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Bitácora PI

EL ESPÍRITU DE COMBATE. “LA LEGIÓN QUE VIVE”, UNA REEDICIÓN MUY NECESARIA.

EL ESPÍRITU DE COMBATE. “LA LEGIÓN QUE VIVE”, UNA REEDICIÓN MUY NECESARIA.

Juan V. OLTRA

 

   En una acertadísima y oportuna reedición, La Legión nos permite disfrutar de nuevo de uno de sus textos más clásicos: "La Legión que vive", de Juan Mateo y Pérez de Alejo, quien fuera jefe del Cuerpo del 26 de abril de 1931 al 7 de marzo de 1932, fecha en que fue víctima de un cobarde y mortal atentado. La primera edición fue publicada como un póstumo homenaje al Coronel Mateo en 1932 por la imprenta África en Ceuta (1932).

   Es reconfortante poder no dar por perdidos libros como el presente. Libros que no solo son parte de la historia, sino que rezuman emoción por cada una de sus páginas. Leyéndolo, uno no puede más que pensar en el espíritu de combate (del credo legionario: El espíritu de combate: La Legión pedirá siempre combatir, sin turno, sin contar los días, ni los meses, ni los años), porque es cierto que sin contar los días, los meses, los años, estas páginas piden entrar en fuego, piden un lugar en primera línea, ante el desorden histórico que hoy se vive. Lo piden y, La Legión, se lo ha concedido. Un honor con el que, a pesar de los años que arrastran estas páginas, ha sabido cumplir este libro.

 

   Podemos encontrar una miríada de emociones leyendo este clásico. Podemos reír, sentir orgullo, perplejidad o emoción, según avanzamos por sus capítulos. Reírnos con la aventura del carterista, que cuenta como un antiguo canalla que toma el rango de caballero al ingresar en La Legión, le afana la cartera al propio Millán Astray que indagaba sobre las habilidades de su antigua vida. Emocionarnos con la historia del Teniente Conrado, una lengua que solo se frenó en dos ocasiones, cuando un balazo le atravesó la mejilla, y años después cuando le descubrió al Coronel Mateo que estaba ocultando que se quedaba ciego. Perplejidad con Rasgo legionario, que nos muestra como hasta cuando un legionario tiene faltas sabe no solo cumplir con el castigo que le corresponde, sino resarcir el daño causado... aunque sea con técnicas de tahúr. Y, como no, podemos henchirnos de orgullo recordando la gloriosa muerte del Teniente Ceballos, caído por no saber dejar a compañeros en peligro.

   Un libro, en suma, que nos sumerge en el espíritu de este auténtico cuerpo de élite, llamado primero el «Tercio de Extranjeros», posteriormente «Tercio de Marruecos», «Tercio», y finalmente «La Legión». Y lo hace llevándonos a unas fechas no muy lejanas de su origen, apenas diez años después de su fundación, fruto del esfuerzo del entonces comandante de Infantería José Millán Astray, creando un cuerpo en poco tiempo ya maduro, de soldados profesionales, con una moral y espíritu de cuerpo sin superar por otro.

   Por expresar una queja, he de lamentar lo reducido de su tirada, tan solo mil ejemplares, que son además accesibles tan solo acudiendo a la propia Legión. Y es una pena, porque textos como éste deberían ser difundidos cuanto más, mejor. A buen seguro destacaría entre tanta basura literaria con la que las editoriales se prodigan con desoladora frecuencia.

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