el objetivo es la dictadura del proletariado. Carrillo ya ocupa un puesto destacado en el ala caballerista del socialismo, la que está dispuesta a poner fin por la fuerza a la experiencia democrática de la II República.

 

   El Santiago Carrillo de la película tiene que ser más presentable. Se puede ser revolucionario en una sociedad democrática siempre que se oculte o se disimule que la revolución conduce a la dictadura. Entre 1933 y 1934, la Revolución no se presentaba y no se quería hacer como movimiento defensivo para salvar la República de un fascismo inexistente. No era un medio con justificación pseudodemocrática, era el fin perseguido por la importante ala revolucionaria del PSOE. El inteligente y hábil Prieto supo vender esa idea defensiva como nadie. Y ésa es la tesis que la izquierda sigue transmitiendo como verdad oficial. La misma a la que se aferra Santiago Carrillo en la película. La revolución, según la versión de 2008, se hace para impedir que el partido "clerical-fascista", la CEDA, tomara el poder. Y como es necesario dar credibilidad a sus palabras el director no duda a la hora de introducir unas imágenes de los sempiternos desfiles nazis compaginándola con las de Gil Robles.

 

   El PCE era muy pequeño en 1934. Algo lógico porque la revolución había escogido como hombre-símbolo, como su Lenin, a Francisco Largo Caballero, un Lenin de escasa altura intelectual. Santiago Carrillo, como revolucionario, era ya un comunista. De hecho desde 1934 las milicias juveniles socialistas y comunistas actuaban conjuntamente y con contundencia. Contundencia que se traducía en la práctica del atentado contra las juventudes de los grupos derechistas y falangistas. Según el futuro secretario general del PCE, fue un viaje a la URSS realizado en 1936 el que acabó de convencerle. A pocos debiera sorprender la emoción con que en la cinta recuerda aquellos días de estancia en el "paraíso revolucionario". Le preguntan por Trostki y se refugia en un socorrido "en ese momento se entendía que era propaganda capitalista todo lo que se decía contra la URSS". Y a Carrillo se le olvida su participación en la eliminación física del POUM en España argumentando que los elementos trostkistas eran "agentes del fascismo", afirmando, en el seno del Comité Central del PCE, en plena guerra de España, que serían aplastados. Y desde luego que fueron aplastados, hasta tal punto que los cadáveres de muchos de ellos continúan sin aparecer y los posibles restos de Nin, encontrados en una fosa de Alcalá, han sido cubiertos de tierra otra vez para evitar rememorar la historia en el paraíso de la memoria histórica.

 

   En Moscú, Carrillo se compromete a impulsar la unificación entre las juventudes socialistas y comunistas. Es allí donde se firman los primeros acuerdos para la unificación. Nacen las JSU que utilizan uniformes y armas. Una vez en España impulsa los mítines conjuntos de José Díaz, secretario del PCE, y de Largo Caballero. Él es la estrella invitada. Ahora bien, Carrillo está dispuesto a jugar fuerte. El enemigo es Indalecio Prieto, uno de los que Carrillo califica como "héroes de barraca". Los mítines de Prieto son sistemáticamente hostilizados por las juventudes socialistas. El incidente más grave se produce en Écija el 31 de mayo. Prieto y Negrín son abucheados y soportan los gritos a favor de Largo Caballero y Santiago Carrillo. No pueden tomar la palabra. Suenan los disparos. Negrín tiene que sacar la pistola. La guardia personal del Prieto, "la motorizada", saca sus pistolas ametralladoras. Prieto es introducido en un coche, mientras Negrín y Sáez se suben a los estribos pistola en mano. Sólo disparando salen de allí. Pero nada de esto se recuerda en la película.   

 

Un lugar llamado Paracuellos.

   Entra la película en uno de los cuatro puntos calientes de la vida política de Santiago Carrillo sobre los que se ocupa la cinta. Se tiene prisa por enlazar el pasado con el comunista que se sacrifica por la paz y la concordia en la transición. Pero este punto no nos interesa en esta revisión. Aunque nos anuncian que pudiera haber una segunda parte para esos otros espinosos temas de la historia de Santiago Carrillo. El primer punto caliente es Paracuellos del Jarama.

 

   El 18 de julio sorprendió a Carrillo en París. Se incorporó a la lucha y estuvo brevemente en combate en San Sebastián. Allí asalto un hotel "refugio de fascistas". Le reclaman en Madrid. Es en los primeros días de noviembre de 1936 cuando ingresa en el Partido Comunista. Es en ese momento cuando, con las tropas de Franco a las puertas de la capital, mientras todos huyen, le nombran Consejero de Orden Público de la Junta de Defensa de Madrid que dirige el general Miaja. Desde los primeros días de noviembre hasta primeros de diciembre, sistemáticamente, miles de personas van a ser sacadas de las cárceles, asesinadas en Paracuellos del Jarama, y enterradas en fosas comunes convenientemente ocultadas.

 

   Santiago Carrillo ha montado bien su justificación. Comienza su explicación hablando de las "atrocidades que comete el ejército franquista" y que cuentan los que llegan a Madrid huyendo. Canta la heroica defensa de la ciudad mientras retrata como cobardes a los ministros que se marchan. Ve decenas de miles de inexistentes muertos por los bombardeos franquistas. Habla de la existencia de la "quinta columna" nacional en Madrid y de su peligrosidad; además "el enemigo atacaba precisamente por la zona de la cárcel Modelo" y allí había más de "dos mil jefes y oficiales" presos que se unirían a los franquistas. Entonces se toma la decisión lógica de evacuar las cárceles. "Yo doy las órdenes: La Comandancia de Milicias de retaguardia pondrá las fuerzas". Carrillo se excusa. Afirma que carecía de un aparato real con el que imponer la autoridad. Recuerda que le visitó Felix Schlayer contándole que los presos fueron desviados a Paracuellos. Pero "yo estoy liado". Confía en que lo resolvería su segundo, Serrano Poncela. Efectivamente lo estaba resolviendo. Y he aquí que el viejo Carrillo se lanza a fondo, le dice al entrevistador que no puede seguir si no apaga las cámaras porque claro, Serrano Poncela, al que él destituyó a los veinte días, tiene familia y ha pasado el tiempo, y no quiere... "ha muerto en el exilio y seguramente tiene hijos". Pero nadie le recuerda que los asesinatos se prolongaron a lo largo de un mes.

 

   Carrillo continúa su justificación: "yo no tenía lista de presos... una cantidad enorme de presos que el gobierno nos había dejado y era un problema muy gordo que teníamos... Evidentemente hubo atrocidades que en esa situación era imposible evitar... Madrid machacada todos los días... era una ciudad revolucionaria... diez o doce organizaciones con poder... claro que hay excesos... tú no piensas en la responsabilidad histórica sino que Madrid no caiga, la preocupación no es lo que va a decir la Historia".

    No sé si esta contestación de Santiago Carrillo es un claro testimonio de la traición que a última hora le hace la memoria, porque ése fue el motivo de eliminar a varios miles de personas a lo largo del mes de noviembre. Además, cabría recordar que Serrano Poncela no es alguien que aparece en la historia a pie de página. Era un íntimo de Carrillo, la sombra de Carrillo en el sector revolucionario de las juventudes socialistas, pero esto ni lo sabía el entrevistador ni Carrillo quería recordarlo. Pero ¿cuál es la verdad? La verdad está en los documentos. Dejemos constancia en la memoria histórica de tres textos clarificadores.

 

   El primero: hace poco tiempo Javier Reverte encontró en el archivo de la CNT el borrador del acta de la reunión del Comité Nacional de la CNT celebrado en Madrid el 8 de noviembre de 1936, en el que se da cuenta de la reunión que han sostenido con los responsables socialistas (Santiago Carrillo) de Orden Público. Allí está registrado el acuerdo para el exterminio:

 

   "Vuelve a informar la Federación local, leyendo primeramente el comunicado dirigido por el Gobierno al General Miajas (sic), en el que se establece la constitución de la Junta de Defensa de Madrid, bajo su presidencia y con la colaboración de las organizaciones sindicales y políticas de izquierda. En este documento se prevé en caso de retirada, que debe ser hecho sobre Cuenca. Informa de la constitución de la Junta, y confirma lo anterior sobre el interés de las Embajadas sobre presos y refugiados políticos, citando el caso de que se quiso ayer asaltar la Embajada de Chile por saber los compañeros de manera positiva que allí hay refugiados fascistas en gran cantidad, intento que hubo que cortar.

   A continuación se da cuenta de los acuerdos que han tendido con los socialistas que tiene la Consejería de Orden Público sobre lo que debe hacerse con los presos, habiendo tomado el acuerdo de dividirlos en tres grupos, a saber.

   Primer grupo. Fascistas y elementos peligrosos. Ejecución inmediata, cubriendo la responsabilidad.

   Segundo grupo. Detenidos sin peligrosidad, su evacuación inmediata al penal de Chinchilla. Con todas las seguridades.

   Tercer grupo. Detenidos sin responsabilidad, su libertad inmediata con toda clase de garantías sirviéndonos de ello como instrumento para demostrar a las Embajadas nuestros humanitarismo".

 

   Segundo: el 12 de noviembre de 1936, Santiago Carrillo pronuncia un discurso ante los micrófonos de Unión Radio que, afortunadamente, pese a que algunos han negado las palabras, es recogido en la prensa del día siguiente. En él alardea de haber acabado con la Quinta Columna:

 

   "Conviene afirmar que la única resistencia que tiene la Junta de Defensa es la resistencia que le ofrece el enemigo, la resistencia que le ofrecen los combatientes facciosos que están a nuestras puertas, porque la resistencia que pudiera ofrecerse desde el interior está garantizado que no se producirá, ¡que no se producirá! Porque todas las medias, absolutamente todas, están tomadas para que no pueda suceder en Madrid ningún conflicto ni ninguna alteración que pueda favorecer los planes que el enemigo tiene con respecto a nuestra ciudad. La "quinta columna" está camino de ser aplastada, y los restos que de ella quedan en los entresijos de la vida madrileña están siendo perseguidos y acorralados con respecto a la ley, con arreglo a todas las disposiciones de justicia precisas".

 

   Tercero: El delegado en España de la Komintern, Stoyán Minev "Stepanov", realiza en 1939 un detallado informe, calificado como "absolutamente secreto", remitido al Secretario General de la Internacional Comunista y al propio Stalin. En el mismo, subrayándolo como uno de los "principales momentos de actividad del Partido Comunista" durante el gobierno de Largo Caballero, en el que ya milita Santiago Carrillo, el Consejero de Orden Público, se señala la "limpieza" de la Quinta Columna en un par de días decidida por el Partido Comunista:

 

   "Cuando el general fascista Mola dijo la verdad acerca de que, además de las 4 columnas del ejército que avanzaban sobre Madrid, había una 5ª columna, que se encontraba en el propio Madrid, la cual propinaría el golpe decisivo a la ciudad, el Partido Comunista comprendió inmediatamente la importancia de ella, sacó sus conclusiones y llevó a cabo en un par de días todas las operaciones necesarias para limpiar Madrid de quintacolumnistas. Esta operación de "limpieza" contribuyó a la salvación de Madrid no en menor medida que los combates a las puertas de la ciudad".

 

   Poco espacio queda para la duda.

 

Las otras espinas.

 

   Como no podría ser de otro modo la cinta se extiende en el enfrentamiento de Santiago Carrillo con su padre Wenceslao y las célebres cartas cruzadas entre ambos. Gracias a esta película nos enteramos que por mediación de La Pasionaria ("si predicamos la reconciliación nacional tienes que hacerlo con tu padre") se reconciliaron. Aunque el viejo comunista se encarga de precisar que nunca hablaron del golpe casadista en el que participó su padre, motivo de la ruptura definitiva, porque su opinión continuaba siendo la misma ("traición y deshonor").

 

   La tercera espina de la película es el maquis. Carrillo se siente especialmente fuerte. Nadie en España sería capaz hoy de enfrentarse a la leyenda rosa de los heroicos guerrilleros contra Franco, aunque dejaran casi un millar de víctimas entre las que se cuentan mujeres, niños y ancianos. En un momento dado el entrevistador le pregunta: "¿Qué significa golpear?". Carillo responde: "¡Matar!". A renglón seguido vuelve a las viejas consignas. Aquellos jefes guerrilleros que fueron detenidos por la policía franquista tras sospechosas confidencias y los que fueron eliminados "por chivatos" pesan sobre su espalda, pero, "para luchar contra un sistema opresivo hay que utilizar esos métodos... o eres así o te haces socialdemócrata y esperas". Y ahí queda el testimonio del hijo del guerrillero comunista Víctor García recordando: "mi padre no murió por un tiro de la Guardia Civil. Fue Carrillo quien dio la orden de asesinarlo" en 1948 bajo la acusación de infiltrado. Lástima que no preguntaran al exsecretario general del PCE, enviado por Stalin a Francia para hacerse cargo de la dirección de los maquis primero y después, al cambiar de estrategia, para terminar con ella.

 

   Queda saldar la última de las espinas: la fe en Stalin. Es hábil ante las preguntas. Se olvida de los varios millones de asesinados, de los campos de concentración, de lo que ha significado la dictadura del proletariado llevada a la práctica. Sólo tiene palabras de consternación para las víctimas de los famosos "procesos", para los comunistas caídos en desgracia, que confesaron falsas culpas para no dañar al comunismo, pero ni una palabra para los varios millones de víctimas del stalinismo; ni para el sistema del GULAG puesto en marcha por Lenin. Para Carrillo, simplemente, "toda revolución tiene víctimas inevitables". Lo que hace Carrillo es reivindicar el comunismo porque ha sido el "elemento fundamental de la lucha contra el fascismo". Su único poso de amargura es haber fracasado al frente del PCE, aunque tiene dardos para responsabilizar a otros.

   Y Carrillo ha quedado contento con el resultado pues "no me arrepiento de nada, he cometido errores y he intentado subsanarlos. No soy un santo, sino un hombre de carne y hueso. La película ha sido un ejercicio de sinceridad, porque no tengo nada que ocultar de mi vida".

   Lo sorprendente es que estas declaraciones, que quedan para la historia, envueltas en un halo de lucha romántica y cánticos de izquierda, no hayan merecido ni la más nimia de las condenas.

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